La era Trump / año uno

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FRANCISCO HINOJOSA POLVO CORRUPTO

CARLOS VELÁZQUEZ

EL PORNOSENTIMENTALISMO DE JIM CARREY

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S Á B A D O

ESGRIMA

SERGIO RAMÍREZ

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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

LA ERA TRUMP • AÑO UNO LA DIPLOMACIA DEL INSULTO RAFAEL ROJAS

EL RECUENTO DOMÉSTICO NAIEF YEHYA

GUILLERMO DEL TORO

“EL AMOR ES EL AMOR” ALEJANDRO LEAL

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Arte digital > Norberto Carrasco > La Razón

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Entre escándalos, declaraciones y desplantes que han violentado todas las formas y han degradado el estatus mismo del presidente del país todavía más poderoso del mundo, Donald Trump cumple hoy el primer año de su gobierno, marcado por el desconcierto y el caos. Pero esto no le ha impedido avanzar en su beligerancia por una supremacía proteccionista, cuya política exterior promueve una regresión aldeana y discriminatoria, y como ideal un mundo

abierto al capital pero cerrado al libre tránsito de las personas y a causas de responsabilidad compartida como la preservación del medio ambiente. En este número revisamos su gestión desde el plano internacional y desde su política interior, dos ámbitos donde la era Trump ya deja huellas inequívocas. Múltiples frentes de conflicto y un escenario de amenaza bélica son algunos de sus rasgos más ominosos.

El plano internacional

L A DIPLOM ACI A DEL INSU LTO R A FA E L R OJA S

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stados Unidos ha sido un experimento histórico marcado por la tensión entre una sólida institucionalidad jurídica y política y un populismo nacionalista, de derecha o de izquierda, que se activa en sus periódicos ejercicios electorales. Especialmente, en la derecha republicana, ese populismo ha ido ascendiendo en las últimas décadas a través de candidaturas como las de George W. Bush en 2000, Sarah Palin en 2008 y Donald J. Trump en 2016. En el último año, el ascenso populista ha rebasado las propias premisas doctrinales de la derecha. Con Trump, la tendencia antipolítica de la extrema derecha norteamericana llegó, finalmente, a la Casa Blanca. El magnate de Nueva York hizo una campaña no sólo como némesis de Barack Obama, Hillary Clinton y los demócratas sino como disidente del propio Partido Republicano. Al final, los republicanos dieron su apoyo a Trump, pero muchos de los problemas que ha enfrentado la Casa Blanca, en el primer año de la administración, provienen de la disonancia que genera el trumpismo dentro de la derecha republicana. Un mensaje central del explosivo libro de Michael Wolff, Fire and Fury. Inside the Trump White House (2018) es que la política exterior ha sido una de las esferas más

conmocionadas por el voluntarismo del presidente. Un voluntarismo que no tiene tanto que ver con la figura del Maverick como con la del déspota. Trump ha conducido las relaciones internacionales de Estados Unidos desde la incoherencia y la arbitrariedad. Frente a las alternativas de política exterior que el siglo XXI plantea a Estados Unidos no eligió racionalmente ninguna y da golpes de timón a una diplomacia errática. Como todos los populistas, Trump subordina la política exterior a la política doméstica y ésta última a la seducción demagógica de su base conservadora. Sus obsesiones o caprichos —el muro, las deportaciones, el botón rojo, el proteccionismo o el insufrible “make America great again”— son tópicos de identificación dirigidos a su electorado, a costa de la seguridad y la paz global. En términos de Perry Anderson, Trump es el presidente que más dramáticamente personifica la contradicción entre imperium y consilium en la historia política de Estados Unidos. Lo más alarmante es que esa pertinaz elusión de los mecanismos multilaterales para la solución de conflictos es justificada con un discurso cargado de prejuicios culturales o raciales que alienta el incremento de la xenofobia y el nacionalismo dentro y fuera de Estados Unidos. Trump ha

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Fuente > www.motherjones.com

atizado el racismo criminalizando a los migrantes mexicanos o defendiendo a los supremacistas que desfilaron en Charlottesville en agosto o, en días recientes, llamando “shitholes” a los países latinoamericanos y africanos que envían emigrantes pobres a Estados Unidos o afirmando que “todos los haitianos tienen SIDA”.

NI MULTILATERALISMO NI AISLACIONISMO Trump llegó a la Casa Blanca luego de dos presidencias, de ocho años cada una, la de George W. Bush y la de Barack Obama, que definieron las opciones de política exterior de Estados Unidos en el nuevo siglo. En su campaña presidencial, Bush ofreció un repliegue aislacionista, después de la diplomacia protagónica de Bill Clinton en los años noventa. Pero tras el derribo de las Torres Gemelas, el gobierno de Bush formuló la doctrina de la guerra preventiva contra el terror y armó dos invasiones, a Afganistán e Irak, sin el aval de la ONU. La política exterior de Bush introdujo una nueva unilateralidad, basada en el reemplazo del anticomunismo por el antiterrorismo, como eje de las relaciones internacionales de Estados Unidos. Barack Obama removió esa estrategia en sus ocho años de gobierno. Disminuyó considerablemente la presencia militar en Afganistán e Irak y diversificó las prioridades de Washington en el mundo. Su política hacia el Pacífico, África y América Latina sacó a la diplomacia norteamericana de su ensimismamiento en el Medio Oriente. Tras la captura y ejecución de Osama Bin Laden, Isis desplazó a Al Qaeda como amenaza a la seguridad, no sólo de Estados Unidos, sino de Europa, Rusia, Turquía y diversos países del Medio Oriente. Los acuerdos del gobierno de Obama con Rusia, para enfrentar la crisis de Siria, y con Irán, para contener el programa nuclear, fueron evidencias de una vuelta al multilateralismo que partía del principio de que la seguridad era un reto global, no únicamente nacional. La campaña de Trump fue concebida como una refutación obtusa del multilateralismo de Obama, que Hillary Clinton prometía continuar, de llegar a la presidencia. Pero Trump, que había apoyado la guerra en Irak en 2003, no proponía una vuelta al unilateralismo de Bush sino un giro aislacionista, que llamaba a atender exclusivamente los intereses de Estados Unidos, afectados, a su juicio, por el libre comercio y la globalización económica. Esa retirada del activismo global de Washington fue uno de los principales atractivos que la candidatura de Trump ejerció sobre el gobierno ruso y los aliados latinoamericanos de Moscú. La intervención rusa en las elecciones de 2016, cada vez más documentada, fue parte de una consistente simpatía mutua entre Trump y Putin, sustentada sobre una larga historia de conexiones del equipo del magnate de Nueva York con Rusia. En medio de la campaña, Putin declaró con ironía que “nadie creía que Trump iba a ganar salvo Moscú” y ahora sabemos que le sobraban razones para el pronóstico. El jefe de la campaña de Trump, Paul Manafort, hacía negocios

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“TRUMP COMENZÓ SU PRESIDENCIA LLAMANDO AL AISLACIONISMO, POR EL CAMINO SE INCLINÓ HACIA UNA POSTURA REALISTA EN RELACIÓN CON ASIA Y ACABÓ REGRESANDO AL LENGUAJE DE LA GUERRA FRÍA EN LOS ÚLTIMOS MESES DE 2017.” con Victor Yanukóvich, líder ucraniano pro-ruso, mientras su asesor de seguridad Michael Flynn despachaba con el embajador de Moscú Serguéi Kisliak, y su hijo Donald y su yerno Jared Kushner se entrevistaban en la Trump Tower de Manhattan con la abogada del gobierno ruso Natalia Veselnitskaya. El romance entre Trump y Putin sobrevivió a todas las denuncias de “colusión” en la prensa norteamericana y a los cuestionamientos de líderes europeos como Angela Merkel, Theresa May y Emmanuel Macron. Cuando en abril de 2017, Trump ordenó un ataque aéreo contra una base militar en Siria, la respuesta de Moscú fue timorata. Luego de varias conversaciones telefónicas y de un encuentro cara a cara en Vietnam, en noviembre, Putin y Trump volvieron a lanzarse elogios mutuos y coincidieron en que la historia de la intervención rusa en el proceso electoral era una “total fabricación”. A pesar de que la renuncia de Michael Flynn, el despido del director del FBI James Comey y la investigación abierta por el fiscal Robert Mueller eran suficientes para dotar de realidad la llamada “trama rusa” y sospechar de una posible obstrucción a la justicia de parte del presidente, Trump no alteró su política exterior hasta fines de año, cuando emitió su estrategia de seguridad nacional. En contra del tono de su discurso durante una gira por el Pacífico, en noviembre, en la que visitó Japón, China, Corea del Sur, Vietnam y Filipinas, se refirió a Moscú y Beijing como “rivales estratégicos” de Estados Unidos y llamó a la comunidad de inteligencia a fortalecer los mecanismos preventivos contra esos poderes globales. Trump comenzó su presidencia llamando al aislacionismo, por el camino se inclinó hacia una postura realista en relación con Asia y acabó regresando al lenguaje de la Guerra Fría en los últimos meses de 2017. El primer año de su administración no operó un giro

al aislacionismo, como probó su escaso tacto para manejar la posición de Estados Unidos frente a las protestas en Irán, la cuestión palestina, el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén o la colaboración militar con Pakistán, ni un multilateralismo pragmático, como el que auguraba su infatuado entendimiento con Rusia.

DE ESPALDAS A AMÉRICA LATINA En América Latina, la política de Trump no avanzó más en sus promesas de campaña porque no pudo, no porque no quiso. Su obsesión fetichista con el gran muro fronterizo no se debilitó, como pudo verse con la reciente solicitud de 18 mil millones de dólares al Congreso para ampliar la barda actual en más de 700 millas. Por si fuera poco, Trump pidió ese desembolso al Capitolio a cambio de una solución para los dreamers, protegidos por el programa DACA, que quiere expulsar de Estados Unidos. El foco antiinmigrante de la política de Trump es expresión de su desprecio por América Latina. Todavía hoy, Trump no ha confirmado si viajará a la Cumbre de las Américas de Lima, Perú, en abril de 2018. Si se decidiera a asistir es muy poco lo que podría ofrecer a una región afectada por su oposición a acuerdos o zonas de libre comercio como el TLCAN y el TPP. Ni siquiera con Argentina, país al que prometió mayores inversiones y comercio, la Casa Blanca ha concretado una política de acercamiento. La OEA, institución que convoca esas reuniones, como la ONU y otras organizaciones internacionales, vive bajo la amenaza de recortes financieros de parte de Washington y en diversas crisis regionales, como la venezolana o la hondureña, choca con la perspectiva de la Casa Banca y del Departamento de Estado. La indiferencia de Trump se ve eventualmente interrumpida por una

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jerga agresiva, no acompañada de medidas eficaces. Bajo la actual administración se produjo una asombrosa recuperación del poder de Nicolás Maduro en Venezuela. Las sanciones puntuales contra funcionarios y militares venezolanos han generado, como reacción, una mayor cohesión de la élite madurista. La oposición, en cambio, se ha dividido y ha perdido capacidad de movilización interna, como consecuencia de políticas regionales no concertadas a nivel hemisférico. Con Cuba Trump dio marcha atrás al proceso de normalización diplomática impulsado por Barack Obama. La opacidad en torno a los casos de diplomáticos con daños a la salud por supuestos ataques sónicos o virales imita la factura de una serie televisiva. Trump vació la embajada de Estados Unidos en La Habana por considerar al gobierno cubano “corresponsable” de dichos ataques, pero ni el FBI ni el Departamento de Estado han encontrado prueba de alguna agresión a la salud de los diplomáticos. La posición del secretario de Estado Rex Tillerson se torna confusa, toda vez que mantiene el congelamiento de vínculos diplomáticos con la isla, sin poder acreditar la corresponsabilidad del gobierno cubano en las enfermedades de los diplomáticos. Una vez más, el desencuentro se presta para apuntar el dedo hacia Estados Unidos, como causante del deterioro de la relación bilateral, y esconder el malestar que el propio gobierno cubano o su franja más ortodoxa e inmovilista sintió entre 2015 y 2016, cuando se verificó el acercamiento de Obama. Ninguna de las dos presidencias anteriores a la de Trump, la de Bush Jr. o la de Obama, al concluir su primer año, estuvieron tan desconectadas de América Latina. En una región estratégica para Estados Unidos, como Centroamérica, la amenaza de deportación de 200 mil salvadoreños, lanzada por el magnate, tiene que ser vista como un antecedente peligroso. Cerca de 4 millones de centroamericanos, en su mayoría del triángulo norte de El Salvador, Guatemala y Honduras, viven en Estados Unidos y sus remesas conforman la principal fuente de ingreso de esas economías débiles. Cualquier conato de deportación masiva es asumido por esos gobiernos como un ataque. Con políticas que desalientan el libre comercio, como se ha visto en todas las rondas de renegociación del TLCAN, y que apuntan a la repatriación forzosa de cientos de miles de migrantes, Washington pierde capacidad de interlocución para tratar temas prioritarios para la relación hemisférica, como el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, la violencia y el ascenso

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Foto > Especial

“EL PEOR EFECTO QUE DEJA ESTA DIPLOMACIA IMPULSIVA Y CAPRICHOSA ES LA NATURALIZACIÓN, EN LA OPINIÓN PÚBLICA GLOBAL, DE LA POSIBILIDAD DE UNA NUEVA GUERRA. TAN SÓLO EL VISLUMBRE DEL ESCENARIO ES DE PESADILLA.”

Cartel de Shepard Fairey.

de los nuevos autoritarismos. La mezcla de un deterioro en la credibilidad de Estados Unidos y una alianza tácita con Vladimir Putin en Rusia hace de esta administración la menos capacitada para contrarrestar las tendencias antidemocráticas en América Latina.

LA POSIBILIDAD DE GUERRA El estilo ofensivo e insultante de Trump es un elemento catalizador de la inseguridad global en el siglo XXI. Sus intercambios de epítetos con líderes de Irán, Paquistán y Corea del Norte han rebajado la compostura de la diplomacia norteamericana a un chanchullo que muchos analistas, con razón, asocian con la tradición del caudillismo latinoamericano. Ese machismo y esa desfachatez no se vieron en los momentos más calientes de la Guerra Fría, con Richard Nixon y Ronald Reagan, que aplicaron una cuidadosa estrategia disuasoria hacia la Unión Soviética y China. En agosto, luego de una de sus periódicas pruebas nucleares, Kim Jongun amenazó a Estados Unidos con un ataque directo. La respuesta de Trump fue que en ese caso Corea del Norte vería una lluvia de “fuego y furia como el mundo nunca había visto”. En septiembre los norcoreanos volvieron a realizar una nueva prueba nuclear, la más poderosa hasta entonces, con un dispositivo nuclear “miniaturizado”, que las lecturas sísmicas calcularon en 100 o 150 kilotones, diez veces más que la bomba detonada en 2016. El Secretario de Defensa John Mattis declaró que el país asiático podía enfrentar una “respuesta militar masiva” de parte de Estados Unidos y el Consejo de Seguridad de la ONU convocó a una nueva ronda para

reforzar sanciones, que han sido respaldadas por China y Rusia. Aunque la posición de Moscú y Beijing facilitaba una estrategia multilateral frente a Corea del Norte, Trump continuó el careo con Kim Jong-un en los últimos meses del año. El líder comunista advirtió a Estados Unidos que la capacidad nuclear de Corea del Norte era una realidad y que siempre tenía sobre su escritorio un “botón rojo”. Trump ripostó infantilmente que su botón era “más grande y poderoso” que el norcoreano y que, además, “funcionaba”. La declaración volvió a disparar las alarmas de la opinión pública sobre las facultades intelectuales de Trump para ejercer la presidencia. Fue este un tema que varias veces emergió en la campaña presidencial de 2016. Importantes voces de los medios de comunicación de Estados Unidos se preguntaban si Trump no era demasiado frívolo o impulsivo para confiarle el mando de las fuerzas armadas del país y, en especial, de su poderío nuclear. La duda reaparece en el libro de Michael Wolff, quien atribuye a muchos colaboradores del mandatario la misma preocupación. Trump responde con tweets pueriles en los que dice ser un “genio muy estable” y no tiene escrúpulos en cambiar de posición sobre Corea del Norte. Luego de ridiculizar públicamente a Kim Jong-un, varias veces, dice ahora que estaría dispuesto a sentarse a negociar con Pyongyang. Una oferta que, evidentemente, intenta escamotear el proceso de distensión bilateral que han emprendido las dos Coreas, en buena medida, como rechazo a la agresividad del mandatario. Desde sus primeras declaraciones sobre el tema, siempre subidas de tono, en el pasado verano, el gobierno de Corea del Sur llamó a cuidar el lenguaje y a establecer protocolos que eviten el escalamiento del conflicto peninsular. El diálogo entre Pyongyang y Seúl no es mérito de Trump sino desafío a la crispada retórica de la Casa Blanca. El peor efecto que deja esta diplomacia impulsiva y caprichosa es la naturalización, en la opinión pública global, de la posibilidad de una nueva guerra. Y si esa nueva guerra es con Corea del Norte, potencia nuclear, tan sólo el vislumbre del escenario es de pesadilla. Siempre de cara a sus bases más reaccionarias, Trump ha estimulado un nuevo mesianismo norteamericano que puede liberarse a través de cualquier conflicto internacional. Si eso llegara a suceder sería catastrófico para Estados Unidos y el mundo. A fines de la segunda década del siglo XXI, las guerras de George W. Bush parecen haber quedado muy lejos del panorama mundial. El cambio tecnológico y el relanzamiento de la hegemonía de otras potencias, como China y Rusia, nos colocan frente a un mundo en que la supremacía de Estados Unidos está más acotada. Una guerra, sin embargo, es tentación poderosa para un presidente tan impopular como Trump. Cualquier acción militar que desconozca los equilibrios globales y que, para colmo, eluda las instancias multilaterales, puede poner en riesgo el futuro de la humanidad.

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Al interior del país, son patentes los resultados y estragos —que en muchos casos será difícil revertir—, del primer año del régimen de Donald Trump. Entre la crispación social, la incertidumbre y el desprecio se proyectan a muy distintos órdenes. La era Trump ya ha prodigado “beneficios a las corporaciones y las grandes fortunas”; además, su balance en “cambios y regresiones” para Estados Unidos, como detalla esta revisión, atenta no sólo contra los migrantes sino contra la libertad de expresión, la educación, la salud, el medio ambiente.

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NAIEF YEHYA EL AÑO DE LA PLAGA

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uizás más que ningún otro año en las últimas décadas, el 2017 nos deja con una sensación de vértigo, desconcierto, frustración y tristeza. Un año de sobresaltos y de frenéticos ciclos noticiosos. El año uno de la presidencia de Trump ha sido una sucesión repelente de estrategias reaccionarias, de sospechas de conspiraciones, de torpezas diplomáticas grotescas y de exabruptos presidenciales que van de la ira ridícula a la ingenuidad pasmosa, pasando por increíbles coqueteos con la extrema derecha. Sin embargo, el 2017 comenzó de forma esperanzadora con una inmensa manifestación de mujeres, con el aparatoso fracaso del primer veto antimusulmán y con una serie de derrotas al régimen cuando fue confrontado por jueces, por todos los demócratas en el Congreso y un par de senadores republicanos con un último aliento de decencia, así como por una sociedad civil dispuesta a resistir. Luego las diferentes versiones de la prohibición de inmigración a musulmanes fracasaron, repetidos intentos por desmantelar el programa de salud conocido como Obamacare (el Affordable Care Act) fueron detenidos en el Senado y una vil amenaza de prohibir que personas transgénero sirvieran en el ejército fue rechazada por los altos mandos militares. El 2017 será recordado como el año en que la Casa Blanca fue un estruendoso espectáculo circense, una fuente inagotable de filtraciones que ponía en evidencia el caos que reinaba en el círculo interno del poder, así como las divisiones, el ambiente tóxico y el golpebajeo que infestaba a una presidencia improvisada. Trump llegó a la Casa Blanca impulsado por 62 millones 979 mil 879 ciudadanos, el 46.4 por ciento del voto. Como sabemos Hillary Clinton ganó el voto popular, sin embargo perdió el colegio electoral. Lo mismo le sucedió a Al Gore cuando lo derrotó George W. Bush, con lo que volvió a ser evidente una terrible deficiencia en la estrategia demócrata, la cual asumía que le bastaba el voto de las costas y el Rust Belt (o Cinturón de óxido o industrial

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Retrato de Tony Pro.

del noreste) para ganar la presidencia, mientras renunciaban al voto evangélico, rural y a casi todo el sur del país. El hecho de que Trump haya conquistado ese voto, en su mayoría proletario, era una muestra de que buena parte del pueblo tenía esperanzas de romper el status quo y mandar un mensaje inconfundible a un partido demócrata elitista y frívolo que sentían (con buena razón) que los había abandonado. Además es importante añadir que Trump ganó un buen porcentaje del voto negro y del voto femenino, de la misma manera en que derrotó a Hillary en estados que Obama había ganado holgadamente en dos elecciones. No hay duda que muchos millones de votantes creen que Trump hará a “América grande otra vez”. Pero muchos otros simplemente están hartos del neoliberalismo que ha devastado a las clases populares y enriquecido obscenamente a Wall Street, hartos

del neoconservadurismo que ha justificado las aventuras militares y el intervencionismo, de la “corrección política” y de las políticas de identidad, que sienten como un atentado contra sus valores religiosos y morales. La actitud iconoclasta, petulante, racista, provocadora y desinformada de Trump nunca fue un obstáculo sino que era precisamente el atractivo que muchos de sus seguidores veían en él. Aunque es el presidente más impopular en su primer año de la historia moderna, Trump se ha apoderado del discurso civil a todos los niveles, estableciendo un régimen sin equivalente. A pesar de tener en su contra a una buena parte de los medios masivos de comunicación y a una notable mayoría de la ciudadanía, ninguno de sus desplantes, errores, mentiras o insultos lo han afectado de manera relevante. En su primer año ha atacado a jueces, investigadores, fiscales, periodistas, senadores, congresistas, ha despedido a asistentes y asesores, así como a miembros de su gabinete, al tiempo en que se ha frustrado con los organismos de inteligencia y espionaje a los que ha descalificado o denigrado. Trump llegó con un vocabulario agresivo y elemental, así como una cuenta de Twitter (que se ha convertido en un prodigioso vehículo de comunicación), a romper con la solemnidad que representaba la presidencia. Por un lado vino a imponer un vulgar y extraño populismo, mientras por el otro cortejaba a las élites y millonarios que antes lo miraban con desprecio, como un esperpéntico advenedizo con una retahíla de bancarrotas y una pésima educación. Durante su campaña aseguraba que limpiaría el pantano de Washington,

“EL 2017 SERÁ RECORDADO COMO EL AÑO EN QUE LA CASA BLANCA FUE UN ESTRUENDOSO ESPECTÁCULO CIRCENSE, UNA FUENTE INAGOTABLE DE FILTRACIONES QUE PONÍA EN EVIDENCIA EL CAOS QUE REINABA EN EL CÍRCULO INTERNO DEL PODER.”

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Colección DonkeyHotey.

refiriéndose a los cabilderos y políticos que únicamente se dedican a favorecer a sus “intereses especiales”, pero desde su llegada al poder no ha hecho más que favorecer a las corporaciones, a las iglesias más poderosas y a las grandes fortunas. Su plan se enfoca en destruir el “Estado regulador”, una de las brillantes ideas de su ex asesor, ahora caído en desgracia, Steve Bannon. Su gabinete fue seleccionado con el objetivo expreso de echar por la borda o por lo menos limitar las regulaciones para proteger la calidad del aire, el agua, los alimentos, las medicinas, la educación, los bancos y servicios financieros, la perforación petrolera, el fracking, la minería, los servicios médicos y los asilos. Muchas de las protecciones que Trump y su equipo han eliminado son del gobierno de Obama, pero otras tienen décadas de vigencia. La justificación que aplica en cada caso es que esto creará una atmósfera más propicia para los negocios y generará empleos. Por supuesto que el verdadero beneficio será para las corporaciones que podrán explotar recursos, preocuparse menos por la calidad de sus productos y temer muy poco a las posibles consecuencias de sus excesos. Cada vez que un republicano gana la presidencia después de un régimen demócrata es de esperar que tenga lugar una serie de cambios hacia la derecha; siempre tienen que ver con políticas conservadoras como leyes que discretamente penalizan o dificultan el acceso al aborto, restricciones a la inmigración o a la legalización del estatus de los inmigrantes, así como beneficios a las corporaciones y las grandes fortunas. En el caso de Trump estos cambios han sido radicales, cargados con un peculiar sentido de revancha y un inconfundible tono racista de “recuperar la presidencia”, evidentemente de manos del primer presidente afroamericano. Las acciones de Trump demuestran una desesperada y flagrante urgencia de erradicar todo legado de Obama, como si su promesa de “Hacer América

grande otra vez” dependiera de hacerla blanca otra vez. Al llamar “shithole countries” o países de mierda a Haití, Salvador y algunas naciones africanas, tan sólo vino a confirmar docenas de declaraciones igualmente racistas aunque quizás menos groseras.

EL PRESIDENTE DE LA TELEVISIÓN Antes de tomar el poder Trump le dijo a su equipo que debían considerar cada día en la presidencia como un episodio de un programa de televisión en el que él vencería a sus rivales. Entender el mundo y el poder de esa manera no sólo es ridículo sino que crea expectativas peligrosas. Cuando todo es un juego, un concurso y un escenario en el que hay que ganar a cualquier precio y a la vez entretener a un público, el bienestar y la estabilidad de la nación resultan secundarios. De hecho, el atractivo de un show es el drama, el conflicto, las pasiones y no las decisiones racionales, el consenso y la tolerancia. La presidencia debería estar más cerca de un sofisticado juego de ajedrez que de un aparatoso y humillante concurso de reality. Trump tan sólo puede ver al mundo dividido entre sus fanáticos y admiradores, por un lado, y sus enemigos por el otro. Ese es el motor que lo impulsa, la ambición material y el odio a quienes considera que le han faltado al respeto. Esto se hace patente en su obsesión de poner su nombre en toscas letras doradas a cualquier edificio ambicioso, como si de esa manera pudiera exhibir su poder y desafiar a sus críticos. Desde antes de la elección corrían rumores de que su campaña era simplemente un truco publicitario, que él sabía que no podía ganar, sin embargo disfrutaba de la adoración de sus fanáticos en todo el país. Esperaba ser derrotado para llevar la pelea hasta las últimas consecuencias, denunciando un fraude de “Crooked ” Hillary Clinton,

“COMO ESCRIBE MICHAEL WOLFF, EN SU SÚPER PROMOCIONADO LIBRO DE ESCÁNDALO, FIRE AND FURY, EL TRIUNFO DEJÓ A TRUMP ALELADO, A SU CÍRCULO CERCANO ATERRORIZADO Y A MELANIA LLORANDO.”

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y con ese impulso construir su propio canal o sistema de televisión. Sin embargo, el desenlace fue muy distinto. Como escribe Michael Wolff, en su súper promocionado libro de escándalo, Fire and Fury, el triunfo dejó a Trump alelado, a su círculo cercano aterrorizado y a Melania llorando, y no precisamente de alegría. Sin embargo, en un momento se convenció a sí mismo de que este era un trabajo que él podía hacer, a pesar de no haberse preparado de ninguna manera, de no contar con un equipo digno de esa tarea, de no haber tomado medidas para al menos disfrazar los incontables conflictos de intereses y de no tener el temperamento para el liderazgo de una nación. Debió haber sido una increíble borrachera de poder, de ahí que siguiera repitiendo hasta ahora, a la menor oportunidad: “Gané la elección y al primer intento”. Durante las elecciones primarias de su partido y luego la elección, las cosas le salían bien a Trump cuando renegaba de la sobriedad y el respeto, por tanto desde que llegó a la presidencia siguió actuando de esa manera, con breves episodios en los que ha aparentado solemnidad. Ha hecho de sus exabruptos su sello distintivo, al lado de su petulancia y sus desquiciadas e incesantes afirmaciones de que él es más rico y más inteligente que cualquiera. Sin embargo, su beligerancia oculta pobremente su inseguridad y la fragilidad de su ego. Por tanto el constante bombardeo de cuestionamientos y en muchos casos insultos por parte de prácticamente todos los medios masivos, impresos y electrónicos, con la excepción de Fox y otros aún más a la derecha, han erosionado su personalidad. Lo han debilitado hasta el punto de que al cumplirse su primer año ha disminuido su día laboral a unas pocas horas, comenzando a las once y finalizando a las 16:30. Según Wolff y otros, el presidente dedica a menudo hasta ocho horas a ver la televisión, muchas horas más a hablar por teléfono con amigos y quejarse, así como a tuitear. Sus vacaciones en cambio han sido extensas. Cuando llevaba 354 días en la presidencia había pasado 117 de ellos vacacionando en sus hoteles y propiedades. Después de haber criticado que Obama jugaba demasiado golf, él ha pasado noventa días golpeando la pelotita. Por supuesto, la Casa Blanca asegura que son vacaciones de trabajo, en las que tiene importantes reuniones

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con líderes, asesores y otros, además de que al jugar golf el presidente está en realidad negociando el futuro del país.

“EL PRESIDENTE ACTUAL REDUJO EL TAMAÑO DE LAS ÁREAS PROTEGIDAS COMO MONUMENTOS NACIONALES EN UTAH EN DICIEMBRE PASADO. BEARS EARS FUE RECORTADO EN UN 85 POR CIENTO Y GRAND STAIRCASE ESCALANTE A LA MITAD.”

RUSSIAGATE

Educación Una de las decisiones más radicales de Trump al formar su gabinete fue nombrar a Betsy DeVos como secretaria de educación. DeVos es una evangelista millonaria, pasmosamente ignorante de todo lo relacionado con la educación pública y hermana de Eric Prince, el fundador de la empresa de mercenarios Blackwater, que ahora se llama Academi. DeVos es una defensora de los programas de escuelas charters y una de sus primeras acciones fue dejar de compartir la información de los estudiantes con la Oficina de Protección Financiera al Consumidor, que se encarga de detectar y castigar a las empresas que ofrecen préstamos leoninos a estudiantes. Así dejó expuestos y sin recursos para defenderse de abusos a los alumnos de instituciones de pago. También detuvo un programa creado por el gobierno de Obama que obligaba a las universidades a esperar o cancelar las deudas de sus estudiantes si éstos no ganaban suficiente en sus empleos. Pospuso hasta 2020 un plan del gobierno anterior que trataba de impedir que en ciertos distritos se castigara con demasiada facilidad o se enviara a estudiantes minoritarios a programas de educación especial. A contracorriente del Zeitgeist de nuestro tiempo, la secretaria DeVos eliminó el derecho de los alumnos transgénero a usar el baño que concordara con su identidad elegida.

Medio ambiente Trump se ha esmerado en convertirse en el azote del planeta. Su retirada del acuerdo climático de París en agosto de 2017 fue una acción escandalosa que más bien tuvo un peso simbólico; sin embargo su elección de Scott Pruitt para dirigir la Agencia de Protección Foto> Especial

Desde que comenzó su campaña, Trump señaló varias veces su deseo de que Estados Unidos tuviera una mejor relación con Rusia, así como ya antes había declarado su respeto y admiración por Vladimir Putin (de quien dijo que era mucho mejor presidente que Obama). A eso se suma cuando pidió a Rusia, en serio o en broma, que ha-ckearan la cuenta de Hillary Clinton para encontrar los correos borrados que según él ocultaban graves crímenes. Por alguna razón, que bien puede tener que ver con vínculos financieros o quizás una afinidad por ciertos déspotas y oligarcas, Trump ha sido incapaz de criticar al régimen del Kremlin. Y luego vinieron las evidencias de hackeo y el uso que dieron algunos a las redes sociales para promocionar a Trump y divulgar información falsa. Esto dio lugar a lo que hoy llamamos el Russiagate, el cual se ha vuelto una obsesión entre ciertos demócratas y en algunos canales informativos. La hipótesis de que Rusia jugó un papel determinante en el triunfo de Trump es absurda. Sin embargo, la repetición cotidiana de detalles del famoso dossier de Steele, un documento comisionado al ex agente británico Christopher Steele, para encontrar información incriminadora o vergonzante sobre el candidato republicano, ha puesto a Trump en un estado de ansiedad y rabia permanente, al punto en que en una entrevista con el New York Times, el 28 de diciembre de 2016, Trump dijo dieciséis veces que no había colusión entre su campaña y los rusos. La colusión o la teoría de que Putin “plantó” a Trump como una especie de Candidato de Manchuria, es decir como un agente manipulable en el poder, parte de varias imposibilidades, como el hecho de que Putin hubiera podido prever el inesperado triunfo del hombre de bienes raíces, de quien prácticamente todo el mundo creyó que perdería, así como el hecho de que bajo Trump la relación con Rusia no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado comparada con los años de Obama. En cambio lo que sí puede suceder es que en la investigación aparezcan otros delitos, como ya sucedió con su ex asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, quien se declaró culpable de mentirle al FBI; con el ex asesor de campaña, Paul Manaford, acusado de conspirar contra Estados Unidos, conspirar para lavar dinero, mentir al FBI y otros cargos. Acusaciones semejantes fueron levantadas contra Rick Gates, quien también trabajó en la campaña de Trump, y contra George Papadopulos, un asesor en política internacional que también le mintió al FBI.

UN NUEVO MUNDO DEL PASADO La siguiente es una lista incompleta de algunos de los cambios y regresiones que el gobierno de Trump ha impuesto en un año y que dificilmente podrán ser revertidos. Retrato de Cara Deangelis.

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Ambiental (EPA) hizo evidente su intención de neutralizar las funciones de esa dependencia. Cuando Pruitt fue fiscal de distrito en Oklahoma, demandó a la EPA en catorce ocasiones para beneficiar a corporaciones y asociaciones contaminantes que habían contribuido a sus causas políticas. Pruitt piensa reemplazar el Plan de Energía Limpia, que tenía por objetivo reducir las emisiones de carbono en un 26 por ciento como mínimo para 2025, por otra cosa que no ha definido. A poco tiempo de tomar posesión, Trump ordenó al ejército que revisara la decisión del gobierno de Obama de detener la construcción del oleoducto que va de Dakota del norte al sur de Illinois. Esta obra desató numerosas protestas por parte de las tribus de la región y muchos ecologistas, pues representa un peligro inminente de contaminación a la tierra y al agua de las que dependen millones. El oleoducto comenzó a operar en junio pasado. De manera semejante, el gobierno de Obama había rechazado la creación del oleoducto Keystone, que iría de Alberta, Canadá, a Texas. Trump no tardó en aprobar su construcción. El presidente actual redujo el tamaño de las áreas protegidas como monumentos nacionales en Utah en diciembre pasado. Bears Ears fue recortado en un 85 por ciento y Grand Staircase Escalante a la mitad, lo que representa alrededor de dos millones de acres de tierra pública que ahora están abiertos a la minería, perforación para obtener gas natural y a la tala de árboles. Esto no solamente es un atentado contra la naturaleza sino que pone en peligro a cerca de cien mil sitios arqueológicos. Asimismo ha reducido la lista de animales protegidos, al retirar a veinticinco especies, debido a “falta de evidencias de que estén en riesgo de extinción”. Trump arremetió la primavera pasada en contra de las costas del Océano Ártico en Alaska y contra el Refugio Nacional de Vida Salvaje del Ártico (ANWR), al ofrecerlas a las petroleras y gaseras para su explotación. A principios de 2018 su secretario del interior, Ryan Zinke, anunció que las costas del país estaban abiertas para un incremento en la exploración y explotación petrolera. Lo cual realmente parece una especie de venganza de parte de Trump en contra de las “élites de las costas”, que fueron los estados que votaron mayoritariamente en su contra en la elección y quienes han opuesto más resistencia a su gobierno. No es de sorprender que el único estado al que se le dio la oportunidad de no estar incluido en este plan fue Florida, donde ganó y donde se encuentra Mar-a-Lago, la “Casa Blanca de invierno”. Los cambios

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eliminar restricciones y regulaciones bancarias y financieras. La primera propuesta de ley que Trump firmó al tomar el poder fue la eliminación de las medidas anticorrupción que exigían a las compañías mineras y petroleras revelar sus pagos a gobiernos extranjeros. También ha tratado de borrar por completo una regla fiduciaria que obliga a los asesores financieros a poner los intereses de sus clientes por encima de cualquier otro criterio. Se encargó de eliminar el llamado “impuesto de la muerte”, el cual beneficia únicamente a las grandes fortunas, que en casos de herencias no deben pagar impuestos sobre los bienes transferidos. En un momento en que el desempleo se encuentra en uno de los puntos más bajos de la historia, el gobierno ha decidido eliminar numerosas protecciones para los trabajadores, tanto en términos de las condiciones como en la norma de pagar tiempo extra. Se ha purgado una orden de la comisión de igualdad de oportunidades en el trabajo para combatir la discriminación en los salarios. Incluso dejó de ser ilegal discriminar a los trabajadores transgénero y es cada vez más difícil que los trabajadores demanden a sus patrones por acoso sexual. Las empresas ahora no tienen obligación de pagar por anticonceptivos en los planes de salud de sus empleados. La Comisión Federal de Comunicaciones o FCC ha permitido que los monopolios de información se sigan expandiendo, como en el caso de la empresa conservadora Sinclair Broadcasting, que pudo comprar cuarenta y dos estaciones más en agosto, con lo que pasó a controlar el 72 por ciento de los medios del país. También eliminaron una regla que databa de los años cuarenta, destinada a proteger al periodismo local, que exigía a las empresas de medios a tener un estudio físico en el área donde transmitían. Esta regla fue eliminada en noviembre. Y la joya de la corona del FCC de Trump fue la abolición de la neutralidad de la red que obliga a los proveedores de servicios de internet a ofrecer las mismas velocidades de transmisión a todos. De tal manera que ahora las grandes corporaciones como Netflix, Amazon

regresivos que han puesto en vigencia Pruitt y Zinke son numerosos, algunos ejemplos más: eliminar la prohibición de introducir botellas de plástico en los parques nacionales; permitir que los cazadores utilicen nuevamente balas con plomo y los pescadores pesos de plomo (ambas prohibidas por Obama); las empresas de energía ya no tienen que capturar el metano que emiten; se ha reautorizado el uso de los pesticidas clorpirifós (prohibidos desde el año 2000) y se han eliminado los límites de los contaminantes (aluminio, mercurio, arsénico y otros) que pueden tirar a los ríos las plantas generadoras de energía.

Después de batallar por once meses con jueces y el público, finalmente la Suprema Corte aprobó una prohibición antimusulmana que impide la inmigración de ciudadanos de Siria, Libia, Somalia, Yemen y Chad, además de dos naciones no musulmanas Corea del Norte y Venezuela (para que no pareciera una regla religiosa). Igualmente grave fue una orden que prohíbe el ingreso al país de refugiados de once países, diez de ellos musulmanes y Corea del Norte. Al mismo tiempo suspendió un programa que autorizaba la entrada al país de niños salvadoreños que huían de la violencia y comenzó el año 2018 con una orden para dar por terminado el programa de Estatus Protegido Temporal ( TPS ) que permitió durante dos décadas la inmigración de alrededor de 262 mil salvadoreños. Y como es bien sabido, está tratando de terminar con la protección que se ofrece a unos 700 mil dreamers, que son los hijos de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos antes de cumplir 16 años. El departamento de justicia quedó en manos de uno de los más fieles fanáticos de Trump, el ex senador Jeff Sessions, quien desde que tomó posesión de su cargo se enfocó en volver a penalizar la marihuana, tratar de aplicar las sentencias más severas contra los delitos relacionados con drogas y violencia de pandillas, es decir contra las minorías pobres urbanas. Eliminó las medidas del gobierno de Obama que intentaban limitar la militarización de los cuerpos de policía, los cuales tienen nuevamente carta blanca y fondos para adquirir equipo militar para vigilar y reprimir a la población civil. También se relajaron algunas reglas para permitir a más personas, aún con antecedentes penales, adquirir legalmente armas.

y Facebook podrán comprar derechos e incluso bloquear a sus competidores. Y tras hacer esto, el director de la FCC, Ajit Pai, también redujo la influencia de su propia comisión, volviéndola irrelevante e impidiendo que esta medida pueda revertirse en un futuro.

EL TIRANO DE LA PANTALLA CASERA

Foto > Especial

Inmigración y justicia

“EL GOBIERNO HA DECIDIDO ELIMINAR NUMEROSAS PROTECCIONES PARA LOS TRABAJADORES, TANTO EN TÉRMINOS DE LAS CONDICIONES COMO EN LA NORMA DE PAGAR TIEMPO EXTRA.”

Finanzas, empleo y comunicaciones Después de prometer durante su campaña que él no sería como los demás políticos porque no le debía nada a Wall Street, una de las primeras acciones de Trump fue llenar su gabinete con ex empleados de Goldman Sachs, como su secretario del tesoro Steve Mnuchin, su asesor financiero Gary Cohn y su principal estratega, Bannon. Prometió también “romper” a los grandes bancos y en vez de eso ha consagrado buena parte de su tiempo en la Casa Blanca a

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Impresión de Vin Zzep.

Trump tuvo un respiro con su único triunfo, la reforma fiscal que beneficia a las corporaciones y las grandes fortunas, además de que elimina el requisito de pagar un seguro de salud obligatorio, lo cual es un golpe mortal contra Obamacare. Al cumplirse el año uno de Trump la “resistencia” se siente agotada y con pocas ideas. Habrá que ver cómo podrá mantener su oposición a un líder que tiene gran admiración por las figuras autoritarias y cree en una grandeza nacional directamente sacada de las fantasías supremacistas blancas. Sin embargo, Trump está muy lejos de ser un autócrata o de volverse una figura represora. Al inicio de su presidencia se temía que se valiera de gente como Bannon para organizar grupos de choque de extrema derecha. Algo semejante pudo verse en las manifestaciones neofascistas y de otros grupos en Charlottesville, donde Trump dijo que de ambos lados había buenas personas, a pesar de que uno de los fascistas utilizó su auto para matar a una manifestante, al estilo de los crímenes yihadistas que le gusta condenar y usar como pretexto para apoyar sus políticas antimusulmanas, así como la represión policial. Sin embargo, Trump no ha desatado cacerías de sus opositores, más allá de su continuas rabietas en Twitter, y si bien parece una opción que no desaprovecharía, no ha podido o no ha sabido cómo silenciar a sus incontables críticos por medio de la violencia del Estado. Este presidente se imagina a sí mismo como una especie de líder magnánimo y poderoso pero benévolo, un hombre exitoso que ofrece compartir su fama y gloria, siempre y cuando se le admire y celebre sin cuestionamientos. Es probable que de cambiar la relación de poder, si es que llega a perder el Senado o el Congreso, se sienta acorralado y busque utilizar la fuerza, la cual hasta ahora tan sólo ha empleado en su manera de conducir la guerra contra el terror que heredó de Bush y Obama. Trump es un líder incompetente y extremadamente frustrado, sin embargo ya ha transformado estructuralmente a Estados Unidos y al mundo. Lo que es definitivo es que la presidencia de Estados Unidos se definirá como antes y después de Trump.

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La formidable recepción y el aprecio internacional que ha obtenido Guillermo del Toro con su más reciente película, La forma del agua, parece culminar, al menos por el momento, una etapa de apogeo en que tres cineastas mexicanos —Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón completan la tercia— han conquistado todo lo imaginable en la industria del cine actual. Aquí Del Toro, a través de los años, recuerda su infancia, así como descubrimientos y experiencias cuyo rastro pervive en su singular cinematografía.

GU ILLER MO DEL TORO “EL A MOR ES EL A MOR” ALEJANDRO LEAL

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Para Mi Reina

uillermo del Toro se adentra en los recuerdos de infancia que han marcado su filmografía por un viaje de redención personal a través de su trabajo cinematográfico hasta llegar al presente, a su pieza más pulida, ese homenaje al amor que es La forma del agua, que le hizo merecedor del León de Oro a la Mejor Película en el Festival de Venecia y el Globo de Oro al Mejor Director. Este texto proviene de una serie de entrevistas con el director, desde su primera película, Cronos (1993), hasta La forma del agua (2017).

NOSTALGIA Y PÉRDIDA Creo que cuando quiero hablar de mi infancia siempre hablo con esas dos sensaciones: nostalgia y pérdida. Para mí es totalmente alienígeno el sentimiento de alguien que dice que la infancia fue la época más feliz de su vida. Joder, la mía fue la peor: llevo 43 años queriendo olvidar mis primeros diez, o tratando de recordarlos minuciosamente, a ver —como decía Juan Rulfo— si a fuerza de acordarme se me olvidan. Fue una infancia muy marcada por un catolicismo de provincia, muy castrante y asfixiante para un niño. Yo realmente encuentro el valor místico y espiritual de la religión absolutamente ineludible e innegable en su mejor caso, pero también encuentro absolutamente apabullante su capacidad castradora y torturadora para la mente de un niño. Si a un niño le explicas los conceptos de Purgatorio y pecado original y le dices que haga lo que haga de su vida va a pasar una temporada muy larga entre las llamas del Purgatorio por el pecado que hereda de Adán y Eva, bueno, le dan ganas de mentarte la madre, y decir: yo no compro este menú. Cuando eres niño no tienes esa capacidad de negar un dogma de los adultos, porque el mundo de los adultos es dador de la verdad cuando eres niño, y pues te encuentras con una angustia kafkiana a los seis años de edad. De repente, al estar preparándote para tu primera comunión, a los ocho años, piensas que las llamas del infierno son eternas. Mi abuela me lo explicaba con

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una veladora, me decía: tápala con la mano, yo la tapaba con la mano y me decía que no la moviera hasta que se apague, y me quemaba, me dolía y ya se apagaba, pero decía: “Así es el infierno, pero para toda la eternidad”. Ese tipo de tortura trae toda una mitología muy negra. Siempre asocié lo místico y lo espiritual con cosas muy escatológicas y mortuorias. Por ejemplo, yo fui niño de la Congregación Mariana y nos reuníamos cada semana en las catacumbas de una iglesia que se llamaba El Expiatorio, una iglesia gótica en Guadalajara, algo tan extraño como encontrarte un templo azteca en París, ¿no? Pero ahí está una iglesia gótica, en medio de Guadalajara, y en las catacumbas a veces había lápidas sueltas y veíamos cadáveres, y luego nos dedicábamos a hablar de la Virgen María. Luego las figuras que había en las iglesias que yo frecuentaba de niño eran estas figuras del Cristo verdoso, lleno de moretones y sangre, y recuerdo una imagen en particular, una santa que se llama el Ánima Sola, que es una mujer ardiendo en llamas y mirando hacia arriba con lágrimas que le salen de los ojos. Y así te la vas llevando. Aparte de eso, estuve en una escuela jesuita sólo para hombrecitos, que es la experiencia más cercana a la prisión. Veo las películas de prisión americanas y digo no es nada: yo vi peleas de niños más brutales que ninguna pelea de adultos, porque un niño en mitad de un pleito transita de la mano hacia la piedra y de la piedra hacia el palo con clavo en cinco cuadros.

LO SOBRENATURAL A la edad de once o doce años oí un fantasma. Lo oí, nunca lo vi. Yo era muy amigo de un tío mío que se llamaba Guillermo, me pusieron su nombre, era hermanastro de mi mamá, quien me puso su nombre en honor a mi abuelo y a él. Éramos muy amigos, él me llevaba a ver todas las películas de terror, además me llevó a ver Taxi Driver cuando yo tenía diez años (ríe), me llevó a ver 2001, películas que se llamaban El ataque de los muertos sin ojos, El regreso de los muertos sin ojos, me llevó a ver Carne cruda, una película inglesa buenísima, y un montón de películas

así y de zombies, italianas y de todo, y me enseñó un poco de literatura de horror y fantástica, y hablábamos mucho de todo esto. Un día me dijo: “Cuando yo me muera voy a volver para dejarte saber que hay otro mundo”, y cuando murió yo heredé su habitación en la casa de mis padres, y una noche estaba yo haciendo la tarea de ciencias sociales y de repente empiezo a oír un suspiro muy profundo y muy triste a medio metro de mi cara. No me asusto, empiezo a investigar, apago la tele, cierro las ventanas, dejo de respirar un momento, y me doy cuenta que a donde quiera que voy la voz me sigue, me doy cuenta que es un fantasma, salgo corriendo y no vuelvo nunca a ese cuarto. Pero lo que más recuerdo de esa voz no es el miedo, sino la tristeza que tenía. Esa idea la plasmé en El espinazo del diablo, ver repetidas veces a un fantasma empieza dándote miedo, hasta que al final ya no te da miedo y lo que te da miedo son los vivos. Me doy cuenta de que hago una terapia muy lenta, ¿no? Decía Camus una cosa muy bonita: el arte es el camino por el que el hombre vuelve sobre sus pasos a las dos o tres imágenes primigenias que lo marcaron por primera vez, y yo ya me siento muy liberado. No tengo ningún conflicto con la religión y tengo menos conflictos con mi infancia. Es un tipo de terapia muy costosa y muy pública.

UNA CORRECCIÓN A los seis años era muy precoz. A esa edad vi en la tele El monstruo de la Laguna Negra y tuve un momento de asombro ante la belleza, un instante de Síndrome de Stendhal, ante una imagen seminal para mí que fue ver a Julie Adams con la criatura nadando bajo ella. Pero también, al final, no me gustó que no terminaron juntos y eso ahora lo corrijo en La forma del agua. Es que el amor, como el agua, no tiene forma (de ahí el título), y decir con inocencia, no estupidez, que el amor no sabe lo que se supone debe ser: es sólo enamorarte del otro, porque al amor no le importa si al ocurrir te enamoras de quien no deberías enamorarte. El amor es el amor.

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Por

FRANCISCO HINOJOSA

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@panchohinojosah

“P

olvo eres y en polvo te convertirás”, y no necesita llegar La Parca para que eso suceda. Desde el temblor del 19 de septiembre, el 66 por ciento de los inquilinos del edificio en el que vivo (8 de 12) decidieron rescindir sus contratos de renta e irse a vivir a zonas menos sísmicas que la Condesa, a pesar de que el inmueble, según los dictámenes periciales, no tiene daños en su estructura. La construcción data de 1957, año en el que un terremoto de 7.7 grados en la escala de Richter (28 de julio, 2:43 am), con su epicentro cerca de Acapulco, dejó 68 muertos, daños en algunos edificios y casas y tumbó el Ángel de la Independencia, ícono del Distrito Federal inaugurado en 1910 y lugar de cita hasta ahora para hacer festejos diversos. Se tomaron entonces medidas para que las edificaciones cumplieran con ciertas normas más rigurosas que evitaran que esta ciudad, de apenas cuatro millones de habitantes, sufriera consecuencias mayores. Al parecer los arquitectos de mi edificio cumplieron con la reglamentación y erigieron unas columnas que lo sostienen y que son a prueba de temblores y temblorinas. Por supuesto, eso no excluye los daños más cosméticos (grietas, vidrios rotos) y los colaterales: en mi caso, los libreros en el piso, los vasos y copas hechos añicos, las botellas estrelladas y uno que otro cuadro averiado. Tres

La Canción # 6

EL SISMO DEL 57, DEJÓ AL ÁNGEL CAÍDO. EN EL ÚLTIMO, SESENTA AÑOS DESPUÉS, SE CAYÓ LO POCO DE CREDIBILIDAD QUE TENÍAMOS EN NUESTRAS INSTITUCIONES.

meses y medio después, aún no termino de acomodar los libros en su lugar. Con el edificio semivacío, los dueños aprovecharon no sólo para reparar los departamentos que sufrieron algunos daños, sino también para darle un mantenimiento mayor a las áreas comunes, entre otras cosas: pulir pisos y escaleras. Esto se traduce en una gran cantidad de polvo, que si se midiera en IMECAS yo tendría que haber dejado de circular todos los días que ha durado la reparación. Afuera las cosas no son distintas. Desde hace meses la colonia está en proceso de repavimentación. Y ahora le tocó a mi calle: por lo pronto se están rehaciendo las banquetas, que si bien no estaban en óptimas condiciones podrían haber esperado varios años más. Los recursos gastados habrían sido de mucha mayor utilidad para restaurar algunos de los inmuebles seriamente tocados por el temblor. Polvo adentro y afuera. Me tocó vivir el terremoto de 8.8 que cimbró una buena parte de Chile el 27 de febrero de 2010. Fue tan intenso que modificó el eje de rotación de la Tierra. Eran las tres y media de la mañana. Nos encontrábamos en Santiago escritores, editores, bibliotecarios, promotores de lectura e interesados en el tema en un congreso de literatura infantil y juvenil (CILELIJ). Muchos de nosotros suponíamos que una buena parte de la ciudad estaría en ruinas.

Hacia las diez de la mañana yo me di una vuelta por las inmediaciones del hotel y ciertamente encontré mucho escombro y vidrios rotos. La fachada del recinto en el que se celebraba el congreso se había venido abajo, pero ningún edificio había colapsado. El aeropuerto quedó inhabilitado por algunos días. Juan Villoro, que se encontraba entre los invitados, le dedicó un libro, 8.8: El miedo en el espejo (Almadía, 2010). En él afirma que, a diferencia de Chile, la corrupción en nuestro país ha hecho que los sismos sí produzcan derrumbes, muchos de los cuales quizás podrían haberse evitado si se respetaran las normas de construcción, que quizás ahora vuelvan a ser más estrictas, aunque en unos años pasarán al olvido. El del 57, dejó al Ángel caído. En el último, sesenta años después, se cayó lo poco de credibilidad que teníamos en nuestras instituciones. Año de elecciones, este 2018 no podemos votar contra la Tierra, que seguirá temblando a su antojo y sin previo aviso, pero sí lo podemos hacer contra la impunidad y la corrupción, dos de los peores males que nos afectan día a día. Entre el polvo de adentro y el polvo de afuera me quedo con otro más íntimo que hace el aire respirable: parafraseando a Quevedo: “Polvo soy, mas polvo enamorado”. C

Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

Spotify, el Black Mirror de la música GRACIAS AL STREAMING leonino que viola los derechos de autor, Spotify se enriquece monumentalmente a costa de la música, mientras los músicos necesitan millones de reproducciones para obtener unos miles de dólares. Pero su panorama es un laberinto legal atiborrado de publicidad, pérdidas y demandas que amenazan con un fade out. Fundada en 2008 en Estocolmo, al cierre de 2017 tenía 60 millones de suscriptores, 140 millones de usuarios y más de 30 millones de canciones disponibles en acuerdos con Universal, Warner y Sony. Según Digital Music News, está valuada en casi 20 billones de dólares, sin embargo no ha reportado utilidades desde su lanzamiento. Entre 2015 y 2016 reportaron pérdidas por 805 millones, invirtieron 566 millones en sus tres oficinas de Estados Unidos y rentaron headquarters de lujo en Suecia por 16.5 millones al año. Los fundadores, por su parte, se repartieron en 2017 un pastel de 26.5 millones en sueldazos: Gustav Söderström, 7.9; Martin Lorentzon, 5.2; Alex Nosrtröm, 5; Daniel Ek, 4.5; y Oskar Stal, 4. El personal de escritorio, en promedio, 14 mil al

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mes. Ek es conocido por la fortuna de 800 millones de dólares que hizo con la piratería en uTorrent y BitTorrent. Cuando el músico logra cinco mil dólares al año por un millón de reproducciones, un directivo gana más de cinco millones en el mismo periodo. Algo desafina en esta ecuación porque los músicos obtienen migajas del pastel. El cantautor Perrin Lamb logró ganar 40 mil al ser incluido en una playlist con más de 10 millones de reproducciones, pero confiesa que no sabe quién lo incluyó. Un grupo de EDM australiano de pronto es elegido para formar parte de una playlist con un millón de reproducciones, y obtuvo 4,955 dólares. Este año la Record Industry Association of America estimó que Spotify pagó 7.50 por mil reproducciones. Blake Morgan, músico, productor y columnista, anota que los independientes necesitan 380 mil reproducciones para obtener el mínimo de 1,500 dólares. Es música, pero parece un capítulo de Black Mirror. Hay músicos a quienes les funciona y viven de ello, como Birocratic, pero también hay quienes la odian como Thom Yorke. Para el

mexicano Alex Otaola es un catálogo. “Sirve porque es un canal de difusión y promoción, la gente está a un click de distancia de tu música, aunque no estoy muy seguro de que las personas vayan al concierto o compren el disco. Por eso a veces es mejor editar un disco virtual. Podrías ganar algo si lo maquilas como CD, pero eso no te cambia la vida. Prefiero seguir creando. Hay que ser realistas, ¿cuántas personas comprarían ese CD contra el tiempo que tardarías en encontrarlas?” Además de su pleito con Apple Music —que posiblemente la absorba como hizo con otras plataformas—, Spotify enfrenta una batería de demandas. La última en enero de 2018 por parte de Wixen Music Publishing, la editora que administra y protege los derechos de más de 50 mil canciones y le reclama 1,600 millones por “infringir deliberadamente los derechos de autor” al usar la música sin licencia ni compensación. ¿Cuántas demandas así podrá librar? Aquí podría sonar una canción de despedida, por ejemplo “The End” de los Doors, que tiene 25 millones 449 mil 266 reproducciones.

ESTE AÑO LA RECORD INDUSTRY ASSOCIATION OF AMERICA ESTIMÓ QUE SPOTIFY PAGÓ 7.50 DÓLARES POR MIL REPRODUCCIONES.

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

E L P O R N O S E N T I M E N TA L I S M O B A R ATO D E J I M C A R R E Y

Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

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omienzo con una aclaración: no existe el pornosentimentalismo caro. Si me excedo en el título de este texto es por el mal sabor de boca que me dejó el documental Jim & Andy: The Great Beyond. Como todo cómico, una vez alcanzado el éxito, Carrey buscó ganar respeto como actor interpretando un papel dramático. Y lo consiguió, con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Pero su verdadera audacia había ocurrido años antes con Hombre en la luna. En esta cinta Carrey unió la comedia con el drama de manera excepcional. Sin embargo, como la película trataba sobre otro cómico no estrujó en los corazones de las huestes sentimentaolides como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Dieciocho años después apareció Jim & Andy: The Great Beyond. Un documental que narra el behind the scenes de Hombre en la luna, el biopic sobre Andy Kaufman. Un cómico cuya leyenda ha alcanzado las dimensiones de una estrella de rock. Se rumora que en realidad no está muerto, lo mismo se dice de Jim Morrison, Elvis Presley y Richey James Edwards. Se esperaba un regreso de Kaufman en 2014, veinte años después de su desaparición, pero no sucedió. Lo que sí ocurrió fue el estreno de Jim & Andy: The Grat Beyond. Es irresistible echar el prejuicio por delante. El cliché de que Hollywood todo lo corrompe. Bastan apenas unos minutos del documental sobre Kaufman para toparnos con la basura hollywoodense que ha engendrado entelequias como la cienciología. En un arrebato de innecesaria “honestidad”

ESTE DOCUMENTAL QUE DEBERÍA SER SOBRE LA FILMACIÓN DE HOMBRE EN LA LUNA TERMINA POR CENTRARSE EN EL SUFRIMIENTO DE CARREY.

El sino del escorpión

Jim Carrey confiesa que mientras miraba el mar, no podía ser más cursi la escena, el espíritu de Andy le tocó el hombro y le susurró al oído. Desde ese momento le sobrevino una especie de posesión. Según Carrey el espíritu de Andy entró en su cuerpo. Ni siquiera es una idea original, el primero en hacer esto fue Morrison, quien aseguró haber sido habitado por el alma de un indio. A partir de entonces se despliega una rutina brillante, porque lo es, de Carrey disfrazado como Tony Clifton, el showman alcohólico e intratable que inventó Kaufman, quien se dedica a hacerle la vida imposible a todos los implicados en la grabación de Hombre en la luna, incluido el director, Milos Forman, quien incluso le hace una petición a Clifton de que desea hablar con Carrey. Existen momentos grandiosos, como la visita de Clifton a la mansión Playboy. Pero el chantaje emocional de Carrey abarata todo. Este documental que debería ser sobre la filmación de Hombre en la luna termina por centrarse en el sufrimiento de Carrey. Mírenme, me causó mucho dolor hacer esta película. Pero, eh, un momento, es tu trabajo. En términos de humildad, el documental debía llamarse Andy & Jim: The Great Beyond. Pero no es así por una razón. Jim no pretende realizar un tributo, sino ponerse por encima de Andy. Como él busca llevar el performance hasta las últimas consecuencias. Pero la diferencia entre ambos es que Andy no gimoteaba, no lloraba, no hacía un drama por cumplir su trabajo. En una escena del documental, para hacerlo más verosímil, Jim declara que los estudios quieren

todas las grabaciones detrás de cámaras. Y Carrey se niega a entregarlas. Una vez más una exposición gratuita. Con el objeto de cargar a la situación de un significado que no tiene. Estamos jugando con fuego, parece decir Carrey. Pero no hay nada que amenace a nadie de manera real, ni siquiera al mismo Carrey. Lo que pudo ser una gran muestra del oficio de la comedia terminó por convertirse en una telenovela embarazada de pornosentimentalismo. Carrey y su pretensión por ser vulnerable a toda costa. Con el objeto de ponerse por encima de Kaufman. Pero no lo consigue simple y sencillamente porque como cómico está a años luz de Kaufman. No se le acerca siquiera a los talones. Cualquiera tiene derecho a sufrir, y los cómicos se especializan en eso, el problema aquí es que al montaje de Carrey se le ven demasiado las costuras. Y lo que consigue con la comedia lo desbarata buscando compasión. En estos momentos Carrey, la persona, atraviesa una profunda depresión, es lo que dicen los medios. Sin embargo, es imposible creer nada de lo que hace porque está empecinado en imitar a Andy a tal nivel que es válido dudar de la autenticidad de sus emociones. Lo que cae gordo de Jim también es su impostura. Dice que no pudo estar presente en la grabación del video de REM porque había tenido suficiente del personaje. Lo que es una grosería. Porque REM es culturalmente más importante que Carrey. Quien por mucho que se esfuerce siempre será recordado por su personaje de Una pareja de idiotas. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

Tiempo de canalladas EL ESCORPIÓN se ha parapetado al fondo de su nido en la rajadura del muro para observar atento el tiempo de canalladas desatado por las campañas electorales. Temporada en la cual el divisionismo, los enfrentamientos y las discusiones subidas de tono emergen en todos los espacios de la sociedad, y no sólo en los mentideros políticos donde las descalificaciones y los ataques son tan usuales como venenosos. El alacrán ha visto a varios de sus amigos y a las mejores mentes de su generación darse con todo durante los procesos electorales convertidos en un auténtico tiempo de canalladas. Los desacuerdos políticos se esgrimen con inusitada violencia verbal, chocan de frente las razones encontradas, se entablan rencillas movidas por rencores exacerbados y los contrincantes se atacan por todos los ángulos, incluso los más ilegítimos e improcedentes. El arácnido no sólo se refiere a la

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guerra campal de “bots” y “trolls” en redes sociales, a las campañas sucias y las peleas de lodo, a la extensiva difusión de falsedades, de elaboradas mentiras, burlas y descalificaciones acordes con el ínfimo manejo y la falta de contendido de las campañas de los candidatos y sus vergonzosos spots en radio y televisión. Y ni siquiera se refiere sólo al funcionamiento mismo del proceso electoral, ya de por sí dudoso y gangsteril en cuanto al financiamiento de los partidos, el dinero sucio y el probado desvío de recursos gubernamentales para apoyar al candidato del régimen. El alacrán, insiste, no se refiere sólo a todo ese pantano electorero, sino sobre todo a los rompimientos y enfrentamientos en los entornos cercanos, familiares y normalmente amistosos de la vida cotidiana. Desde hace más de una década el rastrero ha visto a los hermanos y hermanas distanciarse por cuestiones políticas; a los miembros

de diversas familias, a padres e hijas, chocar, dividirse y no volver a dirigirse la palabra en años; a viejos amigos y compañeras de camino romper una amistad enriquecedora o una relación intelectualmente valiosa por enconos partidarios o radicales posturas de bando. Por plantear este dolido panorama, al venenoso lo acusan de cándido y lo educan en obviedades, como si no supiera nada de la muy sucia política mexicana y no hubiera votado con la tinta indeleble de su aguijón en las últimas siete elecciones presidenciales. Pero el escorpión les asegura, como buen pesimista, estar consciente del aserto del filósofo del diamante Yogi Berra: “Si el mundo fuera perfecto, no sería mundo”. Con todo, el alacrán lamenta ser testigo de estos pleitos de callejón entre sus conocidos, así como los desacuerdos políticos con muchos de sus queridísimos amigos. Será por la temporada de canalladas.

DESDE HACE MÁS DE UNA DÉCADA EL RASTRERO HA VISTO A LOS HERMANOS Y HERMANAS DISTANCIARSE POR CUESTIONES POLÍTICAS.

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E l Cultural S Á B A D O 2 0 . 0 1 . 2 0 1 8

SERGIO RAMÍREZ

“UNA NOVELA TIENE EL PAÍS QUE SE MERECE” 2017), Sergio Ramírez ha retratado a su país, sus personajes y la intensidad de su vida cotidiana, mostrando también a todo un continente. El acta del jurado del Premio Cervantes afirma que la obra de Ramírez: “refleja la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte, todo ello con excepcional altura literaria y en pluralidad de géneros, como el cuento, la novela y el periodismo”.

Con la noticia de un temblor en Nicaragua comenzó esta charla, en la que minutos después Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) confesó: “El Premio Cervantes fue un terremoto en mi vida”. Narrador, periodista, político y abogado, ha vivido sus oficios con pasión, aunque algunos fueron producto de las circunstancias. Desde su primer libro, Cuentos (1963), hasta el más reciente, Ya nadie llora por mí (Alfaguara,

Por

ESGRIMA

¿Cuáles son los momentos que han cambiado su vida a lo largo de los años? Haciendo una recapitulación, algunos son trágicos, otros felices. El primero que puedo recordar es cuando yo me fui de mi pequeño pueblo de Masatepe a estudiar derecho a la universidad. A los 16 años salí de un pequeño pueblo de 3 mil habitantes, de la meseta cafetalera de Nicaragua, hacia una ciudad desconocida que apenas tenía 70 mil habitantes pero en términos nicaragüenses era una verdadera urbe. Y mi vida cambió radicalmente de ambiente, de estilo. Yo vivía en una especie, digamos, de arcadia, y de repente me encontré la situación en las calles, la lucha constante contra la dictadura de Somoza. En enero de ese año [1959], la dictadura cubana de Batista acaba de caer, y ver que el derrocamiento de las dictaduras era posible por la vía armada contribuía a la agitación, no sólo en Nicaragua sino en muchos lugares de América Latina. Hubo distintos movimientos armados en mayo, cuando yo llegué a la universidad, y un saldo trágico porque en julio de ese año, una de las representaciones en la que yo participaba fue atacada a balazos por un pelotón del ejército de Somoza. Hubo cuatro estudiantes muertos, más de sesenta heridos; me considero un sobreviviente de esa tarde del 23 de julio. Un cambio radical en mi vida, el primer mojón sembrado en mi camino. Veinte años después, una fecha inolvidable: el triunfo de la revolución en Nicaragua, el 19 julio de 1979. Fue una vida nueva para mí. Luego, en 1996, mi ruptura con el frente sandinista y la política. Volví a la literatura, mi antiguo oficio, y bueno, cuando gané el Premio Alfaguara, en 1998, fue una reinserción oficial en el mundo literario. Hace veinte años. Y bueno, hasta el Premio Carlos Fuentes, en 2015, que significó mucho para mí, y ahora el Premio Cervantes, hablando de mi vida literaria y dejando atrás la política. ¿Qué representa el Premio Cervantes? Ha sido una especie de terremoto en mi vida. Desde que hicieron el anuncio me han sacado de mis carriles, desde noviembre hasta ahora no he podido reiniciar mi rutina de escritor. Y estamos en los preparativos de la ceremonia porque se trata de distintos actos y hay que prepararse para eso. Pero yo

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ALICIA QUIÑONES

espero, una vez que pase la ceremonia del 23 de abril, ya sentarme a escribir; creo que lo peor de un premio es que lo saca a uno de su escritura en lugar de que le infle sus velas para seguir escribiendo. La política y la literatura, como dijo en Oficios compartidos, son “una sola vivencia”. ¿Sigue siendo así? Una sola vivencia en el sentido de que uno quiere cambiar al mundo a través de la literatura, crear un mundo nuevo a través de las palabras. Y uno quiere cambiar el mundo a través de una revolución en la realidad. Pero los dos resultan, al fin y al cabo, asuntos imaginarios. Al mundo lo conmueve pero no lo cambia una revolución, esa es al menos mi experiencia. Por otro lado, el oficio político y el literario son contradictorios; si no fuera porque estuvo de por medio la revolución yo jamás me hubiera ocupado de la política. Nunca me vi candidato a diputado o a cualquier cargo de elección. Se trataba de un cambio profundo que se le proponía al país, y yo me vi involucrado en eso —vamos a usar la palabra— con mucha felicidad, porque yo creía en el cambio, en la necesidad del cambio. Pero al fin y al cabo, el oficio de la política es público y el oficio de escribir es privado: un asunto absolutamente individual, de disciplina. Si no hay otro remedio hay que buscar cómo conciliarlos. Cuando me di cuenta de que me iba a quedar sin escribir, busqué las horas para escribir durante la madrugada. Mi novela Castigo divino fue escrita en medio de la guerra, en medio del conflicto, y bueno, salí adelante. La voluntad y la disciplina son esenciales para este oficio.

Arte digital > STAFF >La Razón

LO PEOR DE UN PREMIO ES QUE LO SACA A UNO DE SU ESCRITURA EN LUGAR DE QUE LE INFLE SUS VELAS PARA SEGUIR ESCRIBIENDO.”

Ya nadie llora por mí es una fotografía del Managua de hoy, de una Nicaragua corrupta. La literatura como un compromiso con nuestra realidad. Una novela tiene el país que se merece, o el país tiene la novela que se merece. Lo que hago es describir lo que ocurre en Nicaragua como en otros países de Centroamérica, donde las reglas éticas han sido desplazadas y sustituidas por el arribismo, la nueva especie del nuevo rico, el que quiere ser rico de la noche a la mañana y no importan los medios, la complicidad y el aparato de Estado, el aparato judicial, la debilidad de las instituciones públicas. Todo eso es el paisaje de la novela, además de la Managua contemporánea. América Latina parece llevar una gran herida y estos momentos no son la excepción. Yo realmente no tengo una visión pesimista. Si comparamos con la América Latina de los años setenta u ochenta, plagada de dictaduras militares, desaparecidos, tumbas militares, niños arrancados de sus padres para ser entregados en adopción forzada, las alianzas militares en Argentina, Uruguay, Brasil, lo que ocurrió en Centroamérica, la guerra... a mí me parece que la situación ha cambiado. No hemos sido capaces de crear ciudadanía. Pero esto no tiene que ver con los países atrasados: veamos qué sucede en Estados Unidos, qué clase de elección hizo ese pueblo. Parece un defecto de la democracia representativa. La pregunta es si se puede sustituir este sistema. Yo creo que no. Y tenemos una experiencia muy negativa. Volviendo a los libros, ¿cuáles son sus afinidades literarias? Cuando escribo una novela lo que hago es leer poesía. Una novela tiene un ritmo y la poesía ayuda muchísimo. Siempre recurro a Baudelaire, por ejemplo, que me ayuda a ponerme en camino. También José Emilio Pacheco, que me ayuda a encontrar la clave de la prosa. Paso por Anton Chéjov, Maupassant. Leo a los más jóvenes que yo, tengo mucho que aprender de ellos; leo a mis contemporáneos y a mis clásicos. La lectura es un abanico de posibilidades. La otra cara de la moneda de escribir.

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