diariodelmisterio@gmail.com www.diariodelmisterio.com 1 Diario del Misterio Periódico Digital Semanal - G R A T U I T O - nº20 (Abril 2011)
Relato de terror: "Me casé con una bruja" (El Diario del Misterio) Andrés Gandía No nos confundamos, cuando hablo de bruja no lo hago en sentido peyorativo ni insultante. Entiendo por tal aquella persona que tiene un sexto o séptimo u octavo sentido para ciertas cosas. Podríamos hablar de personas sensitivas, de precognición, de transmisión de pensamientos…Esas cosas. En el caso de que les hablo, mi santa esposa, no tiene ninguna afición al esoterismo ni a cosas similares. Ni siquiera quiere hablar de ello. Incluso le da miedo. Pero lo cierto es que las cosas suceden, aunque sea a su pesar. La semana pasada, sin ir mas lejos, sonó el timbre de la puerta en casa de mi hija, en donde estábamos pasando la tarde, y mi mujer dijo, como si tal cosa: “son nuestros consuegros”.
“Imposible”, dijo mi hija, “ellos siempre llaman antes de venir”. Evidentemente, mi mujer había acertado. Y el caso es que yo lo supe desde el primer instante. Esta anécdota, por si misma, no significa nada. Pero si hay acontecimientos que se suceden con frecuencia y resultan inexplicables, uno ya empieza a sospechar. Por ejemplo, los sueños. En una ocasión soñó que un profesor del Instituto de Enseñanza Media en donde ambos habíamos cursado el Bachillerato, al cual no veíamos, ni sabíamos de él desde hacía años, fallecía desgraciadamente, a una edad alrededor de los cincuenta años. Meses después mi suegra nos dijo por teléfono (nosotros no vivimos en nuestro pueblo natal, en donde pasamos nuestra niñez y juventud) que Don Enrique había fallecido. Le había encontrado su mujer sin vida en la cama al levantarse. Al parecer fue
un derrame cerebral o algo parecido. Sueños premonitorios, como el descrito ha tenido unos cuantos, muy a su pesar. Tan es así que yo le ruego que me aparte de sus pensamientos cuando tenga que soñar, por si acaso. Y no es para tomarlo a broma. En otra ocasión soñó que fallecía su propio padre, con sesenta y tantos años. En realidad, el que estaba enfermo desde hacía tiempo y, además, sin remedio, era mi padre, que tenía más o menos, la misma edad. Había entrado en coma en varias ocasiones y en cada una de ellas, nos habían llamado para que viajáramos urgentemente, “porque el médico ha dicho que papá no pasa de esta noche”. Cuando llegábamos, en ocasiones, había salido del coma y nos preguntaba “¿qué hacéis vosotros aquí, si hoy no es fin de semana?”. El padre de ella gozaba de buena salud para su edad, por lo que yo atribuí el sueño a una confusión del
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subconsciente. Pues bien, unos pocos meses después del sueño, una tarde, nos llamaron con la alarma que se había repetido en otras ocasiones: mi padre estaba muy mal. Viajamos al atardecer y llegamos a la hora de la cena, más o menos. Mi padre había mejorado, dentro de su gravedad. Cenamos y nos disponíamos a ir a la cama, en casa de mi familia, cuando mi suegra, su madre, llamó por teléfono diciendo que fuéramos corriendo a su casa, porque su marido estaba muy mal. Nos vestimos rápidamente y fuimos a ver qué pasaba. Tardamos muy poco ya que las casas de nuestras dos familias están a cinco minutos; pero cuando llegamos mi suegro había fallecido. Un ACV se lo había llevado por delante repentinamente. Mi padre falleció también, pero varios meses después y cuando