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La Toxicidad nuestra de cada día

Al dominicano, y al ser humano en general, es “con lo que se le coge”. Cuando no es Yailin y Anuel, es Tekashi 69; cuando no es el alza de los precios de la canasta familiar, es que ya casi estamos en campaña; cuando no es feminicidio, es la trata de menores; cuando no es la película de “La Sirenita”, es la fulana “Barbie”. En fin, precisamente en torno a esa intensidad cultural ante la cotidianidad, es el turno de abordar la toxicidad, un concepto que responde a muchas de las realidades que hoy estamos viviendo y, en definitiva, la corriente, filosofía o naturaleza del individuo que no goza de estabilidad mental y para colmo, tampoco es un asiduo buscando de Dios.

Hoy día, esa intensidad con la que nos empujan la información, ese afán de que se hable de lo que los “mass media” (medios de comunicación de masas) consumen, todo el show mediático y sus derivados, es producto de una debilidad infundada hacia lo tóxico. Lo tóxico está de moda y como cristianos sé que es difícil ir contra la corriente, ser la oveja blanca que promueva lo bueno dentro de una rutina social donde “lo bueno” no es precisamente lo que dé visitas y alcance.

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En torno a esa misma toxicidad, es un trabajo de autoanálisis que te invito a que hagamos juntos. ¿De qué bando estás tú frente a esta vorágine de toxicidad en muchos ámbitos? ¿Eres agua o eres fuego? ¿Eres de los que le hace 10 llamadas a tu pareja en 20 minutos cuando no te toma el teléfono y desconoces dónde se encuentra? ¿Eres de los amigos que escriben por WhatsApp y si no contestan en media hora le plantas varias llamadas reclamando, sin saber si la persona simplemente está ocupada? ¿Eres de los que siempre piensa en negativo ante las cosas o tienes que trabajar en el optimismo?

¿Tienes la mente “cochambrosa” o aún gozas de ingenuidad?

Te sigo preguntando ¿Qué tanto promueves la toxicidad en tu vida?

¿Te consideras un ente de paz o eres caldo de cultivo para que la toxicidad aumente?

Hay una frase que el Padre Geovanny, perteneciente a la comunidad pastoral de San Juan Bosco, que se ha marcado mi vida, citó: “el cristiano tiene que pensar bien de sus hermanos, aunque se equivoque”. Me parece perfecto traerla a colación con respecto al tema de la toxicidad - sin duda alguna, es así.

Muchas veces, y para colmo, sin darnos cuenta, en vez de ser el agua que apacigua a las ovejas, somos la mecha que solo espera un escape de gas para prenderse; somos esa pieza que llega a los lugares a echarle más leña al fuego. Y no me culpo ni les culpo, es lo que más vemos, es el pan nuestro de cada día y, por ende, estamos yendo por la vida esparciendo el mismo odio que recibimos.

El “kit de la cuestión” está, precisamente, en asumir la tarea diaria de ser la calma que todos necesitan, fungir como ese ente de concordia y paz en tiempos de extrema turbulencia.

No es que vivamos enajenados y distantes del mundo; no es que vivamos en un cuento de hadas frente al contexto sociocultural; es que saquemos las mismas agallas con las que nos dota Dios, para remar mar adentro con rostro de victoria en medio de la hoguera donde nos ha tocado coexistir.

No es imposible, pero sí retador. Vístete de paz todos los días y la eternidad la tendremos ganada.

En torno a esa misma toxicidad, es un trabajo de autoanálisis que te invito a que hagamos juntos. ¿De qué bando estás tú frente a esta vorágine de toxicidad en muchos ámbitos? ¿Eres agua o eres fuego? ¿Eres de los que le hace 10 llamadas a tu pareja en 20 minutos cuando no te toma el teléfono y desconoces dónde se encuentra? ¿Eres de los amigos que escriben por WhatsApp y si no contestan en media hora le plantas varias llamadas reclamando, sin saber si la persona simplemente está ocupada? ¿Eres de los que siempre piensa en negativo ante las cosas o tienes que trabajar en el optimismo? ¿Tienes la mente “cochambrosa” o aún gozas de ingenuidad?