Editorial En un artículo que inauguró el No. 0 de la revista Croquis y que luego fuera reeditado por la revista Arquitecturas No. 2, Josep Quetglas escribe una carta a su amigo y compañero de aulas Carles Martí, para discutir sobre la manera en la que se enseñaba, por ese entonces, arquitectura en la Escuela de Barcelona. El texto se titula “El papel antimoscas” y, dividido en cuatro preguntas, discute la diferencia entre enseñar y aprender a proyectar, primero estableciendo si se trata de dos actividades diferenciadas; luego, preguntándose si es lo mismo que enseñar y aprender arquitectura; el cómo se enseña y aprende a proyectar; y, por último, si enseñar y aprender a proyectar debe ser la actividad vertebradora de una Escuela de Arquitectura. Preguntas que, sin duda, Quetglas no fue el primero ni el último en hacerse. Más desde el oficio que muchos arquitectos hemos escogido al estar impartiendo clases en la Universidad. La dirección propuesta en el artículo es contundente: Para mí, la arquitectura se enseña en-señando, es decir, dando señas que hagan ver, que interpreten, que expliquen, que presenten la arquitectura: la arquitectura de los maestros y la arquitectura abstracta de todos los tiempos. Ésa creo que debe ser la actividad prioritaria, a la que más tiempo y cuidado le dediquemos: una actividad sin sentido técnico, quiero decir no adiestradora de ninguna otra cosa u operación distinta de sí misma, una actividad contemplativa –si pudiera decirse así –, en el mismo sentido en que es “actividad” y es “contemplativo” asistir a una ceremonia religiosa. Los lectores del No. 5 de la revista dearquitectura , que hemos titulado como “La forma del proyecto”, encontrarán en las primeras páginas artículos escritos por profesores de proyectos de tres Escuelas de Arquitectura en Colombia: los Andes, la Nacional de Bogotá y la Nacional de Medellín, de varias generaciones. En ellos, se encontrarán los resultados de las discusiones que en estas escuelas se han dado respecto al cómo enseñar a proyectar. Discusiones que, en muchos casos, se iniciaron a finales de la década de los 90, cuando muchas Escuelas cambiaron el nombre de los talleres de diseño por el de talleres de proyecto. En Uniandes, por ejemplo, los profesores discutíamos que si bien se sobreentendía el cometido instrumental de los talleres, el cambio se debería dar con la idea de construir una teoría del proyecto, es decir, proponer desde el departamento, una argumentación sobre diferentes aproximaciones o métodos de proyectar en arquitectura. Los artículos que componenen este número son, en muchos casos, las conclusiones de estas discusiones que llevan más de una década. La segunda parte de la revista, dedicada a proyectos, se enfoca en presentar una serie de ejemplos que intentan ilustrar la manera en la que las nuevas generaciones están asimilando esta manera de enseñanza de la arquitectura, recopilando trabajos hechos a lo largo y ancho del país en la última década. Es la primera vez en que podemos confrontar el qué se está enseñando con el qué se está haciendo. Con este número dearquitectura propone el inicio de una reflexión que no da más espera, porque si bien tanto en la Universidad como su ejercicio profesional muchos arquitectos intentan desarrollar una y otra actividad de manera comprometida y responsable, lo cierto es que al salir a la calle de casi cualquier ciudad, pueblo o vereda y ver qué se está construyendo, surge la pregunta: ¿dónde está esta arquitectura que enseñan las escuelas? No estamos apostando por una manera de entender la enseñanza del proyecto. Esperamos sólo que se hagan explícitas las diferentes posturas que hay sobre la materia y empezar a discutir cómo estas se ven reflejadas en la construcción de nuestro espacio habitable. Porque, al final, ¿no es el sueño de toda escuela, lograr que la realidad se transforme positivamente a partir de lo que enseña? María Cecilia O’Byrne
[ 2 ] dearquitectura 05. Diciembre de 2009. ISSN 2011-3188. Bogotá, pp. 4-15. http://dearquitectura.uniandes.edu.co