
En un colorido bosque lleno de árboles altos y animales juguetones, vivía un simpático conejito llamado Pom.
Pom siempre estaba rodeado de amigos, pero un día, decidió explorar un mismo.


Con su pequeña mochila a cuestas, Pom se aventuró fuera de su madriguera. Pronto, se encontró con un camino lleno de flores brillantes y suaves mariposas que revoloteaban.
Pom sonrió y decidió seguir el camino, preguntándose qué cosas emocionantes encontraría.


A medida que caminaba, Pom descubría pequeñas piedras coloridas en el suelo. Decidió recoger algunas y guardarlas en su mochila. "¡Esto es divertido!", pensó Pom mientras sentía la emoción de hacer algo por sí mismo.

Después de un rato, Pom llegó a un pequeño arroyo con patitos nadando.
El conejito se preguntó cómo cruzar el agua y recordó que su mamá siempre le había enseñado a ser valiente; entonces, Pom encontró unas piedras para saltar y cruzó el arroyo con cuidado.

A lo lejos, Pom vio un hermoso arco iris. La curiosidad lo llevó hasta allí, y cuando llegó, notó que el sol brillaba sobre las hojas verdes de los árboles.
Pom estaba feliz de haber explorado el bosque por sí mismo.
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Más tarde, cuando volvió a su madriguera, Pom le contó a su mamá sobre sus aventuras.
La mamá conejo sonrió y le dijo:
"¡Qué valiente eres, Pom! Has aprendido a hacer cosas por ti mismo. Eso se llama autonomía, y es maravilloso que puedas explorar y descubrir nuevas cosas".

Desde ese día, Pom siguió explorando el bosque, aprendiendo y creciendo; aunque a veces extrañaba a su mamá y a sus amigos, sabía que la autonomía le permitía descubrir un mundo lleno de sorpresas.
Así, el alegre conejito continuó su camino, listo para nuevas aventuras en el hermoso bosque que llamaba hogar.

