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EL AÑO DE LA FE EN NUESTRO CAMINAR PASTORAL IV CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL DIÓCESIS DE CARTAGO

INTRODUCCIÓN: El Año de la Fe, tiempo de gracia. Muy queridos sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas y fieles laicos: 1.- Con la Carta Apostólica Porta Fidei, del 11 de octubre de 2011, el Santo Padre el Papa Benedicto XVI convocó el Año de la fe. Ha comenzado el 11 de octubre de 2012, fecha del 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. 2.- El Año de la fe se propone una renovada conversión a nuestro Señor, un mayor aprecio de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes de la presencia de Jesús Resucitado y a la vez señalar la puerta de la fe a todos aquellos que buscan a Dios. Se trata de llevar a la práctica lo dicho en Aparecida: “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (DA, 18). 3.- Me han sugerido la conveniencia de dirigir una carta pastoral con el tema de la fe, aprovechando este tiempo de gracia del Año de la Fe y del Año Eucarístico. Con sumo agrado acojo esta sugerencia y ofrezco a todos mis queridos diocesanos, sacerdotes, seminaristas, miembros de la vida consagrada y fieles laicos, esta carta pastoral con el fin de comprometernos más cada día a dar razón y testimonio de nuestra fe, como María la primera creyente en Jesucristo nuestro Salvador. 4.- El Año Eucarístico que nos prepara para la gran celebración del IV Congreso Eucarístico Nacional en la Ciudad de Cartago, en abril de 2013, nos ha de llevar a todos, pastores y fieles a una profunda renovación de nuestra fe y amor a Jesús Eucaristía. Estemos atentos para escuchar la voz del Señor y poner en práctica lo que el Espíritu Santo dice a nuestra Iglesia ( Ap. 2,7). 5.- “Los cristianos de hoy, debemos vivir como San Pablo: en la fe del Hijo de Dios, que nos amó y se entregó a Sí mismo por cada uno de nosotros” (cfr. Mons. José Francisco Ulloa, Carta Pastoral: La Fe es un don, la misión una tarea 10) 6.- Somos conscientes de los problemas y desafíos que debe afrontar hoy la fe. Por ello, si la fe no se renueva y fortalece, mediante una convicción profunda y un encuentro personal con Jesucristo, todo proyecto y esfuerzo pastoral sería ineficaz.


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7.- El Año de la Fe coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes acontecimientos que han marcado la vida de la Iglesia de nuestros tiempos: los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II y los veinte años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Este ha de ser el marco que ha de guiar nuestras reflexiones. Espero y deseo que este Año de la Fe renueve en profundidad nuestra Iglesia Diocesana de Cartago. Esto lo pido con mucho fervor a Nuestra Señora de los Ángeles, peregrina de la fe y estrella de la nueva evangelización.

I.

LA FE, VIVENCIA DEL ENCUENTRO CON CRISTO

Obstáculos a la fe 8.- El Papa Benedicto XVI con el Año Santo nos está llamando a un tiempo para renovar y fortalecer la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios. Esta fe, muchas veces la damos por supuesta, y al respecto el Papa nos advierte: “Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y prácticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas” (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei 2). 9.- Más aún, hoy se habla de un analfabetismo religioso o de una ignorancia religiosa. Sobre este tema, nos dice Benedicto XVI: “En el encuentro de los cardenales con ocasión del último consistorio, varios Pastores, basándose en su experiencia, han hablado de una analfabetismo religioso, que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y llegar, por tanto, a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho, nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra” (Benedicto XVI, Homilía de la Misa Crismal, 5 de abril 2012). 10.- En mi Carta Pastoral: “La Fe es un don, la misión una tarea, Jesucristo Camino, Verdad y Vida”, escribí: “… existen situaciones que ponen en peligro la vida cristiana e interpelan constantemente nuestra identidad cristiana, por este motivo nos preguntamos: ¿somos cristianos convencidos del don de la fe que hemos recibido?. ¿Podemos dar razón de nuestra fe?. ¿Nos esforzamos por vivir la fe que profesamos o simplemente nos dejamos llevar por el ambiente y por las corrientes anticristianas que se presentan hoy en algunos medios de comunicación?. Estas situaciones son muy complejas y no resulta fácil para los padres de familia y sobre todo para los jóvenes, discernir cómo debe actuar un cristiano en tales circunstancias. Hoy se ofrecen modelos sociales de comportamiento que se


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oponen abiertamente a los principios del Evangelio de Jesús y a la visión cristiana de la persona humana, del matrimonio, de la familia y de la vida, y para muchos no resulta fácil seguir y practicar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia y así poder responder con fidelidad al amor de Dios”(No. 7). El Papa Benedicto XVI nos lo dijo claramente en Aparecida: “el rico tesoro del Continente Americano… su patrimonio más valioso: la fe en Dios amor…corre el riesgo del seguir erosionándose y diluyéndose de manera creciente en diversos sectores de la población”. (DA 13) 11.- En la misma carta en el número 11 escribo: “…para los cristianos del siglo XXI, creer en Jesús, seguir a Jesús, dar testimonio de la fe es ir contra corriente, es vivir la fidelidad en las situaciones de cada día. Pareciera que hoy las palabras no convencen, los discursos aburren; sólo el testimonio atrae y contagia. Su Santidad Pablo VI decía: “En el mundo de hoy se escucha con mayor agrado a los testigos que a los maestros y si se escuchan a los maestros es porque son también testigos” (EN 14). Por ello, el cristiano en la medida que vive su fe y su compromiso personal con Cristo, con coherencia y amor, se convierte en testimonio vivo dentro del ambiente donde se mueve, capaz de llevar a muchas personas al encuentro con Jesucristo y acercarlos al amor de Dios”. 12.- Ante esta situación, brevemente descrita, es necesario que los creyentes activemos nuestra experiencia de fe; una fe que no sólo sea capaz de sostener nuestra vida de cristianos, sino que pueda ser propuesta a los que buscan sentido y compañía en su vida. “Por eso, también es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe… Como afirma San Agustín, los creyentes “se fortalecen creyendo”… Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios” (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei, no. 7).

La fe, encuentro personal con Cristo 13.- La fe es un encuentro vivo, personal y real con Jesucristo. Transmitir la fe significa crear en cada lugar y en cada tiempo las condiciones favorables para que se realice este encuentro entre los hombres y Cristo. La finalidad de toda acción evangelizadora de la Iglesia es la realización de este encuentro, al mismo tiempo personal, público y comunitario. Como lo ha afirmado el Papa Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, 1). 14.- La fe siempre empieza con un encuentro con Jesús. Algunas personas entraron en contacto con Jesús y se quedaron con Él. Por este encuentro sus vidas recibieron un nuevo significado. En los Evangelios encontramos diversas formas de este encuentro: Jesús camina por la orilla del lago; llama a dos parejas de pescadores, que lo siguen


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inmediatamente (cfr. Mt 4,18-22); lo mismo sucede con Leví o Mateo, el recaudador de impuestos (cfr Mt 9,9). Luego se nos da la lista de los doce apóstoles (cfr Mt 10,2-4); el Evangelio de San Marcos por su parte nos dice: “Jesús llamó a los que quiso y se fueron con Él. El instituyó doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3,1314). En el Evangelio de San Juan, algunos discípulos de Juan Bautista han oído hablar de Jesús. Toman la iniciativa y le preguntan dónde vive. “´Él les dijo: vengan y verán”. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día; eran como las cuatro de la tarde” (Jn 1, 41). También se encontraron con Él algunas mujeres, como la mujer pecadora que le cambia toda su vida (cfr Lc 7,36-50). Estos encuentros con Jesús nos hacen pensar que algo muy fuerte ocurrió en estas personas durante este primer encuentro. 15.- El encuentro personal con Jesús, gracias a su Espíritu, es el gran don de Dios Padre a los hombres y mujeres. Es un encuentro, al que nos prepara la acción de su gracia en nosotros. Es un encuentro, en el cual nos sentimos atraídos, y que mientras nos atrae nos transforma, llevándonos a dimensiones nuevas de nuestra identidad de vida, haciéndonos partícipes de la vida divina (cfr 2 Pe 1,4). Es un encuentro, que transforma lo pasado y asume la forma de cambio o metanoia, es decir de conversión, como Jesús mismo pide con fuerza, al comienzo de su predicación: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). 16.- La fe como encuentro con la persona de Cristo nos lleva a una relación con Él, de manera particular en la Eucaristía y en la Palabra de Dios, y crea en nosotros la mentalidad y los sentimientos de Cristo, que con la gracia del Espíritu Santo, nos hace reconocernos como hermanos congregados en su Iglesia, para ser testigos y misioneros del Evangelio. Es un encuentro que nos hace capaces de hacer cosas nuevas y de dar testimonio, gracias a las obras de conversión y de transformación de nuestra vida. 17.- La fe no es una ideología, un conjunto de normas morales de comportamiento o una tradición o costumbre social. La fe es aceptar personalmente a Cristo. Es necesario creer con el corazón. “Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación” (Rom 10,10). “El corazón indica que el primer acto con que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia, que actúa y transforma a la persona hasta en lo íntimo” (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 10) 18.- La fe, además de ser una adhesión personal al Señor, es un acto comunitario. Cuando digo “creo” debe también significar “creemos”. “Creo” es la fe de la Iglesia comunidad profesada personalmente por cada miembro creyente, principalmente en el bautismo. “Creemos”, es la fe de la Iglesia confesada por los Obispos con el Papa, cuando se reúnen en Concilio o por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo” es también la Iglesia nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir “creo”, “creemos”. (cfr Catecismo de la Iglesia Católica 167).


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Testigos de la fe 19.- En el recorrido de mis visitas pastorales por las diversas comunidades que conforman nuestras parroquias, he constatado en todas ellas, el valor testimonial de fe de muchos cristianos: jóvenes, matrimonios, catequistas, animadores de comunidad, ministros extraordinarios de la Comunión, que dedican su tiempo, su trabajo, su talento y su vida con amor al servicio de la Iglesia en las diversas áreas de pastoral: profética, litúrgica y de caridad o social y otros cristianos que se esfuerzan por vivir y ser fieles a la fe que profesan. También sacerdotes que se gastan y desgastan por el bien de sus fieles, compartiendo su fe y esforzándose por formarla. De manera particular, la fe se manifiesta en la caridad; la caridad sin fe es mero servicio social o filantropía. Todo servicio o ministerio que se realice en la comunidad eclesial ha de estar impregnado de fe y amor, como nos lo recuerda San Pablo: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad” (I Cor 13,13). Con palabras más fuertes, el apóstol Santiago dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?. ¿Podrá acaso salvarlo la fe?. Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimentos diario y alguno de ustedes le dice: “Vayan en paz, abríguense y sáciense”, pero no le da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?. Así también es la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin obras, y yo con mis obras te mostraré la fe” (Sant 2,1418). (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei, 14). 20.- El Año de la Fe, será por lo tanto, una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad y así promover una mejor organización de la pastoral social en nuestras comunidades, como prioridad pastoral, para que con la fe podamos reconocer en cuantos nos piden amor, el rostro del Señor resucitado. “En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo los hicieron” (Mt 25,40). Es la fe, la que permite reconocer a Cristo en nuestro prójimo, y es su mismo amor el que estimula a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras se expresa en las obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en sus necesidades materiales y espirituales. 21. “Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza” (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei 9). Hoy más que nunca es urgente que los creyentes den testimonio de su fe en los distintos ámbitos de la sociedad y realidades culturales: en la esfera política, económica, en el mundo laboral, en el campo de la educación, en los lugares de sana diversión, en los ambientes deportivos y en toda parte y lugar. No debemos avergonzarnos de ser cristianos, de profesar nuestra fe católica, de dar razón de nuestra esperanza, de iluminar realidad con la luz de Evangelio y sobre todo, de vivir con coherencia según nuestra fe, los principios y valores cristianos, tomando las decisiones y opciones de la vida, con fidelidad a Cristo y su Evangelio, aunque eso conlleve algunas veces “nadar contra corriente”, no ajustarse a la mentalidad y criterios de este mundo (cf.


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Rm 12,2) o a las modas que se imponen en la sociedad, tantas veces contrarias a los valores cristianos. Como bien nos lo indica el Santo Padre: “La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó” (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei 6). 22. Este llamado a ser testigos de la fe en el mundo, si bien es cierto atañe a todo creyente, de manera particular es una exigencia para los sacerdotes, quienes debemos hacer presente a Cristo, con la vida, palabras, gestos y en la totalidad de nuestra persona, como signo sacramental de Cristo cabeza y pastor. La razón de ser de la vocación sacerdotal está en una vida de total configuración con Jesucristo, que se alimenta del renovado encuentro con Él, para testimoniarlo, ofrecerlo a los demás y fortalecer la fe de sus hermanos, dando testimonio de una vida alegre, plena y renovada, que suscita el deseo de conocer a Jesús el Señor, de seguirlo y amarlo; según lo refleja la vida y la fe del sacerdote. La manera como compartimos la fe con nuestros hermanos en las comunidades: orando con ellos, compartiendo la Palabra, adorando juntos a Cristo en la Eucaristía. El cariño con el cual acogemos a las personas, nos hacemos presentes en sus familias, sobre todo en los momentos de dolor y dificultad; así como el amor con el cual servimos, especialmente a los más pobres y necesitados: todo ello es un reflejo y manifestación de la autenticidad de nuestra fe. 23. Así pues, todos los que nos reconocemos discípulos del Señor en virtud de nuestro bautismo y en razón de la vocación específica a la cual hemos sido llamados por Él, debemos asumir con gozo y valentía un auténtico y coherente testimonio de vida que manifieste nuestra fe con claridad. La fe, dice el Santo Padre, “tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin”. (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei 15). 24. La familia, Iglesia doméstica está llamada a transmitir la fe, por tal motivo exhorto cada una de las familias de nuestra Diócesis que asuman con mayor responsabilidad esta tarea en este Año de la Fe. En cada una de nuestras parroquias no se deben escatimar esfuerzos encaminados a fortalecer la fe de las familias. A los padres de familia, les pido encarecidamente que la fe se renueve cada semana con la participación en la Eucaristía. Recuerdo las bellas palabras del papa Benedicto XVI: “Es necesario aprender, antes de nada en familia, a creer en el amor auténtico, el que viene de Dios y nos une a él y precisamente por eso «nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea “todo para todos” (1 Co 15,28)» (Deus caritas est, 18)


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25. “Cero miedo”, lema que más ha resonado este año en los labios de muchos jóvenes que con entusiasmo viven su fe. Sí, queridos jóvenes, no tengan miedo, de ser testigos de la fe, de llevar a otros jóvenes al encuentro con Cristo y ser los protagonistas en la construcción de la civilización del amor. Los jóvenes son la Iglesia joven de nuestra Diócesis, vivan la fe con alegría, con esperanza y con la sensibilidad que les caracteriza por los más necesitados. Los “itinerarios de educación en la fe” serán el mejor camino de crecer en su compromiso cristiano que los librará de horizontes perversos que pueden arruinar sus vidas. 26. Nuestra Diócesis cuenta con un grupo considerable de indígenas que pueblan parte del territorio del Cantón de Turrialba, ellos poseen un patrimonio cultural muy rico, ellos aman y cuidan la naturaleza, ellos poseen un profundo sentido religioso. Estos pueblos indígenas han de formar parte especial de nuestra atención pastoral, debemos continuar mostrándoles a Jesucristo como Camino, Verdad y vida; debemos llevarles la novedad del Evangelio. La Zona Indígena ha de ser la prioridad misionara de los fieles cristianos que formamos la Iglesia que peregrina en Cartago.

El Año de la fe en nuestra Diócesis 27.- En el primer Plan Pastoral Diocesano uno de los deseos profundos es hacer de nuestra Iglesia Diocesana de Cartago una Iglesia con dimensión kerigmática, atendiendo el pedido de Aparecida: “En nuestra Iglesia debemos ofrecer a nuestros fieles un encuentro personal con Jesucristo, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral” (DA 226). Para lograr este cometido hemos elaborado un itinerario o proceso de crecimiento integral y profundización de la experiencia de fe, en el encuentro permanente y constantemente renovado con Jesucristo, encuentro personal y comunitario, en cuatro etapas: Conversión, Discipulado, Comunión y Misión (Cfr. Aparecida, 278). Un camino de conversión, que transforma nuestras personas y como consecuencia nuestra sociedad. El instrumento para alcanzar este propósito es el retiro kerigmático que se está impartiendo en todas las parroquias con mucho éxito. En primer lugar lo han de vivir todos los Agentes de Pastoral, quienes se convertirán en los misioneros para todos demás cristianos que quieran tener un encuentro con Jesucristo. 28.- En mi Carta Pastoral sobre la Parroquia he señalado como una de sus tareas fundamentales: “formar a sus fieles en la fe y así convertirse en comunidad de fe, donde ésta se recibe, se vive y se transmite” (No. 7). Nuestras familias han sido transmisoras de la fe. Debemos prestar una atención especial a las familias y animarlas para que continúen transmitiendo la fe a sus miembros. Uno de los medios que ha practicado la familia en su seno es el rezo del Santo Rosario. El Año de la fe es tiempo muy propicio para motivar el rezo del Rosario personalmente, en familia y en comunidad y dejarnos guiar de María, modelo de fe, en la meditación de los misterios de Cristo, para que día a día podamos asimilar el Evangelio, de tal forma que modele toda nuestra vida.


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29.-Hemos iniciado el Año de la Fe con una Hora Santa en las parroquias, el mismo día de la apertura en Roma. El sábado 13 de octubre de 2012, peregrinamos con la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles y Santiago Apóstol y finalizamos con la celebración de la Eucaristía en la Santa Iglesia Catedral para confesar la fe en el Señor Resucitado. Procuremos que cada parroquia organice la peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, tomando como modelo de fe a la Virgen María, Estrella de la Evangelización. También, durante el Año Santo se organizará en cada parroquia de las Vicarías una peregrinación con la imagen de Santiago Apóstol, Patrono de la Diócesis. Es importante también que sigamos impulsando la Lectura Orante (Lectio Divina) de la Palabra de Dios). Como expresión de la caridad, promovamos la campaña de la solidaridad en la Cuaresma.

Indulgencia Plenaria por el Año de la fe 30.- El Santo Padre Benedicto XVI ha concedido a los fieles la indulgencia plenaria con motivo del Año de la Fe. Durante este el Año de la Fe, todos podremos alcanzar la Indulgencia de la pena temporal por los propios pecados, impartida por la misericordia de Dios, también, aplicable en sufragio de las almas de los fieles difuntos, todos los fieles verdaderamente arrepentidos, debidamente confesados, que hayan comulgado sacramentalmente y que recen por las intenciones del Santo Padre. El documento faculta al Obispo para determinar las formas y los días para ganar la indulgencia plenaria. (Penintenciería Apostólica, Decreto, 14 septiembre 2012). 31.- En nuestra Diócesis se alcanza la Indulgencia Plenaria de la siguiente manera: -Cada vez que se visite en peregrinación la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles y se participe en la Eucaristía y se haga profesión de fe. -Visitar el bautisterio de la parroquia el domingo de la Fiesta del Bautismo del Señor y renovar las promesas bautismales. -La participación en el Retiro kerigmático. -La participación en la Eucaristía de la Fiesta Patronal parroquial y se haga profesión de fe. -La participación el Jueves Santo en la Misa Crismal. -La participación en una Hora Santa como preparación al IV Congreso Eucarístico Nacional y se haga profesión de fe. -La participación en la Eucaristía en honor de Santiago Apóstol. -La participación de la Eucaristía en algún día de la novena de Nuestra Señora de Los Ángeles. -La participación en la Eucaristía del dos de Agosto. -En cada parroquia con la peregrinación de la imagen de Santiago Apóstol, haciendo profesión de fe. 32.- El documento concluye recordando que los fieles que “por enfermedad o justa causa” que no puedan salir de casa o del lugar donde se encuentren, podrán obtener la indulgencia plenaria, si “unidos con el espíritu y el pensamiento a los fieles presentes, particularmente cuando las palabras del sumo Pontífice o de los obispos diocesanos se


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transmiten por radio o televisión, recen, allí donde se encuentren, el Padre nuestro, el Credo y otras oraciones conformes a la finalidad del Año de la Fe ofreciendo sus sufrimientos o los problemas de su vida”.

II.

EL CONCILIO VATICANO II Y EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Fuerza renovadora de la Iglesia 33.- El Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, dos grandes acontecimientos que han marcado la renovación de la Iglesia en nuestros días. El Santo Padre escribió en la Carta Apostólica Porta fidei: “He pensado que iniciar el Año de la fe, coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliarles, según las palabras del Beato Juan Pablo II, “no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza”. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito el Concilio pocos meses después de mi elección como sucesor de Pedro: “Si lo leemos y acogemos guidados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia” (Benedicto XVI, Porta Fidei 5).

El Concilio Vaticano II 34.- El Papa Pablo VI describía la importancia del Concilio Vaticano II: “Ha sido el más grande Concilio de la Historia de la Iglesia por el número de Padres conciliares venidos a la sede de Pedro, cerca de 3.000, desde todas las partes del globo, incluso de aquellas donde la jerarquía ha sido constituida recientemente; el más rico por los temas que, durante cuatro sesiones han sido tratados cuidadosa y profundamente; fue, en fin, el más oportuno porque, teniendo presentes las necesidades de la época actual, se enfrentó sobre todo con las necesidades pastorales y, alimentando la llama de la caridad, se esforzó grandemente por alcanzar no sólo a los cristianos todavía separados de la comunidad de la Sede Apostólica, sino también a toda la familia humana” ( Pablo VI, Breve Pontificio “In Spiritu Sancto”, 8 diciembre 1965).

El Concilio Vaticano II, renovación de la Iglesia hacia dentro y hacia fuera 35.- El Beato Papa Juan XXIII al convocar el Concilio se propuso renovar y actualizar la Iglesia hacia dentro en su ser o identidad y hacia fuera en su quehacer o misión pastoral al servicio del mundo.


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Por eso, el tema fundamental que trató el Concilio fue la Iglesia y su renovación en todos sus niveles. El Papa Pablo VI, en su discurso de inauguración de la segunda sesión conciliar, el 29 de septiembre de 1963, indicó cuatro metas para el Concilio: - Profundizar en la naturaleza de la Iglesia. - Renovar internamente a la Iglesia. - Buscar la unidad de todos los cristianos. - Establecer un diálogo con el mundo contemporáneo. De ahí surgieron las dos grandes constituciones centradoras del Concilio; Constitución dogmática de la Iglesia, Lumen Gentium, sobre el ser y naturaleza de la Iglesia y la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno, Gaudium et Spes, sobre el quehacer y misión de la Iglesia en el mundo.

Un Concilio para llevarlo a la práctica 36.- Nuestra tarea ante el Concilio Vaticano II consiste en estudiar sus documentos y aplicarlos, con un sentido de Iglesia y espíritu de compromiso misionero. Los documentos conciliares siguen estando vivos y todavía están sin estrenar. Debemos dar gracias al Espíritu Santo por el don del Concilio y toda la luz que derramó a su Iglesia y a la vez pedirle que seamos fieles a sus inspiraciones y orientaciones. Nuestra labor en este Año de la Fe es leer los documentos conciliares y aplicarlos con la interpretación del Magisterio de la Iglesia. Debemos estar atentos a lo que el Espíritu dice a las iglesias (cfr Apc 3,6).

El Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento para la formación en la fe 37.- El 11 de octubre de 2012, se celebran también los veinte años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, por el Beato Papa Juan Pablo II, con la intención de presentar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. El Catecismo es fruto del Concilio Vaticano II como un instrumento al servicio de la catequesis. Se trata de una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas e iluminadas por la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia. El Papa lo presenta “como un servicio a la renovación a la que el Espíritu Santo llama sin cesar a la Iglesia”.

El Catecismo propone una fe “profesada, celebrada, vivida y rezada” 38.- El Papa Benedicto XVI en la Carta Apostólica Porta Fidei núnerol 9, afirma que para poder ser transmitida la fe debe ser “profesada, celebrada, vivida y rezada”. A partir del fundamento de las Escrituras, la Tradición de la Iglesia ha creado una metodología de la transmisión de la fe, que ha desarrollado en las cuatro partes del Catecismo: - El Credo, los misterios de la fe en Dios Uno y Trino, como son confesados. - Los Sacramentos, los misterios de la fe celebrados en la Liturgia. - Los Mandamientos o Decálogo, orientaciones para conformar la vida a la fe. - La oración filial, el Padre Nuestro.


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39.-“Así pues, el Catecismo de la Iglesia Católica, nos dice el Papa, podrá ser en este Año de la Fe un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural… En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad” (Benedicto XVI, Porta Fidei 12).

El Concilio y el Catecismo en nuestra Diócesis 40.- En nuestra Diócesis de Cartago, deseamos que estos dos acontecimientos se profundicen de la siguiente manera: -Formación permanente del Clero sobre los documentos del Concilio Vaticano II en las reuniones plenarias mensuales. -Reflexionar sobre sobre las cuatro Constituciones Dogmáticas del Concilio Vaticano II en las Vicarías. -Organizar simposios o jornadas de estudio en el ámbito académico y de la cultura, en un clima de diálogo renovado y creativo entre fe y razón. -Las Comisiones Diocesanas, los Ministerios y los grupos y Movimientos Apostólicos programen como temática de reflexión temas sobre el Año de la Fe y los documentos del Concilio Vaticano II. -Elaborar programas para la Radio y aprovechar las redes sociales. -La formación de catequistas y padres de familia se centre en el conocimiento del Catecismo de la Iglesia Católica. Ofrecer como instrumento el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. -Ofrecer en el proceso de formación de la pastoral juvenil, el Youcat , Catecismo Joven de la Iglesia Católica.

III.

IV CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL

Cartago, Sede del IV Congreso Eucarístico Nacional 41.- La Ciudad de Cartago ha sido escogida para convertirse en el Centro Eucarístico del país con la celebración del IV Congreso Eucarístico Nacional del 17 al 21 de abril de 2013. Este acontecimiento nacional coincide con los 450 años de la fundación de la Ciudad de Cartago, por Juan Vázquez de Coronado el 21 de junio de 1563. Fueron los misioneros venidos de España, quienes infundieron el amor y la adoración a Jesús presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. El IV Congreso Eucarístico lo celebramos en el marco del Año de la fe, siendo la Eucaristía el “Misterio central de la Fe”.


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IV Congreso Eucarístico Nacional 42- Tres son los fines del Congreso Eucarístico: El primero es reconocer y celebrar el misterio y el don de la Eucaristía, el segundo es fortalecer la fe y el testimonio de la Iglesia y, el tercero, reflexionar, orar y encontrar caminos para una pastoral evangelizadora y misionera que tenga como fuente y cumbre la celebración eucarística. La Eucaristía celebrada, la Eucaristía adorada y la Eucaristía vivida constituye la triple faceta del Congreso Eucarístico, cuyas dimensiones son la oración, la adoración, el estudio, la reflexión e intercambio de ideas, la celebración, la comunión, la caridad y la misión. Un Congreso Eucarístico conlleva siempre una obra social. 43.- En la Santísima Eucaristía lo encontramos todo. La Eucaristía debe ser considerada la misma “fuente” de toda gracia. Realmente, “la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia”. Para reflexionar y celebrar este Gran Misterio, hemos escogido como tema central para el IV Congreso Eucarístico Nacional: LA EUCARISTÍA: PAN DE VIDA PARA NUESTRO PUEBLO, con el lema: DANOS SIEMPRE DE ESTE PAN. PREPARACIÓN AL IV CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL 44.- Los Obispos en el mensaje que enviamos para abrir el Año Eucarístico, exhortamos a todos los fieles diciendo: “Confiamos plenamente en que cada Diócesis y cada Parroquia de nuestra Costa Rica, establecerán un adecuado programa de actividades de reflexión y de celebraciones y de entre ellas, exhortamos a que tengan lugar: un Congreso Eucarístico Diocesano, Parroquial y una Semana Eucarística, para así acrecentar el amor y la devoción a nuestros fieles hacia el Misterio Eucarístico. De este modo el IV Congreso Eucarístico Nacional será el lugar (statio) privilegiado para que toda una Nación se sienta unida en torno a Cristo, “Pan de Vida y le suplique con fe y amor agradecido: “Danos siempre de este Pan” (No. 6). 45.- Este Congreso Eucarístico Nacional que celebraremos en Cartago será la ocasión privilegiada para honrar e incrementar el amor y la adoración a Jesús Eucaristía que tan adentro llevamos los católicos de las comunidades de Cartago. Nuestras comunidades católicas de nuestra Diócesis de Cartago han de ser los que obtengan el mayor provecho espiritual, al vivir este acontecimiento en casa. Con toda certeza será el paso de Dios por esta Ciudad que se convertirá en la Capital Eucarística de Costa Rica. 46.- Ningún hijo de los pueblos de Cartago ha de quedarse con los brazos cruzados o indiferentes ante este llamado de ser los anfitriones de este magno acontecimiento. Queridos diocesanos demostremos a Costa Rica que aquí amamos entrañablemente la Santísima Eucaristía. Que nuestra Señora de los Ángeles, “Mujer Eucarística” nos acompañe en la preparación y celebración del IV Congreso Eucarístico Nacional. Invito a todos nuestros fieles de las comunidades a orar por el Congreso Eucarístico.


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CONCLUSIÓN 48.- Todo esto queremos vivirlo en la “Escuela de María”, Madre y Patrona nuestra, modelo de fe, Estrella de la Nueva Evangelización” (cfr Itinerario Pastoral P. 5), para que la bienaventuranza dirigida a María, se aplique a nosotros: “Dichosa Tú que has creído. Porque todo lo que ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45). Que Nuestra Señora de los Ángeles, interceda por nosotros especialmente mediante el rezo del Santo Rosario, compendio del Evangelio, donde contemplamos las principales escenas de la vida de Cristo, para que en este Año de la Fe, conozcamos, amemos y transmitamos con mayor fervor a Jesucristo, como la Virgen María lo hizo, lo experimentó y lo vivió.

El credo de los Apóstoles 49.- Oración del Año de la fe:

EL CREDO Símbolo de los Apóstoles Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; y subió a los cielos; está sentado a la derecha del Padre, y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. 50.- Oración de IV Congreso Eucarístico Nacional: Dios, Padre santo, al contemplar el Misterio Eucarístico, te damos gracias por tu Hijo Jesucristo, Manifestación suprema de tu amor. En Él realizaste el Misterio de nuestra redención; Pues al hacerse hombre en el seno virginal de María y entregar su Cuerpo y Sangre por nuestra salvación, hizo que la Eucaristía fuera al mismo tiempo fuerza y compromiso para los creyentes.


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Te bendecimos, entonces, Padre lleno de bondad, porque al celebrar el Sacramento de la Caridad, tu Hijo Jesucristo, siempre presente en la Iglesia, nos une misteriosamente a esa entrega salvífica que permanece siempre actual en la Mesa de tus hijos. Apoyados en la intercesión de la Reina de los Ángeles, te rogamos, Padre santo, que el IV Congreso Eucarístico nos impulse a darte el primer lugar en nuestro corazón y a entregarnos generosamente por los hermanos, así lleguemos a ser auténticos discípulos de la fe y nuestra vida sea ofrenda agradable a tu Nombre. Amen Cartago, 25 de noviembre de 2012, domingo de Cristo Rey del universo.

+José Francisco Ulloa Rojas. Obispo de Cartago


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