tesis doctoral (version reducida)

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F.M. ¿Cuál es el estado de conservación general? ¿Qué opinión tienen los inquilinos actuales? ¿Cómo perciben hoy esa arquitectura? ¿Varía mucho de país a país? ¿Podría comentar su experiencia? La primera sensación que se tiene al entrar en cualquiera de estos conjuntos de Europa del Este es de estrechez, opresión y angustia: las viviendas son muy pequeñas, las estancias están abigarradas de objetos y, por lo general, suele vivir mucha gente en ellas. El estado general es pésimo, por una falta de mantenimiento constante a lo largo de años: muchos servicios domésticos no funcionan, las fachadas precisan reparaciones, pero la escasez presupuestaria impide acometerlas. Sobre la percepción de la arquitectura por parte de sus habitantes, me resultó especialmente curiosa la reacción de unos inquilinos de un gran bloque de viviendas tipo SP72 en la ciudad de Pinar del Rio, en Cuba; al preguntarle sobre la impresión que tenían de su casa, si les gustaba, ellos no entendían la pregunta. Tras un buen rato de conversación, comprendí que ellos nunca se habían planteado este tipo de preguntas, simplemente porque no pueden elegir su propia casa, sino que es el Estado quien se la asigna. Los únicos parámetros que valoran son las dimensiones de la misma (en función del número de personas que viven en ella), y su ubicación física en la ciudad (más o menos alejada del centro), pero nunca se han cuestionado si su vivienda es mejor o peor, si les gusta mas o menos, porque simplemente es la que les ha tocado, y está fuera de su alcance el poder elegir, por lo que la pregunta carece de sentido en ese entorno concreto. Por otra parte, una de las reacciones más comunes de los inquilinos al verme llegar a cada uno de estos decrépitos y grises bloques de viviendas en cualquier país de Europa del Este era la de sorpresa e incredulidad: “¿Has venido desde tan lejos para ver “esto”? ¿Qué tiene de interesante? ¿Por qué es digno de estudio?” Y, lo cierto, es que a veces yo mismo me hacía esas mismas preguntas… VI | conclusiones

M.F. ¿Qué vejez o viabilidad poseen esos modelos en el mundo actual? En la mayor parte de los casos estudiados, el modelo no ha funcionado tal y como estaba previsto, debido fundamentalmente al rechazo de la población a este modo de vida colectivizado impuesto. Tal y como ya presentía en la hipótesis inicial del estudio, son los usuarios los que alteran la arquitectura para adaptarla a sus estándares de vida, y no al revés; la arquitectura en pocos casos es capaz de condicionar y modificar unos hábitos y modos de vida asentados. El individualismo existe no sólo en la Europa occidental capitalista, sino en todos los países que he podido visitar. De hecho, creo que es algo innato al ser humano. La muestra más palpable, es el fracaso de todas las estancias colectivas que se diseñaron en los primeros bloques de vivienda social con la idea de crear espacios donde los inquilinos pudieran establecer vínculos entre ellos. Tarde o temprano, estos espacios caían en desuso, y terminaban siendo privatizados, cerrados y/o demolidos. Por citar algunos ejemplos, los espacios de lavandería común en cubierta de edificios en Brno (Rep. Checa) se cerraron y han sido reconvertidos en viviendas privadas; en otros casos, edificios enteros, como la casa para personas solteras de Wroclaw (Polonia), el Koldüm de Litvinov (Rep. Checa), o la casa-comuna de estudiantes del instituto textil de Moscú (Rusia) han sido reconvertidos en hoteles (lo cual indica de nuevo la cercanía entre estos dos tipos arquitectónicos). Por último, en algunos edificios (como en el Narkomfin de Moscú), estos espacios colectivos ni siquiera llegaron a construirse. Tan sólo en unos pocos edificios se han mantenido estos espacios comunes, pero más por una voluntad de musealización (familisterio de Guisse, o Unité de Marsella), que realmente por funcionalidad y convicción de los inquilinos.


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