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梅西惊爆中国

En varias calles del barrio beijinés de Chaoyang, a las 20.30 del 15 de junio los vendedores callejeros ya no tienen más camisetas de la Selección argentina. Se las compraron todas, como se habían agotado las entradas para el partido amistoso que en ese momento juegan Argentina y Australia.

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Son las calles que rodean al Estadio de los Trabajadores, al que la gente llama Gongti, construido en 1959, renovado y vuelto a abrir hace dos meses. Por esas calles, oscuras, anda una muchedumbre de chinos.

Fueron para estar allí, con alguna esperanza de conseguir entrada (algunos llevaban carteles que decían “compro entrada”) y con la segura alegría de estar cerca del partido.

Las selecciones le dan una vida intensa al interior del estadio, como si fuera un corazón gigante en forma de caja ovalada de la que escapan ondas de ovaciones y luces fulgurantes. Afuera, los hinchas rebalsan los bares, están sentados en grandes explanadas, llenan puentes sobre las autopistas cercanas, deambulan mirando el partido en sus celulares. Son miles de hinchas, todos con el mismo pelo negro, todos con los mismos ojos rasgados, las mismas narices chatas y todos con la misma camiseta: la Nº10 que tiene la palabra MESSI.

Miles con la Nº10 de Messi afuera y 70.000 con la Nº10 de Messi adentro del estadio.

Y Messi, en su séptima visita a China, que antes de llegar al segundo minuto del partido mete un golazo que tiene su sello único, la marca insigne y superlativa del mejor jugador del mundo. Los chinos aúllan de fervor.

Hinchas sin equipo propio

China está resultando ser un país futbolísticamente estéril. Pese a la inversión descomunal que viene haciendo en la última década, desde instalar 70.000 canchas en todo el país hasta comprar la totalidad o parte de clubes como el Manchester City, el Atlético de Madrid, el Inter de Milán, el Espanyol o el Aston Villa, no consigue formar una selección que clasifique a la Copa del Mundo. Sin embargo, esta impotencia no desalienta en absoluto el frenesí de entusiasmo por la Selección que viste la camiseta celeste y blanca.

Desde que los jugadores salen del aeropuerto hasta el hotel, en el campo de entrenamiento, fuera del estadio el día del partido, los hinchas chinos los acompañan saludándolos, cantando, riendo. Parecen amar a los jugadores argentinos.

Nuestra Selección devuelve el saludo: va a jugar en China el primer partido en el extranjero desde que ganó el Mundial de Qatar, justo en el día del cumpleaños 70 del presidente Xi Jinping, el más determinado a que China se convierta en un país futbolero; el equipo entrega su mejor fútbol en el juego, y Messi convierte ese gol apoteótico.

Messi y Argentina no pueden pedir más fanatismo de un país, los chinos no pueden pedir más del fútbol. Todo es éxtasis.

Messimanía

Era de esperar que, entre los miles de hinchas chinos, no hubiera solo uno que vistiera la camiseta de Australia. Pero tampoco usaban la camiseta de un club chino, ni siquiera la camiseta de la Selección china.

¿Y qué hubiera pasado si Francia hubiera salido campeón y estuviera jugando en lugar de Argentina? No se tiene la sensación de que los mismos miles estuvieran vestidos de azul. Entonces, hay que comprender por qué la pasión por Argentina.

La explicación más patente es el amor a Messi. Es glorificado por su éxito, admirado por su habilidad y querido porque cada vez que estuvo en China se comportó con corrección impecable y tuvo gestos de amistad, a veces conmovedores, como el de regalarle una camiseta y una pelota a Abdulhalik Emdullah, un niño de la minoría étnica uigur que amaba el fútbol. Su profesor de educación física se enteró de que el chico había ahorrado durante tres años para comprarse una pelota, la historia llegó al entorno de Lionel Messi y el ídolo no tuvo problemas en recibir a Abdulhalik, hacerle los regalos y pasar un rato con él.

Messi está muy cerca de los valores confucianos de modestia, equilibrio, mesura, prudencia, corrección, sobriedad, respeto. Claro que también cumple con la premisa de Deng Xiaoping: “ser rico es glorioso”. Todo chino quisiera tener a Messi en su familia.

La messimanía, además, lleva cultivándose desde hace mucho, no solo por su brillo en el Barcelona, sino porque la selección de Messi ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.

Por otra parte, Messi es Argentina. La amistad fue contagiada a todo el equipo, que se presentó con los nombres de los jugadores en mandarín en sus espaldas, como un gesto hacia el público presente y a todo el pueblo de China.

Sin embargo, los chinos casi no conocen nada de Argentina. Para ellos es un país del fondo del mundo, del cual le llegan algunos ecos desde los países centrales de Occidente.

Claro que el eco de Diego Maradona fue resonante, y el 10 también estuvo varias veces y trajo a Boca Juniors a jugar en Beijing y Chengdu. En clubes de China jugaron, entre otros, Darío Conca, Carlos Tévez, Ezequiel Lavezzi y Hernán Barcos, mientras Sergio Checho Batista fue director técnico del Shanghai Shenhua y hoy hay decenas de entrenadores argentinos en escuelas de fútbol de toda China.

Entonces, para China, mucho más aún después del partido en el Estadio de los Trabajadores, el día que Messi metió un gol a los 79 segundos, Argentina es fútbol. Más o menos igual que para nosotros.

DangDai fue fundada en 2011 por Gustavo Ng, Néstor Restivo y Camilo Sánchez Desde 2017 es editada por EdiUC - Ediciones de la Universidad de Congreso.

Equipo

Comité Editorial

Rubén Bresso, José Luis Manzano, Javier Álvarez, Gustavo Made y María Mercedes Demasi

Directores periodísticos

Gustavo Ng y Néstor Restivo

Textos y fotos de este número

Para la producción literaria, Sun Xintang, Asociación de Escritores de Kunming; resto: Xinhua, China Watch, Gobierno argentino y Embajada argentina en Beijing.

Diseño

Diego Sánchez, MDA

Corrección

Lucía Gabrielli

Títulos en chino

Félix Huang

Casa de la Cultura China

María Mercedes Demasi, Coordinadora Ejecutiva

Universidad de Congreso

Mercedes Sola, Directora de Gabinete / Viviana Dabul, Asistente de Dirección

Agradecimientos

Laura Ma, Santiago García Vázquez y Martín de Vedia.

Puntos de venta

Además de en universidades y centros de estudio, DangDai puede leerse en ISSUU y está en venta en:

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• Eterna Cadencia, Honduras 5574 • CUI,Junín 222, CABA • ACCA, Fco. Lacroze 2437, CABA • ISIIC, Mendoza 1669, CABA • Instituto Confucio UNLP, calle 48, 582, 5º P, La Plata

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