7 minute read

¿Ser o estar? He ahí el dilema

Francisco Moreno Ramírez

Suelo explicar en mis clases que aprender español es como subir una montaña en la que hay varios picos o cimas, debido a que suele haber temas complejos y con los que invariablemente siempre tropiezan. Uno de ellos –la primera cima– es la diferencia entre el ser y estar.

Para todo hispanohablante la diferencia de uso de estos dos verbos –de forma consciente o inconsciente– es clara; incluso hay quién podría decir que resulta lógico, pero ¿verdaderamente lo es?

Desde un cierto punto de vista, la respuesta sería un rotundo sí.

En resumidas cuentas, entendemos que ser implica algo que no cambia o tarda mucho en hacerlo: el nombre de una persona (o cosa), su origen, la hora (¡le toma una hora completa para cambiar!), la profesión, la personalidad, el material de un objeto, la esencia de un ente o cosa, la descripción física, el momento del día, el estado civil o situación sentimental… Por su parte, estar es algo que cambia con facilidad: el clima, el estado de ánimo, las características no inherentes de las cosas (el café puede estar caliente y luego enfriarse si uno se descuida), la salud, la situación sentimental, la vida…

Y he aquí donde uno se topa con fenómenos curiosos: uno puede ser casado, pero también puede estar casado. Quizás, y corriendo el riesgo de sobreanalizar lo que quiere decir el hablante, se podría considerar que el primer caso implica que la persona estima el «ser casado» como una parte inherente de sí, que lo ve como algo duradero; en cambio, aquel que considera que «está casado» lo ve como una característica adquirida: es parte de sí, pero… nada es para siempre.

La diferencia en este tipo de casos suele ser muy sutil y cuyo matiz puede variar según el contexto y la intención:

El libro es nuevo ≈ El libro está nuevo•: el primero puede referirse tanto a que el libro acaba de salir a la venta como a su estado físico, con lo que el sentido es similar con el uso de estar.

Soy viejo ≈ Estoy viejo: ambos pueden entenderse en cuanto al momento de la vida en el que uno se encuentra, pero el segundo caso también puede significar la percepción de sí mismo en el momento.

También existen las situaciones donde usar uno u otro verbo cambia por completo el sentido:

Miguel es listo ≠ Miguel está listo: en el primer caso se refiere a la inteligencia de Miguel, mientras que el segundo a que se encuentra preparado para algo.

El chocolate es bueno ≠ El chocolate está bueno: el primero da a entender las bondades o beneficios que tiene, y el segundo se refiere a una situación específica, que podría no repetirse.

En resumidas cuentas, entendemos que ser implica algo que no cambia o tarda mucho en hacerlo (…). Por su parte, estar es algo que cambia con facilidad…

Ahora bien, al final de la lista de arriba puse «la vida». En español, vida y muerte se relacionan con estar y no con ser, lo que puede parecer una ruptura con la diferencia base con la que se entienden ambos verbos (¿acaso la vida no es algo duradero?). Y aquí entran en juego varios factores que hacen que el español considere que la muerte es un estado.

Retomando un poco lo que mencionaba en mi artículo anterior, al español importa el movimiento y los cambios, por lo que el estar es el verbo por excelencia para referir un estado:

El plato está caliente > el plato está frío (hubo un cambio de estado perceptible en la temperatura).

El niño está riendo en el árbol > el niño está llorando en el piso (¡Dos cambios de estado: físico y anímico!).

Tomando los ejemplos anteriores, ¿no sería lógico pensar que alguien pasa del estado vivo al estado muerto?

°°°

Por otro lado, no se puede obviar la parte cultural. El español tiene una fuerte tradición judeocristiana, que uno puede encontrar en expresiones y construcciones de uso común. Tomando esto como referencia, piénsese en la historia de Lázaro, que resucitó a los tres días (¿hay mejor ejemplo para pensar que la muerte no es más que un estado?); de igual modo, en el pensamiento católico la muerte no es más que un estado pasajero ante la vida eterna o en su defecto, la condenación eterna . Y abundan ejemplos en la literatura: brebajes que dejan a la persona como muerta sin estarlo, personas que vuelven a la vida tras años en la tumba… Y en el caso particular de México, el tan famoso Día de Muertos (que tradicionalmente es casi una semana) donde las almas de los ancestros y difuntos regresan para comulgar con sus parientes vivos. ¿Queda alguna duda de la impermanencia de la muerte?

Pues sí. Porque para otras lenguas, incluidas las romances, las cosas no funcionan igual. Para empezar, muchas lenguas no hacen una diferencia entre ser y estar. Las lenguas germánicas (alemán, neerlandés e inglés) son las más conocidas que carecen de esta dicotomía. En el japonés, y aunque se parte de un mismo verbo, hay una clara diferencia entre ser y estar al momento de conjugarlo: depende de la situación. Y en el caso del árabe y el hebreo, ¡no existe verbo alguno! Se da por descontado y es completamente comprensible por el contexto.

En cuanto a las lenguas romances, la concepción de ciertas situaciones es muy distinta a la del español. Por poner unos ejemplos:

Idioma/Ubicación/Estado

Español/Estoy en México/Estoy muerto

Portugués/Estou no México/Estou morto

Italiano/Sono a Messico/Sono morto

Francés/Je suis au Mexique/Je suis mort

Rumano/Eu sunt în Mexic/Eu sunt mort

El italiano y el francés utilizan el verbo ser junto con la preposición a porque para ellos obviamente uno está en un lugar, pero el hecho es que la permanencia lógicamente es mayor, porque entrar y salir de la ciudad implica una cantidad razonable de tiempo y, mientras uno se encuentre en ella, va a existir el movimiento. El rumano es similar: solo se diferencia en que usa la preposición en, dando más importancia a la ubicación sobre el movimiento. Solo el portugués tiene una estructura parecida al español•• .

En el caso de la muerte se repiten las mismas situaciones: el italiano, el francés y el rumano la consideran como algo esencialmente inmutable (aun cuando Dante logró volver de los infiernos).

Para otras lenguas, incluidas las romances, las cosas no funcionan igual. para empezar, muchas lenguas no hacen una diferencia entre ser y estar. las lenguas germánicas (alemán, neerlandés e inglés) son

Finalmente, existen contextos en los que para el español el verbo estar a veces se queda chico. Podemos decir:

P: ¿Dónde estás? > ¿Dónde andas?

R: Estoy con unos amigos > Ando con unos amigos

P: ¿Qué estás haciendo? > ¿Qué andas haciendo?

R: Estoy esperando a alguien > Ando esperando a alguien

El uso del verbo andar logra dar mayor significado a lo que se quiere expresar: no solo se existe (o está), sino que queda implícita la idea de movimiento. En el primer caso, la persona está con sus amigos, pero algo más está ocurriendo; en el segundo, la persona está esperando, pero también puede estar escuchando música o leyendo; la respuesta no se limita a la localización espacial.

Si bien esto no necesariamente quiere decir que en algún momento andar tomará el lugar de estar, sí es una señal de que hay situaciones en las que el verbo resulta insuficiente para expresar todo lo que el hablante quiere transmitir y que el español logra solucionar haciendo uso de los elementos que posee.

• El símbolo de doble tilde (≈) significa aproximadamente igual y se utilizará en los ejemplos para señalar la aproximación o similitud entre ellos.

•• En portugués hay una contracción de la preposición em con el artículo determinado o, lo que da lugar al no del ejemplo.

Encuentra el ejemplar de este número en: cuentistica.mercadoshops.com.mx

Encuentra el ejemplar de este número en: cuentistica.mercadoshops.com.mx

This article is from: