TECHODROMO #4

sobre la armonía y el relato

«Cuando mirón quiso representar al dios de la música, esculpió a marsias atado al tronco de un árbol mientras era desollado vivo».

Pascal Quignard, El canto de las sirenas. [el odio a la música]

La música, el grito: lo que nuestros oídos sin párpados no pueden dejar de sentir [percepción] es el cuchillo de un sacrificio inmemorial que se hace contra el cuerpo. Nadie canta ni grita desde afuera, nadie que se atreva a contar canta fuera del cuerpo. Lo que ocurre fuera del cuerpo es el arma, la técnica y la vida.

Lo que ocurre dentro de él es la posibilidad de estar afuera de ellos.

Todo relato no es sino el reflejo [representación] de una herida perpetrada desde afuera, todo relato es un grito que desnuda al que lo escucha y lo obliga a desatar su parte en esa gesta. Nadie esta exento del sonido terrible que el arma obliga a contar, nada es más ensombrecedor (iluminador) que la representación [el reflejo] de ese canto. ¿Qué hace un arma sino evidenciar la pena de la víctima? ¿Qué hace la guerra sino gestar las imágenes hermosas de una canción inevitable y horrible?

A la música nos acercamos con imágenes porque nos asusta matar o matarnos en/desde el grito, al relato nos acercamos con cautela porque sabemos que en él te matas sacrificando a los demás.

Nadie cantó ni contó nada excepto para salir del infierno [Aartaud], toda la representación es un -pretexto de la vida cuando te hiere, un regalo tramposo que no exorciza nada. Arriba y abajo -los que serán signos- siguen moviéndose erráticos como un terremoto informe en el olvido del suelo, el recuerdo siempre eterno de la inestabilidad de los delirios.

Cuento esto y debo confesar que no es mío, canto esto y no dejo entender que es ajeno, grito esto y […] como el dolor y la coincidencia esto es parte de la herida.

@deemonios ilustración:

En mi vida se gesta una batalla,

suenan las trompetas.

Hago cantar la harmónica.

Tengo una g u e n e l c u e r p o. r r

e p í lo g o

a

no se suicidó, se metió de cabeza en el cuadro [Butes] atraído por el canto sirenéico que relataba su desgracia.

Suicidarse es contra dios, matarse es contra la vida –cuya representación es el cuerpo-. El 11 de Agosto de 1956, a toda mecha (encendido, ebrio de jazz) va “Jack the dripper” en su Oldsmobile sin techo cuando atiende al canto y produce el grito. A dios (su padre) le deja en sacrificio el excedente, la amiga de su amante; a la amante no le deja nada, excepto el grito; a la vida le regala su cuerpo hecho pintura. El carro quedó volteado, como una tortuga bocarriba incapaz de seguir sus pasos, obligada a replicar la música infame que desató ese gesto. jackson pollock