Cuadernos de Lingüística de El Colegio de México

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Cuadernos ISSN: 2007-736X

de Lingüística de El Colegio de México

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JULIO-DICIEMBRE 2016

C uadernos de Lingüística de El Colegio de México

VOLUMEN 3

C E N T RO D E E S T U D I O S LINGÜÍSTICOS Y LITERARIOS EL COLEGIO DE MÉXICO

NÚMERO 2


CUADERNOS  DE  LINGÜÍSTICA DE  EL  COLEGIO  DE  MÉXICO VOLUMEN 3

JULIO-DICIEMBRE 2016

NÚMERO 2


CUADERNOS  DE  LINGÜÍSTICA DE  EL  COLEGIO  DE  MÉXICO DIRECCIÓN Y EDICIÓN Julia Pozas Loyo y Violeta Vázquez Rojas Maldonado ASISTENTE EDITORIAL Rafael Herrera Jiménez COMISIÓN EDITORIAL Rebeca Barriga Villanueva, Sergio Bogard Sierra, Luz Fernández Gordillo, Graciela Fernández Ruiz, Josefina García Fajardo, Rodrigo Gutiérrez Bravo, Esther Herrera Zendejas, Luis Fernando Lara, Pedro Martín Butragueño, Alfonso Medina Urrea, Niktelol Palacios, María Pozzi, Carmen Delia Valadés, María Eugenia Vázquez Laslop, Danielle Zaslavsky Rabinovici CONSEJO ASESOR Concepción Company (Universidad Nacional Autónoma de México), Lyle Campbell (University of Hawaii), José Camacho (Rutgers University), Violeta Demonte, (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, csic), Manuel Antonio Díaz-Campos, (Indiana University), Donka Farkas (University of California at Santa Cruz), Pilar García Mouton (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, csic), Heidi Harley (University of Arizona), Esther Hernández (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, csic), Martin Haspelmath (Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology, Leipzig), Brenda Laca (Université Paris 8), Joaquim Llisterri (Universitat Autònoma de Barcelona), Adam Ledgeway (University of Cambridge), Manuel Leonetti (Universidad de Alcalá), Ricardo Maldonado (Universidad Nacional Autónoma de México), Azucena Palacios (Universidad Autónoma de Madrid) Roger Wright (University of Liverpool) Foto de portada: Óscar Farfán Cuadernos de Lingüística de El Colegio de México, Año 3, Número 2 – julio de 2016 – diciembre de 2016. Esta es una publicación semestral electrónica de difusión gratuita editada por El Colegio de México, Camino al Ajusco 20, Pedregal de Santa Teresa, Tlalpan. CP 10740, Ciudad de México. Contacto: cuadernosdelinguistica@colmex. mx. Editores responsables: Julia Pozas Loyo y Violeta Vázquez Rojas Maldonado. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo núm. 04–2013–091813014400–203; ISSN 2007–736X, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Composición tipográfica: El Atril Tipográfico, S.A. de C.V. Digitalización: Tania Ochoa. Arquitectura de la información; Coordinación de Servicios de Cómputo de El Colegio de México. Camino al Ajusco 20, Pedregal de Santa Teresa, Tlalpan. CP 10740, Ciudad de México. <www.colmex.mx> Última modificación: 31 de julio de 2016.


SUMARIO Artículos Inés Kuguel y Carolina Oggiani La interpretación de sintagmas preposicionales escuetos introducidos por la preposición en Fernando Bermúdez Rumores y otros malos hábitos. El condicional evidencial en español Ariel Vázquez Carranza Aceptación y resistencia: un análisis de ah y ay como indicadores de cambio de estado

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Notas Jaime Peña Arce Despalatalización de /ɲ/ en el español de Yucatán

CUADERNOS DE LINGÜÍSTICA DE EL COLEGIO DE MÉXICO, VOL. 3, NÚM. 2, 2016, PP. 3–4

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Reseñas Logros actuales y tareas futuras para la sintaxis histórica del español Reseña a Company Company, Concepción (dir.), 2014. Sintaxis histórica de la lengua española. Tercera parte: Preposiciones, adverbios y conjunciones. Relaciones interoracionales, vol. 3. México: Fondo de Cultura Económica / Universidad Nacional Autónoma de México. 4279 + cclxxi pp. (José Luis Ramírez Luengo) 131


LA INTERPRETACIÓN DE SINTAGMAS PREPOSICIONALES ESCUETOS INTRODUCIDOS POR LA PREPOSICIÓN EN *

Inés Kuguel

Carolina Oggiani

Universidad General Sarmiento,

Universidad de Buenos Aires,

Universidad de Buenos Aires

Universidad de la República

ikuguel@ungs.edu.ar

oggiani.carolina@gmail.com

In this paper we deal with some locative expressions from Río de la Plata Spanish in which the preposition en combines with singular count nominals. We examine their semantic and syntactic behavior by applying a series of tests and, as a result, we classify them according to three semantic classes. In the first class, the bare noun has a generic reading (Los alumnos suelen estudiar en biblioteca). Regarding the second class, the bare noun refers to an individual entity (La reunión de los claustros se hace a las 17 horas en rectorado), while in the third class the bare nominal refers to a prototypical activity that takes place in the location denoted by the noun (En este momento, el doctor está en quirófano). Furthermore, we analyze some uses that show microvariation between Uruguayan and Argentinian Spanish. Finally, we claim there is a possible tendency *  La primera versión de este trabajo fue presentada en el workshop VII Romania Nova, que tuvo lugar en Buenos Aires del 26 al 28 de noviembre de 2014. Agradecemos los comentarios y sugerencias de los dictaminadores anónimos, que fueron de suma importancia para su mejora. CUADERNOS DE LINGÜÍSTICA DE EL COLEGIO DE MÉXICO, VOL. 3, NÚM. 2, 2016, PP. 5–34

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in colloquial Río de la Plata Spanish towards allowing a wider distribution of bare nominals than those previously attested in the literature (Bosque 1996; Masullo 1996; Laca 1999; Espinal 2010; Espinal & McNally 2011). Keywords: prepositional phrase, bare nominals, dialectal microvariation, Río de la Plata Spanish, semantics En este trabajo analizamos un grupo de construcciones locativas, propias del español rioplatense, en las que la preposición en se combina con nombres singulares contables sin determinante. Presentamos una serie de pruebas, con el fin de explorar su comportamiento semántico y sintáctico y, además, elaboramos una clasificación que agrupa estas construcciones de acuerdo con tres clases semánticas. Proponemos que en el primer grupo de locativos (Los alumnos suelen estudiar en biblioteca) el nombre escueto adquiere una lectura genérica. Por su parte, en el segundo grupo (La reunión de los claustros se hace a las 17 horas en rectorado) el escueto refiere a una entidad individual; mientras que en el tercer grupo (En este momento, el doctor está en quirófano), el escueto denota una actividad prototípica llevada a cabo en la localización designada por el nombre. Asimismo, en este trabajo mostramos algunos casos de microvariación dialectal y distinguimos usos propios del español de Uruguay, distintos a los del español de Argentina. Finalmente, proponemos algunas reflexiones respecto de una posible tendencia general del español rioplatense que permite la presencia de nombres escuetos con más valores y mayor distribución de lo que la literatura ha señalado hasta el momento para el español general (Bosque 1996; Masullo 1996; Laca 1999; Espinal 2010; Espinal & McNally 2011). Palabras clave: sintagma preposicional, nombres escuetos, microvariación dialectal, español rioplatense, semántica


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1. Introducción En este trabajo analizamos un grupo de construcciones locativas introducidas por la preposición en, propias de la variedad del español rioplatense,1 como las que ilustramos en (1). (1) a. Los alumnos suelen estudiar en biblioteca. b. La reunión de los claustros se hace a las 17 horas en rectorado. c. En este momento, el doctor está en quirófano.

El interés de estas construcciones radica en que han sido poco exploradas en español. Si bien existen numerosos antecedentes en otras lenguas, como en inglés y holandés, que se detienen en el comportamiento de los sintagmas preposicionales escuetos (Baldwin et al 2006; Carlson 2006; Stvan 2009; Le Bruyn et al 2011), en español este fenómeno ha recibido menos atención (cf. Bosque 1996; Masullo 1996; Laca 1999). La literatura se ha ocupado sobre todo de escuetos en posición de objeto que denotan propiedades, es decir, sin valor argumental (cf. Bosque 1996; Espinal 2010; Espinal & McNally 2011). Como veremos, solo en algunos casos se han señalado usos preposicionales propios del ­español ­americano y más en particular, del español rioplatense (rae/asale 2009). 1

Con el término “español rioplatense” nos referimos a las propiedades en común que tienen las variedades dialectales habladas en ambas orillas del Río de la Plata –la argentina y la uruguaya. Resulta relevante aclarar que el español rioplatense incluye a las ciudades capitales de Buenos Aires y Montevideo. La variedad que se usa en ellas es la que prevalece en los medios gráficos y audiovisuales de circulación masiva en ambos países y la que se constituye en lengua estándar.


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Los casos en los que nos detendremos son aquellos en los que aparece un nombre contable singular sin determinante en un sintagma preposicional encabezado por la preposición en y que tienen valor locativo. Así, quedan excluidas de este análisis las secuencias con en u otras preposiciones que presentan valor temporal (en primavera) o modal (a mano) y las que denotan medios de locomoción (en tren), instrumentos (con cuchara) o causas (herido por arma blanca). Asimismo, descartamos las locuciones construidas con preposiciones livianas, como en oposición a, en relación con y las expresiones idiomáticas, tales como estar en capilla. Analizaremos el comportamiento de estos locativos escuetos a partir de una clasificación que los agrupa en tres clases semánticas. Intentaremos demostrar que los nombres escuetos de la primera clase denotan un tipo de entidad y adquieren, por tanto, una interpretación genérica (cf. 1a). La segunda clase está integrada por escuetos de referencia individual que designan una entidad particular (cf. 1b). Por su parte, los de la tercera clase denotan una actividad prototípica que se lleva a cabo en la localización designada por el nombre escueto (cf. 1c). Este artículo se organiza de la siguiente manera. En primer lugar, proponemos la clasificación según los tres tipos de denotación. En segundo lugar, desplegamos una serie de pruebas que nos permiten determinar la referencialidad de cada uno. En tercer lugar, analizamos las restricciones léxicas del nombre en cada grupo y el grado de productividad de cada uno de ellos. El trabajo se cierra con algunas reflexiones respecto de la tendencia del español rioplatense coloquial actual a permitir escuetos con más valores y mayor distribución de lo señalado hasta el momento.


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2.  Escuetos genéricos El primer grupo de locativos escuetos, si bien ha sido estudiado por Stvan (2009) en inglés, no cuenta con antecedentes en español. En ellos, la ausencia del determinante provoca una interpretación de clase; es decir, el nombre no denota un lugar sino un tipo de locación. Así, en (1a), no se hace referencia a una biblioteca particular sino a la clase de establecimientos designados por este nombre. La primera prueba que nos permite dar cuenta de esta interpretación es la afinidad que muestran estos escuetos con contextos genéricos, en los que se expresan hábitos, aptitudes o tendencias y no eventos particulares (Laca 1999). De hecho, estas construcciones resultan mal formadas en contextos episódicos, como se puede observar en los contrastes de (2a) y (2b). (2)

a. El antioxidante se vende en ferretería. vs. # El antioxidante se vendió en ferretería. b. La ropa delicada se limpia mejor en tintorería. vs. # La ropa delicada se limpió bien en tintorería.

La referencia a clases de estos escuetos se pone de manifiesto, también, al analizar lo que ocurre con la identidad del referente en casos de elipsis verbal y con sujetos plurales (Laca 1999; Carlson & Sussman 2005). Ante la elipsis verbal, no se preserva la identidad de la denotación, es decir, no hay identidad estricta. En consecuencia, del ejemplo (3a) no se infiere necesariamente que el querosén y el antioxidante se venden en la misma


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ferretería. Esta falta de identidad estricta se advierte también con sujetos plurales, que permiten tanto una lectura distributiva como una no distributiva, tal como se muestra en las dos posibles continuaciones de (3b). (3) a. El querosén se vende en ferretería y el antioxidante también. b. Raúl y Sara estudian en biblioteca. Raúl estudia en la Biblioteca Nacional y Sara en la del Maestro. / Raúl y Sara estudian en la biblioteca del Maestro.

El tipo de modificación que pueden recibir estos escuetos es otra prueba de su interpretación genérica. Rechazan tanto modificadores como afijos que denoten propiedades atribuibles a objetos individuales, como el tamaño o la forma. Por ello, los ejemplos de (4a) con el adjetivo calificativo grande y el sufijo aumentativo -ote no son posibles (cf. Aguilar-Guevara & Schulpen 2014: 242). En cambio, se combinan perfectamente con adjetivos relacionales y sintagmas preposicionales, que le atribuyen al nombre al que modifican una relación con una clase y no una propiedad unitaria vinculada con dimensiones físicas (4b): (4) a. *Este jabón de tocador se compra en supermercado grande/ supermercadote. b. Este jabón de tocador se compra en supermercado barrial/ de barrio.

En cuanto a su comportamiento discursivo, estos escuetos no son fácilmente retomados como antecedentes. En efecto, su pronominalización en singular como recurso anafórico (5a) fuerza la lectura definida


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del antecedente en la que se retoma la referencia a una biblioteca conocida. Por el mismo motivo resulta dudoso (5b), en el que el escueto se toma como antecedente de una cláusula relativa. Sin embargo, si el escueto genérico se retoma con el clítico en plural, la oración se torna más aceptable (5c). Pensamos que esta posibilidad de retomar el escueto con un pronombre plural podría constituir una evidencia más de su valor genérico, porque el hablante estaría reponiendo un plural (las bibliotecas), que es el modo en que se expresa la referencia a clase o tipo en español. De esta forma, en (5c) las retoma el contenido descriptivo del nombre, que no hace referencia a un individuo particular sino a un tipo de individuo.2 (5) a. ??Los alumnos estudian en biblioteca, pero Victoria la encuentra ­aburrida. b. ??Los alumnos estudian en biblioteca, que siempre cuenta con bibliografía especializada. c. Los alumnos estudian en biblioteca, pero Victoria las encuentra aburridas.

Si nos centramos en la preposición que da lugar a esta lectura de clase, observamos que se restringe a cierto tipo de preposiciones, especialmente 2

Laca (1999) afirma que las anáforas no solo son capaces de retomar referentes previamente presentados en el discurso, sino también el contenido descriptivo del nombre: “Cuando un sintagma nominal sin artículo funciona en el discurso como antecedente de un elemento anafórico, por ejemplo de un clítico o un sujeto implícito (…), estos elementos anafóricos tienen muy a menudo una referencia genérica” (Laca 1999: 896).


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a las livianas.3 De este modo, si sustituimos la preposición en de (6a–b) por su un sinónimo con claro contenido locativo como dentro de, la oración se torna agramatical, puesto que las preposiciones plenas solo son compatibles con nombres que denotan individuos y, en este caso, tintorería no refiere a un espacio particular sino a un tipo de establecimiento. (6) a. La ropa delicada se limpia mejor en tintorería. b. *La ropa delicada se limpia mejor dentro de tintorería, no afuera.

Lo mismo ocurre en el contraste entre (7a) y (7b): con verbos de movimiento, el valor genérico de tintorería se conserva con las preposiciones livianas a y de mientras que rechaza las versiones plenas hacia y desde. (7) a. Siempre lleva/trae la ropa fina a/de tintorería. b. *Siempre lleva/trae la ropa fina hacia/desde tintorería.

En lo que concierne al grado de productividad de estas construcciones con valor genérico en español, hemos observado que existen restricciones léxicas, esto es, los nombres que las conforman pertenecen a una clase acotada. Solo son posibles con nombres locativos que denotan establecimientos, generalmente comerciales (8a), y no con otro tipo de lugares, 3

Adoptamos la distinción entre preposiciones plenas, que son las que tienen contenido semántico (como desde y contra), y las preposiciones livianas, que funcionan como palabras gramaticales, en tanto no aportan significado conceptual alguno (cf. Masullo 1996). Ašic & Corblin (2012) se refieren a estas últimas como “preposiciones locativas menos especificadas” (less specified locative prepositions).


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como pueden ser las partes de esos establecimientos o de una vivienda (8b). Tampoco admiten nombres que denotan espacios naturales (8c). (8)

a. Esto se vende en librería/ panadería/ frutería/ zapatería/ supermercado/ carnicería. b. *Este mueble se pone en pasillo/ cocina/ en dormitorio/ en baño. c. *Este animal vive en llanura/ selva/ estepa/ montaña.

Así pues, este primer grupo de escuetos se caracterizan por referir a tipos de entidades. Hemos visto cómo esta interpretación genérica se pone en evidencia por su afinidad con contextos genéricos, por el hecho de que tanto en casos de elipsis verbal como con sujetos plurales es posible una lectura en que no hay identidad estricta y por el tipo de modificación que admiten. En cuanto a la posibilidad de anáfora, hemos mostrado que no son buenos candidatos para introducir referentes en el discurso y que los nombres que pueden intervenir en estas construcciones pertenecen a una clase de locativos que denotan un tipo específico de establecimiento. 3. Escuetos de referencia individual El segundo grupo de locativos estudiados se diferencia del primero en que en estos casos los singulares escuetos denotan entidades individuales. Así, en el ejemplo (1b) rectorado denota un lugar concreto. Veremos que estos escuetos también se construyen a partir de una clase léxica restringida y que presentan dos implicaturas: una de familiaridad –similar a la trabajada por Stvan (2009) en inglés– y una de unicidad.


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En primer término, en contraste con lo visto en los genéricos, estos escuetos pueden aparecer tanto en contextos genéricos como en episódicos, si bien su valor de individuo se pone de manifiesto sobre todo en contextos que expresan eventos particulares y puntuales, como se puede observar en los ejemplos de (9): (9) a. La auditora siempre atiende en tesorería/ Hoy la auditora nos atendió en tesorería. b. Mi hermana trabaja en secretaría/ Estuve en secretaría toda la tarde.

En segundo término, como es de esperar, estos escuetos preservan la identidad de su denotación. Por lo tanto, mantienen la identidad estricta con su antecedente ante casos de elipsis verbal. De este modo, la única interpretación posible de (10a) es que Sara y Facundo están en el mismo lugar. Por el mismo motivo, con sujetos plurales no admiten una lectura distributiva, es decir, en (10b) la única interpretación posible es que tanto Sara como Facundo se hallan en el mismo lugar (Sara y Facundo están en la bedelía de su universidad). No es posible inferir que Sara se encuentra en una bedelía y Facundo en otra (#Sara está en la bedelía de la Universidad de la República y Facundo en la de la Universidad de Buenos Aires). (10) a. Sara está en bedelía y Facundo también.4 b. Sara y Facundo están en bedelía. 4

Bedelía f En los centros de estudios, oficina para la atención y trámites de los estudiantes (Kühl de Mones 1993).


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Puesto que denotan entidades individuales, este tipo de escuetos no admite la pluralización. Como se ve en (11a), al pluralizar el nombre, la oración resulta anómala. La única manera de rescatarla sería mediante un contexto que hiciera posible su interpretación como un plural escueto con valor de tipo de entidad (Laca 1999), como se muestra en (11b). (11) a. #La auditora nos atendió en tesorerías. b. La auditora suele hacer inspecciones en tesorerías.

Su comportamiento discursivo constituye otra prueba de la capacidad de estos escuetos de referir a un lugar individual existente. En efecto, sirven para introducir referentes en el discurso y por lo tanto pueden ser perfectamente retomados mediante un pronombre, como se muestra en (12), en donde el clítico la remite a la locación en la que se encuentra el sujeto. (12) Ya estoy en bedelía; la encontré desierta.

Por otra parte, y a pesar de tener carácter referencial, estos escuetos no suelen aparecer modificados, ni por adjetivos calificativos o relacionales ni por sintagmas preposicionales (13). (13) *El trámite lo hice en bedelía nueva/ universitaria/ de la escuela.

La explicación de la incompatibilidad con modificadores la encontramos en que en estos casos hay una implicatura de unicidad, es decir, que el nom-


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bre escueto denota un lugar individual que es único en el ámbito en el que se encuentra el hablante. De hecho, de reponer un determinante sin alterar el valor semántico, esta construcción solo admitiría un determinante definido fuerte, que habilita la lectura de unicidad; nunca un indefinido (14). (14) En este momento, el decano está en rectorado/ en el rectorado/ *en un rectorado.

La implicatura de unicidad está asociada a su vez a la implicatura de familiaridad que tienen estos escuetos, ya que denotan siempre un lugar identificable por hablante y oyente. Este valor, que Stvan (2009) denomina “deíctico”, es lo que explica que estos locativos se interpreten tomando como punto de anclaje el lugar en el que está la persona denotada por el sujeto de la oración. Así, de (15a) se infiere que Agustín trabaja en el rectorado de su universidad y de (15b), que los subgerentes estuvieron en la secretaría de su lugar de trabajo. (15) a. Agustín trabaja en rectorado. b. Los subgerentes se reunieron en secretaría durante toda la tarde.

El carácter de “único”, que adquiere el nombre escueto y que permite asimilarlo a un nombre propio, fue estudiado en las gramáticas como un rasgo dialectal. De hecho, ya en la Sintaxis Hispanoamericana (Kany 1970 [1945]) se alude a casos similares.5 Este fenómeno, que Kany des5

“Con unos pocos nombres, como casa, palacio, etc., el español corriente omitió el artícu­


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cribe como ya en desuso, es muy frecuente en las variedades rioplatenses habladas tanto en Argentina como en Uruguay y permite comprender el comportamiento de estos escuetos en combinación con cláusulas relativas. En efecto, como se observa en los ejemplos de (16), solo admiten ser modificados por oraciones subordinadas relativas no restrictivas (16a), porque estas agregan información acerca de la entidad denotada por el nombre que funciona como antecedente, y rechazan las que tienen valor especificativo (16b), dada la imposibilidad de especificar una entidad única. El mismo comportamiento se observa con los nombres propios (17). (16) a. El trámite lo hice en bedelía, que está en primer piso. b. *El trámite lo hice en bedelía que está en primer piso. (17) a. Se mudó a Rosario, que está en la Provincia de Santa Fe. b. *Se mudó a Rosario que está en la Provincia de Santa Fe.

Este comportamiento, que los asemeja a los designadores rígidos, se advierte además en el hecho de que pueden ocupar posición de sujeto y de objeto sin determinante, manteniendo su valor locativo (18), lo cual en español solo es posible con nombres propios de lugar (19).

lo definido desde antiguo, posiblemente porque “el nombre fue considerado originalmente como único y de hecho como nombre propio” (…). Dicho uso se extendió en algunos casos al español americano, pero generalmente ha caído en desuso (Kany 1970 [1945]: 39).


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(18) a. Rectorado queda en planta baja. b. ¿Ubicás rectorado? (19) a. Rosario queda cerca. b. ¿Ubicás Rosario?

De modo análogo a lo observado en los nombres escuetos genéricos, los locativos que participan de estas construcciones presentan restricciones léxico-semánticas, en la medida en que denotan locaciones únicas que se reconocen como parte de una institución. Por este motivo, son posibles los ejemplos de (20a) pero no los de (20b). En (20a), tesorería hace referencia a un espacio que forma parte de una dependencia pública o privada. En (20b), dormitorio, si bien denota una parte de una vivienda, no admite esta lectura porque no integra un establecimiento organizado en partes institucionalizadas. En el caso de oficina, tampoco se cumple la implicatura de unicidad, ya que usualmente las instituciones cuentan con más de una oficina. (20) a. El contador se encuentra en tesorería. b. *El contador se encuentra en dormitorio/ en oficina.

Así pues, estas construcciones –bastante productivas en el español rioplatense– se pueden aplicar a cualquier nombre locativo, siempre y cuando este denote una dependencia institucional. En (21a) dirección denota el lugar destinado al director de la institución en la que se encuentra el hablante y en (21b) y (21c) sala de profesores y secretaría académica se


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interpretan como partes de instituciones educativas. Adviértase que en ambos casos el nombre locativo está modificado, ya sea por un sintagma preposicional (21b) o por un adjetivo relacional (21c). Esto, que en principio parece contradecir la implicatura de unicidad planteada para estos locativos, en realidad no lo hace, puesto que en estos casos las partes de la institución referidas llevan los nombres de sala de profesores y secretaría académica respectivamente. (21) a. Me citaron en dirección. b. El listado de asistencia está en sala de profesores. c. El formulario se entrega en secretaría académica.

El tipo de referencialidad que conllevan estos escuetos explica también su comportamiento en relación con la posibilidad de sustitución por otras preposiciones locativas. Al mantener su denotación locativa individual permiten la permutación con cualquiera de ellas, como se ilustra en (22), sin importar que se trate de preposiciones plenas (22a) o livianas (22b). (22) a. Estoy dentro de rectorado./ Voy hacia rectorado./ Vengo desde rectorado. b. Estoy en rectorado./ Voy a rectorado./ Vengo de rectorado.

En suma, este segundo grupo, el de los escuetos de referencia individual, denota entidades particulares, como se puede advertir por su posibilidad de aparición en contextos episódicos, por el hecho de que


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mantienen identidad estricta en casos de elipsis verbal, por el valor semántico que adquieren con la pluralización y por su comportamiento anafórico. Además de este valor referencial, poco usual para los escuetos contables singulares en español, encontramos una serie de implicaturas asociadas. Por un lado, conllevan una implicatura de unicidad que se manifiesta en el tipo de modificación y de cláusulas relativas que admiten, similar a la de los nombres propios. Por otro lado, la locación debe ser familiar para hablante y oyente. Finalmente, relevamos las restricciones léxicas vinculadas con esta lectura, que surgen de que estos escuetos denotan locaciones únicas e identificables que forman parte de una institución. 4. Escuetos de actividad El tercer grupo está conformado por secuencias en las que el nombre escueto denota una actividad prototípica que se lleva a cabo en la locación denotada por el nombre. Así, en el ejemplo (1c), estar en quirófano se interpreta como ‘estar realizando una intervención quirúrgica en un quirófano’. Estos escuetos, que existen tanto en italiano (a scuola) como en inglés (at school ), han sido más estudiados en las lenguas germánicas (Stvan 2009; Le Bruyn et al 2011). En español se suelen mencionar la forma lexicalizada estar en cama, que tiene la lectura de ‘estar en la cama padeciendo una enfermedad’ (23a) y la construcción estar en prisión, que se entiende como ‘estar en una prisión cumpliendo una condena’(23b) (rae/asale 2009; Laca 1999).


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(23) a. Juan no puede salir porque está en cama. b. Estudió abogacía en prisión.

En tanto forma lexicalizada, estar en cama ha perdido transparencia semántica; de hecho, la versión con determinante (estar en una cama) no se interpreta necesariamente como ‘estar enfermo’. Por el contrario, la lectura de actividad asociada a estar en prisión se puede inferir del significado de prisión. Asimismo, hemos visto que esta lectura de actividad no solo se aplica a más casos de los tradicionalmente estudiados sino que, a diferencia de las otras dos construcciones con escuetos, esta presenta una productividad diferente en ambas orillas del Río de la Plata, como se verá más abajo. Consideramos que el enriquecimiento semántico que ocurre en estos casos se debe a que la ausencia del determinante produce un cambio del dominio conceptual del nombre, que pasa de denotar una entidad concreta a denotar un proceso. La posibilidad de obtener esta interpretación está estrechamente vinculada con el carácter funcional de los nombres involucrados, es decir, con el hecho de que prisión, ruta, consultorio no denotan clases naturales sino que son artefactos. Según Pustejovsky (1995), los nombres funcionales incorporan aspectos semánticos que los vinculan con eventos típicos asociados a su función, que forman parte de lo que este autor llama el quale télico.6 6

Ašic & Corblin (2012) analizan el carácter funcional de los definidos débiles (telic definites) en construcciones locativas del francés y del serbio. Zwarts (2014), por su parte, incorpora el concepto de rol télico de Pustejovsky (1995) y postula una operación de framing a partir de la cual la información funcional se recupera cuando se le asigna a un nombre un rol en un marco (frame).


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De este modo, en (24) se activan sentidos introducidos por este quale, que forman parte de la configuración semántica de los nombres involucrados. En el primer ejemplo se recupera el significado de la actividad típica de atender pacientes, normalmente llevada a cabo en un consultorio, de modo que (24a) se lee como ‘Te llamo más tarde, ahora estoy atendiendo pacientes en un consultorio’. En el segundo ejemplo se remite a la actividad de andar o manejar en una ruta, con lo cual (24b) se interpreta como ‘Pedro no habla por celular cuando está manejando en una ruta’. (24) a. Te llamo más tarde, ahora estoy en consultorio. b. Pedro no habla por celular cuando está en ruta.

Al formar parte de la estructura semántica de los nombres funcionales, estos sentidos también están presentes en otros contextos sintácticos, como se muestra en (25). Por ello, en (25a), la ruta se interpreta como ‘manejar o andar en una ruta’ y en (25b), el quirófano y el consultorio reciben las lecturas de ‘operar a alguien en un quirófano’ y de ‘atender pacientes en un consultorio’. (25) a. La ruta lo cansó mucho. b. El Dr. Huertas prefiere el quirófano al consultorio.

Proponemos una serie de pruebas para dar cuenta de la lectura de actividad. La primera consiste en mostrar que estas construcciones solo aceptan sujetos animados, ya que las actividades implicadas suponen un


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participante humano.7 Como se ve en los ejemplos, (26a) y (26b) admiten lecturas de actividad: ‘La Dra. Bruno está atendiendo pacientes’; ‘Sus hijos están asistiendo a clases en un jardín de infantes’. En (26c) y (26d), en cambio, los sujetos no animados no admiten construcciones con locativos escuetos. (26) a. La Dra. Bruno está en consultorio. b. Sus hijos están en jardín de infantes. c. *La camilla quedó en consultorio. d. *Los crayones están en jardín de infantes.

Por otro lado, si sometemos estos escuetos a la prueba de elipsis verbal, observamos que el nombre locativo no es referencial. En contraste con lo que ocurre con los escuetos de referencia individual, en estos casos no es posible establecer una identidad estricta. En (27a) las únicas interpretaciones posibles son que Juan y Mario están manejando en una ruta, y en (27b), que tanto la Dra. Bruno como el Dr. Alonso están atendiendo pacientes en un consultorio. Es decir que, como es de esperar, lo que se retoma al restituir la elipsis son las actividades asociadas a los locativos ruta y consultorio y no los espacios designados por estos nombres. (27) a. Juan está en ruta y Mario también. b. La Dra. Bruno está en consultorio y el Dr. Alonso también. 7

Nótese como excepción el caso de en taller, citado por Laca (1999: 923), en que el sujeto es el objeto afectado por la actividad; el auto está en taller se entiende como ‘el auto está en reparación’.


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El hecho de que estos escuetos no designan espacios particulares, sino las actividades asociadas a ellos, permite también explicar la anomalía en (28). La marca morfológica plural de estos nombres no tiene como correlato la designación de un conjunto de entidades, así como tampoco designa una única entidad la marca singular. Esto es así porque resulta irrelevante determinar cuántas rutas está recorriendo Juan o en cuáles quirófanos operó la Dra. Bruno, pues lo que se pone de relevancia son las actividades desempeñadas por ambos participantes. (28) a. # Juan está en rutas. b. # La Dra. Bruno estuvo en quirófanos.

La tercera prueba se relaciona con la modificación. En las construcciones que se ilustran en (29a) y (29b) resulta agramatical combinar estos escuetos con algún tipo de modificador, ya sea de referencia individual o de clase. Esto se debe a que estos nombres no denotan entidades concretas sino actividades y, por lo tanto, no se les puede atribuir propiedades. Sin embargo, admiten modificadores atélicos tales como sintagmas preposicionales encabezados por durante (29c), en los que se refuerza la naturaleza no delimitada de las actividades designadas por los nombres. (29) a. *Juan está en cama grande/ ortopédica. b. *No te puedo hablar porque estoy en ruta peligrosa/ nacional. c. Juan estuvo en cama durante un mes.

La cuarta evidencia que señala su carácter de actividad, y por tanto no referencial, está vinculada con las oraciones relativas. Como se ilus-


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tra en (30), estos escuetos rechazan las cláusulas relativas, tanto restrictivas como especificativas. En (30a) el pronombre relativo es incapaz de seleccionar el escueto como antecedente, puesto que las oraciones subordinadas solo modifican expresiones que denotan una entidad (Espinal & McNally 2011). Asimismo, la agramaticalidad de (30b) está dada porque el participio modifica a un nombre que no constituye una expresión referencial, sino que refiere a una actividad. (30) a. *Estamos en ruta que queda al sur de la provincia. b. *Estudió abogacía en prisión, ubicada en las afueras de la capital.

Estos nombres escuetos tampoco tienen valor presentativo, esto es, no pueden ser retomados en el discurso. En consecuencia, el problema de (31a) es que el pronombre ella es incapaz de retomar el valor de acti­vidad de cama. Análogamente, la continuación de (31b) resulta inadecuada, porque el adverbio ahí exige un antecedente con significado locativo y en este caso quirófano no denota una locación sino una actividad. (31) a. # Juan está en cama y se va a quedar en ella hasta que se cure. b. La Dra. Bruno está en quirófano. # La Dra. Bruno está ahí.

Asimismo, la interpretación de actividad de estas construcciones explica su comportamiento con respecto a la imposibilidad de sustituir la preposición en por otras preposiciones, ya sea plenas o livianas. Como en estos casos los nombres no refieren a una entidad particular, no aceptan ser combinados con otras preposiciones, como muestra la agramaticalidad de las oraciones en (32).


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(32) a. *María viene de consultorio. b. *Juan está dentro de prisión por fraude.

Como adelantáramos previamente, un fenómeno interesante de resaltar es que este tipo de escuetos muestra una productividad mayor en el español uruguayo que en el argentino. Así, los ejemplos de (33), que son rechazados por hablantes de la Argentina, resultan normales en Uruguay: (33) a. Es más emocionante ver los partidos cuando son en estadio. b. Los niños están en piscina lunes y miércoles de 5 a 7. c. A partir de las 5 no me llames porque estoy en gimnasio. d. Pedro está en laboratorio todo el día. e. Llego a la reunión porque a esa hora ya no estoy en facultad.

En todos estos casos, los sintagmas preposicionales escuetos son interpretados como una actividad prototípica que se lleva a cabo en la locación que el nombre en cuestión designa. De esta manera, en (33a) se entiende que los jugadores están en el estadio jugando al fútbol; en (33b), que los niños van a clase de natación lunes y miércoles de 5 a 7; en (33c), que a partir de las 5 de la tarde hago gimnasia en el gimnasio; en (33d), que Pedro trabaja en el laboratorio todo el día y en (33e), que llego a la reunión porque a esa hora ya no estoy estudiando en la facultad. Este fenómeno de microvariación parece hacer sistema con los escuetos singulares contables que ocurren en posición de objeto directo estudiados en Oggiani (2013) en el español del Uruguay. En los ejemplos de


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(34), que tampoco son posibles en el español de de Argentina, los nombres refieren a entidades individuales. (34) a. Papá está haciendo parrillero. b. Cecilia termina monografía y se recibe.

A modo de resumen, este tipo de construcciones con contables escuetos singulares se interpretan como una actividad prototípica que ocurre en el lugar que el nombre denota. En primer lugar, hemos planteado que solo aceptan sujetos animados con el rasgo [+humano]. Luego, verificamos su falta de referencialidad mediante una serie de pruebas: su comportamiento ante la elipsis verbal y la pluralización, su incompatibilidad con modificadores adjetivales, el rechazo de subordinadas relativas, la imposibilidad de retomarlos anafóricamente mediante pronombres o de reemplazar en por otras preposiciones. Asimismo, observamos las restricciones léxicas de estos nombres y el fenómeno de microvariación que presentan. 5. Casos de ambigüedad Es posible advertir casos ambiguos en los distintos tipos de escuetos analizados. Por un lado, existen casos en los que es posible tanto una lectura genérica como una de referencia individual (35). (35) a. Este antigripal se consigue en farmacia. Lo podés comprar tanto en la farmacia del shopping como en la de la esquina. b. Este antigripal se consigue en farmacia, que abre a las 9 hs.


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En (35a), farmacia se puede interpretar como un genérico: ‘Este antigripal se consigue en cualquier farmacia’. Esta lectura está habilitada por el contexto genérico afín, aportado por el tiempo presente del verbo y porque al referir a un tipo de establecimiento comercial, el nombre se puede sustituir por un plural escueto con el mismo valor (Este antigripal se consigue en farmacias). Pero también admite una segunda interpretación, según la cual el antigripal se consigue en la sección destinada a la farmacia de un establecimiento en el que se encuentra el hablante. A diferencia de la lectura anterior, aquí la referencia individual de farmacia admite la modificación de una cláusula relativa no restrictiva (35b). El segundo caso de ambigüedad se da entre la lectura de referencia individual y la lectura de actividad (36). Así, en (36a) podemos interpretar que la doctora se encuentra en el quirófano de la clínica en la que trabaja o que está realizando una intervención quirúrgica. De la primera interpretación surgen las implicaturas de familiaridad y unicidad, mediante las cuales hablante y oyente comparten el conocimiento de que hay un solo quirófano en el lugar en donde se encuentran. En la primera lectura, el carácter referencial del nombre hace posible su pronominalización (36b), que es imposible en la interpretación de actividad, en la que la anáfora lo no puede retomar el valor de actividad de quirófano. (36) a. La doctora está en quirófano. b. La doctora está en quirófano, lo encontrás en el quinto piso.

No es de extrañar que no se encuentren casos de ambigüedad entre una lectura genérica y una de actividad. Como hemos visto, los nombres


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escuetos que pueden producir una lectura genérica denotan una clase acotada de locativos, la de los establecimientos institucionales o comerciales, y los nombres analizados que admiten la interpretación de actividad pertenecen a esta clase. Naturalmente, los casos ambiguos responden al hecho de que los locativos involucrados pertenecen a las clases léxicas propias de cada grupo. Así, la ambigüedad entre la interpretación genérica y la de referencia individual es posible con farmacia, porque este nombre puede denotar tanto un tipo de establecimiento como un lugar específico que forma parte de una institución. De manera similar, quirófano admite una lectura de referencia individual además de la de actividad prototípica que se asocia al nombre en virtud de su denotación. Este comportamiento ambiguo no es aplicable a nombres locativos como ruta y cama, que solo se interpretan como actividades, ya que es imposible tomarlos como locaciones únicas que forman parte de una institución. Queda claro, entonces, que la misma naturaleza léxica de estos nombres escuetos determinará los casos en los que pueden recibir más de una interpretación. 6. Conclusiones En este trabajo hemos analizado una serie de construcciones locativas del español, introducidas por la preposición en. El estudio realizado nos permitió reconocer tres grupos diferentes, que se distinguen por el valor semántico que adquiere el nombre locativo en el español rioplatense. Una de las principales diferencias entre ellos radica en el tipo de referencialidad. En el primer grupo, el de los escuetos genéricos, los nombres


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escuetos denotan tipos de locación; en el segundo, los escuetos refieren a locaciones individuales. En el tercer grupo, en cambio, los nombres involucrados carecen de carácter referencial. Los escuetos locativos con interpretación genérica no han sido estudiados en el español. Como hemos visto, la lectura de clase en construcciones solo es posible con un conjunto restringido de nombres: aquellos que denotan tipos de establecimiento (en biblioteca, en zapatería, en ferretería). Los escuetos de referencia individual, por su parte, son particularmente productivos en el español rioplatense. Es interesante advertir que, además de tener la capacidad de denotar locaciones individuales, estos escuetos involucran dos implicaturas: denotan un lugar único (implicatura de unicidad) y deben remitir a un lugar conocido por hablante y oyente (implicatura de familiaridad). En cuanto a las restricciones léxico-semánticas, siempre refieren a partes reconocibles de un establecimiento público o privado (en rectorado, en secretaría, en sala de profesores). Finalmente, los escuetos de actividad se distinguen de los otros dos grupos en que no refieren ni a tipos de locaciones ni a lugares individuales. Como hemos visto, en estos casos la ausencia de determinante genera un enriquecimiento semántico por el cual estas construcciones se interpretan como actividades prototípicas llevadas a cabo en el lugar denotado por el nombre (en ruta, en quirófano). En estos casos también encontramos restricciones léxico-semánticas, ya que solo se producen con nombres locativos que se pueden asociar a actividades prototípicas, es decir, a nombres que tienen asociado un evento en su quale télico. Lo más interesante de estos escuetos es que presentan un mayor grado de productividad en Uruguay que en Argentina.


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Las restricciones léxico-semánticas observadas en los tres grupos explican que los casos de ambigüedad se den solo entre las lecturas genérica e individual (en farmacia) o entre la de referencia individual y la de actividad (en quirófano). Por otro lado, cabe preguntarse por qué un hablante decide omitir el determinante en cada una de estas construcciones cuando tiene otras opciones: el plural escueto con valor genérico (Estudia en biblioteca/ bibliotecas); el determinante definido para el referencial (Está en bedelía/ en la bedelía) y el verbo en lugar de los escuetos de actividad (No atiende el teléfono cuando está en consultorio/ está atendiendo pacientes). En cuanto al genérico, si bien no podemos responderlo a cabalidad, advertimos, a partir de los datos analizados que su uso podría estar vinculado con cuestiones de índole discursiva, en la medida en que resultan malos candidatos para introducir referentes a nivel discursivo. En los de referencia individual, en cambio, además de la preferencia dialectal que reflejan, tanto la restricción léxica como las implicaturas permiten establecer condiciones claras de diferenciación con sus variantes con determinante. Por fin, la interpretación de actividad que surge por la ausencia de determinante se aplica especialmente a nombres que denotan locaciones factibles de asociarse a una actividad prototípica. En ellos es particularmente interesante la microvariación observada entre las dos variedades rioplatenses. Los valores semánticos estudiados nos permiten concluir que estos casos, lejos de constituir excepciones, parecieran representar una tendencia en el español rioplatense coloquial a permitir nombres escuetos con una gama más amplia de denotaciones y una mayor distribución de lo que sería esperable. En efecto, resulta evidente que la ausencia de


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­ eterminante en esta variedad dialectal cubre más usos que los consignad dos en la literatura clásica. En este sentido, la productividad de los escuetos locativos que hemos analizado, se suma a la posibilidad que tienen de ocupar posiciones argumentales de objeto, como en escribir tesis o terminar monografía, estudiados en Oggiani (2013) y a los que aparecen en construcciones como pegar novia o pintar beso, estudiadas por Kornfeld & Kuguel (2013). Referencias Aguilar-Guevara, Ana & Schulpen, Maartje. 2014. Modified weak definites. En Aguilar-Guevara, Ana & Le Bruyn, Bert & Zwarts, Joost (eds.), Weak referentiality, 237–264. Ámsterdam: John Benjamins. Ašic, Tijana & Corblin, Francis. 2012. Telic definites and their preposition(s): French vs. Serbian. (Ponencia presentada en el congreso ‘Languages with and without articles’, París, marzo de 2012.) Baldwin, Timothy & Beavers, John & Van Der Beek, Leonoor & Bond, Francis & Flickinger, Dan & Sag, Ivan A. 2006. In search of a systematic treatment of determinerless pps. En Saint-Dizier, Patrick (ed.), Syntax and semantics of prepositions, 163–179. Dordrecht: Springer. Bosque, Ignacio (ed.). 1996. El sustantivo sin determinación. La ausencia de determinante en la lengua española. Madrid: Visor. Carlson, Greg & Sussman, Rachel. 2005. Seemingly indefinite definites. En Kepsar, Stephan & Reis, Marga (eds.), Linguistic evidence: Empirical, theoretical, and computational perspectives, 71–86. Berlín: Mouton de Gruyter.


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Fecha de recepción de manuscrito original: 22 de diciembre de 2015 Fecha de recepción de manuscrito revisado: 12 de mayo de 2016 Fecha de aceptación: 12 de mayo de 2016


RUMORES Y OTROS MALOS HÁBITOS. EL CONDICIONAL EVIDENCIAL EN ESPAÑOL Fernando Bermúdez Universidad de Uppsala fernando.bermudez@moderna.uu.se

This paper investigates the so-called “rumor conditional” in Spanish (cr), typical of the journalistic discourse, as in El primer ministro renunciaría en las próximas horas. Its modal features and particularly its evidential properties are discussed from a deictic understanding of evidentiality, based on the work of Bermúdez (2006). cr is compared to another use of the conditional verb form, typical of scientific discourse, with which it is often confused, as in juventud sería el lapso que media entre la madurez física y la madurez social. It is proposed that the cr is a marker of third-hand information, while the scientific conditional indicates second-hand information and cognitive access to the information source. The analysis also functions as indirect evidence of the adequacy of the deictic approach to evidentiality. Keywords: conditional, evidentiality, deixis, epistemic modality En este artículo se investiga el llamado “condicional de rumor” (cr) en español, forma típica del discurso periodístico, como en El primer ministro renunciaría en las próximas horas. Los rasgos modales, y particularmente los valores evidenciales de esta forma verbal se discuten a partir de una visión deíctica de la evi-

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dencialidad basada en Bermúdez (2006). El cr se compara con otro uso de la forma verbal condicional, típica del discurso científico, con el que a menudo se confunde, como en juventud sería el lapso que media entre la madurez física y la madurez social. Se propone que el cr es un marcador de información de tercera mano, mientras que el “condicional científico” indica información de segunda mano y acceso cognitivo a la fuente de información. El análisis funciona asimismo como una evidencia indirecta de la adecuación de la visión deíctica de la evidencialidad. Palabras clave: condicional, evidencialidad, deixis, modalidad epistémica

1. Introducción Puede afirmarse sin temor a exagerar que el tiempo verbal condicional en español (1–3) es una forma verbal incómoda, de difícil clasificación. (1) Dijo que llegaría mañana. (2) Saldría al campo si no estuviera lloviendo. (3) Tendría frío y por eso estaba temblando.

El condicional de (1) suele interpretarse como un futuro del pasado, mientras que en (2) expresa un significado modal de baja potencialidad; en (3), por su parte, el condicional expresa una inferencia, lo cual involucra un componente modal (probabilidad) y al mismo tiempo evidencial (la información es accedida mediante un proceso cognitivo). Más allá del mayor o menor interés científico que pueda otorgarse a las consideraciones normativas de la Real Academia Española (rae), un simple examen de las diferentes ediciones de la Gramática da clara cuenta de la dificultad de su clasificación. En un principio se lo incluyó,


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en la tradición de Nebrija, como una forma del pretérito imperfecto del modo subjuntivo (rae 1913); más tarde, en un intento de separarla del subjuntivo pero sin confundirla con el indicativo, “modo de la realidad”, se creó una categoría modal específica, el modo potencial, que solo incluía el condicional simple y compuesto (rae 1917; 1931); finalmente, se lo terminó incluyendo dentro del modo indicativo (lo que ya Andrés Bello había hecho en 1847), como un postpretérito o futuro del pasado (rae 1973; rae/asale 2009). Ninguna otra forma verbal ha experimentado un periplo clasificatorio tan variado como el condicional. Aun en su actual situación relativamente estable dentro del modo indicativo, esta forma verbal continúa ofreciendo dificultades tanto en su descripción como en su clasificación. En efecto, la mera existencia del condicional simple y compuesto puso de manifiesto la necesidad de modificar el modelo reichenbachiano de la descripción del significado de los tiempos verbales añadiendo un segundo punto de referencia para justamente poder dar cuenta de su complejidad deíctica (Vikner 1985; Carrasco Gutierrez 2008). Para complicar aún más el panorama, el condicional posee usos corteses (4) y evidenciales (5–6): (4) Deberías cortarte el cabello. (5) Pampita y Benjamín Vicuña esperarían otro hijo. (Clarín, 18/04/2014) (6) Los jugadores no entrenan y el presidente renunciaría esta noche. (El Diario, 15/01/2014)

En (4), mediante la morfología condicional el hablante atenúa la necesidad expresada por el verbo modal deber, mientras que en (5) y


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(6) el hablante expresa una calificación evidencial, a saber, que la fuente de la información expresada en el enunciado no es el propio hablante. Por último, usos como el de (5) y (6) suelen ser considerados como galicismos de aparición relativamente reciente y restringidos al discurso periodístico, y por lo tanto se los suele calificar como normativamente incorrectos y/o marginales. El presente trabajo examina los usos evidenciales del condicional, como en (5–6), tratando de ofrecer una descripción de su significado y, de manera tangencial, discutir los argumentos a los que se ha acudido para cuestionar la corrección de su uso. Los ejemplos presentados provienen de diferentes variantes del español, lo que sugiere que las conclusiones aquí extraídas son válidas para el español en general, más allá de las diferencias que diferentes variantes presentan tanto en el uso de las formas verbales como en la expresión de significados evidenciales. 2.  El condicional en español Una cantidad considerable de estudios han abordado el tema del condicional, ya sea específicamente (Lozano 1988; García Fajardo 2000; Azzopardi 2011; 2013; Hennemann 2014) o como una parte dentro del estudio general de los tiempos verbales del español (Bull 1960; Seco 1972; Rojo 1990; Porto Dapena 1991; Veiga 1991; Pérez 1998; Rojo & Veiga 1999; Carrasco Gutiérrez 2008; Hennemann 2013 entre otros). En la mayoría de los casos se señala el valor de futuro en el pasado (1) y el hipotético (2) como nucleares, nombrando más o menos de paso los otros usos “modales” como los de (4–6). En dos de los trabajos más


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recientes dedicados en profundidad al condicional, Azzopardi (2011; 2013), apoyándose en la evolución diacrónica de la forma -ría a partir de la perífrasis latina original, le asigna un valor nuclear de ulterioridad en el pasado: la desinencia -ía de imperfecto de indicativo expresaría la referencia a una situación enunciativa anterior al momento de la enunciación mientras que el morfema -r- estaría situando el acontecimiento como ulterior.1 A partir de esta definición básica intenta hacer una descripción exhaustiva de los usos del condicional, e identifica dos tipos diferentes: los usos temporales y los usos modales. Entre los usos temporales (posterioridad en el pasado) identifica dos usos específicos, a los que llama subjetivo o de ulterioridad (7) y objetivo o histórico (8): (7) Pedro dijo que vendría. (8) Un año más tarde se convertiría en presidente, en 1995.

Entre los usos modales identifica cuatro efectos de sentido, a saber: hipotético (9), atenuativo (10), conjetural (11) y citativo (12): (9) Si te fueras, estaría contento. 1  Thomas

(2012), sin embargo, deriva el significado hipotético, ya presente en el latín, no del valor temporal sino del valor de necesidad presente en la perífrasis latina original, compartido con el valor temporal. De esta manera, la propuesta de, entre otros, Azzopardi (2011; 2013) de que el valor de ulterioridad en el pasado es el valor básico de esta forma puede cuestionarse. Otra propuesta, si bien no directamente asociada al condicional, es la de Iatridou (2000), quien relaciona las nociones de pretérito e irrealidad, al afirmar que la morfología asociada al pretérito en realidad expresa una función particular (a saber, la de exclusión) entre un tiempo/mundo tópico y el tiempo/mundo del enunciado.


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(10) ¿Podrías darme un poco de pan? (11) Cuando lo conocí él tendría veinte años. (12) Según El País, el presidente estaría en Estados Unidos.

Azzopardi (2013: 340 y ss.) señala, apoyándose entre otros en Thomas (2012) y Company Company (1986) que los valores hipotético (9) y de ulterioridad subjetiva en el pasado (7) existían ya en la perífrasis original latina (derivados del significado inicial de necesidad) y han continuado siendo productivos hasta el presente, mientras que los demás usos serían derivados de estos dos sentidos primitivos. Azzopardi afirma que el primero que aparece es el atenuativo o cortés, con ejemplos tan tempranos como del siglo xiii, seguido del conjetural, que aparece en el siglo xvi. Las primeras apariciones del citativo se remontan al siglo xviii según Azzopardi, y por último los usos históricos no hacen su entrada sino hasta el siglo xix. En el siguiente apartado nos detendremos particularmente al uso que Azzopardi llama citativo; primero pasaremos revista a los estudios anteriores sobre el tema y luego presentaremos nuestro análisis desde una visión deíctica de la evidencialidad. 3.  El condicional de “rumor” El uso del condicional que aquí nos ocupa ha recibido diferentes nombres en la bibliografía en lengua española: condicional de rumor (rae/asale 2009), condicional periodístico (Veiga 1991; Pérez 1998), de información no asegurada (Lapesa 1977; Seco 1998), potencial citativo (Nadal Palazón 2011), condicional citativo (Azzopardi 2013) y condicional epistémico de


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atribución (Kronning 2015). Tales denominaciones rescatan diferentes aspectos tradicionalmente asociados a este uso del condicional, a saber, que se lo encuentra (principalmente) en el discurso periodístico, que marca una fuente de información diferente al hablante y que expresa cierto grado de incertidumbre respecto de lo enunciado. En efecto, un enunciado como (12) remite directamente al discurso periodístico, al tiempo que indica que la información expresada (que el presidente está en Estados Unidos) ha sido recibida de una fuente externa, y al mismo tiempo que el periodista no se hace cargo de su veracidad. Como se señaló anteriormente, dentro de los trabajos que tratan la forma verbal condicional, el condicional de rumor (en adelante, cr) ha ocupado un lugar periférico. En efecto, cuando se lo nombra suele agrupárselo con otros usos “modales” o “dislocados” (Rojo & Veiga 1999), dándole un status de curiosidad lingüística. Casos típicos son los de Gili Gaya (1962), que da cuenta de este uso en una nota al pie, Rojo & Veiga (1999), que lo menciona como un par de líneas de anotación en cuerpo de letra menor, o el de la Nueva gramática de la lengua española (rae/asale 2009), que le dedica escasas siete líneas, y presentándolo como “una variante del condicional de conjetura” (es decir, una subvariedad de casos como 11). Asimismo, este uso del condicional ha tenido un bajo prestigio desde el punto de vista normativo: típicamente se lo suele acusar de “galicismo”2 2

Los libros de estilo de muchos periódicos en lengua española españoles cuestionan y hasta prohíben el uso del cr: La posibilidad en el pasado no es, sin embargo, un hecho dudoso, no garantizado, ni un rumor. Este uso del condicional de indicativo es francés. Se incurre, pues, en galicismo cuando se escriben frases como éstas: ‘el ministro de Agricultura podría estar dispuesto’


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(Lázaro Carreter 2001; Seco 1998: 350), se lo presenta como delimitado al discurso periodístico (Veiga 1991; Lázaro Carreter 2001) y de aparición reciente. Estos tres aspectos se encuentran claramente relacionados: la crítica normativa afirma que el cr no es original del castellano sino que es copiado del francés por periodistas hispanos, lo cual implica que su uso no es más antiguo que la época de difusión de la prensa escrita; de hecho, Azzopardi (2013: 343) fecha la primera aparición del cr en el siglo xviii, cuando los primeros periódicos aparecen en España. En los últimos años, sin embargo, se han relativizado algunos de estos aspectos. Kronning (2002: 563) afirma que lejos de ser una propiedad del discurso periodístico, el cr se encuentra por ejemplo en el discurso científico e histórico. Asimismo presenta ejemplos de este uso tan antiguos como del siglo xvi, lo cual al mismo tiempo estaría cuestionando indirectamente el hecho de que fuera un galicismo, dado que si este uso existe en la lengua castellana desde fecha tan antigua, y en diferentes tipos de discurso, podría afirmarse que es un rasgo que pertenece al castellano por derecho propio.3 Ahora bien, ¿cuáles son realmente las propiedades temporales, evidenciales y modales del condicional de rumor? ¿Se encuentra …; ‘el obispo habría establecido…’; ·según diversas fuentes, habrían sido detenidos siete grapos …’; […] El uso del condicional en ese tipo de frases queda terminantemente prohibido en el periódico. Además de incorrecto gramaticalmente, resta credibilidad a la información. (El País 2003) El condicional con el sentido de suposición es un barbarismo sintáctico, originado en una inexacta traducción del francés, que atenta contra la credibilidad de la información, sobre todo cuando la encabeza en el título, bajada o resumen. Sólo por esto este solecismo es inadmisible. (La Nación 1997) 3  Martines (2015) encuentra asimismo este uso en el catalán ya en el siglo xiii.


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efectivamente restringido al discurso periodístico o, como afirma Kronning (2002), se encuentra en muchos otros tipos de discurso? En los siguientes apartados trataremos de responder estas preguntas. 3.1.  El cr en el discurso periodístico En el presente apartado echaremos una mirada al “condicional de rumor” y trataremos de establecer su semántica, y en particular sus propiedades evidenciales. En cuanto a la deixis temporal, se suele afirmar que el significado nuclear del condicional es un futuro del pasado (Azzopardi 2011; 2013, entre otros). Sin embargo, el cr, como puede notarse en (5– 6), no se relaciona explícitamente con pasado alguno, y temporal y aspectualmente se comporta más bien como el tiempo verbal presente y no como un futuro; esto es, los estados se interpretan como coetáneos con el momento de la enunciación (13) mientras que los procesos se interpretan con referencia futura (14) o como hábitos (15).4 (13) Simon soltó su bomba: Humala tendría un hijo extramatrimonial. (El Comercio, 27/3/2014) (14) Los jugadores no entrenan y el presidente renunciaría esta noche. (El Diario, 15/01/2014) 4

Rojo & Veiga (1999: 2916) incluyen el cr como un “uso dislocado” de la forma verbal condicional, que surgiría al eliminar el vector de posterioridad asociado a la forma verbal condicional o al reemplazarlo por un vector de simultaneidad. Para una visión más detallada esta interpretación, basada en la teoría temporalista de Rojo, véase Rojo (1974).


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(15) El presidente trabajaría con los movimientos sociales. (El Potosí, 31/03/2015)

¿Qué decir de su significado evidencial? La denominación de condicional “de rumor” sugiere que se trata de información que no es de primera mano y además de origen desconocido, o al menos no explícito. Contra esta descripción del significado evidencial del condicional es fácil reaccionar, dado que la fuente de información puede muy bien estar explícita en el contexto inmediato, como puede verse en los siguientes ejemplos: (16) Igor Shkuro, de treinta y dos años, autor ayer del secuestro de un avión italiano con 101 pasajeros y 11 tripulantes a bordo que volaba entre Argel y Roma y que terminó sin mayores incidentes, tendría sus facultades mentales perturbadas, según se informó hoy en Roma. (ABC, 27/09/1982) (17) Nols estaría considerando, según el propio Le Pen, la creación en Bélgica de un Frente Nacional de extrema derecha, similar al francés. (El País, 01/10/1984)

En efecto, en (16) se alude a una fuente, aunque oculta en la forma pasiva, y en (17) se presenta una fuente específica: Le Pen. La cuestión es entonces si se puede afirmar que se está expresando un rumor aun cuando se hace referencia a la fuente. Claramente es una cuestión de definición, esto es, a qué se llama “rumor”. ¿Es solamente rumor cuando la fuente es inespecífica como en “parece que/dicen que/dizque Humala tiene un hijo extramatrimonial”, o se considera también rumor cuando se reconoce una fuente directa más o menos específica, como en “todos


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los que lo conocen dicen que Humala tiene un hijo extramatrimonial” o “Mi peluquero dice que Humala tiene un hijo extramatrimonial”? Sea como fuere, se puede apreciar una diferencia notable en las propiedades evidenciales del cr en relación con otras formas verbales que también introducen información de segunda mano, como por ejemplo el pluscuamperfecto:5 (18) Dice que por allá no hay ninguna… ninguna librería. No hay ninguna. Vamos a ver. No sé si lo… si la inaugurarán pronto, porque el otro día habían ido a marcar la mercadería. Dice que tenían mucha mercadería ya comprada, pero no sé cómo les irá. (Habla Culta: Buenos Aires: M27 B)

La elección del pluscuamperfecto en (18) (el hablante bien podría haber elegido el perfecto simple: fueron) se explica porque del contexto se entiende que el hablante no ha sido testigo directo de la información que se expresa: concretamente, el hablante, al utilizar el pluscuamperfecto, expresa explícitamente que no estaba allí cuando fueron a marcar la mercadería, sino que sus dichos se basan en información de segunda mano. Ahora bien, el enunciado de (18) nunca podría tomarse por un rumor, aun cuando la fuente no es completamente explícita (se puede sin embargo deducir que la fuente concuerda con el sujeto de dice), en este sentido la interpretación es completamente diferente de (16) o (17), aun cuando en (17) la fuente es identificada con una persona 5  Para

una caracterización del pluscuamperfecto como marcador evidencial, véase Bermúdez (2008; 2011).


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determinada (Le Pen). Pero ¿cómo definir esta diferencia intuitiva, que hace que los enunciados con condicional puedan interpretarse como rumor mientras que los enunciados con pluscuamperfecto, que también marca que la fuente de la información no es el propio hablante, no reciban tal interpretación? Para responder esta pregunta daremos un rodeo por el dominio semántico de la evidencialidad. Definimos evidencialidad aquí como el dominio semántico relacionado con la fuente de la información expresada en un enunciado. Pero ¿cómo se estructura internamente la categoría semántica de la evidencialidad? Una variante del siguiente esquema, que sigue en parte a Willett (1988: 57), suele ser el más utilizado entre los estudios de la evidencialidad. Según esta posición, los subdominios de la evidencialidad podrían esquematizarse como sigue, en función del tipo de evidencia que el hablante declara poseer: 6 Visual Directa

Tipo de evidencia

Sensorial

Transmitida

Auditiva Otros sentidos Segunda mano Tercera mano Folklore

Indirecta Inferida

Inferencia Razonamiento

Figura 1. Los subdominios de la evidencialidad 6  Para

otras clasificaciones de la evidencialidad, véanse, entre otros, Frawley (1992), Rooryck (2001), Plungian (2001; 2010), Aikhenvald (2004; 2014) y Brugman (2015).


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Para aclarar el esquema de la Figura 1 podemos decir que la evidencia directa sensorial se refiere a aquellos casos en los que el hablante afirma haber presenciado la situación directamente por medio de la vista, el oído u otros sentidos.7 La evidencia indirecta inferida se refiere a casos en los que el hablante no tiene acceso directo a la situación descrita pero sí posee contacto directo con huellas o rastros de esa situación que le permiten inferir lo que ocurre o ha ocurrido (inferencia) o conoce algo que le permite deducir que es probable que la situación se dé o se haya dado (razonamiento); en otras palabras, la diferencia entre inferencia y razonamiento en la Figura 1 se basa en el tipo de premisas que conducen a la conclusión. Por último, la evidencia indirecta transmitida, que es la que nos interesa particularmente aquí, se refiere a los casos en los que el hablante no tiene acceso ni a la situación ni a indicios de la situación, sino que la información le ha sido transmitida por otra persona. Un caso especial dentro de la evidencia indirecta transmitida es aquella información que no proviene de los dichos de una persona específica, sino que proviene de lo que en términos generales puede llamarse folklore o saber popular. 7  Dentro

de la evidencia directa suele incluirse a veces la evidencia directa endofórica (Tournadre 1996; Plungian 2001), que se refiere a casos en los que el hablante describe entidades inaccesibles a los sentidos, como los deseos, los sueños, las intenciones y los estados mentales en general, es decir, a aquellas situaciones en las que la evidencia sensorial es imposible, pero en las que el hablante de todos modos aduce evidencia directa, ya que no se trata de inferencias ni de información transmitida por otra persona. Este dominio endofórico no existía en la clasificación original de Willett (1988), sin embargo, Tournadre (1996) ha argumentado convincentemente que en las lenguas del Tíbet existen marcadores específicos que indican si la fuente de información es endofórica.


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A partir del esquema de la Figura 1 podemos establecer entonces la diferencia entre el significado evidencial del pluscuamperfecto y el del condicional, concretamente mediante las subcategorías de la información transmitida. En efecto, en (18), repetido aquí como (19), el hablante declara no haber sido testigo de la situación, sino que ha recibido la información de una fuente, pero se sobreentiende que tal fuente posee la información de primera mano; esto es, ha sido testigo de la situación. Por el contrario, en (17), repetido aquí como (20), la fuente aducida (Le Pen) necesariamente ha recibido a su vez la información de una fuente (tal vez el propio Nols, pero la cadena bien puede ser mucho más larga): (19) Dice que por allá no hay ninguna… ninguna librería. No hay ninguna. Vamos a ver. No sé si lo… si la inaugurarán pronto, porque el otro día habían ido a marcar la mercadería. Dice que tenían mucha mercadería ya comprada, pero no sé cómo les irá. (20) Nols estaría considerando, según el propio Le Pen, la creación en Bélgica de un Frente Nacional de extrema derecha, similar al francés. (El País, 01/10/1984)

Es decir, ambos señalan que la fuente de información es externa, pero mientras el pluscuamperfecto presenta una información como de segunda mano, el condicional establece una distancia mayor entre el hablante y la fuente de información, ya que esta se presenta como de (al menos) tercera mano. En cuanto al significado modal del cr, existen varias afirmaciones no totalmente coincidentes. Azzopardi (2013: 343) afirma que el cr “indica


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que el contenido tiene cierto grado de incertidumbre”, Vatrican (2010; 2014: 262) postula que el cr presenta un estado de cosas como “hipotético, parafraseable por puede que” y muchos libros de estilo condenan su uso porque “expresa […] una afirmación de cuya veracidad se duda” (La voz de Galicia 2009: 64), y “resta credibilidad a la información” (El País 2003: 105). La adecuación de estas afirmaciones no es, sin embargo, evidente. En el ejemplo (21) es fácil pensar que el periodista duda de la veracidad de la información (de hecho, al final del artículo el mismo periodista afirma que “Expertos conocedores de las centurias y cuartetos de Nostradamus, aseguraron que el pasaje es un invento de los usuarios del internet”), pero por el contrario, en (22) el periodista parece estar completamente seguro de la información, lo que se transluce a partir del contexto, en el uso del verbo revelar y el hecho de que afirma que la información fue confirmada por otras fuentes relevantes. (21) Gangnam Style estaría vinculado con el fin del mundo. El famoso astrólogo Nostradamus habría predicho que el famoso Gangnam Style del rapero coreano Psy, sería un presagio del fin del mundo. (Últimas noticias, 05/12/2012) (22) Uno de los siete jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Enrique Petracchi, pediría licencia en el tribunal por una grave enfermedad, según reveló ayer el portal Infobae y confirmaron fuentes judiciales. (Clarín, 17/03/2014)

En otras palabras, las suposiciones sobre la veracidad de la información transmitida serían más bien el resultado de una evaluación del lector a partir


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de datos del contexto, pero no incluidas en la semántica de la forma verbal, en concordancia con Dendale (1993: 174), que, refiriéndose al francés, afirma que la toma de partido por el grado de veracidad de la información es una consecuencia pragmática (aunque al mismo tiempo afirma que tal rasgo de incertidumbre se asigna por defecto). Coincidimos entonces con Kronning (2002; 2004) en que la aportación modal del cr se trata de lo que él llama modalización cero, es decir, que el hablante, si bien renuncia a hacerse cargo de la veracidad de la información expresada, al mismo tiempo no la pone en duda. En el caso concreto de (20), el hablante no se hace cargo de la veracidad de la información (que Nols está considerando la creación de un Frente Nacional en Bélgica), pero tampoco la pone en duda. Por su parte, en (21) el lector posiblemente interpreta la información como altamente dudosa y en (22) como verdadera, pero solamente por la incidencia del contexto, y no como resultado de la mera aparición de la forma verbal condicional: el periodista simplemente renuncia a hacerse cargo de la información, más allá de que la considere más o menos segura. En resumen, el llamado condicional de rumor en el discurso periodístico tiene las mismas propiedades temporales que el presente del indicativo y, al utilizarlo, el hablante, en el dominio modal, renuncia a hacerse cargo de la veracidad de la información expresada en el enunciado y, evidencialmente, califica al enunciado como de, al menos, tercera mano. 3.2.  El discurso científico Como se ha señalado anteriormente, Kronning (2002) rechaza la idea de que el cr, que él denomina condicional epistémico de atribución, se


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restrinja al discurso periodístico, y da pruebas claras de que en el discurso científico e histórico existe un uso frecuente de este condicional cuya función es declarar una fuente de información externa. En (23) podemos ver un ejemplo de tal uso: (23) Robert Nisbet examina breve y rigurosamente los temas centrales del conservadurismo –historia, tradición, propiedad, autoridad, libertad y religión– y dirige sus críticas tanto al colectivismo como al individualismo radical. Finalmente, aborda la crisis del conservadurismo, que estaría causada en buena medida por su adopción en la escena política de principios del liberalismo económico y del Estado del bienestar.

En efecto, en (23) el condicional indica que la fuente de la información expresada en el enunciado (que la crisis del conservadurismo está causada por la adopción de principios del liberalismo económico y del Estado de bienestar) es externa; en concreto, expresa que la fuente es Robert Nisbet. Al mismo tiempo, al utilizar el condicional el hablante renuncia a hacerse cargo de la veracidad de la información: compárese (23) con el enunciado alternativo (24), donde el hablante no asigna la información a una fuente externa y al mismo tiempo se hace cargo de su veracidad; o, en otras palabras, donde afirma que la crisis del conservadurismo tiene mayormente tales causas: (24) Robert Nisbet examina breve y rigurosamente los temas centrales del conservadurismo –historia, tradición, propiedad, autoridad, libertad y religión– y dirige sus críticas tanto al colectivismo como al individualis-


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mo radical. Finalmente, aborda la crisis del conservadurismo, que está causada en buena medida por su adopción en la escena política de principios del liberalismo económico y del Estado del bienestar.

Tenemos entonces en (23) un uso del condicional que indica información transmitida, que presenta las mismas propiedades temporales que el tiempo presente y que en el plano modal expresa la renuncia a hacerse cargo de la veracidad de la información expresada en el enunciado. Esto parecería estar confirmando la tesis de Kronning (2002) de que el cr no solo existe en el discurso periodístico, y que la denominación condicional de rumor es, pues, poco adecuada, dado que evidentemente el enunciado de (23) no se trata de un rumor. Pero ¿es realmente el condicional de (23) equivalente en términos evidenciales al condicional de (17)? Para aclarar esta cuestión analizaremos estos ejemplos a la luz de una visión algo diferente de la evidencialidad. En trabajos anteriores (Bermúdez 2006; 2008; 2011), hemos argumentado a favor de una visión deíctica de la evidencialidad, basada en el modelo de la deixis espacial. La deixis espacial trata de la perspectivización del espacio físico a partir de un centro que define el punto de vista; o, en otras palabras, la ubicación relativa de objetos en el espacio en relación con un centro deíctico (típicamente el hablante). Tal ubicación puede bien definirse mediante tres parámetros continuos, a saber: dirección, distancia y puntos de referencia. Uno de estos puntos de referencia, el centro deíctico (típicamente identificado con el hablante) es de vital importancia, dado que constituye el origen de la perspectivización. De esta manera, una expresión como detrás de en el lápiz está detrás de los libros es deíctica dado


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que organiza el espacio a partir del punto de vista del hablante, y puede representarse de la siguiente manera: ‘el lápiz está en la misma dirección que el punto de referencia los libros desde la perspectiva del hablante, pero a una distancia mayor’. Gráficamente (Figura 2):

Centro deíctico

Punto de referencia

Entidad localizada

Figura 2. Representación deíctica del significado de detrás de

Del mismo modo que la deixis espacial trata de la perspectivización del espacio en relación con un centro deíctico (típicamente el hablante), según nuestra posición la evidencialidad trata asimismo de la ubicación de la información expresada en los enunciados en relación con un centro deíctico típicamente identificado con el hablante. De tal manera, nuestra hipótesis es que el dominio semántico de la evidencialidad puede definirse a partir de los mismos tres parámetros que definen la deixis espacial: dirección, distancia y puntos de referencia. Ahora bien, dado que en el caso de la evidencialidad como categoría deíctica no se trata de ubicar objetos en el espacio sino información con respecto a individuos, estos parámetros se interpretan metafóricamente. El parámetro de la dirección se reinterpreta entonces como dirección de la información: hacia el hablante (el caso de la evidencia sensorial, donde el hablante recibe una impresión) o desde el hablante (el caso de la evidencia inferida, inferencia o razonamiento, donde


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el hablante elabora cognitivamente la información).8 Importante es destacar aquí que estos parámetros son continuos: en un extremo se situaría la evidencia sensorial visual, que en principio se trataría de pura impresión sensorial sin ninguna elaboración cognitiva, y en el otro se ubicaría el razonamiento del modelo de Willett de la Figura 1, que se trataría de pura elaboración cognitiva sin rastros de impresiones sensoriales. Entre estos extremos se pueden, sin embargo, identificar puntos intermedios, como la inferencia, que si bien es básicamente elaboración cognitiva se basa al menos parcialmente en estímulos sensoriales, o la evidencia endofórica (como los deseos, los sueños, etc.) que están a medio camino entre impresión sensorial y elaboración cognitiva. Llamamos a este parámetro el modo de acceso a la información. El segundo parámetro de la deixis espacial, la distancia, se trata en el caso del dominio evidencial de distancia a la fuente de información. También este parámetro es continuo y la gradación va entre un extremo que sería la máxima cercanía posible a la fuente de información (información de primera mano, donde la fuente es el propio hablante) y otro extremo que sería la máxima lejanía a la fuente de información (como por ejemplo el rumor: dicen que dicen que dicen…). Puntos intermedios aquí serían información de segunda mano o de tercera mano. Por último, los puntos de referencia del modelo deíctico ya no son objetos en el espacio como en la deixis espacial sino individuos con o sin acceso a la información. Este parámetro se extiende desde un extremo que sería el caso donde el hablante aduce tener acceso exclusivo a la fuente de información (y, por lo tanto, presenta la información como nueva para el interlocutor) hasta el 8  Para

un análisis de la evidencialidad también basado en criterios deícticos pero en muchos aspectos diferente al nuestro véase Frawley (1992).


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extremo donde el hablante postula que la información es de acceso universal (como en el caso del folklore, donde se postula que todos los integrantes de una comunidad lingüística, por el mero hecho de pertenecer a ella, tienen acceso a tal información). También aquí hay espacios intermedios, y particularmente importante y productivo es el caso en el que el hablante aduce acceso compartido a la información; esto es, cuando expresa que tanto hablante como oyente tienen acceso a la información expresada en el enunciado (es decir, cuando se postula información compartida).9 Llamamos a este parámetro acceso a la fuente de información. Gráficamente: Modo de acceso a la información: Distancia a la fuente de información: Acceso a la fuente de información:

Sensorial

Interna

Exclusivo

Cognitivo

Externa

Universal

Figura 3. El dominio semántico de la evidencialidad 9

El valor mirativo (esto es, las marcas de sorpresa que el hablante expresa cuando el conocimiento contradice sus propias expectativas) tendría su explicación dentro de este parámetro, dado que la sorpresa que el valor mirativo involucra podría definirse en términos de acceso a la información: en el mirativo el hablante señala su propia falta de acceso a la información. El mirativo como valor evidencial es, sin embargo, discutido: Chafe (1986), por ejemplo, lo incluye como un valor evidencial, mientras que Plungian (2001) sugiere que el mirativo es en todo caso un marcador modal pero no evidencial, dado que no marca el modo de acceso a la información sino en qué medida el hablante está preparado para percibir lo que percibe; DeLancey (1997; 2001) por su parte, propone que el mirativo debe ser reconocido como una categoría gramatical y semántica independiente, separada tanto de la modalidad epistémica como de la evidencialidad.


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CR

Pluscuamp.

Distancia a la Interna

Externa Rumor

de información:

3a. mano

fuente 2a. mano

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Estos tres parámetros delinean, pues, un espacio en el que los diferentes valores evidenciales pueden ubicarse (para una revisión de las ventajas de 3:00 p.m. este sistema frente a otras propuestas de clasificación, véase Bermúdez 2006). Un aspecto importante de este modelo es que estos parámetros son independientes, lo cual predice todo un espectro de combinaciones posibles y casos limítrofes. A partir de este modelo podemos volver a considerar ahora la diferencia entre el cr y el pluscuamperfecto que señalamos en el apartado anterior: tanto el pluscuamperfecto de (18) como el condicional de (17) establecen una distancia hacia la fuente de información, pero el pluscuamperfecto presenta la información como “no de primera mano”, mientras que el cr la presenta como “ni de primera ni de segunda mano”. Es decir, el pluscuamperfecto se ubicaría en un punto intermedio del continuo fuente interna↔externa, mientras que el condicional coloca la fuente de información a una distancia mayor respecto del centro deíctico representado por el hablante. Gráficamente (Figura 4):

1a. mano

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Figura 4. El cr y el pluscuamperfecto y la distancia a la fuente de información


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Esto es análogo a lo señalado con respecto al parámetro del modo de acceso a la información: si bien tanto el razonamiento como la inferencia y la evidencia endofórica se alejan del polo del modo de acceso sensorial, lo hacen en distintos grados, donde el razonamiento es el más alejado, la inferencia, aunque es principalmente elaboración cognitiva, se sitúa más cerca del polo sensorial, mientras que la evidencia endofórica se sitúa a medio camino entre el modo de acceso sensorial y el cognitivo. Ahora bien, ¿cómo clasificar el caso de (23), repetido aquí como (25)? (25) Robert Nisbet examina breve y rigurosamente los temas centrales del conservadurismo –historia, tradición, propiedad, autoridad, libertad y religión– y dirige sus críticas tanto al colectivismo como al individualismo radical. Finalmente, aborda la crisis del conservadurismo, que estaría causada en buena medida por su adopción en la escena política de principios del liberalismo económico y del Estado del bienestar.

Claramente el hablante atribuye la información a una fuente externa, y esa fuente es Robert Nisbet. O sea, si bien la información se atribuye a una fuente externa, tal fuente es relativamente cercana al hablante; es decir, es información de segunda mano. Por el contrario, el cr en el discurso periodístico presenta la información como (al menos) de tercera mano: ‘alguien dice que alguien dice (que alguien dice que alguien dice…) X’. Aquí tenemos entonces la primera diferencia entre el “condicional periodístico” de (12–17) y el “condicional científico” de (25): mientras el primero presenta la información como de tercera mano, el otro la presenta como de segunda mano, y atribuyéndola a una


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instancia específica, lo cual no es necesario en el caso del condicional periodístico, como puede verse en (15). Sin embargo, las diferencias no acaban allí. Como señalamos anteriormente, el modelo de la Figura 3 implica que los tres parámetros son independientes y que por lo tanto dos significados evidenciales pueden diferir a lo largo de uno o más parámetros. Nuestra hipótesis es que este es el caso aquí. Si analizamos en detalle el enunciado de (25) veremos que el hablante no solo está diciendo que esta información proviene de Nisbet, sino también que la información expresada (que la crisis del conservadurismo en gran medida está ocasionada por la adopción de los principios del liberalismo y el Estado de bienestar) no es meramente una cita, sino más bien es una interpretación, una elaboración cognitiva de las palabras originales de Nisbet. Y esto es típico de los casos del condicional evidencial en el discurso científico. Veamos otros casos análogos: (26) Este concepto [moratoria social] adhiere implícitamente a ciertos límites vinculados con la condición de juventud: esta etapa transcurriría entre el final de los cambios corporales que acaecen en la adolescencia y la plena integración a la vida social que ocurre cuando la persona forma un hogar, se casa, trabaja, tiene hijos. O sea juventud sería el lapso que media entre la madurez física y la madurez social. […] Desde esta perspectiva, sólo podrían ser jóvenes los pertenecientes a sectores sociales relativamente acomodados. Los otros carecerían de juventud. (Margulis & Urresti 1998: 5) (27) Como ya señalamos anteriormente, según la posición temporalista los ejemplos (22) y (23) se explican como “usos especiales” del distanciamien-


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to temporal, que en estos contextos perdería su impronta temporal y se reinterpretaría como distanciamiento cortés. (Reyes 1990, entre otros)

En (26), el autor analiza críticamente los conceptos de moratoria social y juventud (que no le pertenecen sino que los refiere a otros autores) e interpreta ciertas características de estos conceptos (por ejemplo que la juventud, según estos autores, sería la etapa entre la madurez física y la madurez social) y ciertas consecuencias (por ejemplo, que los sectores de nivel socioeconómico más bajo carecerían de juventud). Como en el caso anterior, esta información es asignada a una fuente externa, pero al mismo tiempo se marca que es producto de una (mayor o menor) elaboración cognitiva de parte del escritor del artículo. En otras palabras: el enunciador interpreta el discurso atribuido a una fuente externa. Tal elaboración cognitiva no existe en los casos del condicional evidencial en el discurso periodístico. Lo mismo ocurre en (27): el autor no solo asigna esas afirmaciones a una fuente externa, sino que en realidad propone que esas afirmaciones se deducen de los dichos de esa fuente. En resumen, los datos aquí presentados parecen mostrar que el condicional típico del discurso periodístico es un marcador evidencial que señala información de tercera mano, mientras que el condicional “científico” es un marcador evidencial que señala información de segunda mano y acceso cognitivo.10 10

Esto puede explicar la variedad terminológica señalada anteriormente: aquellos que solo se concentran en el condicional periodístico lo llaman preferentemente de rumor, dado que su especificidad es justamente marcar la información como de tercera mano, mientras que Kronning, que intenta unificar los usos periodísticos y los usos científicos, lo llama de atribución,


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Tal diferencia tiene consecuencias en la interpretación modal de esta forma lingüística: el condicional periodístico, como ya hemos señalado, indica información de tercera mano, lo que la hace mucho más sensible a aspectos contextuales, como, por ejemplo, si existe una fuente explícita o no, la credibilidad de tal fuente, etc. Sin embargo, más allá de tal interpretación del lector, que puede acercarse más (22) o menos (21) a la certeza, el enunciador renuncia de todos modos a hacerse cargo de veracidad de la información. Por el contrario, el condicional científico atribuye la información a una fuente directa y específica (por lo que no presenta esa característica de “rumor”), pero al mismo tiempo es producto de una elaboración cognitiva, lo que hace que si bien la renuncia a hacerse cargo de la veracidad de la información subsiste, al mismo tiempo se suma un nivel de complejidad: el enunciador sí se hace cargo de la elaboración cognitiva que ha aplicado al discurso original de la fuente aludida. 4.  ¿Uno o dos condicionales de atribución? La pregunta que surge en este punto de la discusión es si estos dos usos del condicional son meras variantes de un mismo fenómeno o si se trata de dos tipos diferentes. La respuesta de aquellos que han estudiado el condicional evidencial en francés sería, seguramente, que se trata del mismo fenómeno. Sin embargo, hay ciertas razones para creer que, al menos en español, se trata de dos fenómenos en parte diferentes. puesto que lo que ambos tienen en común es el hecho de que la información es atribuida a una fuente externa, sea esta específica o no, sea de segunda o tercera mano.


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En primer lugar, el aspecto más obvio: el hecho de que tengan diferentes propiedades evidenciales: mientras que el “condicional científico” expresa información de segunda mano y modo de acceso cognitivo, el periodístico expresa información de tercera mano. Por otro lado, si se tratara del mismo fenómeno, sería improbable que la reacción normativa solo se hubiera producido contra los casos aparecidos en el discurso periodístico y nunca contra los casos aparecidos en el discurso científico, aún más al tener en cuenta que estos son mucho más frecuentes que los condicionales periodísticos y tienen una historia mucho más larga. Por último, el condicional científico se encuentra conceptualmente cerca del circunstancial hipotético, y puede pensarse que se deriva de este, como puede verse en los siguientes ejemplos, adaptados de (26): (28) Según Margulis, sólo podrían ser jóvenes los pertenecientes a sectores sociales relativamente acomodados. Los otros carecerían de juventud. (29) Desde esta perspectiva, sólo podrían ser jóvenes los pertenecientes a sectores sociales relativamente acomodados. Los otros carecerían de juventud. (30) Si se definiera juventud como moratoria social, sólo podrían ser jóvenes los pertenecientes a sectores sociales relativamente acomodados. Los otros carecerían de juventud.

El condicional periodístico, por el contrario, a pesar de ser más reciente, no guarda rastros claros de su origen en el castellano, sino que aparece, según Azzopardi (2011) en el siglo xviii, con el comienzo de la prensa española. Esto abre el interrogante, que debería estudiarse más


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en profundidad, de si el condicional periodístico, como postulan los normativistas, no es verdaderamente un calco del francés, introducido por la prensa española a partir del prestigio de la prosa francesa del Siglo de las Luces, mientras el “condicional científico” es un desarrollo autóctono a partir del condicional hipotético, lo cual explicaría las características que lo diferencian del condicional periodístico. En efecto, el hecho de que el condicional científico exprese información de segunda mano (y no de tercera mano) puede explicarse a partir de la relación original del condicional con la prótasis del período hipotético, lo mismo que su tendencia a tener una fuente explícita más o menos determinada. De su origen en el período hipotético puede también fácilmente derivarse la tendencia a expresar modo de acceso cognitivo y su aparición típica en textos científicos. 5.  Resumen y conclusiones Hemos estudiado las características semánticas del “condicional de rumor”, estableciendo que su valor evidencial es expresar información de tercera mano. De acuerdo con Kronning proponemos que el valor modal de esta forma es la renuncia a hacerse cargo de la veracidad de la información, pero sin ponerla en duda. El eventual grado de incertidumbre que se presenta en enunciados concretos es una inferencia contextual, pero no un significado inscrito en la forma verbal condicional. Luego hemos comparado el condicional de rumor con el condicional evidencial típico del discurso científico y hemos encontrado ciertas diferencias esenciales, como por ejemplo que el condicional científico expresa información de


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segunda mano y modo de acceso cognitivo a la fuente de información, lo que acarrea consecuencias en su significado modal epistémico, a saber, que si bien por un lado expresa la renuncia a hacerse cargo de la veracidad de la información presentada en el enunciado, el hablante al mismo tiempo sí se hace cargo de la elaboración cognitiva realizada sobre el discurso atribuido. Estas diferencias abren el interrogante de si estos dos usos del condicional no tienen un origen diferente: mientras el condicional del discurso científico, con sus propiedades específicas, puede derivarse del condicional hipotético, el condicional de rumor del discurso periodístico bien puede haber sido un calco del uso francés, introducido en el siglo xviii. Sin embargo, para corroborar esta hipótesis sería necesario realizar un estudio diacrónico que permita establecer el origen de ambos usos. Referencias Aikhenvald, Alexandra. 2004. Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. Aikhenvald, Alexandra. 2014. The grammar of knowledge: A crosslinguistic view of evidentials and the expression of information source. En Aikhenvald, Alexandra & Dixon, Robert M. W. (eds.), The grammar of knowledge: A cross-linguistic typology, 1–51. Oxford: Oxford University Press. Azzopardi, Sofie. 2011. Le Futur et le Conditionnel: valeur en langue et e ets de sens en discours. Analyse contrastive espagnol / français. Montpellier: Université Paul Valéry–Montpellier III. (Tesis doctoral.)


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Fecha de recepción de manuscrito original: 27 de enero de 2016 Fecha de recepción de manuscrito revisado: 13 de julio de 2016 Fecha de aceptación: 13 de julio de 2016



ACEPTACIÓN Y RESISTENCIA: UN ANÁLISIS DE AH Y AY COMO INDICADORES DE CAMBIO DE ESTADO* Ariel Vázquez Carranza Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social ariel.vazquez@hotmail.co.uk

The words “fine”, “oh”, “perhaps”… can each be the expression of a feeling. But I don’t call that feeling the meaning of the word. I can replace the sensations by intonation and gestures. I could also treat the word (e.g. ‘oh’) itself as a gesture. Ludwig Wittgenstein (1974: 9–10)

*  Este artículo forma parte de una investigación sobre marcadores secuenciales del español. Le agradezco a la Dra. Rebecca Clift por las minuciosas observaciones realizadas a este análisis, las cuales fueron de gran ayuda. De igual manera agradezco a los profesores Charles Antaki y Peter Patrick por los comentarios realizados a gran parte del análisis. Desde luego, agradezco a los dos dictaminadores de Cuadernos de Lingüística de El Colegio de México por sus puntuales sugerencias y a la Dra. Verónica del Carmen Villafaña Rojas por revisar mi redacción. CUADERNOS DE LINGÜÍSTICA DE EL COLEGIO DE MÉXICO, VOL. 3, NÚM. 2, 2016, PP. 71–103

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The present investigation applies a conversation-analytic approach to the study of the linguistic particles ah and ay in naturally occurring interaction. The particles are analysed from a corpus of Mexican Spanish interactions. Ah and ay are defined as change-of-state tokens, ah and ay show acceptance or resistance to the previous stretch of conversation. Ah is examined in post-informing sequences and it is argued that it initiates a preamble for a following action. It is also illustrated how speakers treat informing turns differently depending on the knowledge they have shown in the previous interaction. Ay is also analysed in informing contexts where it displays surprise. It is argued that the degree of surprise displayed with ay is greater than the one displayed with ah. Ay is also used to initiate the repair of a previous turn. Ay can mark inapposite talk, indicating that the information conveyed by the previous conversation stretch should have been taken for granted. Keywords: interjection, ah, ay, Mexican Spanish, informing sequences La presente investigación utiliza la metodología del Análisis Conversacional para estudiar las partículas lingüísticas ah y ay en conversaciones de la vida cotidiana. Las partículas fueron tomadas de un corpus de interacciones en español me­ xicano de la ciudad de Toluca. Ah y ay son caracterizados como indicadores de cambio de estado, en general ah y ay muestran aceptación o resistencia al pasaje de habla precedente. Se examina a ah en secuencias posteriores a informes, y en este contexto se sugiere que ah inicia el preámbulo de la acción siguiente en la conversación. También se ilustra cómo los hablantes tratan de manera diferente los turnos informativos dependiendo del conocimiento que han mostrado anteriormente en la interacción. Ay también se analiza en contextos informativos donde se registra sorpresa. Se argumenta que el grado de sorpresa indicado por ay es mayor al indicado por ah. Ay es también utilizado para iniciar reparación a un turno anterior. Ay puede marcar habla obvia, es decir, indica que la idea presentada en el turno anterior debió haberse dado por sentada. Palabras clave: interjección, ah, ay, español mexicano, secuencias informativas


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1.  Introducción La bibliografía sobre marcadores discursivos no ha puesto atención a las partículas ah y ay, quizá porque se les considera simples interjecciones y no “marcadores” que puedan tener alguna relación con la estructura discursiva. Es por esto que la presente investigación intenta arrojar luz sobre la función de estas partículas en la interacción. Este estudio está enmarcado dentro del Análisis Conversacional, disciplina que define a la lengua como el conjunto de estructuras mentales abstractas que se organizan en enunciados y que a su vez realizan trabajo social interaccional (Ochs et al 1996: 34). Se analiza a ah y ay principalmente en turnos que responden a un turno anterior con carácter informativo. Por ejemplo, en las líneas 03 y 02 de los extractos (1) y (2) respectivamente (véase el apéndice para consultar las convenciones de transcripción). (1) [Los hablantes se encuentran abriendo regalos de navidad en la sala de la casa, T le acaba de dar un regalo a G] 01 T: No es que (h) ya sabe que es (h) heh 02 G: NO no se que es ((G comienza a abrir el regalo)) 03 T: => Ah no sabes qué es? 04 G: No. [25] Ah V8 P2 2158 (2) [Los hablantes juegan un juego de mesa.] 01 B: Llevo veintitrés [(nada más he fallado uno) 02 P: => [Ay veintitrés? 03 B: Sí:: [16] Ay V2 P1 (2–27)


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El Diccionario de la lengua española (2001) nos dice que ah es una interjección que se usa para mostrar tristeza, admiración, sorpresa o sentimientos similares. Para ay nos dice que es una interjección usada para expresar muchos y diversos cambios de humor, comúnmente asociados con dolor o pena. Santos Río (2003) menciona que ah es una palabra reactiva utilizada por el oyente para mostrar entendimiento de lo que se está diciendo. Briz et al (2008) nos dicen que ah introduce un miembro anterior como ocurrencia repentina. Cabe mencionar que los tres principales trabajos que se han hecho sobre los marcadores discursivos del español (i.e., Martín Zorraquino & Portolés Lázaro 1999; Santos Río 2003; Briz et al 2008) no incluyen a la partícula ay, lo que sugiere que esta partícula es considerada como un elemento que no está relacionado con la estructura del discurso. Las dos partículas son tratadas por Alonso-Cortés (1999) en su trabajo sobre interjecciones, el cual está basado en la clasificación de actos ilocutivos de Searle (1979). Alonso-Cortés clasifica a ah como una interjección asertiva y expresiva, es decir, una interjección que indica que el hablante realiza una operación mental y una interjección que expresa una emoción. En cuanto a ay, el autor también la clasifica como una interjección asertiva y expresiva que enfatiza un imperativo. Vázquez Veiga (2003) da una descripción lexicográfica de ah y propone cuatro significados: i) recuperación de la información (i.e., indica que el hablante ha recuperado información), ii) ocurrencia repentina (i.e., indica que el hablante introducirá algo que ha recordado repentinamente), iii) apercibimiento (i.e., indica que el hablante ha notado algo que no entendía o no sabía) y iv) acuse de recibido (i.e., indica que el hablante ha recibido el enunciando de su interlocutor). Más recientemente,


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Edeso Natalías (2009) realiza un análisis detallado de estas interjecciones; la autora indica que ah expresa las actitudes de dolor, temor, admiración, melancolía, sorpresa e ira, y de manera interaccional, ah se utiliza para interrogar, como recibo informativo, para dar continuidad y para registrar una ocurrencia repentina. En cuanto a ay, la autora manifiesta que esta interjección expresa las actitudes de dolor (físico y moral), afecto, nostalgia, sorpresa, alegría, temor e intuición de problemas, mientras que interaccionalmente ay llama la atención, pues es un elemento de cortesía y de amenaza. Cabe mencionar que todas las investigaciones citadas han descrito el uso de ah y ah en la variante del español ibérico. Con respecto a las definiciones que la bibliografía ha generado, considero que al aplicar el método del Análisis Conversacional (el cual presentaré brevemente en la sección de metodología) es posible describir otras características similares de estas partículas, principalmente relacionadas con la interacción social. Por ejemplo, Vázquez Carranza (en prensa) investiga la partícula ah en contextos donde los hablantes recuerdan algo; el estudio argumenta que la partícula es un elemento que está intrínsecamente involucrado con la organización social de un proceso cognitivo en la interacción. Vázquez Carranza también ha mostrado cómo otras partículas lingüísticas son usadas para realizar acciones en la interacción social (e.g., a poco, 2015a; oye, 2015b; pues, 2013; o sea, 2012). El principal enfoque de investigaciones como estas es la intersección entre el uso de elementos lingüísticos, como ah y ay, y la organización de acciones sociales en conversaciones de la vida cotidiana.


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2.  Metodología 2.1.  Los datos Los datos utilizados en esta investigación son 65 ejemplos de ah y 60 de ay obtenidos de 64 horas de videograbaciones de interacciones cotidianas. Las grabaciones se realizaron en la ciudad de Toluca de Lerdo entre 2009 y 2010. Los participantes son los miembros de dos familias, a quienes se les grabó durante la comida o cuando amigos y familiares iban de visita. Los ejemplos se presentan de acuerdo a las convenciones de transcripción jeffersoniana. 2.2.  Análisis Conversacional El método al que actualmente se le identifica como Análisis Conversacional (ac) tuvo sus inicios en las innovadoras investigaciones de Harvey Sacks (1992) en los años sesenta. El trabajo de Sacks estuvo influenciado, entre otros, por la etnometodología de Garfinkel (1972), las investigaciones sociológicas de Goffman (1963) y por la posterior filosofía del lenguaje de Wittgenstein (1958). El ac busca identificar la estructura organizacional de la interacción humana, mediante el análisis detallado de los turnos de habla y de las secuencias, las cuales son series de acciones llevadas a cabo a través del habla (Schegloff 2007) que ocurren en la conversación o habla interaccional, como se le denomina a la conversación en el ac. De acuerdo al método del ac, toda interacción es sistemática, esto es, los hablantes de manera colaborativa construyen trayectorias de acción que


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pueden ser identificadas al transcribir detalladamente grabaciones de audio o video (Clift et al 2006; Sidnell & Stivers 2013; Clift 2016). Una de las estructuras fundamentales de la organización del habla interaccional es el par adyacente: una secuencia de dos turnos que consta de dos acciones que comúnmente vienen juntas en la conversación, por ejemplo: pregunta-respuesta, saludo-saludo, invitación-aceptación o rechazo, ofrecimiento-aceptación o rechazo, etc. Como se mencionó al inicio del artículo, ah y ay son analizados principalmente en secuencias informativas, es decir en un par adyacente que consta de un turno informativo y de un turno que recibe la información. En este tipo de secuencias, la posición de ah y ay es al inicio de la segunda parte del par adyacente (spp). Por ejemplo, en la línea 01 del extracto (3), B informa sobre algo, i.e. el turno de B es la primera parte del par adyacente (ppp) de una secuencia informativa, y en la línea 02, p responde a este turno con un despliegue de incredulidad el cual inicia con ay, este turno es la spp y funciona como recibo informativo. (3)

[Los hablantes juegan un juego de mesa.] 01 B: Llevo veintitrés [(nada más he fallado uno) =>PPP 02 P: [Ay veintitrés? =>SPP 03 B: Sí:: [16] Ay V2 P1 (2–27)

El extracto también muestra cómo la spp, i.e., el recibo informativo, es una pregunta que a su vez es una ppp de otro par adyacente. En esta


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secuencia el primer par adyacente es la unidad central de la secuencia, es decir los turnos 01 y 02, y el segundo par adyacente, turno 02 y 03, es una expansión de la unidad central que en este caso inicia el cierre de la secuencia, como ocurre en la línea 03. El breve análisis del extracto muestra la estructura del tipo de secuencias que se analizarán en este estudio y el tipo de escrutinio que se le dará a los extractos que se presentaran como ejemplos. 2.3.  Indicador de cambio de estado El presente estudio define a ah y a ay como “indicadores de cambio de estado”, los cuales son elementos utilizados para proponer que sus productores han llevado a cabo un cambio en su estado actual de conocimiento, información, orientación o conciencia (Heritage 1984: 299). Heritage acuñó el concepto change-of-state token (el que traduzco como indicador de cambio de estado) en su investigación sobre la partícula inglesa oh. El autor examina esta partícula en secuencias informativas; su análisis se enfoca en cómo con oh culminan y se logran las secuencias informativas, es decir, analiza qué es lo que sucede en las secuencias antes del indicador de cambio de estado. Por ejemplo, en el extracto (4), la pregunta que hace V en la línea 01 provoca un turno informativo que se muestra en la línea 02, en seguida V, en la línea 03, registra con ah que la respuesta fue suficiente. (4) 01 V: Quién es Sheila Durcal? 02 R: La hija de Rocio Durcal


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03 V: Ah. [49] Ah V11 P4 2115

Ah, al igual que su equivalente inglés oh, indica que el hablante pasó de no saber algo a saberlo, es decir, marca ese cambio de estado. Como lo veremos más adelante ay también marca un cambio similar. La primera sección del análisis se centra en lo que pasa después de la producción de ah, es decir, es un análisis de secuencias posteriores al informe. 3. Ah en secuencias posteriores al informe En el extracto (5) hay dos ah localizados en las líneas 08 y 14. (5)

[Una familia está reunida en la sala abriendo regalos de navidad; T le acaba de dar un regalo a G] 01 T: Espérate ((le está tomando una foto a G con su regalo)) 02 G: (pensé que ya la habías tomado) 03 B: pero cuál es tu regalo 04 ( . ) 05 B: pero sácalo:: 06 T: No es que (h) ya sabe que es (h) heh 07 G: NO no sé qué es ((G comienza a abrir el regalo)) 08 T:=> Ah no sabes qué es? 09 G:=> No. 10 T:=> Pensé que dijiste [(  ) 11 G: [Una tarjeta, gigante o qués?


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12 A: heheh 13 (1)  ((G abre parcialmente el regalo)) 14 G:=> A:::H ya sé [qué es, para el mouse 15 T: [hehe 16 (3)  ((G abre completamente el regalo)) 17 G: A::[y gracias 18 B: [que no tenías? 19 G: No. [25] Ah V8 P2 2158

En la línea 06 T da una explicación del porqué G no ha abierto aún el regalo: …es que ya sabe qué es; en el turno siguiente, línea 07, T despliega una maniobra a la que se le denomina en el ac como “counterinforming” (Heritage 1984), es decir un turno que muestra que las posturas de los hablantes sobre algo son contrarias. En este caso G muestra que la suposición de T no es correcta: No, no sé qué es. A continuación T registra con ah su cambio de estado que consiste en darse cuenta o ahora saber que la idea que tenía del porqué G no había abierto su regalo era incorrecta. T completa ese turno con un inicio de reparación, es decir, pide confir­ mación de la información recibida: …¿no sabes qué es? información que es confirmada por G en la línea 09. Con respecto a ah en la línea 14, G de manera explícita muestra su cambio de estado que va de no saber qué era el regalo a ahora saber qué es el regalo después de abrirlo, líneas 13 y 14. Los hablantes después de registrar su cambio de estado pueden manejar la información recibida de maneras diferentes. Por ejemplo, en el extracto (5), G muestra que el conocimiento de T es incorrecto al decir


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que en verdad no sabe qué es el regalo. El turno de T en la línea 08 está diseñado para mostrar sorpresa, es decir que después de mostrar su cambio de estado T muestra que no esperaba esa información. Después de la confirmación de G, en la línea 09, T inicia, en la línea 10, una explicación del porqué de su creencia: Pensé que dijiste… En el segundo caso de ah del extracto, el descubrimiento parcial de lo que es el regalo (línea 13) demuestra que la creencia inicial de G era errónea (Una tarjeta gigante…), línea 11. Sin embargo, en este caso, en la línea 14, G muestra una aceptación absoluta de la nueva información anunciando la identificación de lo que es el regalo y para qué sirve. Los diferentes tratamientos que los hablantes le dan a la nueva información dependen de la certeza mostrada por los hablantes en turnos anteriores. Por un lado, T aseguró que G ya sabía de qué se trataba el regalo; por otro lado, G solo trató de adivinar lo que era el regalo. En otras palabras, T presentó su conocimiento como un hecho mientras que G presentó el suyo como una posibilidad. Es por esto que al tratar de dar una explicación (línea 10), T mitiga el haber hecho una declaración errónea. G no mitiga ya que él solamente trató de adivinar, lo cual implicó la posibilidad de estar en un error. Para otros ejemplos similares veamos los extractos (6) y (7). (6)

01 R: 02 T: 03 R: 04 P: 05 T: 06 R:

Ahora sí Empiezas tú:: ((le dice a R)) Ahora sí voy a empezar hehe he Exacto ((pone una carta sobre la mesa))


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07 L: Es [el nueve? 08 T: [Ay:::: 09 R: Sí. 10 L: ((pone una carta sobre la mesa)) 11 T: ((pone una carta sobre la mesa)) 12 R: ((pone una carta sobre la mesa)) 13 (.) 14 P: que hubo por qué, qué entonces yo qué 15 qué hongo= 16 T: tú qué de qué 17 R: tiene [el Rey? 18 T: [No:: empezamos, papá, empezamos por el nueve 19 ya los [menores a nueve ahorita no cuentan 20 L: [(    ) 21 G: Hasta la segunda [ronda 22 T:        [hasta la [segunda ronda 23 P:=>    [A:::h 24 (2) 25 P: ◦pero-◦ 26 R: (quien tiene el-) el Rey 27 P: El Rey ((pone una carta sobre la mesa)) [55]   Ah V11 P14 1417

El extracto (6) muestra a los participantes jugando un juego de cartas, para P esta es la primera vez que lo juega así que no está f­ amiliarizado con la dinámica del juego. Los participantes comienzan a jugar y en las líneas


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14 y 15 se inicia una secuencia de reparación. P señala que los demás han puesto cartas en la mesa pero él no: entonces yo qué. De la línea 18 a la 22 T y G le explican a P el porqué de su situación y a continuación P registra con ah su cambio de estado, de no saber a saber por qué no había podido participar en el juego y demuestra su entendimiento al poner una carta sobre la mesa, línea 27. El extracto (7) muestra también a los participantes jugando el mismo juego de cartas. A diferencia de P, R sí ha jugado el juego de cartas con anterioridad pero no se acuerda muy bien de alguna de las reglas. T, quien sí se sabe las reglas bien, le ha estado recordando las reglas a R. (7)

01 T: Ahora [tú ya empiezas 02 R: [((tose)) 03 T: Ri[cardo 04 R: [((tose)) 05 R: Estas ya no las subo, (  ) 06 T: No sí sí sí, sí juegas con todo 07 de hecho- sí esa es tu carta menor 08 porque tienes que empezar con este dibujito 09 [tu carta menor de este dibujito 10 R: [((tose)) 11 R:=> Ah sí? 12 T:=> Sí. 13 R:=> .hh No va con este? 14 T: No no con este, siempre se empieza con este. [38] Ah V11 P1 1629


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En la línea 05 del extracto (7) R anuncia cuál será su siguiente movimiento. T, sin embargo, rechaza el movimiento de R y le da más información a R sobre cómo procede el juego, líneas 07–09. R responde a la información dada por T con una muestra de incredulidad ritual (Wilkinson & Kitzinger 2006; véase Vázquez Carranza 2015a), ¿Ah si? Este turno de incredulidad registra un cambio de estado y también registra incertidumbre y pide confirmación. T confirma en la línea siguiente, sin embargo, R a continuación cuestiona lo dicho por T y da su propia posición sobre el asunto, ¿no va con este ? A lo que T responde con una negativa y una explicación. El contraste entre los dos extractos radica en la manera en la que los hablantes P y R responden o tratan la información que reciben. Por un lado, P recibe la información sin dudar lo que le estaban diciendo, solo registra su cambio de estado; por el otro lado, R pone en duda lo que le dicen mediante un turno incrédulo y su propia versión del asunto. Las diferentes maneras en las que los hablantes manejan nueva información se explica tomando en cuenta el conocimiento previo que tienen sobre el asunto en cuestión. En este caso, R no tiene experiencia con el juego mientras que P si la tiene así que R pone resistencia a la información que se le da mientras que P no. El extracto (8) muestra otro ejemplo de cómo los hablantes responden a turnos informativos. El ejemplo muestra a las amigas Ca y Ma quienes son miembros de una asociación de jubilados. Los miembros de su asociación reciben medicinas gratis de una farmacia que es atendida por Pepe Juárez.


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(8) 01 Ca: …cuando- dicen los compañeros- los compañeros dicen 02 que cuando no hay este:::(.).hhh pues cuando no:: hay los 03 medicamentos muchas veces se los llevan a su casa. 04 Pues yo le [hable 05 Ma:=> [A:H me los llevan a la casa? 06 Ca:=> ((asiente con la cabeza)) Pépe Juárez lleva los 07 medicamentos a la casa de los compañeros 08 Ma:=> A mi me quedó a deber un jarabe, me quedó a deber este 09 un:::- unas cápsulas 07 (.) 08 Ma: Voy a tener que [ir ahora antes de que 09 Ca: [va tener que ir antes de que 10 Ma: Mañana 11 Ca: Sí [8] Ah V6 P2 2942

En las líneas 02 y 03 Ca despliega su informe, el hecho de que Pepe Juárez tiene servicio a domicilio. En la línea 05 Ma muestra con ah su cambio de estado, pasa de no saber sobre el servicio a domicilio a ahora saber que existe ese servicio, Ma acompaña su cambio de estado con una solicitud de confirmación. Ca confirma la información y reformula su informe, líneas 06 y 07. En seguida Ma se queja de que ella no ha recibido ese servicio de parte de la farmacia, incluso enlista medicamentos que la farmacia le debe. El ejemplo muestra cómo Ma después de registrar la información como nueva, con el marcador de cambio de estado, se orienta a una acción en particular, en este caso, quejarse. El ­ejemplo


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muestra cómo el recibo informativo sirve como preámbulo para otra acción. Este fenómeno también se puede identificar en extractos ya vistos, por ejemplo, los extractos (9) y (10) son parte de los ejemplos (5) y (7) respectivamente. (9)

… 08 T:=> Ah no sabes qué es? 09 G:=> No. 10 T:=> Pensé que dijiste

[(    ) [25] Ah V8 P2 2158

(10) … 11 R:=> Ah sí? 12 T:=> Sí. 13 R:=> .hh No va con este? 14 T: No no con este, siempre se empieza con este. [38] Ah V11 P1 1629

La secuencia de acciones consta primeramente de un turno que registra incredulidad. Después viene la confirmación de la información, seguido de la orientación del hablante hacia una acción en particular. En el extracto (9) T se orienta a justificar su conocimiento anterior, y en el extracto (10) R se resiste a aceptar la veracidad de la información. Es pertinente mencionar que el despliegue de sorpresa es un ejemplo claro de cómo el hablante tiene un cambio de estado, ya que de no saber y esperar algo pasa a saber y a enfrentarse a algo inesperado. Lo que se sugiere con el análisis de estas dos partículas lingüísticas es que registran


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un cambio de estado y con esto inician, como en muchos de los casos aquí presentados, un turno que muestra sorpresa o incredulidad. La siguiente sección compara a ah con ay cuando son producidos en habla que denota sorpresa. 4.  Ah vs. ay en despliegues de sorpresa En los datos utilizados en este estudio ay aparece en contextos en los que los hablantes muestran sorpresa acerca de algo. Wilkinson & Kitzinger (2006) analizan secuencias de sorpresa en inglés y muestran la organización interaccional de la sorpresa. Las autoras sugieren que los indicadores de sorpresa son elementos que muestran que algo que se mencionó o un evento anterior no es esperado o anticipado por el recipiente. Los siguientes ejemplos muestran a ay como un indicador de sorpresa, es decir, la respuesta al elemento sorpresa (es) inicia con ay. Una característica del despliegue de sorpresa es que este inicia una secuencia de reparación, como ocurre en los ejemplos (11), (13) y (14). (11) [Los hablantes están en la cocina, en la línea 01 V nota que hay algo raro en el piso.]

01 V:

((mira al piso))

=>(ES)

02 (.5)

03 V:=> Ay, qué es eso mi vida ((señala al piso))

04 G:

05 V:=> Ay, no la vayan a aplastar

Una oruga

=>(ES)


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06 (.5)

07 V: Este:: No. Lo que te iba a decir mi amor… [5] Ay V11 P6 1635

(12) [Los hablantes están abriendo regalos de navidad, M está abriendo su regalo]

01 V:

A ver qué te regaló

02

(2) ((M abre el regalo, G observa))

03 G:=> Ay mira-

=>(ES) [45] Ay P2 1353

(13) [Los hablantes juegan un juego de mesa.]

01 E:

Quién lleva más puntos

02 B:

[Yo

03 M:

[ella ((señala a B))

04 (3)

05 B:

Llevo veintitrés

06 P:=>

[(nada más he fallado uno)

=>(ES)

[Ay veintitrés? [16] Ay V2 P1 (2–27)

(14) [Los hablantes comentan sobre la edad que aparenta G.]

01 K:

Pues también, [te digo o sea como su papel es de::-

02 G:

03

[diecisiete años.

04 K:

[su forma de ser-

05 B:=> [AY heheh

06 M:

[heheh hehe heh

07 K:

Pus sí::

[UNA VEZ me dijeron que tenía =>(ES)


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08 V: Un día Kirk, me dijeron que si era su mamá =>(ES) 09 B:=> (h)AY no es cie[rto(h) 10 K:=> [Ah sí? 11 V: Lo juro. [52] Ay V14 P1 1046

Se ha presentado evidencia para categorizar a ah y a ay como indicadores de cambio de estado. A continuación, se analizará a qué se debe que en ocasiones se utilice ah y en otras ay; para esto analizaremos con más detalle el ejemplo (14). El extracto (14) muestra una discusión sobre la edad que aparenta tener G. En conversación que no se muestra, G y V mencionaron que ellos no entienden por qué la gente piensa que G se ve muy joven. En la línea 01, K comienza a dar una explicación del porqué la gente piensa eso. La interacción que sigue tiene dos casos de habla reportada, uno realizado por G en las líneas 02 y 03, y el otro realizado por V en la línea 08. Las respuestas que obtienen las dos hablas reportadas muestran los diferentes grados de sorpresa e incredulidad que tienen B y K sobre el asunto. Para la primera habla reportada, K muestra su acuerdo con la percepción general de que G se ve de diecisiete, línea 07; sin embargo, B responde con ay mostrado su escepticismo, este ay es producido con volumen alto. Para la segunda habla reportada, tanto K como B despliegan un elemento de incredulidad ritual pero muestran diferente grado de incredulidad. Por un lado, B, en la línea 09, indica con ay su cambio de estado, i.e., sorpresa, y en seguida literalmente expresa un escepticismo c­ ategórico al decir …no es cierto. Por otro lado, K, en la línea 10, registra también incre-


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dulidad pero de una manera más débil. K inicia su turno con ah seguido de una solicitud de confirmación, i.e., ¿ah sí?. El ah indica el cambio de estado aceptando el recibimiento de información nueva y la solicitud de confirmación, i.e., el sí y la entonación interrogativa, indican que la incredulidad tiene carácter ritual y por ende un nivel de escepticismo menor. Ejemplos como este siguieren que ay es utilizado en turnos que muestran un grado de incredulidad alto, mientras que ah es utilizado en turnos que muestran un grado de incredulidad bajo o ritual. El ejemplo nos ilustra que ah es un elemento que muestra mayor aceptación de la información que se recibe, en comparación con ay que muestra una resistencia escéptica a la información recibida. En general, lo que sugiere el ejemplo es que ay es un indicador de cambio de estado que registra sorpresa o escepticismo mayor al que registra ah. En otras palabras, ay no solamente indica que se notó y se recibió información nueva sino también indica que el elemento informativo es problemático. Se considera problemático porque el recipiente se muestra escéptico del elemento informativo, cosa que no sucede con ah, el cual muestra una mayor aceptación de la información recibida. Vale la pena señalar que los usos de las dos partículas en cuestión también registran una postura epistémica ante el elemento informativo (véase Heritage 2013). Por ejemplo, en el siguiente extracto, sacado del ejemplo (5) visto anteriormente, se puede ver cómo, si remplazáramos el ah de la línea 08 por un ay, el hablante mostraría una postura epistémica diferente. Como se ha expuesto anteriormente, con ah el hablante registra que es información nueva el hecho de que G no sabe qué es el rega-


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lo. Sin embargo, si en este caso el hablante hubiera producido ay estaría indicando que le sorprende el hecho de que G no sepa qué es el regalo. (15) … 06 T: No es que (h) ya sabe qué es (h) heh 07 G: NO no sé qué es ((G comienza a abrir el regalo)) 08 T:=> Ah no sabes qué es? 09 G:=> No. [25] Ah V8 P2 2158

El hablante al usar ay no solamente indica sorpresa/escepticismo, sino también marca el inicio del tratamiento del elemento que provocó la sorpresa, i.e., la fuente de la sorpresa. El tratamiento que se le da a la fuente de la sorpresa puede ser de diferentes maneras; por ejemplo, en los extractos (13) y (14), como ya lo expuse, la respuesta que recibe la fuente de la sorpresa es un turno de incredulidad que pide confirmación de la información. Por otro lado, en los ejemplos (16) y (17) la respuesta a la fuente de sorpresa es una evaluación precedida por ay: en el extracto (16), R, como broma, le da un golpe a su perro y le pide que cambie la canción del reproductor de música. Ante esta acción, V responde con un turno que inicia con ay seguido de la evaluación: “eres un grosero”, es decir: el turno en sí es una protesta. En el extracto (17), el hablante acompaña ay con una evaluación positiva del hecho. Uno de los dictaminadores anónimos de este artículo menciona que ay en el ejemplo (16) no muestra un cambio de estado sino que es una evaluación. Aunque coincido en que ay tiene un carácter evaluativo, considero que el hablante sí m ­ uestra


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sorpresa (i.e., un cambio de estado) ante la acción realizada por R. Así, ay enfatiza la evaluación, como lo hace también en el ejemplo (17). (16)

01 R: ((le pega con la mano al perro)) 02 ve a cambiarle ándale ((dirigiéndose al perro)) 03 ya sabes cómo 04 V:=> Ay::: eres un grosero 05 R: ((se pone de pie)) 06 V: y tu un chiquibello ((dirigiéndose al perro)) [30] Ay V20 P1 0058 (17) 01 J: El Padre nuestro con banda (y todo) 02 o sea con la música pues pero con banda pues 03 con música de viento 10 B:=> Ay qué padre [23] Ay V2 P2 (2–27)

Los ejemplos presentados de ay muestran que la partícula denota sorpresa y muestran cómo los hablantes tratan de manera diferente la fuente de sorpresa. La siguiente sección se centra en dos tipos de secuencias donde ay mantiene las características descritas pero con diferentes implicaciones interaccionales. 5. Parar para corregir En esta sección ay no es analizada en secuencias informativas, sino en secuencias donde la partícula aparece como el primer elemento de un


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turno que se opone a lo dicho en un turno anterior. Por ejemplo, el turno de la línea 03 del extracto (18) está en desacuerdo con lo dicho anteriormente, y el turno de la línea 02 del extracto (19) inicia una secuencia de reparación. (18) [M fue a buscar unas tenazas para servir la ensalada y ya se tardó un rato en regresar. B fue a la cocina a buscar otro utensilio para servir la ensalada. El extracto inicia cuando B entra al comedor con un par de tenazas.] 01 B: Mira ((dirigiéndose a V)) 02 V: Aja sí exacto con esas ((B le da las tenazas a V)) 03 A:=> Ay no: esas no son, fue a traer las de adeveras 04 (.) 05 A: No es que esas no son. Son las que son como 06 de cuchara y de 07 V: Ah ya sé como cuáles Ay V2 P6 (15–12) (19) [M tiene un muñeco de peluche en la manos.] 01 G: Te ganaste ese perro en Six Flags? ((dirigiéndose a M)) 02 C:=> Ay no es perro:: 03 M: Sí 04 V: Sí es perro:: 05 C: Ah sí es perro yo pensé que era… [13] Ay V1 P3 (9–34)

Ambos turnos inician una revisión de la acción anterior; los dos hacen una corrección. En el ejemplo (18), el hablante muestra su desacuerdo


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con la evaluación anterior, al indicar que el utensilio no es el adecuado y en el ejemplo (19) el hablante indica que no es el animal correcto. La corrección del ejemplo (19) tiene impacto en el desarrollo de la secuencia pregunta-respuesta. Los dos ejemplos muestran cómo los hablantes buscan exactitud en lo que se dice o hace. Es por esto que los hablantes tratan de deshacer la trayectoria actual de la interacción. El rol que tiene ay en este tipo de eventos es el de registrar que el hablante se da cuenta repentinamente de algo incorrecto (i.e., el turno que inicia con ay indica que el evento anterior es problemático) y lo corrige. La corrección es formulada de manera repentina y, para darle continuidad a la acción en proceso, es proyectada en el habla anterior. 6. Registrando habla fuera de lugar En los datos analizados se localizaron contextos en los cuales ay marca un cambio de atención, parecido al que realiza oh en inglés. Heritage (1998: 294) reporta que los turnos iniciados con oh y que responden a preguntas registran que la pregunta de cierta manera está fuera de lugar, es decir, la pregunta está preguntando algo que se debería dar por sentado, o bien algo que no se debería preguntar debido a su obviedad. Por ejemplo, el extracto (20) muestra a M hablando con G y V sobre unas pláticas que da en la iglesia. M tiene 18 años y le da pláticas a parejas adultas casadas como parte de un servicio que ofrece un grupo católico al que M pertenece. (20) 01 G: 02

Y:: no te pones nerviosa? (.5)


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03 M:=> Ay sí 04 (.) 05 V: No pus sí [imagínate darle clase a los señores 06 G: [Sí, verdad 07 M: A los señores (sí es mucho más difícil) 08 G: pero supongo que lo preparas no? 09 M: Sí. La vez pasada también dimos una 10 pero esa no la preparé hehe ehe… [46] Ay V7 P3 0018

La pregunta en la línea 01 es un cuestionamiento que se puede considerar obvio: la pregunta no toma en cuenta la creencia común de que un adolescente se pondría nervioso al darle pláticas a audiencias conformadas por parejas adultas de matrimonios. El ay que precede a la respuesta, en la línea 03, marca un cambio de atención (i.e., un cambio de estado) el cual, por un lado, indica que la pregunta era inesperada y, por otro lado, pone en duda lo relevante de la pregunta. En la línea 05, V se orienta a esta última acción al decir no pus sí… indicando con esto que la respuesta a la pregunta es obvia (véase Vázquez Carranza 2013). También G, en la línea 06, se orienta al hecho de que la pregunta está fuera de lugar, debido a su obviedad. Como lo señaló uno de los dictaminadores anónimos, el turno 03 también muestra acuerdo con lo que estipula G en su pregunta: M se orienta a la preferencia de mostrar solidaridad en la interacción (Pomerantz 1984; Sacks 1987). Es importante señalar que la pregunta de la línea 08 no es tratada de igual manera por M. En este caso, M responde con una confirmación


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simple, sí… (línea 09). En contraste con su respuesta anterior, M no trata la pregunta como fuera de lugar, es decir, el preparar una plática no es algo que sea obvio, evidencia de esto se encuentra cuando dice que una vez no preparó la plática. Este ejemplo muestra la diferencia entre ay sí y sí cuando estas son respuestas afirmativas a una pregunta. Dos ejemplos similares se encuentran en el extracto (21). Aquí, P tiene un carrito de juguete en sus manos y P expresó con anterioridad que cuando era niño siempre quiso que su padrino le regalara uno carrito de metal como ese. (21)

01 P: …y sí son [de fierro:: >yo quería uno así< 02 V: [Háblale a tu padrino. 03 N:=> Ay a [poco nunca tuviste uno 04 V: [Aquí toma un representante05 P:=> Ay pues sí pero yo quería que él me [regalara uno 06 C: =[Oye Iván, 07 cómo te fue en la venta de tus cuadros [48] Ay V9 P4 1802

En las líneas 03 y 05 los hablantes inician su turno con ay, indicando un cambio de estado. Los dos indican que les sorprende el habla anterior. Es decir, por un lado, N registra que le parece sorprendente que P nunca haya tenido un carrito como ese y, por otro lado, P indica con ay, en la línea 05, que es obvio que sí tuvo un carrito como ese, es decir: rechaza la insinuación hecha por N en la línea 03. La diferencia entre este tipo de ay y el presentado en §2 es que el primero marca como fuera de lugar


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la noción formulada con anterioridad, es decir, indica que lo anterior debió de haberse tomado por sentado o por hecho. 7. Conclusiones La presente investigación examinó las partículas ah y ay como indicadores de cambio de estado. El análisis mostró que ah es un elemento que antecede una secuencia introductoria de la acción a la que el hablante se orienta, después de registrar un cambio de estado. También el análisis muestra cómo los hablantes tratan de maneras diferentes los turnos informativos, dependiendo del conocimiento previo que han mostrado tener sobre el asunto en cuestión. El análisis muestra que los turnos iniciados con ay indican sorpresa. El grado de sorpresa que expresa ay es mayor al que expresa ah: al utilizar ay se muestra mayor resistencia al habla anterior, mientras que con ah se muestra más aceptación a lo dicho anteriormente. Ay puede preceder un turno que inicia reparación. En este caso, el hablante muestra de manera repentina que se ha dado cuenta que algo es incorrecto. Esto se describe como un intento de deshacer la trayectoria de la secuencia en favor de la precisión del asunto en cuestión. Ay también puede indicar que el habla anterior es obvia, es decir, que la noción expresada con anterioridad es algo que se debería dar por un hecho. Tomando en cuenta estas observaciones, se concluye que ah es un indicador de cambio de estado que se caracteriza por aceptar la información anterior y continuar con el siguiente asunto en la conversación. Por otro lado, ay es un indicador de cambio de estado que muestra resistencia al elemento informativo. Esta resistencia se registra al desplegar un grado alto de


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incredulidad, iniciar reparación o incluso mostrar que el habla anterior se debe dar por obvia. Con respecto a lo expuesto por la bibliografía que existe sobre ah y ay, el presente estudio concuerda con las definiciones que se han formulado para describir estas partículas, sin embargo, al aplicar el método del Análisis Conversacional al estudio de estos elementos lingüísticos, es decir, al examinarlos como unidades que realizan acciones en el habla interaccional, el artículo demuestra que las dos partículas están involucradas en la estructura del discurso interaccional. En general, el artículo muestra lo que estas partículas hacen en la conversación. Aludiendo a la idea wittgensteniana de que el significado de una palabra es el uso que se le da (Wittgenstein 1958), considero que la definición de cualquier elemento lingüístico debe considerar las contingencias interaccionales presentes en su producción en el habla cotidiana que es a fin de cuentas su hábitat natural. Referencias Alonso-Cortés, Ángel. 1999. Las construcciones exclamativas. La interjección y las expresiones vocativas. En Bosque, Ignacio & Demonte, Violeta (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española, vol. 3, 3993–4051. Madrid: Espasa Calpe. Briz, Antonio & Pons, Salvador & Lázaro, José Portolés (coords.). 2008. Diccionario de partículas discursivas del español. www.dpde.es (Consultado el 06–04–2016.) Clift, Rebecca. 2016. Conversation analysis. Cambridge: Cambridge University Press.


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Anexo. Convenciones de transcripción => (1)

Indica la parte en particular de la que se habla en el texto. El número en paréntesis indica la duración de una pausa en segundos. (.2) El número indica la duración de una pausa en décimas de segundo. (.) El punto indica un micro pausa. [ El corchete indica el punto en el que traslape inicia. = Las líneas conectadas con dos signos de igual indican que la segunda línea sigue la primera sin algún silencio que se pueda identificar entre las dos, o que ocurren totalmente “pegadas” una con la otra. >palabra< Palabras entre signos de ‘mayor que’ y ‘menor que’ indican que fueron producidas más rápidamente que el resto de las palabras que las rodean. ↑↓ Indica el subir o bajar de la entonación respectivamente. : Indica que el sonido anterior está prolongado, entre más puntos haya más prolongado fue producido el sonido. “palabra” las unidades de habla entre comillas son producidas con una entonación que indica que el hablante está citando lo que dijo alguien más. .hh Indica inhalación. hh. Indica exhalación. hh Indica risa. Entre más “haches” haya más prolongada es la risa. (h)palabra(h) Palabras entre “haches” indican que la risa está infiltrada en el habla. Pal- Indica que la palabra o enunciación está cortada.


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PALABRA ( ) ((palabra)) °palabra° palabra? …

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Letras versales indican un incremento de volumen. Paréntesis vacíos indican que algo se dijo pero no se alcanza a entender o a escuchar. Palabras en paréntesis dobles contienen descripciones de eventos. Palabras entre signos de grados indican que el habla es suave o muy queda. Signo de interrogación indica entonación de pregunta. Indican que hay conversación omitida en la transcripción.

Fecha de recepción de manuscrito original: 06 de mayo de 2015 Fecha de recepción de manuscrito revisado: 10 de junio de 2016 Fecha de aceptación: 10 de junio de 2016



DESPALATALIZACIÓN DE /ɲ/ EN EL ESPAÑOL DE YUCATÁN* Jaime Peña Arce Universidad Complutense de Madrid jaimeparce89@gmail.com

The purpose of this research note is to analyze the depalatalization of /ɲ/ in the Spanish spoken in the Yucatan Peninsula, based on the main field studies carried until now. I will examine if this process occurs in a systematic way with homogeneous results, as it is the case in other Hispanic territories. Finally, I will present the explanations that scholars have given about this phonological distinctive feature of Yucatan Spanish. Keywords: American Spanish, phonetics and phonology, depalatalization, Yucatan El objetivo de esta nota es analizar la despalatalización de /ɲ/ en el español de la península de Yucatán, a partir de los principales estudios de campo realizados hasta el momento. Se estudiará si este proceso se manifiesta de manera sistemática con resultados homogéneos, tal como ocurre en otros dominios hispánicos.

*  Quiero mostrar mi agradecimiento a la Dra. M. Pilar Nuño Álvarez, de la ucm, por su constante apoyo y ayuda desinteresada. CUADERNOS DE LINGÜÍSTICA DE EL COLEGIO DE MÉXICO, VOL. 3, NÚM. 2, 2016, PP. 105–129

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Finalmente, se expondrán las explicaciones que los estudiosos han dado sobre esta particularidad fonológica yucateca. Palabras clave: Español de América, fonética y fonología, despalatalización, Yucatán

1. Estado de la cuestión La despalatalización de /ɲ/ (maniana por mañana o albanil por albañil) es un fenómeno reconocido y testimoniado en nuestra lengua, tanto en el español de España como en el americano, característico del judeo-español (Sala 1974) y que manifiesta evidencias también en diacronía, con afloramientos en la literatura de los Siglos de Oro (Henríquez Ureña 1938: 301). Cabe destacar que este proceso de despalatalización no es exclusivo de la lengua española. Otras lenguas románicas, como es el caso de las variedades nordanubianas del rumano (Straka 1942, apud Moreno Fernández 1988) o el francés (Martinet 1938, apud Moreno Fernández 1988) lo presentan en fase de culminación. Este fenómeno se inscribe dentro de un proceso de enorme envergadura: la reestructuración del orden de consonantes palatales, común no solo al español, sino a muchas lenguas románicas. En el caso de nuestra lengua, quizá el fenómeno analizado en estas páginas ha podido quedar eclipsado por la importancia, la enorme dimensión y gran extensión, primero, del yeísmo y, en menor grado, de la fricatización de ch.


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1.1. Extensión de la despalatalización de /ɲ/ en el mundo hispánico Geográficamente, la despalatalización del fonema palatal nasal presenta una distribución irregular. Respecto a la situación en España, cabe afirmar que este fenómeno aparece de forma dispersa por todo el territorio. Así, Moreno Fernández (1988) –tras la consulta de datos inéditos procedentes del Atlas Lingüístico de España y Portugal (alep)– afirmó haber encontrado casos de despalatalización en las provincias de Segovia, Burgos, Zamora y Ávila; Guadalajara, Cuenca, Ciudad Real y Toledo, Cáceres, Barcelona y Lérida, Huesca, Navarra, Málaga, La Rioja y también en Teruel. Sin embargo, si este cambio caracteriza el habla de algunas provincias concretas de España, estas son Jaén (Moya Corral 1993)1 y Toledo (Moreno Fernández 1988;2 Peña Arce, en prensa3). Dentro del español de América, este proceso está escasamente documentado. Existen referencias a este fenómeno en las hablas rústicas de la Orinoquía4 colombiana (Reinoso Galindo 1999: 99; Rodríguez Cadena

1  Moya

Corral (1993) radica este proceso en la comarca de La Loma, en el centro de la provincia, con capital en Úbeda. 2  Moreno Fernández (1988) estudia en este artículo la despalatalización en la localidad de Quintanar de la Orden (SE de la provincia de Toledo). 3  Peña Arce (en prensa) analiza este proceso en la provincia de Toledo, gracias a los datos suministrados por el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Castilla-La Mancha (alecman) (1988) y determina que es general en todo ese territorio. 4  Región del centro-este de Colombia, también denominada Llanos Orientales, que abarca los departamentos de Vichada, Meta, Arauca y Casanare.


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2008: 142),5 en Ecuador y Chile (ngle (Fon) 2011: §6.7l), en el litoral argentino (Sala 1974: 190)6 y en la Península de Yucatán y otros estados mexicanos, como Oaxaca (ngle (Fon) 2011: §6.7l). La descripción de la realidad argentina, chilena, ecuatoriana o colombiana a este respecto es bastante deficiente, carente de datos empíricos y estudios de campo, y sin apenas repercusión en la bibliografía. En el caso del español de México, aunque tampoco existen estudios de campo monográficos, sí hay estudios de carácter más general que aportan datos muy esclarecedores. A la tarea de compendiar, comparar y valorar estos estudios se consagra esta investigación. 1.2. Causas de la despalatalización de /ɲ/ Muchos han sido los intentos de buscar una explicación a este fenómeno. Según la división trazada por Moreno Fernández (1988), las diferentes hipótesis pueden agruparse en dos grandes grupos: a) Hipótesis particulares. Intentan explicar aisladamente la despalatalización en la variante de español analizada: 5

Rodríguez Cadena (2008) recoge la información aportada por Reinoso Galindo (1999). Según este investigador la despalatalización de la nasal es característica del sistema fonético-fonológico del español en contacto con el piapoco y el sikuami, lenguas que no poseen el fonema /ɲ/. 6  Según Sala (1974: 190) el proceso en el litoral argentino “no es tan marcado” como en Yucatán. La ngle (Fon) (2011: §6.7l) señala que, para Buenos Aires, este cambio es característico en los hablantes con escasa instrucción.


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a1)  Judeo-español. Sala (1974) subraya la influencia de la inexistencia de /ɲ/ en rumano y valaco en la lengua de los judíos españoles de Bucarest. Por otro lado, Renard (1966, apud Moreno Fernández 1988) destaca la influencia del alfabeto hebraico de los sefardíes, carente de la grafía ñ. a2)  Español de América. Reinoso Galindo (1999) y Rodríguez Cadena (2008) apuestan, para el caso colombiano, por el contacto con lenguas indígenas. b) Hipótesis generales. Pretenden ofrecer una justificación global, normalmente basándose en teorías de rendimiento fonológico: b1)  Wagner (1931: 225, apud Moreno Fernández 1988) señala únicamente que esta es una tendencia general hispánica. b2)  Martinet (1938), Sala (1974), Moreno Fernández (1988) y Moya Corral (1993) destacan como elemento catalizador de este cambio la pérdida de la correlación de mojadura dentro del orden palatal, producida tras la desfonologización de /ʎ/ (yeísmo).7 Este cambio fonológico deja al fonema palatal nasal en una situación de gran inestabilidad, acentuada por la escasa repercusión funcional de la despalatalización de /ɲ/ (pocos casos de homonimia resueltos por el contexto). Es decir, se decantan por causas internas del sistema, sin perder de vista el contexto: la enorme inestabilidad de todo el orden palatal. 7

De hecho, la filiación entre ambos procesos de desfonologización –yeísmo y despalatalización– es clara.


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Moya Corral (1993: 23) ahonda más en esta explicación y señala que es precisamente la mojadura o adherencia la que dota a /ɲ/ de su timbre palatal: al eliminar esta, el fonema resultante confluye con el alveolar /n/. Sin embargo, según este investigador, los hablantes han conseguido preterir el rasgo adherente de /ɲ/ manteniendo sus dos rasgos básicos: nasal y palatal. De esta manera, el fonema se presentará desdoblado [n+j]. Así, niño es ninio, año es anio o albañil es albanil (con la consecuente asimilación eliminatoria). c)

Por último, hay que indicar que esta misma variación –en relación con procesos de derivación morfológica en parejas léxicas como teñir/ tinte o desdeñar/desdén con /ɲ/ en posición de coda silábica– ha sido estudiado desde numerosas perspectivas sin alcanzar explicaciones concluyentes. Eddington (2012: 202) compila estas investigaciones.

1.3. La situación en Yucatán Es importante comenzar resaltando que el español yucateco –hablado en los estados mexicanos de Yucatán, Campeche y Quintana Roo– constituye, en palabras de Henríquez Ureña (1938: 340), “un sistema aparte” dentro del español de América y dentro del español de México. La causa de esta realidad hay que buscarla en la enorme influencia de la lengua maya, así:8 8

Los porcentajes de hablantes de maya en estos estados son los siguientes: Yucatán (28%), Quintana Roo (13%) y Campeche (10%).


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[…] no cabría sorprenderse de que la lengua indígena de Yucatán haya alcanzado a colorear el castellano hablado allí. La lengua maya disfruta de un prestigio cultural y social muy superior al que tienen las demás lenguas indígenas de México, y esa particular situación de prestigio es factor que puede favorecer la interferencia lingüística. (Lope Blanch 1981: 427)

Dentro de las peculiaridades fonético-fonológicas del español de esta península destaca, como una de las más estereotipadas, la despalatalización de la palatal nasal. Existen en la bibliografía diversas y esporádicas referencias a este proceso en el español yucateco. La primera referencia a este fenómeno se remonta a 1895, cuando Ramos i Duarte, en su famoso Diccionario de mejicanismos –que recogía voces dialectales de toda la República– consignó las voces albanil, maniana y ninio acompañadas por la abreviatura (Yuc.), Yucatán. El primer estudio de campo sobre las hablas de la península (Nykl 1938: 215) no señaló la existencia de este proceso.9 Barrera Vásquez (1937) sí lo consignó. Henríquez Ureña (1938) afirmaba que la desaparición del carácter palatal de la /ɲ/ en el español de Yucatán era general. Añadía, además, que los yucatecos incluían una especie de hiato en las secuencias /n + i/, pues “el forastero que pronuncia normalmente opinión, le parece al yucateco, de no hacerlo, opiñón”. Suárez (1996 [1945]: 56) apuntó sucintamente que “por diferenciación la consonante deja de ser palatal cuando la vocal lo es, y la ñ se convierte en n”.10 Este investi9

No obstante, la mayor parte de las conclusiones a las que llegó este arabista fueron cuestionadas y descartadas por la investigación posterior (Alvar 1969: 159). 10  Fontanella de Weinberg (1993: 215) alerta sobre el limitado rigor de los datos aportados por Suárez, a quien califica de “inquieto aficionado” carente de formación especializada.


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gador no hace referencia a situaciones forzadas por otros contextos fónicos. Por último, Cassano (1977) indicó que ninguno de los sistemas consonánticos de los distintos dialectos del maya yucateco contiene el fonema palatal nasal. Sin embargo, es destacable la práctica ausencia de alusiones a este proceso de despalatalización en la bibliografía más reciente. Así, Moreno de Alba (1988) obvia esta cuestión en su estudio sobre el español mexicano. Fontanella de Weinberg (1993: 236–237) se limita a constatar el peso de los hablantes de maya en el contexto yucateco. Lipski, en su detallado análisis de las peculiaridades del español en cada uno de los países de América –y dentro de estos, en sus regiones–, no menciona la despalatalización como rasgo característico de las hablas yucatecas (1996: 302). Tampoco lo hace Lope Blanch (1996: 81–89) en su análisis de las características del español mexicano. Flores Farfán (2008: 33–56), dentro de una monografía especializada en el contacto entre el español y las lenguas amerindias, no hace referencia a esta cuestión en su capítulo dedicado al país azteca. Respecto a la opinión de la investigación sobre las causas de esta peculiaridad del español yucateco, también conviven las dos corrientes mencionadas con anterioridad. Una inmensa mayoría de los estudiosos (Barrera Vásquez 1937; Henríquez Ureña 1938; Suárez 1945) se decantan por la influencia del adstrato maya para justificar el proceso de despalatalización; Lope Blanch (1981; 1987) también lo hace, aunque con más cautela. Solo Alvar (1969) cuestiona esta realidad, haciendo alusión al carácter general de este proceso en español; no obstante, en su estudio sobre el español del suroeste de Guatemala (1980: §8.2), señala la exis-


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tencia de este mismo proceso en otro territorio –el guatemalteco– con base lingüística mayense. Así las cosas, y de acuerdo a la clasificación trazada en §1.1, Barrera Vásquez (1937), Henríquez Ureña (1938) y Suárez (1945) se integrarían dentro del grupo a2); Alvar (1969) lo haría dentro del b1), aunque con matices, y Lope Blanch (1981; 1987) se quedaría a medio camino entre ambos. 2. Investigación 2.1. Metodología En este apartado se van a analizar los datos sobre la cuestión estudiada aportados por tres trabajos diferentes: Alvar (1969; 2010) y Lope Blach (1990). Dada la disparidad per se de los estudios empleados, los datos de ellos espigados no permitirán en muchos casos una comparación directa. Sin embargo, una discusión más matizada –exponiendo lo más relevante de cada uno de ellos y comparando lo que se pueda comparar– permitirá esbozar una visión general del proceso de despalatalización de /ɲ/ en el español yucateco sustentado en tres pilares: características contextuales y acentuales donde la despalatalización incide con mayor fuerza, distribución geográfica de esta variación fonológica, y relevancia o no del adstrato maya como causa de este proceso de cambio. Para la clasificación de las variantes se ha seguido el sistema planteado por Moya Corral (1993), quien –a partir de los datos recopilados en la provincia de Jaén, España– esboza un patrón general de aparición de variantes que atiende: por un lado, a la tonicidad de la sílaba en la que


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se inserta el fonema palatal nasal (distinguiendo así entre sílaba pretónica, tónica y postónica), y, por otro, a la vocal o semiconsonante que sigue a la /ɲ/. De acuerdo con esto último, Moya Corral plantea la existencia de las siguientes variantes, una estándar y tres anómalas: 1. Articulación estándar: palatal [ ɲ] 2. Articulación redundante: palatal + semiconsonante [ ɲj] (Ej.: niñio por niño). 3. Articulación desdoblada: alveolar + semiconsonante [nj] (Ej.: monio por moño). 4. Articulación alveolar [n] (Ej.: albanil por albañil). Consecuentemente con esto, Moya apunta que la relación que se establece entre variantes anómalas es esta: a) [n], cuando a la /ɲ/ originaria le siga una /i/ o una semiconsonante (Ej.: albanil), donde la semiconsonante [j] es eliminada por su asimilación al fonema siguiente. b) [ ɲj] o [nj], cuando a la /ɲ/ originaria le siga cualquier otra vocal (Ej.: moñio, maniana), donde la semiconsonante permanece aportando el carácter palatal. Moya Corral defiende que la tonicidad fomenta especialmente la despalatalización, aunque señala que esta también es bastante frecuente en contextos postónicos. Respecto al contexto fónico, prima el entorno


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f­ ormado por las secuencias /ɲ + i/. En este estudio se intentará comprobar si se cumplen todos estos particulares, atendiendo a la estructura acentual de las palabras que presenten despalatalizaciones y al contexto fónico donde estas se presenten. 2.2. Alvar (1969) Manuel Alvar vivió una primera aproximación al estudio de las hablas yucatecas en 1964. Tres años después, en 1967, como profesor visitante en El Colegio de México, realizó estudios de campo específicos en muchos estados mexicanos, entre ellos Yucatán. Las conclusiones de la investigación yucateca cristalizaron en un artículo de 1969. Esas mismas conclusiones volvieron a ser reproducidas en El español en México (2010: 131–162), obra póstuma de geografía lingüística, como preámbulo a su estudio general sobre el español mexicano. Esta última obra vino a actualizar y completar los datos parciales recogidos por este investigador hasta ese momento, al tiempo que le permitieron trazar una comparativa sobre los cambios acaecidos en ese espacio de tiempo. En este trabajo (1969), Alvar encuestó a un total de diez informantes en ocho localidades urbanas y rurales del estado de Yucatán: Temax (un informante), Mérida (dos informantes), Izamal (un informante), Dzitás (un informante), Muna (un informante), Ticul (un informante), Oxkutzcab (dos informantes) y Valladolid (un informante). Por sexos: nueve varones y una mujer; por edad: cinco menores de 25 años, tres adultos, una persona de 66 y un informante sin especificar. Respecto al bilingüismo maya/español, este era mayoritario: seis eran bilingües; dos conocían


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solo el español (los dos habitaban en la capital del estado, Mérida); y de los otros dos informantes, no se aporta información a este respecto. El fenómeno de la despalatalización puede observarse en las realizaciones de las palabras: uña, mañana, España y moño. Las articulaciones anómalas –todas desdobladas [nj]–11 aparecen un total de diez veces sobre 40 potenciales: esto arroja un porcentaje total del 25%. La despalatalización aparecía tanto en hablantes bilingües, como en aquellos que solo conocían el español. Las cuatro palabras presentan la secuencia /ɲ + vocal/, por lo que la solución desdoblada responde a lo esperado. Respecto a la tonicidad de la sílaba en la que se inserta el fonema palatal lateral: tres de las cuatro (uña, España y moño) lo presentan en sílaba postónica; y solo una (mañana), en sílaba tónica. De las diez despalatalizaciones, nueve corresponden a realizaciones que contienen la palatal en sílaba postónica. Así las cosas, y aunque el corpus de respuestas no deja de ser limitado, la distribución de porcentajes de despalatalización según la tonicidad de la sílaba en la que se inserta el fonema estudiado es: Tabla 1. Despalatalización según tonicidad en Alvar (1969) Despalatalización en sílaba tónica Despalatalización en sílaba postónica i Sobre

10%i 30%ii

diez realizaciones (las de la palabra mañana) se atestigua una articulación despa-

latalizada. ii Sobre treinta realizaciones (las de las palabras uña, España y moño) se atestiguan nueve articulaciones despalatalizadas 11

Las respuestas fueron unia, maniana, Espania y monio.


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En lo que atañe al contexto fónico en el que se insertan las despalatalizaciones: un 26% de las secuencias /ɲ + a/ las presentan, frente a un 10% de las secuencias /ɲ + o/. 2.3. Lope Blanch (1990) Lope Blanch coordinó el proyecto de elaboración del Atlas Lingüístico de México (alméx). Su equipó realizó encuestas en los tres estados de la península: Yucatán (Valladolid, Tizimín, Mérida y Ticul), Quintana Roo (Chetumal y Carrillo Puerto) y Campeche (Campeche, Champotón, Mamantel y Ciudad del Carmen), sobre un total de 34 informantes. En el mapa sintético12 nº 38 del mencionado Atlas se recogen los siguientes porcentajes por localidades:13

12

En este Atlas se incluyen tanto mapas sintéticos como analíticos. Los mapas sintéticos son producto de una reconstrucción posterior, realizada a partir de las grabaciones magnetofónicas recogidas en cada pueblo o ciudad. Por cada una de las localidades de estos mapas, se presenta –mediante filas y columnas– los alófonos consignados, seguidos por una letra (g, general –100%–; f frecuente –80%–; m, medio –50%–; r, poco –20%–; e, escaso –5%–) que indica el porcentaje de frecuencia –esta letra puede ir ponderada por los símbolos (+ ó -). El gran defecto de este sistema, por lo menos para esta investigación, es que nada se puede saber sobre el contexto fónico. Para saber más sobre este tipo de mapas consúltese la introducción de esta obra (p.16). 13  La articulación estándar puede presentar variantes respecto a su apertura o adelantamiento.


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Tabla 2. Porcentaje de despalatalizaciones en localidades del estado de Yucatán Redundante [ ɲj] 30% 40% 20% 40%

Valladolid Tizimín Mérida Ticul

Desdoblada [nj] 5% 20% 20% 5%

Total anómalas 35% 60% 40% 45%

Tabla 3. Porcentaje de despalatalizaciones en localidades del estado de Quintana Roo Chetumal Carrillo Puerto

Redundante [ ɲj] 10% 20%

Desdoblada [nj] 10% 20%

Total anómalas 20% 40%

Tabla 4. Porcentaje de despalatalizaciones en localidades del estado de Campeche14 Campeche Champtón Mamantel Ciudad del Carmen

Redundante [ ɲj] 10% 10% 2.5% 10%

Desdoblada [nj] – – – –

Total anómalas 10% 10% 2.5% 10%

Según este mismo mapa, en muchos otros estados del país –Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Guerrero, Jalisco, Nuevo León, Coahuila,

14

En el mencionado mapa del alméx no se atestiguan soluciones desdobladas en Campeche.


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Chihuahua, Baja California Norte, Sonora, Nayarit, Michoacán, Guanajuato y Puebla– se consignan localidades con articulaciones redundantes en porcentajes muy bajos. La bibliografía había consignado la existencia de esta tendencia en Oaxaca y en los estados del Altiplano (Henríquez Ureña 1938: 301). Estos datos no evidencian que estos territorios muestren ninguna preeminencia respecto a esta cuestión. Para el análisis de la distribución de las despalatalizaciones por tonicidad y contexto fónico se ha recurrido a los siguientes mapas analíticos de la parte de Fonética del alméx: arañas (mapa 54), roña (mapa 146), cañón (mapa 167), albañil (mapa 202), cigüeña (mapa 245), rasguño (mapa 341), moño (mapa 439), niño (mapa 440) y año (mapa 441).15 En primer lugar, el número total de articulaciones despalatalizadas por palabra sobre el total de respuestas dadas es el siguiente: arañas (7/33),16 roña (1/29),17 cañón (2/33), albañil (5/33), cigüeña (5/32),18 rasguño 15

Se presenta a continuación la clasificación de las palabras empleadas del alméx según su estructura acentual y contexto fónico: Pretónica Tónica Postónica 16  Como

/ɲ + i o semiconsonante/

/ɲ + otra vocal/:

albañil

cañón

arañas, roña, cigüeña, rasguño, moño, niño, año

se recordará, el total de informantes era de 34. En este caso, y en todos los siguientes, no se recoge la respuesta dada por el cuarto informante de Tizimín (Yucatán) 17  Además del mencionado informante de Tizimín, tampoco hay respuesta de uno de los informantes de Valladolid, Chetumal, Felipe Carrillo Puerto y Champotón. 18  En este caso no hay respuesta ni del cuarto informante de Tizimín, ni de uno de los de Valladolid.


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(5/33), moño (7/27),19 niño (9/33)20 y año (9/33). Esto arroja un total de 18.18% de articulaciones no palatales sobre el total de las posibles. Los patrones de despalatalización según la vocal o semivocal siguiente al fonema palatal son muy regulares: se cumple la norma en un 92% de los casos. Solo se encuentran cuatro ejemplos anómalos: dos articulaciones alveolares para la palabra moño en Mérida y otras dos articulaciones alveolares para arañas en Chetumal. Respecto a la influencia de la tonicidad, los datos son los siguientes: Tabla 5. Despalatalización según tonicidad en Lope Blanch (1990) Despalatalización en sílaba tónica Despalatalización en sílaba postónica

10.6%i 19.54%ii

i De un total de 66 realizaciones (las correspondientes a las palabras albañil y cañón) se ates-

tiguan siete despalatalizaciones. ii De un total de 220 realizaciones (las correspondientes a las palabras arañas, roña, cigüeña, rasguño, moño, niño y año) se atestiguan 43 despalatalizaciones.

Y, en lo que atañe al contexto fónico, los datos de Lope Blanch son los que se muestran en la Tabla 6:

19

Para la palabra moño falta la mencionada respuesta de Tizimín más otra en Mérida, dos en Chetumal, otras dos en Felipe Carrillo Puerto y otra más en Campeche. 20  En el caso de niño se documenta en Campeche una curiosa realización: [ ɲ.n], no recogida por Moya Corral (1993).


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Tabla 6. Despalatalización según contexto fónico en Lope Blanch (1990) /ɲ + i o semiconsonante/

15%

/ɲ + a/

13.8%

/ɲ + o/

20%

2.4. Alvar (2010) En El español en México se encuestó en todos los estados de la República. Las localidades encuestadas en la península de Yucatán fueron: en Campeche –Hecelchakán (un informante), Hopelchén (un informante) y Seybaplaya (un informante)–; en Yucatán –Mérida (tres informantes), Dzununcán (un informante), San José Tzal (un informante), Espita (dos informantes), Muna (un informante) y Peto (tres informantes)–; y en Quintana Roo –José María Morelos (un informante), Cozumel (dos informantes), Carrillo Puerto (un informante) y Chetumal (un informante). Es decir, el trabajo de Alvar contó con un total de 19 informantes yucatecos. Las respuestas de los mapas: legaña (18) y legañoso (19) (Léxico, I, el cuerpo humano); montaña (333) (Léxico, X, accidentes geográficos); y un niño (551), dos niños (552) y rasguño (691) (Fonética) son las que se han tomado en consideración para esta investigación. Si se multiplica el número de mapas, 6, por el número de informantes, 19, el total de respuestas susceptibles de análisis es de 114. De estas 114 solo se dan tres ejemplos de articulaciones despalatalizadas, lo que supone un 2.63%.


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Las seis palabras analizadas presentaban la secuencia /ɲ + vocal/, por lo que sería esperable que esas tres articulaciones fueran desdobladas [nj]. Así es en el caso de dos de ellas –dadas por el mismo informante de Mérida para un niño y dos niños.21 Sin embargo, la palabra rasguño es articulada por uno de los informantes de Peto como alveolar. Todas las palabras analizadas presentaban la consonante palatal nasal en sílaba postónica, por lo que no se puede realizar un análisis comparativo. Todas las despalatalizaciones se presentan en secuencias /ɲ + o/ y ninguna en el contexto /ɲ + a/. 3. Discusión y conclusiones En primer lugar, cabe señalar que los tres estudios citados constatan la existencia de despalatalizaciones en el español yucateco; no obstante, los porcentajes varían sustancialmente de unos a otros. De esta manera, del estudio de los datos del trabajo de Alvar (1969) puede inferirse que el porcentaje de despalatalización en palabras que contienen el fonema /ɲ/ es de un 25% en el estado de Yucatán (el único en el que encuesta). Según el de Lope Blanch (1990), la despalatalización afectaría aproximadamente a un 45% de las realizaciones en el estado de Yucatán (aunque con picos del 60% en algunas localidades); a un 30 % en Quintana Roo y a algo menos del 10% en Campeche. El último estudio de Alvar (2010) evidenciaría un porcentaje de despalatalizaciones mucho menor: 2.63% en el conjunto de la Península. 21

Las respuestas fueron un ninio y dos ninios.


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En lo que respecta a los contextos de aparición de las despalatali­ zación: 1) Si se atiende a la estructura acentual, tanto los datos de Alvar (1969) como los de Lope Blanch (1990) muestran –y con claridad– que la posición postónica es la que favorece el cambio. En el primero, el número de despalatalizaciones en contextos postónicos triplica a los contextos tónicos; en el segundo, lo duplica. Todos los datos extraídos de Alvar (2010) parten de contextos postónicos, por lo que nada se puede concluir sobre esta cuestión. 2) Según el contexto fónico en el que inserta el fonema palatal nasal, los datos son más contradictorios. En Alvar (1969) las secuencias /ɲ + a/ presentan despalatalización en el 26% de los casos y las secuencias /ɲ + o/, en un 10%. De Lope Blanch (1990), que presenta ejemplos en más contextos fónicos, se recogen los siguientes porcentajes: /ɲ + a/ (13.8%), /ɲ + o/ (20%) y /ɲ + i o semiconsonante/ (15%). En Alvar (2010), todas las despalatalizaciones se presentan en secuencias /ɲ + o/ y alcanzan un porcentaje del 5%. El patrón esbozado por Moya Corral sobre la distribución de las variantes según el entorno fónico (desdobladas y redundantes frente a alveolares) se cumple prácticamente siempre. La distribución geográfica del fenómeno tendría, según la propuesta de Lope Blanch, un centro muy claro: la zona interior del extremo nororiental del estado de Yucatán, en torno a la ciudad de Tizimín (60%). A partir


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de ese punto podría trazarse una gradación que, en el estado de Yucatán, mostraría un porcentaje de en torno al 40%. En Quintana Roo se localizarían zonas que mantendrían esa cifra; aunque en otras, sería más baja. En Campeche, el porcentaje de despalatalizaciones sería claramente menor. Según esta distribución, podría afirmarse que el porcentaje de despalatalizaciones es mayor donde hay más hablantes de maya (Yucatán, 28%) y menor donde hay menos: Campeche (10%). Quintana Roo, con un 13% de hablantes mayas, presentaría –igualmente– un porcentaje de despalatalización intermedio entre los de los otros dos estados de la Península (Mapa 1).

Mapa 1. Distribución geográfica de la despalatalización de /ɲ/ en la península de Yucatán


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Con todos estos datos, podría concluirse que: 1) La despalatalización de /ɲ/ es un fenómeno real de variación y cambio fonológico que afecta al español hablado en la península de Yucatán. La diferencia en los porcentajes de incidencia entre el estudio más antiguo y el más moderno podría evidenciar, bien el ocaso de la variación, bien más motivación léxica que fonológica, o podría deberse –simplemente– a diferencias metodológicas entre estudios. 2) La pérdida del carácter adherente de /ɲ/ se produciría con mayor virulencia en el estado de Yucatán, seguido por el de Quintana Roo y con mucha menor incidencia en el de Campeche. Estos datos están en consonancia con el porcentaje de hablantes de maya, aunque estudios como el de Alvar (1969) atestiguan que también incurren en despalatalizaciones hablantes que desconocen esa lengua indígena. 3) La estructura acentual que incentiva el cambio, claramente, es la posición postónica. En este punto, la realidad yucateca difiere de las del resto del mundo hispánico, pues todos los trabajos sobre datos reales (Moreno Fernández 1988; Moya Corral 1993) señalan a la posición tónica como la más productiva; Peña Arce (en prensa) también defiende la tonicidad como acicate para la despalatalización. Sobre el contexto fónico, los datos yucatecos –en consonancia con otros estudios– no muestran conclusiones definitivas: Moya Corral (1993) señala la secuencia /ɲ + i o semiconsonante/ como la más proclive; por otro lado, Peña Arce (en prensa) se decan-


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ta por el entorno /ɲ + o/. En el caso de los estudios yucatecos, Al­ var (1969) premia el contexto /ɲ + a/, y Lope Blanch (1990) y Alvar (2010), la secuencia /ɲ + o/. 4) Respecto a las causas, podría afirmarse que esta variación se debe tanto a factores externos (adstrato maya) –que podría justificar la diferencia respecto a la estructura acentual con el resto de casos en el mundo hispánico–, como a factores internos (inestabilidad del orden palatal español, focalizado en los fonemas adherentes –/ɲ/ y /ʎ/– que, en contextos de contacto de lenguas, pueden verse tanto reforzados como –y esta es la realidad yucateca– más erosionados). Referencias Alvar López, Manuel. 1969. Nuevas notas sobre el español de Yucatán. Ibero-romania 1. 159–189. Alvar López, Manuel. 1980. Encuestas fonéticas en el suroccidente de Guatemala. Lingüística Española Actual 2. 245–289. Alvar López, Manuel. 2010. El español en México. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá. Barrera Vásquez, Alfredo. 1937. Mayismos y voces mayas en el español de Yucatán. Investigaciones Lingüísticas 4. 9–35. Cassano, Paul. 1977. La influencia del maya en la fonología del español de Yucatán. Anuario de Letras 15. 95–113. Eddington, David. 2012. Morphophonological alternations. En Hualde, José Ignacio & Olarrea, Antxon & O’ Rourke, Erin (eds.), The


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Fecha de recepción de manuscrito original: 26 de noviembre de 2015 Fecha de recepción de manuscrito revisado: 24 de abril de 2016 Fecha de aceptación: 24 de abril de 2016



Logros actuales y tareas futuras para la sintaxis histórica del español. Reseña a Company Company, Concepción (dir.), 2014. Sintaxis histórica de la lengua española. Tercera parte: Preposiciones, adverbios y conjunciones. Relaciones interoracionales, vol. 3. México: Fondo de Cultura Económica / Universidad Nacional Autónoma de México. 4279 + cclxxi pp. 1. Si hasta hace poco tiempo era un lugar común –aunque no por ello menos cierto– lamentarse sobre el escaso desarrollo que, dentro de los estudios históricos acerca del español, tenía la sintaxis, no cabe duda de que hoy tal situación está afortunadamente superada, y que la investigación sobre la evolución sintáctica de esta lengua no solo constituye un área de presencia constante y creciente en la bibliografía, sino que incluso ha generado ya una cantidad de trabajos lo suficientemente amplia como para pretender trazar una descripción general de las grandes líneas de cambio que, a través del tiempo, terminan por conducir al español actual. Por supuesto, son muchos los hitos bibliográficos que se pueden citar entre la situación de carencia inmediatamente descrita y la que existe hoy en día, pero entre ellos destaca sin duda la aparición en 2006 de la primera parte de la Sintaxis histórica de la lengua española, que c­ oordina

CUADERNOS DE LINGÜÍSTICA DE EL COLEGIO DE MÉXICO, VOL. 3, NÚM. 2, 2016, PP. 131–210

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Concepción Company y que constituye una obra de especial relevancia, tanto por la ambiciosa meta que se plantea –en línea con lo señalado anteriormente, ofrecer una visión completa de la sintaxis histórica del español– como por la rigurosidad y cohesión que muestra en sus diversos capítulos, así como muy especialmente por la cantidad de datos novedosos que aporta para la mejor comprensión de la evolución sintáctica de esta lengua (Company 2006). 1 Esta primera parte que apareció hace ya diez años –dedicada íntegramente a la frase verbal– se complementa con una segunda, centrada en la frase nominal y publicada en 2009 (Company 2009), y ahora con la tercera, que vio la luz en 2014 y tiene por objeto de estudio el adverbio, la preposición y las relaciones interoracionales; por supuesto, no constituye exageración ninguna decir que la obra en su conjunto se ha transformado ya en un trabajo de referencia en este ámbito de los estudios diacrónicos: así quedó demostrado en la primera y en la segunda de sus partes, pero es corroborado todavía de manera más clara con esta tercera y –por el momento– última parte, que se ocupa de temas y cuestiones tradicionamente poco atendidas en estos estudios, algo que sin duda constituye uno de sus grandes aportes, no solo por las nuevas informaciones que ofrece al estudioso, sino también por lo que tiene de guía de materias en las que es necesario seguir indagando en el futuro. Por lo que respecta a la tercera parte ahora reseñada, una simple enumeración de sus principales características resulta ya sin duda impresio1

Para una valoración general de esta obra y de sus aciertos –muchos de los cuales, especialmente en lo que tiene que ver con su organización general, se repiten en esta tercera parte–, véase Ramírez Luengo (2008)


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nante: tres gruesos volúmenes que en conjunto equivalen a más de 4 200 páginas, organizados en 34 capítulos que se dividen en cuatro grandes secciones: una primera –y más breve: un solo capítulo– en la que se describe el planteamiento teórico de toda la obra, una segunda (capítulos 2–10) dedicada enteramente al adverbio y sus distintas clases, la tercera (capítulos 11–18) en la que se estudia la preposición y una serie de elementos afines y, por último, una cuarta sección (capítulos 19–34) en la que se da cuenta de los tres tipos básicos de relaciones interoracionales y de sus clases.2 Es necesario sumar a todo lo anterior, además, una introducción redactada por la coordinadora (pp. ix–xxvi) en la que se expone la estructura de esta tercera parte, las características de la obra –que se define como una obra descriptiva, de autoría colectiva y basada en corpus–3 y, especialmente relevante, algunos datos de interés que se pueden extraer de ella, entre los que destacan la relación de los elementos analizados con el léxico, la constatación de que “las fronteras entre discurso y sintaxis se hacen muy borrosas” en esta parte de la gramática (p. xvii), la evidente relación de estas estructuras con temas y géneros textuales y 2  Esta

primera descripción de la obra justifica que la reseña que se va a llevar a cabo no pueda analizar y describir en profundidad todos los capítulos de la obra, sino que simplemente aporte una serie de ideas acerca de su organización, sus contenidos y sus principales méritos; intentar otra cosa supondría superar con creces la extensión que se puede considerar aceptable –y razonable– para una recensión crítica. 3  Por lo que se refiere al corpus seleccionado para el estudio, es también un acierto indudable de la obra que este sea común a todos los capítulos –si bien algunos autores deciden, con criterios muy sólidos, ampliarlo, según se dirá más adelante– y atienda a la cuestión de la variación inherente a toda lengua, al ser temáticamente diverso, cronológicamente amplio y diatópicamente diversificado (pp. xxii–xxiv).


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la importancia que, a la luz de los datos, parece tener el siglo xvii en la evolución diacrónica del español, cuestiones todas que aparecen reiteradamente en los diversos capítulos de la obra. 2. El volumen i se ocupa de las dos primeras secciones ya indicadas: por un lado, el planteamiento teórico general (capítulo 1); por otro, los nueve capítulos que se dedican a las diversas clases de adverbios. No cabe duda, a este respecto, de lo oportuno que resulta el estudio preliminar de Rosa María Espinosa, pues en él se resumen y se explican de forma general los procesos de cambio a partir de los cuales se va a dar cuenta de la diacronía de los diversos elementos que se estudian en el resto de la obra, y en este sentido se transforma en una utilísima introducción que plantea los problemas generales y, sobre todo, permite obtener una visión amplia y completa de todos ellos. Así, este primer capítulo se compone de tres partes semejantes en las que se procede a definir las categorías correspondientes y a analizar históricamente los diversos procesos que explican su configuración (adverbio, pp. 9–42; preposición, pp. 43–58; conjunción, pp. 58–79), algo que se acompaña de una rica y muy abundante ejemplificación, tanto latina como romance; además, este primer análisis se complementa con una diacronía general (pp. 79–101) en la que se presenta tanto la síntesis de los cambios generales como una periodización de las transformaciones que afectan a los elementos de cada categoría, ambas cuestiones de gran utilidad, tanto como los cuadros que se despliegan en este apartado, que no solo resultan interesantes de por sí, sino también como base de estudios posteriores desde la perspectiva de la dialectología histórica.


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Por último, y como complemento a lo anterior, la autora se acerca a sus datos desde otro punto de vista y expone también una cronología de los cambios siglo por siglo (pp. 103–105), algo que facilita la observación de las transformaciones generales que experimenta el sistema a lo largo del tiempo y permite a la autora concluir, a la luz de la reiteración de los mecanismos de cambio, que los hablantes construyen su gramática por medio de “procesos generales muy simples pero de extraordinaria eficacia” (p. 105), idea general que los otros participantes en la obra se encargarán de corroborar en sus respectivos estudios. La segunda parte, dedicada al adverbio, comienza con el estudio de Concepción Company y Rosa María Espinosa acerca de los adverbios demostrativos de lugar (capítulo 2): así, el trabajo se abre con una descripción muy precisa del uso y los significados de estos elementos (pp. 129– 140), para posteriormente señalar los objetivos que se persiguen (p. 140), que resultan muy amplios y van más allá de lo estrictamente castellano, al adoptar una perspectiva románica que, como se verá más adelante, resulta tan necesaria como clarificadora; tras describir el corpus, se desarrolla el estudio en sí, partiendo de la situación latina –tanto clásica como estrictamente hispánica (pp. 149–153)– y haciendo una detallada explicación de estos elementos en las otras lenguas románicas (pp. 153–159), a partir de lo cual se llega a conclusiones tan estimulantes como la existencia de un primitivo sistema binario en castellano (p. 151), el origen de ý a partir de hic y no tanto ibi (p. 159), o la probable naturaleza foránea de las formas aquí y ahí (occitanas o ultrapirenaicas) (pp. 170–177) y aculla, posible préstamo gallego (pp. 160–163), idea que recuerda desde la ­gramática


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lo señalado por Fernández–Ordóñez (2011) acerca de la complejidad ­dialectal que muestra históricamente la configuración del español.4 Por otro lado, el minucioso estudio de los orígenes y etimologías de estas formas se complementa también con una aproximación cuantitativa a su uso, habida cuenta de que “la frecuencia de uso puede esclarecer varios de los aspectos problemáticos antes señalados, puede mostrar con precisión cuáles son los adverbios que tomaron verdadera carta de naturaleza en la lengua española y puede informarnos de cuáles son los más estables y cuáles han tenido cambios diacrónicos y dialectales importantes” (p. 178). Esta nueva perspectiva permite atender a cuestiones que en la parte anterior simplemente se mencionan, tales como la importancia de lo tipológico (p. 185) y de lo dialectal en el empleo de estos elementos (pp. 187–190), así como la cuestión de la desaparición de ý (pp. 190–199) y los cambios diacrónicos en su sintaxis (pp. 199–211) y su semántica (pp. 211–217), en este caso con especial atención a la variación entre usos fóricos y deícticos; cabe señalar, además, otra conclusión de gran interés que se extrae de lo cuantitativo, y es que si el sistema del español impone un sistema ternario de estos elementos, en el uso real “la lengua española ha preferido siempre un sistema binario”, en el que ahí se ha especializado “para denotar foricidad o deixis general” (p. 187). Cierra el capítulo –como será norma general en toda la obra– dos apartados más en los que se señala la diacronía general de estos elementos (pp. 218–230) y unas conclusiones (pp. 230–232), en las que de manera 4

Esta misma idea aparece implícitamente en otros capítulos de la obra –a manera de ejemplo, Rodríguez Molina (capítulo 8) u Octavio de Toledo (capítulo 17)–, donde las referencias a las soluciones de otras variedades hispánicas como el aragonés son notablemente abundantes.


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tan sucinta como luminosa se explican los principales aportes a los que llega el cuidadoso análisis desarrollado a lo largo de estas cien páginas. Por su parte, el capítulo 3, de Alejandro Velázquez, es uno de los dos que, dentro de esta sección, no se dedica a una clase completa de adverbios, sino a una construcción específica: en concreto, sustantivo + adverbio locativo, esto es, elementos como río arriba o tierra adentro. Esto obliga, en primer lugar, a establecer una descripción de la estructura en sí (pp. 247–249) y, más interesante aún, señalar una serie de construcciones cercanas que no se analizarán por diversos motivos plenamente justificados (pp. 249–252); en esta misma línea, también resulta muy meditada la metodología de selección del corpus que se explicita en el punto 3.2., habida cuenta de que la escasa frecuencia de la estructura analizada obliga a utilizar unos criterios que se separan en parte de los que se emplean en otros capítulos. Tras estos primeros apartados, y al igual que en otros estudios, se comienza por analizar la situación latina para posteriormente llevar a cabo una aproximación románica (pp. 261–263) que permite extraer ya dos conclusiones de interés: en primer lugar, que “la ausencia de datos en latín […] permite suponer que la construcción es una innovación romance creada en el proceso de generalización de los adverbios” (p. 261); en segundo lugar, que “la construcción n + adv loc es privativa de la zona más occidental de la Romania” (p. 263), en concreto del portugués, del español, del catalán y del occitano.5 5

En este punto –y en línea con lo ya mencionado, por ejemplo, en la nota anterior y se descubre en múltiples capítulos de la obra–, habría sido interesante ampliar la perspectiva románica con la situación que al respecto muestran otras variedades peninsulares, tales como el leonés o el aragonés.


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Se desarrolla posteriormente el análisis diacrónico de esta estructura desde una perspectiva cualitativa y cuantitativa, en el que se atiende a cuestiones diversas como su sintaxis (pp. 263–280), su semántica (pp. 280–296) o el factor tipológico (pp. 296–298), aspecto este que permite al autor llegar a conclusiones de relevancia, tales como que “se trata de un constructo propio de la lengua escrita y de registros altamente formales y dependientes de fórmulas, como la prosa jurídica y la narrativa literaria”, lo que determina que “nunca fuera de gran uso fuera del ámbito de la cultura escrita” (p. 298); como resultado de tal análisis, el punto 3.8. expone la diacronía general de la construcción estudiada, centrándose tanto en los cambios formales y semánticos que experimenta (pp. 298–299) como en los indicadores que muestran su gramaticalización/ lexicalización (pp. 299–301), así como su cronología y la explicación de la relativa decadencia que se descubre con el paso del tiempo (pp. 301– 305),6 todo lo cual determina la importancia y el interés de un capítulo como el presente, más aún si se tiene en cuenta el nulo conocimiento que, hasta el momento, existía acerca de la historia de esta estructura en español. El capítulo 4 está dedicado en su totalidad a los adverbios de tiempo, y en él María Elena Azofra comienza por delimitar y clasificar un grupo de adverbios que, como ella misma reconoce (p. 315), “no es totalmente homogéneo”; eso obliga a la autora a comenzar por la descripción de los elementos estudiados y a establecer una taxonomía de los mismos 6

A este respecto, son especialmente clarificadores los esquemas 3 y 4, donde se resumen de forma gráfica todas las transformaciones que sufre la estructura a través de los siglos.


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en tres grupos diferenciados –demostrativos o deícticos (ayer, hoy, etc.), comparativos o relacionales (antes y después) y modo-temporales (pronto y tarde)– (pp. 315–317) que servirán posteriormente como apartados organizadores de todo el capítulo. Una vez más, el tema obliga a partir de la situación que el latín muestra respecto a estos elementos y a describir –quizá de forma demasiado somera– los paralelos romances de las formas hispánicas (pp. 318–321), todo lo cual sirve para ofrecer ya una descripción, general y románica, de los procesos generales que posteriormente aparecerán en los análisis específicos: a) creación de adverbios a partir de sustantivos en ablativo; b) aumento de elementos con ayuda de preposiciones; y c) empleo de refuerzos diversos (p. 321). Como se ha indicado ya, los tres grupos establecidos sirven de grandes apartados de análisis, de manera que se comienza por los demostrativos o deícticos (hoy, ayer, mañana, hogaño, etc; pp. 330–358), donde se tratan aspectos tan variados como la influencia del género textual y el estilo directo en su empleo –cuestión que en parte dificulta su estudio histórico– (pp. 332–333), la desaparición del medieval cras y la distribución de anoche y ayer (pp. 341–343), la diacronía de antes de ayer y sus variantes (pp. 343–345) y la sintaxis de estos elementos –en ocasiones con un funcionamiento cercano al del sustantivo– (pp. 349–356), así como la descripción histórica de hogaño/antaño y los motivos de su desaparición (pp. 356–358). De manera semejante se estructuran los otros apartados: el segundo está íntegramente dedicado a los deíctico-anafóricos (ahora, entonces, pp. 356–377), y una vez más se describe el origen de estos elementos y su sintaxis (pp. 359–367), a lo que se añade un interesante apartado acerca de los empleos no temporales de estos elementos,


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sea ahora con valor adversativo (pp. 371–374) o entonces como marcador de continuidad/consecutivo (pp. 374–377), algo que enriquece en gran medida la visión diacrónica de tales elementos; por su parte, en el tercero y en el cuarto se procede a analizar los adverbios comparativos (antes, después; pp. 377–396) y los modos-temporales (pronto, tarde, pp. 396–401), describiendo en ambas ocasiones su sintaxis y sus c­ ambios ­diacrónicos, así como, en este último caso, las locuciones generadas a partir de tales elementos (p. 399). Una vez más, el capítulo concluye con un resumen general de su diacronía (pp. 401–403), de especial relevancia por cuanto resulta enormemente práctica para poder obtener una visión sintética y completa de las abundantes informaciones que despliegan las páginas anteriores. También en relación con la expresión del tiempo, Elsie Magaña se ocupa en el capítulo 5 de lo que denomina adverbios tempoaspectuales, es decir, aún, luego, todavía y ya; comienza, así, por describir el empleo –temporal y no temporal– de estos elementos y señalar sus rasgos compartidos y divergentes (pp. 413–417), para posteriormente establecer de forma muy precisa sus propósitos (p. 418): a) caracterizar sintáctica y semánticamente estos elementos; b) identificar semejanzas y diferencias en su comportamiento; c) observar sus cambios históricos; y d) valorar su pertenencia a una subclase de adverbios. Con esta finalidad, las páginas siguientes se dedican a describir la etimología y el significado de aún (pp. 421–423), luego (pp. 424–426), todavía (pp. 426–427) o ya (pp. 427–428), así como su sintaxis de acuerdo con una lista minuciosa de parámetros, tales como el contexto adverbial/no adverbial, la categoría


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modificada o la posición absoluta/relativa, entre otros (pp. 428–450);7 todo este análisis permite a la autora establecer unas conclusiones –quizá demasiado breves– (pp. 451–452) donde se descubre el cambio sintáctico común que experimentan estos adverbios a lo largo del tiempo pero también las notables diferencias que los individualizan entre sí, en un juego de coincidencias y divergencias que parece caracterizar su evolución diacrónica y que sin duda evidencia lo mucho que queda por analizar aún acerca de la historia de tales elementos.8 Pasando ya a la expresión del modo, el primer capítulo está dedicado, como no podía ser de otra forma, a los adverbios en -mente (capítulo 6), cuya descripción se sustenta, al decir de Concepción Company, en varias paradojas, de tipo diacrónico, morfológico, de categoría-función y productividad (pp. 459–460), resultado “del acontecer histórico de estos adverbios, en cuya caracterización la diacronía pervive, se refleja y condiciona la sincronía”, de manera que “aunque se han integrado totalmente al paradigma de los adverbios, su compleja diacronía los hace ser adverbios huidizos para ser unívocamente caracterizados” (p. 460); 7

También se analiza la frecuencia relativa de uso de estos elementos a lo largo del tiempo (pp. 428–430), si bien no queda muy claro qué información aporta tal análisis, habida cuenta de que los cuatro adverbios no se oponen entre sí; de este modo, cabe preguntarse si las variaciones porcentuales registradas en los diversos siglos muestran transformaciones de tipo diacrónico en su empleo o simplemente caprichosos repartos que se relacionan con el contenido de las obras que componen el corpus. 8  Una de esas cuestiones que se echan en falta en el capítulo es sin duda la cronología del cambio significativo que afecta a luego en su historia, desde la inmediatez a la posterioridad, que si bien aparece citado en la descripción general de este elemento, no es analizado posteriormente con la profundidad que se merece.


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es necesario, por tanto, comenzar por su definión desde su función, su distribución y su semántica, y a eso dedica la autora las siguientes páginas (pp. 460–466), en las que también establece sus objetivos (pp. 466– 467), a saber, describir el comportamiento morfosintáctico y semántico de estos elementos, ofrecer una visión románica de ellos y aclarar una serie de cuestiones como, entre otras, el origen y evolución de las variantes medievales, la imposición de una forma única, su productividad y –especialmente importante a la luz del análisis– su relación con determinados géneros textuales. Una vez más, la misma naturaleza del elemento estudiado obliga a comenzar por una revisión de la expresión de la modalidad adverbial en latín y protorromance (pp. 474–486), con el propósito de analizar los orígenes de la construcción y su imposición en las distintas lenguas románicas, proceso que, de acuerdo con la autora, se registra en castellano “desde antes del siglo xi” (p. 483); en esta misma línea, se investiga también la generalización de mente frente otros competidores y el largo proceso de gramaticalización y renanálisis que experimenta todo el constructo, cuestiones ambas que se describen con gran detenimiento (pp. 486–495). Tras revisar los orígenes, la autora comienza a estudiar la morfología y morfofonémica de los adverbios en –mente (pp. 500–518), muy especialmente en lo que tiene que ver con la distribución de las numerosas variantes medievales (mente, miente, mient, mientre, etc.) y las causas de su desaparición, así como las consecuencias de lo anterior: el proceso de generalización de una única forma, mente, y la reaparición del sustantivo pleno mente, que considera “un cultismo reintroducido posiblemente por el gusto latinizante de los autores” del Cuatrocientos (p. 517).


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Este primer acercamiento se complementa, además, con otros que tienen por objeto la productividad de estos elementos y su condicionamiento textual –aspecto especialmente interesante, como se dijo antes, por los datos que arroja acerca del proceso histórico de difusión de estas formas–9 (pp. 518–534), la sintaxis que muestran y los cambios que esta experimenta a través del tiempo de acuerdo con muy variados parámetros –entre otros, la presencia de modificadores de este elemento, la categoría gramatical que modifica el adverbio, su posición relativa/absoluta o su omisibilidad– (pp. 534–575) y la semántica de estas formas, tanto en lo que tiene que ver con su significado básico general (pp. 575–577) como con las bases a las que se añade el elemento mente (pp. 578–586), a partir de lo cual se propone una nueva clasificación semántico-pragmática de ellas (pp. 586–595). Por supuesto, tal riqueza de datos y propuestas puede hacer que el lector se sienta perdido en ocasiones, de manera que se agradecen la diacronía general y las conclusiones (pp. 595–598), donde se recogen de manera tan sucinta como efectiva las principales aportaciones de un capítulo que tiene la virtud no solo de poner orden en una multiplicidad de datos que hasta el momento aparecían inconexos, sino también de aportar perspectivas y enfoques que permiten entender

9

Esta atención a lo textual demuestra la vigencia de una historia de la lengua hondamente filológica que valore e interprete el propio texto que está analizando, en la línea de la Escuela Española de Filología pidaliana; las reflexiones acerca de la mayor presencia de los adverbios en mente en la literatura sapiencial o su escasez en la documentación epistolar (pp. 532–533) constituyen magníficos ejemplos del interés de aunar la historia de la lengua a la historia de la literatura o, si se quiere, a una más general historia de los textos.


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de manera más profunda la historia de unas formas tan peculiares desde tantos puntos de vista como son los adverbios en -mente. En clara relación con el anterior, el capítulo 7, a cargo de Martin Hummel, analiza la historia de los adjetivos adverbiales –al estilo de vienen rápido–, y en él se incide especialmente en el peso que factores variacionales como el código, el registro o la variedad tienen en el empleo de estos elementos (p. 615), algo que determina algunas peculiaridades de su organización interna, tales como, por ejemplo, el análisis sincrónico que acerca de esta cuestión se desarrolla monográficamente en el punto 7.6. (pp. 628–639). Antes de esta cuestión, el autor comienza por establecer detalladamente el marco teórico y metodológico que sirve de base a su estudio, describiendo las diferencias entre lenguas rígidas, flexibles y especializadas (pp. 617–619) y señalando algunos problemas de método relacionados con la investigación de la oralidad pasada (pp. 620–623), así como exponiendo los antecedentes latinos de estos elementos y sus resultados románicos (pp. 623–628);10 también es de agradecer la muy meticulosa descripción del corpus empleado en el estudio y de los cri10

En este punto –y dada la importancia que se presta a lo largo del capítulo a la oralidad en el análisis de estos elementos–, sorprende que se presente el firmus clásico como origen del español/portugués firme y no la forma latinovulgar firmis (p. 625), de donde evidentemente deriva; así mismo, quizá resulte innecesario en una obra como la presente, pensada para especialistas, explicitar el rechazo de la idea “del latín hablado como producto de la decadencia del latín clásico y, por consiguiente, también la explicación de las lenguas románicas como resultado decadente” (p. 624) –concepción del cambio diacrónico que ningún filólogo o lingüista riguroso puede mantener a estas alturas–, o señalar, desde otro punto de vista, algo tan universalmente aceptado ya como que “lo que se desprende directamente del análisis diacrónico de textos escritos es la evolución de una cultura de escritura” (p. 722).


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terios empleados en su confección (pp. 642–645), muy especialmente porque a partir de aquí es posible interpretar de forma más profunda las conclusiones que se desprenden del posterior estudio. Una vez establecidas estas cuestiones previas, el resto del capítulo está dedicado al análisis en sí, que se lleva a cabo tanto de forma general (punto 7.9.) como desde diferentes puntos de vista relevantes para la mejor comprensión de la diacronía de estos elementos: el léxico-funcional (punto 7.10), el morfológico (7.11), el sintáctico (7.12) o el onomasiológico (7.13); a tales aproximaciones se suma, además, una exploración de lo que el autor denomina “la individualidad estilística de los textos” (p. 703), que si bien tiene el riesgo de un excesivo atomismo que no permite obtener una visión general clara del fenómeno en su totalidad al prestar marcada atención a las preferencias personales, conlleva también –y como contrapartida– el mérito de atender a los diversos documentos del corpus en su especificidad idiosincrásica. Por último, unas conclusiones donde se recogen las principales aportaciones de las páginas previas sirven, como en todos los capítulos de la obra, para cerrar el estudio y resaltar, en este caso, no solo cuestiones de contenido, sino también otras relacionadas con el método de trabajo, así como para plantear una serie de interrogantes que será necesario seguir investigando en el futuro. Por su parte, Javier Rodríguez Molina analiza en el amplísimo capítulo 8 los adverbios y locuciones adverbiales de manera, que define como aquellos elementos que “expresan la forma en que ocurren los eventos o especifican alguna propiedad concreta del evento” (p. 737); esta primera definición le permite más adelante proponer una clasificación de tales elementos –caracterizados por su heterogeneidad “y su carácter ­híbrido


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entre el léxico y la sintaxis” (p. 739)– en ocho grupos distintos (deíctico, celerativo, voluntad, gratuidad, intención, dificultad, congregador y valorativo) que establece de acuerdo con criterios variados (morfológico, semántico, diacrónico y sistemático; pp. 739–740) y que constituirán el eje organizador de todo el estudio. Cabe señalar en este punto, además, la riqueza del corpus empleado (pp. 741–742), algo que guarda evidente relación con la abundancia de formas analizadas y que implica tanto su extensión total como su amplitud tipológica y diatópica, cuestiones que reiteradamente aparecen en todos los capítulos de la obra y que permiten en ocasiones –esta es una de ellas– obtener datos de interés para el estudio de los términos considerados. En lo que se refiere a la investigación en sí, esta se lleva a cabo, como se ha dicho anteriormente, a partir de los grupos establecidos en la clasificación –celerativos (apartado 8.6.), de voluntad (apartado 8.7), de gratuidad (apartado 8.8.), de intención (apartado 8.9.), de dificultad (apartado 8.10), congregadores y separativos (apartado 8.11) valorativos/cualitativos (apartado 8.12) y la forma así (apartado 8.13.)–, cuyo análisis se desarrolla de forma muy minuciosa y con una estructura constante, algo que es de agradecer por la ayuda que supone para la mejor organización de un capítulo, como se dijo ya, muy largo: así, en todas las ocasiones se comienza por establecer una descripción general de la clase de adverbios que el autor tiene entre manos para posteriormente descender al análisis detallado de la historia de cada uno de los elementos que se incorporan a tal categoría. Esta claridad expositiva se ve reforzada, además, por tres cuestiones más: por un lado, unas utilísimas tablas (a manera de ejemplo, esquemas 3, 5, 6, 7, 10, etc.) que describen su evolución d ­ iacrónica


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y las relaciones que los elementos de cada categoría guardan entre sí; por otro, y muy destacable también, la riquísima ejemplificación –más de 250 ejemplos– que muestra los fenómenos que se están estudiando; por último, las esperables conclusiones generales (pp. 915–922), que se agrupan en torno a cuatro cuestiones, a saber, los cambios en el inventario (pp. 916–918), los canales de gramaticalización (pp. 918–919), la gramaticalización de las diversas locuciones (p. 919) y la diacronía general de estos elementos (p. 920), todo lo cual permite al lector obtener una visión lúcida y completa de unos adverbios que “no constituyen una categoría homogénea ni sincrónica ni diacrónicamente” (p. 920), con la complejidad que eso supone para un estudio coherente como el que se desarrolla en estas páginas. También se debe a Rosa María Espinosa el capítulo 9, en el que se presta atención a los adverbios de cantidad, foco, polaridad y modalidad, elementos en principio dispares pero que “pueden ser incluidos en una sola clase amplia porque (…) se interrrelacionan” (p. 942); esta afirmación obliga a la autora, naturalmente, a comenzar por describir el comportamiento de estos elementos (pp. 941–944), lo que le da pie, además, para apuntar y describir un concepto de relevancia fundamental en su análisis como será el de “escala pragmática” (pp. 942–943). Una vez establecidos estos preliminares y descrito el corpus de trabajo, se procede a estudiar los cuatro tipos señalados de forma monográfica según una detallada taxonomía y jerarquización de los mismos y sus diferentes subclases: los adverbios de cantidad –gradativos o escalares comparativos (punto 9.3.1.) y gradativos o escalares proporcionales/evaluativos (punto 9.3.2.)–, de foco –no restrictivos (punto 9.4.1.) y


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r­ estrictivos (punto 9.4.2.)–, de polaridad, tanto afirmativa (punto 9.5.1.) como negativa (punto 9.5.2.),11 y de modalidad, en concreto epistémicos (punto 9.6.1.), evidenciales restrictivos (punto 9.6.2.) o reforzadores del valor de verdad de la aserción (punto 9.6.3.), y deónticos (punto 9.6.4.); al igual que se señalaba en el caso del capítulo anterior, supone un acierto de la autora seguir la misma estructura en cada uno de los apartados –una primera descripción general de la categoría, seguida de un análisis en profundidad de cada elemento concreto–12 por lo que supone de guía para el lector a través de una jerarquía tan amplia como minuciosa, así como también lo es el hecho de prestar atención a lo dialectal (p. 961), lo románico (pp. 966, 1052) y especialmente a elementos muy modernos, propios de la oralidad actual (la mar de, tela de, mogollón de o la hostia de; p. 974), que en numerosas ocasiones no despiertan el interés de los historiadores de la lengua. Cierran este capítulo unas conclusiones tan interesantes como sugestivas (pp. 1096–1099), absolutamente en la línea de lo que acostumbra a ofrecer la profesora de Valladolid; de todas estas, es posible destacar la 11

En este punto, es muy positivo que se preste también atención a la polaridad positiva y a los diversos elementos que la expresan –claro, ciertamente, desde luego, en efecto, okey, etc.–, dado que “la polaridad negativa ha suscitado más interés que la positiva, porque esta es menos marcada en las lenguas” (p. 944). 12  A este respecto, son especialmente reseñables los análisis de determinados elementos para los que se aporta una visión que difiere de la tradicional; sin duda, destaca entre todos ellos el caso de fascas, que se desarrolla a lo largo de once páginas (pp. 1037–1047) donde la autora entremezcla de manera admirable los datos históricos, lingüísticos y filológicos para demostrar los –indudables– orígenes germánicos de este elemento, así como la necesidad de acercarse a estas cuestiones con una visión del cambio lingüístico tan amplia y compleja como realista.


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importancia de la gramaticalización en los procesos de creación de estos elementos, el énfasis prestado a la idea –a veces no lo suficientemente atendida en los estudios de sintaxis– de que “la historia interna del español ha de estudiarse conjuntamente con su historia externa”, habida cuenta de que para gran número de los adverbios tratados “es fundamental el análisis de otras lenguas y dialectos peninsulares, así como de determinados influjos extranjeros” (p. 1098), y muy especialmente la importancia fundamental que, en este punto de la gramática, revisten los siglos xv y xix, pues todas ellas constituyen sin duda una base tan sólida como valiosa para seguir indagando en la diacronía de estas categorías adverbiales. Por último, el volumen concluye con el capítulo 10, el segundo que se dedica en esta parte a una estructura específica, en concreto a las locuciones adverbiales con a y base léxica en -as, al estilo de a gatas, a locas o a sabiendas, que, de acuerdo con Rosa María Ortiz, “tienen particular interés histórico fundamentalmente por la opacidad de su origen y por sus características sintácticas “anómalas” que […] contribuyen a su complejidad diacrónica” (p. 1119), a lo que se pueden añadir, además, los escasos –por no decir nulos– datos que se poseen acerca de su nacimiento y evolución diacrónica. Así pues, la autora comienza por describir las principales características de esta estructura (pp. 1119–1123) y aportar una primera hipótesis de trabajo que desarrollará en todo su estudio: que estos elementos aparecen a raíz del “surgimiento o creación de un esquema o patrón estructural básico, de carácter abstracto, con elementos gramaticales particulares fijos, la preposición a y la terminación -as, y un hueco estructural que requiere la inserción de elementos


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l­éxicos que, integrados en un todo estructural, sirven a una única función semántica completa” (p. 1123). Una vez establecido esto, se procede a describir el corpus –que, por las mismas características del elemento estudiado, necesariamente ha de ser más amplio que el de otros capítulos– (pp. 1123–1128) y se señalan ya unos primeros datos de interés acerca de su distribución diatópica y diacrónica: por un lado, el fuerte crecimiento de esta construcción a partir de los siglos xv y xvi; por otro, su incidencia notablemente mayor en el español peninsular que en la variedad mexicana (p. 1125). Con este primer marco teórico, se procede posteriormente a desarrollar el análisis de a + n-as en la diacronía, y –como no podía ser de otra forma– se revisa en primer lugar la situación latina, con el propósito de comprobar su existencia en esta lengua; dado que no parece descubrirse en ella, se concluye que su nacimiento se produce ya en la época romance “como resultado de la cooperación de varios factores” (p. 1132) que se analizan a continuación y que son los siguientes: a) la preposición a < ad (pp. 1133–1134); b) la naturaleza, femenina o neutra, de la terminación -as y su relación con la evolución del género neutro (pp. 1134– 1137); c) la aparente marca de plural -s del constructo (pp. 1137–1138); y d) sus anomalías sintácticas (pp. 1138–1139). A partir de aquí, es necesario volver la vista a los datos, y a partir de ellos no solo se describen las primeras locuciones que aparecen en el corpus (pp. 1142–1143), sino que además se analiza cuidadosamente el empleo diacrónico de ellas, sean con base sustantiva (a cuestas, a gatas) o adjetiva (a derechas, a medias, a solas, a sabiendas) (pp. 1143–1171), así como –con la ayuda de numerosas tablas– su productividad entre los siglos xv y xx (pp. 1171–1179).


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Todo esto permite extraer unas primeras conclusiones (pp. 1179– 1188), entre las que destacan el desplazamiento que el constructo experimenta desde significados concretos y referenciales a otros más abstractos y subjetivos (p. 1180) o las importantes oscilaciones que se descubren en su frecuencia de uso, y que parecen tener en el siglo xv un momento crucial para la diacronía del elemento; de este modo, la autora constata que son las postrimerías de la Edad Media el momento en el que se ha “generado un esquema de construcción de complejo léxico o locución modal, resultado del reanálisis de los constituyentes inmediatos de la fp original” (p. 1188), conclusión de gran relevancia por cuanto ofrece ya respuestas acerca de cómo y de cuándo –además de por qué– se desarrolla una estructura muy característica del español y sobre la que, como bien dice la investigadora, existe un vacío bibliográfico diacrónico que ella se encarga de solucionar de manera más que satisfactoria. En resumen, a partir de la lectura de este primer volumen es posible descubrir ya los principales méritos que caracterizan a esta tercera parte: por un lado –y según se indicó más arriba–, la atención concedida a temas que tradicionalmente han sido poco atendidos en la historia del español; por otro, la aportación de una cantidad de datos realmente ingente acerca de su diacronía, además de unas explicaciones que van más allá del análisis puntual y que permiten descubrir grandes líneas de cambio lingüistico; por último, la seriedad y rigurosidad que todos los investigadores imprimen a sus estudios, que se convierten en realidad en auténticas monografías acerca de la cuestión que abordan.13 13

Lo que no quiere decir en ningún caso que la obra se disgregue en una suma de artícu-


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El tomo ii, por su parte, se compone de 14 capítulos, alcanza casi 1 800 páginas y abarca dos de los apartados en que se divide el plan general de la obra que se ha señalado ya anteriormente: así, sus páginas se dedican en primer lugar al análisis histórico de las preposiciones y elementos afines (capítulos 11–18), y posteriormente a cuestiones diversas que guardan relación con las relaciones interoracionales (capítulos 19–24), aspecto este que se continúa, además, en el tercer y último volumen. Por lo que se refiere a las preposiciones, es necesario indicar en primer lugar que se trata sin ninguna duda de una de las partes más interesantes de la obra aquí reseñada, habida cuenta de que, si bien existen ya estudios diacrónicos acerca de esta cuestión (entre otros, Morera 1998; Espinosa Elorza 2010: 197–248), es más que evidente que aún es mucho lo que falta por saber acerca de la evolución y configuración histórica del sistema preposicional del español, algo que ponen de manifiesto, por ejemplo, los estados de la cuestión, sorprendentemente breves –en muchas ocasiones, de menos de cinco páginas (capítulos 13, 14, 15, 16, 17, 18)–, que aparecen en los diversos capítulos dedicados a estos elementos; constituye, por tanto, un acierto indudable dedicar todo un apartado a esta cuestión, así como contar en ella no solo con el estudio de las preposiciones canónicas (a, de, en, entre, hacia, hasta, por, para, etc.; capítulos 11–16), sino también con el análisis diacrónico de otras unidades que, perteneciendo en muchas ocasiones a categorías morfológicas dispares, funcionan parlos; muy al contrario, el hecho de que las remisiones internas sean abundantes y que de manera general se mantenga una estructura muy semejante en todos los capítulos hace que no se pierda la visión unitaria, de obra única, que existe en ella, mérito que sin duda se debe en buena parte a la eficiente labor de coordinación de su directora.


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cialmente como preposiciones, deriven de participios (capítulo 18) o se trate de “otras preposiciones locativas y construcciones afines” (capítulo 17), algo que enriquece en mucho la visión general que el lector obtiene acerca del desarrollo diacrónico de todos los elementos de función preposicional que caracterizan a lo largo del tiempo al español. El primer capítulo (capítulo 11) de este tercer apartado está firmado por Concepción Company y Rodrigo Flores y se dedica, como no podía ser menos, a la preposición a. Aunque son muchas las cuestiones que se deben destacar en él, es especialmente importante comenzar por su estructura, que se repite en otros (capítulos 12, 15) y que ayuda a seguir el razonamiento de los autores de forma especialmente sencilla: de este modo, tras una primera presentación (11.1.), la descripción del corpus empleado y el estado de la cuestión (11.2., 11.3.), se pasa a analizar el empleo de los antecedentes latinos de a (prep. ad ) (11.4.), decisión metodológica que se demuestra de vital importancia y se descubre en (prácticamente) todos los estudios dedicados a las preposiciones y que, por supuesto, aporta datos esclarecedores para la mejor comprensión de los fenómenos propiamente romances; posteriormente se describe la sintaxis de la preposición considerada en sus usos diacrónicos (apartados 11.5.al 11.8.), tanto con término nominal como con término verbal, así como su semántica (11.9.). Finalmente, el trabajo se cierra con una diacronía general (11.1.0, 11.11.) en que se sistematizan los datos expuestos en los apartados anteriores en forma de continuidades y discontinuidades históricas (pp. 1322–1326) que tienen la virtud de explicar la lógica interna que da coherencia a fenómenos en apariencia muy distintos e inconexos,


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tales como la aparición de la preposición en las perífrasis temporales (ir a + inf.) o su empleo en la marcación de objetos, entre otros. Junto a lo anterior, hay otros aspectos que resultan de interés en el trabajo, y que tienen que ver con decisiones de carácter metodológico que hacen aún más útil el rico caudal de datos que el capítulo aporta: por un lado, el hecho de que los autores decididamente aboguen por la existencia de “un significado básico general constante abstracto y esquemático” en la preposición analizada que “al entrar en diferentes construcciones y contextos, puede reelaborarse y adquirir distintos matices de sentido” (pp. 1316–1317), pues es precisamente el establecimiento de este significado fundamental (locatividad directa télica) lo que permite entender, según se dijo ya, la lógica interna de su desarrollo diacrónico y de sus variadísimos usos actuales, que no son sino los resultados de la explotación por parte del hablante de las posibilidades que ese valor primigenio ofrece; por otro lado, la inclusión –siquiera tímidamente– de cuestiones de naturaleza geográfica (pp. 1253–1261), que resultan muy interesantes desde la perspectiva de la dialectología histórica y que se echan en falta en otros capítulos de la obra, donde las diferencias diatópicas resultan incluso mucho más marcadas que en el caso del elemento aquí analizado. También corresponde a Concepción Company, esta vez acompañada de Zazil Sobrevilla, el capítulo dedicado a las preposiciones de, des y desde (capítulo 12), que se estudian de manera conjunta por sus más que evidentes relaciones etimológicas y semánticas. Tal y como se apuntó al hablar de a, la estructuración que se sigue en estas páginas es muy semejante a la de ese capítulo, de manera que una vez más se parte de los orígenes latinos (de) y en este caso romances (des, desde) de estos elementos


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(pp. 1373–1388) para centrarse posteriormente en de y describir su sintaxis de acuerdo con factores como el término de la preposición o las categorías modificadas por esta, entre otros (pp. 1388–1425), a lo que se añade un estudio de su semántica, que una vez más se lleva a cabo a partir de un significado básico –en esta ocasión, relación asimétrica entre dos miembros referenciales independientes (p. 1425)– que se despliega en numerosos valores específicos que son adquiridos en el contexto, a resultas de lo cual las autoras son capaces de establecer una riquísima taxonomía (esquema 2; p. 1427) donde se da cuenta no solo de los diversos usos que de presenta a través del tiempo, sino de los cambios cuantitativos que se puede observar en ellos (pp. 1428–1463). A partir de lo anterior– y, de nuevo, en línea con lo ya señalado para a (pp. 1322–1326)–, el capítulo se cierra con el establecimiento de las continuidades y discontinuidades históricas que se descubren en la evolución sintáctica y semántica de este elemento (pp. 1464–1468; especialmente útil el esquema 3) que permiten obtener de forma rápida una visión general de la diacronía de la preposición y sus procesos fundamentales de cambio. A partir de todo lo indicado hasta el momento, salta a la vista que, a pesar de su título y de las valiosas notas que se aportan acerca de la diacronía de des y desde en los apartados 12.1. y 12.4., el capítulo está prácticamente dedicado en su totalidad a la preposición de, algo que las propias autoras señalan (p. 1360) y que justifican porque “de tiene un interés diacrónico especial”, tanto por ser “la preposición de la nominalidad” como por haber “ampliado sus posibilidades distribucionales extendiendo su combinatoria” (pp. 1361–1362), además, por supuesto, de por su alta frecuencia en el español de todas las épocas; no se olvidan, con todo, de


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des y desde antes de terminar el capítulo, y vuelven a ellas para ponerlas en relación con la ya estudiada de y concluir que “la muy diferente profundidad histórica de estas tres preposiciones provoca que de, dada su gran profundidad histórica, sea muy frecuente en uso además de muy flexible en funciones, distribución y semántica para entrar en contextos y relaciones muy diversas, mientras que las otras dos preposiciones, mucho más jóvenes, son mucho menos frecuentes y también menos flexibles y menos complejas en su sintaxis y semántica” (pp. 1468–1469), lo que constituye no solo una descripción general del contraste histórico que existe entre estos tres elementos, sino también una excelente base a partir de la cual desarrollar en el futuro un estudio más minucioso y pormenorizado de la diacronía de des y desde. También se estudian en un único capítulo las preposiciones por, pora y para (capítulo 13), algo que –como ocurría con el triplete anterior– los autores, Rena Torres y Joseph Bauman, justifican por sus orígenes comunes, o mejor, por el hecho “de haberse formado esta última a partir de una construcción con base en (los antecedentes de) la primera” (p. 1481). Si bien en este caso la estructura del capítulo se modifica parcialmente respecto a los ya explicados, lo cierto es que se mantienen cuestiones metodológicas fundamentales como es el acercamiento a los antecedentes latinos (pp. 1488–1491) –que resulta fundamental, según se dijo ya, para el análisis histórico de todos estos elementos–, que en este caso concreto se complementa con una descripción pormenorizada de la aparición de para como consecuencia de la fusión de por y a; y es precisamente en este punto donde aparece uno de los grandes aciertos del presente capítulo, que es la relevancia que se concede en él a aspectos filológicos


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r­ elacionados con cuestiones gráficas y ecdóticas –tanto en lo que tiene que ver con la desaparición de pora como en su alternancia con para o la interpretación de las diversas abreviaturas medievales de estos elementos (pp. 1499–1504)–, aspectos fundamentales relacionados con la fiabilidad del corpus a los que en ocasiones no se presta la suficiente atención en los estudios de sintaxis histórica. Una vez analizada la aparición de para y el establecimiento de su oposición con por, los autores proceden a analizar la evolución histórica de estos dos elementos, en la que descubren dos cuestiones de especial relevancia: por un lado, el descenso muy marcado de los usos espaciales de para a favor de otros de valor abstracto a partir del siglo xiv (pp. 1512–1517); por otro, “un quiebre entre el siglo xvii, hasta el cual las construcciones de infinitivo están distribuidas más o menos equitativamente entre las dos preposiciones, y el xviii, a partir del cual se incrementa progresivamente la frecuencia relativa de para” (p. 1520). Junto a todo esto –y como cuestiones quizá menos trascendentales–, se analizan también con cierto detalle la retención de por + inf. en construcciones particulares (pp. 1532–1536), la generalización de por como introductor del complemento agente (pp. 1536–1543) y la aparición y desarrollo de construcciones concretas del estilo de por ende, por tanto, por más que, por cierto o para mí (pp. 1543– 1554). Así pues, a partir de todo lo anterior –y teniendo en cuenta la suma de estabilidades y mudanzas diacrónicas que caracteriza a esta pareja preposicional–, parece necesario dar la razón a los responsables del capítulo cuando concluyen que “la continuidad en el ámbito de este par de preposiciones diacrónicamente relacionadas es un hecho tal vez igual de llamativo como lo es el de sus ­discontinuidades o c­ ambios” (p. 1556).


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Desde una perspectiva relativamente diferente, Angelita Martínez se hace cargo del análisis de la pareja preposicional con y sin y de sus empleos a través de los siglos (capítulo 14), con el propósito de demostrar –como efectivamente hace a lo largo de todo el capítulo– que históricamente la primera de estas preposiciones presenta valores más ricos y variados que los que ofrece a través del tiempo sin, algo que, en sus propias palabras, “revela que, en lo que corresponde al ámbito hispanohablante, se privilegia la conceptualización del mundo desde la a­ bundancia, es decir, se suma más que se resta” (p. 1569), idea que sustenta todo el estudio y que aparece reiterada en numerosas ocasiones a la hora de explicar diversos fenómenos de la diacronía de estos elementos (por ejemplo, pp. 1614, 1622). Respecto a la organización del capítulo, una vez más se parte de los antecedentes latinos (pp. 1577–1580) para posteriormente ofrecer una clasificación de los fenómenos estudiados tremendamente sencilla –ámbito de la inclusión (pp. 1581–1609) frente al ámbito de la exclusión (pp. 1609–1620)– y, precisamente por ello, muy efectiva a la hora de facilitar la lectura; junto a lo anterior, cabe destacar también la importancia concedida a la influencia del género textual (p. 1586) o de la temática y el propósito de las distintas obras analizadas (pp. 1591, 1595, 1621, etc.) para entender cabalmente algunos de los usos que se descubren en ellas, así como el análisis de las oposiciones que tanto con como sin establecen con otros elementos del discurso (pp. 1598–1609 y 1617–1620, respectivamente). Las conclusiones a las que, desde su perspectiva de análisis, llega la autora –más allá de cuestiones como el constante empleo mayoritario de con o del aumento paulatino de los elementos nominales


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como introductores de las fp– no pueden ser más sugerentes: en sus propias palabras, “la gran desproporción a favor de con en todos los periodos y en todos los contextos es índice de perspectivas comunicativas asentadas sobre la base general de una conceptualización del mundo que privilegia la abundancia sobre la carencia”, algo que sirve de demostración –en este caso, desde la diacronía de la preposición– de que, efectivamente, “adquirimos una lengua y junto con ella una ideología” (pp. 1622, 1623). Por su parte, el capítulo 15 está dedicado a otra pareja preposicional, en y entre, y de ellas se ocupa Axel Hernández, quien sigue muy de cerca la estructura que se utiliza en el estudio de otras preposiciones como a o de (capítulos 11, 12): de este modo, el análisis comienza una vez más en los antecedentes latinos de ambas preposiciones (pp. 1649–1654), pero en esta ocasión el acercamiento a sus orígenes se enriquece con una descripción general del empleo que presentan estos elementos en las diferentes lenguas romances (pp. 1654–1659), decisión ciertamente acertada por lo que supone de datos de gran interés para comprender de forma más profunda la situación del español desde una perspectiva románica; precisamente por eso, es de lamentar que, como bien señala la autora (pp. 1633, 1647), se centre “en el estudio de las relaciones locativas referidas a la situación, es decir, a aquellas que expresan ‘el lugar en donde’ ” y no haga ninguna referencia al en direccional (voy en Asunción), cuya presencia/ausencia no solo supone una diferencia muy marcada entre el español actual y otras lenguas románicas (francés o portugués de Brasil), sino también entre diversas variedades diatópicas de esta primera lengua –conocido es su uso, por ejemplo, en el español paraguayo de hoy (De Granda 1991: 47)– e incluso entre diferentes sincronías históricas,


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­ abida cuenta de su uso más o menos frecuente en la época medieval y h áurea (Lapesa 1968: 255). Más allá de estos apartados, el capítulo se abre con una breve pero enjundiosa descripción del concepto de localización y, más en concreto, de la localización con en y entre (pp. 1640–1642) que resulta fundamental para la mejor comprensión de los diversos aspectos que se van a tratar a continuación. Tales aspectos, como se ha dicho ya, aparecen estructurados en dos apartados paralelos dedicados a las preposiciones consideradas (pp. 1659–1682 y 1682–1711 respectivamente): las categorías y rasgos semánticos del término de preposición, las categorías y rasgos semánticos del constituyente modificado, y el surgimiento y desarrollo de locuciones adverbiales, sea con en (en pos, en vez de, en caso de que, en fin, etc.) o sea con entre (entre comillas, entre la espada y la pared y, de forma más minuciosa, entretanto y la correlación entre más … más), a lo que además se suma, en este último caso, el análisis y discusión de entre como introductor de sujeto (pp. 1708–1711). Cierran el capítulo unas conclusiones donde, al igual que en otras ocasiones (capítulos 11, 12), se establecen las coincidencias (pp. 1711–1713) y las diferencias (pp. 1713–1715) que presentan en su evolución ambas preposiciones, así como una descripción esquemática que quizá sirva como explicación, si no de toda su historia, al menos de sus principales características: “en resulta ser más flexible y por ello más productiva, en tanto que, desde su origen etimológico, tiene menos restricciones sintácticas y semánticas, mientras que entre aparece con menor frecuencia que la primera, debido a que su uso implica la existencia de un escenario locativo de mayor elaboración conceptual” (p. 1716).


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También está dedicado a varias preposiciones el capítulo 16, en el que Marcial Morera analiza y describe la historia de contra, hacia y hasta. Se trata, como el mismo autor indica, de tres preposiciones muy diferentes en cuanto a sus orígenes y a su historia, lo que obliga a comenzar explicitando una serie de principios metodológicos que explican la(s) perspectiva(s) de análisis que se emplea(n) en estas páginas: por un lado, Morera sostiene –al igual que se defiende en otros capítulos de esta tercera parte (capítulos 11, 12)– que las preposiciones presentan una significación invariante, de naturaleza espacial, que muy a menudo se ve afectada por el contexto, a partir de lo cual estos elementos adquieren “orientaciones de sentido” de carácter espacial, temporal o nocional (pp. 1725–1726); por otro lado –y como resultado inevitable de las historias dispares de contra, hacia y hasta–, para llevar a cabo un estudio comprensivo de estos elementos es necesario aplicar diferentes estrategias de acercamiento, contrastiva en el caso del primero, desde la teoría de la gramaticalización en el del segundo y en clara relación con la cuestión del préstamo lingüístico en lo que se refiere a hasta (pp. 1726–1727), decisión que demuestra una flexibilidad metodológica realmente loable por cuanto evita una actitud dogmática y evidencia lo enriquecedor –a veces, lo imprescindible– que puede ser adoptar una visión amplia y abierta del cambio lingüístico y, sobre todo, adaptada a los diversos elementos que se quieren estudiar. En esta ocasión, el análisis comienza por la historia de contra: una vez más, se comienza por repasar sus orígenes latinos (pp. 1732–1737) y se pasa luego a describir los usos medievales, áureos y contemporanéos y a apuntar sus diferencias de frecuencia –en este punto se echa de menos una tabla que, como en otros capítulos, aporte de forma orde-


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nada los porcentajes de empleo en cada época–, así como a analizar la historia de las distintas variantes formales medievales cuentra, escuentra, encontra, etc. (pp. 1750–1751). Diferente es, como ya se indicó, la historia de hacia, que constituye un claro proceso de gramaticalización que transforma a una locución en una preposición con una fase adverbial intermedia (p. 1766); pues bien, las tres etapas son estudiadas minuciosamente, si bien se presta una mayor atención a las distribuciones sintácticas de la fase ya preposicional (pp. 1771–1781), que a su vez se complementa con un estudio de las consecuencias estructurales que derivan de la integración de este elemento en el sistema preposicional español (pp. 1781–1785) y –en línea con el caso de contra– un análisis puntual de las diversas formas que este elemento presenta en la Edad Media (p. 1770). Por último, los orígenes árabes de hasta obligan al autor a comenzar su estudio con la descripción de los valores que presenta háttà en esta lengua (pp. 1786–1789), para pasar a continuación a describir la adaptación que sufre este elemento desde el punto de vista fónico –de nuevo, con cierta atención a las distintas formas medievales– y semántico en su paso al español (pp. 1789–1794) y, en paralelo con el caso de contra, a desarrollar después un minucioso estudio de los usos medievales, áureos y contemporáneos (pp. 1798–1822) en los que, por supuesto, no puede faltar la discusión del hasta enfático con sujeto (pp. 1805–1806) o del denominado hasta mexicano (pp. 1813–1819),14 cuyos orígenes también analiza. 14

Denominación, por cierto, que se muestra claramente incorrecta a la luz de su extensión diatópica por el Nuevo Mundo: México, efectivamente, pero también Colombia, Centroamérica y República Dominicana, así como –de forma más escasa– la zona andina (p. 1819).


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A la luz, pues, de las marcadas diferencias que presentan las tres preposiciones estudiadas, no resulta extraño que el lector pueda llegar a preguntarse por qué aparecen unificadas en un mismo capítulo; la respuesta a esta cuestión aparece en las conclusiones, cuando –yendo más allá de los datos puntuales– el autor señala que el “subsistema de ‘movimiento de aproximación’ [= del latín], constituido por las formas ad e in + acusativo, principalmente, se vio […] notablemente enriquecido con la incorporación de las formas contra, para, hacia y hasta, que, como no podía ser de otra manera, supusieron una profunda reorganización de este subsistema gramatical sobre bases semánticas nuevas” (p. 1826), lo que sin duda constituye una excelente síntesis de la situación y un acercamiento general que unifica todos estos elementos en una visión tan amplia como coherente. Tras estos primeros apartados dedicados al estudio diacrónico de algunos de los elementos fundamentales que componen el sistema preposicional del español, el monumental capítulo 17, de más de 200 páginas, presenta una parcial diferencia de enfoque, por cuanto en él Álvaro S. Octavio de Toledo analiza la evolución de determinadas preposiciones –sobre, ante, so, tras, etc.– a la par que la de una amplísima serie de “construcciones afines” (entre otras muchas, las compuestas con cima, yuso, detrás, luego de, cerca, fuera, dentro, medio, allende, frente), algo que justifica “porque no parece posible dar cuenta cabal de la evolución de las preposiciones locativas sin acudir a la historia de los adverbios nominales o de las locuciones prepositivas y adverbiales semejantes” (p. 1839). A resultas de ello, y como no podía ser menos, el autor aporta un extensísimo conjunto de datos de gran valor por su novedad, pero


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que ­precisamente por su enorme volumen –fruto de los detallados análisis de los diferentes contextos de uso y valores que presentan todos estos elementos en su diacronía– a veces pueden producir en el lector cierta sensación de pérdida de la visión de conjunto que articula el capítulo; en este sentido, es de agradecer el esfuerzo de síntesis que se revela en el apartado 17.11 (pp. 2010–2035), en el que se extrae y se ordena la información fundamental que se expone de forma profunda y detallada en las más de 150 páginas anteriores. Más allá de esto, hay otras cuestiones que conviene resaltar de este capítulo, y que tienen que ver con ciertas decisiones metodológicas que el autor de forma explícita expone al comienzo: por un lado, la selección de un corpus realmente amplio (72 obras de corpus base y 72 de corpus adicional, así como el recurso ocasional de los repositorios digitales) en el que se ha prestado atención, además, a aspectos de carácter filológico –como, por ejemplo, desechar copias y textos de datación imprecisa–, algo que aporta más solidez científica a las conclusiones extraídas de él (pp. 1846–1847); por otro, la atención que se presta a cuestiones relacionadas con la tipología textual en el análisis de los datos (p. 1847); por último –y quizá especialmente interesante–, la importancia que se concede a la variación diatópica medieval, cuestión que aparece de forma reiterada en las diferentes secciones del capítulo (por ejemplo, pp. 1876, 1879, 1884, 1887, 1910–1912, 2017) y que permite afinar aún más el análisis y la interpretación de los diversos fenómenos considerados. Súmese a esto una ejemplificación tan variada como exhaustiva y se podrá valorar de forma precisa la riqueza que atesoran las 200 páginas que componen este capítulo 17.


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En cuanto a la organización de los elementos analizados a lo largo de estas páginas, el autor ha establecido siete apartados generales: comienza, pues, por estudiar las relaciones de superioridad (pp. 1849–1884), inferioridad (pp. 1884–1897), anterioridad (pp. 1897–1910) y posterioridad (pp. 1910–1925), y en todos estos casos el análisis de la preposición digamos prototípica de cada relación –a saber, sobre, so, ante y tras respectivamente– se acompaña del de aquellos elementos, adverbios o locuciones, con los que tales preposiciones se vinculan semánticamente.15 Este esquema general se mantiene también en los apartados 17.8 (relaciones topológicas; pp. 1925–1966), y 17.9 (otros relacionantes; pp. 1966– 1990), pero se rompe, siquiera parcialmente, en el caso del 17.10 (pp. 1990–2010), que se dedica íntegramente a según y en el que, tras plantear las dificultades que presenta la inclusión de este elemento en la nómina de las preposiciones (pp. 1990–1991) y rebatir históricamente esos supuestos problemas (p. 1993), se describe el desarrollo diacrónico de la preposición haciendo hincapié en sus diferentes valores (usos de confirmidad vs. usos de equivalencia) y en la preeminencia de unos y la desaparición de otros en diferentes momentos de la historia (pp. 2005–2008). Como se ha señalado ya, el capítulo se cierra con una i­nteresantísima síntesis de todo lo explicado hasta el momento (apartado 17.11; pp. 2010– 2035) que no solo sirve para recopilar y reordenar los datos expuestos, 15  De

hecho, tal vinculación no es solo semántica, sino –como bien señala el autor (p. 1839)– también formal y de “tránsito entre categorías que se aprecia en no pocos casos”, hecho que conlleva que la dinámica diacrónica no suela “hacer distingos entre estas categorías formales, que con frecuencia evolucionan a la par y en interdependencia”, lo que, de nuevo, justifica el estudio conjunto de todos estos elementos.


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sino que además tiene la virtud de ofrecer una explicación general de los fenómenos que toca el presente análisis, una propuesta de evolución de estos elementos que, en palabras del propio autor (p. 2032), “puede articularse en cuatro fases: separación de preposiciones y adverbios nominales mediante la fijación de régimen […]; establecimiento de correlaciones simétricas entre preposiciones y adverbios en el ámbito dimensional o proyectivo; extensión de este criterio de organización al ámbito de los adverbios topológicos; y difusión de una doble marca que distingue de los adverbios la mayoría de las locuciones”, en un proceso de cambio y reajuste que –extendiéndose en diversas etapas durante toda la historia del idioma– continúa hasta el momento actual. Por último, cierra este apartado dedicado a las preposiciones el capítulo 18, que se encarga también de algunos elementos que tradicionalmente no se engloban en esta categoría y en el cual Cristina Sánchez describe la diacronía de una extensa nómina de formas derivadas de primitivos participios latinos –tales como, entre otras, durante, mediante, obstante, excepto, salvo, debido o puesto– que comparten una historia común caracterizada por “la desaparición del valor verbal del participio, que pierde sus rasgos de flexión y se reanaliza como una partícula invariable, al tiempo que el sustantivo pasa a interpretarse como su término o bien desaparece” (p. 2057). Como no podía ser de otro modo, la autora comienza muy acertadamente por debatir el problema de la adscripción categorial de estos elementos (pp. 2058–2066), y también constituye un acierto no menor utilizar un corpus conformado por múltiples tipologías textuales, habida cuenta de que, dado el carácter culto de muchas de estas formas, “su uso se ha asociado a ciertos registros y tipos de textos y


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ha estado ausente, en cambio, de otros” (p. 2068), cuestión que hace su aparición reiteradamente en los diferentes análisis que se llevan a cabo a lo largo del capítulo. Teniendo en cuenta las disparidades que presentan las formas que se estudian en estas páginas, se comienza por establecer cuatro grandes apartados relacionados con su contenido semántico –preposiciones impropias derivadas de participios de presente (pp. 2069–2102), conjunciones exceptivas (pp. 2102–2125), adverbios inclusivos (pp. 2125–2135) y otras formas de origen participial (pp. 2135–2147)–, en cada uno de los cuales se comienza por analizar los diferentes elementos de la categoría señalada para, posteriormente, facilitar un resumen que permite hacerse una idea clara de su evolución. Por si esto fuera poco, el apartado 18.8 (pp. 2147–2170) aporta una diacronía general de todas estas formas y analiza de manera conjunta cuestiones como las propiedades generales del proceso de recategorización, la cronología de los procesos –en este caso, acompañada de una excelente tabla-resumen (p. 2156) que permite obtener de un solo vistazo una visión completa de la diacronía de estos elementos en español–, o el problema de la concordancia de estas formas, para el que queda más que demostrado que solo la suma de factores variados –tipológicos o estilísticos– que van más allá de lo estrictamente cronológico permite entender los cambios que históricamente se producen en este punto. No se puede olvidar, así mismo, otra cuestión que constituye un acierto más del capítulo: la atención que se presta al final a la situación que muestran a este respecto las otras lenguas romances (pp. 2164–2167), lo que da como resultado una aproximación al tema desde la lingüística románica que enriquece en mucho el


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análisis del español precisamente porque permite obtener una perspectiva más amplia y más completa de su situación en el conjunto general de sus lenguas hermanas. En resumen, se puede decir que son varios los méritos de esta parte que la Sintaxis histórica de la lengua española dedica a las preposiciones: por un lado, el análisis de unos elementos que, en general, han sido poco atendidos en la diacronía del español y, como consecuencia de este crónico abandono, la abundancia de datos nuevos que acerca de la c­ uestión se descubre en las casi mil páginas que abarca; por otro, el acierto de unir en una única sección el estudio de las preposiciones tradicionales con otros elementos de categorías diferentes que guardan una indudable relación con ellas y que resultan, en general, aún más olvidados en la historia de la lengua, pues el análisis conjunto y coordinado de todas estas formas y de sus cambios a través del tiempo permite obtener una visión más amplia y más coherente de la evolución de una categoría que –no hace falta decirlo– resulta fundamental en la construcción sintáctica de cualquier idioma.16 Frente a las tres partes ya descritas, la cuarta –dedicada a las relaciones interoracionales– se mueve por campos que han sido más considerados 16  En

línea de esta visión conjunta inmediatamente apuntada, quizá habría sido interesante –el autor de estas líneas ignora si realizable– un último capítulo-resumen en el que se sintetizaran las grandes líneas de cambio que parecen registrarse en todos estos elementos (de valores más concretos, espaciales, a usos más abstractos) y los principales momentos de quiebre en que se producen tales cambios (siglos xiv–xv); es decir, un apartado final que estableciera una general historia de la preposición en español a partir –y más allá– de estas excelentes historias de las preposiciones (y formas afines) que constituyen los capítulos 11 al 18.


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en los estudios diacrónicos del español (entre otros, Bartol Hernández 1988; Herrero Ruiz de Loizaga 2005; Nowikow 1993; Rivarola 1976; Rojo & Montero 1983; o Romero Cambrón 1998), lo que en principio podría suponer un menor aporte de la obra reseñada al conocimiento de la historia del español; sin embargo, un rápido vistazo a los títulos y los temas tratados en los 16 capítulos que componen esta parte vuelve a manifestar la originalidad que caracteriza al trabajo en su conjunto, al aparecer en ella cuestiones poco o nada analizados en la diacronía de la lengua, tales como la yuxtaposición (capítulo 19) o la coordinación copulativa y disyuntiva (capítulo 21), por citar solo dos de ellas. Como se ha indicado ya, esta parte se abre con el trabajo que Dorien Nieuwenhuijsen dedica a la yuxtaposición (capítulo 19), aspecto casi abandonado en los estudios históricos del español –y de otras lenguas– por una serie de causas que la autora describe minuciosamente (pp. 2183–2184), pero que, a su entender, es necesario tratar porque “constituye un recurso sintáctico del que dispone el hablante para marcar, aunque no sea de manera explícita, la relación semántica de dos oraciones adyacentes” (p. 2184). Una vez más, se comienza por ofrecer una visión general de los antecedentes latinos y la situación que reflejan otras lenguas románicas (19.2) para posteriormente introducir una serie de temas que resultan necesarios para llevar a cabo un análisis más profundo de la cuestión (19.3), tales como los conceptos de parataxis e hipotaxis, la creación del sistema de conjunciones subordinantes, la oposición oral/escrito –fundamental por el carácter eminentemente oral del tema analizado (p. 2191)–, o su relación con el tipo de lengua y el género discursivo; tales cuestiones resultan fundamentales no solo por sí mismas,


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sino también porque justifican la selección de un corpus amplio y especialmente variado desde un punto de vista tipológico (19.4.1.) y, sobre todo, porque ayudan a seleccionar los ejemplos válidos para el estudio, cuestión no del todo sencilla (19.4.2.), pero que la autora soluciona apelando a factores de muy distinto tipo. Tras estos primeros apartados, los siguientes se dedican ya a analizar diacrónicamente la yuxtaposición, comenzando por la riqueza de valores semánticos que esta muestra desde sus mismos orígenes (19.5.) o su distribución porcentual de acuerdo con diversos factores (19.6.) como la cronología y la diatopía –que no aportan resultados relevantes (p. 2207)–, o la tipología textual, donde la autora descubre que “la yuxtaposición es más característica de la lengua hablada que de la lengua escrita” (p. 2208). Estos resultados determinan una serie de acercamientos más puntuales a obras concretas –como la Fazienda de Ultramar (19.9.) o el Calila e Dimna (19.10.)– y a lo que la profesora holandesa denomina “el lenguaje popular” (19.11.), para lo cual lleva a cabo unas fructíferas aproximaciones de carácter sociolingüístico a obras como La Celestina, los Documentos Lingüísticos de la Nueva España (dlne) y el habla actual de Madrid y la Ciudad de México, todo lo cual le permite cerrar el estudio con unas conclusiones tan precisas como claras (pp. 2222–2224), y de las que se pueden extraer dos ideas fundamentales: por un lado, que “la yuxtaposición es un recurso sintáctico que no ha evolucionado a lo largo de los siglos” (p. 2222–2223); por otro, que existe –como era de esperar– una relación muy estrecha entre el empleo de tal recurso y el lenguaje oral y/o popular (p. 2224).


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Una vez analizada la yuxtaposición, es necesario atender a la coordinación y a la subordinación, así como a todos los tipos de relaciones interoracionales que se pueden englobar dentro de estos dos conceptos; a este respecto, resulta sin duda un nuevo acierto de la obra que, más allá de los tipos oracionales concretos, se haya decidido dedicar un capítulo completo (capítulo 20) a la descripción general de estos dos grandes conceptos, lo que sirve para establecer un marco explicativo válido que hace más evidente aún la relación existente entre ellos. Al igual que en otras ocasiones, es Rosa María Espinosa la encargada de llevar a cabo, con la lucidez y maestría que la caracteriza, esta visión general: comienza, así, por definir el enfoque de análisis que seguirá en todo el capítulo –y que supone una división tripartita de estas estructuras en paratácticas, hipotácticas y subordinadas (p. 2235)– y explicitar los objetivos que se persiguen en él, que no son sino “identificar y estudiar diacrónicamente los distintos subtipos, caracterizados por presentar rasgos comunes y rasgos diferenciados tanto respecto al subtipo precedente como respecto al siguiente dentro del continuum” (p. 2236); por supuesto, tales objetivos obligan a la autora a atender diversas cuestiones, y entre ellas una de capital importancia como es la prosodia en la sintaxis (20.3), aspecto que aparece a largo de esta obra en reiteradas ocasiones y cuyo análisis detallado en el apartado mencionado no solo deja bien a las claras su interés para entender de forma más profunda la sintaxis de épocas pasadas, sino que plantea, además, nuevas líneas de investigación que será necesario atender en el futuro. Por otro lado, tampoco se olvida la profesora de Valladolid de discutir las posturas que existen en torno a los conceptos de parataxis/hipotaxis/subordinación (20.4), y a partir


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de esta revisión se establecen dos cuestiones que serán también de gran importancia tanto para la interpretación de tales conceptos como para la propia estructuración del capítulo: por un lado, la clara apuesta –ya mencionada más arriba– por la división tripartita de estas estructuras; por otro, la consideración de la conexión oracional como un continuum (p. 2249 y esquema 6) que determina la existencia de tipos que se entienden como márgenes y puntos de unión entre las tres categorías señaladas. Partiendo, pues, del anclaje teórico inmediatamente descrito, el resto del capítulo se dedica a analizar de forma muy minuciosa el desarrollo diacrónico que experimentan desde el latín tales categorías y los distintos elementos que pertenecen a ellas:17 la parataxis, tanto asindética (20.5.1.) como correlativa (20.5.2.) y sindética (20.5.3.); la hipotaxis, también asindética (20.6.1.), correlativa (20.6.2.) y sindética (20.6.3.); y la subordinación, que presenta un esquema de clasificación semejante (20.7.). En este punto, es destacable no solo la repetición de la manera en que se presentan los datos –algo que facilita al lector la organización de los mismos–, sino también, y muy especialmente, el completo catálogo de elementos pertenecientes a cada una de las categorías establecidas, algo que de por sí constituye un aporte de primer orden por lo que tiene de propuesta taxonómica, pero también por la información que facilita acerca de las relaciones existentes entre ellos. Por último, cierran el estudio unas conclusiones (20.8.) que, si bien es cierto que se hacen muy concisas, también es verdad que recogen en sí la información básica de 17

Es de destacar, a este respecto, la importancia concedida a la revisión de los antecedentes latinos que existen para las estructuras romances que se toman en consideración, así como la riquísima ejemplificación en esta lengua que ofrece el análisis.


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un capítulo que tiene la virtud de ofrecer, junto a un extenso inventario de elementos morfosintácticos que el español emplea para unir oraciones, unas explicaciones de carácter general que permiten comprender mejor el funcionamiento de tales elementos y la lógica que subyace. Volviendo a la coordinación, Mar Garachana dedica el amplísimo capítulo 21 a las conjunciones más básicas, y y o; se trata, como se acaba de indicar, de un trabajo tan extenso como profundo, en el que se analiza la coordinación copulativa y disyuntiva desde múltiples puntos de vista sintácticos, semánticos y pragmáticos. De este modo, se comienza por delimitar las estructuras que se van a estudiar (21.1.) y se facilita ya una afirmación que –como se verá más adelante– constituye una buena descripción de la situación diacrónica de estos elementos: “estos nexos y sus sentidos se han mantenido inalterados a lo largo de la historia del español, que, a su vez hereda esquemas sintácticos de la lengua madre, el latín. Sin embargo, esto no significa que no se detecten cambios lingüísticos, derivados en gran manera de las normas retóricas” (p. 2346); así mismo, es también destacable en este punto la selección del corpus de estudio que lleva a cabo la autora (21.2.), que se caracteriza por su volumen, su extensión cronológica y su variación tipológica, y que se muestra especialmente útil para el estudio de un fenómeno como el que se trata en este capítulo. Tras estos apartados introductorios, se pasa ya a analizar las múltiples posibilidades de coordinación que ofrecen estas conjunciones: en primer lugar, la coordinación copulativa en sus usos gramaticales (21.7.), oracionales (21.8) y cohesivos (21.9); posteriormente, la coordinación disyuntiva, que sigue también un esquema de análisis paralelo –­primero,


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su empleo en el nivel oracional (21.14); después, en el nivel textual (21.15)–, al que se suman otras cuestiones como las construcciones con o…o (21.18.) y las conjunciones y marcadores discursivos derivados de tal estructura (21.9.). Súmese a esto, además, el análisis puntual de otros elementos relacionados –como la coordinación copulativa y disyuntiva negativa (21.11. y 21.20. respectivamente)– o la atención prestada a cuestiones como el orden de constituyentes en estas estructuras (21.6., 21.13.) y el resultado es, como se ha indicado ya más arriba, un capítulo que resalta por el amplísimo y finísimo análisis llevado a cabo sobre unos elementos tan presentes como poco atendidos en la historia del español. Por supuesto, de tal análisis es posible extraer una serie de conclusiones que la autora condensa en los puntos 21.21. y 21.22., y que, como se indicaba más arriba, hablan más de conservación y estabilidad que de modificación y cambio, habida cuenta de que –más allá de diferencias puntuales relacionadas con la tipología textual o la oposición oral/escrito– “la evolución de los esquemas coordinativos copulativos y disyuntivos no se caracteriza por una transformación radical ni de los elementos nexuales […] ni de los valores gramaticales y pragmáticos expresados por las construcciones articuladas en torno a e(t)/y, o, o…o” (p. 2505),18 resultado que refuerza la idea de que no todo es cambio en la historia de las lenguas, y de que también la permanencia estable de un elemento constituye un fenómeno que se debe describir y analizar si se pretende explicar de manera más completa la diacronía de un sistema lingüístico. 18  De

hecho, tal conservación y estabilidad no solo es propia del romance, sino que se puede retrotraer hasta la lengua madre latina, según pone de manifiesto la autora al señalar que “en esencia, se mantiene la caracterización de la coordinación copulativa latina” (p. 2363).


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Está también dedicado a la coordinación el capítulo 22, que se centra en las oraciones adversativas; en él se comienza por definir la relación de adversación y establecer los tipos de oraciones que engloba este concepto –en concreto, restrictivas, excluyentes o correctivas, exceptivas y exclusivas (p. 2521)–, algo que resulta de importancia tanto en aras a la estructuración del estudio, pues los tipos señalados van a constituir su esquema organizativo general, como en lo que tiene que ver con la tesis general que se va a defender en él: que “el español ha pasado de un sistema en que se podían emplear los mismos mecanismos: la conjunción mas para la expresión de las relaciones restrictivas y correctivas, por una parte, y para la corrección, la excepción y la exclusividad la conjunción sino, por otra, a un sistema más diversificado, en el que se han delimitado léxica o sintácticamente tales conceptos” (p. 2522). Teniendo en cuenta lo anterior, no sorprende que la siguiente sección (22.2.) se dedique a facilitar una descripción minuciosa de los cuatro tipos ya mencionados y de sus características sintácticas y pragmáticas, ni tampoco que la autora opte por seleccionar un corpus (22.3.) que, una vez más, se caracteriza por su amplitud y su variedad tipológica, habida cuenta de que en la historia de las construcciones adversativas “se mezclan cuestiones no solo gramaticales, sino discursivas y estilísticas, que afectan decisivamente a la selección de las distintas construcciones en las obras” (p. 2545).19 Una vez más –y como es ya tradición en la práctica totalidad de los capítulos de la obra–, Silvia Iglesias se remonta hasta la situación ­latina 19

De hecho, lo tipológico se transforma en un criterio de primera importancia en el análisis de estas estructuras, tal y como demuestra su consideración en las pp. 2562, 2563, 2601, 2612 o 2637, entre otras muchas.


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para describir los orígenes de los elementos concretos que se emplearán posteriormente en el español (22.5.), y en este caso no solo analiza las básicas mas, pero y sino, sino también otras formas como empero o antes. A partir de aquí, se procede a la descripción de la evolución histórica los cuatro tipos ya mencionados anteriormente –a saber, restrictivas (22.6.), excluyentes/correctivas (22.7.), la correlación no solo… sino (también) (22.8.) y exceptivas (22.8.)– siguiendo en todas las ocasiones una misma distribución cronológica: época prealfonsí, alfonsí, siglo xiv, siglo xv, Siglos de Oro y época moderna. Por supuesto, son muchas las informaciones que la autora aporta en su análisis, pero quizá sean especialmente destacables cuestiones de interés metodológico, así como otras que enlazan con aspectos ya defendidos en diferentes capítulos o que sugieren nuevas líneas de investigación, entre las que se pueden destacar, por ejemplo, la atención prestada al problema de la puntuación y la edición de textos en la interpretación de los ejemplos (p. 2566) –que hace su aparición intermitentemente a lo largo de numerosos estudios de la obra–, el origen oriental de algunos elementos como pero (p. 2570), o la atención prestada a la historia de la literatura y a la sociolingüística a la hora de explicar el empleo de pero y mas durante la época áurea (p. 2588). A raíz de este acercamiento múltiple, es lógico que las conclusiones (22. 10.; 22.11.) resulten tan ricas como sugerentes, y en ellas se mezcle lo estrictamente sistemático con otras cuestiones que trascienden este plano; destáquense entre todas ellas la cronología de los cambios –esto es, la importancia de los siglos xiv y xvii en la evolución de tales estructuras, así como la existencia de un cambio no lineal determinado por lo retórico en su sentido más amplio (p. 2651)–, la trascendencia que ­aspectos


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como la relación lengua escrita/lengua hablada o los géneros discursivos tienen para la mejor comprensión del cambio en estas estructuras, o la constatación de que “la combinación de lingüística y filología nos ha permitido enriquecer la perspectiva sobre el origen y los procesos de cambio en el sistema de la adversación en español y profundizar intuiciones anteriores sobre la influencia que han tenido en ellos variedades geográficas y diafásicas, géneros o tradiciones discursivas y preferencias estilísticas individuales” (p. 2656), perspectiva metodológica que sin duda no se circunscribe a estas estructuras y que puede arrojar luz sobre numerosos cambios que experimenta el español en su devenir histórico. Después de la coordinación, es el momento de la subordinación, que en el esquema general de la obra se abre con el capítulo 23, donde se estudia la reconfiguración del sistema de subordinación latino, con el objetivo básico de “analizar la reestructuración general del sistema básico de subordinación hispano latino y, de manera particular, la transformación gradual que este experimentó en las subordinadas completivas objetivas” (p. 2677). Este propósito determina las diferencias que, respecto a otros capítulos, se pueden registrar en este, y que son, en primer lugar, un corpus muy distinto del utilizado en otras partes de la obra: en efecto, como la propia Laura Espinoza indica, su material de trabajo se compone de “textos latinos escritos en los siglos vi, vii, viii, ix y x, que corresponden al periodo que podemos llamar propiamente latín hispano”, cuyos autores “sean originarios de la península ibérica” y además “fueran escritos en esta misma zona geográfica” (p. 2678), exigencias necesarias si se pretende estudiar la situación que heredará el español; como consecuencia de lo anterior, la otra gran diferencia que se observa en este capítulo 23 es


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la atención predominante que se concede en él a la época hispano-latina y altomedieval, algo que responde, naturalmente, a la cronología de los procesos de cambio que interesa rastrear y que resulta plenamente coherente con las intenciones explicitadas más arriba. En cuanto al análisis en sí, una vez más destaca por su amplitud y los múltiples factores considerados en él: así, en el punto 23.4. se atiende a cuestiones tales como los tipos de nexos subordinantes, la oposición nexo simple/complejo o prepositivo/no prepositivo, el tipo de nexo según la clase de subordinada e incluso se reserva un apartado específico (23.4.5.) al nexo romance por excelencia que;20 el punto 23.5., por su parte, se dedica en su totalidad a las completivas de objeto directo en latín clásico, y en él se describen sus tipos, empleos y peculiaridades morfosintácticas. Una vez descritos estos aspectos, es el momento de analizar la situación específica del latín hispano, específicamente en lo que tiene que ver con dos cuestiones concretas: el empleo de completivas sindéticas vs. estructuras de acusativo con infinitivo (23.6.), y los nexos subordinantes que se utilizan durante los siglos vi al x para introducir las completivas en los textos (23.7.); a tales cuestiones se suma además un detallado análisis de las relaciones gramaticales (23.8.) y semánticas (23.9.) que se pue20

En este punto, el acercamiento textual desarrollado a lo largo de estas páginas lleva a la autora a establecer dos conclusiones muy valiosas: por un lado, la aparición muy precoz de este elemento en el latín hispánico –que le permite postular “una romanización temprana del sistema latino de subordinación, desde el siglo iv”–; por otro, la defensa de una plurietimología de la forma que, “resultado de dos canales evolutivos, del relativo qui, quae, quod y de la conjunción quia, que se encontraron en un punto del camino, y con un refuerzo consistente en el posible reanálisis de la conjunción coordinante copulativa enclítica –que del latín clásico” (p. 2716).


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den descubrir entre la oración principal y su completiva. A la luz de todo lo anterior, la autora cierra su estudio con unas conclusiones que, a pesar de su brevedad (tres páginas), tienen la virtud de ser meridianamente claras y recoger –junto al utilísimo esquema 5, que constituye una síntesis del máximo interés– las principales aportaciones del estudio, a saber (pp. 2777–2778): a) la existencia de importantes transformaciones en este punto entre el latín clásico y el latín hispano; b) la fundamental trascendencia del siglo viii en el proceso de cambio que se está analizando; y c) la multicausalidad de este cambio, que solo se puede entender atendiendo a factores muy variados que se explican desde la gramática y la semántica. Por último, cierra este extensísimo volumen ii el capítulo 24, que en cierto modo se puede entender como continuación del anterior: en efecto, si el previo se enfocaba en la reestructuración del sistema latino de subordinación hasta la aparición del nexo que, el ahora señalado se dedica íntegramente a este elemento y a la complejización del sistema de subordinación ya puramente románico; teniendo esto en cuenta, no sorprende que una vez más se trate de un capítulo muy amplio, algo que guarda relación directa con los múltiples valores que presenta la forma considerada y el objetivo fundamental del estudio, que no es otro que facilitar “una visión panorámica de los distintos empleos tanto del nexo comodín que aislado, como unido a otros elementos con los que entra en correlación o que le proceden en locuciones conjuntivas a lo largo de la historia del español” (p. 2800). De este modo, tras revisar los orígenes del elemento en cuestión (pp. 2792–2799),21 se procede a estudiar de forma minuciosa todas las 21

Y plantear una etimología, cabe decir, parcialmente divergente con la que Laura Espino-


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estructuras en que este aparece, a manera de ejemplo, subordinadas sustantivas (24.5.), el que galicado (24.2.), diversos tipos oracionales (causales, finales, consecutivas, concesivas, temporales: 24.3., 24.4., 24.5., 24.12., 24.13.), el que comparativo (24. 10.), locuciones conjuntivas (24.16.) o usos no conjuntivos (24.17.); a este respecto, quizá resulten especialmente interesantes los análisis que Francisco Javier Herrero dedica a estructuras con este elemento que quizá no han sido tan atendidas en los estudios sincrónicos, tales como las construcciones del tipo que yo sepa (24. 15.) o los ya mencionados usos no conjuntivos –al estilo de que introductor de oraciones no subordinadas (24.17.1.), que tras un constituyente oracional focalizado (24.17.2.), o que en marcadores discursivos y perífrasis verbales (24.17.3., 24.17.4.)– que, en palabras del autor, “rebasan el propósito del presente capítulo” (p. 2933), si bien no por eso deja de ofrecer una ingente cantidad de datos al respecto que sin duda han de servir de primera base de análisis para posteriores trabajos. A partir de toda esta investigación, en la diacronía general y las conclusiones que se presentan en los apartados 24.18 y 24.19. se resumen y condensan las informaciones fundamentales expuestas en las páginas anteriores, así como las grandes líneas de evolución de este elemento y de sus usos a través de la historia del español; a este respecto, es especialmente encomiable este esfuerzo de síntesis que permite obtener una visión general que trasciende los acercamientos concretos –pero necesarios, con todo, para za presenta en el capítulo 23 (p. 2716), dado que, para este autor, “es posible que ambas formas [quem y quid ] colaborasen en el surgimiento del nexo comodín que: un evolución formal convergente llevaría a que los hablantes no dispusieran más que de una forma, que reunía usos procedentes de ambos nexos” (p. 2798), a lo que habría que sumar, además, la influencia de quod.


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llegar a este punto– y permite, así, comprender de forma más precisa el comportamiento histórico de una forma tan polifuncional como es esta. Por su parte, el volumen iii continúa con la última sección de esta tercera parte reseñada, y en sus diez capítulos se procede a analizar la evolución histórica de los tipos oracionales que tradicionalmente se suelen englobar dentro de las subordinadas sustantivas y adverbiales: en concreto, las estructuras tratadas son las subordinadas de objeto directo (capítulo 25), las de sujeto, predicado nominal y régimen preposicional (capítulo 26) y las interrogativas y exclamativas indirectas (capítulo 27) en el caso de las sustantivas; y las causales (capítulo 28), finales (capítulo 29), concesivas (capítulo 30), comparativas (capítulo 31), condicionales (capítulo 32), consecutivas (capítulo 33) y temporales (capítulo 34) en el de las adverbiales. Se comienza, por tanto, con las oraciones subordinadas sustantivas de objeto directo, capítulo que, como en otras ocasiones, se abre con una descripción de la estructura considerada y sus características lingüísticos (pp. 2973–2974), para pasar luego a explicitar los objetivos que se pretenden en él, y que van más allá de “caracterizar diacrónicamente el comportamiento y evolución de las ss-od en el español del siglo xiii al xxi” (p. 2975), al atender también a cuestiones como la relación existente entre la op y las ss-od, “el continuum de subordinación que caracteriza al español para este tipo de oración” (p. 2975), “los rasgos característicos de la subordinación fuerte y la subordinación débil”, o los casos de pérdida de subordinación (p. 2975). De este modo, y una vez establecidos los criterios de aceptación de ejemplos –no tan evidentes como a simple vista se podría pensar– (pp. 2978–2979), se comienza por ­describir


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estas ­estructuras, tanto en latín clásico como hispánico (25. 4), y se pasa a analizarlas en la historia del español desde diversos puntos de vista: por un lado, la caracterización sintáctico-semántica de la oración principal (25.5.) –y en concreto, el tipo de núcleo verbal, la integración de la op en el discurso, la copresencia de otros argumentos y la complejidad sintáctica de la op–; por otro, la misma caracterización de la oración completiva (25.7.), en este caso analizando el sujeto, el núcleo verbal, la constitución interna de la ss-od y el tipo de discurso en que aparece.22 Junto a lo anterior, el análisis se complementa con tres aproximaciones diversas que sirven para ofrecer una visión más completa de estas estructuras, a saber: la caracterización sintáctico-semántica de la conjunción (25.6.), el orden relativo de los constituyentes (25.8) y el debilitamiento o pérdida de la subordinación (25.9.), que, si bien indica la propia Georgina Barraza que “no atañe a necesariamente a un estudio sobre la oración subordinada (…) porque representa una evolución ulterior” (p. 3070), no deja por ello de ser una cuestión analizada en profundidad en estas páginas, en concreto en lo que tiene que ver con los verbos parentéticos (25.9.1.), el evidencial dizque (25.9.2.) y los marcadores discursivos (25.9.3.). Los resultados de estos análisis se presentan, como siempre, en 22

Estas dos cuestiones últimas resultan de gran interés por los resultados que arrojan: en el caso del tipo de discurso, porque una vez más se descubre la importancia de los géneros textuales como factor explicativo de determinados usos y preferencias cronológicas (pp. 3056– 3057); en el de la constitución interna de la ss-od, porque, al igual que en otras estructuras (Company 2015) –y tal y como se señaló al comienzo de esta reseña–, una vez más se comprueba que el siglo xvii constituye “un quiebre en comparación con el comportamiento histórico general” (p. 3053).


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una diacronía general (25.10.) que muy inteligentemente se organiza en continuidades (especificidad del sujeto de la op, ausencia de oi en la op, presencia de conjunción, correferencialidad del sujeto y modo indicativo en la ss-od; pp. 3089–3091) y discontinuidades (relacionadas con el sujeto morfológico en la op, el empleo del discurso indirecto, el orden no marcado y la op no integrada; pp. 3091–3095), y que –en unión con el esquema 13 (p. 3095)– permite comprender mejor la evolución diacrónica que a lo largo del tiempo ha experimentado una estructura que, en definitiva, se puede definir como “sumamente estable a lo largo de la historia”, por más que presente cierta variación que “posibilita, a través de pequeños quiebres, que surjan nuevas formas y estrategias discursivas” (p. 3096), tal y como se ha puesto de manifiesto a lo largo de estas páginas. Como continuación lógica del capítulo anterior, el 26 se hace cargo del estudio de las oraciones sustantivas en función de sujeto, predicado nominal y régimen prepositivo, para lo cual se va a atender a sus principales carácterísticas “en tres cortes sincrónicos y dos variantes diatópicas: siglo xiii en España, y siglos xvii y xix en España y México” (p. 3112). Así pues, Sergio Bogard opta por estudiar los tres tipos oracionales por separado (sustantivas de sujeto, de predicado nominal y de régimen prepositivo; 26.4., 26.5. y 26.6. respectivamente), pero siguiendo un esquema de análisis muy semejante en todas las ocasiones, que se centra en unos aspectos específicos –en concreto, el orden relativo de la oración subordinada y su verbo matriz, la estructura de la oración enunciativa considerada y la estructura comunicativa y complejidad estructural del


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tipo oracional en cuestión–23 y que ayuda al lector a seguir una lectura que a veces se ve dificultada por la gran profusión de datos porcentuales. A partir de este análisis, el punto 26.7. establece la diacronía general de estas estructuras, en la que se exponen todos los datos desplegados a lo largo de las cien páginas previas; una vez más, la sobreabundancia de porcentajes puede resultar confusa para el lector, por lo que es de agradecer no solo que el autor haya organizado el apartado en dos subsecciones dedicadas a la perspectiva estructural (26.7.1.) y a la perspectiva funcional (26.7.2.), dentro de las cuales se explicita la evolución de los diversos tipos oraciones considerados, sino también –y muy especialmente– que ofrezca unas conclusiones finales (26.8.) donde se registran las características fundamentales de estas estructuras que se descubren a través del tiempo: entre estas destacan sin duda la coincidencia de las tres estructuras respecto a su preferencia por la colocación pospuesta al verbo regente24 o respecto a su distribución estructural –“ausencia de correferencia de participantes entre la oración subordinada y la principal para la estructura [que + verbo conjugado], y correferencia de participantes para la estructura subordinada con el verbo en infinitivo” (p. 3243)–, así como el mantenimiento de tales características a través del tiempo; a­ hora bien, 23

De esta uniformidad solo se aparta parcialmente la oración subordinada sustantiva de sujeto, que en el punto 26.4.3., dedicado a su estructura comunicativa y complejidad estructural, se considera también el orden relativo de la op y la subordinada a la hora de analizar la cuestión del tipo de verbo y de la compejidad sintáctica. 24  Esta preferencia por la posposición parece deberse a su estructura informativa y, en concreto, a “la naturaleza remática que soportan”, de manera que no sorprende que los ejemplos de anteposición muestren “naturaleza topical o temática” (p. 3243).


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como en otras ocasiones, no todo es estabilidad en estas oraciones, de manera que también es posible descubrir cambios en ellas, entre los que cabe mencionar el aumento del número de verbos que rigen oraciones enunciativas de sujeto y de régimen o la ampliacion de las preposiciones que introducen este último tipo oraciones, cuestiones que será necesario seguir investigando en los periodos temporales que este trabajo no considera –por ejemplo, los siglos xv o xviii– para poder obtener una visión más precisa de la historia de estos tipos oracionales. Por último, cierra la parte dedicada a las completivas el capítulo 27, que se centra en el estudio histórico de las interrogativas (si) y exclamativas (se), oraciones con unas características muy especiales que José Luis Girón Alconchel comienza por describir en el punto 27.1., y cuya descripción resulta de interés por cuanto sirve al autor para establecer los objetivos que persigue el capítulo, en concreto estudiar la estructura y evolución de las si en español a través del tiempo, para lo cual se atenderá a cuestiones como los predicados regentes de estos tipos oracionales, la estructura y evolución de las frases interrogativas y exclamativas, la posición del sujeto en la subordinada, su función sintáctica dentro de la oración compleja,25 el modo del verbo que presenta o la modalidad de la estructura, entre otras cuestiones (pp. 3251–3252); con este propósito, se comienza por seleccionar un corpus que el autor caracteriza 25  A

este respecto, indica el autor que “muchas veces en las descripciones gramaticales la única función sintáctica que se le reconoce a la si es la de objeto directo, pero, además, en la realidad de los textos, la si puede ser sujeto, complemento de régimen preposicional (crpp), complemento circunstancial, complemento del nombre y aposición”, lo que demuestra que “la si funciona plenamente como un sustantivo” (p. 3252).


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por el realismo de la lengua que muestra (pp. 3254–3257) y –como en numerosos capítulos– se procede a describir de manera muy detallada la situación que se descubre al respecto en las diversas etapas de la lengua latina (pp. 3257–3265), algo que le permite ya explicitar dos cuestiones que serán de interés para el desarrollo posterior del trabajo: por un lado, la existencia de antecedentes en la lengua madre para las tres clases de subordinadas interrogativas y exclamativas que se establecen en español–;26 por otro, las grandes líneas de evolución diacrónica de estas estructuras, en las que, si bien “la continuidad latino-romance de la si es palpable” (p. 3264) porque “no ha habido cambios en su estructura general” (p. 3264), también es posible detectar transformaciones puntuales que se relacionan con la aproximación de los pronombres interrogativos de las si parciales a los relativos y “la sustitución de todas las partículas de la interrogativa total por si ” (p. 3264). Tras la discusión de todas estas cuestiones previas –y el excelente estado de la cuestión (27.4.), donde se pasa revista a los principales temas atendidos en la bibliografía–, en el extenso apartado 27.5. se lleva a cabo el análisis diacrónico de estas estructuras, para lo cual se procede a estudiar los predicados regentes que se emplean en los distintos subtipos ya mencionados27 (27.5.1., 27.5.2.) y las propias s­ ubordinadas 26  En

concreto, subordinadas interrogativa y exclamativa propias (sip, sep), interrogativa y exclamativa modal (sim, sem), y subordinadas interrogativa y exclamativa propia del discurso (sipd, sepd). 27  En este punto, es especialmente destacable la metodología empleada para el estudio, que se aparta de la que resulta más frecuente y sigue un orden inverso, es decir, en lugar de clasificar los predicados regentes y ver las si/se que emplean, se parte de estas para, desde ahí,


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i­nterrogativas y exclamativas (27.5.3.), donde se presta especial atención a cuestiones como las diferentes frases interrogativas y exclamativas (qué, cuál, quién, cuánto, etc.; 27.5.3.1.), la conjunción interrogativa si (27.5.3.2.) o la posición del sujeto en la oración (27.5.3.3.); posteriormente, el apartado 27.5.4. se presenta como un aserto –la subordinada interrogativa es una subordinada sustantiva– del que se deducen ciertas cuestiones que se tratan en los subapartados siguientes: su función sintáctica (27.5.4.1.), donde se descubre un claro predominio de la de objeto directo (p. 3375), el modo de la si (27.5.4.2.), con una mayor presencia del indicativo (p. 3402), la anteposición de la si a su predicado regente (27.5.4.3.) –que el autor considera históricamente “rara” con la excepción del siglo xv (p. 3422)–, o la modalidad de la enunciación de la oración compleja con si (27.5.4.4.), en la que claramente predomina la aseverativa (p. 3424). A partir, pues, de todo lo presentado hasta el momento, el capítulo se cierra con unas conclusiones muy completas y detalladas (27.7.) donde se presentan y organizan los principales aportes que se ponen de manifiesto en el estudio, y que permiten al autor defender la idea de la estabilidad fundamental que caracteriza a estas estructuras a través del tiempo, pues “a lo largo de la historia del español los cambios han sido más de norma que de sistema y los más importantes han sido cambios que sobrepasan la si, como los cambios y reajustes en el régimen del verbo, o los que afectan a las frases ­interrogativas identificar los predicados regentes en cada caso; los resultados que el autor obtiene aplicando este método –que se presentan en 27.5.2.8., donde se ponen de manifiesto las diferencias existentes entre preguntar y verbos equivalentes y el resto de ellos– demuestran más que sobradamente su pertinencia.


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y ­exclamativas, tanto en las subordinadas como en las oraciones independientes” (p. 3436); una vez más, no todo es cambio en la historia del español. Terminada la subordinación sustantiva, es el momento ahora del análisis de las así llamadas subordinadas adverbiales, y las primeras que se estudian dentro de esta categoría son las oraciones causales (capítulo 28); una vez más, se comienza por describir la estructura en cuestión prestando atención a aspectos como su significado (p. 3449), los medios existentes en el español para expresar tal contenido significativo (pp. 3449–3450) o la relación que se descubre entre las oraciones causales y otras construcciones y subordinadas (pp. 3452–3452), para pasar posteriormente a detallar el corpus de estudio (28.2.) haciendo hincapié en la cuestión textual, pues –tal y como pondrá de manifiesto el autor, Manuel Pérez-Saldanya a lo largo de estas páginas– “hay tipos de causales y conjunciones que se vinculan de manera especial a un determinado tipo de texto y de registro” (p. 3454). Por último, a estos aspectos preliminares se suma el apartado 28.4., en el que se describen las clases de subordinadas causales de acuerdo con sus características sintácticas (28.4.1.) y semánticas, pragmáticas e informativas (28.4.2.), algo que permite establecer tres tipos fundamentales –a saber: causales internas, externas pospuestas y externas antepuestas– y que resulta de primera importancia a lo largo del capítulo, pues permite entender el empleo diacrónico y, en numerosas ocasiones, la evolución de las diversas conjunciones que sirven para expresar este contenido significativo. Contando con esta armazón teórica, el punto 28.5. pasa a describir la evolución general del sistema de conjunciones causales del latín al


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romance haciendo especial énfasis en las semejanzas y diferencias que se registran en las distintas lenguas románicas (pp. 3480–3483; también el excelente esquema 2), para dedicar los apartados siguientes al estudio de las distintas conjunciones del español, siempre con un esquema de análisis semejante: origen, empleo en los distintos tipos de causales ya mencionados y etapas evolutivas. Así, se comienza con la medieval ca (28.6.), y se sigue con que (28.7.), porque y elementos relacionados (28.8.) y conjunciones de origen temporal (28.9.) como pues, ya que, puesto que y otras, cuya gramaticalización se explica detenidamente (pp. 3537–3579); a esto se suma, además, un apartado (28.10) dedicado íntegramente a como que presenta una organización un tanto diferenciada de la de los puntos anteriores –además del origen, se analiza, por ejemplo, la posición de la subordinada, el uso de tiempos y modos verbales o las locuciones causales derivadas de este elemento–, debido a que este elemento “tiene un origen, unas características y un desarrollo histórico claramente diferenciado del resto de conjunciones causales” (p. 3576). Una vez más, los apartados 28.11. y 28.12. sirven para recopilar los resultados expuestos a lo largo del capítulos y facilitar unas conclusiones generales que tienen que ver tanto con la configuración del sistema de conjunciones (pp. 3595–3596) como con la relación existente entre las distintas conjunciones y el tipo de subordinada causal (p. 3596) y muy especialmente con la periodización (pp. 3596–3597), para la que Manuel Pérez-Sal­da­nya propone tres etapas que –a semejanza de lo que ocurre en otros puntos de la sintaxis– tienen sus transiciones en los siglos xv y ­xviii, algo que, una vez más, favorece la idea de la importancia fundamental de estos dos siglos en la evolución diacrónica del español.


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Por su parte, el capítulo 29 está dedicado a las oraciones finales, y sigue muy de cerca la estructura ya descrita para otros de los que se compone la obra: se comienza, pues, por explicar la noción de finalidad y los diversos procedimientos morfosintácticos con los que el español la expresa (p. 3613),28 para posteriormente explicitar los diferentes objetivos que se persiguen y que se pueden compendiar en “presentar un análisis diacrónico de para como nexo introductor de oraciones finales, mostrando las variables sintácticas, semánticas y pragmáticas que motivaron su consolidación como la conjunción más productiva de la finalidad en español actual” (p. 3616); a esto se suma, además, la descripción de la situación latina y de su evolución diacrónica (29.4.), la descripción –también planteada en otros capítulos– de la relación entre la causa y la finalidad (29.5.) y un detallado análisis del significado de la forma para (29.6.), para la que –en la línea de algunos de los capítulos dedicados a las preposiciones (capítulos 11, 12, 15)–, Rosaura Silva propone un valor básico único, “designar el traslado o la transferencia de una entidad hacia un determinado ámbito que funciona como término”, al que añaden otros contextuales que se organizan en un continuum que se inicia “con los eventos en los que mantiene su sentido primigenio (traslado de una entidad)” y concluye “con las construcciones en las cuales el 28

En concreto, la autora señala cuatro grupos: a) formas cuyo uso casi se ha perdido: por, que, porque; b) formas vigentes actualmente: a; c) formas con muy baja frecuencia desde la antigüedad: con + nominal + de; d) formas que se han difundido y generalizado: para. A este respecto, es de lamentar que, según se señala en la p. 3613, en este capítulo se lleve a cabo únicamente el análisis del último de los procedimientos indicados y no se atienda en conjunto, por tanto, la evolución diacrónica de los cuatro grupos expuestos más arriba.


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sentido de orientación es subjetivo y se privilegia el significado de término o fin” (p. 3633). Posteriormente la autora procede a describir la sintaxis (29.7.), la semántica (29.8.) y la pragmática (29.9.) de las subordinadas de finalidad, para lo cual tiene en cuenta factores múltiples y tan diferentes como, desde el punto de vista sintáctico, la variación pora/para, la incorporación del nexo que, el orden de la oración final y la principal, o el modo y el tiempo verbal, entre otros; desde el punto de vista semántico, el carácter léxico del sujeto, las características semánticas del verbo, el sentido de la final o su polaridad semántica; por último, desde lo pragmático, cuestiones como la intención del verbo de la oración principal, el cumplimiento del propósito o lo que denomina el “condicionamiento textual”, que ofrece resultados de gran interés (pp. 3679–3681). Cierran el trabajo los apartados 29.10 y 29.11., donde una vez más se presentan las principales aportaciones que se extraen del análisis anterior: en ellos, se comienza por hacer hincapié en el mantenimiento fundamentalmente constante de estas estructuras (p. 3682), si bien esta idea general se matiza, partiendo de las dos estructuras fundamentales (para + infinitivo, para que + verbo conjugado), con la exposición no solo de los factores de estabilidad diacrónica (esquema 7), sino también –y muy especialmente– de aquellos que presentan estabilidad en una de las estructuras y modificación en otra (esquema 8) o variación diacrónica en ambas (esquema 9), lo que permite a la autora sostener la tesis de que “para + infinitivo ofrece estabilidad en su comportamiento en un mayor número de variables o factores que para que + verbo conjugado”, y que “en los factores en que hay variación diacrónica lo más frecuente es que el cambio se m ­ anifieste


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tanto con para + infinitivo cuanto con para que + verbo conjugado y que sea más pronunciado con la forma flexiva” (p. 3682). Por otro lado, el capítulo 30 se encarga –con un esquema muy parecido al del 28– de las oraciones concesivas, y en él destaca, en primer lugar, la atención que desde sus mismos inicios29 se concede a lo tipológico, dado que será “en los géneros y tradiciones discursivas más proclives a las prácticas argumentativas donde la estrategia de la concessio se presente con más frecuencia”, de manera que se descubren “más huellas de ese tipo de operaciones en textos legales, morales o dramáticos que en textos de carácter eminentemente descriptivo o expositivo” (p. 3699). Más allá de esta idea –que será retomada en la descripción del corpus y servirá para determinar y justificar las obras que lo componen (30.4.)–, es necesario señalar, como en otras ocasiones, el análisis de un conjunto de cuestiones previas que van a constituir la armazón teórica desde la cual se llevará a cabo el estudio diacrónico de estas estructuras: relación con la causalidad y la anaforidad (30.1.2.), tipos de concesivas (30.1.3.) –en concreto, condicionales concesivas y concesivas propias–, una visión general sobre las conjunciones concesivas (30.1.4.) en la que se hace hincapié en su recurrente renovación a lo largo del tiempo por procesos de gramaticalización (pp. 3705–3707) y, de nuevo, en la importancia de los condicionamientos textuales (p. 3707), o la descripción de las distintas construcciones de significado concesivo (30.1.5.), entre las que se

29  Y

en múltiples apartados a lo largo de todo el estudio; a manera de ejemplo, en las pp. 3734, 3745, 3753–3754, 3774, 3800, etc.


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encuentran las conjunciones especializadas, apenas un mecanismo más de aquellos con los que cuenta la lengua.30 A este primer bagaje teórico es necesario sumar, además, una excelente y minuciosa revisión de la situación que a este respecto se registra en las diferentes lenguas románicas (30.2.), con el completo esquema 1 (pp. 3712–3713),31 y unos datos generales de uso, en el apartado 30.4., que permiten extraer ya unas primeras conclusiones de interés: por un lado, que la Edad Media presenta una importante variedad de elementos para marcar la concesividad y que el empleo de tales elementos permite establecer ya distintas etapas cronológicas (pp. 3719–3721); por otro, que esta situación contrasta claramente con la homogeneidad del periodo moderno y contemporanéo, en los que “aunque es la conjunción hegemónica y en algún caso exclusiva” (p. 3721).

30

Este punto resulta especialmente interesante, por cuanto pone en evidencia la complejidad existente en la lengua para la expresión de un contenido semántico como este; posteriormente, sin embargo, el análisis se centrará en el análisis de las diversas conjunciones que históricamente se han empleado para denotar la concesividad. 31  Cabe mencionar en este punto el alto grado de coincidencia que se registra en las conjunciones que las diversas lenguas emplean para expresar la concesividad, lo que ha determinado que en ocasiones se postule la hipótesis de su origen latinovulgar; en contraste con esta idea, Manuel Pérez-Saldanya y Vicent Salvador defienden que “muchas conjunciones concesivas son propias de registros formales (literatura culta y textos jurídicos, especialmente) y en este ámbito es más fácil que en otros registros la entrada de préstamos y la imitación de construcciones” (p. 3715), lo que no solo vuelve a enfatizar la importancia de lo textual en la evolución concreta de estas construcciones, sino que enlaza con la idea, repetida en múltiples ocasiones a lo largo de la obra (capítulos 2, 8, o 17), de la influencia de las otras variedades románicas en el origen o la imposición de determinados elementos de la morfosintaxis del español.


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Los siguientes apartados se dedican de forma específica al análisis de las diversas conjunciones que expresan el contenido concesivo a lo largo del tiempo, a saber: maguer(a) que (30.5.), comoquiera) que (30.6.), aunque (30.7.), otras conjunciones como pero que, puesto (caso) que, ya que, bien que (30.8.), las locuciones a pesar de y pese a (30.9.), construcciones con participio presente y sin embargo (30.10.), construcciones con las preposiciones con, por y para (30.11.) y por último lo que Manuel Pérez-Saldanya y Vicent Salvador denominan “construcciones concesivas de formación reciente” (30.12.), al estilo de y eso que, así, ni que, encima y otras. En todos los casos el análisis es muy similar, y se centra en los orígenes de estos elementos, sus principales características morfosintácticas y sus etapas evolutivas, señalando así sus periodos de auge y decadencia (o desaparición); esto no implica, por supuesto, que en algunos de los apartados mencionados no se atienda también a cuestiones particulares que arrojan luz acerca de determinadas cuestiones relacionadas con la historia de estos elementos, tales como las especificidades tipológicas y las notas sociolingüísticas que explican la decadencia de maguer (pp. 3735–3736), las dificultades de índole filológica que acompañan a los primeros ejemplos de comoquier que (pp. 3743–3744), la relación entre los usos focales de aun y los orígenes de aunque (pp. 3755–3758), o la constatación de que las construcciones concesivas de formación reciente “responden a patrones semejantes a los que ya se han analizado para otras conjunciones o construcciones de formación más antigua y a los que reaparecen en latín y en diferentes lenguas románicas” (p. 3818), por citar únicamente algunas de ellas.


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A partir de estos análisis previos, los autores ofrecen unas conclusiones generales en los apartados 30.14. y 30. 15., en las cuales comienzan por constatar la renovación de estas conjunciones que se descubre en la historia del español (p. 3823), para ofrecer luego el desarrollo cronológico de las que denominan conjunciones concesivas básicas (maguer que, comoquier que, aunque) a partir de las etapas evolutivas planteadas en los puntos anteriores (p. 3823) y facilitar unas notas acerca del uso y la cronología de los otros elementos (pp. 3823–3824), lo que permite adquirir una visión general de la historia de la expresión conjuncional de la concesión; teniendo presentes estas dos cuestiones, no sorprende que las conclusiones se complementen también con una descripción de las tendencias o patrones recurrentes que se observan en los procesos de gramaticalización de estos elementos (pp. 3824–3825). De este modo, son tres las ideas básicas que, de acuerdo con el excelente estudio desarrollado por Manuel Pérez-Saldanya y Vicent Salvador, es necesario tener en cuenta para un mejor análisis del desarrollo de estas estructuras en español: renovación cíclica de las conjunciones, creación de estas por procesos de gramaticalización y empleo preferente de algunas de ellas en etapas cronológicas específicas, a lo que sin duda hay que sumar el peso de lo textual (p. 3827), que –según se ha dicho ya– se convierte en un cuarto factor fundamental a la hora de comprender más profundamente la evolución diacrónica de la concesividad en este idioma. Es el momento ahora de las oraciones comparativas, tema del capítulo 31 de la obra que tiene por objetivos tanto “señalar las formas básicas de la comparación sintáctica buscando la simplificación y la coherencia dentro de ciertos principios gramaticales funcionalistas” como “analizar


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la evolución de las estructuras comparativas en el español de los siglos xii al xvii” (p. 3843);32 para poder cumplir con tales propósitos, en el apartado 31.3 se comienza por explicitar qué se entiende por comparación (pp. 3844–3845) y por señalar la organización básica de este tipo oracional (p. 3845), cuestiones de interés por cuanto permiten establecer claramente qué estructuras se van a considerar en el análisis y por qué. A partir de aquí, el apartado 31.4. se dedica a las oraciones comparativas intraoracionales, que son definidas sintácticamente por “la presencia de una estructura especial con función unitaria dentro de la oración simple o compleja de la que forma parte” (p. 3846), y cuyas características fundamentales se describen en los subapartados siguientes: más allá de diversas cuestiones teóricas, se analizan las comparativas de diferencia, las correlaciones con que se expresan (más/menos … que/de; mejor/peor/ mayor/menor … que/de) y las “falsas comparativas de diferencia” (31.4.6., 31.4.8., 31.4.9.), y –siguiendo un esquema análogo– las comparativas de semejanza, las distintas correlaciones que se emplean en su expresión y las “falsas comparativas de semejanza” (31.4.11., 31.4.12., 31.4.16), entre otras cuestiones diversas. Como complemento a lo anterior, el apartado 31.5. describe las oraciones comparativas interoracionales, que se definen como “un tipo de expresión correlativa de la comparación, propia, sobre todo, de textos 32

En este punto Antonio Freire se aparta de lo que constituye –con excepciones comprensibles como es el capítulo 23– la norma habitual de la obra, en la que los diversos elementos se analizan en toda su diacronía; es de lamentar que este no sea el caso, y sería interesante que el autor declarara las razones que lo llevan a concluir su análisis precisamente en el siglo xvii, de tanta trascendencia en otros puntos del sistema gramatical del español.


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didáctico-morales o de aquellos otros donde el equilibrio de la forma actúa como garantía de la bondad de lo expresado” (p. 3887) y diacrónicamente se caracterizan por su escasez en los textos; una vez más, se emplea el esquema de análisis descrito en el apartado anterior, de manera que se estudian las correlaciones básicas con que se expresa la categoría (como … así / así … como; cuanto … tanto / tanto … cuanto, etc.; 31.5.1.) y las “falsas comparativas interoracionales” (31.5.2.), así como otros aspectos de menor importancia. Tras el estudio desarrollado hasta el momento, llega el momento de las conclusiones (31.6., 31.7.), donde muy sucintamente –y con una falta de datos porcentuales que es de lamentar– se exponen las principales aportaciones del capítulo, a saber: a) el radical conservadurismo de la estructura comparativa (p. 3894), b) la distribución romance de los derivados de magis y plus (p. 3894), c) el carácter innovador del no expletivo, de uso más libre en la época medieval y clásica que en la actualidad (p. 3894), y d) ciertas modificaciones que se descubren en las distintas correlaciones comparativas, así como sus posibles causas (p. 3895). Queda, pues, como tarea pendiente llevar a cabo la investigación de estos aspectos tanto en las estructuras de significado comparativo que el autor no analiza como muy especialmente en las sincronías –del siglo xvii en adelante– de las que no se ocupa el capítulo; en todo caso, no cabe duda de que, dadas las claves que aporta para futuras aproximaciones, este primer acercamiento se configura ya como una referencia de capital importancia a la hora de enfrentarse a las incógnitas que todavía encierra el desarrollo diacrónico de las estructuras comparativas en español. Por lo que toca al capítulo 32, este se hace cargo de las estructuras condicionales, probablemente uno de los tipos más estudiados en


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la ­diacronía del español (entre otros, Nowikow 1993; Rojo & Montero 1983; Porcar 1993); parecería, por tanto, que su análisis puede no resultar tan interesante como el de otras estructuras menos tratadas en la bibliografía, pero lo cierto es que Rafael Cano consigue proporcionar a su estudio una perspectiva novedosa que aporta informaciones de gran interés para la historia de este tipo oracional. Cabe mencionar, en primer lugar, que en él se consideran exclusivamente las oraciones encabezadas por si y no la totalidad de los medios de introducir la condicionalidad (p. 3909),33 algo que, si bien sigue la norma de los trabajos sobre la condicional ya mencionados, es de lamentar por cuanto impide apreciar el desarrollo histórico de la expresión de tal contenido significativo en español. Partiendo, pues, del hecho de que solo las oraciones con si serán consideradas, parece necesario en primer lugar facilitar una definición y caracterización de tales estructuras, y para eso se cuenta con el apartado 32.2., donde se atiende a dos cuestiones fundamentales: la relación entre los conceptos condición e hipótesis (32.2.1.) y la tipología de estas estructuras (32.2.2.), cuya revisión bibliográfica lleva al autor a concluir que es preciso “replantear la clasificación de las condicionales, así como su definición, sobre otras bases que vengan a complementar, y a matizar en su caso, las tradicionalmente establecidas sobre el único parámetro ‘realidad’ / ‘no realidad’” (p. 3915). A partir de aquí –y tras el apartado 32.5., donde se presenta una muy sucinta descripción de la situación latina y románica (32.5.1., 32.5.2.) 33  De

hecho, las restricciones son incluso mayores, dado que tampoco se analizan los ­enunciados verbales independientes con si y las estructuras introducidas por este elemento pero sin núcleo verbal “solo reciben una consideración marginal” (p. 3909).


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y una descripción de la historia del introductor si (32.5.3.)–, se pasa ya al análisis del corpus, comenzando por la descripción de los tiempos y modos que aparecen en estas estructuras (32.6.), en la línea de los trabajos clásicos sobre el tema ya citados:34 así, el corpus se divide en primer lugar en tres etapas predeterminadas –Edad Media (32.6.1.), Siglos de Oro (32.6.2.) y época contemporánea (32.6.3.)–, y en ellas se estudian las condicionales en indicativo y en subjuntivo, así como las combinaciones verbales que se descubren en las estructuras consideradas, lo que se complementa, además, con un análisis más breve de aquellos ejemplos que presentan la apódosis sin núcleo verbal personal (32.6.4.).35 Junto a este primer acercamiento, el apartado 32.7. presenta una perspectiva de estudio diferente y más original, al dedicarse a los valores y usos de las estructuras condicionales; para ello se abordan cuestiones como los “entornos textuales” de estas oraciones (32.7.1.), donde una vez más se pone de manifiesto la importancia de las distintas tipologías textuales 34

Pero con la novedad de tener en cuenta, indica el autor (p. 3926), otros factores que van más allá de la significación y enlazan con cuestiones de naturaleza textual, discursiva o pragmá­ tica, tal y como se descubre, por ejemplo, en las referencias a las diversas tipologías presentes en el corpus que aparecen, entre otras, en las pp. 3928, 3933 o 3940. 35  Una de las conclusiones a las que el autor parece llegar a partir de esta indagación es la aparente generalización del indicativo en la prótasis condicional a través del tiempo (pp. 3938, 3945; 4079); ahora bien, dado que su análisis ofrece números totales –y no establece, por tanto, subdivisiones de acuerdo con el significado de las distintas estructuras condicionales–, quizá lo que estén demostrando sus porcentajes no sea tanto la extensión del indicativo en estas oraciones, sino simplemente un aumento de las condicionales reales, con prótasis en indicativo (Porcar 1993: 56), que resulta del incremento de los contextos de uso de estas estructuras en las distintas tipologías textuales que componen el corpus.


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para la mejor comprensión de su uso, el “entorno del discurso” (32.7.2.) o los diversos valores –relación objetiva, cortesía, implicación argumentativa, condicionales atenuadoras de enunciación, etc.– que pueden adquirir en este (32.7.3.). Así mismo, el apartado 32.8. se dedica a una cuestión complementaria y describe el orden del periodo condicional tomando en cuenta variables como la forma verbal de la prótasis (32.8.1.) o diversos factores de índole gramatical, semántico y discursivo (32.8.2.); la conclusión que se extrae de este acercamiento es clara: a pesar de la relativa incidencia de estas cuestiones, “el orden prótasis-apódosis es claramente dominante a lo largo de toda la historia del español, sin que las variaciones cuantitativas observadas sean especialmente relevantes ni indiquen una evolución en cualquier sentido” (pp. 4064–4065). Una vez más, el capítulo se cierra con unas conclusiones (32.9.) donde se concentran los principales aportes del capítulo, tanto desde el punto de vista teórico como estrictamente relacionado con la evolución diacrónica de la estructura: entre las primeras, quizá destaque la opinión del autor de que es necesario sustituir las tradicionales clasificaciones de estas oraciones (tripartitas/bipartitas) por otra que opere con criterios diferentes y oponga condicionales del enunciado a condicionales de la enunciación (pp. 4078–4079); entre las segundas, es especialmente reseñable la constatación de hechos como la sustitución paulatina de unas formas verbales por otras –por más que, en este punto concreto, se habría agradecido una cronología de tales sustituciones–, o la ampliación de la presencia de condicionales con determinados valores en los textos (pp. 4079–4080), así como muy especialmente la demostración de que las transformacio-


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nes “tienen también mucho que ver con las tradiciones textuales, con los tipos discursivos, con los ámbitos sociales y de registro, más que con la existencia misma de los hechos en la lenguas general” (pp. 4077–4078), algo que no solo se reitera una y otra vez en los diferentes capítulos de esta obra, sino que además obliga al investigador a tener muy presentes tales factores si lo que pretende es ofrecer una evolución lingüística más completa y, por ende, más realista de la lengua española. Frente a las condicionales, las oraciones consecutivas constituyen una estructura mucho menos analizada en la historia del español, de manera que es de agradecer que el capítulo 33, desarrollado por Claudia ­Parodi, se centre en establecer su diacronía. Al igual que en otras ocasiones, también ahora se comienza por describir los dos tipos oracionales –consecutivas subordinadas e ilativas consecutivas– que engloba esta categoría (33.1.), y se opta por estudiar exclusivamente el primero de ellos (p. 4096), lo que quizá sea de lamentar por cuanto quedan fuera de la exploración histórica elementos tan característicos para la expresión de este contenido como así que, luego o por lo tanto, cuyos procesos de gramaticalización y preferencias de uso habrían sido de gran interés para obtener una visión más completa de los procedimientos que diacrónicamente utiliza la lengua para codificar tal contenido semántico; este primer acercamiento se complementa con el apartado 33.3., en el que se facilitan la definición de las estructuras que se van a analizar –“construcciones correlativas formadas por un operador o cuantificador indefinido, tanto, tan, tal, de tal modo y otros, colocado casi siempre en la oración principal y una oración correlativa adjunta” (p. 4098)–, los d­ iversos


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s­ubtipos ­existentes dentro de ellas (33.3.1.)36 y su caracterización sintáctica a partir de factores como, entre otros, la posición de los constituyentes, los argumentos oracionales afectados por la consecutiva o los distintos cuantificadores empleados en cada uno de los subtipos mencionados (33.3.2.), todo lo cual genera un marco teórico coherente a partir del cual se llevará a cabo su estudio diacrónico. De este modo, tras la revisión de los antecedentes latinos (33.4.) –que se pueden resumir en tres ideas fundamentales: la existencia de algunos de los tipos en latín bajo la forma ut + subjuntivo o indicativo (pp. 4110, 4112), la creación puramente romance de otros de los tipos (p. 4112), y la estabilidad de las consecutivas intensivas a través del tiempo (p. 4112)–, el apartado 33.6. comienza el análisis histórico de estas estructuras, primero de manera general (33.6.1.) y luego analizando de forma específica los diversos subtipos planteados más arriba, a saber, las consecutivas intensivas (33.6.2.), las consecutivas de modo (33.6.3.) y las consecutivas de intensidad-modo (33.6.4.),37 además del 36  En

concreto, consecutivas de intensidad, consecutivas de modo, consecutivas de intensidad-modo, consecutivo-comparativas y consecutivas intensivas (pp. 4096; 4098–4100); tal y como señala la autora, “las diferencias básicas entre estos cinco tipos de consecutivas estriba en la caracterización semántica del cuantificador y su relación con la oración adjunta” (p. 4096). 37  Como se puede apreciar, no se lleva a cabo el análisis de los cinco subtipos que se han mencionado antes, sino simplemente de tres de ellos; el motivo de esta reducción estriba en que son estos tipos oracionales los que concentran la inmensa mayoría de los ejemplos del corpus (p. 4113), mientras que, en palabras de la misma Claudia Parodi (pp. 4113–4114), “las construcciones consecutivo-comparativas y las causales-intensivas se documentan de forma muy esporádica, motivo por el cual las consideramos casos excepcionales y las dejamos fuera del análisis”.


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orden de palabras preferente que todos estos tipos presentan en las diversas etapas cronológicas (33.6.5.). De estos acercamientos es posible destacar una serie de cuestiones que ofrecen ya líneas de trabajo que habrá que tener en cuenta para posteriores trabajos: por ejemplo, la existencia de fenómenos en estas estructuras que se circunscriben exclusivamente a la Edad Media –entre otros, la ausencia del que consecutivo (33.6.2.2.), el empleo de construcciones intensivas partitivas (33.6.2.3.) y la aparición de los cuantificadores atan, atanto y atal (33.6.2.4.)– o la sustitución léxica (guisa > manera > suerte > modo) que diacrónicamente se descubre en el introductor consecutivo de los subtipos de modo y de intensidad-modo (pp. 4138–4139; 4145); no es de extrañar, por tanto, que todas estas cuestiones sean retomadas en las conclusiones (33.7., 33.8.) en las que, más allá de una minuciosa recopilación de las transformaciones menores que se observan en estas estructuras a través del tiempo (pp. 4163–4164), sin duda destaca una afirmación de la autora que sirve para describir históricamente este tipo oracional por lo que constituyen sus dos características fundamentales: “por un lado, la baja frecuencia de uso de dichas construcciones y, por otro, la estabilidad estructural […] desde el siglo xii, en el Cid, hasta nuestros días” (p. 4163). Finalmente, cierra esta última parte el capítulo 34, que está dedicado a las oraciones temporales, entendidas como “uno de los medios de situar el contenido del enunciado en la dimensión temporal” (p. 4171). Esta primera definición permite al autor, Rolf Eberenz, resaltar varios aspectos que se retomarán posteriormente a lo largo del trabajo: en primer lugar, que la relación temporal no la marca exclusivamente el nexo subordinante, sino que este “colabora estrechamente con otras ­expresiones


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t­ emporales, como los tiempos, modos y aspectos de los verbos implicados, sus modos de acción y, opcionalmente, otras expresiones adverbiales de tiempo” (p. 4171); en segundo lugar, que “las expresiones que intervienen en la subordinación temporal son extremadamente variadas tanto por su forma como por su significado”; por último, que “unas relaciones temporales básicas se manifiestan a lo largo de toda la historia de la lengua y permiten dar cuenta del funcionamiento de los distintos nexos” (p. 4172), relaciones que el propio autor enumera –en concreto simultaneidad, anterioridad, posterioridad simple, posterioridad inmediata, ­delimitación inicial, delimitación final, iteración y progresión simultánea (p. 4173)– y que van a constituir los puntos básicos a la hora de estructurar todo el capítulo. Estas primeras decisiones metodológicas se complementan con otras que aparecen en los apartados 34.2. y 34.3., donde no solo se explicitan los objetivos que persigue el trabajo (p. 4174),38 sino que también se señalan (y justifican) los elementos que se estudiarán y los que se obviarán en estas páginas (p. 4175), se describe brevemente el corpus empleado en el estudio (pp. 4175–4176) y –más interesante aún– se discute la categoría morfológica de las heterogéneas expresiones que se emplean para expresar la subordinación temporal (34.3.). 38

En concreto, el autor señala los siguientes puntos de interés para el análisis: a) el origen y los significados de los nexos subordinantes; b) la estructura morfoléxica interna y el grado de gramaticalización de los nexos; c) la función sintáctica de la subordinada en la oración principal; d) la posición de la subordinada; e) la combinatoria de los tiempos verbales de las oraciones principal y subordinada; y f ) la posición de determinadas clases de subordinadas en la arquitectura variacionista de la lengua (p. 4174); por supuesto, no todos ellos se analizarán en profundidad para cada uno de los elementos considerados, pero cabe decir que todos aparecen, de forma más o menos frecuente, en las cien páginas de que se compone el presente capítulo.


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Tras estos preliminares, los apartados 34.5. al 34.12. se dedican a trazar la historia de las relaciones temporales básicas señaladas más arriba y de los principales medios de expresión que se utilizan a lo largo de la historia del español: simultaneidad (cuando, mientras, subordinantes formados con cuantificadores; 34.5.), anterioridad (antes, primero que; 34.6.), posterioridad simple (después, pues que, como; 34.7.) e inmediata (desque, de que, así como, luego que, en cuanto, etc.; 34.8.), delimitación inicial (desde que; 34.9.) y final (hasta que y elementos relacionados; 34.10.), iteración (cada que, cada vez que, siempre que y otros; 34.11.) y progresión simultánea (así como, conforme, según, a medida que ; 34.12.); cabe mencionar a este respecto que en todos los casos se sigue un esquema de análisis bastante semejante, que parte de los diversos nexos subordinantes y se centra en su origen, su empleo cronológico y los tiempos verbales con los que se utilizan, si bien esto no es óbice para que, en los casos necesarios –y muy especialmente con el “subordinante temporal por excelencia” (p. 4182), cuando–, no se atiendan otras cuestiones de interés, tales como las construcciones correlativas y los valores no temporales de este subordinante (34.5.1.3.; 34.5.1.6.), los distintos significados de así como (34.8.4.1., 34.8.4.2.), la ambigüedad semántica de desde que y elementos relacionados (34.9.1.4.), el mantenimiento dialectal de ciertos nexos (a manera de ejemplo, pp. 4205, 4212, 4252 y 4261) o, como en tantas ocasiones a lo largo de toda la obra, el peso de lo textual a la hora de comprender de forma más precisa el empleo histórico de algunas de estas formas (pp. 4199, 4212, 4222, 4237 o 4261, entre otras). Como clausura de todo el capítulo, el apartado 34.13. facilita una diacronía general de estos elementos y unas conclusiones con una serie de


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líneas fundamentales que explican su evolución, lo que permite al lector hacerse con una visión coherente de la historia de los subordinantes de significación temporal y, sobre todo, de las relaciones que establecen entre sí; son, por tanto, numerosas las ideas que Eberenz despliega en estas páginas, y quizá entre ellas destaquen hechos como el origen románico –y no tanto latino– de la mayor parte de estos elementos (p. 4268), su vigencia limitada en el tiempo (p. 4268), las causas que producen su sustitución diacrónica (pp. 4268–4269), la importancia de los tiempos verbales en la interpretación de estas oraciones subordinadas (p. 4270) o las relaciones entre las relaciones temporales y otras, “especialmente las de orden lógico y argumentativo” (p. 4270), que explican en ocasiones la evolución de determinados nexos. Sin embargo, quizá más interesantes aún que las ideas que se extraen del estudio sean todas las sugerencias que estas páginas dejan abiertas para posteriores trabajos, las líneas de estudio que es necesario transitar todavía, y entre las que sin ninguna duda destaca la constatación de que “los resultados de la investigación realizada hasta el momento deberían completarse mediante el estudio de la misma temática en otros géneros textuales así como en las variedades geográficas, sociales y diafásicas de la lengua”, así como que “una cuestión ineludible en este contexto es la de las divergencias entre las normas cultas de América y de la península ibérica” (p. 4270); una llamada de atención, por tanto, acerca de la necesidad de incorporar de forma decidida la dialectología histórica a la diacronía que no se puede obviar, y que sin duda ha de redundar –según se ha señalado ya a lo largo de estas páginas– en un conocimiento mucho más minucioso y más realista de la evolución del español a través del tiempo.


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3. Llegados a este punto, es hora de hacer una valoración general de la obra, lo que en principio puede resultar complicado en un trabajo que presenta la amplitud, la profundidad y la complejidad de esta tercera parte de la Sintaxis histórica de la lengua española; sin embargo, lo cierto es que se hace sencillo seleccionar una serie de puntos generales que se desprenden de la lectura de sus más de 4000 páginas que sin duda constituyen méritos que es necesario tener muy en cuenta: en efecto, cuestiones como la novedad de los temas tratados en ella –recuérdese que muchos de ellos constituyen auténticas cenicientas en los estudios diacrónicos del español– o de las perspectivas de estudio que emplean los diferentes autores, el volumen, realmente excepcional, de nuevos datos que se facilitan acerca de la evolución morfosintáctica de la lengua o la riqueza de sugerencias de análisis para trabajos futuros que los autores despliegan en sus páginas son aspectos que es preciso señalar muy positiviamente, así como –desde otro punto de vista– una organización muy lógica de los contenidos que estructura y facilita la lectura,39 lo inteligente de la selección de los temas que se analizan o el equilibrio que se descubre entre los diversos capítulos como unidades y la coherencia total de la obra como conjunto, características estas cuyo éxito es sin discusión el resultado de la labor indispensable de coordinación y del buen hacer de la directora del proyecto. 39

Que se ve favorecida, además, por la excelente ayuda que suponen las 140 páginas de índices –en concreto, el corpus base en orden cronológico y alfabético, los autores y obras citados, el índice de materias y el índice de contenidos– que se descubren al final (pp. lxxix– ccxxiii) y que facilitan en mucho la consulta de la obra en su totalidad.


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No cabe duda, por tanto, de la capital importancia que tiene en los estudios de morfosintaxis histórica del español una obra como la que se está reseñando en estas –ya excesivas– páginas: tanto por lo que aporta como por lo que simplemente deja entrever, se puede decir sin exagerar que constituye un verdadero hito en la disciplina, así como una obra de referencia y consulta obligada para todos los interesados en la diacronía de esta lengua; ahora solo queda, naturalmente, aprovechar todas sus virtudes para, a partir de ellas, seguir profundizando en una labor tan fascinante –y aún tan necesitada de esfuerzos e investigaciones– como es comprender los procesos de cambio que, a través de los siglos, han dado lugar al sistema lingüístico que empleamos hoy en todo el mundo más de 450 millones de personas. José Luis Ramírez Luengo Univ. Autónoma de Querétaro

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11:35 AM

Cuadernos ISSN: 2007-736X

de Lingüística de El Colegio de México

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JULIO-DICIEMBRE 2016

C uadernos de Lingüística de El Colegio de México

VOLUMEN 3

C E N T RO D E E S T U D I O S LINGÜÍSTICOS Y LITERARIOS EL COLEGIO DE MÉXICO

NÚMERO 2


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