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Alianza intensa en lugar insólito
Lo suyo es la fusión.
Rafael Conde de la Rosa está convencido de que sus dos pasiones –mariachi y sinfónico– pueden convivir con resplandor en el mismo escenario.
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Hasta en la misma canción.
Lo demuestra en su concierto: tras interpretar a los grandes maestros barrocos y clásicos con su trompeta acompañada de piano, entran a la parroquia los músicos del mariachi “Alma ranchera”, en traje de charro de media gala escarlata y negro.
El silencio absoluto revienta, de pronto, con los vozarrones bien armonizados.
Y con el alborozo de los sones jaliscienses que ponen de buenas al más decaído y al más bravo.
Cuando le corresponde interpretar el solo de trompeta, Conde de la Rosa hace su mezcla y ofrece algunas acrobacias, producto de lo mismo que le toma a un gimnasta olímpico alcanzar el podio: entrenamiento físico diario para los músculos no sólo de rostro y aparato respiratorio sin de todo el cuerpo y prác-
Devoci N A San Isidro Labrador
Tocar la imagen y persignarse. Lo que sea de la imagen: el arcángel, el santo patrono de los campesinos, el arco de maíz rojo, dorado y azul. Recibir bendición sobre la tierra y agradecer la cosecha tica, practica y un poco más de práctica.
Brinda “El vuelo del abejorro”, que del puño y pulso de Nicolai Rimsky Korsakov llegó al oído de los radioescuchas estadounidenses de los años 30 y saltó al jazz, al heavy metal y a nadie le es desconocido aunque no se sepa su nombre.
Y, en el mismo solo, regala una muestra de su técnica favorita: la respiración circular que produjo las aclamaciones a
Louis Armstrong, emperador del jazz, y –no podía ser de otra forma– a su mentor-ejemplo Rafael Méndez, el mejor de la Tierra.
El programa fue pensado para hacer lucir también lo más aparatoso y lo más complicado de la música que distingue a México.
Así que Alberto Meléndez Méndez, militante también del Mariachi 2000 de Cutberto Pérez, quien ha prestado su voz al acompañamiento en Europa de Pablo Montero y otros cantantes, interpreta los adornos melódicos de “Granada”, en el arreglo de los charros que comandan Gilberto y Cecilio García. No podía faltar el lucimiento de las trompetas.
Idóneo, “El niño perdido” para que los tres trompetistas de “Alma ranchera” tomen la entrada principal Rafael Conde, el lado de la epístola Luis Guerrero y el lado del evangelio Édgar Ortiz y desde ahí rompan el espacio con los metálicos lamentos del padre que busca al hijo y, a su encuentro, le sobreviene un remate tan inusitado como alegre.