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Un viaje por la historia de apellidos cholultecas

La Secretar A De Cultura Present Como Homenaje P Stumo A Manuel Tlatoa

Textos: Mario Galeana Fotos: M

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Cuando Manuel Tlatoa Guízar era un pequeño, sus compañeros en la primaria de Cholula solían burlarse del apellido de su padre de distintas formas. Le decían “Platoa”, “Platón” y hasta “Tlacuache”.

Por esa razón, comenzó a escribir su nombre completo con un simple “Manuel T. Guízar”, acallando todas las bromas, pero también su historia personal.

Pero fue investigando poco a poco sobre su apellido, para deshilvanar todo el peso ancestral de su significado, y al cabo de un tiempo supo que Manuel, en náhuatl, es “dios con nosotros”; Tlatoa, “el que gobierna con la palabra”; y Guízar, de origen francés, y significa “antiguo”.

De tal forma que su nombre significaba “Dios con nosotros, el que habla la palabra antigua”.

Y eso lo hizo sentir mucho mejor. A partir de entonces, no volvió a abreviar su apellido paterno y comenzó a presentarse como Manuel Tlatoa G.

Este descubrimiento personal fue el punto de arranque para una investigación de 777 páginas en la que el historiador y cronista tiró del hilo de los apellidos náhuatl de las familias de Cholula.

Lo hizo a partir de registros civiles y eclesiásticos, además de manuscritos del siglo XVI en

SITHI NAKHA: AGUA LIMPIA

En Nepal, cuando comienza la temporada de lluvias, recuerdan a Kumar Kartikeya, dios hindú, que les da el líquido siempre que haya fuentes limpias.

donde se discutían asuntos relacionados a la tenencia de tierras. La investigación de nombre: Tlacamecáyotl, la mecatidad de los hombres, donde hace referencia al término náhuatl sobre los nombres y que fue publicada en 2020 y reeditada este año por la Secretaría de Cultura del estado, como un homenaje póstumo a Tlatoa, quien perdió la vida principios de septiembre de 2022.

En el libro, el cronista pudo documentar la historia de aquellos apellidos provenientes de San Pedro, San Andrés y Santa Isabel Cholula, Coronango y de otras regiones cercanas al valle.

Un ejemplo es el apellido Rosete, que, de acuerdo con la investigación, fue usado por familias que antes se apellidaban Petlachi, “el que hace petate”, según el náhuatl. Pero no se trataba del tapete de palma que conocemos, sino que hacía alusión a un trono, a un cargo.

Los Petlachi o Petlacuche eran “hacedores de trono”, pero el investigador considera que aquella referencia se perdió con el tiempo y por eso, con la llegada de la modernidad, las familias prefirieron cambiarse el nombre.

Para Manuel Tlatoa, el registro de estos nombres era una forma de entender las relaciones de poder antes y después de la Conquista de México.

El libro forma parte de la colección editorial “Herencia Cultural” en la entidad.

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