16 minute read

LAZOS ENTRE AUSTRIA Y MÉXICO

Viena, la ciudad para estar

Alejandro Cañedo Priesca

Advertisement

La semana pasada platicaba en este mismo espacio sobre Viena y sus atractivos que la hacen una ciudad para visitar y vivir como ninguna otra.

Considerada uno de los lugares de mayor calidad de vida, cumple con el precepto de que las ciudades más visitadas son aquellas que se anhela no sólo vivir un rato como turistas, sino también observar tiempos, movimientos y formas cotidianas para que por lo menos alguna vez se sienta uno como un local. En este caso, como un vienés.

De las dos cosas que los mexicanos buscamos en Viena, adicional a sus tesoros y patrimonio edificado, uno se encuentra en el Museo de Etnología de Viena el que se dice fue el auténtico “Penacho de Moctezuma” que, después de pasar por varias manos, terminó en este recinto vienés como una de las piezas de la colección más importantes.

El Penacho es un tocado de plumas de quetzal engarzadas en oro, del cual no hay la certeza de que fuera para la cabeza, y que durante el siglo XX generó distintas manifestaciones de ciudadanos en México para recuperarlo.

Mientras ocurren aclaraciones, investigaciones y especulaciones, la pieza es parte de la colección y su exposición genera especial interés de los visitantes europeos en visitar México para saber más de su historia y cultura.

Otro motivo para saber más de las referencias mexicanas en Viena es el lugar en donde reposan los restos de Maximiliano de Habsburgo, emperador de México en los años sesenta del siglo XIX, y que se encuentran en la cripta imperial de Viena o

Dulce Liz Moreno

Las banderas argentinas a media asta hicieron al jueves más gris todavía. Luto nacional en la patria de Quino.

Él solito se apodó Quino para hacerse notar de entre todos los Joaquines de la familia, aunque salvo su padre los demás le quedaron lejos, porque recién nació lo treparon al barco huyendo del horror que venía pisándole los talones a la familia y estallaría en guerra cuando él cumplía los cuatro años.

El optimista todoterreno de humor negro se remangó la camisa y el día que se le partió el negocio a su cliente de publicidad, al principio de los años 60, él, con los pedazos, construyó lo que a falta de hijos se constituyó su heredera universal: Mafalda, la luchadora social que hasta

El penacho, demasiado austero para ser el original.

EFE

Viena, vista aérea de la noche.

La Glorieta en el Jardín de Palacio de Schonbrunn. En Viena, por supuesto.

en la “Cripta de los Capuchinos”, lugar de sepultura para los Habsburgo austriacos, que son los descendientes de los monarcas del sacro imperio romano germánico.

Este lugar, que se puede visitar, se encuentra bajo la Iglesia de los Capuchinos, en donde se halla el sarcófago de Maximiel año 73 hizo que la gente de habla hispana, y luego de otros 29 idiomas, saboreara, reflexionara y ansiara la siguiente tira que publicara el tipo que dejó escuela y futuro trazado con tal de dedicarse a hacer monos. ¿Qué otro Premio Príncipe de Asturias únicamente escribe en mayúsculas?, ¿cuál otro Caballero de orden de República Francesa hace pensar a todo el mundo con los retratos de ninguno que, al mismo tiempo, son espejo de todos?

Entrevistado ya en sus 80, respondió a la pregunta obligada cómo quería que lo recordaran cuando ocurriera esto que ha venido como cubeta de hielos sobre la espalda el miércoles. “Como alguien que quiso hacer pensar a la gente en las cosas que pasan... y a ver si las mejoramos”.

Lo logró. Desde hace 50 años. liano, adornado con símbolos del imperio mexicano, generando entre los visitantes una extraña sensación de confundir el lugar y creer que nunca se viajó a Europa.

Viena es también una ciudad en donde la gastronomía y en especial la repostería hacen la vida más alegre.

Inquieto de siempre, se le fueron cinco años más recientes con poca movilidad y dolores en el cuerpo. Y casi sin luz en los ojos. Yo lo siento como si se hubiera ido un tío querido. Y le enciendo una vela, como para que vea el camino hoy, que ha dejado de iluminarme él.

123RF

Tarta-sacher, un clásico.

Es un lugar incomparable para vivir momentos de remembranza y ver pasar el tiempo desde una mesa de un café disfrutando la “Sachertorte” o “tarta Sacher”, que es un pastel típico de Austria.

Tan de luto, como si Quino fuera un tío

Viajemos juntos.

En San Telmo, las condolencias junto a la escultura de sus hijos. En este código, el video de presentación de su último libro.

Nuestra historia

La ayuda llegó tarde. Porque no había paso, porque se esperaba por mejores condiciones, porque aquí “no llegaba ni Dios”.

FOTO CORTESÍA ULISES RUIZ

Sierras despedazadas

DURANTE 75 HORAS LLOVIÓ COMO NUNCA ANTES. DEL 4 AL 5 DE OCTUBRE DE 1999, LA DEPRESIÓN TROPICAL 11 Y EL FRENTE FRÍO 5 SE ECHARON ENCIMA DEL NORTE DE PUEBLA

TEXTOS: DULCE LIZ MORENO

Murieron 500. En ese número se cerró el registro porque familias enteras con visitantes foráneos y vecinos quedaron sepultadas por toneladas de lodo y las búsquedas se dieron por terminadas cuando ya no hubo esperanza de encontrar gente viva.

La Presidencia de la República llamó “la tragedia de la década” a este horror que azotó a Puebla los primeros días de octubre con lluvias, luego, con hambruna increíble por incomunicación, porque no había caminos para llegar a comunidades abandonadas y las tormentas y la neblina cerraba el paso en el cielo a las aeronaves.

La adversidad desafió al Ejército; sus hombres más aguerridos sucumbieron al frío extremo y las caminatas de 15 horas para llegar al pueblo siguiente, haciendo equilibrio en pedazos de tierra que apenas resistían peso encima.

La colonia La Aurora (Teziutlán) y los pueblos indígenas Mixum (Pantepec) y Atotoyocan (Mazatepec) fueron sepultados por cerros desgajados.

En las próximas páginas, unas pinceladas de memoria en homenaje a quienes sobrevivieron.

Esta es la crónica de aquel día en que se supo cómo un pueblo entero perdió todo bajo un cerro desmoronado Bajo el lodo quedó Mixum

ULISES RUIZ

DESAPARECIDO DEL MAPA

Así se veía: ninguna casa. Por el nivel donde quedó el letrero de la tienda, se puede calcular cómo quedó lo demás. El pueblo completo quedó sin una sola vivienda en pie

ARTURO LUNA SILVA

La voz del presidente municipal de Pantepec suena desesperada. Confusa y caótica. Como la tragedia que vive una de las comunidades del municipio que gobierna: Mixum, el pueblo indígena que prácticamente desapareció del mapa luego que un alud sepultó una escuela habilitada como albergue –con al menos 40 personas dentro– y cerca de 300 casas.

Y no hay quien consuele el dolor.

El mismo que ni evade ni trata de ocultar.

Es larga la pausa, su pausa, antes de calcular hasta en 70 las personas que hallaron, según él, la muerte bajo el lodo de la sierra.

“¡Y (entre ellos) muchos niños, muchos niños...!, dice, y el teléfono transmite vivamente la forma en que se quiebra su voz. “Chiquitos, inocentes... todos...” —¿Y habrá todavía más muertos? —Se le pregunta antes de que corte por vez primera la comunicación, pues en esos momentos de urgencia lo menos que quiere es hablar con periodistas.

Y el alcalde de Pantepec, Ismael Pérez Cruz, lo dice en una sola frase compuesta: —Sí, más, muchos más... ¡¿qué no ve que Mixum fue abandonado por Dios?!

Es indescriptible. Sobre todo si no se ve con los propios ojos. Si no se constata en persona tanto dolor.

Sólo las palabras y el teléfono logran ayudar a entender, a distancia, algo de lo que ocurre en Mixum, población ubicada a una hora y media de camino a pie de la cabecera, hasta ayer incomunicada por completo y enclavada en la parte más profunda de la sierra. La Norte.

Cuenta, llorosa, a trompicones, rotundamente asustada, la secretaria del alcalde, Lucero Téllez:

“Ay, señor, fue el miércoles, a eso de las tres de la tarde. Luego que dejó de llover. Pensamos que nos íbamos a ir en blanco, pero un cerro se reblandeció y una parte se vino para abajo. Las casitas desaparecieron. También la escuela. Todo, todo lo cubrió el lodo. Yo lo vi con mis propios ojos. A un señor le pregunté: ‘oiga, ¿y donde estaba el pueblo?’ Y el me señaló y me dijo: ‘Pos allí’. Pero ya no había nada. Sólo una manchota de lodo y más lodo, lodo por todas partes...” —¿Y ya les llegó la ayuda? —Ninguna, ninguna… —¿Ni los soldados? —No esos, esos menos... —contesta el alcalde Ismael Pérez.

Luego, apurado porque todavía no halla el modo de llegar a Mixum, cuelga por segunda ocasión.

No hay forma fácil de llegar por tierra a Mixum. Todos los caminos están bloqueados por los deslaves, los cerros volcados a mitad de las brechas y el derrumbe de árboles expulsados desde la raíz.

Tampoco hay forma de comunicación: ni teléfono, ni radio, ni nada. Sólo Pantepec –la cabecera– sirve como la única fuente de información.

Y es allá donde tienen la esperanza de que por vía aérea llegue la ayuda que tanta falta hace en Mixum.

La situación es desesperada. Al límite.

Y por el momento, solo algunos campesinos de Pantepec han logrado llegar en burro e iniciar, con sus propias manos, la búsqueda de cadáveres en Mixum.

Algunos de estos se están apestando. Están en la intemperie. Medio cubiertos con bolsas de plástico. Completamente solos. Bajo la lluvia que anoche volvió a caer sobre el pueblo en desgracia.

El regidor Joel Soto asegura que lo peor ocurrió en la escuela de Mixum, habilitada desde el martes como albergue luego que el río Pantepec se desbordó, inundando las casas de cartón y lámina. “Ahí estaban entre 30 y 40 personas, entre ellas 20 o 22 niños, además de dos maestros. El cerro se cayó y el lodo tapó la escuela. Las personas quedaron atrapadas. Ninguno logró salvarse. Ninguno quedó con vida”. —Pues sí, señor, como ya le dije: estamos solos y desesperados. Nadie ha enviado ayuda, y no sabemos cómo hacerle. Nos dicen que ya vienen, que ya vienen, pero son mentiras... ¿Le puedo decir una cosa?...” —Sí, cómo no, presidente… —Por favor, avise al gobernador y al Ejército que aquí estuvo muy duro.

En helicóptero, Héctor Romero Vargas, subsecretario “B” de Gobernación, llegó anoche a Pantepec. Y no precisamente para llevar apoyo. Fue, reveló a última hora el edil Ismael Pérez, para transmitirle una orden:

“Prohibido dar información a la prensa”. —¿Eso le dijo? —Sí, así me dijo. —¿Y por qué? —Creo que allá en el gobierno no quieren que se sepa cuánta muerte hubo, ¿no?

La Aurora, en Teziutlán, fue el asentamiento con más afectaciones aquella semana de horror. El tamaño de la tragedia

ULISES RUIZ

DULCE LIZ MORENO

Como si un tigre gigantesco hubiera echado el zarpazo, el mapa de Puebla quedó devastado en la región norte. Empezó a llover el 1 de octubre, el 4 y el 5 arreció como nunca y hubo tregua el día 11, demasiado tarde para 500 personas. Medio millar que encontró la muerte bajo toneladas de barro. Su propia tierra encima.

A las sierras Norte y Nororiental, las lluvias les reblandecen el terreno desde siempre. Y porque son eso, sierras, el montón de cerros se desgaja si carece de “redes”: siembras y bosques. En 1955, el huracán Janet le partió el rostro desde el 29 de septiembre entrando por Tlatlauquitepec, se fue para Xicotepec y luego Huauchinango, Tetela, Teziutlán y Zacapoaxtla.

Pero no se aprendió la lección. Y continuó la deforestación y el cambio de uso de suelo y el asentamiento de viviendas en donde no deberían estar.

Y cayó un diluvio.

La noche del 4 de octubre murió la mayoría en la Sierra Nororiental. En la Norte, fue el día 5; y a muchos les dio tiempo de correr a un refugio.

El horror llegó cuando los montes cayeron encima de esos albergues.

Hubo 215 sitios improvisados para cobijar gente, pero 39 mil 254 requirieron techo durante casi un mes porque el agua les quitó todo. Uno de cada cuatro caminos quedó destrozado, inservible. Se marcaron 17 puntos críticos: los que tenían más de un kilómetro de barranco y ninguna forma de cruzarlo. Dos mil personas no comieron nada durante una semana.

¿Has pasado una semana sin comer?

Los habitantes de Ometepec, en Aquixtla, sí. Desde el 4 de octubre, cuando la lluvia les inundó el pueblo, se quedaron vecinos y amigos juntos en las viviendas de la parte más alta del pueblo.

Apretujados, entre todos pudieron cenar lo que hubo esa noche.

Y al otro día, algo quedaba en los traspatios y los alrededores, pero la tormenta arreció todavía más que el día anterior y no dejó salir a nadie.

El miércoles 6, no estaban enterados de nada, salvo que todas las familias habían perdido sus viviendas, ganado y cuanto había en el pueblo estaba debajo de toneladas grises, rojas y cafés congeladas.

El jueves comenzaron a padecer porque no hubo forma de comer nada sólido y tampoco tenían agua limpia.

Como pudieron, lavaron todos los enseres y recogieron la lluvia.

Filtraron y bebieron.

Los niños primero.

Cadena humana para desenterrar viviendas y encontrar algo de comer fue la consigna de unos, caminar hacia los pueblos de alrededor, la de otros.

Una semana después, sólo había comunicación por teléfono, pero no había electricidad y por lo menos 30 estaban enfermos. El agua no era suficientemente desmugrada.

El presidente, entonces Ernesto Zedillo, había ido tres veces a visitar a damnificados. Pero de Ometepec, nadie se acordó.

INCOMUNICACIÓN TOTAL

Ni el número de víctimas podía saberse, con la destrucción de carreteras. El martes 5 de octubre los camions estaban despedazados

DESOLACIÓN Y PÉRDIDAS GRAVES

Esto es Cuetzalan. El beneficio de café está al fondo, junto a la mancha café, que es el agua

AGUSTÍN LÓPEZ

UNA SEMANA A PIE, EN RECORRIDOS DE HASTA 15 HORAS

Así conseguían comida las mujeres más arrojadas: con mochila a la espalda y bultos en las manos y a campo traviesa, entre los pedazos de viviendas en los barrancos, unos 20 metros abajo del nivel donde estuvieron las carreteras

LUTO MULTIPLICADO

A los días de intensa lluvia siguieron otros más de enfermedad y el duelo no acabará nunca. Familias completas desaparecieron

TEZIUTLÁN

Fue rebasada la capacidad de morgue, panteón y en los templos y capillas, habilitadas como albergues, los refugiados se unían al duelo colectivo

RODOLFO PÉREZ

ENCONTRADOS

Todos los vecinos que pudieron se volcaron en la búsqueda. Al hallar un cadáver, al menos la familia se aliviaba de la incertidumbre. Faenas de madrugada

Vivir entre cerros, morirse de frío

Para decenas de comunidades, la ayuda que llegó tarde o nunca apareció, la muerte de los suyos sobrevino por frío.

El barro congelado, los vientos de la tormenta tropical, la temperatura bajo 0 del frente frío, todo se conjugó para mal.

Ayotoxco vio caer en pedazos el puente Buena Vista de 122 metros de largo. Tlaola no tuvo electricidad 15 días y la búsqueda de personas bajo escombros era imposible en oscuridad o con la neblina encegueciendo a las familias o el frío paralizándoles brazos y piernas.

Chiconcuautla se quedó incomunicada sin sus puentes y caminos San Lorenzo, Taltaxco, Axocopatla y El Rama. No llegaron manos de auxilio a las comunidades donde a falta de palas se cavaba con tepalcates, ollas y botes de manteca.

En Huehueimilco (Teziutlán), la búsqueda dio fin cuando se habían hallado 21 cadáveres debajo de ocho casas destruidas por un alud de lodo.

Y no hubo modo de encontrar más de dos cuerpos en un río de Hueytamalco.

LA AURORA, EL SITIO DEVASTADO

Fueron por lo menos cien personas. Perdieron la vida porque unos se refugiaron en la escuela donde cayó, justo, un aluvión, otros no pudieron salir de las viviendas cuando esa misma bola de lodo los llevó. Parte de un panteón fue llevada cuesta abajo

ULISES RUIZ

EN LA DESESPERACIÓN, LUCES DE INGENIO

En estos parajes de la Sierra Nororiental, rincones de Tlatlauquitepec, los vecinos tuvieron una idea brillante: usaron perros callejeros para rastrear vivos o muertos debajo de las viviendas derrumbadas por toneladas de lodo e inundadas por la lluvia que no dejaba de azotar

AHÍ ESTABA EL PUEBLO, SEÑOR GOBERNADOR

Melquiades Morales, de azul, escuchó a la gente que le señalaba el sitio exacto donde estuvo Atotoyocan, en Mazatepec

RODOLFO PÉREZ

ULISES RUIZ

A pocos metros, el abismo

¡AQUÍ DEBAJO ESTÁ MI FAMILIA!

Los militares llegaron a puntos como Teziutlán y Tlatlauquitepec y las jornadas se extendieron para rastrear a gente sepultada viva

Pueblos olvidados, enfermos y sin alimento

ULISES RUIZ

Puede ser que Hueytepec, comunidad de Tlatlauquitepec, sea el peor de los casos de enfermos que no recibieron ayuda.

Unos 60 estaban heridos. Se les vino abajo la vivienda y sus parientes y vecinos habían hecho torniquetes, vendajes y entablillados lo mejor que pudieron. Pero si ni médico había, menos antibióticos.

Más o menos 400 personas necesitaban comida. El día entero lo pasaban bajo la lluvia, entre rafagones de viento, buscando familiares debajo de los escombros y, luego, algo que pudieran comer. Pero no encontraban nada.

Llegó el 14 de octubre, 10 días después del aluvión, el mismísimo presidente. Era entonces Ernesto Zedillo. Y los reclamos fueron su recepción.

Habían llegado helicópteros, pero sólo se llevaron a 30 de los más enfermos.

Ir a Tlatlauqui costaba ocho horas a pie. Y, al llegar a los centros de reparto de comida, los enviados tenían que dar credencial de elector, referencias, cartas que les hubiera hecho el juez de paz... Y la panza, vacía.

RODOLFO PÉREZ RODOLFO PÉREZ

CAMINOS ROTOS

Esta imagen se repitió por lo menos 47 veces en la carretera interserrana, aunque los “puntos críticos” eran 17. Hubo que caminar en fila india, con bultos en la espalda de 40-50 kilos y durante seis, ocho, diez y hasta 16 horas de marcha continua para llevar víveres a gente que llevaba días sin comer porque a pocos metros de donde se juntaban las familias estaban abiertos los acantilados, como fauces de fiera reclamando alimento. En la presa de Valsequillo, se desfogaba el exceso de agua

RODOLFO PÉREZ Y ULISES RUIZ

RODOLFO PÉREZ

This article is from: