Revista Cromos 4808

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DE VISITA

CASI TREINTA AÑOS después del accidente que lo dejó paralítico, Jairo Clopatofsky –exsenador de la República, director de Coldeportes–, practica más deportes de los que hacía por aquellos días: se levanta religiosamente a las 4 y 30 de la mañana a hacer abdominales y luego va al gimnasio; juega tenis los fines de semana en su finca de Chía (desde que empezó a competir en la silla de ruedas ha sido subcampeón nacional); monta karts con su pequeño hijo Mario; navega en velero cuando va a Cartagena y bucea junto a su esposa, María del Rosario Marín, gracias a un pequeño submarino de motor que lo impulsa bajo el agua. Eso sin contar con sus infaltables paseos en cuatrimoto, y los partidos de tenis de mesa o ajedrez que suele jugar con su hijo, quien le heredó la pasión por el deporte. “Lo que pasa es que las barreras las hace uno mismo –cuenta al referirse a su parálisis–. Todo está en la cabeza”. Y en eso Clopatofsky ha sido inflexible: desde que sufrió el accidente de carro que le produjo una lesión irreversible en la columna, hace 29 años, se ha dado a la tarea de no dejarse derrumbar. “A Jairo no hay barrera que lo frene –cuenta su esposa Rosario–. Todo lo que se propone lo logra. Tanto que después del accidente manejaba un Renault 4 con un palo porque todavía no existían los mecanismos para adaptarlo”. El deporte es la tabla de salvación a la que Clopatofsky se ha aferrado para no dejarse ahogar; una pasión que, además de darle disciplina, lo ha ayudado a mantener la mente ocupada y convencerse de que la vida continúa. “Es que a través del deporte uno evita los vicios, las malas

CON SU HIJO Mario, Jairo monta en karts, juega ajedrez, y practica tenis.

compañías. Yo estoy convencido de que la paz de Colombia se puede lograr por esa vía”, dice como preámbulo para enumerar, una a una, las políticas que está generando desde Coldeportes con el fin de afianzar el deporte en el país. Parece inevitable que hable del tema pese a que desde el principio sabía que su trabajo no iba a entrar en la charla. Aun así, Clopatofsky lo hace: cuenta los logros de su gestión, se echa flores, critica con vehemencia a algunos periodistas. Pero más allá de la política, lo cierto es que el deporte ha ocupado una parte importante de su existencia, incluso antes del accidente: “La pasión por navegar viene de mi padre, que fue navegante, y de haber estudiado en la Escuela de Cadetes. A los 9 años ya era campeón de mi categoría y a los 13 comencé a jugar tenis”, dice. Luego vendría el accidente y luego –otra vez y con más fuerza– el deporte como método infalible para seguir viviendo.

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EL PRESIDENTE SANTOS LE DESPERTÓ LA CURIOSIDAD POR NELSON MANDELA, EL EXPRESIDENTE AFRICANO, Y YA HA LEÍDO TRES LIBROS AL RESPECTO 60 t CROMOS

Es difícil no recordar ese día, y mucho menos evitar el tema; después de todo, la vida de Jairo Clopatofsky cambió desde aquel momento. Fue en 1982. Clopatofsky hacía con sus amigos un asado a la orilla de un río cerca a Pacho, Cundinamarca. Hacia el final de la tarde decidieron regresar a Bogotá y él se montó en su carro junto a tres compañeros. De repente, en una curva, se


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