Cripy # 22

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Eructorial

por Lubrio

Último día del año, última Cripy del año... últimos minutos de la Humanidad en la Tierra. Un momento... ¿se canceló?¡Avisen con tiempo! Quedate tranquilo y no entres en pánico, nos acaban de avisar que el apocalipsis zombie se portegó para más adelante. Así que sólo nos quedamos con lo de “último día del año, última Cripy del año”. Un número de cierre que te va a acompañar los meses de vacaciones. Nosotros también nos tomamos un merecido (creo) descanso y no vamos a armar una nueva Cripy hasta marzo/abril del año entrante. Te recomiendo entonces leerla con cautela. Con el final de Oveja Negra y sin saber si los Cruz regresarán para nuevas aventuras, todo un misterio cae sobre esa familia... nos gusta generar expectativas. Planificando nuevas historietas, con dibujantes que se incorporan a la revista y con los que ya están con nosotros desde hace tiempo. En el 2015 Cripy inicia su tercer año de aparición en la web y esperamos poder asus

La mirada/ Albornoz

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tarte por mucho tiempo más.¡Nos encanta hacerlo! Mi globo aerostático hacia Oz sale en una horas, nos vemos en unos meses. ¡Felices vacaciones! Dibuja mucho para mandarnos tus monstruos. ¡Te vamos a extrañar!

Lectores: llegaron tarde al concierto de eructos, ahora les resta disfrutar de la competencia de baile... ¡Gracias Jean Franco!


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TOPATI

por Brian Janchez


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OVEJA NEGRA LA OVEJA REBELDE Dibujos: El Gory Gui贸n: Lubrio

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Nada

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PÁGINAS MACABRAS


Desde que había salido de su casa, con la bolsita con cohetes en una mano y el encendedor en la otra, Lucas no podía dejar de pensar en la discusión que había tenido con su mejor amigo, Ariel. Hacía dos semanas que no se hablaban, Lucas no sería el primero en pedir disculpas. Por lo visto, Ariel tampoco lo haría. Era víspera de Año Nuevo, tenían por costumbre juntarse después de cenar en la casa de alguno de los dos. Esta vez, Lucas pasó frente a la puerta de su amigo y siguió su camino. Casi, casi tocaba el timbre, pero su orgullo ganó la partida y no lo hizo. Llegó a la cuadra de “la nada”. Así la llamaba Lucas. En medio de la calle una casona abandonada de dos pisos, decían que algo trágico había sucedido allí y desde entonces estaba maldita. Los vidrios de las ventanas de planta baja estaban rotos, no así los del primer piso. El yuyal había crecido enredándose cual telaraña en los barrotes de las ventanas y en el resto de la fachada. Los vecinos de a poco se fueron mudando, nadie quería estar demasiado cerca. Frente a la casa, una plaza descuidada con juegos rotos y despintados. El ruido de los festejos de Noche Vieja apenas se escuchaba. En esa calle no había nada más que silencio y quietud. Lucas no tenía miedo, iba allí para estar tranquilo. Además podría prender sus cohetes sin que nadie lo retara por hacerlo. Su familia estaba ocupada comiendo turrones y brindando. -¿Te vas a la casa de Ariel? – había preguntado la madre al verlo salir. Él le contestó afirmativamente, no tenía ganas de andar explicando que ya no eran amigos, y todo por una estupidez. Si Ariel no le pedía disculpas y reconocía que había estado mal no iba a seguir lamentándose, se buscaría amigos nuevos. Sacó uno de sus cohetes de la bolsa y lo encendió. No se había percatado que en los escalones de la entrada de la casa había una sombra. Ante el estruendo la sombra pegó un salto e inmediatamente se colocó delante de Lucas. Era una chica alta y delgada, joven pero imposible determinar su edad. Iba vestida de negro, el cabello corto apenas por debajo de las orejas, el flequillo tan pequeño que dejaba al descubierto sus cejas y gran parte de su frente. Su piel era tan pálida como la luz de la luna. Se inclinó para acercarse a Lucas, él pudo ver el piercing de su nariz y sus labios rojizos…aunque no llevaba maquillaje. La chica le quitó la bolsa con los cohetes y los arrojó tan lejos que Lucas los perdió de vista. -Primero: te podés volar un dedo o quedar sin un ojo con eso. ¿Nadie te lo dijo? Segundo: ese ruido es terriblemente molesto, más aún para los que tenemos una audición superior – dijo la chica con énfasis – Mmm, pensándolo mejor… no me importa que te vueles la mano entera. Así que primero y único: ¡no contamines con ese ruido espantoso! Lucas se quedó sin palabras. Si hubiera sido un nene como él se hubiera defendido, pero era una chica demasiado linda, y por lo lejos que había arrojado la bolsa, también demasiado fuerte. Le había quitado el encendedor

sin que lo notara, se lo pasaba de una mano a otra; luego lo arrojaba hacia arriba y lo volvía a agarrar. -Y si tanto te preocupa lo de tu amigo, guardáte el orgullo en el bolsillo y andá a pedirles disculpas – dijo la chica -¿Cómo supiste eso? – preguntó Lucas asombrado. - Te dije que tengo una audición privilegiada. Me llamo Sol… Lucas estaba seguro que lo había pensado, no dicho en voz baja… bueno, quizás sí lo había susurrado. A veces hablaba solo sin darse cuenta. -Soy Lucas – se presentó el chico – En esta casa no hay nadie desde antes que mi mamá naciera. ¿Qué estás haciendo acá? -Lo que hago es asunto mío – Sol observó la casa y su mirada se ensombreció. Tantos años habían pasado desde que ella estuvo allí. La casa en esa época estaba llena de vida. Los rosales se destacaban por su belleza, en especial uno. “Mi rosal”, pensó. Y su alma fría y añeja se contrajo de dolor. De aquellos rosales sólo quedaba su recuerdo. De la vida en aquella casa… no quedaba nada. -Tengo una oferta para vos – le dijo Sol a Lucas – Si entrás a la casa por mí y me contás lo que ves, te pago todo este dinero. Yo no puedo entrar, revocaron mi invitación. Del bolsillo del pantalón sacó un abultado fajo de billetes, bastante dinero para un chico de doce años. Ahora entendía todo. Por eso la chica iba vestida así y se comportaba de esa manera. Era una de esas góticas que se creían vampiros, el “revocaron” mi invitación se lo había aclarado. Hasta tenía de esos colmillos falsos. Lucas se sonrió al darse cuenta. -¿Se supone que sos un vampiro que se llama Sol? – dijo Lucas burlón e incrédulo. -Cuando nací mis padres no tuvieron en cuenta que algún día sería vampiro. ¿Qué tontos, no? – contestó Sol irritada – ¿Qué pasa? ¿No me creés? Lucas negó con la cabeza. Podía no tener muchos años de edad, pero no lo tomaría por estúpido. Los vampiros no existían. -Pueden creer en un viejo que reparte juguetes en un trineo con renos que vuelan…pero no creen en otros seres sobrenaturales. A veces olvido lo limitados de mente que son los humanos… ¿Aceptás la oferta o no? Él no tenía miedo a entrar por más que contaran historias acerca de la casa. Decían que se escuchaban gritos, golpes y se veían sombras moverse en el interior. También le habían contado, que en una oportunidad, habían visto aparecer como por arte de magia un rosal con flores blancas en el jardín de la casa. No había ningún rosal. Ni flores. Sólo pasto crecido y ramas muertas. Por eso, la gente que vivía en lo alrededores se había marchado, y nadie había vuelto a ocupar esas viviendas. Sería dinero fácil. “Demasiado fácil”, pensó Lucas. Quizás no le pagaba antes, y cuando él salía la chica no estaba más. O el dinero no era de verdad y se trataba de una broma.

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Hacerlo o no hacerlo. Una sencilla decisión, pero Lucas no podía evitar complicar las cosas. - Pasaron tantos años que los dueños ya habrán muerto, la prohibición para entrar ya no debe ser válida – dijo Lucas muy seguro de su argumento – Así es en las películas… La vampira estaba perdiendo la poca paciencia que tenía. Contó hasta diez antes de cansarse del todo y usar a Lucas de cena de fin de año. - Las películas suelen ser muy realistas… claro – contestó Sol con ironía – Ya que no me crees que soy vampiro te lo voy a demostrar. Si estoy mintiendo, te vas a tu casa con el dinero sin tener que hacer nada. Si digo la verdad, entrás a la casa… gratis. La puerta trasera estaba sin cerrar. Sol ya lo había corroborado con anterioridad. Lucas pasó el brazo a través de la abertura, no había ningún truco. La chica tomó carrera y se lanzó, cuando llegó a la puerta abierta chocó contra una pared inexistente y salió despedida hacia atrás, cayendo bruscamente al suelo. Lucas no pudo evitar reír al verla allí despatarrada. Pronto sus carcajadas se detuvieron, no había motivos para reír, sino para preocuparse. Había estado todo ese tiempo burlándose y provocando a un vampiro de verdad, estaba en grave peligro. Sol se puso de pie, esbozó una sonrisa que dejaba al descubierto sus pequeños pero afilados colmillos. Le señaló la puerta a Lucas, tenía un trabajo que cumplir. Entrar a la casa supuestamente embrujada, y además, gratis. No podía ser más tonto. ¿Por qué siempre complicaba las cosas? Además no sabía si la vampira lo dejaría vivir al salir de allí. Sol le devolvió el encendedor, le iba a hacer falta. La casa estaba a oscuras y silenciosa. En el living aún había algunos muebles tapados con sábanas roídas, por la ventana rota una de las enredaderas se había abierto paso y subía por la pared hasta enroscarse en las luces del techo. Allí no había nada. Subió las escaleras que rechinaban bajo sus pies. Llegó al primer piso, cuatro puertas cerradas delante de él. Ahora sí tenía miedo. Si los vampiros existían también las casas malditas. “Tendría que estar en casa de Ariel y no acá”, pensó Lucas. ¿Y si salía de la casa en ese momento? Le diría la vampira que no había visto nada, no estaría mintiendo. De seguro le leería el pensamiento, y después lo mataría. Juntó coraje, y abrió una de las puertas. Por la decoración era la habitación de una mujer. El encendedor se había recalentado y le quemaba la mano. Lo apagó unos segundos. Lo volvió a encender. Frente a él una chica lo observaba, en el largo cabello tenía flores enredadas, a Lucas le pareció que eran rosas aunque él no sabía mucho de flores. Podía verle los pies descalzos flotando sobre el suelo porque llevaba un vestido hasta las rodillas. Sus ojos eran demasiado grandes para su cara pequeña. Se veía muy bonita para ser malvada… -Perdón por interrumpir, ya me iba… - le dijo Lucas a la fantasma que lo miraba en silencio. Cuando el chico retrocedió para salir de la habitación, porque ni loco le daría la espalda, el rostro de la

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fantasma cambió. Sus ojos se volvieron negros, sus labios partidos dejaron al descubierto unos dientes putrefactos, las flores de su cabello se llenaron de gusanos… Se abalanzó sobre Lucas, le tomó la cabeza entre sus manos muertas. Lucas quiso gritar y no pudo, sentía un frío helado en sus sienes que de a poco le invadían todo el cuerpo. La fantasma sopló la llama del encendedor y se quedaron a oscuras. Uno de los gusanos rodó sobre la mejilla de Lucas, fue lo último que sintió antes de caer en trance. La fantasma llenó de imágenes la cabeza de Lucas, extractos de su vida junto a Sol. Uno a uno desfilaron los recuerdos, y Lucas los presenció como si estuviera dentro de una película. Vio a la fantasma viva, con su largo cabello rojizo, jugando con Sol en esa misma habitación. Ambas eran niñas, y desde pequeñas eran las mejores amigas. Ya adolescentes se pasaban horas hablando y riendo cuando volvían de la escuela. En aquella casa querían a Sol como si fuera parte de la familia, ella se la pasaba más tiempo allí que en su propio hogar. Cuando terminaron la secundaria, Sol no siguió la universidad y su amiga sí. Aún continuaban igual de unidas, pero tenían diferentes grupos con los cuales también compartían su día. Lucas vio la noche que Sol llegó convertida en vampiro, asustada y confundida. Entró por la ventana de la habitación llorando; “soy un monstruo”, le dijo a su amiga. “Sos mi Sol, mi amiga… nunca serás un monstruo para mi, todo está bien”, le contestó, abrazándola durante horas. Las rosas rojas que tanto amaba Sol se veían negras en la noche, su amiga plantó un rosal blanco para que ella pudiera disfrutarlo. Sol comenzó a cambiar. Su forma de vestir, de expresarse. Ya no era humana, y estar un paso más arriba en la cadena alimenticia se hacía notorio. La seguían queriendo como una más de la familia, pero estaban preocupados por las malas compañías que estaban afectando su carácter. “Tengo que adaptarme o me destruyen. ¡Es un nuevo mundo en el que vivo ahora!” explicó Sol en su defensa, “sigo siendo la misma, ¿no lo ves?”. Lo que más le dolía era que su amiga no pudiera verlo, seguía siendo ella… la que tanto la quería. Su amiga tomó cierta distancia. Se seguían viendo cuando no estaba ocupada estudiando, que solía ser la mayor parte del tiempo. Planearon irse juntas una vez que las clases en la universidad terminaran. Sol se alejaría del grupo de vampiros con el que compartía nido (como llaman los vampiros a sus hogares), todo estaría bien de nuevo. Sólo ellas dos, como antes. Cuando la vampira pasó a buscar a su amiga esa noche la notó distante. “No puedo ir, dejémoslo para más adelante”, le dijo. Sol sabía que estaba ocultando algo, pero le había hecho la promesa de que jamás leería sus pensamientos. -¿Por qué me mentís? – preguntó Sol, la promesa se rompía en ese momento. -¡Juraste no meterte en mi cabeza! ¡No lo hagas! Ya era demasiado tarde. Nunca había pensado marcharse con Sol. El último año había estado saliendo con un compañero de la universidad, iba a irse con él esas


vacaciones. Seguía teniéndole cariño a Sol, aunque no era lo mismo. Ella era humana, su vida continuaba y Sol… bueno, era un monstruo. Ambas habían cambiado. -¿Así que pensás que soy un monstruo? – dijo Sol llena de furia y tristeza – ¡Ahora vas a ver lo que es ser un monstruo de verdad! Lucas sabía que no estaba allí realmente, que sólo veía los recuerdos que la fantasma le transmitía. Sin embargo, quiso detener a Sol cuando pasó corriendo escaleras abajo. Se imaginaba lo que haría y sintió lástima por ella, sintió lastima por ambas. En cuestión de minutos, Sol destruyó la familia de su amiga… aquellos que tanto amor le habían dado desde pequeña y que la habían aceptado cuando nadie más lo hubiera hecho. Su amiga gritaba, le pedía que parara… pero Sol no podía detenerse. El monstruo que vivía en su interior se había liberado. Tocaron a la puerta. La amiga corrió para impedir que Sol abriera. La vampira la apartó de un empujón que la hizo rodar por el suelo. Parado en el umbral estaba el chico con el que había estado saliendo su ex mejor amiga, de un manotazo lo obligó a entrar y también lo devoró. Como pudo la chica de cabellos largos y rojizos se incorporó y gritó: “¡Revoco tu invitación a esta casa! ¡¡Nunca jamás podrás volver a entrar, aunque esté muerta me encargaré de eso!!” La vampira fue expulsada hacia afuera y la puerta se cerró en su cara. Las manos de la fantasma soltaron la cabeza de Lucas. Aunque su apariencia era muy desagradable, el chico no sintió miedo. Vio tristeza en su rostro, le tocó la mejilla y le acomodó uno de los gusanos que se le estaba deslizando por la oreja. Estaba arrepentida de lo sucedido, tanto como lo estaba la vampira. Había pasado tanto tiempo, ambas tenían culpa pero ya no podían pedirse perdón. La vampira no podía entrar, y ella no podía salir. Las dos en pena y malditas por siempre. -Sol también lo siente mucho, y aún te quiere – fue lo primero que Lucas atinó a decir. La cara de la fantasma volvió a tornarse bonita y esbozó una sonrisa llena de melancolía. Pero el odio por lo sucedido era tan grande, que en cuestión de segundos se transformó en un espectro aterrador, dando fuertes alaridos se alejó tumbando muebles a su paso y dando portazos. Lucas salió de la casa, estaba agotado. Lo único que quería era irse con su familia. Sol estaba esperándolo ansiosa. El chico no aprobaba lo que le había hecho a la familia de su amiga, sin embargo la entendía. Lo que mantenía a raya su monstruo interno era el cariño de su amiga… sin eso, Sol había perdido totalmente el rumbo. -¿Qué viste? – le preguntó nerviosa -Nada – dijo Lucas, le pareció la respuesta menos hiriente. -¡¡¡No me mientas!!! – gritó la vampira furiosa, lo levantó del suelo con una sola mano, y acercó sus colmillos filosos al cuello del chico. Lucas cerró los ojos, sabía que en unos segundos todo acabaría. Los cohetes sonaron estruendosos, alarmas,

bocinazos, el cielo se iluminó de fuegos artificiales. La vampira miró las luces de colores, retrajo sus colmillos y bajó a Lucas. Era medianoche, y por lo visto viviría para ver un nuevo año. Sol sacó el fajo de billetes del bolsillo de su pantalón y se lo entregó a Lucas. -Te lo ganaste… - le dijo la vampira de nuevo tranquila – prometéme que vas a hablar con tu amigo antes de que sea muy tarde, el tiempo sólo empeora las cosas. Y eso de hacer amigos nuevos para reemplazar a un verdadero amigo… no sirve. -Feliz año nuevo, Sol – le dijo Lucas, y la vampira sonrió al verlo alejarse corriendo. Era hora de irse, antes de emprender la marcha se acercó a la puerta principal, estaba cerrada con candado. Puso su mano sobre él durante unos minutos y pensó en su amiga, en todo el mal que le había hecho y cuán arrepentida estaba. Casi sin querer, dejó escapar un “adiós”, no sabía adonde se dirigía… seguramente a un lugar lejos de allí para nunca regresar. La fantasma desde la ventana de su habitación la vio partir… “adiós”, le contestó. Y como un eco, aquella palabra llegó a oídos de Sol, quien siguió su camino sin mirar atrás. Lucas corrió sin detenerse. La gente salía de las casas a mirar los fuegos artificiales con las copas en las manos. “¡Felicidades!”, se decían unos a otros. Se detuvo frente a la puerta de una casa y golpeó con todas sus fuerzas. Como nadie salía, volvió a golpear. -¡¡Ya va!! – gritó una mujer desde adentro, abrió la puerta y le habló con amabilidad – Feliz año, Lucas… -¡Feliz año, señora! ¿Estaría Ariel? – dijo Lucas, y entró a la casa de su amigo.

Texto: Verónica Inés Roldán Ilustración: Lautaro Capristo Havlovich

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De TeJorh!

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