Tradición y vanguardia en el ámbito del Joropo

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CAPÍTULO 7

CONCI E RTOS ESPECIA LES

Por Jhon Moreno Riaño


Jorge Guerrero.


Tradición y vanguardia en el ámbito del joropo Dentro de la programación del 51 Torneo Internacional del Joropo “Miguel Ángel Martín” hubo una gran cantidad de estrellas invitadas, tanto en la tarima principal como en las tarimas alternas. Para comenzar, el viernes 28 de junio, en el “Gran Concierto binacional: Joropo libertario y bicentenario”, se presentó el grupo Cimarrón y los artistas Jhon Onofre, Aries Vigoth, Luis Silva, Joseíto Oviedo, Miguel Ubaque, María Alejandra Castillo, Meyer Beltrán, Nancy Vargas, Wilton Gámez, Javier Manchego, Fabiana Ochoa, Milena Benites y Virgina Rocha. En la noche del sábado 29 de junio tuvo lugar el “Gran concierto binacional: joropo, canto y grito de independencia” con Jorge Guerrero, la agrupación Calipso Orquesta y un set de artistas reconocidos, entre ellos Reynaldo Armas, Villamil Torres, Leidy Lara, Norelkys Rondón, Carlos Rico, Daniel Gualdrón, Víctor Julio Rojas y Fabiana Bravo. Y el domingo 30 de junio fue el “Concierto de cierre”, sobre el cual merece especial mención la presentación del homenajeado Walter Silva, además de Gilberto Santa Rosa, Manuel Turizo y Jorge Celedón.

Jorge Guerrero Es la primera vez que participa como invitado especial en el Torneo Internacional del Joropo “Miguel Ángel Martín”. Verlo de cerca produce una sensación de suma admiración para quienes aman su música, pero hablar con él es otra cosa. Sus palabras son pocas y precisas, con toda la picardía y el humor del hombre de la sabana que aplica a la vida eso de que “si a mí no me lo preguntan, tampoco suelto la

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lengua”. Nos contó que su carrera empezó de manera espontánea, cantando pasajes aprendidos del radio en La Voz del Cinaruco hace muchos años, por allá en el vecindario Lechemiel de Elorza, en el estado de Apure, en su Venezuela. Siendo muy joven escuchaba cantar a Francisco Montoya, a Juan Farfán, a Jesús Moreno y a todos los cantantes criollos de esa época. Jorge resalta que siempre ha tenido una gran facilidad para aprenderse las letras. Y en esa época los peones de sabana del hato Caribe Rojo (propiedad de uno de sus primos) lo escuchaban siendo él muy joven, practicando los pasajes en las tardes, al caer la noche, cuando se ponía a tocarlos con un incipiente golpe de cuatro, a repasarlos, pulirlos y aprenderlos bien. Desde entonces ya había una intención, una fuerza espontánea asociada a la música, muy dentro de sí. Y por eso hoy canta añorando con la nostalgia de su música: Tiempo de Caribe rojo, ah malaya si volviera, caramba mi llano viejo, humedecidos mis ojos, ven clarito la ribera, del Rosario en mi entrecejo. Allí me aprendí el oficio, de llanero entre regaños, de los cuales no me quejo, fue el sol de los sacrificios, que, cabresteando un rebaño, me fue curtiendo el pellejo… “¿Será que alguno de esos trabajadores de llano de Caribe Rojo llegó a imaginarse a quién tenían en frente en aquella época?”. Después de esas vivencias de sabana y de hato, que tanto marcaron su infancia, llegó a Elorza como a los doce años. Allí empezó a estudiar y con eso vinieron las serenatas y los primeros amores. “Ahí empezó el romance, ahí empezó la cuestión”, diría Reynaldo Armas; y a su vez Jorge añade sonriendo: “Ahí empezaron los primeros garabatos en verso, y ahí estaba desde antes el patrón de los pasajes viejos llaneros” —esos pasajes del radio y de la caballeriza con los peones de Caribe Rojo que recuerda con tanto cariño y que lo marcaron de manera tan especial—. De ahí para adelante lo que siguió fue pulir cada día más su poesía y dar más música al verso. Los cantantes que le trazaron el camino y dejaron la más honda huella fueron, principalmente, Francisco Montoya y Jesús Moreno, además de compositores como

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Ramón Castillo —que le escribía bastante a Montoya— y Genaro Prieto —que le escribía a Moreno—. Afirma que de ellos aprendió a dibujar el llano con versos y a describir y encontrar en el paisaje —y en el pasaje— la respuesta y la forma para lo que quiere contar. Lo que viene después de eso es solo inspiración, porque “después de que uno aprende la técnica lo único que hay es inspiración…”, dice, como recordando algún centro de sabana en Elorza. Proviene de una familia de, sobre todo, contrapunteadores; no de músicos profesionales, sino de cantadores naturales, sabaneros, de grandes parrandos. Cuando comenzó a presentarse ante un público, no solía cantar sus canciones, esas solo las mostraba durante el parrando. Después de haber cumplido con el compromiso laboral, se quedaba parrandeando, como es costumbre. Ahí sí empezaba él con el cuatro: “¡Mira! Tengo esta otra que escribí en tal o cual día. Y dele”, recuerda.

El pasaje criollo sentimental Dice que por allá en el 93 grabó su primer disco con canciones como “Viejo laurel sabanero” o “Reclamo”; pero esta última realmente la grabó por primera vez Walter Silva, “una vez que fue invitado por La Voz del Táchira a San Cristóbal a un festival, donde vivía yo —cuenta Jorge—, entonces él oyó esa canción, le gustó y se la di. Walter estaba criollito, diferente a como está ahora”, continúa contando Jorge. En esa época estaba pegado el pasaje romántico, estilizado, el pasaje “rosao”. Y entonces, como es obvio, estaba pegando Luis Silva y otros como Sexagésimo. Era otro tipo de música que formaba parte de ese contexto más urbano en aquel momento. Por fortuna para la música llanera criolla, esa cuya esencia es aún el llano y que tiene sabana y tierra, llegó Jorge y resucitó ese género agonizante del “pasaje criollo sentimental”, como lo denomina él mismo. “Yo creo que el género no estaba muerto, estaba era como dormío, y ahí fue que llegué yo como a moverle las cabuyeras”, dice riendo con picardía. Algo notable es que este estilo de Jorge Guerrero sí generó un movimiento muy fuerte de un tipo de música llanera destinada a cantarle al amor, muy romántico, pero en términos criollos, a partir de las vivencias y la cotidianidad del llanero. En esa época “ya hasta se había dejado de usar el sombrero, Teo Galíndez y Reynaldo Armas habían dejado de usarlo, y después de todo esto se volvió a usar”, dice Jorge como queriendo ilustrar que la movida de las cabuyeras al “pasaje criollo sentimental” sí tuvo su efecto importante a mediano plazo, a favor de la música tradicional. En sus discos suele grabar únicamente composiciones propias. Siempre los discos completos los graba con el arpista José Archila, aunque también ha grabado con Elio Corona,

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Antonio Ostos y Hernando Ramírez, entre otros, pero nunca discos completos. Esta vez, para su presentación en el 51 Torneo Internacional del Joropo “Miguel Ángel Martín” en la noche del sábado del 29 de junio, contó con el arpa de Dixon Archila, el hijo de José. Cuenta que alguna vez, hace muchos años, ganó en la categoría de “tema inédito” en el extinto Festival del Cacho en Cumaral, con un embuste convertido en joropo recio; en realidad, era uno de esos cachos llaneros, pero cantado… Porque también tuvo su época de festivalero. Hoy día cuenta con doce producciones discográficas de estudio, a las que suman las grabaciones de contrapunteos con otros copleros, que se han compilado en dos volúmenes, La parranda del Guerrero (I y II). Comenta que los festivales y la escena del joropo en Venezuela han dejado de ser tan importantes como solían ser, pero guarda la esperanza de que las cosas vuelvan a ser como antes, más temprano que tarde.

Tal vez “Un día me motivé escribiéndole a mi compañera de vida, a mi esposa, y le escribí ese tema, ‘Tal vez’. Como un agradecimiento por acompañarme tanto tiempo, porque uno de todas formas no es un angelito”, dice entre risas de picardía. Tal vez mañana me olvides, o tal vez te olvide yo, el tiempo es quien lo decide, no se te olvide y el tiempo es obra de dios… Esta canción es muy significativa entre sus últimas creaciones. Desde que salió, pegó, antes de sonar ya le gustaba a la gente, una de esas canciones que salen al público con un halo de éxito que las antecede, pues la gente añora a Guerrero en todos los escenarios del llano. Y es muy significativo para él estar en el Torneo, “un escenario donde nunca antes había estado”, manifiesta. En Bogotá llenó escenarios, en el 51 Torneo enloqueció a la gente y en el Festival de la Bandola de Maní la gente lo esperó hasta que el sol estuvo bien alto, sin importar nada, solo para verlo y brindar con sus canciones, por la vida, por el amor y por el llano —llano que no ha muerto pero que sigue agonizante, desde hace como 200 años—. Él siempre quiere dar lo mejor y la gente lo valora por eso: porque sus letras, sus melodías y el alma de su música es poesía, tierra y horizonte. Escuchar “Las tardes grises de junio” es algo que engrifa a cualquiera que ame y sienta el llano, que le duela y que lo añore. Sus frases son látigos de sencillez y sinceridad que dejan a cualquiera sin palabras. Por eso la gente, más que quererlo, lo admira, llora en sus despedidas

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de los festivales, porque no es fácil dejar de conversar con Jorge. La gente lo adora en el escenario, porque se siente representada por su poesía… “Si uno brinda cariño, tiene que recibir cariño; lo que uno siembra es lo que recoge…”, remata Jorge.

Cimarrón Ya se sabe: nadie es profeta en su tierra. Tuvieron que girar por todo el mundo y ganar reconocimientos internacionales que nunca ha logrado ninguna agrupación de música llanera, para que por primera vez Cimarrón estuviera en el escenario del Torneo Internacional del Joropo “Miguel Ángel Martín”, y fue en 2019 en la versión 51 de este evento. Carlos “Cuco” Rojas creó el grupo Cimarrón a mediados de los años ochenta. Sin embargo, su principal experiencia relacionada con el formato de arpa se dio montando discos de Reynaldo Armas al estilo de lo que es conocido como una banda tributo, para acompañarlo por primera vez en Colombia. “Reynaldo dijo: voy a cantar canciones de estos cinco long plays. Pero nadie sabía qué canciones iba a tocar. Entonces montamos los cinco discos completos, pero sacando de manera exacta hasta el más mínimo detalle, hasta el último pepazo y el último maracazo; sonaron como en los discos. De esa forma fue como logramos empezar a asimilar lo que es el conjunto de arpa, la sonoridad de ese tipo de formato que nos llegó desde Venezuela y que demandó todo un proceso que se debe reconocer a muchos maestros de arpa colombiana, para aprender a procesarla y adoptarla”, afirma Cuco. Desde entonces Cimarrón y el mismo Cuco han sido y son un referente de la música llanera, de modo especial en San Martín de los Llanos (Meta), pero también en todo el mundo, gracias a sus participaciones en el Smithsonian Folklife Festival, WOMEX Festival, WOMAD Festival, LEAF Festival, Rainforest World Music Festival, por mencionar algunos de los escenarios adonde han llevado su estilo propio de hacer música llanera, atrayendo así a nuevos amantes del joropo. Entre sus reconocimientos, vale mencionar su nominación a los Grammy Awards en la categoría de mejor álbum tradicional de músicas del mundo y su triunfo en 2012 de los Independent Music Awards en la categoría de mejor álbum latino con su disco ¡Cimarrón! Joropo Music from the plains of Colombia. En 2019 Cimarrón repite y gana nuevamente el premio Independent Music Awards, pero esta vez en la categoría de mejor canción instrumental con su canción “Zumbajam”, basada en un golpe tradicional de zumba que zumba. Cuco habla de sus influencias e inicios, y dice que se centró en lo que sonaba en la radio venezolana en las mañanas de su pueblo, en compañía de su padre,

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escuchando a Joseíto Romero y los Llaneros del Oeste en grabaciones con “El Carrao de Palmarito”; asimismo, José Romero Bello, especialmente “Florentino y el Diablo”, fue una obra fundamental, como también lo fue vital y estructuralmente la música de Miguel Ángel Martín que se difundía a través de la programación del teatro del pueblo, el “Camoa”. Y también la práctica musical de su tío y de otros músicos que tocaban en fiestas sanmartineras, como Mamerto Chinchilla o Apolonio Enciso. Todo esto cuajó unas sonoridades que forjaron el oído de este artista y una manera de escuchar y de hacer música llanera a través de la radio y los discos y en las fiestas. Sin embargo, es importante resaltar que lo que más dejaba huella era la música que llegaba de Venezuela. Eso fue lo que al final marcaría de manera definitiva su estilo. El conjunto de Joseíto Romero lleva por primera vez el formato de conjunto de arpa llanera a San Martín, acompañando a Juan de los Santos Contreras, “El Carrao de Palmarito”, y este hecho, junto con las grabaciones que traen, dejan una gran huella en los músicos locales. “En San Martín hay muchos discos de esa época firmados por El Carrao, son discos con una firma que solo dice eso, ‘Carrao’, porque él no sabía leer ni escribir y solo sabía firmar así: ‘Carrao’”, cuenta Cuco, jocosamente. En vísperas del festival en 1966 aterrizó un DC3 en el aeropuerto de San Martín con el conjunto completo de Joseíto y “El Carrao” a bordo. Es un momento importante para el pueblo y para la música llanera. Una imagen potente porque la gente salió a recibirlos y desde adentro del avión estaba Joseíto tocando el arpa y “El Carrao” cantando la canción “Traigo polvo del camino” de Augusto Bracca, desde la escalerilla del avión. Se bajaron y después, lo impresionante: “La cara imponente del joropo, el equipaje de ‘El Carrao’ era un costal de fique. Ahí traía su ropa. Luego el arpa la dejaron en la alcaldía porque ellos se fueron a comer y mi papá, que era carpintero, y yo nos fuimos a ver el arpa para conocerla y entender cómo estaba construida”, cuenta Cuco. Esa vez tocaron en el festival y mostraron el formato de arpa, pero fue solamente con arpa, cuatro y maracas, porque no llevaban bajo. Esas primeras vivencias y aprendizajes musicales marcaron profundamente al joven Carlos “Cuco” Rojas y le permitieron forjar su estilo y definir su concepción de la música llanera. A partir del análisis de las rítmicas que se han usado en el joropo desde aquellas épocas y lo que ha evolucionado en la historia del estilo, Cuco ha venido decantando el desarrollo rítmico que lo ha llevado a proponer la voz de Cimarrón, dando mucho de qué hablar, tanto entre los defensores de la tradición a rajatabla, como entre los amantes de la innovación.

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Carlos “Cuco” Rojas.

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La pérdida del protagonismo del arpa Poner lo melódico en lo percutivo es un propósito claro en el trabajo de Cimarrón. Esta concepción nace en la mente de Cuco cuando se da cuenta de que la riqueza rítmica del joropo está en la superficie melódica, mas no en lo propiamente percutivo (las maracas y el cuatro). Esto resulta evidente, por ejemplo, en la relación entre los pies del bailador criollo y el movimiento melódico y juguetón de un arpa o de una bandola, en cualquier baile sabanero. Allí surge un elemento que busca resaltar desde lo sonoro aquella rítmica que propone la melodía a través de los zapateos. Si uno ha estado en un baile criollo antiguo, sin amplificación, y recuerda cómo se oye un conjunto de arpa, cuatro, maracas, un cantador y 30 parejas bailando en el patio de un hato, puede analizar ese paisaje sonoro y se da cuenta de que lo que más resuena es la percusión de los bailadores que buscan un desarrollo orgánico con relación a la melodía propuesta por el arpa, por ejemplo en los llamados y las partes de bordoneo que incitan al zapateo de los bailadores. Esta es otra forma de entender el joropo desde lo percutivo y entender así una propuesta estilística como la de Cimarrón. El bajo y el cuatro tradicionales están más amarrados a la periodicidad de la armonía, una periodicidad de compás; sin embargo, el arpa establece unas periodicidades más largas, que permiten otro tipo de desarrollos de largo aliento, porque son periodicidades melódicas más complejas que las del cuatro y el bajo, que sirven para enriquecer las propuestas de percusión. Al pensar en patrones rítmicos más amplios que un solo compás, proponerlo a través de la percusión, se permite al instrumentista melódico (al arpista) no ser quien genere la melodía y, liberado, poder soltarse y tocar otras cosas más de estilo africano, con rubatos de arpa o de bandola, que suenan novedosos o raros para la oreja tradicionalista del joropo, pero que en la realidad no es algo inventado o sacado de debajo de la manga, sino que sale del análisis mismo del joropo.

Cada uno debe cocinar su propia sopa “La tradición puede ser una cárcel”, según Cuco, y propone que hay una cosa cocinada ya en el llano: un instrumento melódico (el arpa o la bandola), una guitarra golpeada (el cuatro) y una percusión (las maracas). Uno no puede seguir tomándose la misma sopa del abuelo, cada quien debe proponer lo propio. “Y cada quien debe cocinar su propia sopa”, dice Cuco. Hay una percusión que, según dicen, es la herencia de lo indígena en el joropo; sin embargo, en África hay infinidad de sonajeros y maracas: ¿no vino acaso de allí? Esta discusión queda pendiente, pero, “asumiendo que ese sea el origen indígena

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de las maracas del joropo, es claro que en la antigüedad alguien le quitó esa maraca al chamán y se la puso al joropo. Ahora, nosotros hoy día queremos incorporar el cacho e’ venao de los Sikuani”, dice Cuco, con relación a las tensiones y críticas que despierta Cimarrón en los diversos públicos que lo escuchan. Los diseños melódicos del joropo tienen una influencia directa de la música heredada de España, que a su vez es una adopción de los giros melódicos propios de las músicas del norte de África. Por tanto, la herencia africana en la música llanera es muy fuerte y se manifiesta a través de la percusión insinuada en las melodías y la danza llanera tradicional. Adoptar estas rítmicas de la superficie melódica, para mostrarlas directamente en percusiones de origen peruano o africano, supone la búsqueda de esa africanidad perdida; así se libera la función del instrumento melódico, lo que permite otro tipo de improvisaciones y diseños propios de las músicas africanas. Esta es entonces otra forma de hacer el joropo, una distinta, con otra visión, manteniendo la esencia, pero con ingredientes nuevos para el presente, tomados de la raíz. Es, en definitiva, otra forma de cocinar la misma sopa. Independientemente de las críticas, lo cierto es que Cimarrón causó furor el viernes 28 de junio, concierto con el que dio inicio a su gira mundial y llevar así nuestra música a los rincones más lejanos a partir de estas nuevas búsquedas musicales y exploraciones escénicas e instrumentales. ¡Felicidad y larga vida para Cimarrón!

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