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El conjunto llanero y su historia en el 13 Joropo Académico

CAPÍTULO 5

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Bordón Libre

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El conjunto llanero: tradición, evolución y tendencias actuales

A las ocho de la mañana del martes 25 de junio de 2019, la entrada al edificio de Bienestar Universitario de la Universidad del Meta en Villavicencio (Unimeta) estaba tomada por músicos y lutieres de diferentes edades. Habían venido de muchos lugares, incluso desde otros departamentos. Se oían las voces de Luis Horacio Vasco, director del Instituto de Cultura del Meta; de Luis Ibarra, asesor de música departamental; y de Jaime León, coordinador del evento que estaba siendo inaugurado aquella mañana. Fue el inicio de semana del 51 Torneo Internacional del Joropo “Miguel Ángel Martín”. Por primera vez el Joropo Académico, en su décimo tercera versión, tenía un componente de formación a través de talleres y clases magistrales en áreas de cuatro, bandola, arpa, danza, maracas, bajo y lutería de instrumentos llaneros. Todo dirigido por grandes maestros en su especialidad, reconocidos nacional e internacionalmente.

Una de las conclusiones a las que se llegó según los análisis hechos por Luis Ibarra y Luis Horacio Vasco es que, más allá de que se haga una discusión o un foro en el marco de este componente del Torneo, se deben brindar espacios de tipo formativo y académico. Al estudiar festivales en otros lugares del país, se observó la relevancia que se da a los espacios de formación y apropiación de saberes en relación con las músicas tradicionales y populares, los músicos profesionales, los sabedores y los jóvenes que se encuentran en sus procesos de formación musical. Además, hay una gran preocupación alrededor del concurso de música que promueve el Torneo con relación al “malabarismo” instrumental y a logros de tipo técnico que los

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participantes demuestran en las diferentes modalidades, pero con unas propuestas musicales frías, sin sabor y muchas veces pobres musicalmente. Por estas razones se decidió transformar al Joropo Académico, a partir de este año, en su versión XIII.

Los espacios formativos en asocio con la Unimeta y el Instituto Departamental de Cultura del Meta se extendieron en jornada completa durante los días 25 y 26 de junio. Más de 150 estudiantes de todas las áreas se encontraron en el edificio de la universidad y en algunos espacios destinados, como el auditorio La Vorágine, de acuerdo con el énfasis instrumental y la opción de lutería. El área académica fue diseñada por el músico Juan Pablo Rodríguez y los talleres fueron coordinados por Jaime León y Luis Ibarra. Se desarrollaron talleres intensivos en las áreas de cuatro a cargo de Heri Wilches; bandola a cargo de Edwin Hidalgo; arpa a cargo de Yesid Castro; maracas y percusión a cargo de Fernando Torres; bajo eléctrico a cargo de Carlos “Calao” López y, como novedad, por primera vez, un taller con encuentro de saberes en el que participaron diferentes lutieres del departamento del Meta, coordinado por el maestro Augusto Rodríguez.

Todos estos músicos forman parte de las agrupaciones que acompañan a las grandes estrellas de la música llanera como Orlando “Cholo” Valderrama, Palo Cruza̓o y Walter Silva. Este hecho se enfocó así porque se quiso brindar un espacio guiado por músicos que viven de hacer música, que pertenecen al formato del conjunto llanero y para los que el escenario es parte de su vida cotidiana. Además, todos estos jóvenes maestros de la música llanera se han encargado de llevar al joropo a los más grandes escenarios en Colombia y fuera de ella. Unas preguntas fundamentales que guiaron el evento fueron: ¿cómo se estructura una obra o pieza musical? y ¿cómo se arregla y se monta? Por tanto el producto final fue presentar un montaje musical pasando por todo el proceso de creación y arreglos de la obra. De la misma manera se abordó la lutería y se profundizó en la construcción en equipo de un cuatro y de un arpa llanera, partiendo desde la elección misma de las maderas.

Por problemas con la vía al llano, no se pudo contar con la participación de otras instituciones del interior del país —como se había planeado inicialmente—, con el fin de vincular universidades públicas y privadas con programas de formación en música. No obstante, se sintió el apoyo regional y la unión entre los departamentos de la Orinoquía frente a la crisis vial. Como manifestó Luis Horacio Vasco, se espera poder seguir fortaleciendo este espacio pedagógico, que debe ser un componente fundamental para el futuro del Torneo.

Además, como ya es costumbre, el espacio de reflexión de media jornada se realizó en el Parque Las Malocas, en la mañana del viernes 28 de junio, con una asistencia total y la participación de los conferencistas Jorge Nel Navea, Carlos “Cuco” Rojas

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y William Castro, quienes desarrollaron un foro con las agrupaciones Los Copleros del Arauca de David Parales, el conjunto de Mario Tineo, Palo Cruza̓o y Bordón Libre, alrededor del tema central del XIII Joropo Académico, “El conjunto llanero: tradición, evolución y tendencias actuales”.

La lutería criolla

A la entrada del edificio de Bienestar Universitario de la Unimeta, se instaló una carpa donde había gran cantidad y variedad de maderas, cortadoras, prensas, aros, diapasones, tapas armónicas y muchas herramientas especializadas para el trabajo de lutería. Allí se congregó un grupo de reconocidos lutieres del Meta provenientes de municipios como Mapiripán, Granada, Acacías, Cumaral y Villavicencio. El taller fue coordinado por Augusto Rodríguez, lutier que ha desarrollado trabajos de formación con el Ministerio de Cultura e investigaciones relacionadas con el diseño y la sonoridad del arpa llanera con levers a través del Plan Departamental de Música del Meta, patrocinado por esa cartera ministerial e implementado por la Fundación CIRPA durante 2014 y 2015.

El taller se inició con la búsqueda de técnicas de construcción y el aporte de conocimientos de todos los lutieres para la fabricación de un cuatro y de un arpa llanera. Previamente los participantes recibieron una formación de tipo teórico para luego llevar el conocimiento a la práctica, momento en el que se les ilustró sobre las diferentes maneras de solucionar cada problema, para que al final obtuvieran un cuatro totalmente terminado con los aportes y conocimientos de ocho importantes constructores del departamento. El segundo día se avanzó en la construcción de un arpa llanera. El tiempo no dio para llegar a terminarla, pero dejó importantes reflexiones y aprendizajes en los participantes. Se debe resaltar que el éxito de este taller fue total y generó un valioso intercambio de saberes que todos los participantes de manera unánime valoraron positivamente.

Para Pedro Rodríguez, de Acacías, fue fundamental la experiencia porque nunca se había realizado y permitió contrastar diversas competencias y conceptos que cada constructor ha probado. Para José Pérez, de instrumentos “El Cubiro”, con una experiencia de 45 años en la lutería de Villavicencio, es fundamental poder fortalecer el segmento de la construcción de instrumentos y los espacios de enseñanza y perfeccionamiento para producirlos con calidad de modo que puedan competir a nivel nacional e internacional.

Para la familia Fernández —también de la capital del Meta—, cuyos integrantes son todos lutieres, participar de este espacio representa algo muy valioso por el intercambio de saberes y la fuerza de la motivación colectiva. En este oficio casi nadie

Lutier Augusto Rodríguez

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ha tenido formación y el aprendizaje siempre ha sido empírico, a través de la transmisión oral, por lo cual resulta importante normalizar estos espacios de formación en el marco del Torneo Internacional del Joropo “Miguel Ángel Martín”. “Este es un arte en el que todos los días uno se permite enseñar y aprender y este espacio es fundamental para poder generar esas dinámicas”, asegura Giovanni Castañeda, uno de los lutieres participantes. Moisés Fernández aprendió la lutería de su padre y dice que todos los días de su vida aprende cosas nuevas relacionadas con su oficio. Resaltaron y propusieron además la idea de que en el Torneo Internacional del Joropo “Miguel Ángel Martín” también hubiese una categoría de concurso para el mejor lutier cada año, además de un espacio para exponer y vender sus productos de lutería en el Parque Las Malocas durante los días del Torneo.

Fue a través de un censo de los lutieres del Meta realizado por el Instituto de Cultura que se hizo la convocatoria a los participantes de este taller. Aunque aún se está iniciando, este espacio es un primer paso que determinará el fortalecimiento del área de los constructores de instrumentos en el departamento, que además representa un área de producción artística y cultural que genera capital económico, cultural y social.

Los talleres

Juan Pablo Rodríguez diseñó los talleres movido por el deseo de incorporar lo académico al joropo, que es una música de tradición oral pero que ya cuenta con grandes e importantes músicos que requieren más herramientas para generar propuestas con otros elementos aparte de los aprendidos desde la oralidad. La idea inicial fue hacer un programa de formación tipo seminario, en el que se abordaran brevemente las principales tendencias, estilos y técnicas de cada instrumento. Posteriormente se definieron contenidos melódicos, armónicos, rítmicos, arreglos y composición. Los talleres estuvieron divididos por instrumentos y cada uno de ellos fue dirigido por un maestro con una gran trayectoria y plena idoneidad.

Un elemento fundamental para la elección de los directores de cada taller fue el reconocimiento de cada uno de los maestros en su instrumento de énfasis, puesto que la idea era que los músicos que están en los escenarios fueran quienes compartieran con los estudiantes, no solo sus conocimientos y técnica, sino también sus vivencias y su experiencia con la música y específicamente con el joropo, tanto desde la oralidad como en el ámbito académico.

En el área de la danza llanera se contó con la asesoría del maestro Julián Albarracín, un reconocido artista nacional, que ha trabajado en los programas de danza del

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Ministerio de Cultura. Él resaltó el reconocimiento que ha ganado la danza llanera a nivel nacional y la importancia que el baile del joropo tiene para la construcción de la identidad de la Orinoquia. Enfatizó los grandes logros en la sistematización que se viene haciendo de la danza del joropo y la manera como se sigue investigando y articulando en los espacios sociales. Esto ha hecho que la cultura se mantenga viva y que personas de todas las edades sigan practicando el joropo en un territorio donde aún se hacen parrandos y donde bailar la música tradicional es motivo de orgullo. Esta es una tradición que solo se puede heredar en la cotidianidad y perpetuar gracias a la práctica, y aquí en el llano se ha logrado de una manera potente y admirable. Por tanto hay que entender esta danza en su contexto sociocultural, en el ámbito pedagógico, en su práctica artística-escénica; asimismo, es necesario comprender la danza como instrumento y medio de empoderamiento de las comunidades de practicantes. Este último sería su poder transformador social, fundamental para un territorio azotado por problemas de violencia.

Las reflexiones y debates en torno al “conjunto llanero”

El tradicional foro se realizó el viernes 28 de junio, para abrir el debate en torno al “Conjunto llanero: tradición, evolución y tendencias actuales”. William Castro moderó la actividad y presentó a los participantes. Se inició con la intervención de Jorge Nel Navea, escritor e historiador araucano invitado al evento. Centró su disertación alrededor del estudio sobre la etiología del conjunto llanero, tarea que puede ser complicada por la falta de documentación. Propuso que la semilla embrionaria del conjunto llanero se debe buscar en Venezuela, porque es allí donde esta música ha formado parte de la matriz cultural del país, no así en Colombia. Especialmente en el estado de Guárico hay referencias a una música que hacía alusión a la naturaleza y al paisaje; es allí donde se debe buscar el origen de la música llanera.

En la historia de la música llanera, después del Indio Figueredo aparece Juan Vicente Torrealba que tenía un conjunto de guitarras y se da cuenta de que la música llanera puede ser explotada y divulgada, argumenta Navea, y para esto le suma el contrabajo, que no fue bien recibido en un principio. De otro lado estaba el atuendo que debe vestir un conjunto llanero: con respecto a esto Torrealba propone el liquiliqui, manta o ruana y sombrero alón de paño. Asimismo propone un estilo para tocar maracas. A partir de aquí definen un tipo de conjunto llanero y crean un imaginario asociado a la música llanera, y así se graban discos y películas. Dentro de la memoria

Jorge Nel Navea

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popular de esta cultura se atribuye a José Cupertino Ríos la creación de diversos golpes hoy muy famosos, como “La catira”, “El gaván” y “La quirpa”, entre otros. Este músico sería entonces una de las principales influencias de Juan Vicente Torrealba.

En medio de esa rica oralidad asociada al mundo llanero, se dice que un día, mucho tiempo atrás, invitaron a Hernando “Mota” Pérez a un evento que se hacía para un visitante ilustre y le pidieron tocar un arpa. Entonces Mota fue y agarró un palo de casabe y armó un arpa que llamaba quitapón. Cuando le preguntaron que por qué ese nombre, él respondió que era porque quitaba las angustias y ponía las alegrías.

Miguel Ángel Martín inicia con la idea de difundir el joropo y el arpa después de cruzar el río Arauca con Mota y Lamuño, por allá por los años cincuenta. Después se va Miguel a Villavicencio y lo siguen Bayiyo, David Parales, Hugo Mantilla y Joaquín Rico. Este proceso se trasladó al Meta y allí se encuentran a un Luis Ariel Rey, “que está pegando”, y coinciden con los Copleros del Arauca, y así se reafirma la música llanera. Hoy en día se busca dar un nuevo ropaje a esta música para hacer de esta un espectáculo, para que se introduzca con fuerza en el mercado musical a partir de la hibridación y la fusión de diversos estilos. Sin embargo, como enfatizó Jorge Nel Navea, es importante documentar y preservar la tradición.

Para Carlos “Cuco” Rojas es importante preguntarse por la denominación “conjunto llanero”. El concepto de llanero varía de acuerdo con la época y en cada momento se destaca una representación distinta, una de estas es la de ser vaquero y trabajar con el ganado o trabajar llano. Luego lo llanero se asoció a lo característico de la región de los llanos orientales de Colombia; es decir, ya no significaba necesariamente ser trabajador de llano, se volvió una expresión relacionada con un territorio. El conjunto llanero es una expresión relativamente nueva. Antiguamente se usaba más el concepto de “conjunto de arpa”, que es de origen venezolano. El concepto “conjunto llanero”, entonces, está siendo usado para designar un poder representativo de una cultura y de una música asociada a un territorio que se limita a arpa, cuatro, maracas y bajo eléctrico. Pero lo que sonó antes no es lo que suena hoy y la instrumentación de la música llanera es más amplia que esta, que reduce y delimita el concepto de conjunto llanero. Hay y hubo otras maneras de conformar los repertorios llaneros diferentes a lo que hoy se conoce como “conjunto llanero”.

Alrededor de las disertaciones y debates, lo que más se resaltó en este XIII Joropo Académico fue un fuerte cuestionamiento alrededor de las sonoridades del joropo en relación con ese tipo de organología denominada “conjunto llanero”. En suma, se han configurado los imaginarios a partir de diversos ámbitos, por ejemplo el mercado, que ha impreso un sello al desarrollo del joropo con la regularización y

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normalización de este formato de arpa, cuatro, maracas y bajo, en la mayor parte del territorio. Hoy en día las propuestas de los ensambles, conjuntos o formatos buscan nuevas sonoridades afuera del contexto llanero. Jhon Harby afirma que esta búsqueda no debe deslegitimar lo tradicional, que incluso ya se hizo, porque el mismo Juan Vicente Torrealba tuvo fuertes influencias del cine mexicano y de modelos de identidad de la música mexicana, entre muchas otras.

Los standards llaneros, La Maquinaria Llanera y los ensambles

El lenguaje de la música llanera está plagado de formas de hacer música que no son únicas del joropo, porque son comunes a las músicas populares; similar a como se improvisa en el jazz, se hace también en un golpe llanero, como una periquera, una paloma, un gaván o una chipola. Cada músico lo recrea o lo transforma creando una propuesta nueva a partir de una estructura rítmico-armónica. A partir de eso se pueden hacer rearmonizaciones, cambios de tempos, matices en la orquestación en cuanto a masa sonora y tímbrica, entre muchas otras opciones, que son infinitas y se deben acomodar a las necesidades de cada tema e incluso a cada espacio, porque, por ejemplo, es diferente estar en el escenario de un festival como el Torneo a estar en un estudio de grabación. En este sentido se entienden las transformaciones que se gestan en las búsquedas de los nuevos formatos o ensambles, que ponen en tela de juicio la sonoridad del joropo tradicional.

La Maquinaria Llanera —con Ernesto Laya, Ramón Mota, Gailabi Jiménez y José Archila— ofrece una sonoridad muy importante porque trasciende, imponiendo una asociación rítmica de maracas y cuatro, y otra entre arpa y bajo, tomada —según el análisis de Jhon Harby— al parecer del vallenato. Además, este formato es uno de los que toma fuerza y trasciende hasta Colombia, formalizándose a través de los festivales y las grabaciones, que son los medios más potentes de difusión del joropo. Curiosamente, La Maquinaria Llanera no estuvo presente en este XIII Joropo Académico, porque habría sido un alimento crucial al debate. Este diseño sonoro a partir de ese tipo de “conjunto llanero” se difunde y se vuelve muy popular en Venezuela. En Colombia es adoptado de una manera “natural”, sin un cuestionamiento de fondo sobre lo que significa adoptar una sola o única forma de sonar y de conformar organológicamente un formato para el joropo. Esto homogeniza la sonoridad de la música llanera en un paquete que se ha popularizado en el contexto de la música llanera venezolana y que debe formar parte del debate continuo entre los estudiosos de la música llanera

Carlos “Cuco” Rojas

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en Colombia, puesto que las organologías de la sabana colombiana han tenido otros grandes e importantes desarrollos instrumentales.

También hay una relación entre el desarrollo de los músicos, la instrumentación y la manera de manejar el lenguaje musical. Un grupo puede sonar muy denso, con muchas escalas y manejo de modos, pero cuando improvisan las melodías no suenan dentro del estilo. Esto se debe a un desconocimiento de la música y de la tradición. No es solo tomar influencias sonoras, rítmicas, melódicas o instrumentales de otras músicas, sino tener clara la tradición, en este caso de la música llanera, que no se adquiere solamente a través de un maestro y un aula de clases, sino que hace falta la vivencia y el contexto.

En el caso de Bordón Libre, el centro articulador fue Orlando “Cholo” Valderrama, quien, aparte de su tradición apropiada directamente de la tierra a partir de su formación y su vivencia, también ha sido un hombre que conoció otras culturas. Cuando este coincide con Jhon Harby, acuerdan que se “cambie todo este tipo de cosas como lo de los cuatro músicos parados atrás (en escena), como estatuas que solo tenían motricidad en las manos, porque ni siquiera había circulación. Esto se cambia y el mismo ʻCholo’ pide que la sonoridad del grupo sea distinta. Él va a cantar joropo y nosotros vamos a proponer algo diferente, como pasó con Camarón cuando grabó y llevó a Paco de Lucía al estudio y Paco le dijo: ‘Esto no suena flamenco’. Y le respondió Camarón: ‘Espérate que yo lo cante y te va a saber a flamenco’. Es lo mismo, porque entonces, en aquel momento yo le dije: ‘Pero, Cholo, hay una locura aquí entre lo que usted está buscando y lo que nosotros…’. Y respondió cortando la palabra: ‘Ustedes toquen que yo voy a cantar y eso va a saber a joropo’”, relata Jhon Harby con relación con su experiencia en Bordón Libre y su novedosa propuesta sonora, el influjo de la tradición, el poder de la vivencia y el territorio en el que se sitúa “Cholo” Valderrama y su obra.

Finalmente, a propósito de este XIII Joropo Académico, en Agenda Hoy (el 3 de julio de 2019) se publica un artículo que resalta una de las principales conclusiones de esta jornada de reflexión y debate: “Carlos ‘Cuco’ Rojas, director de la agrupación Cimarrón, y Jhon Harby Ubaque, director de Bordón Libre, coinciden en que la música llanera colombiana es más que arpa, cuatro, maracas y bajo eléctrico, e invitan a desprenderse y no encasillarse solo en el formato venezolano que ha cercenado la historia del género”. Esto ha ocurrido en gran medida por el paternalismo que ha tenido lugar de Venezuela hacia Colombia en el ámbito del joropo y que, día a día, viene siendo objeto de reflexiones juiciosas que llevan a una búsqueda sonora, estilística y organológica más ceñida al territorio colombiano y su desarrollo histórico.