Contratiempo 148 • Primavera/Verano 2020

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¿Agoniza el abrazo? Jochy Herrera

Me desprendo del abrazo, salgo a la calle. En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna. La luna tiene dos noches de edad. Yo, una. Galeano

Silvano Ballone - Hamburg Ballet Danza dal tocco umano

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ue un pediatra eslovaco, en 1918, el primero en alertar a la ciencia sobre la importancia de los reflejos en el examen del recién nacido minutos luego de este haber arribado al mundo tras abandonar el útero materno. Se trataba de Ernst Moro, quien observó cómo gracias a los movimientos de abducción y aducción los neonatos son capaces de alzar las extremidades superiores en intento de abrazo luego de ser levantados y dejados caer levemente sobre una superficie plana por médicos o enfermeras, o, por igual, posterior al ruido producido por una palmada en su cabecera. Reacciones involuntarias dicen los psicoanalistas; instintos que facilitarían su protección acogidos en el regazo materno. Durante casi un siglo, la observación de aquel astuto galeno se ha conocido en el argot médico como “reflejo del sobresalto”, “reflejo del abrazo” o simplemente reflejo de Moro; los neonatólogos utilizan esta sencilla maniobra en el día a día a fin de confirmar el normal funcionamiento del sistema nervioso central del niño. Para quien suscribe, ello ha motivado la reflexión hacia la que este texto pretende aproximarnos: cuan íntimamente humano es el acto de abrazar y cuan inconcebible

Marteen Vanden Abeele -Tanztheater Wuppertal Pina Bausch

es la amenaza que sobre él ejerce el distanciamiento social en estos tiempos de pandemia. A través de las civilizaciones, el lenguaje corporal y las expresiones de contacto físico como el abrazarse, asumieron variadas representaciones dentro de las culturas de Oriente y Occidente: acto de celebración caballeresca durante el Medioevo; revelación divina entre los místicos; símbolo de reconciliación durante los conflictos bélicos, e incluso, felizmente, espejo del rechazo a la homofobia en la contemporaneidad, como han sugerido algunos sociólogos. En una de sus más importantes obras, “Zoon politikón”, Aristóteles expresó lo siguiente: “(…) es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza, un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar es un ser inferior o un ser superior”. Dicho de otro modo: ente cívico, político (de polis), a diferencia del resto de los seres vivos, el Hombre porta en sí mismo la capacidad de organizar la vida en grupo, de crear espacios que le faciliten su relacionarse en público y en privado. Contrario a las bestias y los dioses, sólo puede lograr aquello en co-

munidad. Somos, en suma, individuos intrínseca y decididamente sociales. Necesitados, los unos a los otros para ser y existir como un Uno y como un Todo. La (apropiada) frase de moda que encomia la protección contra el malvado bicho que nos azota, la peyorativa y contradictoria “urgencia de distanciamiento social”, porta en sí misma entonces un potencial desafío a cada una de las ya mencionadas expresiones físicas comunes entre los humanos. Desde el mismo abrazo, el apretón de manos, el beso íntimo o social hasta el baile en pareja; se trata de actos que empiezan a parecer cosas de un pasado remoto al que distópicamente recurrimos aferrados a una extraña nostalgia de lo que P R I M A V Esido RA 2y 0 2tememos 0 hemos no ser jamás. Tal como establece el diccionario de la REA al definir el abrazo, este equivaldría a un acto inexistente de no ser por las acciones de carácter ajeno que lo identifican; ajenas porque como condición sine qua non él requiere de plural(es). De otro(s): Abrazar: ceñir, rodear, estrechar, incluir...


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