Contratiempo 148 • Primavera/Verano 2020

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Coronavirus chilango coyoacano Josefina Flores Estrella

19 de marzo a las 09:18

U

no de lo libros más bonitos, yo diría que incluso genial, de historia que he leído se llama Quién rompió las rejas de Monte Lupo. Lo escribió un italiano, Carlo Maria Cipolla. La historia es más o menos así. A finales del siglo XVI, la peste anda desatada por Italia; a pesar del cierre de fronteras, llega al Monte Lupo, un pueblo rabón, pobretón y aislado en las colinas de la Toscana. El pueblo tiene, obviamente, a su cura. En cuanto la peste aparece, azote divino, castigo de Dios, invitación a la penitencia; el cura hace lo que tenía que hacer, o sea, organiza sendas jornadas de penitencia pública, procesiones. Y ahí van todos a suplicar clemencia. Imprudentes, estaban en pleno escenario tres, les damos chance porque no tenían Twitter. El López Gatell de entonces, era el delegado de la oficina de Sanidad Pública de Florencia. Sí, siempre ha habido una parte de los gobiernos, por muy antipáticos que nos parezcan, que se encarga de cuidar la salud de sus gobernados. Bueno pues, este delegado, por cierto también un religioso, emprende tamaña pelea con el cura local, todo es más o menos como ahora: que salgan, que no salgan, que prohíbe eventos públicos, que Dios no lo quiera, que estás viendo lo que pasó en Venecia, que allá son una bola de inmora-

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les pecadores... Cualquier parecido con los debates actuales, ojo, no es coincidencia. Así se la pasan, el uno aferrado a sus ideas pidiendo perdones y el otro, y esto es lo interesante del libro, tratando de entender cuál es la dinámica del contagio. Un pre ilustrado buscando evidencias y datos contra un cura aferrado a sus imágenes y aglomeraciones suplicantes de misericordia. Un buen día el cura organiza otro de sus eventos masivos, la cuarentena es hacia afuera pero dentro del pueblo todos andan sueltos, así como las pelotitas de colores que todos hemos visto. A la procesión sigue tremenda pachanga, el reventón es algo común en tiempos de epidemia, curiosa dinámica, pedimos perdón por los pecados y luego volvemos a cometerlos, total ya sabemos cómo hacerle. Yo por eso soy atea, me olvido de la culpa, la penitencia y el perdón, más fácil. El caso es que después de las pachanga, en la euforia de la borrachera, un grupo de irresponsables decide ir a darle serenata a alguna guapetona de otro pueblo. Las rejas están cerradas, pero les vale y dan portazo y ahí se van a cantar y escupir bichos por todos lados. El libro está basado en un proceso judicial que abrieron para investigar quién demonios había incumplido con la jornada local de distanciamiento social impuesta por el gobierno de Florencia. El autor

no encontró el final del proceso y nunca sabremos quiénes fueron los vándalos malhechores que rompieron la cuarentena. ¿Moraleja? No hay cuarentena perfecta, aunque eso no es pretexto para andar del pingo al pango. Pachangas y borracheras deben ser intramuros. Divertido el libro y divertido el relato, claro siempre y cuando estés en la comodidad del tiempo de los microscopios, las vacunas y los antibiótico; cuando esa comodidad sufre, lecturas de este estilo me resultan incómodas. Pensamiento mágico dice Renato, la ciencia que tenían al alcance defendiéndose contra la ciencia que se va construyendo pian pianito, le digo yo. Regreso de pasear a Pimpa y me meto al Twitter ¿qué? ¿Amlo sacando estampitas? “Detente Coronavirus”. Hay que reconocer que el hombre sorprende todos los días. Pero me vi al cura partidario de concentraciones masivas. Esos “Detente” famosos también los usaban los cristeros, se los pegaban en el pecho en la esperanza de que pararan la bala. Súper útil defensa, todos conocemos las propiedades blindadas de la tela bordada. ¿Habrá algún “Detente” para que Amlo pare y se ponga en modo colaboro con mis colaboradores? Algo sí tengo claro, no se puede andar en la procesión aferrados a estampitas y controlar una epidemia.

PRIMAVERA 2020


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