EL SENTIR


Un día, Indiferencia, aburrida de su monótona vida, decide dar un paseo por la tierra, donde recorre campos llenos de flores y mariposas, cosas banales, en su opinión. Cuando, de repente, algo que nunca había visto llamó su atención. Se detuvo a observar algo muy extraño, una pequeña oruga posada entre las hojas. Se cuestionó qué era tal espécimen y por qué era tan diferente. Indiferencia observó su cuerpo detenidamente, era pequeño, segmentado, cilíndrico y verdoso.
Se preguntó por qué el suyo era tan distinto, ella era transparentosa, grisácea y no sabía si estaba o no estaba, se encontraba justo en el medio, su cuerpo era tibio, ni frío ni caliente, pensaba que no iba a ningún lado, cuestionándose frente a esta hoja. Desde entonces, cada día, la indiferencia volvía al mismo lugar para observar con curiosidad a la pequeña oruga. Esta comía hojas, tomaba el sol y le gustaba jugar con semillas que se encontraba por ahí, era pintoresca, muy opuesta a ella.

En su visita diaria, Indiferencia se acercó un poco más de lo habitual y, de repente, la oruga le rozó la cabeza, Indiferencia sintió algo, lo cual nunca había sucedido, un calor indescriptible recorrió su cuerpo y no entendía porque brillaba y se tornaba amarillenta, sentía energía y partículas de luz salir de ella. Sonrío, al tocar la oruga, ella sin saber qué pasaba, se puso feliz, y se convirtió en Alegría. Ahora Alegría visita todos los días, sin falta, a su nueva amiga oruga y espera verla curiosear con ansias, le trae pedazos de hojas que encuentra en el camino y le saluda enérgicamente. Ella se siente bien y acompañada al fin. Experimentar felicidad es algo que jamás esperó sentir.

Alegría se dirige felizmente a su encuentro diario con la oruga y para su sorpresa no estaba allí, no la encontró en la hoja de siempre. Sin hesitar, buscó por cada rincón y no estaba por ningún lado. En medio de la desesperación, comenzó a sentir un frío apoderándose de su cuerpo y observó cómo se tornaba azul, lágrimas empezaron a brotar por sus ojos y sin entender qué sucedía, su cuerpo empezó a caer como agua al piso, se sentía terrible y no sabía qué hacer, así que decidió quedarse justo allí, sin hacer nada, solamente experimentar esta terrible pena tumbada en el suelo. Ahora, siendo Tristeza, no quería despegarse de las hojas, esperando por días alguna señal de la oruga.

Después de una semana de sentir esta desdicha, decide levantarse y buscar a su amiga. Recorrió el mismo camino una y otra vez, hasta que vio algo inusual suspendido de una hoja, era un capullo, esto, por alguna razón, le causo mucha curiosidad. Rápidamente, se dio cuenta que la oruga estaba ahí dentro, la encontró allí atrapada y, de repente, sintió un enorme cosquilleo recorriendo todo su cuerpo, como si miles de mariposas brotaran de su estómago, un destello cubría sus ojos y con mucha ilusión se convirtió en una estela iridiscente, sentía una emoción maravillosa al haber encontrado al fin a la oruga. Convertida en Ilusión y con mucha esperanza, le prometió a la oruga que la esperaría hasta salir de ese capullo misterioso. Y así fue, Ilusión esperó cada día junto al capullo con mucho anhelo y paciencia.

Hasta que un día el capullo se rompió y una hermosa mariposa salió de este. Al observar esta mariposa, Ilusión sintió otra sensación que jamás había experimentado, su cuerpo comenzó a sentir calidez y desprendía una luz hermosa, un color rosa abundaba todo su cuerpo, como si se ruborizara totalmente; de repente, sintió ternura y un amor profundo por la mariposa, el tiempo que le dedico había creado un lazo que las unía, era especial e incomparable, brillo y perfección era la mariposa ante sus ojos. Construyeron juntas algo hermoso y eso es lo que hacía que la amara, convirtiéndose en Amor puro. Amor vivía cada día al lado de la mariposa, creando recuerdos únicos y acompañándose cada día, estando uno para el otro, compartiendo su vulnerabilidad.

El tiempo pasó y juntos vivían una historia repleta de emociones y sentimientos diferentes. Hasta que un día, Amor no encontró a la mariposa, la busco por todas partes, hasta que la encontró muy débil, posada sobre una flor. Aquí asimiló que estaba en sus últimos momentos, comprendió que nada es para siempre, por más que se aferre, y entendió que todo tiene un fin, por más valioso que sea.

Era momento de dejarla ir, así que le agradeció infinitamente por haberle dado alas a su alma, al mostrarle lo hermoso del sentir y dulcemente le canto una canción de cuna hasta el sueño eterno.

El fin, es el comienzo.

Por Constanza Heileen Ilustrado por Monserrat Alfaro
