


Ver aquella portada la hacía hervir de ira. Colores pasteles, mismo estilo de dibujo y personajes sentados en cierta posición especí ca solo la hizo resoplar de enojo y salirse de aquella aplicación para tratar de calmarse. Era una mierda, alguien la había robado, o mejor dicho plagiado. ¡Y no podía hacer nada! Ese hecho era lo peor de todo, pues aun cuando observaba su portada en otra cuenta tan descaradamente puesta en una cuenta sabía lo que harían muchos de sus fans a aquella chica si decidiera denunciarla públicamente. La destruirían, se la comerían viva. Cristo, no podía solamente meterse en un escándalo por una pequeña cuenta, y vivir con los pedazos de otra persona sobre sus hombros, pero su trabajo iba a ser arrebatado.

—¿Es por la cultura de la cancelación? — traté de burlarme de ella para aligerar el ambiente.
— Sí, es difícil decir algo ahí sin que se arme algún bardo. Ella respondió, mientras que de fondo los sonidos de una puerta cerrándose llenaban el silencio que dejaba aquella declaración. El mundo del internet era un arma de doble lo y ella hasta ahora lo estaba probando. Ella era Ayélen o Ash, como le gustaba que le dijeran. La misma que mientras hacía trazos en su tableta hablaba de su vida con una voz suave,
sorprendiendo a todos por aquella sobria reacción. Antes de que la fama le abriera las puertas para darle la bienvenida y que tuviera que cuidar sus pasos en el internet, su voz contenía una pizca de picardía como si fuera una burla al mundo y a todo lo que tenía por ofrecerle, ella se habría quejado, demandado. Pero, ahora ya no tenía aquel toque en su voz. ¿Cómo podría tenerlo? Si todo giraba a sus dibujos, a la miscelánea de su madre y sus escritos. Ya no tenía fuerzas. Sí, le apasionaba de tal manera su arte que la hacía perderse en el mundo, y, aun así, tenía que evitar que ese mismo mundo se la comiera viva, con minutos llenos de drama y tensión a los cuales no se le había preparado para afrontar.

Nació en el 2001, una chica totalmente de la generación Z criada en Buenos Aires, Argentina. Y ahora, sonriendo detrás de una pantalla con sus millones de seguidores, le resultaba algo chocante ver cómo se convertía en una gura pública y de admiración de esos jóvenes que apenas estaban aprendiendo lo poderoso que era manejarse en masa con un objetivo en común, potenciado por lo online. Ash había trabajado duro por tener los seguidores que tenía, unidos eran peligrosos y no lo sabían, más no se arrepentía de ellos.
Siempre, desde pequeña, había dicho que quería publicar un libro y ser famosa. Solo que se encontraba cansada y si aún no había desfallecido y renunciado era para poder cumplirle a esa mini rubia, esa mini yo, que con un libro en sus manos
se ilusionaba porque su nombre apareciera en una de las portadas de una gran editorial.
— El mundo del arte no da dinero, Ayelén. Aspira más alto.
—¡No me importa! — cerró los ojos cuando escuchaba esos comentarios de su propia familia —. Verán que lo cumpliré.
Ahí es donde se trazó su camino, esa niña de cabello castaño claro sintió la terquedad de su sueño instaurarse en su pecho. Fue en el 2015, o en el 2014 cuando el color naranja llenó su computadora, convirtiéndose rápidamente en su refugio, así como el de otras jóvenes mentes que querían escribir sus propios mundos. Este fue su lugar de inicio, su forma de sentirse libre de todos los demás.
Era tan suyo, sigue siendo tan suyo, que se siente especial cuando recibe comentarios de como su historia ha llegado a impactar a otros.

Obras como “¿Escuchas Girl in red? Y Romeo, Marco y Julieta”, nacieron desde ese mismo deseo de querer cambiar al mundo y como se concebía la literatura juvenil. Sin embargo, la pandemia atacó su pequeño mundo de escritura. Era algo desastroso. La devastación económica de su país hizo que su economía se contrajera casi un 10 por ciento ese 2020, consumiendo al pueblo argentino en pobreza por la recesión económica, y la caída de su moneda, una de las más devaluadas en América Latina. Ella vio como su mamá cerró por la cuarentena y como a sus tres hermanos, dos menores que tenían problemas de salud no tenían ni siquiera para comprar un pan. Existir era casi imposible, por lo que tuvo que dejar el hogar que compartía con sus abuelos para apoyar a esa madre que guardaba con ella algunos roces dolorosos del pasado. Uno que incluía violencia intrafamiliar que era casi doloroso de presenciar, y que se llenaba de comentarios hirientes que la hicieron volar del seno familiar.

Ash sintiéndose casi sin salida comenzó a buscar alternativas; ¿Un trabajo en una librería? Pero si la situación

para los jóvenes no daba crédito, ¿trabajaba con su mamá? Tendría que aguantarse ambas por unos meses, y aun así, su salud mental no iba a dar para el trote de trabajar, estudiar en la universidad y escribir. La pantalla de su celular fue su salvación, cuando comenzó a comisionar, a hacer dibujos y portadas para otras personas y ver que hacía dinero con ello su ánimo comenzó a levantarse. Pagaban por su talento, por las mil ideas que podía sacar de un solo concepto… Era emocionante. Después, compró su tableta grá ca, que le daba más oportunidades de innovar, de ampliar el escenario de sus dibujos. Era tanto el amor que en un momento, cuando ella hablaba de sus dibujos, tocó en una parte especí ca de ellos, diciendo:
— Si miras de cerca los dibujos, encontrarás espirales en todos ellos. —¡Oh! No lo había notado. — Sí, la verdad espiritualmente no sé de qué se trata, pero me relaja mucho. Me hace creer que, en algún lugar, así como el artista Junji Ito que de ahí saqué la idea, a alguien podré inspirar de tal manera que me tome de referencia — tomó una corta respiración y soltó una risa —, y se darán cuenta de que me gustan los colores pasteles. Fue una conversación inspiradora. Era una chica de 21 años que aún

estaba aprendiendo del mundo y aun así sus palabras estaban cargadas de sabiduría y pasión. El encontrar una portada plagiada, y luego una historia casi con un copiado y pegado en Wattpad, la hacía enfurecerse. Nadie sabía lo que había luchado, lo que su arte signi caba. No luchar para que no se lo robaran la entristecía, o más bien la desanimaba en seguir. Pero un día, uno que había esperado con tanto fervor, por el cual su publicidad había sido dirigida a cierto rumbo, la “Editorial Planeta” la contactó con interés de publicar una de sus historias. ¡Dios! Una editorial de gran tamaño, a ella, estaban interesados en ella. Huyó de la emoción, quería evitar con ímpetu la esperanza que se formaba en su pecho, sin embargo, hoy estaba ahí enfrente suyo ese gran sueño.
