El jardin de los ausentes

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El jardĂ­n de los ausentes Crista Smith


A modo de epitafio

Escribir pese a todo, pese a la desesperación; decía una tal Marguerite Duras y sin embargo, ha llegado el momento de reconocer que no soy ella y jamás lo seré. Me rindo. El sueño ha terminado y así, los Beatles se separaban a principios de los setenta. Eleanor, como Rigby, fue enterrada en la vieja iglesia del pueblo y su nombre olvidado por todos. * Crista alza los brazos al cielo y reza. He resucitado, con un manojo de flores -calas, quizás tulipanes- bajo los labios.


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La vida en rojo Las madres te hacen sangrando y te retienen toda la vida con una cinta de carne viva nos crían en jaulas vivimos masticando pedazos de senos arrancados sangrando que colgamos al borde de las cunas tenemos sangre por todo el cuerpo y como no nos gusta verla derramamos la de los otros un día ya no habrá más sangre seremos libres.

Boris Vian

Mi madre debería haber abortado. Sin embargo, siguió adelante con su embarazo. No se clavó agujas de tejer en sus partes íntimas, ni tomó pastillas, tampoco fue a una carnicería clandestina. Decidió que lo mejor para su bebé era vivir y que dios se apiadase de su existencia no buscada, accidental. Mi madre necesitaba poder contar con alguien en el futuro para echar culpas sobre sus espaldas. Una especie de chivo expiatorio frente a sus desgracias. Así, sembró flores mustias durante años. Madre escupidora de males. Madre cloaca. Madre quita sonrisas. En momentos importantes, autista. Tanto esfuerzo finalmente, le valió la pena. El feto crecido que soy, va muriendo lentamente apenas despunta el día, con cruces negras tachadas sobre los ojos y las muñecas.


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Alumbramiento Cord贸n umbilical de plata alimentaba con poes铆a en el vientre (gestaci贸n)

Apartada de luces ca铆a a la oscuridad temprana (sin soles ni estrellas)

Piedras en lugar de algodones. Alumbramiento marginal y silencioso (grises constantes, muros sin tragaluces)

Creo ser el ombligo del mundo y no soy ombligo de nada (nadie, nunca, sola siempre)


Noche. Todo es y serรก noche.


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Una cosa hasta no ser toda, es ruido y toda, es silencio.


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Mute Soy el silencio. El silencio mismo de la noche hecha grito.

Alucinación La noche se evapora en gemidos. No eran los cuerpos, sólo el dolor provocado por el delirio.

El opio de Rimbaud Yo es otra. Rimbaud quebró la voz floreciéndose en las estrellas negras de la mañana.


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I Crista como el cristal. II De cuerpo frágil sin posibilidad de cambiar verdades. III A veces la lluvia que cae del cielo es la única lluvia que cae y se hace de noche en el día, sin partículas azules al viento. IV La sangre no derramada es la que hierve: con ella tiño flores mustias.


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Cuando desde el fondo del estanque, las fijas estrellas gobiernan una vida. Sylvia Plath Cuando tan s贸lo soy una flor que se deshace frente a la ausencia del roc铆o.


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La luz, aquélla blanca y pura sólo es un mero espejismo en éste y aquél desierto que nos pertenece que nos invade que nos inunda.


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Sin voz. Sin p谩jaros. Atrapada en la oscuridad de la vida que pende de un hilo corro entre tinieblas. No hay sitio donde nacer. Todos los caminos conducen a la putrefacci贸n negra, en palabras de Georg Trakl.


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Escucho una voz lejana que dice: “No dejen que se mate” Yo me pregunto si acaso leerá mi mente. Pero no. No se refiere a mí. Y si supiera. Las flores amarillas sobre los jarrones de mi habitación se extinguen con apenas el soplido del viento sin llegar a perfumar la tarde, el amplio jardín lleno de ausencia sin insectos que lo habiten, o la cama prolijamente tendida sin señales de presenciar batallas que quiten el aire. Y cuánta belleza alrededor: Los pájaros azules, los pies descalzos respirando el césped, las manos hermosas con uñas rojas esperando besar alguna espalda. Sin embargo, nada, nadie, nunca. Pienso en alguna que otra frase que suele decirse en esos casos, como: “Qué pena tan bonita y joven con toda la vida por delante” Y no puedo evitar la tentación de rezar por un cadáver fresco y suave que libere del inmenso blanco. Los poemas rondan siempre a otras y otros, así como los viajes. Yo de mientras, fumo las estrellas de un cielo que no existe pero a su vez, me cae.


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Bala

A mĂ­ sĂ­ me toca la bala de plata que se dispara para perforarme el pecho y alojarse adentro, bien adentro mientras la fuerte lluvia en la noche cae y los pĂĄjaros negros vuelan su duelo. Barcelona de mientras, sigue lejos.


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Mundo hermoso

Un día el disparo fue certero: la bala hizo nido dentro de mi pecho.

El mundo es demasiado hermoso para soportar la inmundicia que desprendo. La decadencia de mis manos que no saben obrar más que batallas perdidas. El silencio: soy la furia contenida, incapaz de expresar amor o dolor, por partes iguales. Las noches azules, carentes de perfumes o mugre, por ejemplo. Suciedad de cuerpos que se destrozan y arman de nuevo, bajo techos húmedos y suelos polvorientos. Ventanas abiertas en los cielos de otros, bendiciendo esa entrega arrojando estrellas a sus ojos. Y qué vacío mi firmamento de este lado, por comparar apenas. No queda otra opción más que la muerte dulce. Tal vez una canción que arañe el recuerdo distante a la belleza que nunca tuve o que tímidamente, insinué en breves ocasiones. Quizás cerrar los párpados y rezar por un poco de luces entre tanto mar y horas.


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“… si pudiéramos comprender una sola flor sabríamos quiénes somos y qué es el mundo.” Jorge Luis Borges.

Sangro sin florecer en noches derramadas sobre el día por eso duermo suicidando el tiempo, huyendo de perfumes adictivos, ausencias y también del sol. Engaño la vista cosiendo los párpados con frágiles hilos cenizas. Sueño. Deseo. Muero. Y vuelvo a la vida. Quiero reventar la palabra amor en el centro de mi pecho sin embargo, tiro al suelo la navaja limpia sin restos de pegamento. El cielo sabe que tiene que ser ahora pero su puerta inmensa permanece sellada sin eyacular estrellas en la oscuridad profunda de todas mis mañanas.


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Un jardín de inciensos me perfuma incendiándome a la vez el rostro cubierto de atardeceres de sábados sin lloviznas pero además, carentes de flores amarillas o incluso colillas de cigarrillos aplastadas en el suelo. Sobre el cielo lavanda donde la noche se anuncia lentamente mis ojos se pierden en la crueldad de la geografía reconociendo el color morado del cuello y los pájaros negros que vuelan distantes me arrojan un poco de ésas -sus- cenizas, envolviéndome las piernas evitando así que florezcan árboles frutales, quizás ciruelos. Y reconozco a las almas secas atravesarse los mares: la mía y la suya que no saben si los lunes son azules o los martes grises así como el resto de la semana y donde poco importan las horas, los días y los años en un mundo que ha muerto hace rato y sin embargo, aún cree oler a geranios, a manos salpicadas de esperma luego de intentar limpiar las manchas sobre el vestido floreado, a vasos de vino tinto rotos sobre el mantel blanco -ése aroma alcoholizado fijo en la telao a cabellos revueltos cubiertos de polvo luego de caerse violentamente del caballo. Cierro los párpados y rezo por el descanso de esos cuerpos amantes sin haberse amado, enterrados en un cementerio de Barcelona quizás, mientras bebo café instantáneo en esta mañana ausente de fragancias.


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Suicidio de terciopelo besรกndome infinitamente la plenitud de mi noche.


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Flores

"A la deriva en los mares vacíos para todos los días que me quedan..." Sting I Formo parte de ciertas flores que nunca abrirán sus pétalos. II Frío. Demasiado frío afuera. No tanto como dentro de mi cuerpo abatido. Fumo un último cigarrillo en el parque, rodeada de pájaros que atraviesan el cielo mientras los pétalos abandonan los cuerpos de las flores amarillas que tanto me gustan para estrellarse contra el suelo de tierra y convertirse tal vez, como yo en un futuro ya casi inmediato, en alimento para insectos. III Flores negras contrastan con mi vestido blanco y me perfuman y embellecen en éste jardín, donde descanso y siempre es de noche.


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Disparo mi cuerpo para que viva.


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A veces sueño ser sol cuando en realidad sólo soy lluvia o ni tan siquiera eso, menos que un relámpago, tal vez el sonido del trueno. Instantes. Segundos de placer fugaces que desaparecen en el aire para no volver. No duele. No. Qué dure lo real y tampoco ficción. Flores blancas sobre la mesa a pesar de la fragancia perdida que escapa a través de mis manos muertas. Y sin embargo, sonrío. El cielo sabe que tiene que ser ahora. De todas formas duermo en la sala de espera de la vida.


Apuntes finales

Amo tanto la noche así como también le temo. Es su oscuridad profunda la que palpita dentro de mi alma y me inspira a escribir historias; pero también me agobia, me invade, me asfixia. Es una combinación de pasión (la de escribir o leer) y de miedo (hacia lo oscuro, lo oculto, lo desconocido). Es cuando los fantasmas aparecen; a veces para recordarme algunas tragedias que tuvieron lugar en mi existencia, otras para demostrarme la potencia de ideas que cubren mi ser y la fuerza que soy capaz de desplegar frente a la adversidad. Mundo de contradicciones el mío: el del miedo y el de la valentía. El de sentir y el de negar la capacidad de sentimiento alguno, el de expresarse en medio del caos de las batallas interiores. La ansiedad que ataca. Las ganas de que la noche no se termine y a la vez que llegue a su fin con la aparición de los primeros rayos del sol. Personalidad ambigua, la de creer y no, la de sentir y no otra vez y, la de esperar y esperar con la ilusión a flor de piel por algo que no será ni llegará nunca.


Una tal Crista Smith, en el jardín de los ausentes

A

No soy original. Siempre me repito. Flores -amapolas, geranios o jazmines- pájaros, azules, noche y suicidio. Tal vez éste sea el motivo por el cual mis poemas mueren antes de ser leídos o el porqué de la ausencia de sentimientos a todo lo que me rodea. No conmuevo a nadie, ni produzco admiración. No soy un ejemplo a seguir, tan sólo una mancha oscura que se deshace al pasarle un trapo viejo por encima. Y después llegan las canciones que -como no podía ser de otra manera- suenan en otras casas pero no en la mía. Un viejo disco de pasta -Bob Dylan o Neil Young- cuando me pongo poética, olvidando que es más power el punk o más cool ser grunge. Y ahí voy de nuevo, contando historias de amores trágicos o mujeres que quieren morirse enterradas en cementerios plagados de orquídeas o mariposas negras. Yo soy ésa y no. Sí. Me repito. Soy un plagio de mí misma incluso cuando digo palabras hermosas, sabiendo que las expreso a personas que no tienen oídos.


B

¿Puedes ver la belleza que hay dentro de mí? Soy una mujer que ha nacido para no ser amada. Desde siempre. Ni siquiera mi padre me contaba cuentos a la noche antes de ir a dormir. Mi jardín está lleno de flores que no desprenden perfumes y cómo me gusta sin embargo, la atmósfera que lo envuelve: un cielo ancho, violeta donde siempre es de día a pesar de la lluvia. Y cómo los pájaros vienen desde lejos a cantar. El tiempo no matará a la niña que habita dentro de mí. Soy una mujer que ha nacido para no ser amada. Es verdad. Pero qué importa. Yo fui hecha para desprenderme para rogar para rozar para sentir. Un polvo que cae al suelo a veces verdoso,


disolviéndose en sándalo quizás ámbar brindando la dulzura de su esencia a los demás. Yo fui hecha para querer demasiado sin esperar nada a cambio más que la fuerza del poema bendiciéndome.


Una joven espera que alguien la ame o, tal vez, lo que es igual, que le ponga en las manos su propio nombre. MarĂ­a Negroni


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