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Temple Grandin
from Revista Skolè #12
Por Camille Martínez Mc Lane
En este momento, el año en que escribo este artículo, el 2023, puedo ver en las noticias y en las redes sociales cómo la sociedad habla de las mujeres, lo que se ha hecho para visibilizar nuestras circunstancias, nuestros problemas, y el trato que ahora exigimos. Diferente, debo decirlo, al que recibieron mi mamá y mis tías cuando eran más jóvenes y definitivamente al que recibieron mis abuelas y las mujeres que vivieron antes que ellas.
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Puedo darme cuenta de cómo una larga línea de mujeres, algunas muy lejanas, totalmente desconocidas, y otras de la familia a la que pertenezco, con su empeño lograron ya que las mujeres de mi generación, mis hermanas y yo, podamos elegir entre diferentes formas para vivir nuestras vidas y lograr nuestras metas, y en verdad, aunque parezca un simple eslogan, es mucho decir, porque en la mayoría de los casos eso no fue factible, tal vez incluso inimaginable para muchas de ellas.
Esta reflexión me resulta imprescindible como preámbulo para escribir este artículo. Hace apenas unos días, buscando algo para hacer juntos, mis papás me sugirieron ver una película, una actividad que disfrutamos hacer en familia (aunque a veces temo que la elección sea más como una lección de vida que por el simple y sano entretenimiento). Igual debo reconocer que en ambos casos termino disfrutando pasar el rato juntos y también la filmografía.
Dicho lo anterior, ahí va, la película se titulaba “Temple Grandin”. La verdad no me hacía ningún sentido, ya que al momento carecía de toda referencia. Por eso les comparto quién es ella.
Mary Temple Grandin es una científico y diseñador industrial estadounidense. Nació el 29 de agosto de 1947, en Boston, Massachusetts, EE. UU.; no pudo hablar hasta después de los tres años y presentaba muchos problemas en su desarrollo comunicativo, social, conductual y de rigidez cognitiva; más tarde le diagnosticaron autismo. Sus padres, rechazando el consejo de un médico de colocarla en una institución, enviaron a su hija a una serie de escuelas privadas donde cultivó su alto coeficiente intelectual.



Grandin posee un cerebro neuroatípico, uno que no le permite seguir instrucciones escritas ni aprobar materias, como álgebra, que tratan de conceptos abstractos. Por otro lado, presenta una memoria visual a largo plazo, aspecto que fue vital para ella cuando descubrió el enfoque principal de su carrera.
Después de graduarse con una licenciatura (1970) en psicología de Franklin Pierce Collage (ahora Universidad Franklin Pierce) en New Hampshire, obtuvo una maestría (1975) y un doctorado (1989) en ciencia animal de la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, respectivamente. Desde 1990 enseñó Ciencia Animal en Colorado State University en Fort Collin, donde también dirigió Grandin Livestock Systems.
Todavía mientras disfrutaba del inicio de la película, no me quedaba claro quién era ella o su preparación académica. Lo que sí pude entender es que esta chica, que presentaba tantas limitaciones, estaba viviendo su vida, haciendo cosas y relacionándose con su mundo, al grado de entender pronto y con mucha claridad las cosas que “debía hacer” para “estar bien”.
Pero, ¿ganado, vacas; en dónde encaja todo esto? Pues resulta que Grandin poseía una intensa conciencia del miedo, originado en una hipersensibilidad al sonido y al tacto, que es común tanto en las personas autistas como en los animales, por lo que a temprana edad decidió dedicar su vida a idear sistemas para paliar la ansiedad de ambos grupos.
Cuando tenía dieciocho años, diseñó una "máquina de apretar" para aliviar su propia tensión nerviosa, inspirada en una rampa diseñada para mantener al ganado en su lugar durante el marcado, la vacunación y otros procedimientos. Después las versiones mejoradas de su máquina fueron ampliamente utilizadas no solo en las escuelas para calmar a los niños autistas, sino también por los adultos autistas para proporcionarse calma a sí mismos.
Para concluir sus estudios de psicología y como parte de su trabajo de tesis, se propuso a diseñar instalaciones ganaderas humanitarias que eliminarían el dolor y el miedo de los procesos implicados en la preparación del ganado para la matanza. Sus diseños permitirían a los trabajadores de las granjas mover a los animales sin asustarlos y con ello, optimizar etapas cruciales y disminuir las mermas.
Sorprendida por lo que estaba viendo, porque siendo honesta el tema central me resulta muy ajeno, no podía apartar mi atención de este personaje, tan fuera de lo común, que tan clara y apasionadamente abogaba alto y fuerte por evitar el maltrato y el sufrimiento del ganado, pero que de ninguna manera podría etiquetar como “amante y defensora” de los animales, al estilo activista de PETA, como de pronto lo presentan los medios hoy en día.
Temple reconocía a estos animales como seres vivos, y al hacerlo, tenía la fuerte convicción de que merecían respeto, pero en ningún momento ignoraba el objeto de su crianza, que sin lugar a dudas están siendo criados para alimentar a las personas. Lo que me pareció en verdad muy interesante es que ella consideraba que la crueldad no estaba en matar al animal y comérselo, sino en ignorar que el manejo que se hacía de éstas hasta que concluían su periodo de vida, tenía consecuencias negativas y éstas se podían evitar, por lo menos, en gran medida. Parafraseándola, la verdadera crueldad está en no tratar con respeto al animal que criamos para nuestro beneficio.
Ella lo entendió de tal manera que decidió implementar un plan para que el camino de las vacas al matadero fuera lo menos estresante (y eficiente) posible. Entendía de una manera “integral” este ciclo, como un verdadero ecosistema, en el que se involucró en cuerpo y alma y logró mejorar como nunca nadie lo había hecho.
Era la década de los 60s, y de los 70s, Temple Grandin vivía en una sociedad dominada principalmente por hombres, donde la posición de la mujer era el hogar casi exclusivamente, y si acaso en algunos roles limitados que no implicaran ningún tipo de poder o liderazgo. Que pudiera sobresalir como mujer y con su condición de autista, que además era difícil de diagnosticar, es realmente admirable. Y es este punto, y a riesgo de parecer antifeminista, lo que me gustaría rescatar de esta historia, que me resulta inspiradora, no tiene que ver con el género.
Ella no se sintió menos por ser mujer, nunca. Ella no luchó para saltarse “la norma” porque su condición ya la tenía fuera de “la norma”. Ella sólo se empeñó y trabajó en superarse a sí misma, a sus circunstancias y a concentrarse en encontrar las soluciones que la acercaban a sus metas. No creo que realmente estuviera motivada por los aspectos en defensa de las mujeres, es más, ni siquiera creo que en algún momento le hubiera importado, su empeño estaba enfocada en un solo motivo: las vacas.
Ahora, aunque a ella no le importara eso no quiere decir que los hombres a su alrededor lo pasaran por alto, la mayoría se oponían a la idea de que no solo una mujer, si no discapacitada, como se consideraba en esa época, supiera más que ellos o del manejo de su ganado y de sus granjas. Afortunadamente, no solo su familia y algunos tutores que tuvo a lo largo de su vida académica, algunos hombres en su entorno profesional pudieron ver más allá de los “estereotipos” y no solo se negaron a discriminarla, sino que además le ofrecieron apoyo y tomaron sus propuestas tan en serio como para implementarlas en sus negocios.

Para destacar, en ningún momento se rindió; ella a pesar de las dificultades seguía esforzándose, se empeñó, buscando maneras y oportunidades de que la gente (ya fueran sus maestros, colegas, clientes potenciales y otros) escucharan sus ideas. A ella poco le interesaba lo que pensaban, o cómo se expresaban de ella, porque lo importante era lograr que sus ideas permearan. Alerta de espóiler, pasó de disfrazarse de muchacho para recabar una firma a infiltrarse en una granja para conseguir una audiencia con el jefe. En verdad toda una luchadora.

Temple Grandin es genial, en tantos sentidos. Ella pasó de conocerse a sí misma, a reconocer sus fortalezas, sus deficiencias, y a convertirlas en áreas de oportunidad; no buscó “sobreponerse” a su condición neurodivergente, o cómo otros podrían llamar trastorno, o ganar beneficios a partir de la misma, por el contrario, fue lo suficientemente valiente como para expresarse sin temor a ser descartada o desestimada, y a encontrar en su forma de ser y en su realidad, el factor clave para idear esos planos maravillosos que se emplean en muchas instalaciones hoy en día.
También, al ser una mujer dentro del espectro, Grandin ha podido ayudar a entender mejor cómo es vivir con esta condición y ha demostrado que las personas como ella tienen distintas y valiosas habilidades.
Crédito, siento yo, se le debe dar a las mujeres de su vida, a su mamá y a su tía, como verdaderos ejemplos a seguir. Vivir con una condición como el autismo es complejo no solo para quien lo experimenta, pero tampoco es sencillo para los familiares.
Su madre pudo abandonarla o internarla en un hospital psiquiátrico, lo cual no lo hizo, y, por el contrario, buscó opciones y se empeñó en que su hija tuviera la infancia más normal posible, siempre buscando médicos y ambientes adecuados para favorecer su desarrollo, todo ello por amor. Su tía, junto con su esposo, no se quedaron atrás, al ofrecerle un lugar en su casa, un rancho ganadero, adaptar su hogar y su estilo de vida para que su sobrina se sintiera cómoda, sin sobreprotegerla, permitiéndole el primer acercamiento a lo que sería su pasión.
Temple Grandin, es para mí sinónimo de todo lo que aspiro a ser un día, una persona que poco o nada le importa lo que la gente piense de ella, que se esfuerza y se empeña en sacar adelante sus ideas, que sea capaz de no tomarse tan en serio y continuamente supere su miedo al ridículo, y dé la cara ante la injusticia, superando los prejuicios, sin pelear luchas sin sentido; una mujer con la fuerza suficiente para buscar soluciones creativas a problemas comunes o a otros que ni siquiera se nos han ocurrido.

Espero, con estas breves palabras, haber compartido la historia de esta excepcional mujer y que despierte una chispa en ustedes como la despertó en mí, una que nos impulse a crecer, a ir más allá de nuestro confort y abrazar la incomodidad, por difícil que sea y nos lleve a cruzar, a veces, con todo y miedo, por las muchas puertas que la vida nos depara.
Fuentes https://www.britannica.com/biography/Temple-Grandin https://mujeresbacanas.com/temple-grandin-1947/ https://certifiedhumanelatino.org/temple-grandin-autoridadbienestar-animal-america-latina/