Entrevista al Padre Marcelo Giannerini - Capellán Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú y al Padre Juan de Aguirre - Capellán Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez.
CAPELLANES DE HOSPITAL:
Testigos del milagro de la vida, del milagro de la enfermedad, del milagro de la partida En la entrada del hospital “S. Giacomo” de Roma, está esculpida la siguiente frase: “Ven para ser sanado, si no sanado al menos curado, si no curado al menos consolado”. Para los capellanes que tienen su vocación de servicio en los hospitales los tres verbos: “sanar”, “curar”, “consolar”, se conciben integrados entre sí, por lo que quien sana al mismo tiempo cura y consuela, y quien ofrece una consolación al mismo tiempo contribuye a sanar y a curar las heridas El padre Marcelo Giannerini es capellán en el Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú hace seis años, pero su vocación de servicio en el Hospital empezó estando en el seminario. “Ya en el primer año del seminario en la oración, surgió esto de acompañar enfermos al final de la vida. Creo que es el talento que Dios le dio a cada uno y me parece, honestamente lo digo, yo me pongo delante de un paciente terminal y es como algo que me surge de adentro… Me parece que el cura tiene que ser presencia de alguien con Mayúscula. El hecho de que vos estés y te vean, algo está diciendo. Tomaría la frase de Abraham: ‘Cada persona es una historia sagrada’, con una realidad personal, familiar, económica, con una contención diferente; entonces cuando vos te acercás a la persona, tenés que acercarte como se acercaba Abraham cuando iba a hablar con Dios, tenés que descalzarte, porque es eso, cada paciente es distinto, es sagrado”.
Padre Marcelo Giannerini
El padre Juan de Aguirre hace 22 años que es capellán en el Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez: “Estudié medicina antes de entrar al seminario, el ambiente y las cuestiones médicas siempre me gustaron. Siempre lo tuve en el horizonte y la vida de un capellán me parecía lindísima. Me quería ir a estudiar a Roma y Quarrachino me dice en ese momento lo difícil
que era conseguir curas para los hospitales y me ofrecí si era necesario. Me designaron para el Muñiz, pero mi párroco decía que yo era muy joven y justo al cura que estaba acá lo nombran superior del seminario y fue él quien sugirió que yo lo reemplazase. En diciembre de 1994 fue mi nombramiento y desde ese momento estoy acá”. “Acompañar el camino de las personas que están en tránsito a la muerte es difícil, es complejo, pero es hermoso”, dice conmovido Marcelo, “porque es ayudar a la persona como a ir, en la medida que pueda, cerrando y sanando cosas de su vida”. Dos personas me enseñaron mucho, la primera fue una paciente que falleció y la segunda un médico. A la paciente iba a verla dos o tres veces por semana hasta que la médica me dijo: “No da para más, la semana que viene no creo que esté”. Era la primera vez que me pasaba. Y yo me preguntaba cómo se despide uno de alguien que sabe que no va a volver a ver. Estaba dormi-
Padre Juan de Aguirre
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