Crisis ecológica, lucha de clases y estrategia. En torno al cierre de la fundición Ventanas (Chile)

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Crisis ecológica, lucha de clases y estrategia

En torno al cierre de la fundición Ventanas, la ideología del crecimiento, el industrial desarrollismo y la perspectiva del colapso

a la heroica lucha del pueblo ucraniano y a la labor político

(Borrador Final)

La presente versión de este material constituye el borrador de la primera parte de un libro temático a publicar por “Marxismo y Colapso” durante las próximas semanas.

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Miguel Fuentes Libro dedicado intelectual de Ariel Zuñiga, uno de los pocos referentes de la izquierda pensantes en Chile

I. El cierre de la fundición Ventanas

1. Ventanas: el Chernóbil chileno

2. La decisión del cierre. Una decisión valiente… y a la vez una “estafa verde”

3. Las voces en contra del cierre de Ventanas: más cerca de Boric de lo que parecen

3.1. La derecha pinochetista

3.2. Los sindicatos mineros.

3.3. La izquierda chilena

II. Notas en torno a la ideología del crecimiento, el industrial desarrollismo y la perspectiva del colapso

4. El problema ecológico como “catalizador subjetivo” y “modelador estratégico” de la lucha de clases.

5. El concepto de luchas sociales “eco reaccionarias”

6. El socialismo ante la perspectiva del colapso.

7. Variabilidad histórica, “inevitabilidad” del colapso y la necesidad de un marxismo consciente de su muerte inminente. O porqué los últimos días de Lenin son claves

III. Algunas definiciones para comprender el conflicto de Ventanas en Chile desde una perspectiva marxista-colapsista

8. La importancia del conflicto de Ventanas como un caso testigo de la crisis ecosocial chilena.

9. La ilusión moderna del crecimiento infinito (y sus límites reales).

10. La gran industria del cobre y la ideología del “proyecto país” ante el agotamiento de los recursos

11. El insoslayable culto al sistema industrial de la derecha y la izquierda chilena… y algo sobre la joven intelectualidad marxista criolla

12. La insoportable “estupidez ecosocial” de las izquierdas industrialistas (1): ¡No todo es solucionable ni con “tecnologías verdes” ni con control obrero!

13 La insoportable “estupidez ecosocial” de las izquierdas industrialistas (2): ¿Y la catástrofe ecológica?

(Próximas secciones incluidas en el libro)

IV. Una pausa necesaria. Respondiendo el “(…) ¿acaso quieres volver a las cavernas?”

V. Conclusiones en torno a la crisis ecosocial chilena

a. Otra vez en torno al conflicto de Ventanas como producto orgánico de la crisis socioambiental chilena y a la irreformabilidad del sistema industrial

b. Un pequeño resumen y un descanso narrativo: Ventanas, el fin del progreso y la metáfora de la prostituta

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Índice

c. Las zonas de sacrificio como “eslabones débiles” de la crisis ecológica energética y la perspectiva de un “derrumbe ecosistémico” del estado chileno moderno.

d. La crisis ecológica como factor de modulación de la lucha de clases

e. El problema del sujeto obrero: la (doble) crisis ecosocial del proletariado y la noción de “silencios estratégicos”

f. La rueda de la fortuna (Interregnum)

g El paro eco reaccionario de los trabajadores de Ventanas

h Crisis ecosocial, ausencia de sujeto social y el concepto de lucha de clases moderna decadente (o declinante). O el horizonte posmoderno revisitado.

i Derrumbe ecológico energético y dinámica colapsista en Chile

j. Algo sobre la revolución ante la época del decrecimiento.

VI. Atisbos para una política marxista-colapsista ante la “cuestión ecosocial” chilena a partir del conflicto de Ventanas

La bancarrota de los programas de izquierda moderno industrialistas en Chile

Una propuesta de acción Hacia las estrellas

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Crisis ecológica, lucha de clases y estrategia

En torno al cierre de la fundición Ventanas, la ideología del crecimiento, el industrial desarrollismo y la perspectiva del colapso

I. El cierre de la fundición Ventanas

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Ventanas: el Chernóbil chileno

Hace algunos meses, el presidente de Chile Gabriel Boric anunció el cierre de la fundición de cobre Ventanas ubicada en la Bahía de Quinteros Puchuncaví (Región de Valparaíso). De acuerdo con lo informado por el gobierno, el cierre de esta empresa, de propiedad de la minera estatal cuprífera chilena CODELCO, debería concretarse en un plazo máximo de cinco años. La razón principal aducida para el cierre sería tanto el papel que tendría esta industria en los elevados niveles de contaminación de la zona, así como también el posible rol de la misma en los recurrentes episodios de intoxicaciones por dióxido de azufre y otros gases contaminantes registrados en las últimas décadas. De acuerdo con diversas estimaciones, esta planta sería de hecho la responsable del 62% de las emisiones contaminantes en el área, la que incluye además más la existencia de una decena de otras industrias ubicadas en las cercanías.

Ha sido precisamente por esta gran concentración de industrias contaminantes y por los desastrosos efectos que los procesos productivos asociados a aquellas han tenido tanto sobre los ecosistemas terrestre y marinos de la zona, así como también sobre la salud de las poblaciones que habitan en sus alrededores, que la Bahía de Quinteros figura en la actualidad como una de las llamadas “zonas

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Miguel

de sacrificio ambiental” más emblemáticas de Chile. Con motivo de la serie de incidentes de intoxicaciones y envenenamientos masivos producidos en los alrededores de esta fundición en años recientes, la reconocida organización medioambientalista Greenpeace llegó a denominar a esta área como el “Chernóbil chileno”. Para peor, es sabido que la fundición Ventanas habría funcionado hasta la década de 1990 (es decir, más de un cuarto de siglo luego de su fundación en 1964) sin la implementación de ningún tipo de tecnología destinada a disminuir sus niveles contaminantes, siendo asimismo sus actuales estándares operativos medioambientales deficientes de acuerdo por lo afirmado por una serie de organizaciones ambientalistas. Dicho de otro modo, la fundición Ventanas habría jugado desde sus inicios un rol preponderante en la transformación de la Bahía de Quinteros Puchuncaví en una verdadera “zona muerta”.

Pero la fundición Ventanas y su rol en los niveles de destrucción ambiental y el literal ecocidio del cual ha sido uno de los responsables principales no es una excepción. Como veremos luego, el caso de la fundición Ventanas constituiría simplemente una de las muestras más fehacientes (concentrada) de los efectos de las políticas de crecimiento y desarrollo seguidas no solamente durante las últimas décadas, sino que, en realidad, desde la propia creación del modelo productivo industrial chileno hacia mediados del siglo XIX. Ventanas no sería así el producto ni de las meras políticas de desarrollo económico implementadas desde la dictadura hasta hoy ni de los desbalances propios del modelo neoliberal, sino que, en realidad, un “producto orgánico” (repetido en cada una de las demás “zonas de sacrificio” que existen a lo largo de Chile) de los patrones de crecimiento y desarrollo ecónomico industriales en sí mismos, esto al menos tal como estos conceptos (crecimiento y desarrollo) han sido entendidos durante los últimos siglos.

El sistema industrial chileno

Desde aquí, el tipo de colapso ambiental que puede apreciarse en los alrededores de la fundición Ventanas representaría, si consideramos además el resto de indicadores de destrucción ambiental a lo largo de Chile, un indicio de un proceso en curso aún mayor; esto es, el colapso ecológico (y

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social) del completo Estado Nación Chileno. La transformación (ya muy posiblemente inevitable) del completo territorio chileno, sus ecosistemas, ciudades, centros poblados y sistemas socioculturales, desde Arica a Punta Arenas, en una gigantesca “macro zona de sacrifico”, esta vez de dimensiones sub continentales. En otras palabras, Ventanas constituiría un anticipo nada menos que de “la muerte de Chile”.

2. La decisión del cierre Una decisión valiente… y a la vez una “estafa verde”

La decisión del cierre de la fundición Ventanas tuvo en consideración lo ya dicho respecto al rol de esta industria en el actual desastre ecológico y social que se vive en la Bahía de Quinteros. Asimismo, se tuvieron en cuenta otras consideraciones de orden económico (poca competitividad de la empresa, generación de pérdidas financieras crónicas), técnico (antigüedad de las maquinarias, inexistencia de tecnologías capaces de una mitigación efectivas de sus niveles contaminantes) y social (descontento creciente de la población con respecto a la existencia de “zonas de sacrificio”, desarrollo de una mayor conciencia ecológica sectores más amplios de la población). Desde este punto de vista, puede decirse que la decisión de Boric de aceptar la decisión de cierre tomada previamente por la mesa directiva de CODELCO es correcta e, incluso, aparentemente valiente. Esto último si se tiene en cuenta, por ejemplo, la escasa voluntad mostrada por los anteriores gobiernos para concretar este cierre.

Con todo, existen una serie de hechos adicionales que demostrarían que esta decisión (cierre de Ventanas) se presentaría no sólo como una medida en muchos sentidos “cosmética”, sino que, además, como una verdadera “estafa verde”. Esto último debido a que esta medida no sólo no se enmarcaría en un cuestionamiento más general del modelo de megaminería existente en Chile (responsable en gran medida de los actuales niveles de contaminación existentes en Quinteros), sino que, de hecho, en una política más general de intensificación de la misma. Igualmente, esta medida de cierre tampoco apuntaría a una crítica de fondo del sistema industrial chileno ecocida del cual la propia existencia de la fundición Ventanas ha sido uno de sus resultados más visibles.

Un primer ejemplo de lo anterior es que la decisión del cierre de la fundición Ventanas (en un plazo de 5 años) se presenta al modo de una medida aislada; es decir, sin haberse considerado la existencia de más de quince industrias contaminantes aledañas a esta última. Esto es, no se ofrece una real solución al problema de la contaminación industrial en Quinteros. Otro ejemplo de lo anterior es el hecho de que Boric ya ha dado ya a conocer su decisión no sólo de reemplazar Ventanas por la construcción de otra nueva fundición (supuestamente más “ecológica”), sino que, a la vez, de potenciar aún más el desarrollo de la ultra contaminante megaminería del cobre mediante la destinación de un 30% de las actuales ganancias estatales en este ámbito para la implementación de nuevos proyectos cupríferos y mejoras tecnológicas. Es decir, lo que se “cierra” con Ventanas será por otro lado “abierto” tanto con la construcción de otras fundiciones, así como también con el potenciamiento de la “intrínsicamente destructiva” megaminería del cobre. Ósea, no se cuestiona el carácter esencialmente ecocida de esta última. Recordemos en este punto, de hecho, que la megaminería del cobre constituye una de las ramas más ecológicamente destructivas y voraces de la industria moderna.

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La megaminería del cobre en Chile

Más todavía, el cierre de Ventanas tampoco asegura que el propio modelo privatizador (súper contaminante) de megaminería impuesto por la dictadura de Pinochet y los gobiernos concertacionistas en las últimas no siga, de hecho, profundizándose. Una muestra de esto han sido las declaraciones de una serie de directivos de CODELCO en los últimos meses en las cuales se ha dado a entender la posible admisión de capitales privados en la construcción de la nueva fundición de cobre que debería reemplazar a la de Ventanas. Téngase en cuenta aquí, asimismo, el extenso periodo de tiempo acordado para concretar el cierre de Ventanas (5 6 años), pudiendo interpretarse esto además como una muestra palpable de la escasa preocupación que tuvo el bienestar de la población entre los móviles que impulsaron la decisión del cierre de esta industria. En resumen, el cierre de Ventanas no solamente no cuestiona el modelo extractivista chileno asociado al desarrollo de la ultra contaminante megaminería, sino que se enmarcaría, en realidad, en una política de profundización de esta última, adquiriendo por lo tanto el carácter de una verdadera “estafa verde”.

Ahora bien, este particular tipo de “estafa verde” en la cual parecería enmarcarse la decisión de cierre tomada por Boric no parece ser la única. En realidad, también las posiciones adoptadas por los sectores que se opusieron al cierre de esta industria: entre otros, la ultra-derecha neoliberal nucleada alrededor de la figura de José Antonio Kast, la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y las organizaciones marxistas de izquierda tradicionales (por ejemplo, las del ámbito del trotskismo), habrían en realidad replicado algunas de las ideas centrales en las cuales se sostiene la propia decisión de cierre de Boric. Dicho de otra manera, las posiciones de estos sectores para rechazar el cierre de Ventanas no constituirían más que “variantes” (aunque supuestamente “opuestas”) de la misma “estafa verde” que estaría impulsando hoy el gobierno del Frente Amplio con su decisión de cerrar esta fundición.

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3. Las voces en contra del cierre de Ventanas: más cerca de Boric de lo que parecen

Las voces contrarias al cierre de Ventanas pueden aglutinarse, tal como dijimos, en tres grandes grupos: ultra derecha neoliberal, sindicatos mineros y partidos de izquierda industrialista. Como veremos ahora, cada uno de estos grupos compartirían entre sí una serie de posiciones “base” que serían comunes a las posturas del propio gobierno de Boric, basadas en la defensa de una serie de principios económico sociales similares. Veamos algunos de estos últimos.

3.1. La derecha pinochetista

En el ámbito de la ultra derecha neoliberal chilena (aglutinada como señalamos alrededor de ciertas figuras tales como la de Kast), la defensa de los principios previamente mencionados saltan a la vista. De hecho, las posiciones de este sector no se diferenciarían en lo sustancial de muchas de las posturas tomadas en este terreno por el propio Boric, el Frente Amplio o la ex Nueva Mayoría. Tal como estos sectores, Kast y la ultra derecha serían también férreos partidarios del actual modelo productivo industrial existente en Chile y del desarrollo de la mega minería (especialmente la del cobre), definiendo a esta última, tal como asume prácticamente la totalidad del espectro político chileno, como una de las principales ramas del “desarrollo nacional” y del “progreso” de Chile.

La gran minería del cobre es uno de los pilares del modelo económico industrial productivista chileno

En realidad, la única diferencia en este terreno entre las posturas de la ultra derecha con respecto a las de Boric, el Frente Amplio y la ex Nueva Mayoría sería una defensa mucho más dura (articulada en conjunto con los sectores de la llamada “centroderecha” chilena) del modelo de minería semi privatizada impuesta durante la dictadura pinochetista, el cual como sabemos constituye uno de los principales pilares del modelo económico industrial productivista imperante hoy en Chile. En el caso de la denuncia que hizo el partido de Kast en contra de la decisión de Boric de cerrar Ventanas, aquella se presentaría así, en realidad, más que como una pretendida

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“defensa” de los trabajadores de dicha industria, como una mera postura populista (demagógica) interesada más que nada en golpear al actual gobierno para obtener así un beneficio político. Basta con recordar en este punto que fue el mismo Kast quien habría propuesto hace algunos años dar pasos hacia la completa privatización de CODELCO, la principal empresa minera estatal chilena. Esto último, por ejemplo, en el caso de las divisiones poco competitivas de la misma que (tal como lo sucedido con la fundición Ventanas) han venido en décadas recientes generando importantes pérdidas económicas.

3.2. Los sindicatos mineros

Algo similar ocurre en el ámbito de los sindicatos mineros que se opusieron al cierre de la fundición Ventanas, aunque esta vez trayéndose a colación una serie de posturas arraigadas en las viejas ideologías (sigloveinteras) en pro de la “industria nacional”. Efectivamente, las posiciones levantadas por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y un amplio sector del sindicalismo chileno en contra del cierre de esta empresa no habrían ido más allá de las tradicionales apelaciones de las izquierdas industrialistas del siglo pasado en pos de una llamada “defensa de los recursos naturales nacionales” y de la “industrialización” (aunque ciertamente con un tono más moderado). Ósea, el mismo tipo de “apología argumental” del sistema industrial y del papel de la mega minería en el “desarrollo chileno” que puede encontrarse en las posiciones del gobierno de Boric, la ex Nueva Mayoría o incluso la derecha, aunque ahora reproducidas en el terreno sindical y con un “guiño” ideológico a los discursos allendistas de la década de 1970 con respecto a la necesidad de defender el “cobre chileno”.

El

nacional

Es cierto, con todo, que en este caso se defendería el papel de este modelo industrial y de la megaminería por una vía contraria (aunque en última instancia complementaria) a la del gobierno de Boric y los demás sectores políticos ya mencionados; esto es, como dijimos, la promoción de

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discurso de la nacionalización de la minería del cobre como pilar del desarrollo

la “nacionalización” (y no la “privatización”) tanto de esta última como de los “recursos naturales” de Chile. Aun así, no es menos evidente que, luego de medio siglo de un avance sin precedentes de los niveles devastación ambiental asociados al desarrollo de la megaminería y el propio modelo industrial productivista chileno, del desarrollo de numerosos desastres medioambientales y el surgimiento de las llamadas “zonas de sacrificio” (de las cuales la de Quintero es como dijimos un caso testigo), esta apelación a los programas de “promoción de la industria nacional” aparezcan no sólo como desfasados, sino que, además, como veremos, como históricamente obsoletos.

Una muestra de lo anterior pudo encontrarse, entre otras, en el discurso que asumieron los sindicatos de trabajadores de la fundición Ventanas en el paro que organizaron para oponerse a la decisión del cierre tomada por Boric, demostrando con esto no sólo una evidente falta de sintonía con el “sentido de urgencia” que vienen adquiriendo las demandas medioambientales en Chile, sino que, además, con la propia crisis socioambiental que enfrentan los habitantes de la bahía de Quinteros y de otras “zonas de sacrificio” en Chile. En primer lugar, destaca aquí como hecho sintomático el profundo repudio popular que produjo en todo Chile la realización de este paro minero. Esto último debido tanto a la comprensible simpatía que despertó en amplios segmentos de la sociedad la decisión de cerrar una empresa tan contaminante y nociva como Ventanas, así como también porque este paro fue percibido como una acción destinada principalmente a proteger los privilegios de las aristocracias obreras mineras; es decir, como una acción de corte gremial alejada de las necesidades de otros sectores sociales. Puede decirse aquí, de hecho, que este profundo repudio popular en contra de este paro fue uno de los factores que motivó que este fuera depuesto en menos de un día luego de iniciado.

Paro de los sindicatos mineros en contra del cierre de la fundición Ventanas

En segundo lugar, otra manifestación de la escasa “sensibilidad ambientalista” que tuvo la decisión de los sindicatos mineros de oponerse al cierre de la fundición Ventanas fue, a la vez que realizar

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como dijimos una apelación a la “defensa de la industria nacional” casi totalmente ajena a cualquier preocupación ecológica, la casi inexistente preocupación que mostraron estos sindicatos por la propia crisis socioambiental que se vive actualmente en la bahía de Quinteros y en otras “zonas de sacrificio” en Chile. Aunque en términos discursivos aquellos debieron inevitablemente (obligados por la situación) decir algo con respecto a esta crisis, esto quedo remitido, más que nada, a la realización de una serie de vagas afirmaciones tanto en torno a la factibilidad de “disminuir” las emisiones contaminantes de Ventanas, así como también a la posibilidad de, supuestamente, impulsar un plan de mejoras tecnológicas en aras de la implementación de un sistema productivo “sostenible” y “amigable” con el medio ambiente.

En otras palabras, el mismo tipo de “soluciones tecno productivas” que abundan en los discursos de los exponentes empresariales del llamado “capitalismo verde”, aunque en este caso asumido por las propias organizaciones sindicales. Ósea, algo así como una particular forma de “greenswashing obrero” (en clave “nacional popular”) que, plagado de frases altisonantes con respecto a la perspectiva (imposible) de implementar una megaminería “verde”, se caracterizaría, en el fondo, por ofrecer una serie de respuestas tecnológicas “parches” a un problema (la crisis ecológica planetaria) ya completamente insoluble en los marcos tecno productivos actuales Ejemplo evidente de lo anterior es que todo lo que tuvieron que decir los sindicatos mineros que convocaron al paro en contra del cierre de Ventanas respecto a la crisis socioambiental que se vive actualmente en la Bahía de Quinteros fue simplemente que se hacía necesario que el gobierno destinara una mayor cantidad de recursos en “inversión tecnológica”; específicamente, entre otras cosas, en sistemas más avanzados para el control de emisiones contaminantes.

¡Sin duda! Porque no importaría mucho que los efectos destructivos de una industria como Ventanas sean en realidad muchísimo más bastos y complejos a los asociados a las meras emanaciones tóxicas (por ejemplo si se considera la completa cadena productiva en la cual aquella se inserta), esto porque lo realmente importante del asunto sería, en última instancia, defender a todo costa la existencia de una empresa (fundición Ventanas) y una rama productiva (la megaminería) vistas por estos sindicatos como “esenciales” para el “progreso” de Chile. Es decir, como dijimos, el mismo tipo de legitimización ideológica de la destructiva megaminería que caracteriza al discurso del gobierno de Boric respecto a su rol estratégico en el “desarrollo nacional”, aunque en este caso resaltándose el punto de la “defensa de los puestos laborales” y el “papel crucial” que tendría la fundición de Ventanas en la capacidad de Chile de procesar cobre. Todo esto, como vimos, sin una real integración ni del rol de la megaminería en los niveles de destrucción ecológica en Chile ni del debate más general en torno a la crisis socioambiental que afecta a la bahía de Quinteros y al conjunto del territorio nacional. Todo esto, sin decir una palabra de las implicancias del actual modelo industrial imperante en este país con respecto, en última instancia… ¡a la viabilidad en el mediano plazo del propio estado nación chileno!

¡Los puestos de trabajo! ¡La industrialización de Chile! ¡Industrialización! ¡Trabajo! ¡Todo lo que importa son los puestos de trabajo! ¿Porque importa un carajo que la crisis ecosocial se encuentre a punto (sería una cuestión de décadas) de mandar al carajo todo aquello que hemos conocido en los dos últimos siglos como “Chile”? ¿No? Mal que mal… ¿acaso aquello de la “crisis ecológica” no es en realidad un problema mucho menos importante, menos fundamental, menos estratégico y menos prioritario que los “derechos laborales”? ¿Cierto? ¿Acaso no es eso: la “primacía de la lucha por los derechos laborales”, tal como como nos enseñó Recabarren, Blest y los viejos

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partidos de izquierda del siglo XX, lo más importante, siempre, en cualquier lucha social? ¡Sí, claro! ¡Porque Recabarren, Blest, o bien incluso Lenin, Trotsky o Marx, estuvieron siempre muy bien informados, muy preocupados y muy atentos de las implicancias, dimensiones y ritmos que podría llegar tener, en pleno siglo XXI, el problema ecológico!

3.3. La izquierda chilena

No muy distintas son las posiciones que caracterizaron a las distintas organizaciones de la izquierda chilena ante la decisión del gobierno de cerrar Ventanas. En realidad, la mayoría de estas últimas habrían o bien aceptado (acríticamente) la decisión de cierre de Boric como una medida ambiental que se habría presentado ya como “ineludible”, o bien replicado (también acríticamente) la postura de los sindicatos mineros. En ciertos casos, el apoyo a la medida de cierre se habría acompañado por parte de algunas organizaciones tales como el Partido Comunista de una serie de exigencias complementarias al gobierno en pos de garantizar los puestos de los trabajadores de Ventanas una vez que se concrete el cierre de la fundición Ósea, reduciéndose todo, más o menos, a la necesidad de implementar un “cierre con responsabilidad social”: es decir, sin afectar las condiciones de vida de los trabajadores de esta industria. En otros casos, por ejemplo, en el ámbito de las organizaciones trotskistas, se habría por su parte decidido apoyar la lucha de los sindicatos mineros en contra del cierre de la fundición Ventanas, aunque integrándose a las reivindicaciones de estos últimos (rechazo a la medida de cierre, protección de los empleos, demanda por mayores inversiones tecnológicas, etc.) una serie de consignas tales como la del “control obrero” (o “comunitario”) de la producción Lo anterior aceptándose implícitamente la idea de que dichas medidas serían, supuestamente, las más adecuadas para ofrecer una eventual “solución” no sólo al problema de los altos índices de contaminación ambiental generados por la fundición Ventanas, sino que, además, sobre todo en el caso de aplicarse en un escenario de “planificación” y “socialización” de la economía, de la propia crisis socioambiental que se vive en Chile.

Un ejemplo de estas últimas posiciones pudo encontrarse en la política defendida por algunas organizaciones tales como el Movimiento Internacional de Trabajadores (MIT) de la ex convencional María Rivera, la cual ante el anuncio de cierre de Ventanas se opuso a esta última dando a entender, entre otras cosas, que no sería necesario cuestionar ni la existencia de la fundición Ventanas ni de la propia megaminería contaminante, esto porque la clave estaría, en último término, en lograr una modificación del “carácter social” de la producción. Dicho de otro modo, asumiéndose la posibilidad de la existencia de un modelo económico industrialista “compatible” con las necesidades medioambientales. Esto es, que sería factible (gracias al control obrero y la socialización de la producción), por ejemplo, el desarrollo de una megaminería “amigable” con la ecología, lo cual sería casi tan ridículo como afirmar, si tenemos en cuenta el carácter esencialmente ecocida de sus sistemas tecnológicos, ciclos productivos y niveles extractivos, que la radiactividad del uranio utilizado en las centrales nucleares podría volverse en “menos radiactivo” por el simple hecho de que aquellas sean administradas por sus trabajadores (o bien por las “comunidades” aledañas a las mismas). En definitiva, una opinión atenida a los marcos de la ideología industrial productivista (anti ecológica) que, salvo excepciones, ha caracterizado al trotskismo prácticamente desde su fundación.

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La ex convencional María Rivera se opuso al cierre de la ultra contaminante fundición Ventanas

Tal como dio a entender igualmente la dirigente trotskista del Partido de Trabajadores Revolucionario (PTR) Joseffa Cáceres quien, replicando en gran medida las posiciones de María Rivera al referirse al problema del cierre de Ventanas, señaló en una entrevista en el medio digital La Izquierda Diario que no sería necesario cerrar esta fundición, sino que, por el contrario, bastaría con complementar la consigna del control obrero de esta empresa con exigir al gobierno… la compra de unos cuantos “tubos” para el control de las emisiones contaminantes. ¡Control obrero más “tubos anti emisiones”! ¡Ciertamente una gran expansión de la consigna del control obrero de cara al desastre ambiental generado por la fundición Ventanas en la bahía de Quinteros! Algo similar, a fin de cuentas, a la idea expresada hace tan sólo algunos días por el dirigente trotskista argentino Raúl Godoy en el acto del PTR de conmemoración de los cincuenta años del surgimiento de los cordones industriales chilenos, el cual refiriéndose indirectamente al problema de los importantes niveles de contaminación generados por la fábrica bajo control obrero Zanón en Neuquén (Argentina), redujo la solución de este último a la necesidad de un plan… “para comprar paneles solares”. ¡Control obrero más “tubos anti contaminación”! ¡Control obrero más “paneles solares”! Ciertamente, una gran expansión (“ecosocialista”) de la consigna del control obrero de cara a los desafíos del principal desafío existencial ante el cual se ha enfrentado la civilización moderna: ¡la crisis climática planetaria!

II. Notas en torno a la ideología del crecimiento, el industrial desarrollismo y la perspectiva del colapso

4. El problema ecológico como “catalizador subjetivo” y “modelador estratégico” de la lucha de clases

El conflicto surgido entre el gobierno, los sindicatos mineros y la comunidad de Quintero como producto de la decisión del primero de cerrar la fundición Ventanas, así como también el debate

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que motivó esta decisión entre el conjunto de la población chilena, ha puesto en evidencia no sólo la extensión y magnitud que viene adquiriendo la crisis socioambiental en Chile, sino que, además, las importantes implicaciones económica productivas, sociales, políticas e incluso ideológica programática de esta última. Todo esto en un escenario nacional cada vez más marcado por los altos costos que está teniendo dicha crisis (empeorada por el escenario post pandémico influenciado por la crisis energética, la crisis inflacionaria y la guerra de Ucrania) sobre la vida de millones a lo largo de Chile, los cuales han comenzado ya a padecer (de forma inicial) las consecuencias prácticas de los altos grados de contaminación y niveles de degradación ambiental que afectan a una gran parte del país. Un ejemplo clarísimo (y a la vez un anticipo de lo que se aproxima) son los efectos que ya está teniendo la “crisis hídrica” en la mayoría de las regiones de Chile.

Paralelamente, sobre todo en el caso de las ya mencionadas “zonas de sacrificio” y de aquellos lugares en los cuales el avance de la crisis ambiental estaría poniendo en riesgo la propia “habitabilidad” de los mismos, esta crisis ha pasado a transformarse en un factor cada vez más crucial (crítico) en el desarrollo de las propias dinámicas de la lucha de clases chilena. Esto último tanto en dichas zonas (particularmente afectadas por esta crisis), así como también, si consideramos otra vez el alcance nacional que ya posee esta crisis en el caso de la situación de escasez hídrica que se vive en Chile, en el país en su conjunto. En otras palabras, la “cuestión ecológica” (tal como sucedió a principios del siglo pasado con la llamada “cuestión social”) estaría adquiriendo así el papel de un “vector modelador” de importancia determinante del conflicto de clases chileno, pudiendo haber cumplido ya, de hecho, un rol trascendental (hasta ahora escasamente discutido) de los niveles masividad, radicalidad y violencia que caracterizaron al estallido popular chileno de octubre del 2019. Algunos elementos que apuntarían en este sentido serían tanto la importancia que habrían alcanzado las llamadas “demandas medioambientales” al calor de este estallido social, así como también la propia dinámica (con algunas posibles similaridades estructurales con el levantamiento popular de octubre) que caracterizó en años anteriores a los alzamientos populares locales en Freirina (2012) y Chiloé (2016).

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La crisis hídrica en Chile

A nivel internacional, algo similar ha podido verse también en algunos de los fenómenos más importantes de la lucha de clases mundial de la última década: entre otros, el proceso de lucha de los chalecos amarillos, el cual, si bien no habría estado motorizado directamente por una demanda medioambiental específica, sí habría estado cruzado de manera importante, al menos, por el peso que tomó en aquel el “debate ecológico” (recordemos que uno de los argumentos centrales que utilizó Macrón en su decisión de aumentar los impuestos a los combustibles fue el financiamiento de un supuesto “plan de transición ecológica). Otro ejemplo de lo mismo, esta vez sí directamente relacionado directamente a demandas medioambientales, habría sido el ciclo de luchas juveniles desarrolladas a nivel internacional por algunas organizaciones tales como Fridays for Future o Extinction Rebellion durante los años 2018 y 2019. No puede dejar de mencionarse aquí, asimismo, el importante papel que habría tenido el desarrollo de la crisis climática en algunos de los eventos de desestabilización geopolítica más influyentes de la última década: entre otros, la guerra civil siria o la propia consolidación y posterior expansión del “Estado Islámico”1 .

1 De acuerdo con una serie de investigaciones de años recientes, el inicio de la guerra civil en Siria habría sido potenciado por el desarrollo de una mega sequía regional que indujo una importante oleada migratoria desde las zonas rurales a las grandes ciudades sirias, generando un clima de desestabilización social que habría agudizado las contradicciones sociopolíticas que motivaron el estallido popular que marcó el comienzo a este conflicto. De igual manera, habría sido también este escenario de crisis hídrica regional el cual habría permitido al “Estado Islámico” instrumentalizar el control de los pozos de agua en una serie de localidades rurales en distintos países de la región para extender su influencia sobre numerosas comunidades locales

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El Estado Islámico

Ahora bien, el desarrollo de la crisis ecológica y su correlato socioambiental no debe comprenderse al modo de un factor puramente objetivo del proceso histórico y la lucha de clases, sino que, a la vez, como un verdadero “catalizador subjetivo” de amplio espectro capaz no sólo de un influir en el surgimiento de nuevas subjetividades sociopolíticas en amplios sectores sociales, sino que, asimismo, de cuestionar algunos de los “elementos basales” del conjunto de los programas políticos de la modernidad industrial. Piénsese, por ejemplo, la incompatibilidad estructural que poseería un concepto tal como el llamado “decrecimiento” (más adelante volvemos sobre esta discusión) con los programas de desarrollo industrial clásicos aplicados (o propugnados) durante el último siglo por sistemas ideológicos tan diversos como el fascismo, el liberalismo, el estalinismo, maoísmo o el trotskismo. En pocas palabras, la problemática ecológica ha venido adquiriendo así el doble papel tanto de un auténtico “modelador estratégico” con fuerza disruptiva creciente en el escenario ideológico contemporáneo, así como también de un desafío teórico político (programático) prioritario de la lucha de clases mundial.

5. El concepto de luchas sociales “eco reaccionarias”

Algo de esto (la crisis ecológica como “modelador estratégico” y “desafío programático” de la lucha de clases) pudo verse en años pasados en el caso ya mencionado fenómeno de los chalecos amarillos, el cual pareció combinar una serie de tendencias sociopolíticas altamente contradictorias y complejas Por una parte, un proceso de lucha de masas que enfrentó el programa de ajustes neoliberales del gobierno de Macrón; por otra parte, un aparente empalme de estos sectores, motivados por la propia disminución de sus estándares de vida, no sólo con agentes políticos o discursos de tono productivo extractivista, sino que, además, con reivindicaciones carentes de toda sensibilidad ecológica y desligadas de cualquier preocupación ambiental. Un ejemplo de lo

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anterior pudo verse en el importante rol que llegó a cumplir la referente de la ultraderecha Marine Le Pen y el Partido Nacional entre un sector del movimiento de los chalecos amarillos, el cual de hecho actuó posteriormente como una importante base electoral para la misma.

Todo esto en un escenario político caracterizado por la virtual inexistencia de cualquier intento serio por parte de los partidos de izquierda de dotar a este movimiento de una verdadera problematización del problema ecológico, llegando estos últimos a afirmar que la consigna de “petróleo barato” que constituyó en ciertos momentos el real móvil de las movilizaciones no presentaba ninguna contradicción con las demandas medioambientales. En algunos casos estos partidos llegaron incluso a afirmar que los trabajadores de la ecocida mega petrolera TOTAL habrían supuestamente llegado a adoptar un “programa ecológico”, esto simplemente porque aquellos se vieron obligados (como producto de las circunstancias) a mencionar la problemática medioambiental en algunas de sus declaraciones. Es decir, en el contexto de una operación de “greenwashing obrero” (tal como lo ya referido respecto a la “respuesta ambiental” de los sindicatos mineros chilenos ante el cierre de Ventanas) destinada meramente a servir como un soporte ideológico (o “cobertura discursiva”) de sus demandas sindicales.

Los chalecos amarillos

Otro ejemplo parecido al de los chalecos amarillos puede encontrarse en años recientes en la serie de luchas sociales suscitadas en diversos países por las alzas sostenidas de los precios de los combustibles (entre otros Ecuador o Haití), las cuales se habrían caracterizado, pese al intento de algunos sectores por dotarlas de un “perfil ambientalista”, por una dinámica objetiva opuesta en los hechos (hasta ahora) tanto a una discusión integral del problema ecológico, así como también a una real problematización político estratégica de este último. Cabría mencionar aquí asimismo, aunque no se trate de un proceso de lucha de clases específico, la importante base electoral que logró conquistar Donald Trump y los sectores más conservadores del Partido Republicano en

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amplios bastiones de la clase obrera y de los sectores populares norteamericanos como producto de la aceptación que tuvieron entre aquellos las políticas populistas (negacionistas del cambio climático y pro industria del petróleo) de “resurgimiento industrial” asociada a su programa de gobierno America First.

En síntesis, luchas de masas progresivas (en tanto representan un cuestionamiento el poder de las elites capitalistas), pero con aspectos (“ribetes”) eco reaccionarios que o bien ofrecen un importante “espacio ideológico” al discurso de “anti austeridad ecológica” de las fuerzas burguesas ultra reaccionarias (por ejemplo, en el caso de Le Pen en Francia), o bien obligan a las organizaciones de izquierda a buscar un “equilibrio precario” (cada vez más imposible) entre algunas de las demandas sociales más sentidas de las masas y la necesidad de dar una respuesta al cada vez más inmanejable desastre climático planetario. Algo así como “luchas sociales híbridas”: progresivas en lo económico-social pero con elementos reaccionarios (más o menos acusados de acuerdo al contexto específico) en el terreno ecológico, esto sobre todo en el caso de algunas de aquellas demandas asociadas a una intensificación de los patrones de sobreexplotación de los ya mermados recursos planetarios. Pensemos aquí, por ejemplo, en un escenario hipotético en que importantes segmentos de la clase obrera y los sectores populares de diversos países no estén de acuerdo en sacrificar determinados aspectos del ecocida estilo de vida moderno (por ejemplo, el derecho a la propiedad del ultra contaminante auto individual o el acceso irrestricto a las actualmente derrochadoras tecnologías de consumo masivo), dando su consentimiento a una intensificación de medidas económicas de carácter “súper ecocidas” tales como podrían ser, entre otras, una eventual expansión masiva de la tala de bosques para satisfacer las necesidades energéticas de sociedades que se vean enfrentadas a una carencia cada vez más aguda de petróleo.

6. El socialismo ante la perspectiva del colapso

Todo esto plantea que estas contradicciones o “paradojas ecosociales” a los cuales está comenzando a enfrentarse el proceso social como producto de la intersección entre la lucha de clases y el nuevo contexto de la crisis ecológica planetaria, lejos de constituir un simple problema de tipo de coyuntural asociado ya sea a un estado particular del avance de conciencia de las masas, o bien a la primacía de una u otra estrategia (por ejemplo, de carácter revolucionario o reformista), constituiría la materialización histórica inicial, en realidad, del surgimiento un nuevo tipo de “paradojas estratégicas” en el campo de las fuerzas revolucionarias; esto es, las paradojas del “fin de la abundancia”, el “decrecimiento” y, en último término, el “colapso”.

Paradojas estratégico históricas inéditas desde el origen mismo del capitalismo industrial y asociadas al periodo de declive final (por “agotamiento ecosistémico”) del sistema moderno industrial surgido a fines del siglo XVIII, que han comenzado ya a manifestarse con fuerza cada vez más clara en la propia “base genética” de la lucha de clases: la lucha social reivindicativa. Paradojas estratégico epocales que indican ya, en última instancia, la necesidad de la lucha por un horizonte socialista ante un escenario de potencial derrumbe de las propias condiciones objetivas del desarrollo histórico (desarrollo industrial ascendente, abundancia energética, disponibilidad ilimitada de recursos naturales, etc.) que dieron vida en los últimos siglos a la totalidad de las estrategias revolucionarias del llamado socialismo moderno; es decir, que muestran en el proceso social el paso de la “época de la actualidad de la revolución socialista” (en su acepción moderna) a la de la “desintegración” (por ahora gradual) de las bases objetivas que la hicieron posible.

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Base genética moderno industrial expansiva (ascendente) y colapsista (degradada) del proceso histórico y la lucha de clases moderna

Algo así como un anticipo (todavía embrionario) de la materialización histórica (ya posiblemente cercana) de la “tercera resolución” (anticipada genialmente por Marx y Engels en El Manifiesto Comunista) de la lucha de clases de la sociedad industrial. Ósea, la “destrucción mutua” de la burguesía y el proletariado modernos, en este caso no como producto de una hipotética conflagración nuclear que las fuerzas revolucionarias hayan sido capaces de impedir (posibilidad ya planteada desde hace más de medio siglo), sino que el “agotamiento” de las propias condiciones de “habitabilidad planetaria” que hicieron posible el surgimiento del sistema industrial. En definitiva, también parafraseando a Marx y Engels, el momento en el cual el capitalismo (y la sociedad industrial) ya habrían dado “todo de sí” en el proceso histórico, no quedándole más que, ante la incapacidad mostrada por la clase obrera industrial y las fuerzas revolucionarias por más de dos siglos para haber logrado un “reemplazo revolucionario” del sistema capitalista, el derrumbe; en otras palabras, el colapso.

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Todo esto significa, en términos político prácticos, que el tipo de “desafíos civilizacionales” asociados a la crisis ecológica, energética, la escasez de recursos o la sobrepoblación, no serían problemas capaces de ser “solucionados” ni por ninguna de las capacidades o desarrollos tecno productivos actuales o futuros de la sociedad industrial (recordemos aquí que el rebasamiento de los límites súper catastróficos de la crisis ecológica sólo sería una cuestión de décadas), así como tampoco por ningún tipo de modelo de desarrollo “alternativo” al imperante hoy a nivel mundial, esto incluso en el caso de los propiciados por las estrategias socialistas modernas. En el caso de estas últimas, sería así irrelevante que tipo de sector social, estrategia política o incluso “modelo de desarrollo” pueda eventualmente conquistar la dirección de un potencial ascenso revolucionario (local, nacional o incluso mundial), esto debido a que ni una ni otra, considerando la real gravedad del problema climático energético actual, serían en realidad capaces de modificar el desarrollo (ya imparable) de los principales “vectores motrices” de la actual trayectoria de colapso en la cual parecer haberse embarcado el proceso histórico; entre otros, como dijimos, 1-el avance de la crisis ecológica y el calentamiento global, 2 el proceso de derrumbe energético y 3 la crisis de recursos.

La revolución socialista frente al colapso

Es decir, la “trayectoria de colapso” habría alcanzado ya (piénsese tan sólo en los efectos, inevitables, que tendrán durante las próximas décadas las actuales concentraciones de CO2 en la atmósfera terrestre) una intensidad, magnitud y fuerza incapaz de ser detenida por ninguno de los agentes sociales o desarrollos tecnológicos del presente. Una muestra de lo anterior sería la inutilidad que tendría, por ejemplo, la consigna de expropiación de la industria alimentaria internacional para solucionar el problema del hambre en el mundo en un contexto (cercano) de un calentamiento global superior a los 1.5 o 2 grados centígrados respecto a la línea de base del siglo XIX, el cual produciría un inevitable derrumbe generalizado no sólo de la agricultura mundial, sino que, posiblemente, de cadenas productivas internacionales completas. Ósea, un tipo de “disrupción planetaria” de los ciclos de producción, intercambio y distribución a una escala muchas veces superior a aquella producida en los últimos años por las ya catastróficas crisis

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internacionales (no vistas desde la Segunda Guerra Mundial) alentadas por la reciente crisis pandémica y la actual guerra de Ucrania.

7. Variabilidad histórica, “inevitabilidad” del colapso y la necesidad de un marxismo consciente de su muerte inminente O porqué los últimos días de Lenin son claves

Aclárese con todo que asumir la “inevitabilidad” de un proceso de colapso, tal como en otros momentos del proceso histórico contemporáneo debió asumirse en determinado punto la inevitabilidad de otras catástrofes inéditas tales como el estallido de la Primera y la Guerra Mundial, no implica que esta “constatación objetiva” posea un correlato directo (inmediato) ni en el terreno de las dinámicas de la lucha de clases ni tampoco en el de la validez de las estrategias y programas revolucionarios modernos. Una de las razones de esto es la constatación obvia de que tanto la clase obrera como el resto de los demás sujetos y agentes revolucionarios del periodo moderno siguen existiendo y, lo más importante, imprimiendo su sello al proceso histórico. Esto es válido también para el caso de diversos agentes sociales pre modernos que jugaron en el pasado (y en algunos casos hasta hoy) un importante rol en las luchas sociales (por ejemplo, en el caso de ciertas comunidades campesinas o pueblos indígenas). Otra razón de lo anterior es, además, que el proceso de colapso no se presentará, al menos durante sus primeras fases, al modo de un “evento único”, sino que, en realidad, como un “proceso gradual” con diversos ritmos, velocidades y complejidades dependiendo de los distintos contextos sociales e históricos en que comience a manifestarse.

Recuérdese además que, aun cuando no quedarían más que unos pocos años antes del rebasamiento del límite catastrófico de los 1.5 grados centígrados del calentamiento global, todavía restarían varias décadas para la superación de las todavía más catastróficas barreras de los 2 y 3 grados centígrados, más allá de las cuales la existencia de la civilización contemporánea se volvería “objetivamente imposible”. Igualmente, en el caso del rebasamiento de las barreras de los 4, 5 o 6 grados centígrados de aumento, el límite temporal para el rebasamiento de las mismas (las cuales plantean en este caso la posibilidad inminente de nuestra propia extinción como especie) no poseen solamente una extensión temporal mayor a las anteriores, sino que estarían sujetas, además, a mayores grados de “variabilidad histórica” que dependerían de factores tan variados (contingentes) tales como el rumbo que tome el desarrollo del proceso social, los ritmos que presente el derrumbe ecosistémico planetario o incluso las características que vaya tomando el avance tecnológico durante las próximas décadas. Una imagen sugerente para pensar estos grados de “contingencia histórica ascendente” a partir del momento actual es imaginar las áreas concéntricas alrededor de una explosión nuclear (por ejemplo, la ocurrida en Hiroshima en 1945) en donde las posibilidades de “acción social” (o grados de variabilidad histórica) aumentarían progresivamente en la medida en que nos alejemos de la zona cero.

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La explosión nuclear de Hiroshima (1945)

Es cierto, claro, que no existiría tal cosa como un momento de determinación histórica “absoluta” del proceso histórico (tal como parecería sugerir engañosamente la imagen anterior), sino que, por el contrario, este último estaría constantemente “abierto” (no importa la situación) a la divergencia y a la variabilidad (esto al menos hasta que el último humano no desaparezca de nuestro planeta), lo cual constituye ciertamente una de las características “ontológicas” de los procesos dialécticos histórico sociales, culturales y naturales. Aun así, la imagen anterior es con todo útil para describir el punto previo: que si bien el proceso de colapso sería ya imposible de detener por una serie de factores objetivos cuya discusión no puede ser dada aquí a cabalidad (asumimos aquí por lo tanto que los grados de variabilidad del proceso histórico serían menores al “umbral” de la determinación histórica asociada a la dinámica colapsista), todavía no estaría dicho ni el “cómo colapsaremos” ni las características (profundidad, extensión, ritmos y dinámicas) que tome el mismo en el proceso social. Más importante aún, el peligro de la extinción humana, un peligro que, dada las características inéditas que tomará el colapso de la civilización industrial (dimensión mundial, cambio climático super catastrófico, escasez extrema de recursos, posibilidad de guerra atómica o de desastres nucleares generalizados), estaría asociado de manera orgánica al avance de la actual dinámica colapsista, seguiría siendo (todavía) un campo de disputa completamente abierto de “disputa histórica”2 .

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2
Diagramas (Agregar).

Todo esto quiere decir que la inevitabilidad del colapso de la sociedad industrial (tal como la inevitabilidad de una enfermedad mortal de largo aliento detectada en sus fases iniciales) dejaría todavía un amplio espectro de acción histórica en el cual los actuales sujetos sociales y estrategias revolucionarias de la modernidad (aunque posiblemente insertas ya en un contexto de “corrosión” y “desintegración” de las bases objetivas que les dieron sustento3) tendrían aún la capacidad de intentar algún tipo de “adaptación” de sus respectivos marcos estratégico programáticos y prácticas socio políticas. Esto último tal como en el caso de los individuos seniles que, enfrentándose a un deterioro más o menos lento de sus funciones cognitivas y motoras, poseen todavía un rango de tiempo en el cual seguir “reproduciendo” (antes de la postración definitiva y la muerte) muchas de sus funciones sociales (¿teórico programáticas?) previas Todo esto en el contexto de un tipo de “desarrollo vital” que, aunque inserto en el cuadro general de una “degeneración sociobiológica progresiva”, no estaría exento de momentos de “revitalización” o incluso de un “rejuvenecimiento parcial” (aparente)4 . En definitiva, no sólo la necesidad de una teoría revolucionaria futura distinta a la de la modernidad industriales (desde aquella o “sobre” su cadáver), sino que además una teoría revolucionaria contemporánea consciente de la pronta desintegración de los factores objetivos que impulsaron el nacimiento, consolidación y desarrollo de todas las estrategias de cambio revolucionario modernas; es decir, consciente de su muerte

La muerte de los sujetos sociales y programas revolucionarios de la modernidad industrial Para el caso de los agentes históricos y programas revolucionarios de la modernidad industrial, lo anterior significaría que aquellos podrían todavía, aunque tal como una persona de edad avanzada comenzando a experimentar “fallos generalizados” en todos los ámbitos (cognitivoepistemológico, teórico filosófico, estratégico programático, táctico) de su “praxis histórica”, aspirar todavía a dar una respuesta (aunque inevitablemente de manera progresivamente “difusa”)

3 Pre colapso (Agregar).

4 En otra parte hemos propuesto el concepto de “clases fundamentales antagónicas seniles” para definir el “estado de desarrollo histórico” actual de la burguesía y el proletariado modernos.

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a los nuevos escenarios (cataclísmicos) asociados al agudizamiento de la actual crisis sistémica ecosocial planetaria. Esto ya sea para buscar una posible “armonización” de dichos programas (por ejemplo, los del marxismo clásico) con las características de la nueva época histórica, determinada con cada vez más fuerza por las dinámicas ecosistémicas, económicas, sociales y políticas de la nueva fase de colapso, o bien para sentar las mejores condiciones posibles para el surgimiento de nuevos agentes históricos y programas revolucionarios, esta vez de contenido plenamente colapsista. Lo anterior, parafraseando a Trotsky, incluso sobre sus propios huesos si así fuese necesario.

Quizás un buen ejemplo para pensar las capacidades que podría tener los sujetos revolucionarios modernos (por ejemplo, la clase obrera) en su “fase de declive” (o “degeneración) sería el recuerdo de las actividades de Lenin en los años posteriores al atentado que sufrió en 1918, momento durante el cual, intentando no dejar ninguna de sus tareas al mando de la Unión Soviética, se produjo una merma cada vez más aguda (crónica) de sus capacidades vitales. O bien, aunque en este caso en un periodo de días, el momento de declive final que experimentó Trotsky luego del ataque de Ramón Mercader, momento que lejos de caracterizarse únicamente por la en ese momento ya “determinación absoluta” de su muerte, se caracterizó por una “incesante” actividad no sólo intelectual (escritura de su testamento), sino que además, incluso, para sorpresa del propio Mercadero, física, graficada en la propia lucha que llevó a cabo Trotsky en contra de Mercader en el interior de su escritorio. Esto como mostrándonos que… la única muerte verdadera es la inexistencia de la acción.

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Los últimos días de Lenin

III. Algunas definiciones para comprender el conflicto de Ventanas en Chile desde una perspectiva marxista-colapsista

8. La importancia del conflicto de Ventanas como un caso testigo de la crisis ecosocial chilena

Las discusiones anteriores no constituyen ni una mera “reflexión teórica” ni una pura “disquisición hipotética” en torno al desarrollo social futuro, sino que, por el contrario, han comenzado ya a impactar cada uno de los ámbitos del desarrollo de la lucha de clases y del quehacer de las organizaciones de izquierda Un ejemplo de esto a nivel internacional ha sido, como dijimos, la importancia que viene adquiriendo el problema ecológico en la última década (por ejemplo, en el caso ya citado de la lucha de los chalecos amarillos en Francia) tanto en el ámbito del conflicto de clases propiamente tal, así como también en el debate estratégico de la izquierda mundial. Otro ejemplo de lo mismo ha sido la cada vez más significativa influencia que están comenzando a tener las tendencias del ecosocialismo o la llamada “colapsología” en el terreno de las organizaciones anticapitalistas en diversos países.

En el caso de Chile, el conflicto producido por el cierre de la fundición Ventanas ha constituido otra demostración no sólo de la importancia sociopolítica cada vez más creciente que está alcanzando la “problemática ambiental”, sino que, además, de su capacidad para transformarse (de forma inesperada) en un importante “disruptor orgánico” del desarrollo de la lucha de clases, esto al modo tanto de un “catalizador” como un “inhibidor” de la misma5 Lo anterior pudo verse, entre otros terrenos, tanto en el verdadero “impasse estratégico” este conflicto produjo en la mayoría de las organizaciones de izquierda (las cuales quedaron atenazadas entre la “doble necesidad” de empalmar con el justo repudio de la población en contra de las fábricas contaminantes y con la de articular una respuesta cercana a los sindicatos mineros), sino que, asimismo, en la inédita “fractura” que significó este conflicto entre un sector del proletariado industrial y el conjunto de la población chilena. Quiérase o no, la “cuestión ambiental” ha dejado así de constituir un mero “complemento verde” de los programas de la izquierda para pasar a transformarse en un problema (desafío) teórico estratégico y político estratégico en toda regla. Es decir, en un problema no reductible a la mera “adaptación” del mismo a los esquemas programáticos de las viejas izquierdas industriales, representadas en el ámbito chileno en el último medio siglo por todo aquel arco ideológico que se extiende desde los programas industrial desarrollistas clásicos del periodo de la Unidad Popular hasta las más recientes expresiones (decadentes) del llamado autonomismo académico.

Desde aquí, el conflicto de Ventanas, así como también otros fenómenos tales como la crisis migratoria (motorizada en Chile indirectamente por la situación de declive ecosistémico y energético de países tales como Haití y Venezuela), muestran de fondo la imposibilidad teórica y política de simplemente “integrar” estos últimos (inéditos si se tiene en cuenta el escenario sin precedentes de crisis ecosocial que se está desarrollando a nivel mundial) a las viejas recetas “estratégicas” de las izquierdas moderno industrialistas. Esto quiere decir que problemas tales como la crisis ecológica, el derrumbe energético, el agotamiento de las materias primas o los problemas de la escasez de recursos y la sobrepoblación, así como también la intersección (y

5 Catalizador o inhibidor depende del contexto socioeconómico y politico mas general. Protestas ambientalistas (catalizador), pandemia en algunos casos (inhibidor). (Agregar)

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retroalimentación) de estos últimos con las contradicciones ecónomicas, sociales y políticas tradicionals del capitalismo imperialista, no pueden en realidad ser ni debidamente pensados (clasificados) ni dimensionados por ninguno de los marcos estratégicos imperantes hoy en los partidos de la izquierda chilena (o mundial).

9. La ilusión moderna del crecimiento infinito (y sus límites reales)

Tal como vimos previamente, los respectivos posicionamientos del gobierno de Boric, los partidos oficialistas, las organizaciones de derecha, los sindicatos mineros y los propios partidos de izquierda ante el cierre de Ventanas, tendieron a compartir una serie de “principios teóricos generales” que, más allá de sus respectivos desacuerdos con respecto al problema del cierre de la fundición, les confiere el carácter de variantes de una misma “ideología base”: la ideología del crecimiento. Esta última, materializada en este caso en una perspectiva eminentemente industrialproductivista del desarrollo social que sería, a su vez, coherente con una concepción (cosmovisión) modernista del concepto de “progreso”. Entre algunos de dichos principios ideológicos, defendidos aquí como dijimos por la casi totalidad del espectro político chileno, pueden mencionarse los siguientes: a una defensa acrítica de las bases tecno productivas del actual modelo industrial ecocida chileno; b la reivindicación de la megaminería y su supuesto papel en el llamado “desarrollo nacional”; c la legitimación generalizada (“sacrosanta”) del rol de la gran industria del cobre en el impulso de un “proyecto país” supuestamente “viable” y “próspero”; y d una concepción ideológica de tipo modernista respecto a la posibilidad (irreal) de una explotación continua (¿infinita?) de los llamados “ recursos naturales”, esto a partir de; e una conceptualización del desarrollo social como un curso de complejización y progreso permanentes (perpetuos); es decir, el paradigma del crecimiento infinito (ósea, la “matriz ideológica” de todos los tipos de sociedad moderno industrial concebibles hasta hoy).

Todos estos principios ideológicos (o “paradigmas teóricos”), sobre los cuales como decimos se sostiene el andamiaje discursivo no sólo de los respectivos posicionamientos de las izquierdas y derechas chilenas ante el conflicto de Ventanas, sino que, además, el completo “corpus teórico práctico” (filosófico, teórico programático, estratégico, político e incluso valórico) de las mismas, se presentan hoy (en el actual contexto ecosistémico y ecosocial planetario) como fundamentalmente erróneos. Es decir, como unas especies de “anteojeras ideológicas” (o “espejos teóricos distorsionantes”) que, aunque algunos posiblemente válidos para los periodos de desarrollo orgánico ascendente de la sociedad industrial (siglos XIX XX), habrían perdido ya (o estarían perdiendo de forma cada vez más aguda) toda conexión con el “estado real” de las dinámicas del desarrollo histórico contemporáneo, signadas hoy por la “transición” hacia un periodo de “declive orgánico” (y posterior derrumbe) del sistema industrial moderno. Dicho en términos más propiamente marxistas, habríamos llegado (o estaríamos llegando) al “límite ecosocial expansivo máximo” del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad industrial, las cuales estarían comenzando a experimentar las fases iniciales de una dinámica de “curvatura descendente” (terminal) de su ciclo evolutivo. Esto último motorizado por un fenómeno de “agotamiento planetario catastrófico” de las condiciones económicas reproductivas generales que permitieron en el pasado la expansión y consolidación no sólo del capitalismo moderno, sino que de cualquier otro tipo de sociedad industrial (por ejemplo, los socialismos industriales). En otras palabras, nos encontraríamos ante las manifestaciones iniciales de un “quiebre epocal” fundamental del desarrollo histórico (y geológico) determinado por una materialización en el

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proceso social (cada vez más generalizada) de los llamados “límites del crecimiento” anticipados en 1972 en el ya famoso informe del MIT6 al “Club de Roma”.

Los límites del crecimiento

10. La gran industria del cobre y la ideología del “proyecto país” ante el agotamiento de los recursos

Contrastemos ahora lo anterior (el comienzo de una época de declive generalizado de las fuerzas productivas) con algunas de las posiciones esgrimidas por los distintos sectores políticos chilenos ante el cierre de la fundición Ventanas. Como señalamos, el discurso de todos los sectores concordó en al menos un punto clave; esto es, la reivindicación del papel de la gran industria del cobre (y por ende de la megaminería) como uno de los pilares esenciales del “desarrollo” y el “progreso” de Chile. Ósea, la industria del cobre representaría para estos sectores (derechas e izquierdas por igual) una especie de “piedra angular” de cualquier “modelo de crecimiento” concebible para este país, sea este uno de carácter puramente neoliberal, o bien uno de tipo estatista centralizado o socialista. Para unos (las organizaciones de derecha), la industria del cobre sería así una especie de prodigioso árbol frutal (digamos, un manzano) del cual sería posible obtener las preciadas y sabrosas “manzanas” de los siempre tan anhelados principios de la “estabilidad macroeconómica”, el “lucro” y el “bienestar social” (en clave neoliberal). Para otros (las organizaciones de izquierda), dicha industria sería en este caso una especie distinta de árbol frutal (digamos, un peral) del cual deberían obtenerse los dulces frutos (digamos, peras) del derecho a la

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6 MIT: Massachusetts Institute of Technology

educación, la salud y la vivienda (es decir, otro tipo de “bienestar social, esta vez en clave “nacional popular” o socialista).

Extraña “piedra angular” (para unos y para otros) de un hipotéticamente ideal “modelo de desarrollo” para Chile, en todo caso, al tratarse de una rama industrial, en esencia, “muerta”; o bien, dicho más precisamente, “agonizante”. ¿La “gran industria” del cobre… “muerta”? ¿La explotación del mineral que representa, nada menos, “el sueldo de chile”… “agonizante”? ¿Pero qué tipo de bobada es ésta? ¿Cómo será posible financiar la educación, los hospitales? ¿Cómo podrán mantenerse los índices de crecimiento del PIB del “jaguar chileno” sin el “sueldo de Chile”? ¡Y las tasas de consumo! ¿Cómo seguir reproduciendo las tasas de consumo y cada uno de los “requerimientos materiales” de los actuales “estándares de vida” asociados al estilo de vida moderno (del cual Chile se ha vuelto un dependiente crónico)… ¡sin la megaminería del cobre!? Preguntas acuciantes (incluso “angustiantes” para la mayoría), es cierto, aunque prácticamente sin ninguna incidencia real sobre un hecho objetivo no sopesado hasta ahora debidamente en ninguno de los grandes debates políticos: el cobre se está acabando (y no sólo en este país, sino que a nivel mundial), no siendo ni siquiera esto último (el agotamiento del “mineral rojo”) el peor de los problemas a los cuales se enfrenta la explotación cuprífera en Chile.

El agotamiento mundial del cobre (chile en verde)7

Lo anterior, porque es probable que antes que se agote el cobre (los modelos otorgan por lo general un rango entre 3 a 8 décadas), es muy posible que se agote otro recurso clave no sólo en la megaminería del cobre, sino que, además, en el propio funcionamiento del sistema urbano chileno (y de la sobrevivencia de su población): el agua. ¿Una megaminería del cobre… sin agua? ¡No lo creo! Por si esto fuera poco, el rango de décadas que restarían hasta el agotamiento del cobre coincide casi a la perfección con el rango de otro producto esencial para la actual industria 7 Fuente: mdpi.com/2079 9276/5/1/14/htm

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cuprífera (y para todo lo demás sobre lo que se sostiene la civilización moderna): el petróleo. En realidad, la cuestión no termina aquí porque serían en realidad la mayoría de los minerales y otros recursos naturales sobre los que sostiene la industria del cobre, la megaminería y los principales sectores productivos del sistema industrial los cuales se estarían también acabado: por ejemplo, entre otros, el tantalio, la plata, el litio, el galio o el indio, todos esenciales en la fabricación de componentes electrónicos. El agotamiento mundial del agua (chile en zona de sequía extrema)8

Y todo esto tampoco constituye el peor de los escenarios si consideramos, entre otras cosas, el hecho no menor de que en estas proyecciones ni siquiera se está considerando el ya irrefrenable impacto que tendrá sobre los ya mermados recursos planetarios y las cadenas de producción, intercambio y distribución mundiales el avance de la crisis ecológica y el calentamiento global, los cuales deberían producir (pronto) la escasez de otro producto sin el cual la megaminería del cobre (y otras cosas más) se vuelven, también, imposibles: los alimentos. Efectivamente, bastaría con tan sólo rebasar el umbral de los 1.5 2 grados centígrados de aumento de la temperatura global en comparación a la línea de base del siglo XIX, para que el sistema de producción de alimentos, aunque potenciado temporalmente en algunas regiones tales como Canadá o Rusia por la existencia de un clima más cálido, comience a experimentar un declive sostenido (en Chile por ejemplo la producción agrícola caería entre un 15% y un 20%). 8 Fuente: https://www.weforum.org/agenda/2019/10/water inequality developing world usa west/

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Crisis agrícola mundial (chile en área de decrecimiento productivo)9

Es cierto, con todo, que cualquier tipo de proyecto político en Chile (de derecha o izquierda) no puede dejar de considerar la actual extrema dependencia de la economía nacional de la explotación del cobre y de la megaminería, sí. Es cierto, además, que cualquier proyecto político de cambio social que defiende una estrategia dada (revolucionaria o no) de “transición energética” deberá ser aplicada de forma posiblemente gradual, el cual muy probablemente no podrá prescindir durante un periodo ni de las propias cadenas productivas ni de las redes económico financieras del actual mercado mundial. Esto al menos durante el periodo en que el mercado mundial capitalista siga existiendo durante este siglo e imponiendo sus lógicas de producción, distribución e intercambio a nivel planetario. Es cierto, igualmente, que un país altamente dependiente como Chile experimentaría dificultades dramáticas en caso de pretender abandonar la megaminería o incluso el uso del petróleo o el carbón en su matriz energética de una forma demasiado drástica, terminando muy posiblemente un gobierno que pretendiese implementar estas medidas derrumbándose inevitablemente (o bien recurriendo a medidas dictatoriales draconianas) como producto del verdadero “shock económico social” que dichas medidas producirían en el conjunto de la población. En el caso de los primeros años de existencia de la Unión Soviética, por ejemplo, el partido bolchevique debió incluso recurrir a los “incentivos” del mercado mundial para revitalizar la alicaída economía soviética luego de los difíciles años de la guerra civil (política conocida como “Nueva Economía Política” o NEP).

Todo esto es cierto, sí. Pero lo que se discute aquí, en realidad, no es lo anterior, sino que la virtual inexistencia (en realidad un completo y consciente silenciamiento ideológico) en la casi totalidad de las fuerzas políticas chilenas de cualquier intento de integrar discusiones tales como las mencionadas previamente (agotamiento del cobre, de los minerales, del petróleo, del agua, etc.) 9 Fuente: https://www.weforum.org/agenda/2019/10/water inequality developing world usa west/

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no sólo en cada una de sus loas discursivas (a veces encubiertas, a veces explícitas) al rol de la gran industria del cobre y la megaminería en los respectivos “proyectos país” que unos y otros pretenden defender, sino que, además, una carencia casi absoluta de las mismas de su completa “cosmovisión estratégica”. Dichos problemas: agotamiento de los recursos, cambio climático, crisis energética, etc., simplemente no existen (más allá de una que otra mención superficial en una que otra nota de prensa perdida) en las discusiones ni de ninguno de los agentes políticos (desde el partido republicano hasta el trotskismo) ni tampoco en la mayoría de las organizaciones sociales existentes en Chile. ¡Estos problemas parecieran importarle un carajo a las derechas e izquierdas chilenas! ¡Es como si aquellos, quizás los desafíos más importantes a los que se ha enfrentado la humanidad desde el origen mismo de la civilización les importaran, en realidad, una mierda!

¿Pero les importan efectivamente a las izquierdas y derechas chilenas estos problemas una mierda (o de forma más amable: un “carajo”), o bien será todo producto de un tipo de particular efecto sicológico de “negación de la muerte” llevado al campo sociopolítico debido sencillamente a que, en el fondo, estas fuerzas políticas comprenden (o bien, “intuyen”) que el sólo hecho de integrarlos en sus reflexiones significaría un cuestionamiento de raíz (incluso “ontológico”) de muchos de sus presupuestos teóricos “vitales” que, a fin de cuentas, legitiman su propia existencia en tanto entidades políticas? ¡Quién podría saberlo! Mejor dicho… ¡a quién le importa! Lo claro, con todo, es que estas discusiones y otras del ámbito de la crisis ecológica y energética, discusiones que cualquier persona con una mínima capacidad de análisis entiende (o como dijimos “intuye”) que se encuentran íntimamente relacionadas al origen y desarrollo no sólo del conflicto socioambiental suscitado por el cierre de la fundición Ventanas, sino que, además, a la completa “cuestión ecosocial” chilena, no aparecieron (y no han aparecido hasta hoy)… ¡por ningún lado!

11. El insoslayable culto al sistema industrial de la derecha y la izquierda chilena… y algo sobre la joven intelectualidad marxista criolla

Veamos otro ejemplo de lo anterior; esto es, la defensa implícita (en realidad, verdadero “culto teórico”) que, en sus distintos posicionamientos ante el conflicto de Ventanas, realizaron el conjunto de los actores políticos chilenos (desde Kast hasta la izquierda trotskista) de las bases tecno productivas del actual modelo industrial chileno. Es decir, no solamente un exaltamiento ideológico de la destructiva gran industria del cobre y la megaminería (vistas como dijimos como una especie de “motor” del “progreso nacional”), sino que, además, de los propios pilares tecno productivos del sistema industrial en su conjunto, los cuales serían entendidos así (a veces de manera implícita, a veces de forma explícita) como la única base productiva posible del desarrollo social contemporáneo.

Uno de los terrenos en los cuales esto ha quedado claro fue en la virtual inexistencia por parte de la casi totalidad de los agentes políticos en Chile (desde el republicano Kast hasta la trotskista Rivera) de ninguna discusión, reflexión o problematización de la verdadera situación (catastrófica) que viven tanto la bahía de Quinteros, así como también otras “zonas de sacrificio” en Chile, esto debido a que realizar esta discusión implicaría en el fondo, como veremos, aceptar nada menos que la imposibilidad de compatibilizar las actuales dinámicas productivas (ósea, las llamadas “lógicas de crecimiento modernos”) con la mantención de los equilibrios ecosistémicos y la propia sobrevivencia de las poblaciones humanas y animales. Otra muestra de lo mismo fue también la

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casi completa exclusión del debate público de cualquier referencia al rol intrínsecamente (e intensamente) destructivo de las tecnologías y sistemas productivos característicos de la sociedad moderna, sintetizados estos últimos en el “trinomio tecno ecocida” de la gran industria, la producción en serie y sus lógicas productivo extractivistas inmanentes.

Digámoslo así, no importa que el sistema de producción moderna tenga sólo algo más de dos siglos de existencia, una fracción muy pequeña si la comparamos con los más de cinco milenios de historia de la civilización Tampoco importa que hoy mismo existan una gran variedad de otros sistemas económico en distintas áreas del planeta, los cuales, tales como en el caso de los sistemas económicos de las sociedades indígenas o tradicionales, son capaces entregarnos luces y lecciones históricas respecto a la existencia de formas (y cosmovisiones) alternativas de relación con la naturaleza, en muchas ocasiones bastantes más “avanzados” al nuestro respecto en al menos un punto clave: la de su capacidad para asegurar los equilibrios ecosistémicos básicos que hacen posible la sobrevivencia humana en el largo plazo. Tampoco importa mucho que sea hoy precisamente el sistema productivo moderno (y su ideología antropocéntrica) el cual nos esté condenando a un tipo de suicidio planetario ante el cual no nos quede posiblemente a nosotros como especie (y a todo el resto de las formas de vida complejas de la Tierra) más que la extinción total.

La agricultura tradicional andina es un modelo de sustentabilidad ecológica

Nada de esto importa, porque para las izquierdas y las derechas chilenas, fieles a sus modelos sociopolíticos moderno ilustrados (en el fondo eso es lo que son, entre otros, el liberalismo y el marxismo clásicos), se entendería a la “industria moderna” como el único sistema productivo concebible, pensable y “deseable” desde donde articular cualquiera de las distintas versiones (ya sea en clave burguesa capitalista u obrera socialista) de las llamadas “sociedades de la abundancia” de la modernidad. Esas sociedades del “todo para nosotros” que, basadas en una determinada forma particularmente destructiva de relación humanidad naturaleza, constituyen un

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aspecto clave (esencial) del acervo ideológico de la modernidad industrial y todos sus modelos sociales arquetípicos. Algo así como: dentro del sistema industrial, ¡todo! (desde la conceptualización histórica del fascismo y el socialismo); fuera del sistema industria, ¡nada!, o al menos nada lo suficientemente “serio” (tal como declaman a menudo las nuevas camadas de intelectuales marxistas universitarios chilenos) como para ser considerado un proyecto histórico “válido”. ¡Claro! Porque Marx, Trotsky, Gramsci y bla bla bla, porque Lukács, Adorno, Zizek y bla bla bla, porque todos ellos nunca dieron realmente en sus reflexiones un peso realmente decisivo a la crisis ecológica pero porque simplemente no tuvieron nunca la oportunidad (Zizek sería la excepción) de poder reevaluar sus respectivas valoraciones del sistema industrial como matriz (única y perpetua) de sus diversos modelos de socialismo.

Pero nosotros si tenemos dicha oportunidad, ¡sí que la tenemos!, aunque preferimos en países como Chile seguir permitiendo que esa caterva de “intelectuales repetidores” llamada “académicos de izquierda” determinen el canon de lo que debe ser (y cómo) discutido. Esos intelectuales (o proyectos de tales), en el fondo siempre intensamente hostiles a abandonar sus respectivos cultos ideológicos (a menudo veces encubierto) a la gran industria, sus cadenas mundiales de producción en serie y sus lógicas productivas dependiente de un uso cada vez más vasto (e insostenible) de los recursos planetarios y que, por regla general, han decido excluir de sus reflexiones, casi totalmente, cualquier referencia sistemática a la crisis ecológica planetaria y sus múltiples implicaciones ecosociales. Dichos intelectuales que, en caso de tener que mencionar alguna de las aristas del problema socioambiental chileno, terminan siempre (¡todos y cada uno!) repitiendo como un mantra dicho auto de fe que proclama una y otra vez, de manera abierta o subrepticia, la idea del sistema industrial contemporáneo como el único pensable (y deseable), en tanto “quintaesencia histórica” de la modernidad, de todos los proyectos, programas y estrategias de cambio social transformadores. Ósea, todo ese “arco ideológico” que va entre aquel grupo de “intelectuales orgánicos” de la socialdemocracia (desde los Alberto Mayol y los Carlos Ruiz hasta los Víctor Tamayo y Luis Thielemann) hasta el de aquella manga de pelafustanes ideológicos que, no siendo en realidad más que unos loros repetidores de lo que dice este u otro “cuadro teórico” argentino, acostumbran a “auto percibirse” bajo la designación de “estrategas marxistas radicales”

Todo esto, empero, en el preciso momento en que cada uno de los clivajes del sistema industrial moderno (¡cada uno!) habrían ya comenzando a saltar por los putos aires… ¡como un gran y gigantesco Chernobyl! ¡Todo esto, entre la cadencia repetitiva e incesante de unos marcos estratégico teóricos casi inservibles (piénsese aquí en el autonomismo o el trotskismo), en el precisa instante en que la sociedad moderna ha devenido, al decir de Benjamin, en una puta locotomora enloquecida enfilando a un abismo tan oscuro, tan tenebroso… que quizás sólo los relatos bíblicos del Apocalipsis (o los de las masacres de Kali, la divinidad sanguinaria), serían capaces de representar! Y así, las insulsas, timoratas, insustanciales y decadentes castas intelectuales de la izquierda chilena (todos esas mascotas poodles de la izquierda académica demasiado cobardes para cuestionar a sus respectivos decanos universitarios): esos los Mayol, Ruiz, Tamayo, Thielemann y sus copias gemelas en el terreno del “anticapitalismo” (entre otros, la académica marxista institucional Emilia Tijoux, el burócrata de izquierda Pablo Torres o el empresario trotskista del derecho Fabián Müller), discuten sus discusiones de mierda respecto a Marx, Gramsci o Trotsky, sin siquiera mirar, oler, percibir o siquiera “intuir” a dicha entidad sanguinaria y terrible que ya tenemos a nuestro lado, justo antes de lanzarse a nuestros “cuellos modernos” Esa entidad llamada colapso que, tal como un Jeffrey Dahmer titánico del proceso

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histórico, ha comenzado a estrangular cada una de nuestras “certezas teóricas”. Ese monstruo del proceso social que, de manera paciente, como salido del seno mismo del “proyecto modernizador” y su miríada de principios intelectuales ideológico, sociopolíticos y valóricos de tonalidades ecocidas, se prepara con una sonrisa pérfida para destripar (parte por parte: brazos, piernas, cabezas… tripas) todo aquello que hemos llamado como “civilización moderna”. Esto antes de canibalizarla, tal como el dios Saturno… ¡por completo!

El colapso de la civilización industrial

12. La insoportable “estupidez ecosocial” de las izquierdas industrialistas (1): ¡No todo es solucionable ni con “tecnologías verdes” ni con control obrero!

Pues bien, resulta así lógico que desde tamaña veneración ideológica del sistema industrial (concebido como una especie de verdadero sanctum sanctorum del desarrollo social contemporáneo), la mayoría de la intelectualidad y los sectores políticos chilenos (como dijimos, no sólo los de izquierda, sino que en realidad casi todos) no puedan más que terminar siempre en última instancia o bien menospreciando un problema tal como el de los niveles de contaminación existentes hoy en Chile (de los cuales la situación de Quinteros es un caso sintomático), o bien subvaluando la propia magnitud que tendría hoy la crisis ecológica. Lo anterior para pasar luego a decretar estos problemas, tal como en el caso del conflicto de Ventanas, como un asunto que sería en el fondo (tal como en el caso de otros “problemas sociales” tales como el de la salud, la educación o la vivienda) “solucionable” ¿Solucionable? ¿Cómo? ¡Con tecnologías!, repiten unos y otros. Tecnologías (milagrosas) desarrolladas ya sea en el marco del desarrollo de un supuesto

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“capitalismo verde”, ya sea en el contexto de una aplicación generalizada del “control obrero” y la “planificación socialista”. Es decir, la respuesta esperable desde sus respectivos modelos teóricos (resaltados anteriormente) sobre el desarrollo social contemporáneo, estos últimos, como dijimos, de un carácter recalcitrantemente moderno eurocéntrico y fervorosamente industrialista. ¡Tecnologías! Tecnologías, fantásticas, capaces no sólo de reemplazar en un santiamén una matriz energética que ha estado basada en los dos últimos siglos en el petróleo, el carbón y el gas natural (¿acaso no es todo un asunto de cobrar más impuestos a los ricos?), sino que, además, de hacer desaparecer (por arte de magia) la contaminación ambiental y todos sus efectos.

En el campo de los posicionamientos de las organizaciones de izquierdas chilena ante el problema de la crisis socioambiental asociado al conflicto de Ventanas (por ejemplo, las de tipo trotskista), todo habría sido reducido así, de manera coherente con lo anterior, a afirmar que la solución para esta última pasaría (como era esperable) por la fórmula de “transición tecnológica verde” (+) control obrero y/o comunitario. Ósea, tal como también dijimos, algo bastante similar a las “fórmulas” que ofrecieron Boric, Kast o los sindicatos mineros ante este conflicto (aunque prescindiendo, claro, de cualquier apelación al control obrero). En palabras de los dirigentes trotskistas obreros del PTR Jo Cáceres y Roberto Acuña (alías Zonyko): todo se solucionaría, más o menos, excluyendo de su análisis todo atisbo de discusión de la problemática ecosocial, a la instalación en Ventanas de unos fabulosos tubos anticontaminantes (probados ya debidamente en Suiza o en otro país europeo con “cielos limpios”).

La idea sería, por lo tanto, que dichos “tubos” serían en última instancia capaces de convertir a Ventanas (en conjunto a la implementación de otras mejores tecnológicas y los aportes del “control comunitario”) en una industria “eco amigable”. Y nada más. A todo eso se redujo la respuesta de aquellos que se ufanan en el trotskismo chileno de ser las “lumbreras teóricas” (y agudos “estrategas”) de la izquierda chilena. Es decir, una fórmula más o menos parecida a la esgrimida hace algunas semanas por el dirigente obrero del Partido de Trabajadores Socialista (PTS) de Argentina Raúl Godoy quien, para salir del paso en un acto público en Chile respecto a la constatación (incomoda) de los niveles de contaminación asociados a la fábrica bajo control Zanón en Argentina, apeló también en su respuesta al desarrollo de un supuesto “plan de reconversión tecnológica” que debería convertir a dicha industria, tal como lo que podría acontecer con Ventanas, en una fábrica “eco friendly”. En el caso de Zanón, empero, no se habla de la instalación de “tubos”, sino que de “paneles solares” y una ambigua y ciertamente fantasmagórica mención un supuesto proyecto de “tratamiento de aguas”.

Lamentablemente, imbuidos de una particularmente aguda tecnofilia moderno industrialista (y dada nuestra situación planetaria, ya francamente delirante), nuestros trotskistas se olvidan de algunas cuestiones bastante elementales que se encuentran en la base de las actuales crisis ecológica y energética mundial (de la cual la crisis socioambiental de Quinteros es una muestra sintomática). En primer lugar, que una forma particular de administración social del trabajo y de propiedad de los medios de producción distinta a la capitalista (por ejemplo, el control obrero o la economía socializada) no implicaría, necesariamente, ni el desarrollo de una nueva matriz energética cualitativamente distinta a la actual ni tampoco el de una nueva base tecno productiva, forzosamente más acorde a las necesidades medioambientales. De hecho, ninguna de las experiencias de gestión obrera que estos militantes trotskistas reivindican: entre otras, la de los soviets rusos, los cordones industriales chilenos o la propia empresa recuperada Zanón, se ha

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caracterizado en el pasado ni por una prescindencia de las mismas fuentes energéticas fósiles propias del capitalismo industrial (por ejemplo, el petróleo o el carbón) ni del mismo aparato productivo técnico responsable de los actuales niveles de devastación ecológica planetaria. Es decir, sería perfectamente concebible (tal como ha sucedido en el seno de todas las revoluciones socialistas modernas) que lo que se gestione bajo dichas formas de “control obrero” y “economía planificada” sean, en el fondo, los mismos procesos productivos tecno ecocidas y las mismas matrices energéticas (también ecocidas) que han caracterizados a los más de dos siglos de economía industrial capitalista.

La economía industrial soviética no constituyó una “alternativa ecológica” al capitalismo

Planteado en términos más simples, el impacto destructivo de las economías industriales socialistas sobre la naturaleza (en todos sus periodos) ha sido no sólo el mismo al causado por las economías capitalistas, sino que, en muchos casos, incluso peor, esto si tenemos en cuenta el mayor atraso tecnológico que, generalmente, ha caracterizado por diversos factores a los proyectos de transformación socialistas. Un ejemplo brutal de lo anterior fueron, entre otros, los niveles literalmente enloquecidos de destrucción ecológica generados por la experiencia soviética desde su fundación (periodo de Lenin y Trotsky) hasta su derrumbe a principios de la década de 1990. A partir de aquí, sería muy difícil por lo tanto argumentar que las fórmulas de “control obrero” o “planificación socialista” (por el simple hecho de que estos no implican forzosamente ni un nueva matriz energética ni tecnológica) podrían ofrecer hoy, al menos al nivel del aparato tecno productivo y energético, algo muy distinto a lo ya ofrecido por el capitalismo. Más difícil aún si consideramos las características actuales de una sociedad de masas como la nuestra (súper poblada) en la cual la mera alimentación o la satisfacción de las necesidades básicas de los casi 8

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mil millones de humanos que componen nuestra especie implica indefectiblemente, con socialismo o sin socialismo, niveles de devastación ambiental crecientes. Más difícil todavía, si integramos el factor (de importancia clave) de dicho fenómeno de verdadera “zombificación consumista” de cientos de millones en el seno de los llamados “países desarrollados” (el caso de las mórbidas clases medias hiper consumistas de Estados Unidos es un ejemplo grotesco), el cual no podría más que llegar a tener una importancia clave, tarde o temprano, en cualquier intento de transformación socialista en dichos países, esto posiblemente al modo de un importante “factor retardatario” de cualquier tipo de “transición ecológica” verdaderamente profunda.

En segundo lugar, nuestros trotskistas se olvidan también de otra cuestión esencial en sus planteamientos; esto es, el hecho no menor de que simplemente no existe ninguna fuente de energía conocida (o que al menos podamos manipular hoy de forma plena) capaz de reemplazar las necesidades energéticas del sistema industrial contemporáneo. En el caso de la energía solar, por ejemplo, aquella requeriría hoy del desarrollo de un tipo de infraestructura a una escala tan masiva (debido entre otras cosas a que aquella se presenta en nuestro planeta de una manera muchísimo más difusa que otras tales como el petróleo), que la huella ecológica de los sistemas de aprovisionamiento energético basadas en la misma terminaría siendo incluso superior a la del petróleo, esto si partimos del hecho de que los materiales necesarios para construir, reparar y eventualmente reemplazar esta infraestructura es también altamente dependiente de los combustibles fósiles y sus derivados Lo anterior, claro, en caso de que los ritmos productivos se mantuvieran en los niveles actuales10 . Es decir, todo aquello que ha sido denominado como “energías verdes” en realidad no existen más que como en los jingles comerciales de los negociados del “capitalismo verde”. Una muestra de lo anterior en lo referente a la energía solar es que la construcción de un solo panel fotovoltaico requiere de toneladas de carbón Otra muestra de lo mismo es la estafa del llamado “hidrogeno verde”, que de “verde” tiene muy poco. En síntesis: nada en el marco de la sociedad industrial (en cualquiera de sus versiones: capitalistas, socialistas u otras) es ni puede ser “verde”, esto por la propia característica inmanente ecodestructiva del sistema industrial y su ideología base: la ideología del crecimiento (y la abundancia) infinita.

¿Pero y los reactores de fusión?, nos preguntan con mirada esperanzada en el porvenir socialista, nuestros ya en este punto ecosocialmente perturbados trotskistas. ¿Los reactores de fusión? ¿Esos mismos que, recientemente, luego de décadas de ensayos fallidos, han logrado dar un verdadero salto (revolucionario) en su desarrollo consistente en ser capaces de alumbrar unas ampolletas por algunos minutos a una cafetera por unos cuantos segundos? Pero calma, trotskistas, sin duda que llegaremos algún día a dominar los misterios de la fusión nuclear, quizás, si somos optimistas, un poco antes de que logremos (nosotros o bien alguna civilización extraterrestre gemela luego de que nosotros desaparezcamos) construir una esfera de Dyson o “cosechar” la energía existente en los agujeros negros. ¡Calma! ¡Que la clase trabajadora y el socialismo son eternos! ¿Pero qué hay de los robots?, nos repiten otra vez los trotskistas, ahora ya definitivamente un poco exacerbados con tanto “escepticismo anti obrero” ¡Los robots! ¡Los robots si existen!, repiten otra vez nuestros trotskistas del control obrero. ¡Claro! ¡Camaradas! Los robots ciertamente existen (y ya muy avanzados: algunos hombres en Japón acostumbran ya tener “novias robots”). Lamentablemente, los robots del presente (incluso los de tipo “eróticos”) no constituyen ni una fuente energética alternativa al petróleo y al carbón, ni tampoco estarían asociados al desarrollo de sistemas tecno

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Complementar Discusión Chomsky Otros (Agregar)

productivos cualitativamente diferentes a los de la actualidad. De hecho, todos los robots (“nanos”, grandes o “eróticos”) se construyen, también, con materiales provenientes derivados del petróleo (o de la megaminería). Asimismo, cada uno de los “robots obreros” que desempeñan sus funciones en una u otra industria, lo hacen insertos en las mismas cadenas productivas fordistas (las mismas retratadas hace casi un siglo por Chaplin) en las cuales trabajan sus congéneres humanos. ¿Pero Alexa y Google? ¿Acaso no conversan? ¡Claro que conversan! Pero lo hacen en base a algo que se llama electricidad, una fuente de energía conocida desde hace siglos y dependiente, también, o bien del petróleo y el gas natural, o bien de las poco “eco amigables” mega hidroeléctricas.

El control obrero también contamina

Desgraciadamente, para pesar de nuestros trotskistas, miembros nada menos que de la organización de los “genios” de la “estrategia militar” Emilio Albamonte y Christian Castillo del ya mencionado PTS argentino, no… ni el control obrero ni la planificación económica pueden ya resolver nada sustancial de los problemas aquí discutidos (crisis ecológica, energética, desastre socioambiental, etc.). Esto tal como no pueden resolver nada realmente relevante (¡nada!) ni en lo que respecta a la crisis socioambiental ocasionada por la fundición Ventanas y otras industrias contaminantes en la bahía de Quinteros ni en lo relacionado al impacto ecológico que generan otras industrias tales como la propia fábrica Zanón, la cual después de casi dos décadas de estar en manos de sus trabajadores mantiene niveles de contaminación iguales o peores a los existentes antes del inicio de la “gestión obrera”

¿El control obrero comunitario y la planificación socialista como herramientas al servicio de una potencial respuesta ante al desastre climático y la crisis energética, esto por mencionar tan sólo dos aspectos de la actual crisis ecosocial planetaria? ¡Sin duda! ¡Intentémoslo! Pero esto no quiere decir (¡ni de lejos!) que dichas medidas sean capaces de “solucionar”, “evitar” o incluso de “contener” el desastre ecológico energético en curso (ni estas medidas ni tampoco un hipotético proceso revolucionario triunfante). En realidad, aunque esto es ya materia de otra discusión,

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nuestros problemas recién comienzan (¡no terminan!) el día en el cual el capitalismo pueda ser derribado (en caso de que esto sea todavía posible y de que no termine autodestruyéndose antes) por una revolución socialista mundial Lo anterior porque antes de aquel punto (es decir, de nuestra cada vez más lejana y difícil victoria) es muy posible que la humanidad esté ya, virtualmente, muerta o bien condenada a transformarse en algo peor a las tribus de “cazadores de gasolina” de Mad Max 2. Esto último, por ejemplo, de darse los peores escenarios del colapso, momento durante el cual las cosas se pondrán sin duda mucho más “feas” a lo que podríamos pensar hoy.

¿Y si no triunfa el socialismo?

13. La insoportable “estupidez ecosocial” de las izquierdas industrialistas (2): ¿Y la catástrofe ecológica?

Otra muestra del menosprecio de la crisis socioambiental por parte del conjunto de los sectores políticos y la intelectualidad en Chile (menosprecio que como dijimos parece ser un “requisito teórico” para poder seguir reproduciendo sus perspectivas industrial-desarrollista del proceso histórico) reside en, como señalamos, en una persistente (y crónica) subvaluación de la verdadera magnitud de esta última. Para aclarar el punto: no es que todo lo relacionado a esta crisis sea, en la perspectivas de las organizaciones de derecha o izquierda chilenas, realmente “solucionable” (ya sea gracias a la aplicación de tecnologías verdes, el control obrero, o incluso como producto del desarrollo de una revolución mundial), bastando por lo tanto meramente o bien administrar de manera más óptima los recursos (tal como señalan generalmente los partidos neoliberales), o bien distribuir mejor los mismos (tal como repiten las organizaciones de izquierda). En realidad, existe algo más: estos sectores ni siquiera entienden (muy posiblemente porque se niegan a hacerlo) la dimensión de la actual catástrofe ecológica y crisis energética. Es como si aquellos fueran en el fondo (por las razones que sean) completamente ciegos a la existencia de estas últimas. Simplemente, dichas crisis (al menos en lo que a su magnitud real se refiere) no están presentes

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en sus respectivas cosmovisiones político ideológicas, esto desde las actuales militancias ultraconservadoras republicanas nucleadas alrededor del mencionado José Antonio Kast hasta las de adscripción anticapitalista como las que forman parte de las respectivas organizaciones de Eduardo Artés o María Rivera. Sea por las razones que sean, todo el arco ideológico chileno (de extremo a extremo) tiende siempre a volver el rostro ante la verdadera gravedad de la crisis ecosocial que se desarrolla a lo largo y ancho del planeta. Una situación parecida a la de un médico que receta aspirinas a un paciente dado para calmar algún dolor, pero que se niega a revelarle la enfermedad mortal que le aqueja.

La derecha y la izquierda chilena: ciegos ante la crisis ecosocial contemporánea

Lo anterior quedó de manifiesto de forma muy clara, aunque no exclusivamente, en el terreno de los respectivos posicionamientos del trotskismo ante el conflicto de Ventanas. Como era de esperarse, todas y cada una de sus definiciones políticas ante el mismo contienen, de forma implícita o explícita, no sólo una defensa acérrima de las bases del actual sistema industrial, sino que, además, un profundo desconocimiento (consciente o no) de los innumerables indicadores de la actual situación ecológica global que mostrarían, de manera fehaciente, la completa inviabilidad de este último11 . Ahora bien, aunque como decimos el trotskismo es tan sólo una de las corrientes ideológicas de la política mundial en adoptar esta matriz de análisis (en el fondo de un carácter “negacionista” ante el problema de la crisis eco energética global), es interesante detenernos un momento en esta última por la propia aspiración que ha tenido aquella en décadas recientes en ciertos países latinoamericanos de constituir una especie de “alternativa teórica” para un supuesto

11 Este fenómeno se repite constantemente en Chile no solamente en organizaciones de ideología más recalcitrantemente industrialista tales como el PTR o el Movimiento de Trabajadores Socialista (MST), sino que también en otras organizaciones trotskistas que adoptarían un discurso más proclive al ecosocialismo tales como el llamado “Movimiento Anticapitalista” de Maura Fajardo y Camilo Parada. Incluso en el caso de algunos intelectuales de mayor nivel teórico tales como Gustavo Burgos de “El Porteño”, la discusión de las reales implicaciones (y magnitud) de la crisis eco energética ha estado casi ausente de sus reflexiones.

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marxismo “renovado” capaz de asumir los desafíos estratégico políticos del presente siglo. Como veremos ahora, tal como todo el resto de los exponentes de la política moderna, las organizaciones trotskistas (por ejemplo, en Chile) se quedarían muy lejos de ofrecer tal alternativa. En realidad, sería todo lo contrario: lo único que serían capaces de ofrecer sería no sólo “más de lo mismo”, sino que una mera repetición de todo lo que el trotskismo “dijo”, “pensó” o “hizo” en el último siglo, aunque esta vez “pintarrajeado” de verde y con alusiones pro naturaleza altisonantes.

Como señalamos, cada una de las definiciones realizadas por las organizaciones trotskistas ante el conflicto de Ventanas en Chile se encuentran basadas, directa o indirectamente, tanto en una defensa explícita de las bases del actual sistema industrial, así como también en un profundo desconocimiento de la gravedad de la actual crisis ecológica y energética contemporánea. Existen razones importantes para esto último en lo que a la “sobrevivencia teórica” del trotskismo se refiere, esto si consideramos el hecho de que cualquier aceptación que hiciera esta corriente de una posible “inviabilidad ecosocial” del sistema industrial moderno (esto como producto de una real calibración de los indicadores ecosociales de la verdadera gravedad de nuestra situación planetaria), lo llevaría enseguida a una aguda contradicción teórica de la cual le sería muy difícil salir. Lo anterior debido, entre otros motivos, a que constituiría ciertamente una flagrante contradicción (lógica) defender, por un lado, la existencia de las bases tecno-productivas contemporáneas del desarrollo industrial como las únicas “viables” desde donde pensar hoy el horizonte socialista (de acuerdo al marxismo clásico, como sabemos, las bases productivas de la sociedad capitalista deberían ser también las desde donde el sistema socialista debería ser construido), mientras que, por otro lado, se acepta la “inviabilidad planetaria” (ecosistémica) de las mismas.

Una contradicción teórica (mortal) que mostraría así, entre otras cuestiones, la incompatibilidad teórica “de fondo” del trotskismo y del propio marxismo clásico (en tanto sistemas teóricos de la modernidad industrial) y nuestra propia realidad geológica-histórica planetaria. Dicho de otro modo, la creciente transición del marxismo desde un verdadero “sistema teórico” (o “teoría de mundo”) a la un “sistema ideológico”, entendiendo aquí el concepto de “ideología” de acuerdo a su definición marxista en tanto “ocultamiento” (tergiversación mistificación) de la realidad histórica, cuya naturaleza “misma” (última) estaría siendo determinada ya, en grado cada vez mayor, por la irrupción de una nueva época geológica histórica: el Antropoceno. Nueva época geológica que, a todo esto, no ha sido considerada sino tan sólo marginalmente (salvo algunas notables excepciones recientes como en los casos de Ian Agnus o ahora John Bellamy Foster) en la casi totalidad de las corrientes marxistas contemporáneas. Esta fue de hecho una de las razones claves (“profundas”) de porque una gran cantidad de organizaciones trotskistas a nivel internacional intentaron por todos los medios negar hace algunos meses una de las principales conclusiones del Sexto Informe de Evaluación (2021 2022) del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC): la de la “inevitabilidad” de detener un cambio climático catastrófico. Muy probamente, estas organizaciones (entre otras, el MTS y el PTR chilenos) intentarán negar esta conclusión, otra vez, al calor de la actual reunión del IPCC en Egipto, algunos de cuyos voceros han comenzado ya a repetir vaticinios incluso más “oscuros” a los de la pasada conferencia climática.

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¿La “incompatibilidad teórica de fondo” creciente del trotskismo y el marxismo clásico con la realidad contemporánea?

Con todo, al proceso objetivo le importa en realidad una soberana mierda las “incomodidades teóricas” de las organizaciones trotskistas respecto a la real magnitud, dinámica y proyecciones (absolutamente infernales) que tendría el desastre ecológico en curso. Al parecer, en su época de decadencia abierta, al trotskismo (y al conjunto del marxismo clásico) se le olvidó algo muy importante de la definición de Marx y Engels respecto a la teoría socialista moderna. Esto es, la de constituir una teoría “científica”. “Ciencia”, ¿Aló, trotskistas? ¿Les suena esa palabra? ¿Aló? ¿Aló? ¿Sí? ¿Les suena? Entonces pueden decirnos, ¡por la puta madre!... ¿en dónde se encuentra aquella en sus respectivos debates sobre la crisis ecológica? Porque nosotros no la vemos… ¡ni siquiera en las “geniales”, “inteligentes” y sin duda creativamente “originales” intervenciones de esa cacatúa repetidora de consignas llamada Dauno Tótoro! Porque nosotros no la encontramos… por ejemplo, en las divertidas definiciones “marxistas ecológicas” de un Domingo Lara (el principal “experto climático” del PTR) quién, desconociendo el término de “Antropoceno”, llegó a inventarse una “definición propia” (absolutamente ridícula) sobre aquel, ¡nada menos que en una presentación pública! ¿Cómo era esa definición sobre Antropoceno, Lara? ¿La puedes repetir para nosotros?

¡Vamos entonces a la ciencia, trotskistas decadentes! ¡Vamos entonces a la ciencia también, todos ustedes que osan utilizar el apelativo de “marxistas” (sean estalinistas, gramscianos maoístas, guevaristas, autonomistas o como se definan) y que, desde sus respectivos “campos de estudio” (desde la “sociología del trabajo” a la “teoría queer”, desde sus “escuelas sindicales” hasta sus “talleres feministas de deconstrucción masculina”), en sus nubes malolientes de abstracciones filosófico-teórica-epistemológicas, la han dejado, al parecer, ¡totalmente olvidada! ¡Vamos

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entonces a la ciencia, de una vez por todas! ¡Y destruyamos lo que tengan que decir trotskistas (o estalinistas y autonomistas) sobre esta problemática: la problemática del “apocalipsis ecológico”!

Del Socialismo utópico al socialismo… ¿científico?

¡La ciencia! La misma que en su particular versión de “ciencia climática” nos muestra hoy, con cada vez más evidencias, con cada vez más argumentos, que la humanidad habría rebasado ya nueve “barreras ecosistémicas” fundamentales de la estabilidad planetaria (1 cambio climático, 2 acidificación oceánica, 3 agotamiento del ozono estratosférico, 4 interrupción del ciclo del nitrógeno y el fósforo, 5 uso mundial del agua, 6 cambio de uso de la tierra, 7 erosión de la biodiversidad, 8 aumento de aerosoles en la atmósfera y 9 introducción de nuevas entidades en la biosfera), muchas de las cuales habrían sido ya literalmente “trituradas”. ¡Pulverizadas! Esto a un grado tal que se haría imposible no sólo cualquier “recomposición” de las mismas durante varias generaciones (o incluso milenios), sino que, además, implicarían nada menos un creciente “desfase” (a partir de hoy) entre unas condiciones planetarias cada vez más hostiles (o “inhabitabilidad planetaria creciente”) y unos sistemas tecnológicos cada vez más incapaces para lidiar con estas última (o “eficiencia tecno científica decreciente”). Lo anterior antes de que los propios sistemas tecno científicos de la modernidad (al menos en el sentido en que estos han sido desarrollados durante el periodo industrial) terminen “derrumbándose” Cruce de fronteras de la estabilidad ecosistémica planetaria que, en los hechos, nos habría lanzado ya a un territorio geológico completamente desconocido; esto es, como ya referimos, el Antropoceno, el cual muy bien podría ser nada más que otro término para definir el comienzo de nuestra extinción total.

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La magnitud de la crisis ecológica planetaria (circulo marca el límite de seguridad)12

¡La ciencia! La misma que nos muestra hoy el rebasamiento de unos niveles de CO2, de acidificación marina y de extinción de las especies naturales no vistos en millones de años (¡vamos alcanzando ya los 420 ppm de CO2 en la atmósfera!). ¡La ciencia! Esa que anticipó los actuales niveles de calentamiento global (no vistos en milenios) y que anuncia un aumento inaudito de las temperaturas planetarias que podrían alcanzar los tres, cuatro, cinco o seis grados centígrados de aumento en comparación de la línea de base del siglo XIX. Ósea, un calentamiento de una velocidad extrema (visto pocas veces durante la historia geológica de la Tierra) que podría, de hecho, acelerarse aún más si las cosas van realmente mal: por ejemplo, en caso de producirse una liberación súper masiva de las reservas metanos todavía congelado en el permafrost y los lechos oceánicos de las regiones árticas. Unos niveles de calentamiento global que no necesitaría más que de un aumento mayor a los 2 3 grados centígrados (niveles esperables durante las próximas décadas) para convertir la mayor parte de nuestro planeta… ¡en una roca inhabitable! Todo esto en un contexto de una crisis eco energética que potencia además, como con esteroides, la propia dinámica “suicida” (pre crisis climática) del propio capitalismo imperialista, esto tal como muestra la resurgencia (como nunca antes) del horizonte de una posible guerra nuclear en el caso de la agresión imperialista en curso de la Rusia del ultraderechista Putin en contra de Ucrania.

¡La ciencia! Aquella que nos alerta de los resultados que tendría un aumento descontrolado (ya posiblemente activado) de los niveles oceánicos, no bastando más que unos metros para producir el hundimiento de la mayor parte de las grandes ciudades costeras del mundo, hogar de más de un

Fuente: https://www.stockholmresilience.org/research/planetary boundaries/the nine planetary boundaries.html

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tercio de la humanidad. ¡La ciencia climática! Esa ciencia con la cual no hay que ser un sociólogo o historiador experto para saber que un tipo de cambio climático de la envergadura del que estamos por experimentar no podrá más que producir (ya sea de manera progresiva, a modo de “shock” o en ambas modalidades) unas sequías, crisis de alimentos y derrumbe energético cuya magnitud es simplemente incompatible con todo lo que hemos definido como “modernidad”. ¿O acaso esperamos que el actual (e inviable) sistema urbano contemporáneo basado en la existencia de esos monstruos devoradores llamados “grandes ciudades” pueda seguir subsistiendo en un escenario semejante? ¿O acaso pensamos que el mercado mundial y su red de tentáculos que asfixian hoy a la Madre Tierra como una gigantesca boa enroscada en cada una de sus arterias vitales puede, remotamente, seguir en pie en un contexto de “caída planetaria” de este tipo? ¿La reproducción del Estado nación en este marco de crisis ecológica súper catastrófica? ¿Es broma? ¿La mantención de los actuales niveles demográficos ante este verdadero Armagedón global? ¡Ni pensarlo!

Niveles de CO213

Lo anterior en un escenario de desarrollo tecnológico que, como dijimos, no nos capacitaría ni siquiera hoy para detener ni menos impedir el avance de esta gran crisis civilizatoria. Hace cinco décadas, posiblemente sí. Pero no hoy cuando estamos a casi un siglo después que algunos teóricos marxistas tales como Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin nos advirtieran de nuestro curso suicida. ¿O pensaron que la frase “socialismo o barbarie” era un mero eslogan destinado a adornar, eternamente, los programas políticos de la izquierda? ¡Quizás hace unas décadas, si hubiésemos puesto todo nuestro desarrollo tecnológico al servicio de la superación de esta crisis, posiblemente podríamos haber hecho algo! Pero no hoy, casi un siglo después de que Trotsky alertara de forma visionaria en el “Programa de Transición” no sólo sobre los peligros de la sobrepoblación mundial (¡cuando todavía no superábamos los 3 mil millones de personas!) y otras amenazas de la época de la decadencia del capitalismo, sino que, además, de los riesgos de unas condiciones objetivas de la revolución socialista que, de tanto “madurar”, habrían comenzado ya a “pudrirse”. Unas condiciones objetivas de un proceso histórico hoy (¡casi un siglo después!) ya completamente pútrido y que expele por cada uno de los orificios de ese gran cuerpo senil llamado “industria moderna” el aroma asqueroso de una descomposición civilizatoria sin límites. Ese aroma de

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consunción intensa que imita el olor metálico de esos ancianos cuyas funciones vitales estarían tan deterioradas, tan degradadas, que su propia existencia podría definirse como en un estado intermedio entre la vida y la muerte La fragancia mortuoria de las “vías al desarrollo”, la “técnica” y el “progreso” transformados hoy en un océano de pus ideológica repugnante llamado teoría moderna tardía, esa gran mole pútrida de pensamiento caduco… ¡de pensamiento muerto!

¡La barbarie ha triunfado! ¡Sociedad moderna! ¡Sociedad muerta! Nos hemos transformado en una gran carroña histórica llamada industrialismo tardío. ¡La ilustración ha terminado! Cada uno de nosotros somos como el gusano de un gran organismo fenecido llamado sociedad de masas, compuesta de millones de larvas cadavéricas que, en cada tweet, en cada perfil de Instagram, en cada oda vital a las prácticas de consumo, se alimentan del espíritu corrupto de nuestro tiempo: esa decadencia llamada “crecimiento”. ¡La revolución industrial ha fracasado! La ciencia y la técnica han devenido en su opuesto absoluto: oscurantismo mediático, fake news y terraplanismo. El burgués innovador ha decantado en el parásito supremo del mundo, el aguerrido obrero del socialismo en el zombi ¡Ese cuerpo civilizatorio fenecido somos nosotros, el cadáver gigantesco de la última de las civilizaciones holocénicas! ¡Una masa de carne putrefacta llamada mercado! ¡La carcasa vacía y seca de los ideales de la Revolución Francesa y la victoria bolchevique! ¡Somos el último espasmo de agonía del racionalismo, devenido ahora en desenfreno consumista caníbal! Somos el “yo quiero” y el “yo necesito” convertido en un carnaval frenético de destrucción planetaria: esa orgía decadente llamada “desarrollo”. Somos el “niño” de Nietzsche transformado en un glotón narciso de dimensiones cósmicas que ha transitado ya la ruta entre su condición de “superhombre” a la de “superidiota”. ¡La Revolución ha muerto! ¡Ha sido acribillada por el progreso y la técnica! ¡La Revolución ha muerto!… ¡Viva la Revolución!

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(Próximas secciones incluidas en el libro)

IV. Una pausa necesaria. Respondiendo el “(…) ¿acaso quieres volver a las cavernas?”

V. Conclusiones en torno a la crisis ecosocial chilena

a. Otra vez en torno al conflicto de Ventanas como producto orgánico de la crisis socioambiental chilena y a la irreformabilidad del sistema industrial

b. Un pequeño resumen y un descanso narrativo: Ventanas, el fin del progreso y la metáfora de la prostituta.

c. Las zonas de sacrificio como “eslabones débiles” de la crisis ecológica energética y la perspectiva de un “derrumbe ecosistémico” del estado chileno moderno.

d. La crisis ecológica como factor de modulación de la lucha de clases

e. El problema del sujeto obrero: la (doble) crisis ecosocial del proletariado y la noción de “silencios estratégicos”.

f. La rueda de la fortuna (Interregnum)

g. El paro eco reaccionario de los trabajadores de Ventanas.

h Crisis ecosocial, ausencia de sujeto social y el concepto de lucha de clases moderna decadente (o declinante). O el horizonte posmoderno revisitado.

i Derrumbe ecológico energético y dinámica colapsista en Chile

j Algo sobre la revolución ante la época del decrecimiento

VI. Atisbos para una política marxista colapsista ante la “cuestión ecosocial” chilena a partir del conflicto de Ventanas

La bancarrota de los programas de izquierda moderno industrialistas en Chile Una propuesta de acción Hacia las estrellas

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