Qué es Marxismo y Colapso? (Serie de Entrevistas - Web América Rebelde)

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ENTREVISTA A MARXISMO Y COLAPSO (PLATAFORMA)1

a. Sobre Marxismo y Colapso (Plataforma)

1. ¿Cuál es el origen de Marxismo y Colapso (MyC)? ¿Cómo definirían a MyC ideológicamente y con relación a las dos izquierdas, reformista y revolucionaria?

Marxismo y Colapso constituye una plataforma de pensamiento, elaboración y difusión de una nueva teoría revolucionaria: el marxismo colapsista, la cual comienza a dar sus primeros pasos prácticos (particularmente en el terreno reflexivo y mediático) durante el año 20192. Uno de los primeros materiales que podríamos considerar en los marcos de esta corriente teórica (“La revolución socialista ante el abismo”) data del año 2015, aunque fue ampliado ligeramente durante los años 2016 y 20193. Uno de nuestros principales espacios de difusión es el sitio web, en cuyas secciones temáticas se han ido integrando algunas de las discusiones o debates que consideramos más relevantes.

En términos teóricos, Marxismo y Colapso es el producto del cruce entre, por una parte, un enfoque analítico adscrito a las principales elaboraciones de los pensadores del marxismo clásico desde el siglo XIX hasta la actualidad y, por otro lado, una serie de matrices teóricas provenientes del campo del pensamiento colapsista y ecologista (por ejemplo, la llamada colapsología francesa y la teoría del decrecimiento). De gran importancia en nuestra perspectiva teórica son, asimismo, las elaboraciones del marxismo ecológico y el ecosocialismo desde la década de 1980. Igualmente, aunque aún no del todo integradas a nuestro marco teórico, consideramos importantes tanto las elaboraciones de la ecología profunda y las perspectivas culturales indígenas y tradicionales, así como también una serie de líneas de pensamiento provenientes de corrientes anti-humanistas, anti-modernistas y posmodernas. Adicionalmente, dada la magnitud que ha tomado la actual crisis ecológica planetaria, damos un fuerte énfasis a los aportes de la discusión científica provenientes tanto del ámbito de las llamadas “ciencias duras” (por ejemplo, los ámbitos de la climatología, la geología, la teoría evolutiva, la biología, etc.), así como también de las ciencias sociales y las disciplinas humanistas (particularmente la historia, la antropología y la arqueología).

Es cierto que todo esto pareciera consistir en una gama demasiada amplia de influjos teóricos e intelectuales. Sin embargo, creemos que una perspectiva como la anterior, abierta a una multiplicidad de influencias teóricas, tradiciones intelectuales e incluso diversas cosmovisiones, posee una importancia trascendental si lo que buscamos es dotarnos de una herramienta de análisis verdaderamente a la altura de la comprensión de los procesos de “ruptura epocal” (cambio climático catastrófico, derrumbe energético, transición

1 Este material es parte de una serie de entrevistas realizadas a Marxismo y Colapso publicadas originalmente por la Plataforma América Rebelde

2 Marxismo y Colapso Web: www.marxismoycolapso.com.

3 El texto “La Revolución socialista ante el abismo. Por una Segunda Conferencia de Zimmerwald” puede encontrarse en la sección de estrategia de la web de Marxismo y Colapso: https://www.marxismoycolapso.com/estrategia

antropocénica, extinción humana, etc.) a los cuales nos enfrentamos. Simplemente, ni el marxismo clásico (que durante una gran parte de su existencia careció de una reflexión sistemática en torno a la cuestión ecológica) ni el ecosocialismo (que hasta hoy no ha realizado una discusión sistemática de la posibilidad de un fenómeno de colapso civilizatorio cercano), ni tampoco las corrientes de pensamiento ecológico, colapsistas o indigenistas (carentes en gran medida de los aportes del aparato teórico marxista) pueden, por sí mismas, comprender el tipo de situación histórica que tendríamos por delante; esto es, una ruptura fundamental del curso de nuestro desarrollo civilizatorio dado por el potencial derrumbe de la sociedad moderna y el inicio de un evento de extinción masiva fulminante de la especie humana y la vida terrestre.

Lo mismo sería válido para el ámbito propiamente científico, el cual tampoco es inmune a sus propios “puntos ciegos” y sesgos ideológicos; por ejemplo, en términos de las influencias político-institucionales que se expresan sobre su quehacer y que lo vuelven altamente influenciable al discurso hegemónico de las elites capitalistas, siendo por lo tanto difícil que esta esfera pueda alcanzar, por sí misma, una comprensión integral de las causas sociales que se hallan en la raíz de la presente crisis planetaria. Otro ejemplo de lo anterior puede encontrarse en el peso que posee la ideología moderna-ilustrada y positivista en la producción científica contemporánea, la cual ha jugado de hecho un rol clave (vía legitimación de una perspectiva antropocéntrica-utilitarista extrema de la naturaleza) en el desarrollo de los actuales patrones de destrucción ecológica globales

Todo esto no quiere decir, empero, que una perspectiva marxista renovada caracterizada por la inclusión de una gran variedad de influencias intelectuales y escuelas de pensamiento para comprender nuestra actual situación planetaria deba carecer, necesariamente, de sistematicidad o coherencia teórica. Por ejemplo, es evidente que sería imposible hacer simplemente calzar la obra de Marx, por un lado, con algunos de los preceptos que constituyen la base del pensamiento ecológico andino pre-hispánico, por otro lado. O bien, los postulados de Lenin en torno a la necesidad de la insurrección proletaria con lo planteado por este u otro referente posmoderno de los años 80’s en su crítica a los “metarrelatos”. Más bien, a lo que apuntamos (y es una tarea que recién comienza para nosotros) es a la necesidad de establecer “puentes teóricos” o “interpretativos” entre las distintas matrices de análisis, desarrollos intelectuales o simplemente ideas que, a nuestro juicio, podrían servirnos para dotarnos de una comprensión más certera (e intelectualmente sugerente) con respecto a la gran crisis planetaria que estaría comenzando a prefigurarse hoy. Una crisis que tendría como una de sus características centrales cuestionar el completo andamiaje civilizatorio (moderno, industrial e ilustrado) de la sociedad contemporánea.

Una muestra de lo anterior es, por ejemplo, nuestro interés por establecer puentes interpretativos entre algunos de los postulados del pensamiento ecosocialista y del marxismo ecológico (entre otros, el concepto de “ruptura metabólica” desarrollado por John Bellamy Foster a partir de su lectura de El Capital de Marx) con el terreno de los actuales debates colapsistas en el ámbito de la teoría del decrecimiento con respecto a una potencial dinámica de

derrumbe planetario cercano. Otro ejemplo de esto es nuestra búsqueda por integrar los modelos climáticos utilizados hoy en el debate científico sobre las posibles proyecciones del calentamiento global durante este siglo y las potenciales dinámicas sociopolíticas al nivel de la lucha de clases que se asociarían a estas últimas. O bien, nuestra valoración de algunas de las nociones de interacción humanidad-naturaleza presentes en el acervo cultural de una serie de sociedades indígenas y tradicionales alrededor del mundo (entre otras, las sociedades andinas, la cultura mapuche o rapanui, las sociedades campesinas eslavas, etc.) con una necesaria crítica de las ideologías socialistas industrialistas, hegemónicas en la mayoría de los marcos teórico-estratégicos de la izquierda mundial.

Lo anterior, con todo, intentando no perder el norte de una reflexión y pensamiento teórico orientado a servir como una guía para la intervención revolucionaria en el presente, lo cual para nosotros pasa por la elaboración de una teoría que aporte a pensar los desafíos de la revolución socialista en una época histórica nueva; esto es, la de un literal apocalipsis planetario. El marxismo ante el apocalipsis, el marxismo ante un nuevo pachacuti, el marxismo ante el Antropoceno, como quieras llamarlo. La idea es la misma: el marxismo ante un horizonte de destrucción planetaria que ninguno de los teóricos del marxismo clásico, excesivamente confiados en los “logros” de la sociedad industrial, pensó posible. Un horizonte destructivo concebido hasta hoy tan sólo en los relatos bíblicos, las mitologías antiguas sobre el fin del mundo o en las obras de la ciencia ficción moderna. En definitiva, el marxismo ante el “O Fortuna” de la modernidad tardía. O bien, ante lo que ya estaría tomando la forma de una gran (y probablemente última) “danza de la muerte” planetaria, esta vez no con ropajes europeo-medievales, sino que en contextos urbano-tecnológicos industriales y con una mucha mayor escala destructiva.

Con respecto a lo de clasificar al marxismo colapsista en relación con la dicotomía política moderna de “reforma o revolución”, puede decirse que esta es una pregunta a la vez actual y a la vez obsoleta. Por una parte, claro, es actual porque todavía sirve para diferenciar entre aquel sector de la izquierda (reformista) que rechaza la perspectiva de un cambio revolucionario; ósea, la perspectiva de una transformación necesariamente violenta del orden social y basada en los principios de la insurrección de masas, de aquel otro sector de la izquierda (revolucionario) que todavía plantea y aboga por esta perspectiva. En nuestro caso, Marxismo y Colapso se ubicaría en el campo “revolucionario” ya que sostenemos la necesidad de un cambio social revolucionario violento que, de la mano de las masas explotadas, sea capaz de derribar el poder de las elites capitalistas para permitir a aquellas la construcción de un modelo de sociedad (socialista) al servicio de sus intereses.

Es más, pensamos que la perspectiva de una revolución social, en el contexto del tipo de crisis global que producirá el avance de la catástrofe ecológica, el agotamiento de los combustibles, la sobrepoblación y la escasez de recursos, será no sólo necesaria, sino que, en realidad, la única forma posible de implementar cualquier tipo de reforma social capaz de, al menos, aminorar el impacto de estos desastres (los súper incendios que se viven hoy en Chile son un ejemplo inicial de lo que se aproxima). Lo anterior, tal como han demostrado,

además, más de dos siglos y medio de capitalismo industrial rampante que no han traído más que devastación y destrucción a una escala inédita. Simplemente no existe ninguna posibilidad de que el capitalismo, sus instituciones, sus estados o sus partidos políticos puedan ofrecer la más mínima posibilidad de reacción ante estas catástrofes.

Todo lo contrario, tal como puede verse hoy en el caso del gobierno neoliberal de Gabriel Boric en Chile, la única respuesta que tienen los capitalistas para responder a la actual crisis ecológica-energética es apretar más el acelerador del actual sistema y modelo de sociedad ecocida hacia el abismo. Sin duda, para que la humanidad pueda siquiera pensar en sobrevivir, aquella debe obligadamente acabar con el poder de la burguesía y las elites que le sirven. Seamos francos: ¿Qué hubiera sido de la lucha por la democracia moderna sin el guillotinamiento de Luis XVI y los parásitos nobiliarios de la corte de Versalles? O bien, algunos siglos antes… ¿Qué hubiera sido de la lucha mapuche sin un Lautaro abriéndole el pecho al conquistador español Pedro de Valdivia para arrancarle su corazón y devorarlo, mostrando con esto al por aquel entonces poderoso imperio español el precio que debería pagar por intentar sojuzgar al valiente pueblo araucano? ¿Y pensamos aun así que la lucha más importante ante la cual se ha enfrentado la humanidad: la lucha en contra de la hecatombe planetaria, podrá llevarse a cabo con unas cuantas marchas multicolores confiando en que las reuniones de Greta Thunberg con el gran empresariado mundial servirán de algo?

Por otro lado, como dijimos, la dicotomía moderna reforma-revolución estaría también obsoleta, siendo en realidad en gran medida inútil ¿Por qué? Esto por la sencilla razón de que es muy posible que todo lo que ganemos con una potencial (si somos muy optimistas) revolución mundial triunfante termine, finalmente, perdiéndose. Aquello debido, entre otras cosas, a que cualquier proceso revolucionario (así como también cualquier proyecto reformista) estaría ya, como producto de la extrema gravedad que ha alcanzado hoy la crisis eco-energética, “condenado” de antemano al fracaso. Esto al menos en lo referente a que estos procesos sean capaces en algún momento ya sea de “detener” el inicio de una dinámica de colapso civilizatorio (la cual ya estaría asegurada y sería técnicamente imparable), ya sea de sentar las bases de un modelo de sociedad socialista que, mediante la expropiación de los medios de producción y la distribución de las riquezas sociales, esté capacitado para ofrecer una alternativa de sobrevivencia y de satisfacción plena de las necesidades materiales y espirituales de la humanidad completa.

En otras palabras, todos los proyectos socialistas modernos (basados en el concepto de “abundancia”) son ya imposibles en un mundo en el cual no sólo la mayoría de los recursos naturales estarían en vías de agotamiento, sino que, además, en un contexto de calentamiento global catastrófico y de un empeoramiento inédito de la crisis ecológica que producirá una reducción mucho mayor de dichos recursos. Y esto sin siquiera integrar ni el factor del agotamiento cercano de los combustibles fósiles o de otros recursos tales como el agua potable ni tampoco el hecho de que la sociedad actual no posee en realidad ninguna tecnología (ni ahora ni en las décadas que restan antes de que la crisis ecológica termine de descontrolarse) para lograr expandir esta base de

recursos menguantes. Dicho en términos simples, con socialismo o sin socialismo, con revoluciones triunfantes o sin ellas, tal como en el caso de las especies naturales que se ven enfrentadas a un fenómeno de extinción como producto de una caída drástica de los recursos disponibles, una gran parte de la humanidad (recordemos que hoy somos 8 mil millones) podría estar ya condenada a la muerte.

Desde aquí, aunque como decimos la dicotomía reforma-revolución mantiene (todavía) algo de su validez, aquella ha perdido una gran parte de su contenido explicativo o estratégico. Por ejemplo, en el caso del proyecto zapatista en México, el “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” (EZLN) es, en los hechos, una organización “reformista” en lo que respecta a una gran parte de sus posiciones políticas. En décadas anteriores, dicha organización se presentó incluso a una serie de elecciones de la mano de diversos políticos y representantes de partidos burgueses tales como el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Ahora bien, ha sido el proyecto comunitario-territorial del EZLN y no una gran parte de las organizaciones de izquierda que se placen en autodenominarse como “revolucionarias” (por ejemplo, las de índole trotskistas que intentan siempre dar cátedra a otras organizaciones con respecto al concepto de “independencia de clases”) el cual constituye quizás una de las canteras de enseñanzas más importantes en América Latina en lo que se refiere a una integración del “factor ecológico” en la praxis política de los partidos de izquierda. Pensemos aquí tan sólo en como la experiencia de control territorial zapatista (que tiene además un fuerte componente indígena) podría adquirir una importancia mucho mayor cuando las grandes urbes del mundo moderno (cada vez más inviables por la falta de agua, petróleo o electricidad) comiencen literalmente a derrumbarse.

Otro ejemplo parecido en muchos sentidos al del EZLN es hoy tanto el de la “Administración Autónoma del Norte y Este de Siria” o Rojava (también criticada por una serie de corrientes de izquierda como “reformista” por algunas de sus posiciones programáticas), o bien los diversos proyectos territoriales ecoindígenas o campesinos vistos alrededor del mundo durante las últimas décadas. Todos ejemplos muy alejados de los criterios marxistas tradicionales utilizados en las discusiones teóricas (clásicas) en torno a la dicotomía “reformarevolución”, aunque como decimos posiblemente mucho más cercanos de una práctica revolucionaria más sintonizada con los nuevos requerimientos de pensamiento teórico y acción colectiva que impondrá, muy pronto, el desastre que se avecina.

Marxismo y Colapso Enero-Febrero, 2023

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