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Teatro – Quinto Bachillerato
Luz de luna
Por Andrea Sofia Iboy Chacón, Krista Sofia Iboy Pacheco. Dulce Marïa Palomo Barillas y Stephanie Ximena Zamora Hernández – Primer Lugar – Quinto Bachillerato
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Personajes: Francesca (protagonista) Damiano (enamorado de Francesca) Bruna (madre de Francesca) Gino (padre de Francesca) Dante (mejor amigo de Gino) Fiorella (amiga de Damiano) Antonio (vecino) Pescador 1 Pescador 2 Persona 1 Persona 2 Personas en el fondo de la ciudad
Argumento:
Luz de luna es una obra que gira en torno a Francesca, una linda joven italiana de 16 años que vive con su madre y bajo el maltrato de su padre, Gino. Nos centramos en su adolescencia trágica, donde por primera vez se enamora de un joven de su misma edad (Damiano), a quien conoció en un río cercano a su casa donde ella solía escaparse. Con las complicaciones que le da su padre, quien considera que ella debe de estar encerrada, por condiciones de género; a consecuencia de sus celos desmedidos, Francesca decide visitar constantemente a Damiano. Él le enseña parte de su día a día, haciendo que se olvide de sus problemas por un rato. Hasta que finalmente escapa por completo junto a él hasta buscar, lo que, para ella, significó su libertad por completo.
ACTO I
Escena I
Italia, Veneto. Se escucha el sonido de los pájaros y el viento. En general el ambiente es tranquilo, silencio y calma características del campo. Francesa está sentada en una de las sillas afuera del garage trasero de su casa hecha de madera que parece vieja, descolorida, y descuidada por fuera. Mirando fijamente al cielo. lleva un vestido floreado de color celeste pastel, el pelo agarrado a media cola, resaltando sus ojos azules. Con un ruido brusco y desesperado de la puerta trasera abriéndose, sale Gino de la casa y se dirige a Francesca. Luce un pantalón gris de tela algo gastado, doblado de los extremos. Una camisa blanca manga larga y un chaleco verde musgo, junto con un sombrero de copa baja.
Gino: Esto es el colmo. (lleva su mano derecha hacia su cabeza y cierra los ojos con signo de desagrado) Estás ahí sentada viendo a la nada, haciendo nada, siendo nada. (su tono de voz aumenta con autoridad) Párate y ve a ayudarle a tu madre. No me gusta que estés afuera.
(Francesca sigue con la mirada puesta en el cielo, muestra resignación y tristeza)
Francesca: Lo sé, lo siento padre. (Baja la cabeza y junta sus manos en sus piernas) Solo estoy sentada afuera de la casa, tomando un poco de aire, no estoy yéndome lejos. Sé que no te agrada.
(Francesca se levanta lentamente y mantiene su mirada triste hacia su padre por unos segundos y se dirige hacia la puerta, donde se encuentra Gino aún con gesto de autoridad y enojo. Pasa por un lado cabizbaja, entrando a la casa. Se escucha el sonido de la puerta vieja abrirse y cerrarse. A lo lejos se oyen los pasos de Antonio que se acerca poco a poco. Antonio entra en escena. Viste un pantalón de tela marrón, un saco informal y una camisa blanca debajo).
Gino: Llegas a tiempo, mi mujer está preparando la comida. (saca una pipa de su bolsillo, la enciende, y se pone a fumar)
Antonio: Eso veo…. (hace sonido y gesto de olfateo) huele a su característica comida de sábado por la tarde.
Gino: (aún con la pipa en la boca) Siempre, sabes que mi esposa es la mejor cocinera de todo el pueblo.
Antonio: Eso parece, por lo que me has contado, pero… (hace una pausa, levanta las cejas y aprieta los labios, mientras busca en sus bolsillos su pipa)
Gino: Ya lo sé. Yo no la dejo salir. No sabes, la vergüenza que me provocaría. Mi hija y mi esposa van a ser diferentes, deben ser diferentes. Yo las estoy educando para que sirvan siempre al camino del bien y a su marido
Antonio: (enciende su pipa y procede a fumar) Y haces muy bien. Un hombre no debería perder la honra de esa manera. Cuando mi esposa me engañó, yo estaba trabajando y no pude supervisarla. Haces bien en cuidarla, no le despegues el ojo, o te pueden dar la vuelta.
Gino: Lo tengo claro. (Le da un jalón a su pipa, y luego exhala el humo) mi esposa jamás me va a engañar. Ella sabe que no debe. No lo voy a permitir.
(Se escucha el chirrido de la puerta vieja al abrirse. Sale de la casa Bruna y se dirige hacia Ginio y Antonio. Lleva puestas unas zapatillas bajas, una falda de corte largo, floreada, color verde pastel, una blusa con hombros bordados y detalles en ellos)
Bruna: Ya está la mesa servida, pueden pasar.
(Bruna se aleja cabizbaja. Antonio y Gino se levantan y siguen a Bruna hasta la puerta).
Escena II
Se encuentran todos dentro de la casa. Por dentro parece muy limpia y cuidadosamente ordenada. En el centro hay una mesa de madera con sillas de madera. Gino y Antonio están sentados en la mesa principal.
Antonio: Esto está verdaderamente ordenado y limpio. Pero no me gusta cómo acomodaron los platos. Francesca, acomodalos de nuevo hasta que me gusten.
Francesca se queda inmóvil, con las manos agarradas desde enfrente, desafiando tímidamente la orden.
Gino: (levanta la voz sin gritar) ¿No lo escuchaste, Francesca?
Bruna: (se acerca lentamente hacia Francesca, le toca el hombro suavemente y habla con voz susurrada hacia ella) Ve, hija, hazle caso a tu padre.
Gino: (Se levanta bruscamente de la mesa, alza la voz gritando) ¿Francesca, no escuchaste?
[Francesca y Gino inician a discutir]
Francesca: (alza la voz) ¡No quiero servirle! (la voz se le quiebra) Me esforcé en poner la mesa y él no tiene ningún derecho de tratarme así, como si solo sirviera para eso.
Antonio: Tú que te crees, para decirme que puedo hacer y que no, no me mandas; vete a la cocina, donde perteneces, mujer.
Gino: ¡Basta! ¿Ves por qué no te dejo salir? Te has convertido en una malcriada irrespetuosa y por tu culpa voy a tener que reprender a tu madre, por no enseñarte a respetar a los hombres. ¡Vete para tu cuarto!
Francesca suelta el llanto en su cara con miedo y desesperación, se da la vuelta con las manos en su cara. Sale corriendo a las escaleras dirigiéndose al segundo piso.
Antonio: Este es el colmo. Vuelvo a venir cuando eduques a tu hija como debe de ser.
[Antonio, se va, somata duro la puerta, se retira de la casa]
Escena III:
Francesca se encuentra en su habitación observando por la ventana la noche estrellada, sosteniendo el libro de Romeo y Julieta de William Shakespeare. Se escuchan gritos y sollozos de Bruna abajo, sin poder entender ninguno por completo.
Francesca: (cierra los ojos y suspira) Algún día saldré de aquí. Algún día seré libre. Algún día tendré la fortaleza para caminar sola por la calle, algún día… (lleva el libro hasta su pecho y lo aprieta)
(Se escucha la puerta abrirse. Entra Gino a la habitación muy enfurecido por lo sucedido.)
Gino: (Grita) ¿Se puede saber qué fue lo que pasó en la cena? Acaso no recuerdas que nunca debes contestarle a un hombre, especialmente a Antonio, me avergonzaste y me deshonraste.
Francesca: (lo mira a los ojos) Yo también merezco ser respetada, soy tu hija deberías de darme prioridad. ¿Acaso no viste cómo me trató?, soy yo la que necesita ser respetada, soy yo la que. (se ve interrumpida por el brusco movimiento de Gino hacia ella, levantando el brazo con gesto abusivo).
(Bruna entra a la habitación. Se notan claros signos de violencia en sus brazos.)
Bruna: Ya, por favor, a ella no. Te lo ruego, yo me hago cargo de que ella entienda, yo hablaré con ella, pero no le hagas daño, te lo suplico.
Gino: (Le grita a Bruna) ¡Si lo hubieras hecho desde el principio no habría necesidad de corregirla!
Bruna: (le suplica desesperadamente) Lo sé, por favor perdóname. Hablaré con ella y no volverá a pasar.
(Gino se retira enojado, somatando la puerta. Francesca y Bruna lloran.)
Francesca: Mamá, por favor ya. No soporto más el no poder tener libertad. Soy una mujer, no soy un objeto, mis emociones valen, y….
Bruna: (la interrumpe) Ya basta Francesca. ¿Qué es lo que pasa contigo?
Francesca: Simplemente que ya estoy harta de no tener libertad, tengo que hacer todo lo que me ordenen, no tengo amigos, mi papá se molesta si salgo siquiera al jardín, no quiero vivir así. Quiero salir y conocer gente, he leído libros de papá acerca de descubrimientos científicos y yo quisiera ser una científica para poder descubrir cosas nuevas, pero papá no me deja, y jamás me dejará a dedicarme a algo más que no sea servir a un hombre.
Bruna: Las mujeres nacimos para esto, mi niña. Es nuestro rol en la sociedad. Los hombres descubren y hacen los trabajos para la humanidad, y nosotras les servimos por eso. Debes entenderlo, por favor, hazlo por mí. Si no lo haces, me seguirá golpeando.
Francesca: Está bien, mamá. Lo haré por ti.
Bruna: ¿Lo prometes?
Francesca: Lo prometo.
Escena IV
Al retirarse su madre de la habitación, Francesca quedó disgustada con la promesa que tuvo que realizar. Realmente estaba en desacuerdo con la mentalidad que tenían, no solamente sus padres, sino también la mayor parte de las personas que conformaban su entorno. Era agotador tener la misma discusión de siempre, para tratar que cambiaran de opinión acerca del rol de género sin éxito alguno. Tenía la esperanza que algún día todos ellos entraran en razón. Se quedó pensativa un rato respecto al tema. Deseaba con bastante intensidad haber nacido en otra época, o ser parte de otra familia con tal de ser comprendida y escuchada. La situación que tenía que presenciar día a día era repetitiva y aburrida, a su corta edad ya había vivido suficiente. La única manera de olvidarse de todos sus problemas era distraerse de alguna manera, y aunque muchas veces no tenía la oportunidad de hacerlo puesto que su padre era bastante estricto, lo hacía a escondidas. Con consecuencias, claramente.
Francesca: ¿Por qué es tan complicado que comprendan que las mujeres no somos propiedad de los hombres? Todos somos iguales, personas libres (susurró)
(Cubre su cara con sus manos, está frustrada)
Francesca: Tal vez no sea tan mala idea escaparme de la casa. La idea ya ha recorrido mi mente, pero, en definitiva, esto ya no puede continuar. No me resignare. El regaño ya lo he recibido de igual forma… (dijo en voz baja, se queda en silencio unos segundos)
(Se levantó del lugar donde estaba para pararse enfrente de la ventana de su habitación. La abrió con cuidado para evitar hacer ruido. Al ser una casa pequeña, fue fácil pasar su cuerpo y lograr salir. su cuarto se encontraba en el segundo piso, la ventana se dirigía a un pequeño espacio antes del tejado. Subía por esta parte y luego recorría el techo hasta bajar por la parte de atrás del pórtico trasero)
Francesa: Un día seré libre… (afirmó con seguridad mientras dejaba la ventana medio abierta para luego volver a entrar)
(Camina de puntillas para evitar que su padre o madre la escucharan salir)
Escena V Se muestra desde el jardín trasero hasta el amplio campo que hay alrededor. Es una noche de Luna llena. Caminó recto con el paso rápido hasta perder su casa por completo. Llega hasta un río, se sienta debajo de un árbol que lo rodea.
(se escucha el sonido del agua, del viento y de los grillos)
Francesca: La vida aquí es más tranquila. Desearía que pudiera ser así siempre.
(se queda unos segundos en silencio con su cabeza recostada en el árbol, su cara se ilumina con la luz de la luna, que es bastante fuerte).
Francesca: (se para y se dirige a uno de los árboles) Tomaré una muestra de este árbol (agarra un pedazo de corteza con sábila) Este líquido es extraño (sus manos se manchan con la sábila) pero me servirá para dibujar. (Se lo guarda en el bolsillo de su vestido floreado) ¡Nunca había visto una flor tan hermosa! (la arranca y se la guarda también).
(Después de 30 segundos, se levanta y se dirige al río. Se quita los zapatos)
Francesca: (ríe, mete sus pies en el río) El agua se siente cálida, el viento frío. Mis manos pueden tocar el viento. Siento la vida mientras se enfrían mis mejillas…. (da vueltas mientras ríe).
Da vueltas por unos segundos, con emoción y risa. Después corre y se adentra más al río en dirección horizontal. Mientras corría, para bruscamente al notar que algo se movía del otro lado del río.
(Se escuchan los pasos en el agua, se nota movimiento en la misma. Después una voz inundó el lugar, sin verse nadie)
Damiano: ¿Quién anda ahí? Francesca dió unos cuantos pasos hacia atrás, al escuchar una voz desconocida.
ESCENA VI
Damiano entra en escena acercándose a Francesca, quien se encuentra aún del otro lado del río. Viste una camisa roja manga larga de tela delgada, con un cinturón negro amarrado en la cintura por fuera de la camisa. El pantalón también es de tela negra delgada. Su tez blanca se ve iluminada por la luna, sus pecas se resaltan al igual que sus ojos color miel. Quedan ambos a un extremo contrario del río.
Francesa: (Asustada lo ve de pies a cabeza) ¿Quién eres y qué haces aquí a esta hora?
Damiano: (sostiene una caña de pescar en el río y la mueve de arriba hacia abajo) La pregunta sería al revés, ¿ya viste la hora que es? ¿Qué hace una niña tan bonita en este lugar, tan sola?
Francesa: (Ve a su alrededor, se da cuenta que está perdida): ¿Dónde estoy?
(Por un momento solo se escuchaba el cantar de los grillos y el hermoso sonido de la cascada que desemboca el río)
Damiano: Estamos en el río Esino, a unos 20 minutos del pueblo. Pero no me has respondido. ¿Qué hace una niña tan bonita a estas horas en la noche tan sola en un río solitario?
Francesca lo ve con desconfianza, se agarra el pelo y lo ve fijamente con un gesto de inocencia y miedo.
Damiano: Está bien, no tienes que contestarme. Me llamo Damiano. (le sonríe)
Francesa: (Suspira) Me llamo Francesca Tozzi.
Damiano: Muy bien señorita Francesa, y cuénteme ¿Qué hace por estos rumbos?
Francesa: (se pone seria) Eso es algo que a usted no le incumbe
Damiano: (se da la vuelta a modo de darle la espalda a Francesa, continúa pescando) Es cierto que no me incumbe. Que tenga una linda noche. (agarra sus cosas)
(Francesa luego de verlo dar unos pasos se asusta y trata de detenerlo, después empieza a caminar)
Francesa: ¡oye! ¿Qué te pasa?, ¿piensas que me vas a dejar sola? Te he dicho que estoy perdida y necesito que me ayudes.
Damiano: ¿Y qué quieres que haga? Si no sé nada de ti, no puedo llevar a una desconocida si no me incumbe para dónde va
Francesa: Entonces encaminame a un lugar conocido.
Damiano: (ríe levemente llevando su boca hacia un lado) ¿Conocido para mí o conocido para ti?
Francesca: sorpréndeme
Damiano: (Damiano se da la vuelta y le extiende la mano) Sígueme… (de su mano la ayuda a pasar a su lado del río. Él toma su caña y se la coloca en la espalda. sigue hacia adelante, él se posiciona enfrente de ella guiándose sin soltar la mano).
ACTO II
Escena VII
Francesca: ¿En dónde nos encontramos?
Damiano: Estamos en una taberna. (Ríe burlón) No te asustes, porque mientras más noche sea, mejor se pone el ambiente.
Francesca: Nunca he estado en un lugar como estos (se toma ambos brazos con timidez)
Damiano: Tranquila querida. Aquí es el lugar de las almas libres. (balbucea entre dientes) ... Y frustradas.
Francesca: Me comienza a parecer mala idea el haber confiado en ti
Damiano: ¿No confiáis en mí? ¿Mis pecas no te convencen?
(Francesca ríe con timidez)
Damiano: Eh, la primera sonrisa de la noche. No os asusteis, parecen personas desarregladas y desconfiables, pero en realidad sólo están luchando contra su propia vida. (carraspea) Y ya que estamos en estas, te voy a contar un poco sobre mí, para que no te parezca tan mala idea. En realidad, (se sienta en un banco mientras Francesca continúa parada) Conozco a todas y cada una de las personas que están aquí hoy con nosotros. Ambos tenemos una cosa en común: fuimos abandonados por nuestros padres de alguna u otra manera, y hemos tenido que optar por nuestros propios medios para sobrevivir. Nosotros vivimos del otro lado del pueblo. Es decir, querida, que, de tu lado del río para allá, -de donde tú vienesse asientan las personas como tú, protegidas y con familias. Del otro lado del río para acá, existimos nosotros. En su mayoría huérfanos y con una realidad muy distinta, costumbres muy distintas… decisiones muy distintas.
Francesca: Del otro lado del río tampoco es tan bueno como te lo imaginas…
Damiano: Vaya, ya estamos avanzando. Nos estamos comunicando, ¿ves?
(Francesca ríe un poco más fuerte, dejando ver sus dientes)
Damiano: Qué sonrisa tan linda. Podría cruzar el río por ella todas las veces que quieras.
(Francesca sonríe, Damiano le devuelve la sonrisa. se quedan el silencio por unos segundos)
Francesca: Llévame de vuelta al río por favor.
Damiano: ¿Cómo, ahora? (exalta emocionado) ¡No ha empezado lo mejor!
Francesca: No sé qué hora es y mis papás no saben que estoy por fuera
Damiano: (con un gesto de decepción) Es cierto. ¿Sabes cómo regresar después del río?
Francesca: Tranquilo, yo sé cómo
Damiano: Perfecto. ¿Entonces ya no es necesario que te tome de la mano, cierto?
Francesca: (Ríe) podría cruzar el río por tomarlas todas las veces que quieras
Damiano: Entonces, con tu permiso… (Toma su mano y se la besa. Proceden a irse del lugar)
Escena VIII
Amanece Francesca en su casa al día siguiente, como todos los días ella se dedica hacer las labores domésticas, se levanta desde muy temprano para alimentar a las gallinas y a los demás animales, luego prepara el desayuno para su padre.
Bruna: (grita por toda la casa): ¡Francesca, Francesca dónde te metiste! (Bruna no encuentra a Francesca por ningún lado, sube a su habitación y la encuentra cerca de la ventana)
(Francesa se encuentra leyendo Don Quijote de la Mancha)
Bruna: ¿Qué haces aquí con ese libro? ¿Sabéis qué pasaría si tu padre se da cuenta de lo que haces?
Francesca: (frunce el ceño y mira a Bruna fijamente) Mamá, ¿es que acaso no estás harta de hacer siempre lo mismo, de no poder leer o escribir porque somos mujeres? ¡No es justo que todo el tiempo estemos bajo la sombra de un hombre, yo quiero salir y conocer lo que nos rodea!
Bruna: Tu no entendéis nada, guarda el libro antes de que regrese tu padre y ayúdame a tener el almuerzo listo, ya sabes cómo se pone cuando no está listo a tiempo.
(Gino llega a la casa)
Gino: (Grita desde la entrada del jardín): ¡Ya llegué, mujer!
(Entra a la casa, y ve que la comida ya está lista y servida)
(Bruna y Francesca se sientan, sin decir ni una sola palabra)
(Minutos después, Francesca se levanta y se dirige a su habitación, ella busca el libro de Don Quijote de la Mancha y continúa con su lectura)
Francesa: (habla con ella misma) Me encantan estas obras, quisiera unirme a la escuela antropocentrista y poder escribir mis propias historias.
Gino: (entra en la habitación de Francesa) Sabéis que debes ayudar a tu madre… (nota el libro en su mano, se enfurece) ¿Por qué tienes ese libro en la mano, de donde lo sacaste?, ¡no puedes leer esas cosas, recuerda! (grita) ¡ERES UNA MUJER, DEBES OCUPARTE DE LAS COSAS DE LA CASA!
Francesca: Tú, que trabajas en una imprenta debes actualizarte, las mujeres tienen el derecho de superarse, yo no quiero terminar como mamá, siempre debemos estar bajo tu sombra y mando, ¡eso no es justo!
Gino: Déjate de tonterías y ve a lavar los platos, si no quieres que te castigue. ¡Mujer! ¡Ven y corrige a tu hija si no quieres que lo haga yo con mis propias manos! ¡La pones a lavar y a cocinar hasta que aprenda!
Francesca: (se retira enojada)
(Como era de costumbre, todas las tardes se reunía Gino con Dante, ellos están comiendo y platicando)
Dante: En los periódicos se han vuelto locos, están promoviendo ideas antropocéntricas, por eso los jóvenes de ahora dicen tonterías. (Enciende su pipa)
Gino: (bebe un sorbo de su cerveza) Ahora entiendo de dónde saca tantas ideas abrumadoras y absurdas Francesca. ¿Podéis creer que se le ocurrió que las mujeres pueden leer, y asistir a escuelas de enseñanza?
(Dante y Gino se ríen con un tono grave)
Escena IX
Francesa se va molesta a su habitación, y como estaba triste decide ir a ver a Damiano; por la noche, sin el permiso de sus padres.
(Procede a irse de su casa, por la ventana de su habitación)
Francesa: (grita desde lo lejos) ¡Hola Damiano!
Damiano: ¡Hola Francesa! No creí volver a verte.
Francesca: Yo tampoco, creo… (hace una pausa) ¡Pero ¡cómo te encuentras!
Damiano: ¿Muy bien, y vosotros?
Francesa: ¿Vosotros?, a quién más te refieres?
Damiano: Ay, cariño, a ti y a tus padres.
Francesa: pues… (hace otra pausa) mis padres están muy bien…. yo, en cambio, me siento fatal.
Damiano: Me alegro de que tus padres estén bien, y ¿por qué estas mal?
Francesa: ¿Recuerdas lo que hablamos de la vida del otro lado del río? Bien. Ser mujer es difícil, mantener mis ideas es difícil, quiero desaparecer, quiero irme del otro lado del río donde pueda estar tranquila por siempre, ¡desearía tener tu vida!
Damiano: Tú no conoces lo que es la necesidad.
Francesca: Lo prefiero, prefiero vivir con libertad en un lugar donde tenga que ganarme mi propia comida, a tenerla a diario, pero que sea un plato frío. Un plato de esclavitud, de amargura, de atadura.
Damiano: No sé qué decirte…
(Francesca baja la cabeza, sus ojos se le llenan de lágrimas, aunque sin derramar ninguna).
Damiano: Linda, vente, vamos a un lugar más tranquilo.
(Toma de la muñeca a Francesca y la dirige hacia el mismo lugar donde se encontraron por primera vez)
Realmente ella está cansada de su situación, escaparse con Damiano le ha hecho bien. Es una sensación extraña la que siente cuando está con él, protegida puede ser la palabra para describirla. Y no importa qué tantos regaños deben recibir con tal de poder disfrutar de la compañía de ese chico, donde encontró su seguridad y su libertad.
Escena X
Sentados en la orilla del río, sin zapatos y los pies dentro del agua, ambos disfrutaban de lo silencioso que era ese lugar en las mañanas. Francesca no quería interrumpir su tranquilidad y paz que estaba sintiendo por comentarle a Damiano acerca de sus problemas.
Damiano: Si no quieres contármelo, no es necesario (cortó el silencio que se había creado en el ambiente con esa frase)
Francesca: (cerró sus ojos y no dijo ninguna palabra)
Damiano: Te hará sentir mejor desahogarte con alguien, tal vez no conmigo, porque entiendo que apenas nos conocemos y no tenemos mucha confianza el uno del otro. Pero debes hacerlo, solo de esa forma te sentirás libre.
Francesca: (mirando hacia el otro lado del río se queda pensativa respecto a lo anteriormente dicho, por el contrario) Vale, lo haré (dice mientras recuesta su cabeza en el hombro de Damiano. Por su parte, Damiano se sorprende porque Francesca se recostó sobre su hombro). Estoy harta de todo, de mis padres, mi alrededor, hasta de mí misma. No hay día que piense que no valgo nada, que solo estoy existiendo para servir a otra persona (se le crea un nudo en la garganta mientras sigue hablando). Y aunque trato de que estos pensamientos no invadan mi mente y me atormenten, me es imposible (siente como la mano del contrario acaricia su pelo). Y luego están mis padres, que me hacen sentir como alguien rara por no compartir los mismos pensamientos e ideologías.
Damiano: No eres rara, solo diferente. Como yo, como tus padres, como todos los demás. Cada persona tiene un aspecto que la hace distinta y especial. Es una lástima que no todos puedan apreciarlo (mencionó con una mueca de tristeza en su rostro).
Francesa: Pero… (fue interrumpida por él)
Damiano: Escucha, yo también he pasado por momentos difíciles. Y no quiero que lo malinterpretes, tus problemas no son inferiores ni a los míos ni a los de nadie. Pero después de tanto tiempo, aprendí que la vida te abofetea y a la vez te levanta. Se podría describir como un intenso mar de suertes y desgracias que te van ahogando y salvando al mismo tiempo. Es extraño al principio, pero luego lo entiendes (suspiró)
Pero a Francesca la vida apenas le estaba dando un respiro de su mar incontrolado de soledad. Se sentía sola, incomprendida, frustrada. Ella trataba con todas sus fuerzas nadar entre ese mar para lograr salvarse y no ahogarse en sus problemas.
Damiano: De igual manera, quiero que sepas que estaré para ti y no te dejaré.
Francesca: (abrió los ojos y separó su cabeza del hombro de Damiano para poder verlo a los ojos) Gracias… por todo (le dió una sonrisa sincera)
Y por primera vez, sintió de que se trataba el aprecio y la amistad (o eso creía ella). Francesca sonrió también en sus adentros. La vida no la trataría como alguien secundario después de todo.
Escena XI
Francesca despierta en su habitación de nuevo. Ya no quería estar ahí, y no le importaba si sus padres no la encontraban. Abrió sus ojos azules, en pijama y despeinada, salió por su ventana de nuevo a plena luz del día.
(Francesca llega al río y nota que no se encuentra Damiano. Se propone cruzar el río sola. Se queda unos 5 segundos mirando fijamente al río. mete los pies y se tropieza. No logra levantarse y el agua la ahoga.)
Pescador 1: ¡Dios mío, hay alguien en el río!
Pescador 2: ¡Es una joven!
Pescador 1: ¡Vamos a ayudarla!
(Los pescadores logran sacar a Francesca del río inconsciente. Después de ello, Francesca vuelve a despertar en su casa, con sus padres, sin saber qué había sucedido. Se escucha a lo lejos y fuera de escena la voz de Gino, en lo que parece ser una discusión.)
Gino: (Grita) De verdad que no comprendo qué hace esta muchacha desperdiciando su vida. Mejor hubiéramos tenido un hijo, él sería igual que yo, ¡Sería inteligente! ¡Todo es tu culpa mujer, por qué no me diste un niño!
(Gino y Bruna notan que Francesca recuperó la conciencia)
Gino: Despertó. La voy a moler a golpes para que entienda de una buena vez su posición. (se escuchan sus pasos más marcados del enojo, se dirige hacia Francesca.)
Bruna: ¡No por favor!
Gino: ¡Estoy harto de tu alcahuetería! ¡Por tu culpa nuestra hija nos salió así! ¡Todo es tu culpa! (Le pega una bofetada a Bruna. Bruna rompe en llanto y se tira al suelo.)
Gino: (viendo a Francesca) He intentado ser paciente. He intentado enseñarte tu lugar, pero no has querido comprender por las buenas. Será mejor que lo hagas por las malas. Te has escapado de la casa sin permiso y casi mueres por tu imprudencia, (grita) ¡niña tonta!
Francesca: (con una voz algo cansada, pues se encuentra despertando de su estado de inconsciencia) Estoy harta. Harta de decirte que no voy a cambiar. No me dejan ser libre, cuando entenderán que, por el hecho de ser mujer, solo puedo hacer lo que la sociedad dicta, para una mujer.
Gino: Como dijo mi querido Leonardo Da Vinci: - «quien piensa poco, se equivoca mucho». Tú hija mía, no piensas, eres una completa estaferma.
(Francesca intenta sostenerle la mirada, mientras, comienza a llorar.) Gino: ¡Y no llores, mujer débil e inutil!, nuevamente diré: «nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio», tu juicio está cegado por tu desobediencia y desequilibrio. Te enseñaré a obedecer.
Escena XII
Francesca se encuentra en su habitación, llena de moretones y golpes por todo el cuerpo. Llora desconsoladamente, mirando hacia la luna de su ventana. llora y solloza por unos 10 segundos.
Francesca: Ya es de noche de nuevo. A esta hora Damiano ya se encuentra en el río. (Sin siquiera limpiarse las lágrimas, sale de nuevo por la ventana. Llega al río, donde se encuentra nuevamente Damiano, como de costumbre a la misma hora. La ve llegar y se sorprende.)
Damiano: ¡Por Dios, Francesca! ¿Qué te ha pasado en la cara?
Francesca: No es nada…
Damiano: ¡Cómo que no es nada! Linda, ¡Te ves fatal! ¿Quién se ha atrevido a hacerte eso!
Francesca: (Se le escapa una lágrima, gira la cabeza para el otro lado.) Ha sido mi padre
(Se hace un silencio. Después de éste Damiano la abraza.)
Francesca: Quiero quedarme aquí en vuestro pecho por siempre. Aquí me siento segura, solo aquí siento que puedo continuar.
Damiano: Oh, pequeña. Estáis muy presionada y no necesitáis pensar en nada más, no penséis más. (Le besa el ojo, donde tiene un moretón, con suavidad.) No temáis más. Shhh… (le pone un dedo en la boca en signo de silencio). Escucha el sonido del río. Cuando me siento mal, escucho el agua fluyendo que me cuenta una historia. Ahoga tus miedos en el río, escuchadlo cantar. Escucha tu historia.
(Ambos se quedan callados y con los ojos cerrados, escuchando el fuerte sonido del agua)
Damiano: Ahora dime, señorita, ¿Qué os impide ser libre? ¿Tus padres? ¡No pongáis excusas! Te Escucho gritar en silencio. Podéis ser libre si os lo quisierais, depende de vuestra merced serlo.
Francesca: ¡Como si fuera tan fácil!
Damiano: ¡Date cuenta! ¡Eres tan libre como yo ahora! ¡Tan libre como escuchar lo mismo que yo, los grillos cantar, las piedras moverse en el río y la luz de la luna llena tan brillante.
Francesca: ¿Y… cómo lo hago? ¿Cómo puedo quedarme aquí por siempre, y nunca regresar a donde tengo que estar?
Damiano: No tienes que estarlo
Francesca: (se le quiebra la voz) Y… ¿Qué hago entonces?
Damiano: Toma mi mano, pero esta vez, no la sueltes más.
Acto III:
Escena XIII
Damiano y Francesca huyen lejos del río; en esta ocasión se adentran Palermo, pueblo en la zona de Sicilia, lugar de supervivientes de muchas invasiones y mezcla de todas ellas, criados en una tierra dura que los sacude de tanto en tanto y les ha obligado a emigrar durante décadas, por lo que, se encuentran muchos emigrantes y personas de escasos recursos.
Damiano: (Le explica a Francesca mientras la agarra de la mano y la guía por la zona) A principios del siglo, Palermo se expandió territorialmente fuera de sus fronteras, en su mayoría hacia el norte a lo largo de la nueva avenida, La Viale della Libertà. Este camino pronto contó con un gran número de villas de estilo art nouveau donde nos encontramos ahora. Todas estas denominaciones hacen referencia a la intención de crear un arte nuevo, joven, libre y moderno…
(Pasan por un camino de piedra, están en la zona más rica de Palermo, donde había alcanzado ya el art nouveau. los caminos son altamente decorativos, de ornamentación excesiva. Francesca experimentaba una especie de éxtasis por la idea de estar en esta zona, escuchaba en silencio y admiraba los colores y las estructuras.)
Damiano: La Viale della Libertà cruza toda la zona norte de la ciudad hasta llegar al corazón de los barrios burgueses. Pero no es ahí donde te quiero llevar. Te quiero mostrar que, en las zonas más pobres, a pesar de no tener nada, tenemos mucho.
Francesca: Me sobrecogió una feroz palpitación del corazón.
Damiano: ¡No has visto nada!
(Después de unos pasos, llegan a una taberna donde sonaba música alegre. Se encontraban, mayormente, personas de clase baja, donde hay personas jugando naipes y tomando cerveza. Se escucha bullicio en el fondo. Está decorado de igual manera con muchos colores.)
Francesca: ¿Por qué me traes a una taberna?
Damiano: ¿No confías en mí? ¿Mis pecas no te convencen?
(Francesca ríe)
Francesca: Definitivamente sí
Damiano: Entonces, bella señorita, ¿Me concedería usted la siguiente pieza? (le extiende la mano)
Francesca: (se asombra y lo ve fijamente) Sí… (entrecortado con nervios)
(Ambos bailan al centro de la pista. Al principio la música es lenta. Francesca se recuesta en el hombro de Damiano, y él la sostiene de la cintura. La música se comenzaba a poner rápida, Damiano la dirigía al ritmo. Todos se quedan mirándolos. Después de 2 canciones, se sientan y las personas aplauden.)
Escena XIV
Damiano toma de la mano a Francesca a varios lugares de la ciudad, por todas las calles llenas de colores; a Francesca se le mueve el pelo con el viento, de un lado a otro mientras atraviesan diferentes tiendas y personas sin soltarse la mano. Después de recorrer unos pocos metros, llegan al pueblo de Palermo.
Damiano: Palermo es diferente a donde estuvimos al principio. (Adopta un tono de ironía) No es tan elegante como usted, bella señorita, (Francesca ríe) pero le mostraré las diferentes riquezas inmateriales que poseemos los Palermos.
Francesca: ¡Me encantaría!
(Damiano se dirige a la gente que se encuentra en una pequeña comuna ubicada en el mismo pueblo, hay considerablemente mucha gente para ser un lugar pequeño.)
Damiano: ¡Hola, familia!
Persona 1: (a lo lejos) ¡Hola, Damiano!
Persona 2: ¡Eh, colega!
Damiano: Aquí es donde viven las personas más pobres de toda Italia, seguramente. Es una comuna pequeña, pero aquí todos nos apoyamos como si fuésemos familia. Aunque no seamos familia de sangre, nos queremos como si lo fuéramos, ¡Y nunca nos damos la espalda! No sé cómo habría sobrevivido si no fuera porque ellos me acogieron y me adoptaron como uno más.
Francesca: A veces la familia no es solo con la que compartes lazos sanguíneos. A veces tu familia es la que te apoya y te quiere incondicionalmente... (baja los ojos y relaja la cara con decepción) De verdad, que eres muy rico.
Damiano: No te me pongas triste. ¡Ven, y te presento a alguien que seguro te caerá muy bien!
(Se adentran más a esta comuna, caminan unos pasos. Damiano la sigue tomando por la mano y la lleva con entusiasmo)
Damiano: Y bien, llegamos. ¡Eh, Fiorella! ¡Te quiero presentar a alguien!
(sale Fiorella a escena)
Damiano: Ella es Francesca, de la que te había hablado. Es muy especial, y quería que la conocieras.
Fiorella: (Silva) fiu fiu. Pero no es cualquier niña, ¿eh?
Damiano: Claro que no, te he dicho que es especial.
Francesca: (Se ruboriza) ¡mucho gusto Fiorella!
Fiorella: El gusto es mío. ¿Qué te trae por aquí? Se nota que no eres de los alrededores
Francesca: Ah, bueno, yo… busco libertad
Fiorella: ¿Libertad, aquí, en este lugar? ¡Te has vuelto loca! Que tu vida no sea buena estando encerrada, tampoco lo va a ser estando por donde quieras, sin pensar en cuánto cuesta. Aquí todos somos esclavos de nuestro trabajo y de nuestra pobreza. No vivimos mejor que tú, y si viniste por eso, ¡vete antes de que se te haga tarde! (Le toma ambas manos) En tu casa no vives cómoda, vives entre abusos. Tu padre es tu verdugo. Pero aquí, la calle es nuestro verdugo. Nunca podrás prosperar si te quedas. En cambio, si regresas, puede que haya una oportunidad de superarte, aunque soportando a tus padres hasta que puedas ser libre sin tener que vender tu felicidad a un lugar tan miserable como el de la pobreza.
Escena XV
Era ya media noche. Francesca y Damiano se encontraban en un puente.
Francesca: Muchas gracias por todo, Damiano. Esto me transmitió mucha paz, mucha ilusión. Nunca había sentido esto, por nada, por nadie… (lo mira fijamente a los ojos)
Damiano: (la ve por un momento a los ojos también) Lo sé. Sabía que te gustaría.
(Ambos se quedan en un breve silencio. Damiano le acaricia el pelo hasta llegar a su mejilla. Francesca cierra los ojos con suavidad. Acercan por un momento sus rostros, se quedan con la punta de su naríz junta. Damiano interrumpe.)
Damiano: ¿Te he dicho, que tus ojos se ven más hermosos bajo la luz de luna?
Francesca: No. Pero lo más hermoso de ellos, es que te pueden mirar.
Damiano: No lo mereces, pequeña. No mereces sentir que no eres dueña de tu vida.
Francesca: No llevo mucho tiempo de conocerte, pero, siento que quiero hacerlo por siempre. Quiero que el tiempo se pare en tus ojos. Aquí, en este lugar, en este momento. Que no vuelva a andar nunca más. No quiero que pasen los años y tener que alejarme de ti. En ti encontré algo que nunca había tenido: mi propia vida. Ahora entiendo que vivir, no es lo mismo que estar viva.
Damiano: (Baja la cabeza, mostrando tristeza. La toma por las manos) Discúlpame, Francesca. Fiorella tiene razón. Quería darte la libertad, quería que te quedaras junto a mí. Pero entiendo que te amo, y que fui muy ingenuo. Quiero verte fuera de aquí, de la miseria, quiero verte en libertad, aunque no sea a mi lado. No tienes idea de lo mucho que significas para mí, Francesca. Y no puedes quedarte ni volver nunca más. Tenéis que regresar con tus padres. Te amo, pero tengo que dejarte ir.
Francesca: No me digáis eso por favor. ¡Mi vida no es vida sin ti! No podría regresar nunca, ahora que sé que hay todo un mundo afuera. Sabéis que no puedo regresar, ¡Lo sabéis! Toda mi vida he estado encerrada en cuatro paredes, donde solo me di cuenta de que es un lugar al que no pertenezco. Yo quiero tener una familia, ¡Una como la tuya! Solo quiero ser feliz, y nunca lo seré encerrada. Mi alma es un alma libre, que en esta y en mi otra vida buscará a la tuya. Me enseñaste la paz, y en un solo día, un mundo entero en tus ojos. (Corre una lágrima por su mejilla)
Damiano: (Le seca las lágrimas con sus manos) no lloréis por favor. No, no es necesario que lo entiendas, porque nunca le ha servido la razón al corazón, el corazón no piensa... No mi vida, ¿para qué te esfuerzas? No me tenéis que explicar. Siempre amaré tu libertad, por mucho que eso duela.
Francesca: ¡No la tendré jamás si vuelvo!
Damiano: Pero tampoco la encontrarás aquí conmigo. No te la puedo ofrecer. ¡Lo siento, quisiera ser lo que tú necesitas!, ¡Si tan solo nuestras almas pudieran unirse por siempre, en un mundo donde podamos vivir sin prejuicios, sin miserias, sin penas ni dolores! Pero este mundo no es perfecto. Si pudiera hacer uno ideal para ti, lo haría. Pero lo cierto es… que moriría sin ti.
Francesca: ¡Yo también lo haría! ¡Prefiero morir, antes que vivir sin ti! Mi vida no tiene sentido del otro lado del río. Te necesito, no tengo razones para volver.
Damiano: Tus ojos, tus labios; producen mis suspiros de deseo. Desearía tenerlos en los míos para siempre. Ruego al tiempo aquel momento en el que te vi por primera vez. Ahí, ahí quiero estar por toda la eternidad. Tu presencia roza mi suspiro, el mismo que yo había soltado tiempo atrás.
(Acercan sus rostros, con suavidad, se dan un beso.)
Francesca: Quedémonos por siempre entonces.
Damiano: Solo hay una manera de hacerlo
Francesca: Quiero hacer eterna mi libertad, descansar en paz.
Damiano: (Le besa la frente, después, la abraza. se quedan así por varios minutos)
Escena XVI
Francesca se despierta en su casa. No muestra ninguna expresión en su rostro, más que la de resignación y tranquilidad. Se despierta a una hora más tarde de lo normal.
Bruna: ¡Francesca! ¿Por qué te has levantado tan tarde?
Francesca: Lo siento mamá. Me quedé soñando
Bruna: ¿Con eso de estudiar e ir a trabajar? Ya lo hemos hablado, Francesca.
Francesca: No te preocupes, no tendrás que preocuparte por eso jamás
Bruna: ¿A qué te refieres, cariño?
(Francesca se queda en silencio y sonríe. Después, abraza a su madre con fuerza)
Bruna: (Mientras la abraza) sabéis que solo queremos lo mejor para ti.
(Transcurre el día, se hace finalmente de noche)
Escena XVII
Y en medio de la oscuridad, solo la luz de la luna reflejada en el agua del río, ofreciéndoles un poco de iluminación a Francesa y Damiano quienes se encontraban parados en medio de este. La corriente de agua pasaba por sus pies, una sensación bastante relajada para ambos. Ella clavó su mirada en él y vio por primera vez como tras sus ojos se dejaba ver, miles de emociones a flote acompañadas de las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. Sabía que detrás de esa persona que conoció hace unas semanas, quien demostró ser fuerte, estaba realmente rota, guardando silencio de sus problemas. Igual que ella. Dos individuos lastimados, vacíos y una única salida. Querían ser libres, y esta era la única manera que lo serían.
Francesca: Fuiste lo mejor que me pasó en mi corta e infeliz vida, aunque no tuve suficiente tiempo para conocerte del todo. Gracias por darme mucho en tan poco.
Damiano: Nos encontraremos en otra vida, amada mía. (besa sus labios de forma dulce, se miran a los ojos, se toman de las manos.)
Ambos se sentaron en medio del río. Este no era tan profundo, pero sí lo suficiente para que el agua cubriera la mitad de sus cuerpos. Se dieron una última mirada, que reflejaban una profunda tristeza.
Damiano: ¿Estáis lista? (preguntó susurrando)
Francesca: Si… lo estoy (respondió con el mismo tono de voz)
Ellos dos se recuestan en el agua, flotando boca arriba por un rato más. Tomados de la mano, rompen el silencio que proporcionaba el ambiente esa noche con la siguiente frase llena de amor y melancolía.
Francesca: Te amo, Damiano (dijo en voz baja)
Damiano: Y yo a ti Francesca… yo a ti (mencionó en la misma forma)
Se soltaron de la mano para darse la vuelta, sus rostros se encontraban bajo el agua templada del río y volvieron al mismo agarre de manos. Comenzaron a soltar el poco aire que se encontraba en sus pulmones en ese momento. Francesca y Damiano iban perdiendo la noción del tiempo debajo del agua. Sentían que su alma salía por aquellas burbujas que ambos soltaban al liberar el aire de sus pulmones y se llenaban de agua. Quien diría que ese líquido tan vital para la vida causaría la muerte de esos dos jóvenes. Estaban seguros de que morirían en ese lugar, pero jamás habían estado tranquilos y con esa felicidad, dejarían atrás todo lo que formó parte de ellos, de sufrir, de sentir. Dormirían para siempre, con la compañía del otro.
Luego de un par de minutos, ambos dejaron de respirar, sus pulmones ya no tenían aire, solamente agua. Sus cuerpos flotaban solos, sus manos se separaban lentamente y sus almas fueron liberadas como ellos deseaban. Lograron su cometido, ahora descansaban en paz y juntos. Estaba claro que este no era el final de Francesca y Damiano, al menos espiritualmente.
Escena XVIII
A la mañana siguiente, una Bruna preocupada y un Gino furioso buscaban a Francesca. Estaba claro que no había llegado a dormir a su hogar, la habitación que le pertenecía estaba tal cual la había dejado. La madre de ella tuvo un mal presentimiento desde la noche anterior y tenía una mala sensación.
Gino: La mataré si no aparece en los próximos minutos. Como se le ocurre escapar.
(Bruna no dijo nada, quería evitar que su marido se enfadara más de lo que ya estaba)
Luego de un rato aguardando dentro de su casa a que ella apareciera, alguien tocó la puerta. Gino fastidiado la abrió con el ceño fruncido esperando que fuera Francesca. Todo lo contrario, era su amigo Dante, su rostro demostraba preocupación y pena.
Gino: ¿Dante, que haces por aquí? No te esperaba hoy. No importa, pasa, eres bienvenido igualmente.
Dante: No, Gino, no puedo. Necesito que los dos me acompañen, tienen que ver lo sucedido (dijo totalmente serio).
Gino iba a protestar, pero Dante comenzó a caminar en dirección hacia la salida. Él también lo siguió, no sin antes tomar de la muñeca con fuerza a Bruna. Caminando por un lapso corto, lograron reconocer a donde los guiaba su mejor amigo, era el camino al río más cercano de ese lugar. Como ellos se iban acercando, se hacía notar la cantidad de personas que estaban reunidas en ese lugar.
Al llegar, Dante separó a las personas y darles espacio a ellos para que pudieran pasar a ver la escena. Dos individuos estaban sacando a otras dos personas del río, dejándolos en el césped.
Bruna: No, (gritando y llorando) no puede ser, es mi hija.
Gino: (con unas lágrimas cayendo por sus mejillas, abraza a su esposa) hija por qué hiciste eso.
Cada acción en tu vida provoca una decisión en otra persona y esa persona con la suya modifica la de otra. De esta manera tejemos nuestros destinos que finalmente nos conducirán a lugares que jamás deseamos visitar, a experiencias que jamás creímos vivir y a muertes que nunca llegamos a sospechar.
FIN
El presidio de Artemisia
Por Gherman Ivana Andrade Meda, Jeremy Fernando Javier Franco Cetino y Alejandro René Martínez Alvizures –Segundo Lugar – Quinto Bachillerato
Personajes: Artemisia Masaccio Apolo Giovanni Zora Giorgio Lavinia Acacio Eunice
Argumento
Esta obra se basa en el siglo XV. Tenemos como personaje principal a Apolo que es el hermano mayor de Giorgio, ambos hijos de Acacio de Zervas y Eunice Disarris. A esta familia le tenemos que sumar la amante del padre llamada Artemisia de quien se enamora Apolo sin saber quién es en realidad. Luego Giorgio se entera de lo de Artemisia y decide matarla por hacer que su padre traicione a su madre. Debido a esto Apolo decide pelear contra su hermano por matar a su mujer divina, en esta batalla Apolo logra vencer a su hermano, así haciendo justicia a su amada. Aun habiendo matado a su hermano él no podía con su tristeza y decide quitarse la vida para reencontrarse con su amada.
Acto 1
Escena 1 − Mi nombre es Apolo, nací en Mecedonia tierra abundante de ganadería. Mis padres Acacio de Zervas y Eunice Disarris, mi padre era el dirigente de la aldea su profesión era la talabartería, mi madre era ama de casa, ella no tenía ninguna profesión, pero se encargó de criarme a mí y a mi hermano Giorgio. (Camina en la calle con una postura firme y segura) − Soy un gran novelista adorador de las mujeres, mi camino por Efesio ha sido difícil por la apreciación a las mujeres. Mi adoración por estos seres nace de la preciosa Dulcinea. (Amante de su padre) (Algo llama su atención) (Divisa a una mujer a lo lejos) − Apolo: ¿Cómo se llamará esa mujer? (Apolo decide acercarse a la bella mujer y se propone llamar su atención) (El pañuelo de la mujer sale volando a causa del aire y cae cerca de Apolo y él lo recoge) − Apolo: Bella mujer, se le ha caído su pañuelo. − Artemisia: Muchas gracias caballero, muy amable de su parte. − Apolo: No la había visto anteriormente por aquí, ¿es usted de por acá? − Artemisia: No, soy nueva por acá.
− Apolo: Si, me lo imaginé al ver esos bellos ojos color azul cielo. − Apolo: Si usted desea le puedo mostrar el pueblo cuando usted quiera. − Artemisia: Me sería muy útil. ¿El martes a medio día estaría bien? − Apolo: Cuando usted desee.
Escena 2
(Apolo se arregla antes de ver a la dama) − Apolo: Un día antes de reunirme con Artemisia, preparé mis mejores vestimentas y compré una mezcla de aceites aromáticos para colocarlos antes de ir a dar un paseo por el pueblo con Artemisia. Dormí una larga siesta al inicio del día, me bañe y coloqué los aceites aromáticos, me preparé para salir antes de tiempo y ser el que llegara temprano. Divisé a una mujer con un vestido azul claro y un sombrero blanco muy llamativo era ella, era artemisa la vi y me apresure a llegar junto a ella. − Artemisia: Buenos días, Apolo, ¿listo para ser mi guía? − Apolo: Buen día artemisa, no te hice esperar mucho tiempo verdad. (Se acomoda el sombrero) − Artemisia: No claro que no, he llegado muy temprano, ese es el problema. − Apolo: Con gesto de impresión apolo le dice a Artemisia que se ve muy hermosa. − Artemisia: (Se sonroja) tú también te ves muy apuesto, mi querido Apolo. − Apolo: La lleve a conocer los lugares más emblemáticos de Efesio, camino a la gran estatua del toro conocimos un restaurante juntos. El restaurante era nuevo y Artemisia tenía hambre, por lo que Apolo la invitó a comer al terminar el paseo. Llegó la hora de despedirse de Artemisa y Apolo se sentía con ganas de volverla a invitar. − Apolo: Artemisia fue un día muy divertido y me encantó ser tú guía. (Se quita el sombrero mientras hace una reverencia) − Artemisia: Fue un gusto ir contigo Apolo, le agradezco su tiempo invertido. (hace una reverencia)
Escena 3
(Apolo llega a casa) − Llegué contento a casa, me quité las botas, puse el sombrero en el perchero y me recosté en un sofá rojo oscuro, el color del sofá me hizo reflexionar en lo que en verdad sentía por Artemisia. − (Giorgio llega a la casa en donde estaba Apolo) − Giorgio: Apolo, ¿te pasa algo? te veo extraño! (Giorgio ve fijamente a Apolo) − Apolo: La verdad si, conocí a una bella mujer que provocó en mis cosas que ninguna otra mujer me había provocado. (Apolo lo ve con una expresión de felicidad) − Giorgio: ¡Cuéntame cómo es, su forma de ser y cómo se ve físicamente! (Giorgio lo veo con una expresión de felicidad y le da una palmada en la espalda.) − Apolo: Su forma de ser es dulce, amable y bondadosa. Su aspecto físico es simplemente deslumbrante; Tiene un cabello hermoso, unos ojos que te atrapan y una sonrisa que enamora. (Apolo se sonroja) − Giorgio: No sabes las ganas que tengo de verla, seguramente es hermosa. Pero de momento debo irme a trabajar.
− (Giorgio se pone de pie y se va de la casa)
Escena 4
(Apolo está en su escritorio dibujado a Artemisia) − Apolo: Estos dibujos de Artemesia se los enseñaré a mi madre para que vea la mujer divina de la que me enamoré. − Apolo: ¡Madre! ¡madre! Mira estos dibujos. − Eunice: Muy linda la dama, pero ¿quién es? − Apolo: Es una bella mujer que conocí hace unos días. − Eunice: Oh, a qué se debe que dibujes a esta mujer, has conocido otras damas y no habías ilustrado a ninguna. − Apolo: Esta mujer tiene algo diferente, es única ¡madre! − Eunice: Es una dama muy bella hijo, pero recuerda que debes ser muy cuidadoso con los secretos que esconden las mujeres. (Apolo demuestra desinterés a su consejo y responde de forma irónica) − Apolo: Claro madre, ya se. Siempre me lo dices. − Eunice: Si tú lo dices hijo, está bien.
Escena 5
(Apolo se pone a pensar) − Con el pasar de los días yo veía cada vez más a Artemisia, hablaba un poco con ella, pero no convivía mucho. Me sentía muy atraído por Artemisia, estaba muy preocupado por ese sentimiento de poder llegar a obsesionarse con el color de sus ojos y el tono de su cabello. Realmente yo siempre buscaba reencontrarme con Artemisia, me sentía muy cautivado por la belleza de esa mujer. (Un sábado se realizó un festival en honor al cumpleaños del rey, ya era una tradición en el poblado de Efesio.) − Me levanté porque quería ver las exposiciones literarias de las personas y quería escuchar los cantares de la época, me interesaba mucho ese campo y me gustaba mucho escuchar poemas y cantares de personas que vivieron otro tipo de vidas. − Me levanté temprano y yendo al lugar donde todos los escritores y narradores se juntaban me topé con Artemisia. − Artemisia: Apolo que gusto verte, a dónde te diriges con tanta prisa. (Se recompone el vestido) − Apolo: Artemisia tan bella como siempre, voy al festival de rey. (acomoda su sombrero) − Artemisia: Te diriges al mismo lugar al que voy yo, ¿puedo ir contigo? − Apolo: si claro no hay ningún problema. − Fui con ella a escuchar los poemas y ver las obras de teatro. Ella quería ver las ofertas en los vestidos y quería probar los postres típicos. Terminamos probando la bebida emblemática de Efesio, tome tanto que Artemisia le habló a un conocido mío para que me llevaran a mi casa.
Escena 6 (Apolo se despierta por la mañana con un poco de dolor de cabeza por la resaca) − Apolo: ¡Ay! Que dolor de cabeza. (Se soba la frente) − Apolo: ¡LAVINIA! Tráeme una píldora para el dolor de cabeza. Por favor. (Apolo grita con desesperación) − Lavinia: ¿Para qué necesita la píldora? (Exclamó la sirvienta) − Apolo: ¡Para el dolor de cabeza, para que más! (Grita con expresión de enojo) − Lavinia: Perdón, enseguida se la traigo (Le dirige la palabra con tristeza y pena) (Apolo busca a su hermano para pedirle un consejo) − Apolo: Giovanni, te quería pedir un consejo, de hermano a hermano; tú crees que este mal que me está obsesionando con Artemisia. (Le pregunta apolo apenado) − Giovanni: No, hazle caso a tu corazón, él sabrá escoger con sabiduría. (Giovanni le da una palmada en la espalda) − Apolo: Gracias hermano, le haré caso al corazón. (Le agradece Apolo con una sonrisa)
Acto II
Escena 1
(Artemisia se levanta al día siguiente) − Artemisia: No sé qué es lo que me pasa, pero toda la noche he pasado pensando en Apolo. − Artemisia: ¡Zora! Hermana, venid aquí. − Zora: ¡Voy hermana! − Artemisa: Hermana necesito de tu ayuda. − Zora: Dime hermana, ¿qué es lo que está pasando? (Artemisia respira profundo y se sienta) − Artemisia: Me he enamorado de un hombre llamado Apolo. (Suspira) − Zora: ¿Y cómo puede ser que te hayas enamorado? tú solo has usado a los hombres para obtener su riqueza. − Artemisia: Pero esta vez es diferente, él me hace sentir diferente, él es el indicado. − Zora: Pero igual tu eres amante del Rey Acasio, no puedes estar con dos hombres a la vez. − Artemisia: Eso no te incumbe. − Zora: Pero no puedes estar enamorada de alguien mientras estás con alguien más, menos si es el rey. − Artemisia: ¿Por qué eres tan entrometida? Por eso no te cuento nada. ¡Mejor lárgate! (Zora sale de la habitación azotando la puerta)
Escena 2 (Giovanni desea conocer más sobre Artemisia y decide investigarla) − Giovanni: Tengo mucha intriga por conocer a esta mujer que menciona mi hermano; sin embargo, no sé por dónde comenzar. (Analizó en voz alta)
− Giovanni: Mi hermano me mencionó que ella era la mujer más bella del pueblo. Mencionó que su cabello era tan rubio como el sol y sus ojos azules como un zafiro. (Giovanni decide hablar con su hermano Giorgio para poder buscar a Artemisia) − Giovanni: Hermano, necesito preguntarte algo. − Giorgio: Dime, hermano mío. − Giovanni: Estoy tratando de buscar a una mujer de la que Apolo habla tanto. − Giorgio: Oh, hace poco vi que Apolo estuvo acompañado de esa mujer en el festival de nuestro padre. − Giovanni: Oh, ¿enserio? (Pregunta con mucha curiosidad) − Giorgio: Si, también he visto que ella va de paseo por el mercado del pueblo en la tarde. Puede que la encontréis allí. − Giovanni: Muchas gracias, hermano. Ahora mismo saldré a buscarla. (Giovanni agarra su sombrero y chaleco y se dirige a la puerta de la calle) (Giovanni, rondando por el pueblo, se fija en una mujer a la distancia que tiene los mismos rasgos de la mujer que tanto busca. Así que decide acercarse a ella) − Giovanni: Disculpe señorita. (Le toca el hombro de la mujer) (Zora voltea a ver a Giovanni)
Escena 3
(Giovanni decide preguntarle charlar con ella) − Giovanni: ¿cómo te llamas? − Zora: ¡Hola! Mi nombre es Zora (Exclamó con entusiasmo) − Giovanni: Zora, ¿conoces a una mujer llamada Artemisia? (le pregunta con angustia) − Zora: ¡sí! ¿por qué? (le contesta con intriga) − Giovanni: Mi hermano me ha contado un poco de ella y dice que está sintiendo algo por ella, cree estar enamorado. (Le dice con alegría a Zora) − Zora: Conozco a una mujer que se llama así; es mi hermana. Pero ella solo busca a los hombres por interés. ¿Cómo se llama tu hermano? (Le dijo con duda a Giovanni) − Giovani: Mi hermano se llama Apolo. (Comenta con interés) − Zora: Artemisia me comentó que estaba enamorada de un tal Apolo, seguramente estamos hablando de las mismas personas. (Le dice con interés a Giovanni) − Giovanni: ¿Qué te parece si vamos a caminar y charlamos un poco? (Le pregunta en busca de más información)
Escena 4 − Giovanni: ¿Cómo sientes el clima, Zora? − Zora: Pues ha estado muy soleado y eso ayuda a los cultivos que tengo en mi casa. (Expresa con alegría) − Giovanni: Me alegra oír eso, a veces el clima empeora la situación de las personas y eso llega a afectar al rey, pues él tiene que velar por el bien de todos vosotros miembros del pueblo. − Zora: El rey está muy ocupado, pues tiene que mantener el orden y la seguridad de todos los miembros del pueblo.
− Giovanni: Si, lo malo de ser alguien cercano de él es tener tanto trabajo, somos su apoyo en tanta responsabilidad que él toma. (Se quita el sombrero y lo pone en la mesa) − Zora: Yo conozco a la amante del rey, ella es mi hermana Artemisia. − Giovanni: ¿¡En serio!?(Su expresión facial cambia) − Zora: Si, ¿Pasa algo? − Giovanni: No pasa nada, solo me sorprende que el rey tuviera a una amante y que nadie lo supiera, solo tú, él se lo tenía muy guardado. (Zora duda de lo que le expresó Giovanni) − Giovanni: (Disimula que su sombrero se le cae para cambiar de tema y menciona que debe irse)
Escena 5 (Al llegar a casa, Giovanni estaba tan molesto que lanzó su sombrero sobre el sillón rojo oscuro y comenzó a buscar a Apolo) (Al no encontrarlo, se la toma con Giorgio quien acababa de llegar a la casa) − Giovanni: ¡Giorgio! hermano mío, tengo algo que contaros. (Se acerca a Giorgio muy preocupado) − Giorgio: Giovanni, por Dios, ¿estáis bien? (Giorgio examina a Giovanni, preocupado) − Giovanni: La mujer de la cual Apolo está enamorado, Artemisia, esconde un oscuro secreto. (Se lleva las manos a su cabeza en forma de desesperación) − Giorgio: Dios mío, hermano, ¿Y cuál es ese secreto? − Giovanni: No creeréis lo que estoy a punto de deciros. − Giorgio: Decidme, hermano, ¿Qué es lo que te atormenta? − Giovanni: Artemisa es más que una mujer hermosa, es también la amante de nuestro padre. (Expresa con angustia) (Giorgio está tan impresionado que no encuentra las palabras para responder) − Giovanni: Su hermana, Zora, fue quien se hizo cargo de dímelo. − Giorgio: Esa mujer, ¿Cómo se atreve? (Exclama, indignado) − Giorgio: Se arrepentirá de los actos que está realizando. (Repite, completamente cegado por el enojo)
Escena 6 (Giovanni y Giorgio están sentados en el sofá, pensando en su venganza. De pronto, llega Apolo sin tener idea de lo que está sucediendo.) − Apolo: ¡Hermanos, qué sorpresa! ¿Qué hacéis por aquí ambos? − Giovanni: ¡Oh, querido hermano! hay algo que debemos comentarte… (Se levanta de sofá, bastante angustiado) − Apolo: Decidme, hermanos, ¿qué es eso que debo saber? (Pregunta confundido) − Giorgio: Artemisa, la mujer con la que estáis enamorados, te ha estado ocultando algo. (Expresa con temor) − Apolo: ¿Artemisa? ¿Cuál será ese secreto del cual vosotros estáis enterados y yo no? − Giovanni: Hermano mío, Artemisa es la amante de nuestro padre. (Apolo los ve incrédulamente) − Apolo: No (Les dice sarcásticamente)
− Giorgio: Es cierto, hermano mío. La mujer de la que estás enamorado es su amante. − Apolo: No, ¡No puede ser posible! − Giovanni: ¡Despierta, hermano! ¿¡No ves que esa mujer está jugando con tus sentimientos!? Hasta te ha hecho perder la razón. − Giorgio: Aunque no nos quieras creer, esa mujer es una farsante. (Apolo se ríe sarcásticamente) − Apolo: Hermanos yo sé que es una mujer muy bella, pero no voy a creer en vuestros cuentos. Se que lo que queréis es que no esté conmigo para que se fije en vosotros. − Giovanni: Hermano mío ¡Por Favor entiende! Su hermana Zora me lo ha dicho. − Apolo: Digan lo que digan no voy a dejar que mi amor por Artemisia se vea afectado por vuestras malas intenciones. (Giorgio suspira) − Giorgio: Déjalo hermano, está cegado de amor. (Giovanni le toma el hombro a su hermano) − Giovanni: ¡Vámonos! Ya nos haremos cargo nosotros mismos. (Apolo los voltea a ver furioso) − Apolo: ¡Si le tocáis un cabello os mato! (Giovanni y Giorgio salen de la habitación molestos)
Acto 3
Escena 1 (Los hermanos deciden hacer un plan para matar a Artemisa por hacer que su padre la engañe) − Giorgio: Hermano mío, debemos tomar represalia contra Artemisia. − Giovanni: Claro, hermano, no podemos dejarlo así. − Giorgio: ¡Debemos matarla! (Dijo Giorgio con mucha rabia) − Giovanni: ¡¿Estás loco?! Eso es muy severo. Sé que puedes estar muy molesto y tienen todo el derecho, pero no podemos matar a alguien. − Giorgio: ¡Hermano! (Gritó con indignación) − Giorgio: Esa bastarda hizo que mi padre engañara a su esposa, ¿no te parece que debemos hacerle justicia a nuestra madre? − Giovanni: Claro que sí, pero no para matarla. − Giorgio: A ver, hermano, ¿Estás de mi lado o tú tampoco puedes con los encantos de esa dama? (Preguntó con enfado) − Giovanni: No, estoy de tu lado, pero no seré tu cómplice para matarla. − Giorgio: Bueno, lo haré solo. − Giorgio: Pero como digas algo, te mato a ti también. (Dijo mientras salía la habitación) − Giovanni: No, hermano, no diré nada. (Giovanni analiza las palabras de su hermano y se queda pensando)
Escena 2 (Giorgio decide buscar a Artemisa, por lo que decide giorgio ir a la casa de Zora) (Al llegar toca la puerta) − Giorgio: Hola, Zora, ¿puedo pasar? (Le pregunta con angustia) − Zora: Claro, pasa adelante; ¿qué se te ofrece? − Giorgio: Estaba buscando a tu hermana, ¿Tú sabes en donde la puedo encontrar? (Le pregunta con intriga) − Zora: si, en unos minutos vendrá a casa. (Giorgio decide hacer tiempo) − Giorgio: Ah, bueno, gracias. ¿Puedo pasar a tu baño? (Le pregunta con muchos nervios) − Zora: Adelante, está al fondo a la derecha. (Giorgio estando en el baño aprovecha a preparar una sustancia que utilizará para provocarle un infarto a Artemisia y sale del baño disimuladamente) − Zora: Creo que ya viene Artemisia. (Artemisia abre la puerta y ve únicamente a su hermana) − Artemisia: Hola, Zora − Zora: Hola hermana, tenemos visita. (Giorgio se asoma) − Giorgio: ¡Hola Artemisia! − Artemisia: ¡Hola Giorgio! ¿A qué se debe tu visita? − Giorgio: Te estaba buscando y se me ocurrió que podrías estar en la casa de tu hermana, y tu hermana me dijo que vendrías. − Artemisia: Claro, claro. − Artemisia: Pero hermana, ni un vaso de agua le has traído a Giorgio. (Artemisa va por tres vasos de agua) − Zora: Disculpa, no me he fijado. − Giorgio: No te preocupes − Artemisia: Ten tu vaso (Giorgio provoca que el vaso se caiga como distracción) − Giorgio: ¡Disculpa, no era mi intención! − Artemisia: No te preocupes, le pasa a cualquiera. (Artemisia va por otro vaso y Zora busca algo con que limpiar) − (Mientras eso sucede Giorgio verte la sustancia en el vaso de Artemisia) − Giorgio: Enserio lo siento, yo les pago el vaso y perdónenme las molestias. − Artemisia: No pasa nada, no te preocupes. (Dijo mientras bebía de su vaso) − Zora: Ahora vuelvo (Giorgio le hace preguntas solo para pasar el tiempo y Artemisia se empieza a sentir mal) − Artemisia: Me siento un poco mareada, saldré a tomar un poco de aire. (Mientras caminaba cae al suelo de manera repentina) − Zora: ¿Qué pasó? (Gritó a la lejanía) − Giorgio: ¡No pasa nada! (Giorgio decide empezar a salir de la casa disimuladamente)
Escena 3 (Apolo camina por el mercado del pueblo mientras su hermano Giovanni corría con dirección a la casa de Artemisia por miedo a lo que podía suceder) − Apolo: ¡Oh! Giovanni nos encontramos de nuevo. − Giovanni: ¡Oh! qué coincidencia. Hablamos luego, tengo mucha prisa. (La expresión de Giovanni se torna intranquila) (Apolo desconcertado vio que la dirección en la que iba Giovanni era hacia la casa de Artemisia. Apolo corrió detrás de él por la intriga de por qué iría hacia ahí) (Apolo corrió y vio a Giorgio salir de la casa de Artemisia) − Apolo: ¡Giorgio! (Saludando con la mano derecha y con intriga del por qué estaría ahí) (Giorgio al ver a Apolo, gira el rostro, lo ignora y corre). − (entra a la casa de Artemisia y la ve tirada en el suelo). − Zora: ¿Quién eres? − Apolo: Eso es lo de menos (Corre a buscar a un médico de la iglesia) − Apolo: ¿Disculpen habrá algún médico?, lo necesito con carácter de urgencia. (Apolo regresa a la casa con un médico) − Masaccio: ¡Oh no qué ha pasado con esta mujer! − Zora: Doctor ella ha llegado a casa y mientras yo estaba ocupada, escuche un golpe y luego un preocupante silencio. − Zora: Se encontraba con Apolo, creo que salió también en busca de un médico. (Apolo sabía que no iba en dirección de un médico y teme que el sea el culpable) (Masaccio revisa el estado de Artemisia y con voz fría replica) − Masaccio: Está muerta.
Escena 4 (Apolo, muy dolido, decide buscar a Giorgio y confrontarlo por lo ocurrido) − Apolo: Hermano, ¿Qué le hicisteis a mi querida Artemisia? (Giorgo se mantiene en silencio) − Apolo: ¡Contéstame, hermano! ¡¿Qué le hicisteis?! (Pregunta desesperadamente) − Giorgo: Yo… solo hice lo que tenía que hacer. − Apolo: ¿¡Qué!? (Expresa en su rostro tristeza, incredulidad y odio) (Giorgo lo ve con una expresión fría) − Apolo: ¡¿Cómo pudisteis?! ¡Yo amaba a Artemisia con todo mi ser y mi alma! Ella era mi única razón para vivir y mi motivo para sonreír. ¡Pero tú me lo arrebataste todo! (Apolo golpea con el puño la cara de Giorgo) (Giorgo le devuelve el golpe y se continúan peleando) (Entonces Giovanni se encuentra con ellos y decide separarlos) − Giovanni: ¡Ya es suficiente! − Apolo: ¿Y por qué? ¡Si este desgraciado merece morir!
− Giorgo: ¡Tú solamente estás cegado por la desilusión! − Apolo: Te reto a un duelo mañana a primera hora. (Giovanni los ve sorprendido) − Giorgo: Acepto el duelo. − Giovanni: ¡No, no lo hagáis! ¡Esto es una locura! − Apolo: Tu ni te atrevas a decir nada. Después de todo, vosotros sois cómplices de la muerte de Artemisia. − Giovanni: ¡No! Yo no tuve nada que ver. Créeme, hermano mío. Intenté impedirlo, pero no tuve éxito. − Apolo: Me cuesta creerte, pero si es verdad, no tiene caso; ya es muy tarde para eso, hermano. (Apolo se marcha furiosamente) (Giorgo también se retira del lugar en silencio)
Escena 5 (Es el día siguiente por la mañana, Apolo y Giorgio se encuentran cara a cara) − Apolo: Espero que estéis listo para perder, hermano. (Dice sosteniendo fuertemente la empuñadura de la espada en su mano derecha) − Giorgio: No me arrepiento de lo que hice, Apolo, pero deberíais saber que realmente no tenéis una razón para hacer esto (Dice Giorgio dando algunos pasos hacia atrás) − Apolo: ¿No tengo una razón para hacer esto? (Muestra una mirada llena de odio) − Giorgio: ¡Traté de advertiros que esa mujer estaba engañando a nuestra madre! (Dice levantando la espada y chocándola contra la de Apolo) − Apolo: ¡Artemisa nunca haría tal cosa! (Empuja a Giorgio con su espada) − Apolo: ¡Voy a vengar su injusta muerte! (Intenta clavar la espada en el pecho de Giorgio, quien la esquiva) − Giorgio: ¡Hermano, yo nunca mataría a alguien sin ninguna razón! (Dice mientras usa la espada como escudo) − Giorgio: ¡Ya es tarde para esto, pero deberíais saber que lo hice por tu bien y el de mi padre! − Apolo: Tenéis razón... (Dice acercándose un poco y bajando un poco su espada) − Apolo: ¡Ya es demasiado tarde! (Clava la espada en el pecho de Giorgio) (Giorgio cae de rodillas mientras Apolo lo mira a los ojos) − Giorgio: Hermano… ¿Qué habéis hecho? (La sangre comienza a brotar de su pecho y comienza a toser sangre) − Apolo: No… no, ¿Qué he hecho? (Dice Apolo mientras se acerca a Giorgio) − Apolo: Hermano, me he dejado llevar por el odio. No quería hacer esto, lo siento mucho… (Giorgio cae completamente al piso y sus ojos comienzan a cerrarse) (Apolo rompe en llanto)
Escena 6 (Apolo, completamente consumido por la tristeza, se encuentra sentado al lado del cuerpo sin vida de Giorgio) (Apolo sostiene la espada entre sus manos) − Apolo: Dios mío, Apolo, ¿Qué habéis hecho? (Se dice a sí mismo, intentando contener sus lágrimas)
− Apolo: Habéis matado a vuestro hermano (Limpia sus lágrimas con la palma de su mano) − Apolo: Y habéis perdido a Artemisia. (Mira hacia arriba y contempla el cielo) − Apolo: Oh, querida Artemisia, donde quiera que estéis, espero que yo haya podido vengar tu muerte. (Levanta la espada apuntando al cielo) − Apolo: Pero el dolor que siento sin ti es más grande que mis ganas de seguir viviendo (Gira la espada, ahora la punta está apuntando hacia su pecho) − Apolo: Pronto estaremos juntos, Artemisia, vuestra muerte no habrá sido en vano. (Suspira y luego clava la hoja de la espada en su pecho) − Apolo: Muy… pronto… (Se desmorona en el piso)
FIN
Amor prohibido
Por Bianca Luisa Guzmán Estrada, Ana Renée Juárez Cruz, Sofia Isabel Luna Paz y Natalia Ximena Salazar Reyes –Tercer Lugar – Quinto Bachillerato
Personajes principales: Clarissa Beloff Diego Fiore.
Personajes secundarios: Alonzo Beloff (Padre de Clarissa) Angelina de Fiore (Madre de Diego) Gadiel Fiore (Padre de Diego) Isabella Cappolla (prometida de Diego) Marco Cappolla (Padre de Isabella) Antonella de Cappolla (Madre de Isabella) Marcus (mayordomo de Diego) Padre de iglesia.
ARGUMENTO
Cuenta la historia de un príncipe llamado Diego Fiore, al cual sus padres lo comprometieron con Isabella Cappolla, una niña caprichosa y muy mimada, para que ellos en un futuro dirijan su reino. Diego y Clarissa atraviesan muchos desafíos para desenvolver su amor. Isabella se entera del romance entre ellos dos y comienza a planear un maléfico plan en contra de ellos para evitar que su amor florezca. Se arma un escándalo social. La reina, madre de Diego, no está de acuerdo con el amor entre su hijo y la empleada de Isabella. Veamos en qué termina esta historia.
Acto I:
Escena I:
Narrador: Está es una historia donde no sabemos si el amor triunfará. Se trata de un amor prohibido donde Diego y Clarissa están condenados a vivir una tortura para disfrutar de su amor.
Comenzamos desde la familia Fiore, ésta es una dinastía real. Gadiel Fiore y su esposa Angelina son las personas más importantes de todo el pueblo, claro que no podemos olvidar a nuestro querido príncipe y futuro rey Diego Fiore…
Marcus: Por favor señor, dese prisa, llegará tarde a la cena de compromiso.
Diego: Marcus, por favor, ya te dije que no me trates de usted, nos conocemos desde chiquillos, eres mi mejor amigo. Con respecto a la cena, prefiero esperar unos minutos más.
Marcus: Debo respetarlo ya que es el futuro rey de nuestro querido pueblo. Sus padres me matarían al escuchar si lo llegase a tutear. Además, recuerde que debe brindar una buena imagen a su prometida.
Diego: Sabes… no estoy convencido de casarme. No me gusta la idea de un matrimonio arreglado, los matrimonios deberían unirse por amor, no por interés o algún puesto importante.
Marcus: Señor, lo entiendo, sin embargo, debe corresponderle al pueblo. (Agacha la cabeza)
Diego: Tienes razón, es mi obligación. (Se dirigen a la puerta principal del palacio para recibir a la familia Capolla)
Reina Angelina: ¿Por qué te has tardado tanto? ya me había preocupado.
Rey Gadiel: No importa ya, lo importante es que está aquí.
(Entra Isabella y sus padres, hacen una reverencia ante los reyes)
(Isabella habla a Clarissa, su mucama)
Isabella: Clarissa, apúrate criada, ¿qué no ves que vamos a una cena importante?
(Clarissa deja caer una maleta)
Isabella: ¿Qué te pasa?
(Diego ayuda con gentileza a Clarissa)
(Clarissa asienta la cabeza)
Clarissa: Disculpe su majestad.
(Los Capolla ingresan al Castillo)
Escena II:
Narrador: Diego y Marcus se sintieron más decepcionados de Isabella al ver cómo trató a su mucama. Ambas familias ya se encontraban reunidas, listas para cenar y tener un momento de convivencia antes de la boda de Diego e Isabella.
Antonella (mamá de Isabella): ¡Estamos emocionados por la boda!, muy felices de que nuestra bella Isabella será una buena esposa y por supuesto, una reina ejemplar.
Reina Angelina: Sí, todos estamos emocionados; esperamos con muchas ansias que se haga como usted, mi querida Antonella dice.
Marco (papá de Isabella): ¿Y tú Diego? estás feliz por tu boda con mi hija Isabella.
Diego: Para mí será un placer poder cumplir con sus deseos. Me han enseñado a seguir órdenes.
Marco: Ahhh, pues espero que sepas cuidar a Isabella como un tesoro, porque no se merece menos. Y de igual manera espero que hagas esto no solo por compromiso, sino también por amor a ella.
(Diego y Marcus se miran incómodamente por el comentario que hizo el padre de Isabella) Diego: Pues… le tengo cierto aprecio a su hija, espero cumplir con sus expectativas.
Isabella: Claro, tú eres el hombre perfecto para mí. No dudo ni un poco de que seremos una increíble pareja y futuros reyes de este bello reino.
Rey Gadiel: confío en que tú y tu familia tengan buenas intenciones tanto con el pueblo, como con mi hijo.
Marco: ¿Es una amenaza? lo que estás diciendo, espero que no estés desconfiando de nosotros.
Reina Antonella: No, no, no. ¿Cómo crees?, mi esposo no es así. No lo malinterpretes.
(Todos se quedan en silencio incomodo)
Narrador: Los meseros comenzaron a llevar la comida a la mesa. Marcus vio la inquietud que había en todos, así que decidió acercarse a la mesa y romper el silencio.
Marcus: La cena está servida. Si desean algo más, no duden en preguntarme.
Todos: Gracias, provecho.
(Comienzan a comer sin decir nada más sobre el tema anterior)
(Terminan de comer)
Antonella: Muy exquisita la comida, muchas gracias por la invitación.
Marco: Nosotros nos retiramos porque ya es un poco tarde para que Isabella siga afuera.
Reyes: Fue un gusto haber compartido con ustedes y espero no se vayan con ningún disgusto, ya que pronto seremos familia y conviviremos más.
(Ambas familias se retiran de la mesa y la familia Fiore se despide de la familia Cappolla y los acompañan hasta la puerta)
Escena III:
Narrador: Al día siguiente, Diego tenía que ir a visitar a Isabella, su futura esposa. Es una costumbre para la realeza visitar seguido a su prometida antes de la boda, pues necesitan conocerse.
(Diego se prepara para ir a la casa de su prometida)
Diego: ¿Es necesario ir?
Marcus: Claro que sí, es una costumbre real.
Diego: Pero yo no quiero casarme con ella, ni siquiera la conozco del todo. Además, se ve muy arrogante y malcriada, ¿acaso no viste cómo trató a su mucama?
Marcus: Sí, sin duda ella es una niña muy caprichosa y pienso que sus padres la han consentido demás. Pero… tal vez usted pueda hacerla cambiar ¿no? Nada pierde intentándolo.
Diego: Claro que no, la que es no deja de ser. Ella es muy mala, con lo poco que la conozco lo sé.
(La reina entra a la habitación de Diego)
Reina Angelina: Diego, hijo mío. ¿Ya estás listo?, no debes dejar esperando mucho tiempo a tu hermosa prometida, y más porque ya sabes que su madre es muy amiga mía y no quiero que dañes esa relación.
Diego: No te preocupes madre, ya estoy listo para ir.
(Diego sale con su mamá al carruaje real y llegan a casa de los Coppella)
Narrador: Diego y la reina Angelina llegan y tocan con delicadeza la puerta. Abre Clarissa, la mucama de Isabella.
Clarissa: Buenos días sus majestades, es un gusto tenerlos por acá y verlos de nuevo.
(Se inclina para saludarlos)
Diego: Muchas gracias bella dama, es un gusto poder verla de nuevo.
(Clarissa es muy bonita ante los ojos de cualquiera, Diego se queda impresionado viendo su belleza)
Reina Angelina: ¿Está lista Isabella? Diego vino con mucho afán a verla.
(Diego se molesta por ese comentario)
Clarissa: Pasen adelante, Isabella está en el jardín esperando a su amado, yo los dirijo.
Diego: Madre, ve tu primero, yo quiero preparar algo especial para Isabella.
Reina Angelina: Está bien, pero no tardes tanto.
(La reina sigue hacia el jardín)
(Diego le mintió a su madre, él solo quería quedarse con Clarissa para conocerla más)
Diego: ¿Cuál es tu nombre?
Clarissa: Mi nombre es Clarissa, para servirle mi majestad.
Diego: Qué lindo nombre, le va muy bien, ya que usted es tan bella.
(Clarissa se sonroja y se sorprende)
Clarissa: Muchas gracias pero, creo que no deberíamos estar hablando, si nos llega a ver Isabella se molestaría mucho conmigo y podría pasar algo tan terrible similar como lo de ayer.
Diego: No te preocupes, si te dice algo, yo le diré que estábamos hablando de una sorpresa que le tengo preparada. Pero si quieres me voy porque no quiero que te vuelva a gritar como lo hizo anoche.
Clarissa: No, no, no lo estoy corriendo, sólo que me preocupa lo que llegue a pensar Isabella al vernos. Y a propósito, ¿cuál es la sorpresa que le tiene a su prometida?
Diego: Siendo sincero, eso lo dije sólo para quedarme hablando con usted, nunca tuve plan de darle una sorpresa a ella. Pero ahora no sé qué llevarle porque seguramente mi madre le contó que le tengo algo. ¿Qué hago?
(Clarissa se sonrojó más al escuchar las palabras de Diego y su razón de actuar)
Clarissa: Espérame, tengo una idea.
Narrador: Clarissa va en busca de su padre, el jardinero de la casa de los Cappolla.
Clarissa: Papá, papá, ¿tienes rosas en el jardín?, el príncipe Diego Fiore las necesita para la sorpresa de su prometida.
Alonzo (papá de Clarissa): Hija, claro que tengo rosas, iré a cortarlas y te las doy.
(Alonzo le da las rosas a su hija y Clarissa se las lleva al príncipe Diego)
Clarissa: Acá está, dale esto. A ella le encantan las rosas.
Diego: Muy buena idea, muchas gracias por ayudarme, por cierto, ¿De dónde las sacaste?.
Clarissa: Mi padre es el jardinero de la casa, y él me ayudó a conseguirlas.
(Diego le agradece con un beso en la mano y se retira hacia donde se encontraba Isabella)
Escena IV:
(Diego va al jardín y le dá las flores a Isabella y se llena de emoción al verlo)
Isabella: ¡Qué lindo detalle Diego, son mis flores favoritas! Muchas gracias, siempre tengo lo que quiero, eso me gusta.
(Diego se siente incómodo, se le queda viendo a su madre y ella nota la inquietud de su hijo)
Reina Angelina: Siempre será así mi linda Isabella, mi hijo te consentirá y te amará siempre. ¿No Diego?
Diego: Claro.
(La reina Angelina se retira para dejarlos solos y darles la oportunidad que se conozcan más)
Isabella: ¿Te parezco la mujer más linda de todo el reino?
Diego: Claro.
Narrador: Diego lo confirma sarcásticamente, pero muy en el fondo él sabía que no era verdad. Para Diego, la más linda era Clarissa. Sin duda él se enamoró de ella, pero le daba miedo expresarse del todo.
Isabella: ¿Mi amado Diego acompáñame a tomar una taza de té al comedor?
Diego: Sería un placer.
Isabella: Clarissa, diles a todos los criados que preparen el comedor y las tazas de té, en unos segundos estaremos ahí.
Diego: ¿Por qué tratas a todos así?, los puedes llamar por su nombre.
(Clarissa se sorprende de cómo Diego la defiende)
Isabella: ¿De qué hablas? ¿Estás defendiendo a los criados?
Diego: ¿Puedes parar de llamarlos así?
Isabella: Diego, cariño, es una broma que constantemente hacemos acá, ¿No es así Cri… Clarissa?
(Isabella observa a Clarissa de manera manipuladora) Clarissa: Es correcto su majestad. (Clarissa no muy convencida y nerviosa de la actitud de Isabella)
Isabella: ¿Lo ves?
Narrador: Diego está muy decepcionado de su prometida ya que no le gustan las faltas de respeto.
Diego: Isabella, ¿Podemos posponer el paseo?, me siento agotado, creo que es hora de regresar a casa con mi madre.
Isabella: No te preocupes querido, yo también estoy muy ocupada con los temas de la boda, apenas quedan dos meses para que nos unamos para el resto de nuestras vidas.
(Isabella intenta besar a Diego, pero él con cautela le da un beso en la mejilla. Clarissa agacha la cabeza triste)
Escena V:
Narrador: Pasan los días y Clarissa no ha dejado de pensar en cómo el gran Príncipe Diego, futuro rey del Pueblo de Andalucía la había defendido. Al mismo tiempo se sentía impotente y rechazada, ya que pensaba que el príncipe jamás se fijaría en una empleada.
Mientras tanto en el hogar de Clarissa…
Alonzo Belof (padre de Clarissa): Hija te veo triste, ¿te pasa algo?
Clarissa: ¿De qué hablas padre? solo estoy un poco cansada, hoy la señorita Isabella me dio muchas tareas por hacer.
Alonzo Beloff: Mi amada hija ya te dije cientos de veces que ya no trabajes para ella, con mi sueldo tenemos lo necesario.
Clarissa: Cómo crees padre, te ayudaré hasta el fin.
Alonzo Beloff: Tu madre estaría orgullosa de ti. (Recuerdan a madre de Clarissa con nostalgia)
Clarissa: Oh mi querido padre, diera todo lo poco que tengo con tal de que ella estuviera con nosotros.
Alonzo Bellof: No muere quien no olvida, mi amada hija, ella vive en nuestros corazones.
Clarissa: Tienes razón.
Alonzo Bellof: ¡Ay!
Clarissa: Padre, ¿sigues con el dolor en el pecho?
Alonzo Bellof: No querida, nada más son piquetazos.
Clarissa: Mi amado padre, ¿te das cuenta de que ya no estás en condiciones de trabajar?
Alonzo Bellof: No es nada mi amada.
Narrador: Clarissa no era la única que no dejaba de pensar en la chispa de amor que había entre el príncipe y ella. Diego vivía pensando en Clarissa, pero al mismo tiempo le atormentaba el hecho de no poder decírselo por el compromiso que tenía ya con Isabella.
(Diego estaba en su habitación viendo al techo pensando en su querida Clarissa, su belleza lo había dejado volando por completo)
Diego: Clarissa es tan linda…
Marcus: ¿De qué está hablando su majestad?
Diego: Clarissa, la mucama de Isabella, el día que fui a la casa de los Cappolla la ví de nuevo y pude hablarle. Es tan linda y buena, no dejo de pensar en ella.
Marcus: ¿Cómo? pero usted está comprometido con la señorita Isabella, explíqueme qué está pasando. No es correcto que usted esté pensando en alguien más, menos en una empleada.
Diego: Tú bien sabes que yo nunca he sentido ni sentiré nada por Isabella. Ella para mí es una persona egoísta y mala para mi vida. Además, no me importa que Clarissa sea una empleada, yo veo algo especial en ella que nadie ni nada puede comprar.
(Marcus se quedó atónito al escuchar las palabras del príncipe)
Marcus: ¿Qué piensa hacer usted majestad?, ¿acaso les dirá a sus padres que no quiere continuar con la boda de usted y la señorita Isabella?
Diego: No, aún no les diré algo sobre eso, pero quiero que me ayudes a encontrar la forma de poder hablar más con Clarissa sin que se enteren mis padres.
Marcus: Lo que usted ordene majestad.
Diego: No es una orden Marcus, quiero que me ayude como amigo nada más. Usted es como mi hermano mayor, me vio crecer y me ha ayudado hasta ahora. Por favor entiende que somos amigos. (Marcus sonríe y se conmueve con sus palabras)
Marcus: Será un gusto, Diego.
Escena VI:
Narrador: Diego estuvo pensando toda la noche, veamos qué es lo que pasa en una cena familiar
(Reina) Angeline de Fiore: Por favor, traigan la cena.
(Rey) Gadiel Fiore: Oh pero que delicioso menú mi amada.
Diego: Madre querida, te has lucido con semejante manjar.
Angelina: Es lo menos que puedo ofrecerles a mis amados, pronto mi único hijo se casará.
(Angeline nota que su amado hijo se incomoda)
Angelina: ¿Qué te sucede hijo mío? ¿Pasa algo?
Gadiel: Mi reina querida, son nervios, la boda está muy cerca.
Diego: Hablando de la boda…
(Ambos padres asustados dejan de comer y observan a Diego nervioso)
Gadiel: Hijo mío hablando de la boda, es la mejor decisión que has tomado en toda tu vida, es para que no se pierda el legado de nuestra dinastía y para crear nuevas anexiones con reinos vecinos.
(El rey suena muy convencido)
Gadiel: No defraudaré a mis queridos padres que en el pasado hicieron lo mismo conmigo, con su permiso me retiraré a mis aposentos.
(Diego agachó la cabeza, sin esperanza)
Angelina: Mi amado príncipe, pero no has comido nada. ¿Te sucede algo?
(La reina quedó sorprendida de la actitud de su hijo)
Diego: No, no, mi amada, como dijo su majestad, son los nervios de la boda nada más.
(El príncipe Diego abandona el comedor real)
Angelina: Mi amado rey, ¿No ves desanimado a nuestro hijo?
Gadiel: Tranquila mi amada son los nervios de la boda, ya se le pasará. Aun así él tiene que cumplir con sus obligaciones querida, es el futuro rey, ¿no recuerdas que así nuestros padres arreglaron nuestro matrimonio?
Angelina: Pero Gadiel, no me digas esto, tú y yo nos amamos desde el primer instante, pero que este par de jovencitos se amen, no estoy segura cariño.
(Angeline se queda inconforme y preocupada por su hijo)
Narrador: La reina se quedó inconforme con la actitud de su amado hijo, pero el rey insiste en que él debe cumplir con sus obligaciones.
Narrador: Los reyes, padres de Diego, no tienen ni la menor idea de lo que tiene en mente Isabella. Veamos qué es lo que pasa mientras tanto en la casa de los Cappolla…
Isabella: ¡Qué barbaridad! ¡Clarissa! ¡Clarissa!
Antonella: La mandé por unas fresas ¿querida, necesitas algo?
Isabella: No entiendo cómo ella puede ser mi mucama personal madre, necesito una nueva, cuando sea reina todos los criados pagarán y suplicaran que los perdone por su pésimo servicio.
Antonella: Por supuesto querida, tendrás a este y el otro pueblo a tus pies, serás la reina preciosa, con todos los lujos, pero para ello debes conquistar a Diego.
Isabella: Él está comiendo de mi mano.
Antonella: No me confiaría tanto, ¿No te fijaste como miraba a la sirvienta?
Isabella: ¿Hablas de la insignificante de Clarissa? Considero que es por lástima.
Antonella: Lo único que te recomiendo hija es que tengas cuidado, no vaya a ser que esta criada te lo quite y ya no nos podamos apoderarnos del reino de Andalucía.
Isabella: Sí mamá, comprendí desde el primer momento. Seremos la familia más poderosa de estos territorios y poco a poco adquiriremos la fortuna de cada una de las familias que aún nos faltan por arrebatar sus puestos.
Narrador: Nos podemos dar cuenta que la familia de Isabella quiere apoderarse del reino de Andalucía, ¿Lo lograrán?
(Cierre del primer acto)
Acto II:
Escena I:
Narrador: Pasan los días y la fecha de la boda se acerca, pero dicha fiesta puede que sea cancelada. Veamos que sucede con Clarissa, ella está terminando de empacar los materiales que Isabella llevará al palacio de Diego para el almuerzo familiar.
Isabella: Cri... Clarissa, ¿ya acabaste?
(Utiliza tono de burla)
Clarissa: Aún no su majestad, llevo desde la madrugada empacando, pero ya falta poco.
Isabella: Pues apúrate porque mi futuro esposo ha de estar esperándome con ansias.
Clarissa: Mjm, por supuesto.
(Tono de burla, naturalmente)
(Isabella voltea a verla enfadada)
Isabella: ¿Crees que no me di cuenta de cómo mirabas al príncipe?
Clarissa: ¿De qué habla su majestad?
Isabella: Bueno y aunque lo llegues a ver, te digo de una buena vez que un príncipe JAMÁS se enamoraría de una chica como tú, de una criada.
(Clarissa agacha la cabeza con ojos llorosos)
Isabella: Ah y cuidado llegas con una mala cara esta tarde, MI amado prometido pensará que soy un ogro con mis cri… empleados.
(risa hipócrita)
Clarissa: ¿Se le ofrece algo más?
Isabella: Claro, que te apresures y dejes de perder el tiempo pensando en cosas improbables como la del príncipe y tú.
(Clarissa realiza reverencia y se retira de la habitación)
Narrador: La familia Cappolla llega al palacio de la familia real, se saludan y van al comedor del jardín para iniciar el almuerzo familiar que tendrán.
Gadiel: Bueno, la razón de este almuerzo es solo organizar bien la boda de nuestros hijos. ¿No es así querida?
Angelina: Querido esposo, no solo es eso, sino que también queremos compartir con nuestra futura integrante de la familia y sus padres.
(Angeline le da un codazo discretamente a Gadiel)
Diego: Sí claro, sin duda amamos estar juntos.
(Responde sarcásticamente y molesto)
Isabella: Sí amor mío, ya queremos casarnos y formar una familia real juntos. Y sobre todo ser dueños de todo el reino JUNTOS CLARO.
(El rey y la reina se voltean a ver incómodos por el comentario que hizo Isabella)
Narrador: Diego no podía dejar de ver a Clarissa, que se encontraba al costado de la puerta de entrada del salón real. Clarissa discretamente lo saludó desde donde estaba y Diego no pudo evitar sonreírle.
Diego: Me permiten un momento, iré al sanitario y regreso. Con su permiso padres, vuelvo en unos minutos.
(Diego hace como que se dirige al baño, pero despista a todos y va donde se encontraba Clarissa)
Clarissa: ¡Su majestad!, ¿necesita algo?
Diego: Por favor dime Diego, así yo podré llamarte Clarissa. Y no necesito nada, solo quería venir a saludarla como se merece una dama como usted.
(Clarissa sonríe tímidamente)
Clarissa: No sabe la alegría que me da verlo, usted es un joven muy simpático y agradable conmigo.
Diego: Ven, quiero mostrarte algo… (Diego lleva a Clarissa a su lugar favorito del palacio)
Escena II:
Narrador: Diego y Clarissa se encuentran en la cima del palacio, subieron muchas escaleras para llegar al balcón donde todo el reino se ve a simple vista, pero de lo que no se dan cuenta es que Isabella los sigue.
Diego: Este es mi lugar favorito del mundo entero, me encanta ver las montañas y la puesta del sol al atardecer. Desde acá veo todo el pueblo y lo amo, todos son tan cálidas y humildes personas.
Clarissa: ¡Woow! pero qué bello lugar Diego, me encanta. Sin duda será un gran rey, porque no cualquiera ama al pueblo tanto como usted.
(Diego sonríe y mira a Clarissa a los ojos)
Diego: Pero lo más lindo de todo es la compañía…
(Clarissa sonríe, Diego le da la mano)
Clarissa: Su majestad, supongo que su futura esposa lo ha de estar esperando junto con sus padres, considero que no es correcto que vean a el príncipe conversando con una criada, como yo…
(Clarissa agacha la cabeza triste)
Diego: ¿Quién te ha dicho que eres una criada? para nada, me pareces una chica maravillosa.
(Diego toma la mano de Clarissa)
Clarissa: Es usted muy gentil su alteza.
(Clarissa se sonroja)
Diego: Dime Diego por favor.
(Isabella enfurece y grita)
Isabella: ¿Qué está pasando?, Amado mío, ¿esta criada te está molestado?, de ser así la despediré inmediatamente.
(Diego y Clarissa se sueltan las manos rápidamente)
Diego: Isabella ¿Qué te sucede? me parece una gran falta de respeto que grites de esa manera, pero sobre todo que le digas criada a Clarissa. Claro… ahora entiendo todo.
Isabella: ¿Todo? No me imagino que calumnias ha dicho de mí esta insignificante mujer
(Clarissa agacha la cabeza)
(Diego enfurece)
Diego: ¡Es suficiente!, no más, desde ahora Clarissa no trabajará para ti , si no para la reina que es mi madre.
Isabella: Amado mío perdóname, me ganaron un poco los celos al verte al lado de otra mujer.
(Todos se calman)
Diego: Debes controlarte.
Isabella: No volverá a pasar amor mío.
Diego: Debes disculparte.
Clarissa: No es necesario.
Diego: Por supuesto que lo es.
Isabella: ¿Yo? pero si…
Diego: ¡Isabella!
Isabella: Lo… lo… lo siento no volverá a pasar.
Clarissa: No tiene por qué disculparse su majestad.
(Isabella abraza a Diego y mira con gran enojo a Clarissa)
Escena III:
Narrador: Diego sigue con la idea de poner a Clarissa como ayudante de su madre (la reina). Está cansado de que Isabella siga tratando mal a Clarissa y decide hacer algo al respecto.
Diego: Madre, te quiero presentar a alguien.
Angelina: Sí hijo mío, dime.
Diego: Clarissa, ven. (Ingresa Clarissa a la habitación)
Angelina: Oh, pero ella es la mucama de Isabella, hijo mío.
Diego: Así es, su nombre es Clarissa, ella estará para ayudarte en todo lo que necesites querida madre.
Narrador: La reina no muy convencida, acepta la propuesta del príncipe. Ya que su mucama anterior era ya muy anciana y no podía continuar con su labor.
Angelina: Bueno niña, comenzaremos por mi armario.
Clarissa: Perfecto usted me indica dónde comenzar.
Narrador: La reina Angeline, al escuchar los malos comentarios de Isabella sobre Clarissa, le asigna varias tareas en el día. Así que decide ir a observar cómo realiza las actividades.
Angelina: Bueno niña cuéntame de ti, ¿De dónde eres?
Clarissa: Soy del hermoso pueblo de Bolonia, de mi madre no se mucho porque falleció cuando nací. Ahora de mi padre le puedo hablar maravillas, es el mejor jardinero del universo, él le mantendrá sus flores con vida y hermosas en el reino.
(Angelina siente compasión por Clarissa y le sonríe)
Angelina: Oh no sabes cuánto lamento tu pérdida.
Clarissa: Gracias a la familia Capolla que nos ha brindado trabajo, no nos ha faltado nada.
Narrador: Como cualquier otro día Isabella junto a su madre Antonella llegan a visitar a la reina.
Antonella: ¿Cómo estás querida amiga? Veo que ahora Clarissa trabaja para tí.
Isabella: Fue orden del príncipe que viniese con usted.
Angelina: Es una muchacha maravillosa, muy eficiente e inteligente. Realmente me alegro mucho tenerla como ayudante. No sé por qué Isabella se quejaba tanto de ella, es muy trabajadora.
(Antonella e Isabella se miran a los ojos incómodas y extrañadas de la actitud de la reina)
Escena IV:
Narrador: Isabella al darse cuenta de que Clarissa estaba siendo muy querida por la familia real, decidió hacer un plan. Su madre Antonella le dió la maravillosa idea de poner a todos en contra de Clarissa, y la forma de conseguirlo sería perjudicando su imagen de niña buena.
(Antonella e Isabella regresan a su casa)
Antonella: Clarissa, no debemos permitir que esa criada manche nuestro nombre como mentirosas. Tengo un plan magnífico para perjudicar su imagen.
Isabella: Sí madre, ella es una aprovechada y cazafortunas. Díme cuál es tu plan mamá.
Antonella: Mañana tenemos una fiesta de gala en el palacio real. Así que tú tendrás que encontrar la forma de entrar a la habitación de la reina y robarle una de sus joyas, continuo a eso, lo colocarás entre las cosas de Clarissa. Verás que así todo se pondrá a nuestro favor.
Isabella: ¡Eres un genio madre! es una estupenda idea.
Narrador: Se llega el día de la fiesta de gala y todo estaba fríamente calculado por ellas dos. Por otro lado, la reina al llegar a tenerle tanto aprecio a Clarissa le prestó uno de sus mejores vestidos para la gran noche. Todos los invitados se encontraban presentes ya en el palacio real.
Marcus: Diego, ya debería salir al salón para recibir a sus invitados. Sus padres ya están fuera para iniciar la ceremonia real.
Diego: Sí, sí. Ya estoy listo.
(Entra Diego al salón y ve a Clarissa vestida de gala)
Diego: ¡Clarissa! ¿eres tú?
Clarissa: Su majestad, claro que sí, ¿necesitaba algo?
Diego: No no, me sorprendí al verte tan… tan…
Clarissa: ¿Tan mal me veo? Diego: Para nada, te ves tan radiante. Me gustas mucho.
(Isabella entra a la gran gala, ve a Diego y se dirige hacia donde él está)
Isabella: ¿Y qué tal me veo amor?
Diego: Hola… Bien, te luce el… el… ¿color?... te ves bien.
Isabella: ¿Bien? de seguro te dejé sin palabras
Diego: Ehhh sí, claro.
(Clarissa se ríe en silencio)
Narrador: El baile y el siniestro plan de las Capolla comienza.
Isabella: Reina Angelina, ¿acaso no tiene frío?, usted me haría el honor de ir por su capa, el frío está aumentando.
Angelina: Oh hija muchas gracias.
Narrador: Isabella se dirige a la alcoba real, con el fin de robar dos de los mejores brazaletes.
Isabella: Por acá debe de estar ese brazalete de jade tan lujoso, ¡Lo encontré! Wow…Este iría muy bien con mi vestido lila, me llevaré este para mí y otro para la trampa de Clarissa.
Narrador: Isabella no solo toma un brazalete para la traba si no también uno para ella.
Marcus: ¿Se le ofrece algo?
Isabella: venía por la capa de su majestad, me imagino que está en su armario iré por él.
(Marcus ve que Isabella se esconde algo entre las manos)
Escena V:
Narrador: Ha terminado el gran baile, pero el maléfico plan está por empezar.
Angelina: ¡AHHHHHHHHHH!
(El grito de la reina se ha escuchado por todo el palacio y todos acuden a ver que sucede)
Clarissa: Su majestad, ¿Qué sucede?
Angelina: Mi… mi… mis dos brazaletes favoritos han desaparecido.
Clarissa: ¿Cómo ha sido posible?, antes de la gran noche, ordené sus joyas por color, su majestad.
Isabella: Claaaro, entonces fuiste tú, criada mal agradecida.
Diego: Isabella por favor, Clarissa es incapaz de realizar semejante acto, basta de comentarios nefastos en su contra.
Antonella: ¡Diego! ¿Le crees más a una criada, que a tu amada prometida?
(Diego se calma)
Diego: Con todo respeto, yo conozco a Clarissa e Isabella ha dejado mucho que desear con sus actitudes hacia ella.
(Diego observa a Clarissa con aprecio e Isabella enfurece)
Narrador: La reina, al ver que no llegaban a una solución dijo esto:
Angelina: Confío plenamente en Clarissa por lo mismo Marcus
(Marcus se acerca con la Reina)
Marcus: A sus órdenes su majestad.
Angelina: Deben revisar todo el palacio.
Isabella: Por supuesto que mi alcoba no es necesario, ¿verdad Angelina?
(Isabella actúa nerviosa y todos la observan)
Angelina: He dicho ¡Todo el palacio!
Marcus: Enseguida su majestad.
Narrador: Marcus está muy agobiado por el extravío de las joyas de la reina, sin embargo, está comenzando a sospechar de cierta persona.
Escena VI:
Marcus: Su majestad, ¿podría hablar con usted un momento?
Diego: Claro dime.
Marcus: No quiero parecer inoportuno, pero me parece correcto decírselo. Hemos revisado todo el palacio, desde la recámara de la señorita Clarissa y de la reina.
Diego: ¿Aja… y encontró algo?
Marcus: y… hay algo que no le he mencionado. Encontré a la señorita Isabella esculcando las cosas de la reina, su madre. Y ví algo sospechoso en ella, Isabella se puso muy nerviosa cuando llegué y escondió algo entre sus manos. Sería bueno que revisaran las cosas de ella también. ¿No cree?
Diego: ¿Es en serio? ¿Estás seguro Marcus?
Marcus: Muy seguro su majestad. Sinceramente creo que la excusa de la capa era solo para despistarnos.
(Diego se dirige hacia la recámara de sus padres, los reyes)
Narrador: Diego les comentó sobre el robo a sus padres y pronto mandaron a los escoltas a revisar las cosas de Isabella.
(Los escoltas se dirigen hacía la puerta de entrada y llegan con Isabella y le quitan sus pertenencias para revisarlas)
Isabella: ¡Ey!, qué les pasa… ¿Por qué me están quitando las cosas?
Narrador: Los escoltas encuentran las 2 joyas perdidas en su bolso. Isabella no logró poner la evidencia entre las cosas de Clarissa. Así que la descubrieron.
(Los reyes y Diego se quedaron asombrados y atónitos por la sorpresa que se llevaron de Isabella)
Isabella: ¿Qué es eso? No tengo ni la menor idea de cómo pudieron llegar esas joyas a mi bolso. Seguramente fue la criada Clarissa que me puso esas cosas ahí.
Diego: Cómo es que eres tan capaz de mentir. ¿No tienes límites acaso? Clarissa estuvo todo el tiempo en la fiesta al lado de mi madre. Nunca se alejó.
(Los escoltas van por Clarissa para solucionar esto)
Clarissa: Su majestad, ¿qué está sucediendo?
Diego: Isabella te culpa por el robo de las joyas.
Clarissa: ¿Cómo? Yo en ningún momento me despegue del lado de la reina Angelina.
Diego: ¿Ves madre?
Isabella: Que… eso… eso no es cierto. Ella fue su majestad, créeme, amor, Diego.
Angelina: No puedo creerlo Isabella, deja de mentir. Está más que claro que fuiste tú.
Gadiel: No me sorprende. Qué velada más increíble.
Narrador: Todos ven a Isabella como mentirosa y se crea un ambiente muy incómodo. ¿Continuará realmente en pie la boda después de dicha acción?
(Cierre del segundo acto)
Acto III:
Escena I:
Narrador: Al día siguiente la familia real está pasando por situaciones complicadas a causa de Isabella. Veamos que piensa nuestro príncipe al respecto.
Diego: Marcus, ¿puedes venir un momento?
(Diego con actitud agobiada)
Marcus: Ahora voy su majestad. ¿Qué le sucede?
Diego: Sabes… No estoy muy seguro de realizar la boda.
Marcus: Su majestad, pero… estamos a una semana de celebrarla y a pesar de lo que ocurrió, sus padres la siguen planeando con gran gozo.
Diego: Marcus te preguntaré algo, pero debes contestarme como amigo, sé que no me mentirás.
Marcus: A sus órdenes su majestad.
Diego: ¿Crees conveniente esto?
Marcus: ¿La boda?
(Marcus queda con un rostro asombrado de la actitud del príncipe)
Diego: Si, sabes, toda mi vida he estado al tanto de cumplir con mis obligaciones, pero una boda, ¿No crees que es algo muy importante?
Marcus: Por supuesto que es algo muy importante, es el día donde usted se unirá para toda la vida con la mujer que ama.
Diego: Vosotros sabéis que no amo a Isabella
Marcus: Lo entiendo, es una persona que apenas conoce…
Diego: Aparte de eso, no me gusta para nada su forma de ser, es una mujer berrinchuda, caprichosa, soberbia e irrespetuosa. En cambio, Clarissa…
Marcus: Clarissa…
Diego: Wow además de ser muy respetuosa, está llena de virtudes hermosas, es amable, honesta, humilde y linda.
(Diego suspira)
Marcus: Considero que no es tema en el cual sea participe, pero si no está seguro de sus actos, me parece que lo mejor es que hablé con sus padres.
Diego: No lo entenderían, imagínate que les diga que me enamoré de Clarissa.
Marcus: No me parece tan mala idea…
Diego: Sabes que, tienes razón…
Narrador: Diego está convencido de hablar con sus padres, ¿Entenderán su situación?
Escena II:
Narrador: Diego aprovechará que Isabella y su familia abandonó el castillo a la hora de la merienda para conversar con sus padres.
Diego: Mis queridos padres…
Gadiel: allí viene mi futuro rey y esposo de la hermosa doncella de Isabella.
(Diego se incomoda)
Angelina: Hermosa pero soberbia y mentirosa.
Diego: Mi deseo es conversar con ustedes ¿Tienen tiempo mis amados padres?
Angelina: Para ti siempre, mi amado hijo.
Diego: He estado pensando acerca de la boda…
(Utiliza voz y actitud de duda)
Gadiel: No se te ocurra comentar una palabra más. Este matrimonio está más que asegurado.
Angelina: ¡Gadiel!
Diego: Padre, te podéis imaginar lo que hizo con los brazaletes de mi madre.
Gadiel: Es una muchachita indefensa que deseaba una joya, es normal.
Angelina: ¿Normal? Eso no me parece una actitud de respeto hacia la familia real.
Diego: Mi única petición es que por favor ¡cancelen la boda!
Gadiel: No, yo sé que ella no te agrada hijo, pero es lo mejor. Sus padres son bien conocidos en la alta sociedad.
Angelina: Si, claro que se puede cancelar esa boda.
(Los reyes contestan al mismo tiempo seguros de su respuesta)
Gadiel: ¿Se puede saber el motivo?
Diego: Les debo decir que… amo a alguien más
Angelina: Mi amado hijo ¿Quién de todas las princesas de la gran noche te ha gustado más?
Diego: No es ninguna princesa, ni es reconocida por la alta sociedad como dice padre.
(La reina se asombra)
Angelina: ¿Duquesa?
Diego: No. Hablo de Clarissa, tu mucama
(El rey se enfada y mientras se retira proclama su decisión)
Gadiel: La boda entre Isabella y tú continúa, no se diga más.
Narrador: El rey se enfadó con su hijo, pero la reina Angelina continúa asombrada y a la vez conmovida al saber que Clarissa es una buena muchacha y no tenía dudas que ella sería una buena esposa con su amado hijo. Al fin y al cabo, ella lo único que quería era que Diego encontrará felicidad donde estuviese. No importando nada.
Escena III:
Narrador: La reina Angelina ha pensado el resto del día pensando en lo que sucede con su hijo, así que ha decidió hablar con su amado esposo para intentar que cambie de opinión.
Angelina: Amado mío ¿ya os has pasado lo enfadado?
Gadiel: Para seros sinceros… sí. Pero sigo completamente en desacuerdo con que se cancele esa boda. Como os repetí, sé que Isabella no es perfecta, pero se debe hacer así para mantener a la familia Real en buenas relaciones públicas internacionales.
Angelina: Pero… ¿de verdad lo vale? El pueblo tiene todo lo que tiene gracias al amor de sus reyes, nosotros, gracias a que nosotros somos honestos y justos. Solo imagina qué pasará si Isabella y sus padres toman el reino y lo convierten en un lugar malo e injusto como ellos. Yo quiero mucho a mi amiga Antonella, pero sus actos hablan más de sí misma.
Gadiel: Eso sí mi amada esposa. Un reino no es nada sin reyes justos y centrados. Y claro que entiendo tu enfado con lo que sucedió con los Capolla, pero… no sé qué pensar ahora.
(La reina le da un abrazo)
Angelina: Sabes qué… descansemos y mañana temprano seguimos con esta conversación más relajados y con la mente clara.
Narrador: Mientras tanto Diego y Marcus están en la habitación platicando sobre el tema:
Diego: Mi padre seguramente no permitirá que yo no me case con Isabella. No sé qué hacer, yo de verdad amo a Clarissa. ¿Sabéis dónde está Clarissa Marcus?
Marcus: Si su majestad, sus padres acaban de entrar a su habitación a descansar. Así que creo que ella debe estar en las recámaras de los empleados. ¿Por qué?
Diego: Tengo que hablar con ella, por favor no le digáis a mis padres que fui con ella. Sólo será un momento.
(Diego se retira de su habitación)
Narrador: Diego se dirige hacia las habitaciones de los empleados y encuentra a Clarissa.
Diego: Psss, ¡Clarissa! ¿Puedo hablar con usted? (Clarissa se asusta y le contesta con voz extrañada)
Clarissa: Su majestad… digo, Diego. ¿Qué ha pasado? ¿Necesitáis algo acaso?
Diego: jaja, mi linda Clarissa; claro que necesito algo…
Clarissa: ¿Sí?
Diego: Su compañía y un lindo y sincero abrazo de la doncella más perfecta del reino.
(Clarissa se sonroja y ríe nerviosa)
Clarissa: ¿Y esa doncella soy yo?
Diego: Claro que sí. Usted me produce felicidad y paz. No hay mejor compañía que usted.
Clarissa: No sé qué decir… estoy completamente sorprendida y a la vez me alegra escuchar lo que me dice.
Diego: Sabes qué… qué tal si mañana temprano vamos al pueblo a caminar juntos. Podrías ser mi acompañante, y a la vez mi guía. Sinceramente no conozco mucho el pueblo y me encantaría ir a tu lado.
Clarissa: ¿En serio? Me parece una maravillosa idea. ¿Pero… y la señorita Isabella también irá?
Diego: Claro que no, y menos ahora que todos saben en realidad quién es. Por favor no hablemos de ella, yo solo quiero convivir contigo y pasar una linda mañana en el pueblo con tu compañía.
(Clarissa se queda sin palabras y se sonroja por completo)
Diego: ¿Qué pasa?
Clarissa: No, nada.
Diego: ¿Aceptas ir conmigo?
Clarissa ¿Es una cita acaso?
Diego: Sí.
Narrador: Diego y Clarissa se devuelven a sus habitaciones y duermen emocionados por el día que les espera juntos. El amor apenas está comenzando a florecer.
Escena IV:
Narrador: A la mañana siguiente, Diego y Clarissa ya estaban listos para la cita pendiente. Estaban muy entusiasmados y emocionados por compartir toda la mañana juntos.
Diego: ¿Marcus, no sabes si Clarissa ya está lista?
Marcus: ¡Diego!, justo eso venía a comentarle. Ella me pidió el favor de venir a ver si ya se encontraba listo.
Diego: ¡Perfecto! Ahora voy.
(La reina entra a la habitación de Diego y lo ve emocionado)
Angelina: Hijo mío, ¿por qué tan arreglado de mañana? ¿Acaso hay algo importante hoy?
Diego: Madre, voy a salir al pueblo con Clarissa, es una cita.
(Angelina se sorprende y lo mira a los ojos)
Angelina: ¿En serio? me alegro mucho hijo, ella en verdad es una buena muchacha y no veo por qué no podrían estar juntos. Pero… tu padre… él no puede enterarse.
Diego: Madre, por favor no le cuentes. Sabes cómo se pondría si se entera.
Angelina: Tranquilo Diego, yo no le diré nada. Es más, hoy hablaré con él sobre el tema de vuestra boda, y verás que cambiará de opinión. Anoche hablé con él y logré ponerlo en duda sobre ello. No temáis.
Diego: Ooh, gracias, Madre.
(Diego le da un abrazo cálido a su madre y le da un beso en la mejilla)
Angelina: Ve, seguro Clarissa ya está lista. Sal antes que tu padre despierte.
Narrador: Diego se retira y sale del palacio a encontrarse con Clarissa en el carruaje real. Salen rumbo al pueblo y comienzan su cita soñada.
Diego: Mi amada Clarissa. Hemos llegado al pueblo. Y estoy completamente listo para que me guíes.
Clarissa: Sí, primero iremos a mi lugar favorito. El jardín floreado del pueblo.
Narrador: Ellos caminan hacia el jardín. El pueblo entero veía a Clarissa y la saludaban con cariño, pero todos preguntaban sobre el joven apuesto que la acompañaba. Les resultaba familiar, pero no supieron identificarlo.
Diego: Veo que todos te conocen por acá, eres muy querida por todos según veo.
Clarissa: jajaja, no es para tanto. Pero la verdad es que si me llevo muy bien con todos. Me gusta ayudar a los demás y todos somos como una familia.
(Diego vé con ojos de agrado y admiración a Clarissa. La toma de la mano)
Diego: Creo que tú has convivido mucho más de lo que yo debí. Me gustaría recuperar ese tiempo perdido.
Clarissa: Sí, claro. No te preocupes porque todos acá sabrán que eres un excelente príncipe y sobre todo, una maravillosa persona.
Narrador: Llegan al jardín y pasan un hermoso día juntos. Durante ese tiempo, el pueblo llegó a ese lugar y realizaron varias actividades. Diego se sintió bastante a gusto con ellos, ya que pudo conocer a muchos de ellos.
(Diego se dirige hacia el pueblo con unas palabras)
Diego: Muchas gracias por compartir conmigo este momento tan especial para mí. He podido conocer más a fondo cada uno de sus corazones y me he llevado una buena experiencia e impresión de todos. No soy el príncipe perfecto, pero trataré de ser lo mejor para vosotros, mi pueblo querido. Pronto seré rey, y quiero darles a todos un ambiente armonioso en el cual puedan vivir felices y seguros.
(El pueblo se siente feliz y aplaude al príncipe)
Clarissa: Qué bellas palabras Diego.
Diego: Gracias, sin tí jamás hubiera podido sentir y hacer lo que actualmente he hecho.
Narrador: El pueblo se retira del jardín y continúan con sus labores diarias. Diego y Clarissa se quedan solos en el jardín.
Escena V:
Diego: Hay algo que te tengo que confesar mi bella Clarissa.
Clarissa: Sí, dime.
Diego: En ti encuentro a la mujer perfecta, tú me motivas a ser mejor persona. Me inspiras y me llenas de amor los ojos. Me gusta convivir contigo. Tanto así que… Se podría decir que te amo.
(Clarissa se emociona y le regala una sonrisa)
Clarissa: ¿Me está hablando en serio? pero. co… cómo puede enamorarse de una criada tan incompetente como yo.
(Clarissa agacha la cabeza triste) Diego: ¿Cómo? no digas eso, tú no eres ninguna criada. Para el amor no hay barreras, ni clases sociales. Me gustas tal y como eres, eres tan perfecta ante mis ojos y ningún comentario clasista hará que cambie de opinión.
(Clarissa queda sorprendida por lo que le dijo Diego y se queda sin palabras)
Diego: ¿No me contestaras?, ¿acaso no sientes lo mismo?
Clarissa: Príncipe, claro que sí, pero no es lo adecuado, yo respeto mucho a la señorita Isabella a pesar de todo lo que he vivido con ella, nunca podría llegar a traicionarla a ella y a su familia, mucho menos de esa manera.
Diego: Pero tú no tienes ningún compromiso con ellos porque no son tu familia. Además, Isabella quiso manchar tu nombre con el robo de las joyas y siempre te ha humillado.
Clarissa: Sí, pero yo no seré igual a ellos.
Diego: Eso es lo que más me gusta de ti. Y no te preocupes por los Capolla. Yo y mi madre solucionaremos eso.
Clarissa: Tú también me transmites amor y felicidad. Y sin duda quiero estar conmigo, pero no quiero meterme en problemas.
Diego: No te preocupes…
(Diego se arrodilla)
Diego: Mi querida Clarissa, la mujer más hermosa del mundo y la más real que he conocido. Esa mujer que me hace sentir cosas inexplicables. La mujer que amo… ¿Quisieras casarte conmigo?
(Clarissa actúa sorprendida ante la propuesta del príncipe)
Clarissa: Mi amado príncipe, ¿está seguro de lo que me propone?
Diego: Nunca he estado más seguro de algo en mi vida.
Clarissa: Entonces ya que es así, claro que me quiero casar con usted.
(Se acercan y se dan un pequeño beso en los labios)
Narrador: El príncipe y su ahora futura esposa se dirigen al palacio a contarle la estupenda noticia a los reyes.
Escena VI:
Narrador: Diego y Clarissa regresan al palacio muy emocionados, pero a la vez nerviosos de cómo tomarán los reyes la decisión.
Angelina: Hijo mío, tenemos que hablar contigo tu padre y yo.
Diego: Madre, yo también tengo que hablar con vosotros.
(Entran al palacio y se sientan en la sala real)
Gadiel: Hijo mío, hemos tomado una discusión debido a 2 aspectos…
(Diego interrumpe a su padre)
Diego: Antes que nada, quiero decirles que me casaré con Clarissa. Es una decisión tomada. Es la mujer que amo y es una persona espectacular en todos los aspectos.
(Los reyes se quedan sin palabras)
Angelina: Hijo, espera… escucha lo que tenemos por decir.
Gadiel: Hijo mío. Desde el incidente que tuvimos con Isabella, no hemos tenido información de ellos y como deber nuestro, hemos buscado por cielo y tierra a los Capolla, pero no aparecen.
Angelina: Nos llegaron con la noticia los guardias que escaparon del reino. Al parecer quedaron muy avergonzados de lo que hizo Isabella.
Gadiel: Así es, así que Diego… Yo he estado platicando con tu madre sobre el tema y… llegamos a la conclusión que dejaremos que te cases con quien tú desees. Nosotros queremos lo mejor para tí antes que nada.
(Diego se sorprende y llama a Clarissa)
Gadiel: ¿Los apoyaremos en todo, pero no os parece que habéis tomado una decisión muy precipitada?
Diego: No, yo estoy seguro de que quiero a Clarissa a mi lado por el resto de mi vida y estoy seguro de que, a futuro, ella será una buena reina y un ejemplo a seguir.
Angelina: Entonces, ya que estáis seguro de su decisión tiene nuestra bendición para su matrimonio.
Narrador: Pasaron semanas después de la pedida de mano y finalmente el día más esperado dio inicio.
Angelina: Clarissa, te ves muy hermosa en ese vestido, estoy segura de que Diego ha tomado una muy buena decisión al escogerte con su esposa.
Clarissa: Muchas gracias majestad.
Alonzo: Hija mía, Diego es muy afortunado de tenerte. Te ves muy hermosa, mi princesa se ha crecido y no puedo creer que ya estemos en este momento. Tu madre sin duda estaría orgullosa de ti.
Clarissa: Padre mío, no sabes lo feliz que me hace tenerte. Gracias por tan lindas palabras. Me siento feliz y agradecida, pero estoy algo triste, en este momento más importante me gustaría que mi madre estuviera acá conmigo, acompañándonos. Pero estoy segura de que desde el cielo está viéndome.
Alonzo: Ella siempre estará acá, con nosotros cuidándonos en cada momento hija mía.
Narrador: Clarissa entra a la iglesia junto a su padre.
(Se encuentran ya en el altar)
Gadiel: Os doy la bendición en su matrimonio.
Padre de la iglesia: ¿Aceptas Diego a Clarissa como esposa?
Diego: Acepto, prometo siempre cuidarte, amarte ante todas las cosas y ser fiel.
Padre de la iglesia: ¿Aceptas a Clarissa a Diego como esposo?
Clarissa: Acepto y prometo siempre ser amorosa, honesta y fiel a mi esposo.
Padre de la iglesia: Diego, príncipe de Andalucía. Ya puede besar a la novia.
Narrador: Y de esa manera este amor se fue cultivando y haciendo más fuerte, ahora disfrutan de una vida juntos por siempre, reinando el pueblo con rectitud, amor, justicia y valentía. Fueron los mejores reyes de la historia.
Fin
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