Familia 2019 - 1

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We are not good, until we all are good

Colección de formación familiar Año 5 - Número 15

www.alpamayo.edu.pe

Una reflexión para saber convivir Cómo podemos desencadenar una secuencia de ira hacia los demás y cómo podemos aprender a detenerla. Profesor José Daniel Materán Rodríguez

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Siempre del lado de tu familia

alvez, uno de los aspectos más difíciles de la vida en familia es el saber convivir, tanto dentro como fuera de casa. Hay diferentes temperamentos, maneras de ser,de pensar,otros gustos,otros deseos. Con facilidad, perdemos los estribos, gritamos, hacemos sufrir, ofendemos a los demás. ¿No es cierto que pasa eso? Si nos preguntáramos, cuándo habrá sido el último enfado, ¿habría que buscarlo muy lejos? Con qué facilidad interpretamos mal lo que otros han dicho o han hecho. Aguantamos poco. Vemos mala intención y se nos va la lengua. Luego provocamos sin darnos cuenta una reacción en cadena. Leí una vez una anécdota que contaba lo siguiente: “Un señor llamó por teléfono a su esposa, desde la oficina, diciéndole que iría a comer con dos amigos, y que, por tanto, preparase una comida aceptable. La esposa acogió la noticia como una queja. Y después de pronunciar varios improperios, colgó el aparato. Su marido quedó con resentimiento y la ira empezó a removerle. Los primeros efectos los padeció un empleado suyo, que, por un ligero error, se ganó los gritos del jefe. Este empleado se aguantó en silencio, pero, al salir de la oficina para ir a comer a casa, rechazó la comida de la esposa. Bajo los efectos del disgusto, la esposa del empleado no pudo dormir aquella noche. Al levantarse de mal humor, dio dos gritos al hijo pequeño, porque tiró el azúcar

al suelo. El niño se marchó al colegio y algunas horas después, la maestra se comunicó con la madre para informarle que el chico había provocado una pelea y que estaba suspendido”. El que empezó esta cadena de ira no tuvo intención de provocar todas esas reacciones. Pasó mal el día él. Y lo hizo pasar a todos. La cadena de ira se fue pasando de mano en mano por falta de dominio de sí. Quizá pudiéramos contar anécdotas muy parecidas, vividas o presenciadas por nosotros mismos. ¿Es este el estilo de vida que debemos cultivar? ¿Cómo lograr todo lo contrario? Pues la verdad es que, cuando vemos acciones buenas en los demás y dominio de sí, nos encanta. Para saber convivir, siempre hay que hacer este ejercicio. Tenemos que saber aceptar la manera de ser de los demás. A veces, es saber, por ejemplo, esperar al otro. Cuántas veces ocurre esto entre los esposos. O saber aceptar el gusto del otro, saber callar una queja, poner buena cara ante una incomodidad. La verdadera causa de nuestros enfados es siempre falta de amor, de pensar más en el otro. Por tanto, no echemos la culpa a los demás, al menos, toda la culpa. Terminaría recordando que cuando rezamos ante el Señor, por ejemplo, al empezar la Santa Misa, con una actitud humilde, decimos: sí, yo confieso que he pecado mucho, y ha sido por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Qué bueno sería, si supiéramos pensar siempre así. En nuestras casas o en nuestro trato con los demás. Vamos a terminar estas palabras con ese deseo de evitar, cuanto podamos, los enfados entre nosotros, para saber convivir y buscar hacerles la vida agradable a los demás.

Si los padres, profesores y alumnos del colegio tomáramos conciencia sobre los puntos que se han tratado en este documento, será mucho más fácil abordar este tipo de problemas.


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