Guía memoria Iturralde-Iturrialde

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Viejo Café Gayarre. Se encontraba a la entrada de Iturribide. Hoy en día el local lo ocupa otra cafetería llamada Gayarre y un estanco que mantiene parte de la antigua decoración. (Jesús Ituiño)

Cafetería y pastelería Gayarre, ibamos a tomar pasteles y un vaso de leche con mis padres, era muy bonito. ( Soledad)

Bilbao

Un madrileño de nacimiento, aunque bilbaino de corazón, tras más de treinta años de vecin- perado, mediante una costosa y cuidada restauración, lo poco que aún quedaba de un local dad en la Villa, Joaquín Perales Lozano, es el hombre gracias a cuya sensibilidad se ha recu- que llenó una buena parte de la vida social del viejo Bilbao: el Café Gayarte.

Bilbao recupera un pequeño fragmento de su historia

Los restos del viejo café Gayarre «resucitan» en un estanco Patxi García N

" O vamos a contar aquí, de m anera ex­ haustiva, la historia de este Café. D e amos eso para Carlos Baciga upe, que nos consta dedicará al tem a un capítulo de su próxi­ m o libro en el que, con e rigor del especialista y la prosa fina que le caracterizan, seguirá acercando a los más jóvenes y rem em orando a quienes ya no lo son tanto, el qué eran estos establecim ientos hosteleros, verdaderos santuarios del ocio tranauilo y la conversación sosegaaa, contrapunto curioso, quizá obligado, del dinamismo que siem pre alum bró el queha­ cer cotidiano de Bilbao. Vayan, no obstante, unos apuntes que, al menos, nos ayuden a valorar la fina actitud protagonizada por el amigo Joaquín, el estan­ quero de Iturribide. A cababan de estrenarse los años veinte cuando la familia Unzue, de origen navarro, en­ cargó al mismo artista al que se debe la original fachada de la llam ada casa de los aldeanos, en la plaza Indautxu -e n ia que durante mucho tiem po tuvo su sede la com pañía S.V.R.N.E.-, la instalación de dos café-bar, a los que bautizarían con el nom ­ bre de Iruña y Gayarre. Este último, que ocupaba los bajos de la casa que hoy hace el nú­ m ero 6 de la calle Iturribide, fue adquirido inm ediatam ente p o r D. José Isasi M endia, que pasó de este modo a regentar el negocio, a pesar de que su )rim era actividad mercantil uera, y continuara siéndolo hasta el final de sus días, el co­ m ercio de maderas. La decoración del Café-Bar G ayarre era muy similar a la del Iruña y no dem asiado dife­ rente, en lo fu n d am e n ta l, a la del Café Bilbao, en la Plaza Nueva, cuyas obras firm ó tam ­ bién la misma persona. A zule­ jos de estilo andaluz, columnas y arcos estucados con abun­ dantes adornos florales y am­ plios para dar m ayor claridad al local. Todo ese conjunto cre­ aba una atm ósfera un tanto arabizante muy al gusto, al pa­ recer, de la época. R ecuérdese que, poco antes, el arquitecto Joaquín Rucoba liabía diseñado, y así se llevó a cabo, todo un salón árabe para la planta noble del nuevo A yuntam iento de Bilbao. Una moda, po r otra parte, que tiene difícil explicación. El Café propiam ente dicho se com pletaba con unos diva­ nes tapizados en terciopelo in­ glés y las inevitables mesas con cubierta de márm ol blanco. El

A sí era el antiguo café Gayarre.

Azulejos de estilo andaluz, columnas y arcos estucados creaban una atmosfera un tanto arabizante, muy al gusto, al parecer, de la época.

Detalle de la restauración realizada por el estanquero Joaquín Perales Lozano. bar, m agníficam ente instalado, ocupaba uno de los extrem os y o r él se accedía a la cocina, bntaba, asimismo, el G aya­ rre, con servicio de pastelería y bom bonera y en el piso supe­ rior podía disfrutarse de una estupenda sala de billares. Conviene decir que p o r aquel entonces el billar era juego de caballeros y no de m alos estu­ diantes o m arginados de pelí­ cula americana. Todas estas cosas y alguna

más nos las ha contado D* C ar­ m en del Villar, viuda de D. Jo ­ sé M aría Isasi Isasi, hijo del prim er propietario del G aya­ rre y que durante años llevo el negocio. N acida en Santander, aun­ que con s a ^ r e gallega en sus venas, D® C arm en acom paña sus prim orosos 84 años con una m em oria en la que apenas si hay algún detalle ^ r d id o . Recuerda, p o r eiemplo, el nom bre de los empleacíos que

“La decoración del Café-Bar Gayarre era muy similar a la del Iruña y no demasiado diferente a la del Café Bilbao, en la Plaza Nueva” se independizaron para triun­ far tam bién, por su cuenta, en el m undo de la hostelería. El difunto B erna, que puso en M aría M uñoz el bar Los Clave­ les, hoy Iru A naik. AquiHno Sierra, ei del kiosko de El A re­ nal. Em eterio, que popularizó el Em e, en G eneral Concha. Txom in, el del A m aya, en la calle L a R ibera. Fernando, el del bar del mismo nom bre en la Plaza Nueva. O Rafael Sara-

cibar que creo que m archó a la Costa del sol cuando em pezó eso del turismo. Y Miguel N a­ varro, un chaval de Dos Cam i­ nos que dibujaba de maravilla. C ada dom ingo que jugaba el A thletic, dibujaba en uno de los espejos, con tizas de distin­ tos colores, un gran león, son­ riente, triste o furioso, según las circunstancias y un texto alusivo al partido. E ra toda una atracción para el público. Tam bién recuerda el día en que descarriló el tranvía n®11 y estuvo a punto de em potrarse en el Café. Aquello sí que fue un susto. Con gesto m ucho más alegre nos había de los músicos que amenizaban las plácidas veladas. La esposa del violinis­ ta venía todas las tardes a bus­ carle. Se tom aba un café y lue­ go los dos juntitos para casa. Tlivimos vocalistas. Iñaki N a­ dal actuó varias veces. M ediada la década de los cincuenta comenzaron a cam­ biar las costumbres, llegaron las prisas y, en definitiva, aque­ llos viejos pero cómodos y her­ mosos Cafés dejaron de ser rentables. Y el G ayarre, como otros más, tuvo que cerrar sus puertas. Los distintos establecim ien­ tos en los que se dividió el pri­ mitivo local no pudieron o no quisieron, lo cierto es que no lo hicieron, conservar vestigio al­ guno. Excepto D. Teodoro H e ­ rreros, el de la sastrería aue, al menos, respetó varios de los elem entos decorativos inicia­ les. Fue, sin embargo, Joaquín Palacios quien, al com prar el pasado año esta lonja para de­ dicarla a la actividad de estan­ cos y artículos de fum ador, se dió cuenta del valor artístico y sentim ental sentim ental que podrían tener esos restos una vez convenientem ente restau­ rados. Con el asesoram iento técnico del aparejador José Luis Cadaval y sin asustarse )or la cuantía de los gastos que e iba a suponer, puso en m ar­ cha la obra de recuperación. Sacar la piedra en las paredes maestras, recom poner el estu­ cado, recrear los adornos poli­ crom ados y todo ello conci­ liando estética y funcionalidad. Lástima que no hayan podido conservarse los azulejos, irre­ parablem ente deteriorados tras casi cuarenta años de ha­ b e r estado cubiertos por una especie de argamasa. Sin em ­ bargo, el resultado final, en su conjunto, resulta esplendoro­ so. [Gracias, Joaquín, por haber devuelto a nuestro Bilbao una parte, no m enos bella por pe­ queña, de su pasado!


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