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La Revista Blanca
N* 4845
Magazine literario ilustrado EDITOR PABLO
Ys
ROIG]
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“Published and distributed under permit (No 228 authorized by the Act of October 6, 1917, on file at the Post Officeal Mayaguez, P. R. By order of the Presidert, A. S. Burleson, Postmester General. Entered
as second - class matter
Oct. 4-
1917.
Se publica
at
the Post
los días
MAYAGUEZ,
10,
Oficce
20,
at Mayaguez,
y 30
de
P. R. DICIEMBRE
P.
R.,
cada
under
the act
of
March
3-1879
mes
20 DE
1930
El Ultimo Bohemio POR IL? divina bohemia,
RENE
en estos tiempos de
JIMENEZ marcado
convencionalismo y más que convencionalismo, desolador progreso mercenario, no es, probablemente, para aquellos que la profesan más que una
““pose””, una forma de resignación,
un
medio para
olvidar las gratas sonoridades del precioso metal y para auyentar el fantasma del confort, del cual pomposamente disfruta la burguesía. Puede también que nosotros seamos
demasiado:
injustos
con
nuestra época y que esto mismo sucediera
en
cas pretéritas puesto que en
Murger,
tiempos
de
épo-
sus románticos héroes, Marcelo y Rodolfo, soñaban constantemente
en sus
desoladas
noches
con
los
salones galantes y las espléndidas fiestas que iba a brindarles la gloria artística que ellos presentían al rededor de una taza de café.
Es, en nuestra opi-
nión, el despertar a las sublimes insinuaciones del arte y la belleza lo que romantiza e idealiza esa vida descuidada y miserable que ha caracterizado a la bohemia, y a la que necesariamente tienen que entregarse los que empiezan a crear arte sin tener
a su alcance los medios necesarios para
vivir
ná
vida sin las inquietudes que trae consigo la escasez
de dinero. En Madrid, como en New York, las grandes ciudades cosmopolitas oportunidad de hacer vida literaria, ese circalo intelectual y artístico un vida parece haber sido
esa bohemia.
predestinada
éomo en todas donde :hay la vive dentro de individuo cuya a
En las nocturnas tertulias
perpetuar
del
café,
MALARET.
en la redacción de los periódicos, en en los barrios
los
bajos se le adivina por
teatros
y
su capa don-
juanesca, por su pipa y su sombrero verleniano o por sus largos cabellos despeinados y ondulosos. Los lectores le quieren, le admiran y hasta - llegan
a sentir por él una especie de veneración religiosa,
lo cual es muy plausible, pues este
representante genuino de úna quisiéramos
ver desaparecer,
individuo es
institución
que
porque es un símbolo
glorioso de arte, y todos al hablar de él, lo cariñosamente
el
no
llaman
*“el último bohemio””.
Emilio Carrere, el poeta de las rimas sencillas y fáciles. era en Madrid este “último bohemio”. A Carrere
no le preocupaban
ni las
diferentes
es-
cuelas literarias que surgen a diario, ni las innovaciones poéticas con que
trata
de
sorprendérsenos
continuamente. Sus versos los conocen todos los lectóres de la poesía castellana. El era el eterno trasnochador, el sempiterno libador de vino, el cantor de las mujeres pálidas y enfermas; de las humildes
obreritas que muy
de mañana
se dirigen
al taller con su fardo de penas a la espalda; de la miseria y del dolor inmenso que sentimos diariamente...... Por eso amamos sus libros y hemos saboreado intensamente sus versos, de los que fluye la torturante complejidad de la psiquis humana. No
se preocupen
mis lectores:
Emilio
Carrere
no ha muerto. Si esto hubi=se sucedido las notas necrológicas de los periódicos vendrían llenas de sendos artículos llorando la eterna desaparición del