medio de una serie de cartas y documentos burocráticos. El enigma se aclara, sin embargo, si recordamos que Ledru estaba todavía ajeno a nuestro concepto moderno de lo "literario", y que estaba siguiendo, al redactar su informe, el modelo de la novela epistolar, género muy popular en la época, el cual se inicia en 1740 con Pamela de Samuel Richardson, y que ya para 1797 ha producido obras tan notables como La nouvelle Héloise (1761) de Rousseau, Las cuitas del joven Werther (1774) de Goethe, y Les liaisons dangereuses (1782) de Lae/os. La enorme popularidad de la novela epistolar durante el siglo 18 se debió en parte a que le pe~itía a sus autores analizar detalladamente el mecanismo de los sentimientos y las pasiones humanas (tal como se entendían, por supuesto, antes de Freud). Las cartas eran, además, una forma verosímil de exponer los pensamientos y emociones de los personajes mientras éstos se hallaban en plena acción. También, permitían crear un juego de perspectivas la Roshomon que cuadraba perfectamente con la tendencia empirista del pensamiento dieciochesco, pues implicaba la posibilidad de una cierta "objetividad" analítica a partir del cotejo de diversos testimonios sobre un mismo hecho. Es significativo que la decadencia de la novela epistolar coincide con el auge de la ficción histórica y la novela gótica: en estos géneros se observa un tránsito hacia la plena sensibilidad romántica (que ya apuntaba en la ficción epistolar), la cual impulsa tanto al lector como al escritor a buscar la percepción y la expresión inmediata de los sentimientos y a rechazar cualquier mediación do~u· mental, escrita entre sujeto y objeto. Dicho de otra forma los lectores románticos de un Sir Walter Scott, por ejemplo, querían sentirse en el siglo 13 6 14, Yno meramente leer sobre esos períodos. Además, llegó el momento en que el mismo recurso epistolar empezó a parecer inverosímil: era dificil creer que todos los personajes de una novela se pasarían la mitad de sus vidas enviando cartas y la otra mitad contestándolas. En los tiempos en que escribe Ledru, sin embargo, el recurso a la carta todavía implicaba no sólo mayor verosimilitud, sino también objetividad y autoanálisiso De hecho, el relato de viajes siguió haciendo uso de la forma epistolar mucho después de que ésta fuera abandonado por los novelistas: recuérdense las aludidas Cartos sobre el Paraguay de Robertson, y obras como el Viaje a La Habana (1844) de la Condesa de Merlin y las cartas de Mme. Calderón de la Barca recogidas bajo el título de Lije in Mexico (1843). La carta de Ledru a su madre nos anticipa, d~ hecho, otra tendencia que se observa en el Viaje a la isla de Puerto Rico: la propensión a la autobiografía. El viaje de Ledru a las Antillas se convierte en el viaje de
Ledru hacia sí mismo. El uso del "Yo" narrativo propicia por supuesto, este movimiento introspectivo, este análisis de la subjetividad partiendo de la exterioridad. La narración de Ledru se desenvuelve en un vaivén pre-romántico entre el paisaje y los sentimientos del autor. A veces el relato de un acontecimiento trivial suscita -casi a la manera de Proust- la memoria de una emoción perdida:
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HISTORIA NATURAL; I)O.NTB.HIJl:NDO OI'lSI::RVAClOS'EIl BORRE EL CUKA18U~ POhl'.AflION t AomCUJ:I'UIU, COIlER<-'IO 1 OAJUCTJUI Y COSTUMDRElJ DE I:iU8 lJAIllT.\""'TE8:
POR A.NDRE8 PEDRO LEDBI1, d. la uhsrnlilltlU Je 14 upNirwll, 'lIÍfn"; cilla a.-.. • , . .,4"" ", Han., Ji¡ la ..Icmltll.ill Cl/til:tJ. Pa'IP,., ..... dO '" """'" 11 t:/I·ProJClor ÑJ LtgialMioll CA lo ~ «AIftI J. la &rtM.
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Con frecuencia Riedlé no podla traer sólo los árboles nuevos que había desarraigado: entonces sus colegas volaban a su socorro; y no sin grandes dificultades llegaron a transportar, desde los bosques hasta el jardín de San Patricio, el helecho, el coco y las palmas que adornan al presente los invernáculos nacionales de París. Me acuerdo a menudo con placer de las fatigas que experimentamos en el transporte del helecho. En mis excursiones al medio de los bosques de San
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