Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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Bienvenido, Don Goyito. En escena Alicia Moreda (Doña Carlota). Elín Orliz Reyes (Don Goyito) y Jorge Ortiz (Mickey). Escenografía: Nina.

realista, sobrio, conciso, expurgado, revelador del alma de los personajes en cada parlamento, exclamativo de la acción continua que progresa hacia un clímax de fuerzas encontradas." Con Tiempo muerto se afinna una época teatral . de dos modos: en la realización dramatúrgica, pues se consigue redondez en la presentación de tema, desarrollo de argumento, y en la realización escénica, pues la dirección annoniza actuación, escenografía, luces y trajes a los fines de una expresión cabal de lo primero. El logro mueve al teatro puertorriqueño hacia mayores realizaciones. Ambas piezas constelan claramente lo que ha de conmover la conciencia dramática de Méndez Ballester a través de su odisea teatral de treinta años, en la cual, fiel a una generación cuya vigencia sigue en pie, busca entrañarse al tiempo que internaci\Jnalizarse: las crisis del ser' puertorriqueño. En El clamor de los surcos expone el desgarre de la patria por la pérdida de la tierra; en Tiempo muerto la degeneración de la familia rural por la indiferencia socio-económica; en Encrucijada, la agonía del emigrante boricua ante la fuerza asimila· dora de un medio extraño industrial; en Bienvenido, Don Goyito, la tragedia de la asimilación cultural en el propio suelo, crisis la más peligrosa. Aun cuando Méndez Ballester, iQf1uido, sin duda, por las corrientes teatrales de vanguardia que se insinúan en Puerto Rico como resultado de un ma· yor contacto con el mundo exterior, se expresa más abstractamente como en El milagro (posición cristiana del autor frente a la angustia hennética del Esperando a Godot, de Samuel Beckett) o en La feria o· el mono con la lata en el rabo (reminis-

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cente de una trayectoria dramatúrgica - La má· quina de St.lmar, de Elmer Rice; Dynamo, de Euge· ne O'Neill- que desemboca en el teatro del absur· do) no hace sino reflejar su preocupación por el destino espiritual del hombre puertorriqueño el cual siente en peligro de desnaturalizarse, de des· dibujarse, de desvanecerse en un coctel de la nada. Ambas piezas no son sino un intento de comunicar la dramática experiencia de su particular ser geográfico, social y anímico en lenguaje artístico que se acerque a comprensión universal. Es lo último un fenómeno que se da en casi todos los creadores de la generación de los treinta quienes se encuentran compelidos por el vertigi. noso cambio económico-social del país a renovar aceleradamente sus puntos de vista sobre la realidad puertorriqueña, a buscar una nueva síntesis expresiva la cual retenga la esencia del Puerto Rico que no debe morir dentro del proceso de adaptación necesario para sobrevivir. De ahí el movimiento pendular de Méndez BaIlester en su dramaturgia en cuanto a fisonomía y estilo a partir del año 1957 cuando crea en !luce· sión El milagro (la menos fisonómica), La Feria o el mono con la lata en el rabo, un tanto welta a lo fisonómico, pero fundamentalmente abstraccionista, Bienvenido, Don Goyito, antípoda, histriónica y estilística de El milagro, y Arriba las mujeres, nuevo señalamiento de la crisis del ser puertorriqueño en ténninos de lo fisonómico. No es la primera vez que este dramaturgo, con velada angustia encubierta por aparente escepticismo, pendulea de la confrontación con la realidad puertorriqueña, de la que ha extraído resonantes obras como Tiempo muerto y Bienvenido, Don Goyito (expresivas de dos momentos asaz crít.icos), a


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