Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

Page 28

da sus primeros pasos al publicar cinco narraciones. Según Concha Meléndez -tres de ellas son cuentos románticos parecidos en el tono a los de Heredia (José Maria) y como aquéllos con predominio de 10 narrativo, desdibujados por falta de sentido estructural e intervención continua del narrador..." 4 Una de esas narraciones de Martín Travieso "se aproxima más al cuento por los recursos que el autor usó", según la doctora Meléndez, aunque carece de la concentración y las esce· nas dialogadas características del cuento tal como lo conocemos hoy. Otras manifestaciones, con in· tenciones nativistas, se dan en el Album Puertorriqueño, publicado en Barcelona en 1844, en el que Manuel Alonso narra con humor los escollos que han afrontado para su publicación. Con "La Fiesta de Utuao". publicado en el Album, señala Concha Meléndez. da comienzo la línea criollista. De modo que el cuento se inicia tratando de plasmar la realidad puertorriqueña tal como la entendían los autores de su época, a través del criollismo. Es con El gíbaro (1849), libro de estampas, relatos y poemas, de Manuel Alonso (1822-1889), que cuaja la preocupación por la expresión de lo nacional. A partir de Alonso, con las naturales al· zas y bajas, continúa cultivándose la prosa narrativa con autores notables como Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882) a quien algunos críticos consideran el padr~ de nuestra literatura por sus ideales estéticos y su conciencia del oficio. Tapia prefería los temas de ambientes exóticos, aunque no dejó de fijarse en la descripción de lo isleño. Mencionemos a Manuel Femández Juncos (1846. 1938) con sus Tipos y caracteres (1882), y Costumbres y tradiciones (1883), como un notable narrador que cultivó el costumbrismo iniciado por Alonso. Dos antologías vienen a ofrecer la primera vi· sión de conjunto del arte cuentístico de Puerto Rico en el primer tercio de este siglo. Ellas son Florilegio de cuentos puertorriqueños (1924), de Carlos N. Carreras, y Antología p u e r t o r r i q u eiia (1928), de Rosita Silva. En ellas se advierten dos tendencias fundamentales que marchan paralelamente: regionalismo y universalismo. Federico de Onís, prologuista de la Antología puertorrique1ia, en sus observaciones sobre lo puertorriqueño en esos cuentos señala que: -No es la materia de los cuentos lo que los hace puertorriqueños, sino el alma que en ellos ponen sus autores, y ésta se encuentra lo mismo en los cuentos de una clase que de la otra cuando los autores han logrado ponerla en ellos, es decir, cuando tienen verdadera originalidad...' 4. Meléndez. Concha: Antología de Autores Puertorriqueños; 111 El Cuento. Ediciones del Gobierno, E. L. A., San Juan. Puerto Rico, 1957, pág. 3. 5. Mcléndcz, Concha: Ob. cit.

12

En esa etapa definitiva del desarrollo del cuento como género autónomo, con sus propias características y exigencias, se destacan Matías Gonzá· lez García (1866-1938), y Pablo Morales Cabrera (1866-1933). Morales Cabrera tuvo conciencia de su vocación, que dirigió por los canales del criollismo. Parte de su obra tiene origen en fábulas popula· res narradas oralmente por sus paisanos, otra parte es producto de su imaginación; en su obra resaltan la preocupación formal y la corrección del idioma sin que los cuentos perdieran el sabor de 10 regional. Sus trabajos fueron recogidos en dos volúmenes: Cuentos populares (1914) y Cuentos

criollos (1925). Maüas González García cultiva el regionalismo en su cuento "La Primera Cría" P892), en la que denuncia la vida de zozobras del campesino. Más tarde adopta un tono humorístico-satírico en los que describe tipos de campo y de pueblo, con visos tanto x:ealistas como románticos. Estos rela· tos fueron publicados bajo el título Mis cuentos (1899). En su libro Cosas de antaño y cosas de ogaño (1922), crea González García una atmósfera llena de humorístico realismo. Otros autores de la época abordan lo exótico. Entre ellos Mariano Abril, romántico que enmarca sus creaciones en tierra española; Eugenio Astol, en Cuentos y fantasías (1909), se aleja de lo estrictamente isleño y se ubica en la línea universal. Una personalidad relevante lo es Miguel Meléndez Muñoz (1884-1966). Al igual que a Morales Cabrera y González García, le tocó vivir la experiencia que Francisco Manrique Cabrera llama "el tránsito y el trauma", el cambio de poderes de una metrópolis a otra, la ocupación de nuestro país por las tropas norteamericanas en 1898. A la vez que unos volvieron nostálgicamente los ojos a Es. paña en busca de un asidero espiritual que oponer a la nueva influencia política y cultural, otros se dieron a la tarea de revalorizar la cultura nacional; así, modernistas. criollistas y románticos con visos naturalistas se entregaron al inventario de lo autóctono. Meléndez Muñoz, en el marco del nativismo, fue un agudo intérprete de nuestra realidad; su obra refleja preocupación ante el desti. no de lo autóctono y dramatiza la confusión de valores que empieza a permear nuestra sociedad como resultado del choque de culturas. Publicó Cuentos del cedro (1936) y Cuencos de la Carrete· ra Central (1941). En verdad sus llamados cuentos son más bien artículos, crónicas y estampas costumbristas en las que con un fino sentido del hu· mor describe la triste masa campesina que espe· ra el momento de su redención.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.