Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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en la política, en el pensar egolatrista, en el amor y en el arte en general. Dentro de estos nuevos filtros ochocentistas, lo subjetivo triunfó sobre lo objetivo, y el corazón se impuso a Jo inte1ectualista que nos vino de las frondas de la ilustración europea. Recreó un cristianismo a su modo. forjado con esencias eminentemente artísticas, y ubicó sus composiciones dentro de un marco histórico de gracioso color local. De la poesía de los cálculos matemáticos se pasó violentamente a la poesía del alma, por vere· das de las pasiones humanas y sociales. Triunfó lo temperamentalmente anímico a todo lo largo y a todo lo ancho de su expresión. Dos vertientes diáfanas: la tendencia hacia el musical colorismo de la forma (Espronceda y Zorrilla), y por otro lado, el verso de fragancias interiores, representada por Heine y Bécquer. El tedium vitae, el suicidio, y los personajes marginales (como el salvaje, el bandido, el corsario, la prostituta, el mendigo), se pusieron de rilada. El dolor fue un deporte dentro de aquel lienzo de lá· grimas, lamentos, insurgencias e ironías cáusticas contra la sociedad establecida. En las letras resplandeció el adjetivo de sonantes colores plásticos, a veces de contornos lúgubres, el símil sentimental y la metáfora abierta. La música luciendo sobre la idea en una especie de arte por el arte; en otras circunstancias, los románticos adoptaron un criticismo social de escépticos alfilerazos éticos. Desde Larra hasta Zorrilla y Espronceda, se extendió una programática estilística que pasando el tiempo nos vino tardíamente a América. . La naturaleza, que en el siglo XVIII había cobrado sitio presidente en la existencia del hombre, en el romanticismo toma enorme importancia. La literatura de estas brigadas incorporan en sus letras cuadros rústicos del beatus ille, y el paisaje es espejo del alma del portalira. En el tinglado del siglo XIX. el teatro hizo popular aquel «tormenta y empuje» que se iniciara en Alemania y que después siguiera Víctor Hugo, Dumas, Martínez de la Rosa, El Duque de Rivas, Hartzenbush y García Gutiérrez. Más adelante, de ello se encargará José Echegaray, poniendo el tema del honor en la escena, saturado de tragedias horripilantes; y todo ese truculentismó con la etiqueta de postromanticismo. El ciclo boricua de este período, corresponde más o menos, desde 1843 (que es la fecha del primer Aguinaldo puertorriqueño), hasta la guardarraya de 1880, año éste, en que muere el más alto poeta romántico del país: José Gautier Benítez. Esta es la atmósfera de vibración romántica en que se mueve el literato que tratamos. Respondiendo al pesimismo entrañal de sus cofrades, AIvarez Marrero explica su vida en dos versos sombríos:

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.El dolor en negra copa despiadado me brindaba...

Es un destino el suyo, sin sol ni lunas ni estrellas. Es una vida en duelumbres, en donde rara vez asoma una migaja de alegría. Sus mejores lograciones líricas son quejas lastimeras de penas indecibles, y sin solución humana. La sombra y la penumbra estrangulan la luz en su existir. Uno de los poemas suyos en donde mejor se retrata el estado perenne de su espíritu roto y alicaído es: Meditación nocturna, poesía en que además se nota que, a pesar de su impotencia vital, la fe religiosa no muere y permanece siempre verticalmente erecta y firme. Oigamos algunos preludios de esta composición: «¿Por qué. Señor, en medio de eriales y de abrojos, tallendo siempre un arpa me impeles a marchar, cansado y sin aliento, con ldgrimas mis ojos, mis pies fluyendo sangre, mi vida ya a exhalar? ¿Y sin cantar. sufriendo tan triste desventura, es el peregrinaje de mi destino cruel? ¿Por qué del mar que surco no clama la bravura, o llevas mds a prisa, Dios mío, mi bajel? ¡Acorta mi camino, o saludable el aura de vida 11az. que respire mi enferma juventud; mi cuerpo regenera, mi espíritu restaura; o dame, Dios piadoso, la paz. del ataúd! Que desde que en mal hora llegué a la adolescencia los físicos dolores mi ser minando van, y entre moral estrago camina mi existencia, cual nave combatida por hórrido huracdn. No soy yo de esos bardos que en pldcidos ensueños la vida les sonríe cual delicioso Edén, y lumbres y matices, y rostros halagüeños de mdgicas beldades en sus delirios ven.

¡Ay! no; yo sólo miro las tristes realidades de un mundo que sin tregua mi vida torturó y mi alma sólo habita las yermas soledades do nunca de la dicha la bella flor brotó. Que para la aurora se y duerme la que mienten

mí declina la tarde sin reflejos. levanta sin lumbres ni arrebol, laguna sin nítidos espejos a mis ojos campiña, cielo y sol.

La selva sin rumores estd a mis quejas muda. no tiene voz la fuente, ni ruidos el palmar, y en vano es que por trinos a la floresta acuda, que las canoras aves suspenden su cantar...

Es un desierto sin oasis ni orillas este espíritu cansado de sufrir del aeda de Manatí. Pero mientras más se agranda la desesperación del dolor. su fe inalterable se va agigantando dentro de su cuerpo llaga . por sus desgracias. Así termina su triste poema autobiográfico:


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