Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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¡Mayombe - Combe· mayombé! Sensemayá no se mueve. ¡Mayombe - Combe - mayombé! Sensemayd, la culebra. ¡Mayombe - Combe· mayombé! ¡Sensemayá se murió!... ¡Naturalmente! ¡Ni una culebra resiste la mOa dorra de tan machacona isocroníal El poeta de Guayama se incorpora al empuje torrencial de esta poesía desconcertante y descon· certada. Y la cultiva con decisión y con brío. Sien· te la llamada del tema africano en lo escondido de su ser y lo expresa sin rodeos: E~ta

noclte me obsede la remota visión de un pueblo negro. Es un pueblo de sueño, tumbado allá en mis brumas interiores a la sombra de claros cocoteros. Para dar más vida a la visión ilustrativa de ese pueblo, Palés acumula y acumula elementos visua· les y auditivos que lo definen y ambientan al pintarnos el compacto hipopótamo, el elefante de mar· fil y grasa, los aguazales, la luz rabiosa y los duo ros ocres, mezclados con el canto monorrltmico.

pululado de úes, que se aquietan en balsas de diptongos soñolientos " de guturaciones alargadas que dan un son de lejanía al verso. El africanismo poematizado le suscita impre· siones exóticas. Eu sus poemas Numen, Bombo y Falsa canción de baquiné, o en su Elegía del Du· que de la Mermelada, tan aliterativa, la zoología y la botánica complementan el sabor del conti· nente misterioso. Caimanes, serpientes, antílopes se mueven en la jungla, dentro de una topografía cene trada en la Nigricia, en Guinea o en el Congo y presidida por la presencia arbórea del gigantesco Baobab. Lanzado por este derrotero, es lógico que el baile gesticulante o la música primaria le sirvan al poeta de telón de fondo en sus compasiones negroides a las que transmite tan alta tensión que nos sobrecoge con el espanto de la noche fermentada de tambores que croan en la selva, o nos amo· ,dorra con la presentación de una danza que se prolonga sin descanso:

Los negros bailan, bailan, bailan ante la fogata encendida. Un último tramo en su avance por el mundo temático de colorismo afroecuatorial le impulsa a no prescindir ni de las escenas canibalescas al componer con audacia fon,ética, y apoyado en la

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onomatopeya, su alucinante poema titulado filam iíam. Más acá del ciclo africano, la poesía negra le ofrece a Palés claras posibilidades antillanas. Cuba, Haití y Puerto Rico constituyen el núcleo de la Canción festiva para ser llorada, con su ndñigo, vadú y burundanga. Curazao, Martinica y Guada· lupe se asoman más de una vez a sus versos: las dos últimas para ser interrogadas con gracejo pertrechado de extrañeza:

¿En qué, lorito aprendiste ese patud de melaza? las tres, para que figuren alternadamente entre las papiamentosas islas del ron y las patualesas del volcán; y todas las pequeñas Antillas para dejarlas estereotipadas en una imagen de raro acento:

Acordeón con sordina de palmeras Dada la exuberancia del negrismo poético en Palés Matos, ¿cómo extrañar que el sistema reiterativo abunde en su obra con intensidad pareci. da a la de otros poetas de la misma tendencia? ¿No es esta la norma de su conocida Danza negra, que anuncia ya su sonoridad agreste desde el comienzo?

Calabó y Bambú, Bambú y Calabó. El gran cocoroco dice: «Tu-cu·túJI. La gran cocoroca dice: «To-co·to•... 'El caudal de la poesía negra del poeta isleño quedó coleccionado en un libro que pensó llamar «El jardin de Tembandumba» y cuyo título definitivo fue el de Tuntún de pasa y grifería, equivalente a «Ritmo de negros y mulatos» por su alusión al pelo ensortijado de esta raza. En esa antología de sus versos mejores, impresa muchos años después que su primera publicación literaria, insertó Palés otras series poéticas tales como El esquife de Jasón, El taller de Benvenuto, El palacio en sombras y las Canciones de la vida media. En el Preludio en boricua dio salida a su entusiasmo patrio, llamando a Puerto Rico 11 mi isla are diente". No podemos despedirnos de la poesía negra sin dedicar un recuerdo bien ganado a aquel desbordamiento de ternura, de gracia rítmica y de amable susurro que se desprende de los temas infantiles con la suavidad de una caricia. Niñas negras de· fendidas en el cielo de la discriminación racial, ni· ños negros mecidos por sus madres al arrullo de nanas espiritadas, enriquecen en todos los meri· dianas con mano generosa la inspiración lírica dI: poetas como el argentino Luis Cané, el madrileño


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