cargamento de doscientos esclavos que venían de «las islas, Portugal y Castillall.15
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INMIGRANTES ISLEÑOS DEL XVII
Al fmalizar el siglo XVI y comenzar el siguiente, cerca ya de transcurrida una centuria de haberse iniciado la colonización de Puerto Rico, la Isla padece una aguda escasez poblacionaI. Según cálculos del historiador Coll y Toste, habría para entonces en el país un total aproximado de 3,600 habitantes, repartidos de la siguiente manera: 2,000 españoles [y criollos blancos], 600 individuos de sangre mestiza, y 1,000 negros.l6 Las Antillas, y en particular Puerto Rico, dada la pobreza ambiente que aquí prevalecía, no parecen haber sido puntos favorecidos por los inmigrantes que de España y de Canarias ,pasarían al Nuevo Mundo a lo largo del XVII. Durante las dos primeras décadas del siglo, sin embargo, Puerto Rico mantiene algunas relaciones comerciales con las Canarias (de donde salen para nuestro país, y en algunos casos con destino también a Santo Domingo, Cuba, Honduras, la Nueva España, entre 1608 y 1619, unos doce barcos, mayormente de la isla de La Palma, y en menor medida de las de Tenerife y Gran Canaria), y es de suponer que al amparo de ese intercambio el país se beneficiaría con la llegada esporádica de nuevos inmigrantes isleñosP Para 1625, año del ataque holandés a la capital de la Isla, se revela la presencia en nuestro suelo de dos distinguidos militares naturales del archipiélago y quienes se destacan en la defensa de la ciudad contra los neerlandeses, los capitanes don Andrés Botella y don Mateo Delgado, este último nacido en Gran Canaria. Un lustro más tarde la mi tea episcopal de Puerto Rico recae sobre otro hijo de las islas, natural de Tenerife, el clérigo don Juan López Agurto de la Mata, quien la ciñe de 1630 a 1633.18 Las escasas noticias que tenemos sobre el desarrollo poblacional del país durante las décadas cuarta, quinta, sexta y séptima del XVII nada informan sobre la negada a nuestras playas de nuevos colo15. S. Brau, op. cit., pp. :n, 102; D. de Torres Vargas, .Descrip. ción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico, y de su vecindad y pobla· ciones, presidio, lIobernadores y obispos; frutos y mineralcs_, Bi. blioteca histdrica de Puerto Rico..., rccoplladll por Alejandro Tllpla y Rivera. segunda edición, 5lln Juan, P. R., 1945, p. 482; L. M. Dla>: Soler, Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico (1493-11190), Madrid. 1953, pp. 4-5, 21, 29-30, 202. 16. C. Coll y Toste, _EsJado de la oolonización espailol:l en la Isla :l fines del siglo XVI. Rectificaciones históricas-, Bo/~tlll Histórico de Pu~rto Rico, 1925. XII, p. 7J. 17. V. F. Moralcs Padrón, El comercio callario-am~ricauo, pági· nas 340-346. 18. D. de Larras:l, -Rclación de la entrada y cerco del enemigo Boudoyno Henrico, general de la Armada del príncipe de Orange en la ciudad de Puerto Rico de las IndlllS... _, Bibliot~ca llistúrica de Puerto Rico, ed. cit., pp. 431, 432; D. de Torres Vargas, op. cit., pp. 473-474.
nos ongmarios de las orillas opuestas del Atlántico. Antes, por el contrario, los datos históricos conocidos sólo revelan que Puerto Rico parece haber quedado orillado en las relaciones comerciales de España con su imperio de Indias -en mayo de 1662 el gobernador de la Isla, maestre de campo don Juan Pére.z de Guzmán, declara que hacía once años que no llegaba a San Juan un buque mercante na· cional- y, en consecuencia, la colonia se ve imposibilitada de poner en marcha su más conveniente evolución, fundamentalmente, por la falta de gentes con que impulsarla. El único censo formado en la Isla durante la centuria, un padrón de feligreses de la capital, hecho en 1673 por orden del obispo Gar· cía de Escañuelo, para probar al Rey «que lo qu~ llamaban ciudad era casi un desierto», pone al relieve que San Juan contaba con un total de 1,791 habitantes, de los cuales 820 eran blancos, 667 es· clavos y 304 pardos libres (quedando conjuntamen· te los negros y mulatos, de acuerdo con las anteriores cifras, en número superior al de los blancos).I9 Quizás guarde relación directa con la deficiencia de población que indicaba el censo antes aludido la condición que de orden oficial se impone en Canarias desde 1678 en el sentido de que para permitir el comercio con el Nuevo Mundo había que embarcar, con destino a la provincia que se señalara, cinco familias isleñas por cada cien tone· ladas que 'se exportasen de productos propios.:W Es probable que tal disposición llegara a surtir efecto en relación con Puerto Rico, pues consta que en los años de 1680 y 1686, respectivamente, salen sendas naves desde Tenerife y Gran Canaria dirigidas a San Juan.2t En el país, de otra parte, de frente al problema ya crónico que representa la raleza poblacional de aquellos tiempos, obstáculo de mucha seriedad en el desenvolvimiento general de la co· lonia, se sigue recabando de la metrópoli el envío de numerosos inmigrantes. El gobierno central, en contestación, decide estimular la emigración de canarios a Puerto Rico con la publicación de una Real Cédula, el 11 de abril de 1688, prometiendo dar tierras en sitios apropiados a los nuevos pobladores que pasen desde el archipiélago a nuestra Antilla.u No obstante, a pesar de estas ventajas que se ofrecían, todavía en 1693, cinco años después, el maris19. S. Bmu, op. cit., pp. 143-144, 155.
20. J. Pércz VidaJ, op. cit•• p. 117. Por considerarse que III susO" dicha obligación resultaba muy gravosll, cn Canarias se llcudlrá al Rey, en 1696, sollcltllndo que sc les exima de la misma, haciendo oonstlll", cntre otras razones, el número de pcrsonas que ya salido potra Indias, el CWlI incluye IlI.S veinte familias tinerfeñas que pll5an en 1695 a Puerto Rico con don JUDn Franco dc Medlnll. 21. F. Morales Padrón, loe. cit. :22. J. M. Zamora y Coronado, Registro de Legislación Ultrama. riua y Ordeuautll Gelleral de ~1J03 para /utelldentes y Empleados de l1acjcnda ell bldias, La Hllbotna. 1893, p. 257.
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