Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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El movimiento es rápido, la decisión de las niñas, inmediata. La mitología organizada y central del mundo indio domina aún las almas simples. Yuquiyú, el dios bueno existe. Guaomanicón, Yocahú, sus dioses, están prisioneros y las niñas se van a buscarlos. Caminan por lugares desconocidos. Ca· minan al fin en la noche; trepan a la rama de un árbol y se duermen. Entonces el Dios único hace el milagro: durante el sueño, las niñas se han convertido en pajaritos inquietos y morenos. Una ternura nostálgica por la gente india y la destrucción de su mundo, alumbra este relato con suave claridad. En la transformación del indio traidor en bien· teveo, hubo evidente propósito de crear una leyenda con su carácter diseminador en un proceso oral que introduce variantes, omite o intercambia motivos con otras tradiciones. ·La presentación del bienteveo con su vocecita delatora nos neva al tema y propósito de crear el estilo de la leyenda en el «dicen que dicen las altas ceibas. indicador de la trasmi· sión oral. El hecho histórico lo encuentra la autora en La colonización de Puerto Rico (1907) de Salvador Brau: la persecución de los indios que se fugaban en canoas a las islas vecinas en busca de la libertad. El jefe indio delator de su gente se transforma en el bienteveo en un trance de arrepentimiento, alucinación y terror. El párrafo final lo describe como alma en pena, Caín fugitivo atormentado por su culpa para siempre. El mismo procedimiento se desenvuelve en La voz del ruiseñor. El apunte introductor recoge la leyenda de rebeldía del pájaro que muere, como el quetzal de Guatemala, cuando lo aprisionan los hombres. Todo lo que sigue es creación original, invención sostenida por una situación también imaginada que se va intensificando en los comentarios de servidores y soldados sobre la rebeldfa y el extraño canto del prisionero. Los oídos de la mujer del gobernador recogen el canto sobrenatural y sus ojos ven el cuerpo del indio encendido por interna luz. Su confesión de que ha perdido la paz acelera la orden de muerte para el prisionero. El hecho concluyente es conse· cuencia de las palabras y actitud de la gobernadora. Bajo el plenilunio la voz del indio se alarga en una nota ascendente, que no cesa cuando el centinela, obedeciendo una orden, abre la puerta de la prisión. No hay aquí metamorfosis del cuerpo que cae al dar los primeros pasos. Fue el alma en forma de ruiseñor lo que salió de la boca del cuerpo visible y caído. 5. Tono diferente tiene el gracioso relato del carpintero «joven, alegre y fanfarrón». En todas estas transformaciones es notable la precisión con 2

que se atavía al protagonista con vestidos y colores que, al trasmutarse en pájaro, pasan a ser los detaUes identificadores de su especie. La muerte en combate de Guatibirí y Guaraguao se sitúa en tiempos prehispánicos. El enemigo es la frecuente incursión de los indios caribes, destructores de los yucayeques, raptores de las dulces mujeres boriquenses. Como en La voz del ruiseñor, lo que reaparece después de la muerte de los dos guerreros son sus almas convertidas en pájaros, ene· migas hasta hoy. 6. Los relatos Don Juan Chivl y Don Zorzal de las calzas rojas se desenvuelven en ambiente colonial. En el primero, el bondadoso maestro de escuela español, es típico en su ·pobreza y anuncia vientos de rebeldía en los versos de descontento que compone expresando lo que muchos callaban. Este hecho es el motivo concluyente, bien ideado para explicar la emigración del pájaro a América del Sur y su vuelta cada año. En Don Zorzal de las calzas rojas, título que nos hace recordar el Don Gil de las calzas verdes de Tirso, el personaje tiene cierto aire de familia con aquellos hidalgos y escuderos empobrecidos de la novela picaresca española que ocultaban su hambre y desvalimiento bajo una apariencia de bienestar y digna altivez. Esta creación es una de las más perfectas del libro. Don Zorzal y las vecinas madrugadoras que lo espían conjeturando sobre si es poeta o naturalista, son figuras que se mueven como actores de una comedia que suma a la gracia sus puntos de misterio. Se abre una alta ventana al amanecer. El caballero asoma «mirando fijamente el cielo del Este». Em· pieza el misterio de su vida. Y más misterioso aún es la especie de ensalmo erSol, sal., que pronuncia. Las señoras han estado atisbando tras las celosías, curiosas ante el vecino de la alta ventana, in· quietas ante el extraño ritual de cada día. Les atrae por no saber su nombre, ni su origen, ni las cir· cunstancias que vivía. Otra vez el vestido del pero sonaje tiene los rasgos del pájaro que ya se anuncia en el color azul pizarra, las calzas rojas y el silbido idéntico siempre al salir a la calle. La metamorfosis sucede en una escena del par· que, tan bien compuesta, que, como toda la narración, podría representarse. Curiosas las señoras han seguido al vecino en su paseo. Lo ven en el parque buscando debajo de las hojas secas, los bancos y entre las ramas. Lo ven sentarse en un banco. Ven cómo extiende el pañuelo a su lado. El caballero las oye moverse detrás. Y levantándose erde un salto» huye desapareciendo entre los árboles de la alameda. El contenido del pañuelo reveló que el fugitivo, no era tan orgulloso como el escudero


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