de la carretera vieja hacia Quebradillas.lt Escribe Ceiba con mayúscula, humanizándola en un saludo de paz para todo el que sabía recibirlo. Visto como creación de semblanzas, el libro es una galería de retratos y apuntes valiosos. La madre, doña Teresa Torres; el padre, don Abelardo Sáez, surgen gradualmente del relato en escenas de familia que van labrando sus caracteres con noble expresividad. Doña Teresa nos recuerda en su actitud valerosa, su recia voluntad dulcificada por la ternura; la sobria manera de vivir y educar a sus hijos, a doña Paula Albarracín inmortalizada por Sarmiento en sus Recuerdos de provincia. Entre los apuntes atrae por su misterio el de Cabo, niño errante que el hermano mayor de la autora Rafael, trae a la casa siendo también niño. A Cabo no ,le gustó la escuela; prefería «quedarse calladito en el patio hasta que Rafael regresaba.• Creció, llegó a hombre y se marchó a Vieques en busca de su madre. Nunca se supo de él, aunque Rafael lo buscó más tarde cuando fue a vivir a Vieques. Muchas otras figuras humildes y amadas acompañan a Cabo en el recuerdo: Coto, Fonso, Juanito Rosas, Marcelina, Colasa, Nana. Y algunos retratos como los de Mamá Quela y Mamá Elisa~ lleno este último de elegancia y donaire expresadores de la vida social de aquel tiempo. \ A estas semblanzas pueden unirse las que aparecen bajo el título de Estampas, y como acompañamiento sonoro, Jos pregones con las siluetas de los pregoneros reveladores también de matices 'de vida que llegan a ·la imaginación como voces lejanas. La parte del libro Por los caminos del saber es la historia de la formación pedagógica y literaria de Antonia Sáez y al mismo tiempo el panorama de la educación elemental, secundaria y universitaria en Puerto Rico desde el comienzo de la influencia de los Estados Unidos hasta hoy. Por los caminos del mundo, en fin, son las impre-
siones de los Estados Unidos, Europa, Hispanoamérica y Tierra Santa que la viajera nos dejó como comprobación de su gran sed de saber. Confiesa que para estos viajes se preparaba como para unas oposiciones, leyendo sobre los países que iba a visitar y eligiendo los itinerarios que abarcaran mejor su propósito de cmirar, remirar y admirar~. Su actitud ante el pasado resume un credo !referido ya por ella a Puerto Rico: cCreo en el progreso, pero también creo en la conservación del pasado, cuando esto encarna caracteres especiales del espíritu de los pueblos.• BI viaje a Tierra Santa, quizá el más grande sueño de su vida como dice ella misma, se ensombrece con la noticia de la muerte de un adolescente amado como hijo. Por eso el desierto de Judea le pareció terrible en su soledad desnuda y seca. En compensación, Jerusalén fue «tal como la soñó.• Las doradas colinas de Belén atenuaron las visiones desoladas del desierto y a orillas del Jordán la se.rerió un nuevo bautismo de fe. No pasó la frontera de J ordania hacia Israel; no pudo contraponer al Mar Muerto las transparencias. azules del Mar de Galilea. Ni.evocar a Jesús niño, adolescente y hombre, en- los marcos de Nazaret y. e~pernaum. Evocó Su presenCia en la Vía Dolorosa de Jerusalén. Quizás por eso volvió triste e insatisfecha. Pero Antonia Sáez nunca se entregó al desaliento.- Ideó otro viaje, esta vez a Hawaii, Filipinas, Japón, partiendo de los Estados Unidos y parando al final en España. En una página de la primera parte del libro, escribi6: -¡Qué importa la pesadez del cuerpo si cada día al salir el sol renace nuestro espíritul. En esa perenne primavera la alcanzó la muerte. La vida, siempre viaje para ella, se confunde ahora con la idea de la muerte como viaje. El último párrafo del libro es la confirmación de su perfecto acuerdo con la vida y su gratitud por haber vivido consciente de la gracia de Dios. Los versos de Antonio Machado añadidos al manuscrito a última hora, son un presentimiento y un adi6s.
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