Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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El notable historiador isleño Dr. Cayetano Coll y Toste, aludiendo a las prédicas autonomistas de Gon· zalo Marin dice: "Predicaba las nuevas doctrinas con fervor ardiente de devoto misionero de una idea." Fue más tarde que acosado por los incidentes se· rios y reveses sufridos le hacen rechazar el ideal de autonomía porque ella era, en su sentir "una esclavitud disfrazada", y buscando la fórmula grandiosa de la patria libre para todos anhelaba únicamente la emancipación absoluta, "ley natural de la que no pueden sustraerse los pueblos ni los individuos". Impulsado por esta nueva corriente idealista, se torna en un partidario del ideal separatista al modo del Dr. Ramón Emeterio Betances: sable y fusil. Durante su permanencia en la ciudad de Nueva York se inscribe en el Club Borinquen, y más tarde llegó a ocupar el puesto de Secretario. Para esta época, el apóstol de la independencia cubana, José Martí, se encontraba en Nueva York reclutando voluntarios para la causa de su tierra y un día Francisco Gonzalo se presenta ante él y demanda su inscripción en el Partido Revolucionario Cubano. Una noche se cele· braba una reunión cubana en Chickering Hall, e hicieron uso de la palabra José Marti, Benjamín Guerra, Gonzalo de Quesada y otros, contra el coloniaje español. Nada se habló de Puerto Rico. Los puertorriqueños presentes deseaban escuchar algo de su tierra. Se anunció al orador, que fue nuestro Pachín. Con relación a esto nos dice el reputado periodista mayagüezano José Ramón Freyre: "Se hizo oir y aplaudir durante el tiempo de su ardiente peroración, cautivando al auditorio por la gallardía con que defendió los derechos a la libertad puertorriqueña." Su gesto bravio y su verbo inspirador llaman la atención de José Marti. Desde este instante Pachín disfrutó del afecto y aprecio de Martí, y fue uno de los patriotas que más le ayudó con su pluma y su palabra en la obra dificil de la propaganda revolucio· naria.

8. Participación en la Guerra de Cuba Después de serIe útil a la Junta Revolucionaria de Cuba y Puerto Rico en Nueva York, firme en su entusiasmo emancipador, decide sentar plaza de soldado en el Ejército Libertador de Cuba para "recoger los huesos de su hermano". U n hecho ocurrido en los días de la protesta arma· da en los campos gloriosos de batalla, pone de mani· fiesto el alma noble de nuestro cruzado. El General Avelino Rosa propuso un ascenso para Francisco Gonzalo al General Máximo GÓmez. Esta recomendación fue hecha cuando aún el soldado no había demostrado sus condiciones para el mando. El General Gómez

rechazó la propuesta exponiendo razones lógicas en un militar de su categoría. Enterado Pachín de este hecho, contestó a uno de sus compañeros de expedición: "Poco importa que el general me quite una estrella; él sabe que nosotros (los poetas) tenemos todas las del cielo ... " Al cabo de año y medio de combate, los planes militares de Weyler fracasaron y recibió órdenes de embarcar para españa en octubre de 1897. El General Gómez ordenó que la División Expedicionaria pasase a prestar sus servicios a Oriente, bajo las órdenes del Mayor Calixto Garda. Esta heroica unidad entregó sus armas y municiones, y se dispusieron contra marchar al territorio orien· tal indefensos, desarmados, y expuestos a la persecución del enemigo que conociera la triste situación en que regresaban, casi desnudos y descalzos. El mando de este grupo de hombres recayó en el Coronel Dimas Zamora, a quien se le agregaron en calidad de excedentes, el valiente Coronel Ricardo Sartorio y el Te· niente Francisco Gonzalo Marin. Pachín estaba enfermo en las Villas, padecía de fiebres, y él pensó tal vez, que en la región de Camagüey, donde las operaciones de las tropas españolas no eran tan intensas, podía curarse y hacer su ingreso en el Consejo de Gobierno donde estimaba que sus servicios serian más útiles. El no midió sus escasas fuerzas fisicas agotadas a consecuencia de las fiebres que minaron su débil organismo para hacer un cruce tan peligroso. El 17 de octubre de 1897 salen los combatientes. Hicieron alto para descansar a media noche en la finca Los Anguilleros y se proveyeron de carne ahumada y viandas, que les servirían de alimento durante los días necesarios para esquivar la Trocha de Júcaro a Morón. A las 2:00 de la mañana llegó la legión a la isla desierta en medio de una oscuridad y silencio total. El Coronel Zamora, con voz grave dijo: "La Trocha la vamos a burlar a pesar de todos los inconvenientes, y para ello es menester mucho cuidado." Ganada la isla de Turiguanó se hacia necesario descansar y organizar la marcha por entre manglares. abriendo camino fornidos macheteros y expuestos a caer entre cocodrilos en acecho para devorar la presa humana. Los primeros días soportaron con valor la jornada, pero el cuarto día los pies manaban sangre y padedan dolores y sufrimientos intensos. El séptimo día, Fran· cisco Gonzalo, cayó postrado, febril, casi exánime, ofreciéndole el Coronel Zamora como único alimento zumo de limón. Frígido y moribundo, pidió al Coronel que le colocasen en su hamaca extendida entre dos mangles corpulentos, donde le acostaron. AlU quedó solo, sin fuerzas, abandonado y olvidado, el fiel exponente de la Libertad, hasta que expiró el día 26 de octubre de 1897.

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