Poesías de Gerardo Alcides (1879)

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-i20Y aunque j6ven awi, aquel

De una orquesta febril, en ráudo paso, bullicio,

de desórdenes siempre palpitante, comenzaba á impiimir en su semblante las huellas ·e nigmáticas del vicio. Una noche, en que Mayo peregrino

un valse, de repente, como suele el licor espumesccnte, al tiempo de brindar, saltar del vaso. Y perdiéndose luego en expresiones de distintos encantos para el almn,

ile su!!" galas mejores se cubría;

unas veces, mecfase c.on calma,

cuando.el cielo, de rica. pedrería.

otras, era un volean de vibraciones.

tachonaba su manto zafiro; Al hora en que las brisas caprichosas,

Y siempre, cu sn compas vertiginoso,

pintaba los delirios de la mente:

saliendo sin rumor de los jardines,

ora, un sueño que pasa dulcemente;

las alas llevan llenas de jazmines

ora, un sueño agitado y tumultuoso.

y los senos de nardos y de rosas;

En fin, cuando al aliento silencioso que envuelve á la Creacion regenerada, pa1·ece que se escucha á Scheerezada, murmurando algun cuento misterioso, Un súntuoso palacio despedía,

r

arrebí~tase

' por sus altas ventanas, resplandores Y estallidos de aplauso& y rumores

Allí estaba Jnlian. Sin una traba,

cu mitad de aquel má¡rico bullicio, parecía arrastrar ul precipicio al ángel que en sus bmzos estrechaba;

Sin duda, en el snlou, como una rosa que desplega sus pótalos al día, mita que todas las otra , Rosalía

era tierna, simpática y hermo'!ll.

Y voces y palabra.a de alegría·

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