_MENSUARIO DE 7
ATERR CULTURA
E
milar de la civilización anglosajona, sino
propio espiritu. Con
crear extrayéndolo de su
frecuencia
oimos
repetir
la frase
consabida de que Puerto Rico es un puen-
te entre dos culturas.
bres sinceros
que
Pues
venimos
bien, los hom-
de uno
u otro
extremo de este puente, debemos apre surar-
nos a decir a los puertorriqueños que si su país no pasa de ese pontazgo cultural, será bien poca su participación auténtica en el espíritu creador del mundo. De fuera nos llega el saber, la información, los datos; pe-
ro la cultura nace de dentro.
Por
sincero;
esto el hombre culto esencialmente lo cual quiere
decir
que
empieza
por no engañarse a sí mismo. Este deber . de sinceridad consigo mismo puede ser que alguna vez obligue a los puertorriqueños a ser un poco mambises de la cultura hispánica, o a oponerse a la adopción de ciert os
estilos de vida anglosajona. En ambos casos su deber está definido en aquélla frase
de Pindaro: “Sé el que eres”. Sería
pues
una
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NUM. 15
IZAJES
HISPANOAMERICANISMO
Cuando en el porvenir quiera hacerse el balance de la cultura puertorriqueña, habrá que fijarse exclusivamente en lo que tenga el substantivo y propio. No consistirán de seguro sus valores en lo que Puerto Rico consiga reproducir, como un eco, de España; ni tampoco en lo que llegue a asi-
en lo que pueda
CULTURA
San Juan, Puerto Rico, a 13 de junio de 1930
E
ligereza, y al mismo
tiempo una falsedad, pensar en “meridia.
nos de cultura” hispanoamericana ; pero lo E
sería igualmente aceptar un papel pasivo e
incoloro de PUENTE, sin esforz arse en crear el meridiano propio. Por fortuna para todos, la civilización hispanoamericana es una CULTUR A, en estilo de vida, una manera de situar las
relaciones entre el hombre y el mundo.
Las
juventudes intelcetuales de España comi enzan a ver que nuestra cultura común, precisamente por ser una CULTURA, mira más al porvenir que al pasado. No es cosa de sentarse a llorar sobre las ruinas de preté-
rito que no puede ni debe volver, sino de
escuchar el alma presente y substant iva, iluminada de futuro, de cada uno de los pueblos hispanoamericanos y de cada uno de los hombres que hablamos la misma lengua. El futuro nos traerá seguramente uni-
dad y diversidad.
Ambas
han florecido y
florecen con abundancia en el árbol ¡béri
co, tan uno y tan vario. España, que sabe siempre situarse en el espíritu, no puede querer una América uniforme y dócil a la
dirección de su pensamiento, sino que fun-
de su gloria maternal en la personalidad de
cada uno de sus hijos. Por esto tambié n, conviene advertir a las juventudes hispanoamericanas y angloamer icanas as,
práctica de un abtuso monroismo queintelalect ual
quebrantaría
gravemente
América, de toda América.
el espíritu
S. GILI GAYA
de OS
a