Isla

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Diciembre, 1939

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La Revolución Francesa no ha Terminado PoR RAFAEL SOLTE RO PERALTA

Las autoridades nos enseñan que existen do5 escuelas de reforma social. J ohn Dewey nos defin e estas dos escuelas a cabalidad: "Una de ellas se basa en la noción de una mor al que sur~e de nuestro libre a lbedrío interno, algo mist erJOsamente acoplado d ent~·o de la . per~on~lid~d . Afirma que el único medio de. cambia r msbtuc~ o­ nes es que los hombres purifiquen sus propios cor azones y que cuando esto se haya logra do, la reforma de las institucio~es vendr~ aut?mát icamente. La otra escuel ~ m ega la existencia de tal poder interno, y a l asi h acerlo r econoce que h a negado todo a lbedrío moral. Declar a que los hombres est án forj ados como lo están por las fuerzas externas del medio, que la naturaleza humana es com pletament e dúctil, y que hasta qu~ las instituciones sean reformadas, nada podra hacerse." . Convenimos con el a utor citado en que n mg una de las dos teorías es correcta por sí sola. Ambas se complementan. Mientras es innegable que las fu erzas del ambiente en que nos desenvolvemos son factores determinantes del carácter , urge asimismo r econocer que si no ~xi~ti.eran fuerzas internas de superación en el mdlvJduo, no quedaría ma r gen alg uno para ir modificando las instituciones, el ambiente permanecería estático. "Hay en verdad f uerzas dentro del ser ~1;1mano así como f uer a de él," termina por adm1~1r Dewey. y puntualiza todavía más cuando diCe que mientras estas fuerzas internas en el hombre son "infin itamente frágiles en comparación con las f uerzas externas, sin embargo aquéllas pueden estar apoyadas con una inteligencia escr utadora y creadora." Encontramos en estas palabras del pen~~dot· norteamericano una tloctrina de gran ut ihdad para enfrentarnos con el problema de la. mora)· No vale de mucho pr edicar desde el púlpit o u_na moral abstracta dirigida exclusivamente a forJa r de nu evo corazbnes ya end urecidos a fuerz~ de gol pes que las r ealidades del ambiente propman continuamente sobre los mortales. E s tan dura la vida pa ra la mayoría de las gentes que éstaB llegan a desilusionarse, y se contentan con hacers•J ellas mismas s u propia fi losofía moral: ."No valo la pena sacrifica r se, ni apurar se demasiado; pa. semos la vida lo mejor posible." La estructura social ha sancionado tantas injusticias que mu·chos hombres han perdido la fe en la justicia. q< , ha hecho ya un há bito r econocer como triunfadoJ• a l que acumuló riquezas, no importa la for ma el que. lo hizo siempre que haya actuado con la as-. tuc1a necesa ria pa r a mantenerse fu era del alcanc(• de la ley. Ante esta r ealidad, ¿qué per sona co.. r riente ha de sustraer se de caer en prácticas in morales cuando se le brinda oportunidad ? H·

ahí la razón por la cual Dewey reconoce que las f uer zas internas del individuo son infinitamente f r ág iles en comparación con las f uerzas externas. Forzoso es aplicar la inteligencia escrutador a para señalar los males en nuestras instituciones, que son las fuerzas externas más eficaces en la moralización o en la desmoralización. E s preciso que enfoquemos las realidades externas en el or ganismo social para ver cómo puede ofrecerse un amb iente más propicio a la cond ucta moral de los ciudadanos. Y aquí sí que encontramos un gran filón para un m ejor amiento sustancial de la humanidad. Uno de los factores externos que más contribuyen a la desmoralización del hombre es la actual organización eC?_?ómica, de arriba a abaj 0 ; tanto en la produccwn como en el intercambio. E l tema se presta par a desarrollar todo un tratado de economía política. P ero nos limitaremos pa ra el propósito, a señalar lo que a nuestro juici~ constit uye la llaga más ~rande del sistema, que n o se mengua por la circunstancia de q ue las leyes le impartan su sanción. N os referimos al miserable reconocimiento qu e nuestr as instituciones económ icas y jurídicas ot organ al trabajo.. Las sociedades m odernas, con contadas excepciOnes, y la nuestra no es una de ellas, no tienen por el trabajo y por el trabajador, el respeto que este factor de producción y de ser vicio merece. La organización capitalista, t a l como está constituída hoy, concede mayor mér it o al capital y al dueño de éste que al trabajo aunque el dueño del capital no h aya h echo ni haga actualmente esfuerzo alguno en la producción de la riqueza social. . . !'Jo .es preciso ser comunista, ni anarquista, m d1soc1ador-como los reaccionarios han dado en llamar a los progresistas-para darse cuenta de que en. la organi za ción económica actual el factor capital prevalece sobre el factor trabajo. E sto se ve ~uy claramente si nos fijamos con un poco de cu1da1lo en el contrato de trabajo En este contrato hay dos partes : el patro·n~ qu e r epr : senta al c~pital , y el empleado u obrer d, que a p01 ta el trabaJo. ¿,Quién fij a las condiciones en este. con t r ato? ¿Quién estipula el salario, que repl esenta la compensación por el traba jo ? En las la bores de alt a cat egoría, donde los candidatos r:ra ?.C~lpar l?S J?Uestos son siem pr e escasos por el pellCia o ~ecm cas r equ eridas, es proba ble que • r emJ?leado Imponga las condiciones. Per o en el t. abaJo a l por mayor, en las tareas no especia1iza~ as1 Y qu e no r equier en t écnicas desarr o11adasY e as cuales viven más del 80 por ciento de las ~entes en todos los pueblos-las condiciones son Impuestas por el patrono. Esto no es un secreto para nadie.

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