La fisonomía de la ciudad co-
pueblo natal de Pablo Ubarri.Si en el capítulo cuarto se recuenta el desplazamiento de los negros por los blancos en esta zona, dominada por los Cortijo, los Falú, los Andino, los Escalera, los Rosario, los Verde-
rresponde a la historia de la po-
blación y la forma en que diver-
sos sectores sociales va haciendo suyo un espacio que pretende habitar, sujeto al bienestar y a la
necesidad. La ciudad es la de San Juan, la cual después de ser desplazada Caparra como lugar apto para la vivienda; resulta serel enclave de la oficialidad colonial española con sus conquistadores y militares, y luego el lugar de vivienda, primero intramuros protegida de invasores y luego desparramándose hacia el mar por La Perla, hacia la península por la Puerta de San Justo y de espaldas a Cataño o hacia el oeste derribando murallas por la Puerta de Tierra o la Puerta de Santiago. Al sur, el Caño San Antonio, zona de manglares y tierra anegada. Su límite es Cangrejos, hoy Miramar. Estos son los puntos cardinales de esta mirada que tiende Quiles
jo, los Febres y los An-
drades, quienes obtuvieron el título de propiedad por sus hazañas militares, por usucapión, por herencia o por contratos de compra, mientras otros los pierden al conformarse concesiones «de boca» que posteriormente los imposibili-
-.
Arriba, Puerta de Tierra 1900, en las fotos de abajo imágenes del San Juan de finales del siglo XIX. Todas las fotos son tomadas del libro de Quiles.
tan de reclamarlos legalmente, en el capítulo quinto hacen su aparición los advenedizos blancos o nuevos pobladores, es decir, los Ubarri,los Abreu,los Látimer, los Bolívar,los Coll y Toste, los Duffaut, los Colomer, para quienes el terreno representa principalmente valor de cambio. No obstante, para los allí asentados desde el siglo XVIII se le añadía el valor de uso y el valor sentimental, como lo recuenta
al entorno hoy urbano de la ciudad de San Juan. Los
nombres mismos nos dan un indicio de cómo se sentían sus habitantes y el autor del libro reflexiona sobre su espacio, sobre el poder económico que le da forma,
sobre las construcciones que se erigen en ella.
Pero además de la narración y descripción de esta historia entre íntima y oficial del espacio habitado, al
el conmovedor testimonio de la vieja Margot, quien al
ver derribada una antigua casa de mampostería que no
autor le interesa, menos que la fachada, la parte que se
era la suya en la calle De Diego reconoce los troncos de
halla detrás de ésta, los bateyes, el patio interior, las verjas, los callejones, los territorios intersticiales, las
tres palmas de coco en torno a las que jugaba siendo
niña. Quizás por eso el autor termina el texto abrupta-
azoteas desde donde se aprecia otra vista que trascien-
mente, evocando casi poéticamente los barrios populares en una frase que le sirve de epílogo: «Detengo la
da la edificación o el monumento. También le atrae lo que se oculta tras el estilo neoclásico del San Juan Antiguo,lo que no forma parte del «paisaje»porque es calificado como feo por el poder. Dice el autor en la introducción del libro que en lugar de mirar la calle prin-
mirada. Recuerdo en silencio los rostros imaginados,
los paisajes, algunos distantes, de esta ciudad siempre incompleta, siempre inconclusa, siempre presente».
Finalmente, quiero hacer énfasis en la imaginación
cipal o asumir la iconografía oficial centrada en la ciu-
y en la vertiente literaria de este libro de Quiles, su rela-
dad colonial y turística, estática y museificada, le inte-
ción con nombres tan conocidos como el de Calvino, su
alusión a las memorias de Alejandro Tapia, a los cuatro
resa la ciudad viva, funcional y dinámica de Le Corbu-
sier. Y añade: «Las ciudades no muestran todas sus ca-
pisos y al relato de José Luis González «En el fondo del caño hay un negrito», a los manglares y tierras bajas tan presentes en las narraciones sitas en la Nueva Ve-
ras. Para conocerlas y descubrir sus partes ocultas, las imágenes y metáforas de sus “otros'espacios, hay que
«perderse en ellas» como sugiere Calvino, descubrir los
necia, de Edgardo Rodríguez Juliá, a la aceleración es-
lienzos de las fachadas, descifrar los discursos omiti-
tancada de la población en el hiperbólico tapón de Luis
dos. Es necesario interpretar las huellas que quedaron
Rafael Sánchez, a las historias íntimas que naufragan
marcadas, como las líneas de la mano, en las calles, caminos, plazas, y edificios, así como en los traspatios y
en los relatos de urbanización de los poetas y narradores de los setenta y los noventa en Puerto Rico, en el
graffiti y las fotografías de Los Pies de San Juan, de
zaguanes y los lugares de la memoria» (14). Ese tras-
patio, la interioridad, la memoria escondida, los lega-
Eduardo Lalo. Pero además, este recuento de Quiles da
jos y escrituras que reposan en archivos, registros, actas notariales, novelas decimonónicas, detalles inad-
fe de las afinidades de esta narración con otras obras
vertidos en un lienzo o en una serigrafía o en el acercamiento y ampliación repetida de una foto, son los
literarias respectivas a la geografía sentimental y política de poblados y ciudades: la de Texaco en Martinica, de Patrick Chamoiseau,la de La Habana de El acoso, de
lugares donde busca la mirada de Quiles. Con ello as-
Carpentier y de Tres Tristes Tigres, de Cabrera Infante, a
la lírica Buenos Aires de Borges o a la espeluznante de Sábato, al París existencial de Rayuela de Julio Cortá-
pira a mostrar una historia diferente y otra, escrita por
los pobres que «también sostienen la ciudad». La famosa pintura del gobernador Ustáriz, de José Campeche, podría servir de emblema a este importante
zar, a la innoble Santa María de Juan Carlos Onetti, al
planteamiento del texto-imagen-collage de Quiles.
según la estampó Campeche y en la que otrora se veían
gre pensarse y narrarse desde otra época y otro sitio, desde la ciudad negociada por los otros, por los que conviven, comparten y carecen de espacios de poder. Esa es la exhortación mayor, una vez se recorre una historia casi perdida, apenas entrevista, y por eso el libro concluye sorpresivamente hablando del Cangrejos que por razón del agradecimiento de la corona española a un conocido con-
pía política citadina de Macedonio Fernández, al ardiente Comala de Juan Rulfo, al México metropolitano de Paz y de Fuentes, a los suburbios del Santiago de Chile de Diamela Eltit y a tantos otros. Respecto a esa filiación con la inventiva y el afecto habría que disponer de otro espacio que no me brinda esta reseña, pero basta por el momento con esta mi mirada e invito con el autor a otra exhortación, pues es justo pensar que este libro es una lectura obligada para todos: los que se hallan al frente y detrás de todas las fachadas.
que imaginemos otra cosa y que lo que antes planificó
bre por el lugar de origen de ese terrateniente más activo
La autora es escritora y catedrática de la UPR, Río Pie-
Macondo rural de García Márquez, a la inventada uto-
Apunta con el comentario a descartar la idea repetida
de que San Juan representa al Estado español, y sugiere que imaginemos la transformación moderna del en-
clave urbano a partir de la movilidad de los oficios, la heterogénea composición de sus habitantes y el destino vario al que se somete la propiedad inmueble de la ciudad intramuros a principios del siglo XX. El autor
sugiere mirar por la ventana del gobernador Ustáriz esclavos y arquitectura de tipo monumental. Sugiere eindicó la mano de un gobernador del siglo XVIII lo-
servador español radicado en San Juan, cambió su nom-
de la localidad a mediados de siglo, el lugar de Santurzit, 43
DIÁLOGO-Zona CuLturaL/mayo 2004
dras.