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Por Armindo Núñez Miranda D
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as ganancias que genera el mercado
Se consigna que el precio del opio para un agricultor paquistaní es de $90 por
kilogramo, pero el producto procesado de esa planta es la heroína y en ese país su
clandestino de las drogas sicoactivas
precio al por mayor es de $2,870. Cuando
aumentan cada día a un ritmo
ésta llega a Estados Unidos, el precio al por
desenfrenado y a tal grado que constituye uno de los renglones más lucrativos de la economía mundial de fin
mayor incrementa a $80,000 y el precio final al por menor, ya adulterada «con una pureza de 40 por ciento», es de $290,000.
de siglo. La riqueza es tanta que los que la
En el caso de la cocaína, los campesinos
detentan despaciosamente se infiltran sin problema alguno en las esferas del poder político y financiero, tanto en los países en
suramericanos reciben $610 por kilogramo de hojas de coca. Ya la base de cocaína cuesta $860 y el hidrocloruro de cocaína llega a 51,500. El precio al por mayor en Estados Unidos, con una pureza de 83 por
vías de desarrollo como en los desarrolla-
dos. De esa manera garantizan que aumente su fortuna y continúe su dominio. Sin embargo, los bienes y opulencia frutos del narcotráfico y el crimen organizado para controlar el cultivo, producción, distribución, financiación y suministro de esa mercancía aparentemente surgen del ordenamiento legal prohibicionista y su más reciente versión conocida como «la
guerra contra las drogas». Según datos oficiales de las Naciones Unidas (UN) aparecidos en algunos rotativos de Estados Unidos y reproducidos en
El Nuevo Día, la industria de la droga produce unos $100 mil millones al año en todo el mundo cón una demanda básica de más de 400 millones de clientes. Pero los
detalles del informe del Programa del Control de Drogas de la UN reflejan una progresión en las cias sobre el producto, conforme al eslabón de la cadena de distribución.
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ciento, es de $25,250, y la cocaína de
primera calidad cuesta $50,000 al cliente, en tanto que el polvo de este alcaloide le vale $10,000. El eje de la ganancia de esta industria se encuentra sin duda en el detallista, Estados Unidos
Sólo del 3 al 5 por ciento de los ingresos de las ventas finales al detalle regresan al país de origen. No obstante, este negocio ofrece sus beneficios a los países exportadores.
A principios de esta década
en Perú se registró un 6 por ciento del Producto Nacional Bruto; en Colombia,
sobre el 7 por ciento; y en Bolivia, sobre el 9 por ciento. Para los especialistas en este asunto: «la droga representa el producto de exportación más importante en países tales
como Bolivia, Afganistán y Myanmar, otrora Birmania». Es evidente que el problema de las ABRA
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drogas es uno social y de salud y por ello escapa a la visión simplista del Estado que lo identifica como uno puramente criminal y químico. La guerra contra las drogas
intenta limitar el comercio de aquellas que son ilegales pero a la misma vez posibilita con sus acciones que este negocio sea cada
vez más lucrativo.
La aproximación de un juez Uno de los análisis más esclarecedores
en torno a las distintas posiciones asumidas ante la batalla antidrogas, que incluye los
diferentes motivos de aquellos que la apoyan y la diversidad de opciones de los que la critican, se encuentra en una conferencia del Juez Presidente de la Corte
Federal de Apelaciones del Primer Circuito, Juan R. Torruella, que dictó el año pasado en el Colby College, en Maine. El título de la misma es: «One Judge's Attempt at a Rational Discussion of The SoCalled War on Drugs». En ella el Juez
Torruella reflexiona sobre la incapacidad de todo el sistema penal prohibicionista de los Estados Unidos para detener el tráfico ilícito de drogas sicoactivas. También discute cómo, en su experiencia en la judicatura, se ha enfrentado al enorme
flujo de capital provocado por una demanda cada vez mayor, una oferta
limitada por los cargamentos confiscados que provoca que la
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exceda por mucho los costos de los continúa en página 4 del reportaje especial
Fotos por Ricardo Alcaraz