La huella invertida: Antropologías del tiempo, la mirada y la memoria. La fotografía de José Domingo

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La huella invertida: antropologías del tiempo, la mirada y la memoria. La fotografía de José Domingo Laso 1870-1927

La fotografía del aguador realizada por José Domingo Laso, así como la genealogía establecida por Kennedy y Fitzell, remite claramente a una de estas tres imágenes: el indio fotografiado como bestia de carga (fig. 13). Pero si bien esta fotografía del aguador se ajustaba al discurso y a la necesidad europea de categorización y definición del Otro indígena, también es fundamental comprenderla desde al menos dos perspectivas relacionadas entre sí: en primer lugar como una forma de representación que circuló en Quito en un momento en el que las representaciones visuales como las Bellas Artes y las artes industriales eran redefinidas. Laso, inmerso en esa redefinición, era el iniciador de la producción de tarjetas postales costumbristas en Quito. En segundo lugar, en ese momento se articulaban nuevos discursos desde la política sobre la población indígena. Andrés Guerrero ha demostrado cómo el discurso liberal de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX con respecto a los indígenas, si bien otorgó ciertos derechos y eliminó el tributo indígena, hizo de ellos objetos y no sujetos de su discurso. Si durante la segunda mitad del siglo XIX “el Estado ecuatoriano ocultó la existencia de una mayoría étnica de habla no española” y este proceso tuvo un efecto de encubrimiento (Guerrero, 1994:201), con la revolución liberal “la efigie del indio ocupó un lugar preponderante. Dio sustento a una estrategia de poder que implicaba una redefinición de las funciones del Estado en la sociedad ecuatoriana y, en particular, hacia la población indígena” (Guerrero, 1994:236). Guerrero apunta, además, que en las representaciones mentales que la política y el Estado hacen de la población indígena como discurso, “del sujeto indio parece provenir una voz pero las palabras son obra de un ventrílocuo, un intermediario social que conoce la semántica que hay que poner en boca de los indígenas” (Guerrero, 1994:240). Guerrero ha denominado lúcidamente imagen ventrílocua a esta forma en que la política liberal generó representaciones a nombre de lo que se denominaba la desgraciada raza indígena. Kingman, por su lado, señala que en el proceso de conformación de una cultura nacional a inicios del siglo XX “se hablaba en nombre de los otros pero se los excluía o, mejor dicho, se los incluía discursivamente para ignorarlos en los hechos” (Kingman, 2008:355). 91


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