De la foto al fotograma de Andrea Cuarterolo

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Investigación sobre Fotografía - Andrea Cuarterolo

les armas editoriales. Eustaquio Pellicer escribió en el número del 5 de mayo de 1900: “La única información que se impone es la gráfica a base de magnesio, kerosén o fósforo pues con cualquiera de esos sistemas se obtiene mayor claridad que con la información a base de tinta”.6 A fin de “asegurar [...] la más amplia información gráfica”, la revista solicitaba también, a través de avisos publicitarios periódicos, la colaboración de “todos los fotógrafos aficionados de la Argentina y del exterior”. Estas imágenes, por las que se pagaba entre 5 y 10 pesos, debían reproducir “sucesos y personas de actualidad que puedan interesar al público y en general todo lo que represente un tema curioso”.7 Estas solicitudes, por lo general, compartían sus páginas con atractivas publicidades de algunas de las nuevas cámaras populares en una época en la que comenzaban a irrumpir en el país los primeros fotógrafos aficionados, un nuevo mercado que la revista aspiraba a captar. En efecto, la importancia que Caras y Caretas le dio a la información gráfica la convirtió en una pionera en la utilización de las últimas novedades tecnológicas del medio. La publicación incorporó desde un principio cámaras portátiles con placas de 9 x 12 cm, en una época en que la todavía arraigada utilización de pesadas cámaras de madera y trípode condenaba a la fotografía a un estatismo difícilmente superable. En enero de 1899, sus corresponsales fueron los primeros en usar el flash de magnesio y unos meses más tarde, la lámpara de flash eléctrico Eclair. Nunca antes los fotógrafos habían contado con tantas herramientas técnicas para captar fielmente la realidad y, sin embargo, Caras y Caretas se caracterizó, sobre todo, por su extendido uso de la manipulación fotográfica. La revista no sólo recurrió asiduamente al retoque 6 Caras y Caretas, N° 83, 5 de mayo de 1900. Es interesante notar que antes de su labor pionera en Caras y Caretas, Eustaquio Pellicier había estado también tempranamente vinculado con el cine. En efecto, en 1896 y en asociación con el empresario Francisco Pastor, este periodista de origen español fue el responsable de la primera proyección cinematográfica que tuvo lugar en el país. Pellicier y Pastor adquirieron en París una cámara Lumière y veinticinco películas que, a partir del 18 de julio de ese año, exhibieron en el Teatro Odeón de Buenos Aires, junto a zarzuelas cómicolíricas como Niña Pacha, El gorro frigio y Un crimen misterioso, entre otras. En 1897, Pellicier, Manuel Devoto y Santiago de Tojar patentaron además dos dispositivos cinematográficos bautizados con el nombre de Planobioscopio y Estereobioscopio. Según el registro de patentes de la época, el primero estaba destinado a “proyecciones de la fotografía plana y animadas”, mientras que el segundo servía, como vimos en el Capítulo 1, para proyectar fotografías animadas y con relieve. Véase Caneto, Guillermo et al. Historia de los primeros años del cine en la Argentina (1895-1910). Buenos Aires, Fundación Cinemateca Argentina, 1996. 7 ‘Colaboración fotográfica de Caras y Caretas’. En Caras y Caretas, Nº 83, 5 de mayo de 1900. Este aviso se publicó por primera vez en este número y continuó repitiéndose los dos meses subsiguientes.

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