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Cómo fumar marihuana y tener un buen viaje. Una mirada sociológica

Howard Becker es un sociólogo estadounidense nacido en 1928, pertenece a la “segunda escuela de Chicago” y, entre sus obras más destacadas, se encuentra Cómo fumar mariguana y tener un buen viaje. Obra que fue publicada en 1953, en el contexto de una sociedad estadounidense no abierta a discutir la legalización. A pesar de que el propio autor pide un uso responsable del término “contexto” para no caer en la generalización simplista de que los consumidores de marihuana incurren en esa práctica debido a “contextos” problemáticos, resulta imperante reconocer a la sociedad que recibió esta obra.

En los años cincuenta, la sociedad estadunidense se preocupaba por el

“delito, la enfermedad mental, las pandillas: cosas como estas eran problemas sociales. Pero relativamente pocas personas consumían marihuana y no causaban demasiados trastornos, de modo que, pese a los esfuerzos de algunas autoridades, ningún sector de la opinión pública pedía a gritos que lo libraran de esa práctica.”

Para los años sesenta el consumo de marihuana se extendió entre universitarios de clase media. Entre ellos, algunos emprendedores agrícolas decidieron experimentar con el cultivo de hierba, al más puro estilo de Salvajes, la película dirigida en 2012 por Oliver Stone. Es fácil imaginar a unos jóvenes californianos tratando de emprender y divertirse.

En el contexto histórico de Becker ya existía el consumo de opiáceos, que dieron origen a la palabra Yonqui, que, dicho sea de paso, es el nombre de una novela de William S. Burroughs, autor enmarcado en la generación del Beat, tema que por ahora rebasa este artículo. El uso de estas sustancias fue estudiado unos años antes de la publicación del estudio de Becker sobre la mariguana por un colega suyo del Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago, Alfred Lindesmith, quien escribió Opiate Addiction (1947), libro que “atribuía la adicción a los opiáceos al hecho de que el consumidor se hacía a la idea de que debía tomar la droga para evitar síntomas físicos intensamente displacenteros.” Howard Becker tuvo claro que la marihuana no producía estos síntomas, por lo que decidió pensarla como no adictiva. Entrevistó a varios estudiantes universitarios y descubrió que “un buen viaje” depende de la interpretación del viajero, de tal suerte que, una misma experiencia interpretada de manera distinta, conduce a sensaciones diferentes.

Becker parte de la conceptualización de lo que llama “estudios de la desviación”, para presentar al consumidor de marihuana como alguien que no vive con una patología psicológica, sino que se ha convertido en un “desviado” para una sociedad; o mejor dicho, un grupo social hegemónico que tiene la facultad de imponer esa etiqueta.

En este texto ocurre un desplazamiento del porqué al cómo. En tanto que no considera al consumidor como enfermo, Becker se inclina por el proceso que conduce al individuo a ser usuario asiduo del cannabis. El hábito de fumar marihuana es percibido en el ensayo no como acto enfermizo, sino como una actividad aprendida socialmente. El sociólogo abandona la idea de una “predisposición genética” al consumo de marihuana.

Entre los entrevistados por Becker nace una certeza: la primera vez no fue buena ni placentera. El primer consumo de marihuana se percibe como algo común porque no pasa nada o es desagradable porque no gustan los efectos que produce. El usuario requiere de la orientación de consumidores más experimentados para lograr aprender a engancharse, pues de otro modo dejarían la marihuana.

Para Becker la “disposición” al uso de marihuana se va dando a través del proceso de aprendizaje y no antes. Lo que cambia en el sujeto es la actitud ante la droga, lo cual va llevándolo a experimentarla.

Se debe aprender a tener un buen viaje, dice el sociólogo. Quien fuma marihuana por primera vez debe resignificar su experiencia para volver a intentarlo y lograr así ser un habitual consumidor. Becker no habla de usos medicinales sino de recreación pura. El objetivo del fumador debe ser divertirse y experimentar con la percepción. Se apoya en la noción de “consumo por placer “, es decir, el sujeto no se siente obligado por su propio cuerpo a fumar marihuana.

Para los avezados en el tema, según el autor, se necesita conocer los síntomas para saberse “fumado”, pues de lo contrario parecería que no sucede nada. Cuando no se enteran de que sí están bajo los efectos del cannabis, pueden tener experiencias que rayan en el ridículo, con episodios de paranoia en los cuales se presume de no sentir nada, pero a la vez estar gritando y alardeando sobre la supuesta sobriedad.

En Cómo fumar marihuana y tener un buen viaje, el lector encontrará una ligera decepción pues son poco menos de las 92 páginas prometidas, ya que varias imágenes intercalan el texto. Tampoco encontrará una causa psiquiátrica del consumo de esta hierba. Sin embargo, encontrará el motivo del uso continuado de la misma, pues con Becker aprendemos que, para convertirse en un fumador profesional y no dejarlo a la primera chupada, el consumidor tuvo que pasar por un proceso de enseñanza y resignificación de las experiencias para reconocer las características de un viaje que muchas veces no cumple con las expectativas previas.

Lo más interesante es lo que se puede intuir acerca del uso de otras sustancias más peligrosas. Si bien es cierto que, un texto de 1953 resulta incapaz de prever el desarrollo de situaciones futuras o el descubrimiento de sustancias cada vez más agresivas, no se debe dejar de lado el tema de la resignificación de experiencias.

Cuando el usuario (de 1953 y de hoy) deja de sentir algo agradable y no es capaz de encontrarle sentido a un uso continuado, tiene dos opciones: dejar la marihuana o recurrir a otra sustancia buscando mejores efectos. Pasar del consumo al no consumo de la marihuana tiene que ver con la concepción que de ella tiene el consumidor. Cuando alguien argumenta que la marihuana ya no tiene efecto, lo que en realidad quiere decir es que ya no encuentra las mismas experiencias placenteras.

Es probable que la transición a otra droga se deba, siguiendo el análisis de Becker, a que el consumidor no puede encontrar un efecto placentero en el uso reiterado, ya por expectativas incumplidas, ya por desconocimiento del uso correcto de la marihuana. Llama la atención que hay casos en que los usuarios entrevistados por Becker, reportan haber abandonado la marihuana y vuelto meses o años después, con resultados mucho más satisfactorios. Tal vez para evitar la experimentación con otras drogas deberíamos primero aprender a tener un buen viaje.

Humberto Orígenes Romero Porras

Egresado de la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Ex Atleta paralímpico (2006-2017). Interesado en la relación entre la literatura y la historia. Apasionado de la literatura futbolística. Partidario de las causas justas.