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I El Tila, fragmentos de un psicópata
El Tila, fragmentos de un psicópata Chile | 2015 | 96 min. D y G: Alejandro Torres. F en C: Vicente Mayo. M: Roberto Torres. E: Martín Bohte. Con: Nicolás Zárate (El Tila), Daniel Alcaíno (juez), Daniela Ramírez (periodista), Rodrigo Soto (abogado defensor), Jorge Becker (abogado demandante), Tiare Pino (Amelia). CP: Cinepsis, Escuela de Cine de Chile. Prod: Felipe Morales Lifschitz. Dist: Vendo Cine.
Corría el año 2002 y una serie de brutales crímenes comenzaban a suceder en uno de los barrios más acomodados de Santiago de Chile. Después de tres horribles homicidios en los cuales secuestró, torturó y mató a sangre fría, el joven de 26 años Roberto Martínez Vásquez, mejor conocido como el Tila, fue detenido tras su cuarto crimen, el asesinato de una niña de 15 años a la cual mutiló e incineró su cuerpo para dejarlo abandonado en un sitio desierto. Basado en la historia real de uno de los criminales más peligrosos en la historia de Chile, Alejandro Torres dirige su primer largometraje, El Tila, fragmentos de un psicópata, que nació como proyecto de tesis en la Escuela de Cine [de Chile] y cuyo trabajo de investigación se extendió por más de cinco años. Con un particular montaje y una exquisita desfragmentación de la narrativa, los cinco capítulos en los que está dividido el filme (“Memoria”, “Cárcel”, “Destino”, “El hijo” y “la Muerte”) retratan la historia de Roberto Martínez desde su infancia, su juventud, sus crímenes más atroces y finalmente, sus días más duros en Colina II, la cárcel donde vivió sus últimos momentos. Con una mínima presentación de los personajes y una acotada explicación inicial de lo que estamos por ver, la cinta consigue llevarnos por una espiral que recorre la vida del Tila y su inquietante personalidad, sin dejar de lado la increíble juventud del criminal, la cual no deja de estar presente en ningún momento del filme. Torres nos coloca frente a un criminal sanguinario sin juzgarlo ni acorralarlo, pero tampoco victimizándolo. El trabajo sucio lo hace el espectador, casi obligado a empatizar con él, a entender la falta de oportunidades y a navegar por una mente tan perversa como lúcida. La crítica social es evidente y tratada de forma sutil. Roberto Martínez era un emblema de la protección social infantil en Chile
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