Icónica No. 4

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DOSSIER

Más allá de las ficciones elaboradas so pretexto del found footage, la elaboración de falsos documentales a partir de ese estilo pueden resultar en estremecedores relatos donde lo sobrenatural no tiene cabida, como es el caso de la película de asesino serial The Poughkeepsie Tapes. © Brothers Dowdle Films / Poughkeepsie Films.

dental o premeditadamente la cámara, incluso porque se acabó la batería), y donde lo siniestro amenazante no cae en los parámetros arquetípicos del terror convencional5 (aquí es donde se diferenciaría de filmes de corte fantástico como [•REC], de Jaume Balagueró y Paco Plaza, pues aun cuando las técnicas son similares, el concepto es totalmente opuesto), inoculando en el pensamiento del espectador la posibilidad que eso que ve, “puede suceder”, porque en estos ámbitos fílmicos la verosimilitud no es sinónimo de la realidad. Eso quedaría en claro cuando nos acercamos a películas cuya premisa para crear una atmósfera de terror es el vulgar enunciado mercadológico “basada en hechos reales”, y lo que se presenta es una obra esquemática tanto en su desarrollo argumental (inicio – semisusto – presentación de personajes y hecho siniestro – susto – quiebre argumental – susto – punto álgido – sustos mayores – explicación del fenómeno – sustos a granel – resolución catártica – susto final), como en la técnica visual (¿cuántas veces hemos visto la escena donde detrás de algún personaje, al moverse éste, aparece de repente la amenaza?), y hasta en la diégesis del sonido (leit motiv que anuncia la desgracia,

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sorpresivos ruidos ensordecedores para generar un susto momentáneo), obteniendo como resultado que el público se distancie del hecho narrado hasta el punto de olvidar que está “basado” en un hecho que en principio, se anuncia como real, pero que al final no resulta verosímil (cf., la reciente La posesión: El origen del mal [The Possession, 2012], de Ole Bornedal, como ejemplo de estos filmes genéricos). Ahí está la obviedad a la que nos referíamos al inicio del texto. Lo desconocido, así en abstracto, no existe más. Por lo menos no en el cine de terror y tampoco para generar ese miedo en estado puro. Todo está plenamente codificado y quizás por ello distante de nuestro inconsciente, por lo que no logran inquietarlo, de tal manera que las más efectivas películas de terror contemporáneo se mueven más por los terrenos de la mezcla genérica (desde el romanticismo vampírico hasta la zombedia, pasando por el survival de acción sangrienta) y esa sensación de «miedo muy intenso» referida arriba, deba de buscarse a partir del entorno común, diario, simple y aburrido en su cotidiano devenir, pero factible de ser dinamitado en el momento más inesperado, y entonces nuevamente sea comprobada la vulnerabilidad del ser humano en su cuerpo y en su mente. Eso es el miedo. I 5

Para los intereses de este texto debemos identificar lo “convencional” con

temáticas inherentes a los monstruos clásicos y lo satánico, a partir del vendaval de modas que se dividen entre los zombis, vampiros y posesiones demoniacas, que son las que particularmente pueblan el terror fantástico contemporáneo. Un ejemplo muy interesante, y prácticamente único, que sí nos serviría para extender la reflexión de este escrito es la película The Poughkeepsie Tapes (John Erick Dowdle, 2007), un falso documental (mockumentary) sobre un sanguinario asesino serial, elaborado a partir del supuesto descubrimiento por parte de la policía de los videocasetes donde él mismo registró sus crímenes.


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